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1946-06-19 | Instrucciones a los inspectores que intervienen en la campaña para lograr el abaratamiento de la vida | Señores inspectores: Hoy inician ustedes una labor que será de una enorme trascendencia, por eso he querido llegar personalmente hasta acá, para lanzarlos a esta tarea que ha de ser decisiva, en esta campaña pro abaratamiento de los precios de artículos primera necesidad. La tarea de ustedes, señores, es una misión sumamente importante, y quiero hacerla resaltar, porque el éxito de esta campaña, depende en gran parte, del trabajo que ustedes deben realizar en los distintos barrios de la ciudad. Les recomiendo muy especialmente, quieran tener a bien, proceder con absoluta minuciosidad, resolviendo con criterio propio, cada uno de los casos que se les presentará en las numerosas intervenciones que ustedes deberán realizar. No basta en esto ser honrados, aunque esa es la condición básica, sino que deben ajustarse a la estricta justicia en los procedimientos. El segundo lugar, han de ser implacables. No se puede confiar, ni a la buena fe que muchos tienen, porque no las tienen todos, ni se puede confiar tampoco, en una colaboración que no todos prestarán. Sin embargo, es necesario hacer que, comerciantes, público en general, cooperen en esta acción que es para bien del conjunto. Ustedes, realizarán un trabajo que será complementado en caso necesario por otros organismos y por otras personas. Inspeccionen, apliquen con absoluta implacabilidad, todas las leyes que tengan en las manos, para sancionar con la energía más extraordinaria toda trasgresión a lo determinado por el gobierno y por esa ley. Si eso no es necesario, es conveniente, que en las primeras intervenciones sean comprensivos con las distintas cuestiones que puedan descartar la culpabilidad de los comerciantes, pero comprobada la culpabilidad han de proceder implacablemente Otra cuestión que deseo recomendarles es que mantengan permanentemente informados a Industria y Comercio, todos los procedimientos que diariamente se realicen. La fuerza pública está a disposición de ustedes para hacer cumplir implacablemente las decisiones que ustedes tomen. Piensen señores, que del procedimiento de ustedes, depende en el futuro las medidas que hayan de tomarse, porque yo estoy decidido a hacer intervenir a las fuerzas militares en caso que no de resultado esto. No creo que sea necesario llegar a eso, y por eso de la labor que ustedes realicen, han de desprenderse las medidas subsiguientes. Les recomiendo, por última vez, que al ponerse en ejecución las medidas que ustedes han de propugnar en el futuro, lo hagan pensando que es un deber patriótico y una obligación de la ciudadanía argentina. Enloden a todos en nuestra causa, que es la causa de del pueblo. Con ello habremos conseguir lo que no han conseguido en otras partes. Yo estoy persuadido del éxito, porque tengo en mis manos medidas, que han de llevarnos a ese éxito y las pondré en ejecución. .............. |
1946-06-26 | Ante la Asamblea Legislativa en la apertura del período de sesiones : | Señores Senadores, Señores Diputados: Este acto inaugural significa el retorno integral a la vida institucional del país. Volvemos a la normalidad constitucional que todos anhelábamos para implantar con las fuerzas renovadoras y renovadas que me han ayudado, una era en que la voluntad del pueblo, determine el sentido futuro de la evolución legislativa que precisa el país, con objeto de encuadrar sus organismos e instituciones dentro de las tendencias, realidades y necesidades del momento presente. Vamos a interpretar, cumplir y hacer cumplir la Constitución, haciendo de ella esencia de nuestro propio ser. Si rompemos normas anquilosadas, si despreciamos corruptelas, si emprendemos caminos hasta ahora ignotos, no será precisamente en desmedro de nuestra Carta Fundamental, sino por imperativo de un nuevo resurgir de sus sabios principios.
El paréntesis que representa el tiempo transcurrido desde la disolución del Parlamento, consecuencia del movimiento revolucionario de 4 de Junio de 1943, habrá servido para que los hombres que por mandato también del pueblo ocupan este sagrado recinto, tanto los que me han seguido como los que me han combatido, inicien hoy, depurando su espíritu después de tanta lucha, el período normal legislativo con un solo ideal: el bien de la patria.
A unos y a otros como presidente de todos los argentinos, dirijo con mi salutación mis más fervientes votos para que el Altísimo nos ilumine y nos guíe en nuestra ardua tarea.
Señores Senadores, Señores Diputados: Dije no ha mucho en este recinto que "el Poder Ejecutivo deseaba para sí la prioridad en las iniciativas legislativas para no dispersar esfuerzos en arbitrios fragmentarios que puedan entorpecer la consideración a fondo de los problemas estrictamente vinculados entre sí y cardinales para la economía de la Nación".
Nos hallamos en el punto intermedio entre la exposición de doctrinas sustentadas con honradez y propaladas con pasión por todos los partidos que han ido noblemente a la lucha comicial y el momento de las realizaciones prácticas. El momento en que se pone a prueba el valor de los hombres y que se siente todo el peso de la responsabilidad. Es necesario para que la labor sea fructífera refrenar impulsos para evitar cambios bruscos en el imperio de la aplicación de la ley, el resultado será tanto mejor cuanto más firmes en la doctrina sepamos atemperarla a la evolución graduada que la aplicación de la mística de la Revolución requiere para su eficacia.
Apelo al buen sentido del Honorable Congreso para que me preste ayuda en la consecución de un plan orgánico y práctico en la evolución legislativa. Afortunadamente el país se halla en tiempos propicios. De vuestro saber y de las normas que establezca el Poder Ejecutivo depende que no se malogre el momento; que no se defrauden esperanzas.
En el orden interior nuestros extensos campos surcados por el arado; dibujados por las filas inacabables de frutales y viñedos; o moteados de hacienda sobre la alfombra de sus ubérrimos pastos, rinden en abundancia, esperando solo una mejor distribución de su riqueza potencial.
La industria y el comercio crecen y se perfeccionan, y, si extirpando todo egoísmo, la suma de esfuerzos sustituye la lucha de clases, alcanzaremos el camino de la verdadera prosperidad.
Nuestras riquezas naturales, aguas, bosques y minas, no resisten su ocultación y aprovechamiento al esfuerzo de los técnicos y del Estado.
Las investigaciones científicas, las artes y las letras, retoñan y florecen de día en día, afianzando el prolífero patrimonio de nuestra civilización greco-latina que nos fuera legada y de la que somos continuadores y esperanza de la sapiencia universal.
En el orden exterior nuestras exportaciones siguen el intenso ritmo que los impone su volumen. Naves nacionales y bajo pabellón extranjero, esparcen el excedente de nuestra producción en América y en otros continentes.
En estos tiempos excepcionales ved al mundo entero puesta su esperanza con ansiedad en la Argentina; en su rica producción; en su proverbial generosidad para que mitigue el hambre de tantos países que después de la trágica guerra se hallan en situación dantesca. Millones de seres esperan que la Argentina realice el sortilegio de mejorar su triste realidad.
La Argentina es para ellos lugar de promisión fuera de lo terrenal, legendario país de ensueño y abundancia. Hagamos que el nombre de nuestra patria quede para siempre consagrado y afiancemos nuestros prestigios ayudando en la medida de nuestra fuerza a quien nos necesite; pero hagámoslo sin jactancia y sin esnobismos, si ello representa sacrificios, que jamás lo sean para nuestras masas indigentes. Que nunca sea a costa del salario ni del pan de nadie. Que las bendiciones que por igual recibiremos todos los argentinos nos unan en el cumplimiento de nuestro deber, mutua comprensión y condena de toda egolatría y mezquindad.
La elocuencia y veracidad de las cifras, abona cuanto he dicho. Recogiendo los datos más importantes de las últimas investigaciones estadísticas resulta que la situación del país es la siguiente: 1.- La población excede de catorce millones y medio de habitantes.
2.- La renta nacional alcanzó en 1945 a quince mil millones de pesos moneda nacional 3.- La ocupación excede de cinco millones de habitantes entre todas las actividades.
4.- La producción en cereales, oleaginosas, frutas y hortalizas llegó en 1945 a más de quince millones de toneladas, correspondientes nueve millones y medio al consumo interno. En cultivos especiales: algodón, caña de azúcar, tabaco, yerba mate y uva, se cosecharon más de ocho mil toneladas, casi todo destinado al consumo interno. En carnes, la producción alcanza a tres millones trescientos sesenta y dos mil toneladas en peso vivo, correspondiendo al consumo interno la mayor parte, sesenta y nueve por ciento, y a la exportación el treinta y uno por ciento 5.- El comercio exterior es favorable, la exportación excedió en 1945 de dos mil cuatrocientos ochenta millones mientras que la importación cifraba mil ciento cincuenta millones dejando un saldo más de mil trescientos treinta millones. A juzgar por la cifras registradas en lo que va del año actual, tanto la exportación como la importación se elevaron considerablemente. En esto primer quinquenio de posguerra, se prevé que solamente para industrias y transportes necesitaremos importar por más de mil millones anualmente.
Antes de entrar a detallar los planes legislativos del Poder Ejecutivo he de referirme a los cuerpos legislativos formados por los Decretos-Leyes y Decretos normativos dictados por el Gobierno de facto de 4 de junio de 1943, hasta mi asunción de la Presidencia de la Nación.
El Poder Ejecutivo se halla en la tarea de estudiar, ordenar y adaptar dichos decretos que serán enviados a vuestra Honorabilidad para que en el ejercicio de la facultad legislativa que os corresponde, el Honorable Congreso decida sobre la aprobación, modificación o derogación de los mismos.
Y antes de seguir adelante y de entrar en la exposición del modo como el Poder Ejecutivo entiende que se debe orientar la política del Gobierno reflejada en la legislación que se ha de interesar Vuestra Honorabilidad, he de manifestar no ya el desagrado ni mucho menos el enojo, sino simplemente la pena del gobierno al advertir la mala fe con que se quiere utilizar la situación financiera de la Nación con fines políticos.
Preténdese obstaculizar nuestra obra con comentarios tendenciosos que un día tras otro aparecen en las columnas de los diarios. Recientemente se han formulado por miembros de Vuestra Honorabilidad unas peticiones de antecedentes sobre esta cuestión. Su derecho resulta indiscutible, y el examen del tema, si se hace con imparcialidad y desapasionamiento, habrá de resultar provechoso.
Para contribuir a esclarecer la situación no tengo el mínimo inconveniente en declarar que en el aspecto de las finanzas públicas, si la labor del gobierno de facto no fue todo lo eficaz que muchos deseábamos, y en cuyo logro puse no pocos de mis afanes, fue debido a diferencias de criterio que se suscitaron a través de sus tres años de actuación.
Posiblemente el designio de la Providencia me ha reservado la satisfacción de poder anunciar que en virtud de las medidas de gobierno adoptadas, se encuentra próximo el momento en que por primera vez el país no deberá al extranjero ni un solo centavo, con lo cual se cumplirá la afirmación hecha reiteradamente en el sentido de que la República logrará la aspiración nacional de ser económicamente libre y políticamente soberana. Sin exageración podemos asegurar que en la historia argentina se abre una nueva etapa en el momento mismo en que no existe deuda externa, y la deuda flotante consolidada sea de carácter interno. Entonces las decisiones superiores de sus gobernantes no podrán estar influidas por cuestiones foráneas.
Aspiramos a realizar el funcionamiento armónico de un Estado pobre dentro de una Nación rica, en contraposición con la situación anterior, que era la de un Estado rico en una Nación pobre. Y es tal vez un aspecto interesante, que para la eliminación de la deuda exterior aspiramos a que no sean aumentados los impuestos. Conseguido esto, podremos proclamar bien fuerte -y es esa la satisfacción a que antes me he referido- que la Argentina dejará de ser una colonia en el aspecto económico.
El respeto a la Constitución y el acatamiento a la voluntad de las provincias, han quedado evidenciadas en el primer acto de carácter político realizado por mi gobierno, al devolver a la provincia de Santa Fe la plenitud de su autonomía.
El problema del régimen municipal aplicable a la Ciudad de Buenos Aires es uno de los que más preocupación han producido al Poder Ejecutivo y es propósito del mismo encararlo seriamente para ver si es posible llegar a una solución duradera dentro de la órbita de los preceptos constitucionales.
Al asumir el mando el gobierno actual, se encontraba disuelto el Consejo Deliberante desde el año 1941. Hubiese sido un camino factible restablecer en materia municipal el régimen legal anterior a dicho año, convocando a elecciones para instaurar el pleno funcionamiento de la rama deliberativa. Más tal solución habría dificultado el estudio del problema, y es esa la razón de que el Poder Ejecutivo haya preferido mantener el estado actual del asunto, prometiendo que en un plazo prudencial traerá al Congreso el oportuno proyecto de ley.
La carencia de un padrón municipal puesto al día, ha sido causa que se añade a la anterior para justificar el mantenimiento del actual estado de hecho. Igualmente, la depuración de los padrones municipales del interior, permitirían devolver a las comunas la integridad de sus derechos políticos.
En la organización del Estado moderno se ha demostrado, por la experiencia del desarrollo de la ciencia estadística, la utilidad y necesidad de que el país se conozca a sí mismo. Saber cuantos somos y quienes somos es indispensable para el estudio y cálculo de toda posibilidad nacional en cualquier renglón de los múltiples que se hayan comprendidos en las obligaciones del Estado. Por ello, mi gobierno ha decidido que las tareas estadísticas y censales se completen con un registro nacional de las personas, con jurisdicción en todo el país.
Las viejas corruptelas políticas habían logrado incorporarse a la práctica de la mayoría de los partidos en su acción anterior a la Revolución del 4 de Junio.
El país entero reclamaba medidas purificadoras que colocaran a los partidos políticos a cubierto de la justificada desconfianza popular.
El Estatuto de los Partidos Políticos, tuvo ese sano y patriótico propósito; si lo ha logrado o no, queda librado al criterio de Vuestra Honorabilidad, que deberá considerarlo para asegurar un régimen que, respetando las convicciones democráticas de nuestro pueblo, sea a la vez un ejemplo de corrección y honestidad cívica.
Los territorios nacionales han de merecer especial atención de los poderes públicos, por la extensión de su población y por la riqueza que han creado merced al trabajo de sus habitantes. Para ello serán sometidos a la consideración de Vuestra Honorabilidad los correspondientes planes de obras públicas, instrucción, higiene y asistencia social, al mismo tiempo que se acelera el proceso previsto y no cumplido en la ley orgánica de territorios, hasta llegar paulatinamente a la autonomía política de aquellas porciones del suelo argentino que deben formar parte del ejercicio pleno de nuestro sistema constitucional. Perfeccionamiento del Poder Ejecutivo local, régimen municipal y Legislaturas, son las tres etapas que han de cumplirse previamente a la provincialización.
La creciente intervención de la mujer en las actividades sociales, económicas, culturales y de toda índole, le han acreditado para ocupar un lugar destacado en la acción cívica y política del país. La incorporación de la mujer a nuestra actividad política, con todos los derechos que hoy solo se reconocen a los varones, será un indiscutible factor de perfeccionamiento de las costumbres cívicas. Oportunamente tendré el honor de elevar a la consideración de Vuestra Honorabilidad, un proyecto de ley estableciendo el voto y demás derechos políticos para la mujer.
Carecemos de los edificios, indispensables para ampliar el sistema sanitario. Mientras la población ha crecido en proporción geométrica, los establecimientos médicos y sus posibilidades han crecido solo en proporción aritmética. Disponemos de 64.000 camas en todo el territorio pero, de acuerdo con nuestra población, necesitamos 122.000.
De nada sirve tener grandes médicos y especialistas, si los beneficios de su ciencia no pueden llegar al pueblo por intermedio de organizaciones adecuadas.
No hay exceso de médicos. Una mala distribución -determinada por factores geográficos y económicos- conduce a la concentración de profesionales en los centros urbanos. Por eso sobran médicos en la Capital y faltan en las provincias y territorios, donde diariamente, se expiden certificados de ciudadanos muertos sin atención profesional.
El Estado debe afrontar la asistencia médica integral en beneficio de aquellos que ganan menos. Será conveniente semisocializar la medicina respetando el libre ejercicio de la profesión y la libre elección del médico por el enfermo y fomentar por otra parte, para las clases pudientes, el desarrollo del régimen asistencial privado. Para el desarrollo del sistema, es conveniente contar con el apoyo popular y de los vecindarios, siempre dispuestos a ofrecer su colaboración humanitaria.
Las ideas fundamentales que inspirarán la actuación del Poder Ejecutivo en materia de justicia, han sido expuestas recientemente ante Vuestra Honorabilidad. El respeto al orden jurídico y al Poder Judicial, no son incompatibles con la legislación que el gobierno promoverá para agilizar la actuación de los tribunales. Habrá de asegurarse también mediante principios legales basados en razonables fundamentos objetivos, que los magistrados a quienes se ha encomendado la augusta función de juzgar reúnan la plena idoneidad moral, física e intelectual que exige tan delicada tarea. Y esas medidas habrán de extenderse también a los funcionarios auxiliares de la magistratura, estructurando el cuerpo de Secretarios Judiciales y el de Oficiales de Justicia y subalternos, dotándoles del grado de jerarquía que a cada cual corresponda, pero sujetándolos también a la máxima responsabilidad en el ejercicio de sus funciones.
Otros proyectos tendrán que ir encaminados a la reforma de los procedimientos civil y comercial, así como también a la Justicia de Paz Letrada. En materia de procedimiento penal la Justicia Federal y Ordinaria de la Capital, se encuentra a la zaga de la moderna técnica que aconseja el juicio oral ante la Justicia de Derecho como con tanto éxito se realiza ya en algunas provincias.
Los Tribunales del Trabajo, creados hace poco tiempo, no obstante advertirse su necesidad desde muy antiguo, y que en el poco tiempo que llevan de actuación han probado toda su eficacia en provecho de las clases trabajadoras, habrán de ser debidamente ensalzados y sin perjuicios de la especialización de sus jueces, tendrán que entrar plenamente a formar parte del Poder Judicial. Ocioso es decir que también será indispensable extender a todo el país el funcionamiento del fuero del trabajo, limitado hasta la fecha a la Capital Federal. Es absolutamente indispensable terminar en materia de litigios con esos procedimientos interminables que dilatan la resolución de las contiendas por espacio no ya de meses sino de años.
El estatuto orgánico del notariado fundado en nuestra tradicional organización y basado en nuestras costumbres, con ingreso al Registro Público mediante pruebas de competencia o idoneidad que no otorga la simple obtención del título de escribano y un Colegio Notarial con severas atribuciones disciplinarias bajo la fiscalización del Poder Judicial, debe dignificar y elevar la función de los guardadores de la fe pública y terminar con hechos bochornosos muy recientes, que solo han podido cometerse por falta de legislación adecuada.
La preocupación de cultura es tradicional en la Argentina y ha sido el afán de combatir el analfabetismo mediante una sólida y difundida enseñanza primaria lo que principalmente ha hecho grande la figura de Sarmiento. La piedra fundamental fue buena, y por eso a través de los años, lo único que ha habido que hacer ha sido una labor de perfeccionamiento y de adaptación de la enseñanza a las necesidades de los tiempos modernos. Con esa única finalidad mi Gobierno ha mantenido la intervención del Consejo Nacional de Educación decretada por el gobierno anterior hasta tanto se revisen las normas que hoy rigen y que le de una ordenación adecuada.
La enseñanza secundaria debe contemplar en modo muy especial, todos aquellos conocimientos de sentido práctico que contribuyen a la formación profesional, desarrollando en gran escala las prácticas en huertas y granjas experimentales y en talleres de todas clases dotados de elementos modernos. Urge que la enseñanza se encamine a formar obreros eficientes en todas las especialidades.
Pero posiblemente el problema de mayor trascendencia en materia docente es el universitario, respecto al cual y pese a todo lo que se diga hay que tener el valor de señalar que es poco democrático. El hecho de que una institución sea autónoma o autárquica no implica necesariamente que sea democrática, porque son términos que no guardan relación. Como tampoco el carácter democrático se adquiere por la circunstancia de que la institución elija sus propias autoridades, pues si la elección se hace por y entre un círculo cerrado o entre una clase determinada, el sistema lejos de ser democrático, resultará aristocrático, plutocrático, teocrático, y en términos generales, oligárquico.
El pueblo que gobernándose a sí mismo, constituye una democracia, ha de comprender a la totalidad de los ciudadanos; concepto incompatible con toda división. Así puede suceder lo que con relación a la Universidad ha sucedido: que pese a su autonomía y al derecho de elegir a sus autoridades ha demostrado su absoluta separación del pueblo y el más completo desconocimiento de sus necesidades y de sus aspiraciones. El divorcio entre universidad y pueblo ha sido indudable y ha quedado probado en los comicios del 24 de febrero.
La incomprensión señalada tiene su origen en dos circunstancias.
Es una, la falta de acceso de las clases humildes a los estudios superiores universitarios. Para entrar en la segunda enseñanza y en las Facultades se necesita un mínimo de bienestar económico y ello a su vez, por dos razones: porque los estudios son relativamente costosos y porque las familias modestas necesitan incrementar sus ingresos utilizando el trabajo de los menores apenas han llegado a la edad de los catorce años. Sobre este particular conviene salir al paso de una idea muy difundida, muy equivocada y muy peligrosa para el debido enjuiciamiento del problema. Se dice que la Universidad argentina tiene carácter popular porque muchos estudiantes, posiblemente un crecido porcentaje, proceden de familias de origen modesto; pero se olvida que se trata de familias que, si bien originariamente eran pobres, lograron por sus esfuerzos o por circunstancias propicias, que antes se daban frecuentemente, levantar una fortuna más o menos grande. Y el resultado es que siempre los estudiantes, salvo contadas excepciones confirmatorias de la regla, son hijos de familias que desenvuelven su vida dentro de un ambiente, cuando menos, de pequeña burguesía. Trabajadores manuales o hijos de trabajadores manuales no llegan a las Universidades ni siquiera a la enseñanza secundaria.
Y es la segunda causa de oposición entre la Universidad y el pueblo: una gran mayoría de los profesores, por razones de formación o de edad, también frecuentemente de posición económica, responden a un sentido reaccionario, que a veces trata de disfrazarse de avanzado, y casi siempre conservan con la relación a cada momento presente el atraso correspondiente a la época en que iniciaron sus actividades docentes. Mientras tanto, el pueblo sigue marchando y defendiendo ideas nuevas. Si quienes gobiernan los centros de enseñanza no responden a ellas, no cabe decir que la institución sea democrática. A lo sumo se podrá decir que e gobierna a sí misma, pero su gobierno será hostil al sentimiento mayoritario de la Nación. El rector o los consejeros que designe un Poder Ejecutivo libremente elegido por el pueblo responderán a la tendencia predominante y en ese sentido será perfectamente democrático; en tanto que esas mismas autoridades, aún elegidas por el propio claustro, pueden ser antidemocráticas, si la composición del claustro que los elige no representa el ideario de la masa ciudadana. Conozco bien la crítica a que se presta la tesis que defiendo, pero tengo el convencimiento de que me asiste la razón y por eso repetidamente he dicho que hay que dejar de lado las formas puramente externas de la democracia, para sembrar las bases de una democracia sincera.
No deseo que mis palabras se interpreten como un propósito de destruir las autonomías universitarias. Francamente digo que mi política se orientará en ese sentido hasta el punto mismo en que no se oponga al sentimiento popular y a los intereses generales de la Nación.
Pero todavía la Universidad argentina ofrece otra falla seria en el orden pedagógico y es la falta de dedicación del profesorado a la labor docente. La realidad es que el catedrático ni convive con el alumnado ni le sirve de guía u orientación; se limita, los días que le corresponde dictar clase, a dar una conferencia que ni siquiera su audición es obligatoria para los estudiantes. El porcentaje de alumnos que concurre a la clase es, por su baja proporción, realmente vergonzoso, lo que, por otra parte, dice poco en favor de los profesores porque demuestra su falta de condiciones para dar interés a la disertación. En general, el profesor -médico, abogado, ingeniero, etcétera- dedica su actividad primordial a aquellos trabajos particulares que le producen mejores rendimientos económicos, y solo ofrece a la enseñanza sus residuos. Lo que los ingleses denominan "full time" debe ser la norma del profesorado universitario.
Por ello propugnaré ante Vuestra Honorabilidad una legislación universitaria que se asiente sobre estas bases: a.- Elección de las autoridades en tal forma que no representen un criterio de oposición con los anhelos populares. b.- Incompatibilidad de la cátedra con otras actividades, salvo los casos excepcionales de profesores extraordinarios de reputación reconocida. c.- Retribución adecuada para la dedicación total de los profesores a la enseñanza. d.- Selección escrupulosa del profesorado universitario mediante concurso- oposición con pruebas públicas. e.- Obligatoriedad de asistencia a clase de los estudiantes regulares. f.- Gratuidad de la enseñanza universitaria. g.- Derecho de todo estudiante que haya obtenido un promedio elevado de calificación en la primera enseñanza para ingresar a la segunda. h.- Derecho de todo estudiante que haya obtenido un promedio elevado de calificación en la segunda enseñanza, para cursar estudios superiores. i.- Prohibición de ingreso en las enseñanzas superiores a quienes no hayan obtenido en la segunda enseñanza el promedio mínimo de calificación que se fije. j.- Creación del número suficiente de becas de segunda enseñanza y universitarias para aquellos estudiantes pobres que se encuentren en las condiciones determinadas anteriormente. Las becas habrán de bastar para costear las necesidades del becado y para resarcir en todo o en parte a la familia, del perjuicio de la falta de trabajo retribuido del estudiante. k.- El sostenimiento de las becas no debe recaer exclusivamente sobre el Estado, sino que debe ser compartido por determinadas entidades, instituciones y empresas poderosas y no con carácter voluntario, sino compulsivamente y a título de contribución.
En cuanto a las relaciones de la Argentina con todas las demás naciones, nada tengo que añadir a lo manifestado en el mensaje leído ante Vuestra Honorabilidad con ocasión del juramento prestado al asumir el mando. Política de paz y de cumplimiento de los compromisos internacionales. Pero como tengo el firme propósito de que todas mis palabras se conviertan en realidades habré de someter a la consideración del Honorable Congreso los tratados internacionales celebrados, para que sea el Poder Legislativo de la Nación quien determine, no solo si se ajustan a no a los preceptos constitucionales, sino también si son convenientes a los intereses argentinos y merecedores por ello de su ratificación.
La labor que desarrolla y continuará realizando el ejército se fundamenta en un plan orgánico, de instrucción y de cultura profesional de sus cuadros que responde a la necesidad de satisfacer la suprema exigencia de la defensa del patrimonio de la Nación.
El instrumento que ha forjado la revolución para asegurar el mejor gobierno, administración y preparación de la fuerza armada, lo constituye el Decreto-Ley orgánico del ejército puesto en práctica a partir del 1º de noviembre de 1944.
Sin entrar en mayores detalles debe señalarse que el articulado de ese Decreto asegura: una mejor utilización de los habitantes de la Nación en el moderno concepto de la organización del servicio de defensa nacional; la desaparición de odiosas e inmerecidas diferencias en el establecimiento de la contribución patriótica que constituye el servicio militar; la preparación de cuadros de reserva calificados; un régimen de excepciones a las obligaciones militares; un reclutamiento del personal militar de carrera capacitado para el manejo de elementos modernos de lucha; ascenso por rigurosa selección y aquilatamiento de la idoneidad y finalmente la eliminación de los que perdieron la voluntad de sacrificio o no supieron mantener la línea de conducta y perfeccionamiento constante que la institución exige.
En los años pasados el ejército ha debido experimentar un brusco crecimiento por imperativo de la hora crucial que el mundo vivió, pero ahora que parece encaminarse hacia un clima de paz y concordia, se reducirá al indispensable el número del contingente de ciudadanos a incorporar anualmente, manteniendo bajo bandera los efectivos necesarios que imponga la defensa del país en concordancia con su potencialidad y también para responder a las exigencias de la defensa del continente americano de acuerdo con las obligaciones que se derivan de los compromisos internacionales suscriptos o que suscriba el país. En el mejoramiento del material de guerra se seguirá atentamente la evolución del problema de estandarización que la Junta Interamericana de Defensa recomienda introducir en el continente.
Dada la importancia que presenta la capacidad industrial para dotar al ejército de elementos combativos, la Dirección General de Fabricaciones Militares continuará asegurando su normal desarrollo creando al mismo tiempo fuentes de trabajo y de riquezas que se acrecentarán cuando el Honorable Congreso de la Nación sancione el plan siderúrgico que será sometido a su consideración.
Se dedicará especial atención al aspecto de la instrucción profesional del ejército y sus cuadros, mediante perfeccionamiento de los estudios que realizan distintos institutos militares y el envío de oficiales al extranjero para que perfeccionen sus conocimientos.
El año militar terminará con ejercicios finales y grandes maniobras donde la tropa se ejercitará con la dureza de la vida militar y los cuadros de mando se familiarización con las condiciones más aproximadas a las fatigas físicas e intelectuales que la guerra impone.
Las construcciones militares serán intensificadas para asegurar el mejor índice sanitario de la tropa, principalmente en las regiones donde la dureza del clima lo exige en forma imperativa.
Se ha procurado establecer unidades en regiones donde ello representa la consecución de un fin de orden social y económico, imponiéndose en muchos casos la construcción de barrios militares para oficiales y suboficiales que se irán completando en el futuro.
Es firme propósito del Poder Ejecutivo afianzar cada día más la disciplina del ejército, mediante el libre juego de las prescripciones legales y reglamentarias que rigen sus actividades, e intensificar la autoridad y atribuciones del comando y la dedicación absoluta de los miembros del ejército a la función específica de la institución, evitando toda ingerencia extraña.
Finalmente, no puedo terminar la referencia de los propósitos relacionados con el ramo de guerra, sin referirme al acto de justicia que me propongo realizar sometiendo a Vuestra Honorabilidad la modificación del artículo 2º de la Ley 8.871 en cuanto excluye del padrón electoral a los cabos y sargentos del ejército, de la armada y de la policía. En cualquier supuesto, la democracia manifestada electoralmente constituye un atributo de soberanía y debe ser ejercida por todos los ciudadanos libres, ya que la disciplina militar no es contraria a la libertad de pensamiento, ni a la libertad política y religiosa de sus componentes que son entraña del pueblo y les afectan los problemas generales de las naciones lo mismo que a todos sus compatriotas. La mejor prueba está en que hace pocos meses, una nación europea ha hecho sufragar a los soldados que se encontraban sometidos a la férrea disciplina militar en los países de ocupación.
La marina cumplirá fielmente los objetivos fundamentales trazados por nuestra política naval que consiste y ha consistido siempre en el desarrollo y protección de los intereses argentinos en el mar. La grandeza de la República se halla íntimamente vinculada a la importancia del intercambio comercial y este vive y prospera en gran parte gracias a las actividades marítimas. De ahí que la doble misión de desarrollar y proteger nuestros intereses marítimos, define claramente los dos grandes objetivos del la armada: el fomento de nuestra flota mercante y el mantenimiento de una marina de guerra suficientemente preparada para proveer la defensa marítima del país.
La constitución de la flota mercante ha podido salvar últimamente la situación creada por la falta de bodegas. El Poder Ejecutivo prestará preferentemente y señalada atención a los problemas que merecen y afectan a nuestra joven y ya tan prestigiosa flota mercante.
En la preparación de los planes para la renovación de las unidades navales y aeronavales que deben ser eliminadas, es necesario un compás de espera a causa de período que vivimos de rápida evolución en el diseño y empleo del nuevo material de guerra; pero por compromisos nacionales e internacionales derivados de la adhesión a la Carta de la Naciones Unidas, hemos de abordar esos problemas para contribuir en la medida de nuestras posibilidades al mantenimiento de la paz mundial. Mientras se completan los planes de renovación el personal de la armada no deberá perder el contacto con el mar, razón por la cual las fuerzas navales y aeronavales mantendrán su ritmo habitual con el fin de poseer tripulaciones bien adiestradas y con experiencia, que irán amoldándose a los nuevos planes de instrucción y adiestramiento exigidos por las modalidades de la guerra naval de estos tiempos. Serán sometidos a la consideración de Vuestra Honorabilidad los decretos leyes orgánicos para el personal de la marina de guerra y oportunamente se os propondrá las modificaciones que la práctica sugiere. El actual sistema de reclutamiento sólo requiere reajuste de detalles, dado que la experiencia ha demostrado la bondad del método para la formulación de sus dotaciones.
Se contribuirá en la medida de las posibilidades al mantenimiento de institutos y laboratorios y fomento de la investigación científica y la formación de profesionales útiles para la marina, como ya se ha hecho en Ingeniería Naval, Explosivos, Metalografía y Radiocomunicaciones. Será intensificada la acción de la División "Obra Social", organismo creado para propender al bienestar moral y material del personal y su familia. Se encararán dentro de la estructura orgánica de la marina de guerra los problemas relacionados con la logística y la forma de coordinarlos con la economía general de la Nación. Se ampliarán las instalaciones de nuestras Bases Navales y Aeronavales en la medida necesaria, conforme lo requiera la conducción de las operaciones militares, estudiándose el desarrollo de las bases navales mediante planes relacionados con los principios sustentados por el órgano de la Unión Panamericana encargado de los estudios relativos a la defensa continental.
La orientación orgánica de este Departamento tenderá a precisar cada vez más el reconocimiento de los dos grandes grupos constitutivos de su organización: el primero de ellos, de carácter netamente naval-militar, agrupará las fuerzas encargadas de la defensa nacional; el segundo, de carácter civil marítimo, comprenderá a aquellos organismos que, como la Prefectura General Marítima y la Dirección Nacional de la Marina Mercante, tienen ingerencia en el desenvolvimiento de las actividades relacionadas con la navegación y comercio a través del mar.
La administración de los servicios seguirá inspirándose en las normas que constituyen una de las tradiciones de la marina. Consciente del esfuerzo y sacrificio que demanda el país el mantenimiento de esta rama de la defensa nacional, no se omitirá esfuerzo alguno para asegurar el fiel, estricto y severo cumplimiento de las disposiciones legales y de carácter circunstancial que se impartan para su sostenimiento y evolución.
El Decreto Nº 268, del 4 de enero de 1945, creando la Secretaría de Aeronáutica dota al Poder Ejecutivo de un organismo ágil y eficiente para gobernar y orientar la actividad aeronáutica en sus aspectos más diversos. La actividad militar de la aeronáutica no podría tal vez subsistir si no se estableciese una coordinación entre sus exigencias y las posibilidades aeronáuticas civiles del país y la explotación de las comunicaciones por aire en el orden nacional e internacional, armonizando la iniciativa particular y el patrocinio el Estado cuando sea conveniente.
La orientación del Gobierno sobre los distintos problemas aeronáuticos ha sido fijada en forma general, pero precisa y completa, en el decreto Nº 9.358, del 27 de abril de 1945 y el cumplimiento de aquellos propósitos que han tenido principio de ejecución será totalmente satisfecho a medida que lo permitan los recursos económicos que Vuestra Honorabilidad atribuya para el cumplimiento de los planes preparados, entre los que asumen especial importancia el destinado a construcciones.
Es fundamental obra de gobierno dotar al país de comunicaciones eficientes que vinculen las regiones diversas de la Patria y que posibilite en el intercambio de sus riquezas y de sus hombres. Sin embargo para que las comunicaciones por aire, cuya eficacia es innegable para el cumplimiento de aquellos propósitos, puedan efectivamente desarrollarse, es necesario ejecutar un vasto plan de construcción de aeródromos en toda la República.
Tiene también la Aeronáutica un papel preponderante en la defensa nacional. En la permanente superación de los medios de combate, la aviación se ha consagrado como uno de los más activos y enérgicos en la pasada conflagración mundial y su desarrollo orgánico múltiple y especializado, con características técnicas particulares, le ha dado jerarquía de fuerza fundamental en el cuadro general de las Fuerzas Armadas del Estado.
Por eso es necesario atender las señaladas características en cuanto a su personal se refiere, por medio de una ley orgánica que a la par de contemplar las particularidades del servicio de la oficialidad del aire, actualice la situación de los componentes de sus cuadros, conforme a las características de las misiones que impone la guerra aérea.
Con ello habrá correspondido a Vuestra Honorabilidad el alto prestigio de contribuir a la debida organización de las instituciones armadas de la Patria, unidad indestructible de las Fuerzas del Aire, la Tierra y el Mar, en su misión sagrada de defender su soberanía, y contemplando a su vez fisonomía especial determinada por el medio de su actuación y el riesgo de sus funciones.
Quedan así expresados los propósitos del Poder Ejecutivo sobre este aspecto de la actividad nacional, tanto en el orden civil, como en el militar y con ello mi convencimiento sobre su importancia que espero Vuestra Honorabilidad ha de compartir, prestándoles en toda hora el apoyo que merece a los proyectos que han de presentarse sobre materia aeronáutica.
Dentro de la concepción del Estado moderno ya nadie cree que la riqueza y potencia de un país estén representados por su stock de oro o sus depósitos. La riqueza de un país depende de su potencial humano con su grado de organización, su espíritu de iniciativa y su trabajo; de la extensión y fertilidad de su suelo; de su producción y reserva de materias primas y energía; de sus plantas industriales; de su tecnicismo y del desarrollo de su investigación técnico-científica; de su red vial y elementos de transporte que faciliten la distribución fácil y el comercio sano y honesto; de una buena organización de créditos y finanzas que de agilidad al sistema; y finalmente, de la armonía y solidaridad social.
Dentro del grupo de ideas expuestas y teniendo presente el grado de importancia de cada punto mencionado, la economía nacional debe basarse en que el Estado controle los fundamentos de aquella, quedando a la iniciativa privada, a veces en colaboración o forma mixta con el Estado, o exclusivamente por su cuenta, el desarrollo de la producción y la manufactura de los artículos.
La economía en definitiva alcanza el extenso ciclo que parte de la producción hasta el consumo. Debe preocuparse de obtener no sólo lo preciso para atender las necesidades del momento, sino también para que, constituyendo las reservas prudentes de cada rama, esté asegurada la atención de las necesidades del futuro sin alterar el normal desenvolvimiento de la vida del país. Por ello, mi preocupación desde el momento en que fui llevado a la difícil función de gobierno, fue el estudio de los problemas sociales tan íntimamente ligados a la economía y de los que emanan de ésta, centralizando la preparación de la labor en el Consejo Nacional de Posguerra que elaboró las bases de estudios que a grandes rasgos debe exponer a Vuestra Honorabilidad como futuro desarrollo de la obra de mi gobierno en el orden económico.
En primer lugar, como elemento básico, porque él constituye la Nación, hemos de contemplar el elemento humano. Fomentar y proteger en todos sus aspectos a la familia como célula básica de la sociedad, no olvidando que somos un país poco habitado en relación a su gran extensión y que se nos presenta el problema, sin resolver aún, de encauzar la inmigración, intensificándola lo más posible con elementos sanos y afines a nuestra cultura y a las bases de nuestra estructura social. No escapa tampoco a los planes del gobierno la elevación el nivel moral y material del elemento indígena. La denatalidad debe ser preocupación de mi gobierno que ha de tomar cuantas medidas tiendan a que el elemento vegetativo de la población sea el que le corresponde.
No hace muchos días, tuve ocasión en un momento solemne de exponer en este mismo lugar, que la tierra no es un bien de renta sino un bien de trabajo. Consecuentemente con esta afirmación se están preparando los medios para facilitar la propiedad de las tierras para aquellos que trabajan venciendo los peligros que acechan al pequeño propietario o al que desea serlo, como son: la dificultad de reunir dinero, el alto precio de los campos, los créditos inadecuados, el peligro de pérdida de propiedad por mala cosecha o precios bajos. Es preciso, al igual que se hizo en Estados Unidos estabilizar el control de precios y de terrenos arables, para procurar precios justos al agricultor, tanto para adquirir en propiedad como para arrendar a bajo precio, cuyo plan se completa con la concesión de préstamos a bajo interés.
Es necesario establecer también un programa de fomento rural elevando el estándar de vida de esa población, coordinando sus actividades mediante el mutualismo y la cooperación y complementando sus tareas con pequeñas industrias apropiadas. Una amplia organización de cooperativas de productores en forma federada con el fin de proceder en colaboración con el Estado, asegurará la colocación en el mercado de los productos obtenidos.
Es también necesario un plan general en base a principios de carácter técnico, económico y social para orientar la producción agropecuaria, considerando especialmente la repoblación forestal, el racional aprovechamiento de los bosques y el fomento de la producción de materias primas que sean industrializables en el país.
Debe intensificarse la instalación y difusión de laboratorios técnicos en lo posible adjuntos a los principales centros mutualistas o cooperativistas, para que, en colaboración y bajo la supervisión de organismos del Estado, procedan a realizar investigaciones técnicas facilitar a las cooperativas o particulares rurales orientaciones y consejos apropiados.
Pero eso no es todo. Hay que sistematizar normas y procedimientos para concentrar, almacenar, distribuir y absorber los excedentes; fomentar la electrificación rural; dotar al país de una ley de conversación de sus suelos; planear y proceder a la colonización de regiones inexplotadas y establecer un régimen general de explotación de bosques.
En este renglón, como en los demás que afectan a la economía de la Nación, no es mi propósito que la acción oficial limite la libre iniciativa individual ni la libre actuación del capital privado, si este respeta la libertad de los demás y no trata de erigirse en instrumento de dominación económica.
He dicho también a Vuestra Honorabilidad y no creo que nadie deje de compartir mi afirmación, que es necesario abordar la utilización de los recursos naturales que la Providencia nos ha prodigado, pero ante todo hemos de conocer cual es la importancia de esa energía disponible. Un organismo específico del Estado debe inventariar los recursos energéticos para abordar el estudio de su utilización integral como cimiento de la estructura social y económica.
Estima el Poder Ejecutivo que el desenvolvimiento de nuestra economía está supeditada a la racional utilización de los recursos energéticos aún inexplotados y, en particular, de los hidráulicos, única fuente de energía que se renueva a sí misma y que de no ser utilizada se pierde para siempre. Agua, energía, defensa contra las inundaciones y regulación fluvial, son factores de riqueza y bienestar social, básicos para el arraigo de población, cultivos o industrias en nuestro pródigo suelo. La premura por subsanar nuestra dependencia del exterior en orden al aprovechamiento de combustibles industriales, no debe relegar a plano secundario la vital necesidad de crear zonas de regadío, donde el factor climático lo aconseje, pues, como nuestra historia demuestra, las obras de riego crean riqueza general, medida tanto en valores monetarios como en imponderables sociales.
En atención a estas consideraciones, los aprovechamientos hidráulicos deben ser encarados no sólo con un criterio que enfoque íntegra y simultáneamente las distintas necesidades a cuya satisfacción pueden contribuir, según un racional orden de prioridad, sino también en orgánica correlación con la propulsión integral del desenvolvimiento económico de cada región del país, con el fin de evitar la improductividad a que se han visto condenadas costosas obras públicas por haberse omitido adoptar, con visión de conjunto y previsión adecuada, las medidas necesarias para que el empleo más racional del agua y de la energía habilitadas por dichas obras.
La utilización de nuestro potencial hidroeléctrico es elemento básico del plan nacional de electrificación cuya elaboración se ha encarado y a cuya revisión y complemento oportunamente se abocará el Poder Ejecutivo. En la financiación del mismo deberá contemplarse la necesidad de no recargar indebidamente el precio de los combustibles de producción nacional o importados, por la sensible incidencia del mismo en el costo de la vida. Reviste análoga importancia la articulación práctica de la política de federalización de los servicios de electricidad, condicionada en los hechos a la solución de los problemas de orden jurisdiccional que aquella plantea. En este orden de ideas merece destacarse la conveniencia de adoptar medidas tendientes a concretar, en beneficio de los populosos alrededores de la Capital Federal, el concepto del Gran Buenos Aires. En el marco definido por las orientaciones precedentes y las soluciones que se arbitren a las cuestiones aludidas, adoptará el poder Ejecutivo las medidas que estime pertinentes en relación a los servicios eléctricos de la Capital Federal, el estudio de cuyos aspectos técnicos-económicos, sobre la base de las investigaciones dispuestas por decreto Nº 4910 de fecha agosto 6 de 1943, que ha sido iniciado a los efectos y por los organismos previstos por el decreto Nº 15.945 del 1º de junio actual.
Tradicional y dogmáticamente, nuestra política económica descansó en la convicción de que el Estado debía rehuir toda participación en el ejercicio de actividades industriales. La experiencia ha demostrado, sin embargo, la imposibilidad de que economías jóvenes y vigorosas como la nuestra, aguarden pacientemente a que la iniciativa privada alcance la debida madurez o que, sin adoptar adecuado resguardo, se le confíen actividades o riquezas vinculadas a soberanos intereses. Al evidente progreso de la eficiencia del Estado como gestor industrial debe sumarse el progresivo incremento del ahorro nacional y de la calidad e iniciativa de nuestros empresarios; ni aquel ni éstos son, en la actualidad, tan modestos como inveteradamente se creía.
Si esta madurez en las posibilidades se completa con un sentido de equilibrio en las realizaciones, no sólo podremos ver satisfechas nuestra añeja aspiración de recabar, para nosotros mismos el pleno comando sobre los resortes de nuestro desenvolvimiento económico, sino lograrlo sin caer en enfermizas exageraciones ni en dislocar el delicado mecanismo de las relaciones económicas.
La argentinización de nuestra economía, que constituye un fin en sí misma, requiere la ayuda máxima que pueda proporcionar tanto el principio de la empresa privada como el principio de la organización colectiva; tanto la libre iniciativa individual como la capacidad organizadora del propio Estado. Debe evitarse la recíproca neutralización de ambos principios y debemos esforzarnos para conseguir que en el marco definido por la estructura psicológica de nuestro medio rindan su máximo potencial, a cuyo fin resulte imperativo buscar con realismo soluciones flexibles y descartar excluyentes dogmatismos.
Con claridad que disipe toda duda al respecto, dejo constancia de que la sensibilidad argentina, predispuesta a toda leal cooperación con capitales y técnicos extranjeros, ve con sinsabor que en su propia casa subsisten islotes cerrados al ahorro nacional y al técnico argentino. Por lo mismo que abrimos nuestras puertas a todas las colaboraciones, no estamos dispuestos a consentir que empresas foráneas sólo entreabran la puerta de servicio a la colaboración argentina, sin dar pruebas de efectivo arraigo ni de verdadero respeto a nuestra soberanía.
En el caso particular de las empresas de servicios públicos, la general adhesión a la política de recuperación, incluso de los adversarios, de ampliar el dominio y sinceramiento del Estado, es neto exponente de un sincero sentimiento de plenitud nacional que a nadie puede herir ni sorprender. Durante la sustanciación de ese proceso de recuperación y mientras el mismo se consuma, habrá que someter tantos los contratos existentes como las actividades de aquellas empresas, a una depuración, ordenamiento y contralor que, además de garantir beneficios concretos a la población y evitar utilidades desmedidas, facilite el acceso en plano de igualdad, cuando no de predominio, a hombres e intereses argentinos y asegure, además, la defensa de los altos intereses del Estado.
En los estudios realizados en el Consejo Nacional de Posguerra, quedó sentado, que la industrialización representa: independencia económica, independencia política, equilibrio económico, intensificación del trabajo, mejor formación profesional y mejores retribuciones. Por lo tanto, para ostentar con orgullo el estado de mayoría de edad que representa la industrialización de un país, debemos proteger y fomentar la industria sana y útil, base de trabajo, de producción y escuela de prácticos y técnicos; facilitar el desarrollo de las actividades productivas industriales y comerciales; implantar una clasificación adecuada, procurando la centralización del control, con el establecimiento de Institutos Nacionales de Investigación para cada rama específica, sistematizando el estudio de los problemas que se presentan para resolverlos de manera rápida y práctica; fomentar el establecimiento de industrias, protegiendo especialmente a las que elaboran materias primas nacionales; fomentar industrias locales en zonas áridas y semi desiertas; coordinar la producción industrial entre sí y con un vasto plan de obras públicas; sistematizar los círculos de los costos; aligerar las cargas fiscales a las empresas que se inician, recargando los impuestos a las que ya se hayan consolidado.
Preferente atención han de merecer los problemas relacionados con el trabajo y con la previsión. Ni puedo, ni quiero olvidar, que fueron mis inquietudes sociales las que me impulsaron a desviarme de mi trayectoria militar para intervenir activamente en la política de mi país. Como tampoco de mi mente se borrará jamás, el recuerdo de que fueron aquellas inquietudes las que supo valorar el pueblo, y las que le impulsaron a elevarme a la Presidencia de la Nación. Por eso deseo afirmar ante el Honorable Congreso, cuyos miembros constituyen la legítima representación de la ciudadanía argentina, que se equivocan, cuando no pequen de malicia, quienes andan propalando la posibilidad de un retroceso en materia de política obrera. Ni retroceso, ni estancamiento. El avance en la legislación social ha de constituir a través de los años que dure mi presidencia, una de las normas fundamentales de la política gubernamental.
Pero la actividad de gobierno más interesante que se pueda realizar en estos momentos y con respecto a la legislación de trabajo, es la de sistematizar, ordenar, pulir y mejorar cuantas disposiciones rigen en la materia, dando a todas ellas un sentido armónico y haciendo que formen, ya que no un código, porque eso ofrece ciertas dificultades en materia de trabajo, un cuerpo de doctrina principalmente encaminado a estabilizar las conquistas logradas por los trabajadores. A esa finalidad primordial habrán de encaminarse los esfuerzos del Poder Ejecutivo, que oportunamente presentará al Honorable Congreso el proyecto de ley que estime necesario. Claro es, que al realizarse esta labor de sistematización y de estabilización de derechos, habrá que perfeccionar algunos puntos débiles y aún abordar problemas de verdadera importancia, a los que en ocasiones anteriores me he referido.
El mundo atraviesa momentos difíciles y todos los argentinos, por sentimiento patriótico, han de esforzarse en mantener el nivel de producción que se necesita entre otras razones para combatir la carestía de la vida. Los obreros saben bien que cuando el Poder Público no sólo le es hostil, sino que se preocupa de sus derechos, las actividades violentas o de rebeldía a nada conducen, porque sus reivindicaciones quedan mejor y más rápidamente atendidas por las vías de la legalidad. La idea que inspira mis conceptos, podría resumirse en estas palabras: disciplina en el trabajo, pero disciplina en ambas partes; respeto del empleado a los derechos del empleador y respeto también del empleador hacia los derechos del empleado.
Si además de esa norma encaminada a resolver los conflictos de derechos, se intensifica la celebración de contratos colectivos de condiciones de trabajo, como medio de solucionar los conflictos de intereses, y se imponen la conciliación y el arbitraje obligatorios, se habrá dado un gran paso para mantener la buena relación entre las partes.
En una alocución reciente dirigida a la opinión pública he expuesto mi criterio en cuanto a la política de salarios. Puedo añadir ahora, que ella tiene un doble objetivo. La retribución ha de ser suficiente para cubrir el nivel de vida de los trabajadores, entendiéndose por nivel de vida, el conjunto de bienes consumidos y servicios utilizados efectivamente por el grupo familiar de que se trate, y por otra parte se ha de tender a elevar ese nivel de vida hasta hacerlo alcanzar un estándar decoroso. Es posible que algunos piensen que el primer objetivo de los dos enunciados no tiene sentido; pero fácilmente saldrán de su error, si consideran que conforme a la última estadística elaborada por el Consejo Nacional de Posguerra, corroboradora de otras anteriores realizadas por el Departamento Nacional de Trabajo, la familia obrera no sólo tiene un nivel de vida bajísimo, sino que carece de ingresos para cubrirlos y ha de liquidar mensualmente el presupuesto con un elevado déficit. A evitar esa situación ha ido encaminada la política de salarios que he defendido, procurando siempre conseguir que los salarios se hayan elevado en igual proporción que el costo de la vida. Respondiendo a esa idea he pedido a los industriales y comerciantes el abaratamiento de los precios, dándoles un plazo de sesenta días, de los cuales ya van algunos corridos, pero he anunciado también, que si este medio persuasivo no diese resultado, al vencer el término, iría a la congelación de precios y a la elevación de las retribuciones en un porcentaje equivalente.
Otro tema de interés que habrá de ser tenido en cuenta cuando se proceda a la regulación definitiva de las normas del trabajo, es el referente a la duración del mismo. Sobre este particular no cabe otra cosa que seguir la corriente universal. Ni sería posible que la duración del trabajo en la Argentina fuese superior a la del resto de las naciones, ni tampoco conviene que sea inferior, porque eso repercute en la competencia de producción, tanto para el mercado interno como para el externo. Deseo con esto señalar que si ahora la jornada que predomina, fuera de la correspondiente a los trabajos nocturnos e insalubres, es de ocho horas, esa habrá de ser la nuestra; pero si como ya se apunta en muchas partes se redujera la duración diaria o semanal del trabajo en otras naciones basándose tal medida en conceptos científicos y económicos, esa misma norma habremos de adoptar en beneficio de los trabajadores y en provecho de la producción.
Tampoco cabría hablar de problemas del trabajo sin hacer una alusión a las aspiraciones del gobierno en materia de Previsión social. Dentro del criterio imperante en la República Argentina, es mucho lo que se ha hecho sobre estas cuestiones. En el período de tres años se ha extendido enormemente el campo de aplicación de las cajas jubilatorias y se ha realizado algo tan importante como la creación del Instituto Nacional de Previsión. De todos modos el camino a recorrer es largo, y no podrá decirse que se han llenado las necesidades de la colectividad mientras no se encuentren los trabajadores a cubierto de todos aquellos riesgos que atentan contra las posibilidades del trabajo y que no son sólo la vejez, la invalidez, la maternidad, la enfermedad o los accidentes. La enfermedad no profesional y la desocupación involuntaria han de merecer especial consideración del Poder Público. La envergadura del asunto impide la fijación de plazos para su desarrollo. El interés del Poder Ejecutivo sobre estas cuestiones y la capacidad de los organismos técnicos que puedan colaborar en su estudio o implantación, constituyen garantía suficiente de que han de ser abordadas y de que en el plazo más breve posible, la Argentina en punto a previsión social, estará a la misma altura que los países más adelantados de la materia.
Finalmente, y en relación con las necesidades de las clases modestas, se ha de resolver con criterio justo y eficaz el problema no ya grave, sino pavoroso de la vivienda. No solo la capacidad de habitación en las grandes ciudades es notoriamente insuficiente y repercute en el elevado costo de los alquileres, sino que la población vive en forma absolutamente inadmisible. El hacinamiento y la promiscuidad ofrecen caracteres alarmantes, con influencia perniciosa en el aspecto sanitario y en el aspecto ético. Naturalmente que la solución no puede recaer integralmente sobre el Estado, sino que requiere otra serie de colaboraciones y de arbitrios principalmente encaminados al aumento de capacidad de la habitación. El simple juego de la oferta la demanda, procurando que aquella sea superior a ésta, ha de resolver gran parte del problema, por lo cual me atrevo a decir, que no se puede proceder con un criterio unilateral, sino con sentido multiforme.
Se debe fomentar la edificación de viviendas de todas clases, la que no ha de ser difícil porque la propiedad inmobiliaria es considerada como la inversión de dinero más segura. Uno de los medios de fomento, que siempre ha dado resultado, ha sido la reducción o la exención de impuestos por un número de años, a quienes edifiquen en determinadas zonas y con ciertas condiciones.
Otro punto de interés, con vistas a la vivienda popular, sería la promulgación de una ley que autorizase al Poder Ejecutivo y a los gobiernos provinciales no sólo a prohibir el arrendamiento de viviendas que no reúnan las condiciones necesarias de capacidad y de higiene, sino a imponer multas y conceder plazos para que los propietarios realicen las refacciones necesarias, con la conminación de que, transcurrido el plazo, las llevará a cabo el Estado por cuenta del propietario. La aplicación de esta norma, se tiene que realizar con la necesaria cautela a fin de evitar que queden en la calle, sin lugar donde instalarse, las familias que vivan en las casas objetos de la refacción.
Se ha de promulgar también una ley que obligue a todos los propietarios de explotaciones industriales, agrícolas, forestales o pecuarias, situadas a más de determinada distancia de un núcleo urbano, a proporcionar vivienda en las condiciones previamente determinadas a todos sus trabajadores. Claro es que esta norma se ha de referir a las explotaciones con suficiente capacidad económica.
Coordinar la actuación de la Administración Nacional de la Vivienda con el Banco Hipotecario Nacional y las diversas cajas de jubilaciones que integran el Instituto Nacional de Previsión, a fin de que como medio de inversión de reservas tracen planes de préstamos para la construcción de barriadas de casas baratas, es otro de los objetivos que han de ser alcanzados; así como también el fomento de préstamo para la propiedad horizontal entre determinadas clases de trabajadores. Aún cuando esta forma de propiedad es resistida en la Argentina, tiene grandes ventajas y en todas partes se desarrolla con absoluta normalidad, sobre todo si los beneficiarios se constituyen en cooperativa. En tal sentido se impone la modificación del artículo 2.617 del Código Civil.
Fomentar, dentro de las normas legales y ordenanzas municipales la construcción directa y personal de las viviendas de los obreros. Esta modalidad del trabajo familiar, puede ser encauzada y orientada por las autoridades competentes, poniendo gratuitamente a disposición de los interesados, planos y consejos técnicos que las hagan más higiénicas y estéticas.
El gobierno, preocupado por dar soluciones razonables y permanentes que faciliten a las clases modestas la adquisición de tierras para trabajar y de viviendas limpias para vivir, ha comenzado por modificar el régimen financiero de las operaciones hipotecarias. Ha retirado de la circulación las cédulas del 4% y ha emitido un nuevo papel del 2,5 %, de valor efectivo, porque se rescata a la par, y con todas las garantías que tenía la cédula más la del propio Banco Central. De este modo, el capital que se recoja para hacer préstamos hipotecarios, costará más barato y los préstamos podrán hacerse a un interés menor. En lo sucesivo el Banco Central proporcionará al Banco Hipotecario Nacional y a otras instituciones, los fondos que necesiten para hacer préstamos hipotecarios, cobrándoles por este servicio solamente el 2,80% de interés. Cuando las instituciones hipotecarias hagan préstamos destinados a comprar con facilidades la tierra del colono o la vivienda del obrero y del empleado modesto, podrán otorgarlos con intereses sumamente bajos que no signifiquen, como las tasas actuales, una pesada carga sobre los escasos rendimientos del trabajo humilde. Esto permitirá cumplir un amplio plan de colonizaciones sobre tierra propia y una vasta obra de construcción de viviendas. No tardará en sentirse, según espero, el estímulo que estas medidas han de significar. Ellas ayudarán eficazmente a resolver dos problemas vitales: uno, que hace a la estructura de nuestra economía rural y que consiste en el alto rédito que nuestro hombre de campo debe pagar para comprar su tierra a plazos; otro, de no menos urgencia, que consiste en la inoperancia de las facilidades concedidas hasta ahora a las clases modestas de nuestra población para adquirir una vivienda. El caso del colono, requerirá soluciones especiales, que contemplen incluso la posibilidad de que la tierra sea pagada con una parte de su producción y también contemple planes anuales elásticos que en los años de malas cosechas no lo fuercen a la liquidación ruinosa de sus escasos bienes. Por otra parte, la intensificación de las construcciones producirá un efecto tonificante sobre las numerosas industrias nacionales que trabajan para la edificación. Interesa fundamentalmente mantener al país en el alto grado de actividad en que hoy se halla y la posibilidad de acrecentar las construcciones en todo tiempo constituye un medio seguro para prevenir cualquier amago de desocupación con que el futuro puede enfrentarnos. La defensa de nuestra economía, que tanto depende de la defensa de la mano de obra argentina y del mantenimiento de los ingresos de la clase trabajadora, encontrará en estas reformas, instrumentos adecuados para su seguridad.
En cuanto a la producción, debe intensificarse lo más posible, y establecer reservas y distribuir, especialmente en lo que se refiere a productos agrícolas y ganaderos que son la base de la alimentación del país y del mundo. En lo que a nosotros se refiere no hemos de consentir la destrucción de los sobrantes, implantada por una economía egoísta y antihumana que permitía que mientras en regiones del país o en otros ámbitos del mundo se padecía necesidad o se moría de hambre, se destruyeran productos alimenticios básicos cuya distribución tantas vidas podría salvar. Queremos libertad de producción, estimulándola para abastecer abundantemente las necesidades del país. No basta producir con el fin de lucrar o hacer dinero, debe producirse para elevar el consumo nacional y llevar los excedentes aunque sea a precios módicos o sin beneficios, al exterior para poner los productos al alcance de las grandes masas de población que carecen de ellos.
Si el problema de nuestras reservas ganaderas y la producción agrícola no causa inquietud, en cambio debemos preocuparnos de nuestras reservas de materias primas y de la elevación de los elementos o bienes de trabajo; no solo procurando aumentar la capacidad técnica del país sino también desarrollando como se ha dicho, la explotación de la energía y materias primas, formando depósitos prudenciales y tratando de crear industrias con máquinas útiles y manufactureras.
Si bien en lo que se refiere a la producción del país en general está en buenas condiciones, no puede decirse lo mismo en cuanto al precio o los precios que se pretenden cobrar o que se cobran por los productos ofrecidos a la venta.
Siendo la producción muy superior a nuestro consumo normal de productos agropecuarios y abundantes en muchos artículos manufacturados, la cuestión de precios deberá resolverse combatiendo la especulación y controlando los mínimos.
Es necesario también regular el comercio libre con precios y recargos normalizados, transporte económico con elementos de origen nacional, desarrollo de las vías fluviales con transporte económico; fomento de la flota mercante fluvial, marítima y aérea y ampliar y extender las redes camineras y ferroviarias en forma estratégica para la economía nacional, de tal manera que las vías de comunicación constituyan un todo orgánico relacionado con las zonas productoras y las necesidades del consumo.
La mayoría de la población del mundo padece de infraconsumo. En la Argentina también se registra este hecho, especialmente en lo que se refiere a alimentos y vestidos y, aún más, en vivienda y esparcimiento. Las causas son la falta de capacidad de compra, la poca productividad, y la dispersión geográfica, acentuándose el infraconsumo en ciertas zonas del interior. En el plan orgánico que se está elaborando debe combatirse esta situación elevando el consumo nacional en cantidad, calidad, y variedad de los artículos.
La colocación de los excedentes de nuestra producción se facilitará con una flota nacional suficiente para el transporte de la mayor parte de nuestros productos. Mucho se ha conseguido con al creación de la flota nacional pero muy largo es todavía el camino que debe recorrerse. El gobierno tomará cuantas medidas puedan tender a que nuestro tráfico al exterior se realice en naves nacionales.
Debe revisarse el régimen aduanero atemperándolo a las nuevas normas de protección del trabajo nacional, es decir, en función de la cantidad de mano de obra ocupada, salarios altos y el consumo de materias primas nacionales. Debe abordarse la posibilidad de una unión aduanera de países de Sud América que facilite el intercambio con las naciones hermanas.
En orden a las realizaciones concretas habrá que modificar la ley 12.591, para hacerla más eficaz en estos difíciles momentos y agilizar el trámite de fijación de precios y la ejemplaridad de sus sanciones; se estudiará el problema de los negocios minoristas a fin de que el interés general se sobreponga a la libertad no controlada de comerciar y de evitar competencias ruinosas; se estructurará la ley anti-trust y de monopolios; se abordará el problema de los vinos en la ley correspondiente, lo mismo en lo que se refiere a las plantaciones de vid y a la intensificación de las bodegas; se estudiará la conveniencia de una ley que rija la industria y el comercio del tabaco, protegiendo a los productores y pequeños comerciantes; asimismo se estudiará una legislación de yerba mate para equilibrar las economías regionales.
La acción propulsora de obras públicas ha llegado a las regiones más apartadas del país -sin descuidar los grandes centros urbanos- contribuyendo, con los trabajos públicos a la solución de diversos problemas de carácter social y económico. La parte social ha sido encarada llevando trabajo a las regiones que lo reclamaban y haciendo más cómoda e higiénica la vida de las poblaciones humildes, con obras de producción de agua, con la construcción de viviendas económicas, escuelas, hospitales, asilos, colonias de vacaciones, hoteles etcétera. La parte económica se ha atendido propendiendo al mayor desarrollo del comercio y de las industrias, mediante la construcción de obras camineras, ferroviarias, de riego, líneas de transporte fluvial, construcción de elevadores de granos, con la construcción de usinas hidroeléctricas, etcétera, y encarando con gran aliento obras de tal envergadura como las del Aeropuerto Nacional, sistematización de la ribera del Río de la Plata, dársenas para hidroaviones y yates y Puerto Internacional, que une nuestra Nación con el Brasil, todas en concordancia con la jerarquía que le corresponde hoy a nuestro país en el concierto de las naciones.
Antes de cerrar este mensaje, deseo que la opinión pública en general y los intereses económicos en particular, sepan que el Poder Ejecutivo no tiene el propósito de efectuar bruscas ni fundamentales alteraciones en las normas básicas que rigen nuestra economía y, que por lo tanto, cualquier reforma que se proyecten introducir en los sistemas actuales, será objeto del estudio que corresponde a la naturaleza de tales medidas, de una publicidad que permita la discusión pública de esas iniciativas y el trámite normal a que constitucionalmente deba someterse cualquier modificación a nuestro régimen legal.
Señores Senadores y señores Diputados: El Mensaje que he leído a Vuestra Honorabilidad, ha llegado a su término, y sentiría haber fatigado con exceso vuestra atención, pese a que en algunos puntos me he limitado al mero enunciado de los planes que animan al Poder Ejecutivo. En lo que a los mismos se refiere, doy por sabido que han de existir opiniones no coincidentes, pero sí quisiera que todas ellas estuviesen conformes en la interpretación de los buenos propósitos que me animan. Por eso me concreto a solicitar que en la discusión de los proyectos se proceda con serenidad, con intención de mejorarlos, apartando la vista de los hombres para ponerla en las ideas, en los hechos y sobre todo, en la prosperidad y en la grandeza de la patria tan amada. Los Parlamentos que proceden en esa forma, se hacen acreedores a la pública gratitud, mientras que los que actúan en forma distinta, se apartan de la consideración colectiva. Estoy cierto de que el Congreso que hoy inicia sus tareas habrá de realizar una labor fecunda que sirva de ejemplo a la generación presente y a las venideras. .............. |
1946-07-05 | En la celebración del 130º aniversario de la declaración de la independencia | Señores Ministros, camaradas de las Fuerzas Armadas Extranjeras, camaradas míos: Hay horas, en la vida de los pueblos como en la de los hombres, en que la oscuridad lo envuelve todo. Parecería que al conjuro de la maldición bíblica se malograran hasta los anhelos más nobles y las aspiraciones más santas.
Es, a veces, el encadenamiento de sucesos infaustos ajenos a la voluntad humana, o hechos de la naturaleza que contrarían las más cautelosas previsiones, o a la incomprensión de los hermanos, o la perfidia de los mezquinos, o todo eso junto, en un solo instante, en un sólo minuto.
Son las horas de prueba a que Dios nos somete y de las que sólo emergen los que fortalecieron su alma en la fe, esencia divina capaz de remover las montañas, realizar acciones inverosímiles y de llegar a convertir los sueños con realidad.
En 1816, el Congreso de Tucumán "recibía a la Patria casi cadáver", ha dicho uno de nuestros grandes historiadores.
Y en verdad era así.
El desastre de Rancagua dejaba a Chile a merced de la reacción contrarrevolucionaria; las más oscuras conjuraciones conspiraban en Mendoza y en Buenos Aires, contra la expedición libertadora que preparaba el general San Martín; el enemigo triunfante en el norte se aprestaba para invadir el territorio argentino y asestar a la revolución el golpe de gracia; la montonera anárquica campeaba en el litoral; veteranas tropas portuguesas marchaban sobre la Banda Oriental para jaquear, desde Montevideo, el flanco de los patriotas; porteños y provincianos anteponían pasiones y rencillas lugareñas a la suerte común de la nacionalidad; en Buenos Aires las rivalidades caudillescas convulsionaban el ambiente y en otras regiones de nuestra América, en el Cuzco, en Nueva Granada, en Venezuela, sucumbían también, al contraataque realista.
El cuadro de la situación no podía ser más sombrío. Pero, porque creyeron firmemente; porque tuvieron fe en sí mismos y en el destino glorioso de la patria; porque veían la realidad futura, presintiéndola en la exaltación mística de sus ideales, pudo el Capitán de los Andes remover las montañas, convirtiendo el sueño de la libertad argentina en la bandera triunfante de la emancipación sudamericana; y pudieron los congresales de Tucumán rasgar las tinieblas que se cernían sobre la Nación incipiente, proyectando sobre el mundo luz inextinguible, de su desamparada grandeza.
!Que solos y que pobres, pero que fuertes y espiritualmente que ricos en virtudes propias de nuestra raza, debieron sentirse los fundadores de la patria! En esta noche de conmemoración y de camaradería, yo invito a los soldados argentinos a reflexionar sobre el significado de aquellos acontecimientos.
Demasiado me sé que lo hacéis con frecuencia; que no pasa día sin que la preocupación dominante de vuestros deberes, sea en el aula, en la formación de la tarde, o en la tribuna, no os haga sentir la presencia inmortal e inmaterial de los héroes tutelares de nuestra soberanía; que su ejemplo es el que os inspira y que el mensaje que nos legaron lo practicáis con patriótica devoción; pero no es a eso a lo que me refiero, sino a una reflexión más honda en la que vinculemos al alumbramiento de 1816 con el presente con el futuro de la Nación Argentina.
La verdadera fe, cuando Dios la concede para las grandes empresas, no es una gracia estática; es un soplo creador de inspiración dinámica que se abre en un haz de virtudes para perdurar a través del tiempo.
Es junto a la fe, la austeridad que ahoga el egoísmo porque es ofrenda de sacrificio permanente; es junto a la fe, la solidaridad, que mata la flaqueza porque es aliento fraternal recíproco; es junto a la fe, la lealtad, que enaltece la propia estimación porque es decoro, respecto de sí mismo y el alimento espiritual más maravilloso con que se debe nutrir el noble corazón del soldado; y es la fe, junto a la camaradería, que une especialmente a todos los hombres de armas para realizar acciones de contenido heroico y de trascendencia legendaria.
Virtudes militares, como véis, han sido y siguen siendo virtudes del alma argentina.
Nacidos así a la vida independiente, echamos a andar por nuestra cuenta. En ciento treinta años el país recorrió muchas etapas, y en cada una de ellas no todos los días fueron de sol; más de una vez hubo que doblar el cabo de las tempestades; y el cuadro entonces, sino idéntico, fue siempre parecido; la conjuración de factores aciagos, internos y externos, la ceguera de muchos buenos, la sordidez de muchos malos, y en la puja irreductible contra la adversidad, los dones ancestrales de siempre la vencieron.
Así fuimos trazando nuestro destino en el libro de la patria. Cuando al final de cada etapa hicimos un alto en el camino para volver la mirada hacia atrás y poder apreciar con perspectiva de lejanía los esfuerzos cumplidos, a fin de rectificar el rumbo cuando algún viento contrario nos desviaba de la ruta, o de abrir nuevos surcos en nuestra tierra generosa para satisfacer las legítimas aspiraciones del pueblo, siempre fue necesario poner a contribución el patrimonio espiritual heredado, porque siempre e invariablemente las fuerzas de la regresión que se parapetaban detrás de los intereses creados, se sumaron a los elementos imponderables para obstaculizar o retardar nuestros progreso.
Pero recordemos también esta noche con orgullo que si la República Argentina tuvo que afrontar y que vencer tremendas dificultades, en distintos momentos de su vida independiente, tuvo en cambio hijos dignos de su estirpe que supieran superarlas y ensanchar el horizonte de su grandeza.
Por eso yo, que soy, como vosotros, un soldado que vivo sostenido por ese místico soplo de vocación que le hace vestir con orgullosa sobriedad el uniforme de la patria llevándolo con la prestancia y altivez propia de los hombres libres; que fui llamado por el pueblo en una hora grave de la historia del mundo, para que levantara y mantuviera en alto la bandera de la justicia social, de la recuperación nacional y de la soberanía junto a la enseñanza bendita de la patria, quiero asociar esta noche, haciendo justicia histórica, al nombre de nuestros primeros próceres, el de los gobernantes y estadistas argentinos, civiles y militares, que en circunstancias de apremio para el país, y a despecho de menguados intereses o de pasiones enardecidas, pusieron por delante el corazón de patriotas y ofrecieron a nuestra tierra lo mejor de sí mismos, cualesquiera hayan sido sus convicciones políticas o los errores humanos en que incurrieron.
Y así, etapa tras etapa, llegamos hasta nuestros días.
Vosotros, mis camaradas, los habéis vivido.
Hace tres años la Nación volvió a hacer un alto en el camino.
La historia de los días infaustos se repetía.
En lo interno, de nuevo las fuerzas de regresión parapetadas en los intereses de círculo, dirigían al Estado con prescindencia del interés público y de las necesidades vitales de los trabajadores argentinos, hipotecando la riqueza del país a la avidez extranjera y llegando hasta admitir que poderes inherentes a la soberanía nacional se ejercitasen dentro de nuestro territorio, por núcleos foráneos enquistados en el engranaje de nuestra economía.
El mismo fenómeno regresivo se observaba en el escenario político. Los llamados partidos tradicionales, en cuyas filas actuaron con brillo, con eficacia, y con patriotismo, muchos hombres públicos argentinos que han merecido la gratitud de la Nación, alternaban y se desgastaban en el Gobierno, acusando índices de corrupción que concluyeron por desintegrarlos o por disminuirlos ante la opinión pública en su jerarquía moral.
En lo externo, una lamentable inhabilidad para hacernos comprender, en todo lo que tiene de generoso, de honesto, de cordial, pero también de altivo el espíritu argentino, y una lamentable y correlativa incomprensión de quienes, por no haber releído nuestra historia, olvidaron que si es fácil rendirnos por el corazón es imposible doblegarnos por la impotencia.
Había, pues, que recurrir, una vez más a las virtudes patricias que dormían en el alma argentina.
Y el alma argentina despertó.
Despertó en la maravillosa intuición del pueblo, en la confianza que éste puso en la capacidad de repercusión de sus hijos, en el alegre y bullanguero desdén con que se movió entre la incomprensión y las turbias confabulaciones de resentidos que, en un momento dado, llegaron hasta renegar de su propio linaje para servir propósitos extraños, y dieron, por esa razón, el triunfo que merecía, el auténtico pueblo argentino.
A este punto hemos llegado. De ahora en adelante se inicia de nuevo la marcha.
Quiera Dios, iluminar a los que tenemos el honor y la responsabilidad, que yo no eludo ni delego, de conducirla y concedernos, como a los próceres de la emancipación la entereza y la energía para resistir los embates del tempestuoso huracán que se desata cada vez que es necesario cercenar privilegios, para asegurar el bienestar de la ciudadanía.
Quiera el Todopoderoso mantener a la Patria, como hasta ahora, altruista y pacífica, pero decorosa y altiva; desinteresada y fraternal, pero libre, independiente y soberana; respetuosa del derecho y de la libertad ajena, pero también respetada en su derecho y en su libertad, en los siglos de los siglos, por todas las naciones del mundo.
!Camaradas que a través de la distancia escucháis mis palabras, identificados con el espíritu de esta fecha! Bien sabéis que vosotros, muy especialmente, vivís en mi corazón; bien sabéis que no olvido, que vuestro alejamiento de las guarniciones más cómodas, certifica que estáis cumpliendo vuestra misión con el desinterés, la abnegación, la fe y el patriotismo heredado de vuestros mayores; y que al hacerlo, no estáis colocados en posición que se acepta como un deber, sino que se busca como un honor, bien compenetrados de que ella es una prueba más del espíritu de sacrificio, que el soldado está siempre dispuesto a brindar a su Patria.
Lleguen también por ello a todos vosotros, estas mis palabras.
¡Camaradas de las fuerzas armadas extranjeras! ¡Id y decid a vuestros hermanos, que aquí en este rincón de América donde sentimos la grata satisfacción de teneros entre nosotros, brindamos por la paz del mundo, y al hacerlo, entendemos que ello significa brindar porque cada uno de vuestras patrias continúe la brillante trayectoria de sus destinos, por sendas de venturosa felicidad! !Camaradas! !Todo de pié! ¡Por nuestra venerada patria! ..................... |
1946-07-20 | Mensaje radial referido al rescate de la deuda externa | Las supremas aspiraciones colectivas han señalado, en todos las épocas, la senda más cierta y segura para alcanzar el mejoramiento espiritual y material de los pueblos. Es por ello que gobernar significa, ante todo y por sobre todas las cosas, la virtud de saber interpretar esas aspiraciones a la luz de su compleja raigambre histórica, como también con una visión acertada de sus futuras proyecciones. Nuestro pueblo, podemos afirmarlo categóricamente, alienta un anhelo legítimo de grandeza apoyado en su esfuerzo fecundo y en sus pacíficos afanes. Pero para que ese esfuerzo, en sus más nobles manifestaciones, no sea injustamente desvirtuado en los hechos, debe necesariamente realizarse con el auspicio de una independencia económica efectiva. Cuando la liberación política representaba el único medio posible para afianzar definitivamente los derechos soberanos del pueblo argentino, el sentimiento nacional no vaciló en lanzarse heroica y decididamente a la acción para alcanzar y consolidar el ideal de libertad perseguido. Transcurrido más de un siglo desde aquella histórica gesta, cuyo fruto sagrado compromete eternamente nuestra gratitud, surge ahora, como un nuevo imperativo de lucha para todos los argentinos el ideal del bienestar colectivo. Superada ya la etapa de la conquista de los derechos políticos definitivamente consagrados ante el mundo entero, no cabe duda alguna que la lucha por este nuevo ideal, que también alcanza a nuestros sentimientos, habrá de plantearse inevitablemente en el terreno económico, donde la evolución moderna ha emplazado los resortes esenciales para la vida misma de los pueblos. Podemos así afirmar, sin temor alguno, que se inicia un nuevo capítulo de histórica trascendencia, comparable con el período decisivo de gestación de nuestra independencia política. El destino ha querido que sea la Revolución del 4 de Junio la intérprete de esta realidad universal, abriendo en momento oportuno, el cauce para una profunda transformación de la vida nacional que, de haberse demorado más tiempo, hubiera significado para el país una lamentable postergación de la solución de sus problemas más vitales en el orden económico-social. Deseo referirme hoy a una medida trascendental que termina de adoptar mi gobierno y, que por sus grandes alcances puede ser considerada, con justísima razón, una nueva etapa decisiva hacia la materialización del programa revolucionario en el orden financiero. Justo es destacar especialmente este hecho a la consideración de todos los argentinos, por cuanto se trata de una nueva batalla librada con todo éxito en el campo donde han incidido con mayor intensidad los ataques sistemáticos y demás formas de resistencia activa de los intereses que se han considerado vulnerados por la obra revolucionaria. Como tuve oportunidad de anticipar en mi mensaje al Honorable Congreso de la Nación, ha llegado el momento de que por primera vez el país no deberá un solo centavo al capital en el extranjero, con lo cual se cumplirá la afirmación hecha reiteradamente, en el sentido de que la República Argentina logra la aspiración nacional de ser económicamente libre y políticamente soberana. No debe verse en esta medida un espíritu de inconsecuencia hacia los capitales extranjeros que, en determinados momentos, contribuyeron al desenvolvimiento financiero del país, sino tan sólo una consecuencia natural del grado de madurez y desarrollo de la contextura económica de la Nación, como asimismo de la aplicación racional de su patrimonio, enormemente acrecentado en los últimos años. Hemos llegado a la mayoría de edad en el aspecto económico financiero y nada más natural, pues, que la política dictada por esa promisoria realidad tienda a la suplantación de una tutela foránea, que ya no condice con la actual situación patrimonial del país. Considerando estas circunstancias y, teniendo en cuenta por otra parte, la conveniencia de aplicar provechosamente los excedentes de divisas radicados en el extranjero y que no producen renta alguna, mi gobierno ha dispuesto proceder al reembolso de los empréstitos externos que están ya en condiciones de ser llamados a rescate, o sea todos los valores de la deuda nacional emitidos en dólares y francos suizos, cuya circulación actual alcanza a un equivalente de quinientos millones de pesos, aproximadamente. Esta nueva operación corresponde a un amplio programa de reajuste financiero cuya fase inicial ha sido ya cumplida con el rescate de la Cédulas Hipotecarias Argentina y la emisión simultánea de los Bonos Hipotecarios del 2 y ½ por ciento.
Demás está decir que la rebaja de la tasa de los valores que emite el gobierno nacional es una consecuencia natural de la situación del mercado bursátil, técnicamente favorable para emprender tal reajuste en los tipos de interés.
Esa situación favorable del mercado de valores permitirá también realizar la conversión de la mayor parte de los empréstitos internos en circulación por otros de mejor tasa de interés, transición ésta que viene siendo señalada elocuentemente por el alto nivel alcanzado en las cotizaciones de los títulos del Estado.
Se pone así en ejecución una política de abaratamiento general del interés del dinero que permitirá, por una parte, disminuir apreciablemente el peso que representa en el presupuesto el servicio de la deuda pública, fomentándose a la vez el desarrollo de la industria y las demás actividades que deben concurrir para su financiación al mercado de capitales.
El efecto estimulante de esta política sobre las actividades económicas del país, permitirá impulsar al máximo la producción y promover un estado de ocupación total dentro de una expansión ordenada de la actividad económica, todo lo cual ha de permitir, sin duda alguna, elevar el nivel de vida de los habitantes de la Nación, materializando con ello uno de los objetivos fundamentales de la Revolución. .................... |
1946-07-20 | En el agasajo que los empleados de comercio hicieron a Ángel Borlenghi al ser nombrado ministro del Interior | Señores ministros, señores legisladores, señores gobernadores, señoras y señores: Yo puedo asegurar que lo he elegido muy bien y después de madura reflexión y contrapesación de todos los factores que pueden jugar e influir en el gobierno, en consecuencia no sólo sé que es un sólido gabinete, sino que puedo asegurar que cada uno de los ministros de este gabinete es tan sólida su situación como es la propia situación del presidente de la República. Por eso señores, considero que en este homenaje al señor ministro del interior comparte una parte de ese homenaje el propio gobierno que tiene el honor de contarlo entre sus miembros con un honor tan grande como es el de compartir las altas funciones de Estado con la clase más solidaria de la Revolución que es la clase trabajadora. Es así un homenaje de los trabajadores a un gobierno de trabajadores. Y por un designio aleccionador de nuestro destino es a este gobierno de hombres de trabajo que le ha correspondido el honor, no compartido por nadie en toda la historia de la República Argentina de poder proclamar hoy por primera vez que el país no debe un centavo a ningún extranjero. Y es también halagador que a este gobierno de hombres de trabajo, sin otra pretensión que su propio trabajo le haya correspondido la posibilidad de hurgar en el pasado, cual ha sido la actitud de gobierno y la capacidad de administración de otros que se creyeron siempre irremplazables en las altas funciones de Estado. En ello vamos paulatinamente descubriendo que no había tanta suficiencia como la que se había alardeado desde tanto tiempo, pudimos comprobar que en este país se llevaba un debe pero no existía un haber. Es muy simple criticar porque expatriamos la deuda pero tenemos deuda interna y según los críticos la deuda interna también tiene que pagarse, pero olvidan que ahora pagamos interés a los criollos que son nuestros hermanos. También es fácil tratar de convencer a los que ingenuamente creen en los sabihondos artículos de fondo de un tipo standard que ya nos tiene acostumbrados a un sinnúmero de falacias de todo orden, decir que tenemos una deuda de siete u ocho mil millones de pesos nacionales a nuestros propios compatriotas en el orden interno pero olvidan, porque ellos no consideraron nunca el haber, que para responder a esta deuda de 8 mil millones la Nación en su Estado, vale decir el gobierno y sus dependencias tiene un haber patrimonial superior a los 15 ó 20 millones que no podemos saber porque ellos no se preocuparon jamás de contabilizar lo que el Estado tenía como haber patrimonial. Qué dirían los patrones de los empleados de comercio si su contador de libros no le llevara nada más que el pasivo y se olvidara de contabilizar el activo. Estoy seguro que ese señor no duraría en su puesto breves horas y sin embargo la Nación ha soportado durante casi 100 años a un tenedor de libros de la Nación que solamente llevaba el pasivo. Y estoy también seguro que un gerente de las casas de comercio donde los empleados ven transcurrir sus horas, no duraría sino horas en su puesto si él realizara las ventas sin ajustarse a un plan de ventas de propaganda y de comercialización general. Sin embargo, la Nación también hace muchos años que no tiene plan para el empleo de sus fondos, no tiene plan para su política internacional y no tiene plan para todas las demás actividades del Estado. Cuando este gobierno, de incapaces según algunos, llegó a ocupar la Casa Rosada lo primero que se le ocurrió fue reunirse para estructurar rápidamente los planes de gobierno que habría de poner en ejecución. Para ello tropezó con que el país no tiene censo hace 40 años ni estadísticas que le permitan afirmar qué es lo que existe, dónde está y cómo está. Ha sido necesario recurrir a estudios bases por monografías de investigación para fijar la situación real del país. Pero, dije yo, en los planes anteriores de gobierno deben existir estas bases y puse hombres capacitados para que investigasen cuáles habían sido los planes de gobierno que habían existido antes de que nosotros llegáramos a la función pública. Y mi sorpresa fue extraordinaria cuando después de ocho o diez días de investigación viene uno de esos hombres y me dice, mi general hemos investigado hasta Cornelio Saavedra, y no hemos encontrado vestigio alguno de plan de gobierno. Señores, es halagüeño para que a un gobierno de hombres honestos y de trabajo puedan llegar a comprobaciones de esta naturaleza, no para execrar a nadie sino para crear algo que es fundamental para el país. Quién marcha desde una situación y no sabe dónde va ni cómo va a ir, ¿a dónde puede llegar que no sea el caos o la desesperación? ¿Cómo puede concebirse un gobierno sin un plan? Sería sin duda la repetición de un fenómeno que venimos observando de un país que está girando alrededor de un punto sin llegar jamás a su destino. ¿Cómo podría terminarse con la deuda si los gobiernos no hicieron nunca un plan financiero que les permitiera pagar, economizar y construir nuevos valores para gobernar alguna vez este país con sentido económico y no solamente con sentido político. Nosotros hemos de gobernar con sentido económico y donde pongamos un peso ha de salir otro peso por lo menos. Si es respetable la forma política, no son menos respetables los pesos del pueblo argentino, y si el gobierno no tiene derecho de violar las leyes políticas tampoco tiene derecho de dilapidar la plata de sus habitantes. Si el gobierno no establece minuciosamente cómo ha de administrar el dinero que no es suyo, y si para construir lo que vale diez, ha de pedir mil prestado al extranjero, yo sé cuál será el destino de la Nación en pocos años. Por eso este gobierno de hombres de trabajo propugna un gobierno pobre para un país rico en vez de aquellos señores que todo lo saben y utilizaron siempre un gobierno rico pero en un país pobre. Señores, nosotros, gobierno de la Revolución sabemos bien dónde está nuestro apoyo, pero sabremos también responder a ese apoyo con el cumplimiento de los postulados inquebrantables que nos hemos trazado. Sabemos que el pueblo argentino está en este momento apoyando la acción de este gobierno, pero puede descartar ese pueblo argentino que este gobierno está respaldando el bienestar, la justicia y el bienestar futuro de ese pueblo que lo respalda. Señores, no quiero cansarlos extendiendo esta disertación, pero lo que si puedo asegurarles es que el gobierno ha de seguir inquebrantablemente cumpliendo lo que ha prometido a la Nación. Hemos metido la Revolución en el campo social, la hemos impuesto en el campo político, la estamos realizando en el campo económico, las legislaturas, vale decir, el Poder Legislativo de la Nación es revolucionario y lo está demostrando, el Poder Ejecutivo es ampliamente revolucionario, quedan ya pocos baluartes donde la revolución no ha penetrado con su acción bienhechora. Pero hemos de llegar a todos los campos. Hemos de saturar de la justicia en que estamos nosotros embebidos, a la Nación misma. Y cuando hayamos realizado esa labor será el pueblo quién se encargue de juzgar, pero yo he de hacer un pedido a las fuerzas que apoyan nuestra acción revolucionaria y es que se mantengan unidos, les he dicho desde el primer día a los trabajadores argentinos: unidos venceremos y la revolución necesita todavía del apoyo y necesita de la unión de los trabajadores. Que esa unión sea superior a toda disociación interna porque persigue también un objetivo superior. En pocos años más la Revolución será invencible. Y en esos pocos más años que restan de labor y de sacrificio yo espero tener el apoyo de los trabajadores para realizar una obra bendecirán sus hijos y sus nietos. ......................................... |
1946-07-23 | En la celebración del primer aniversario de los tribunales del trabajo : | Señoras y señores: Yo solo he de decir muy pocas palabras. El fuero del trabajo, que hemos tenido el honor de colaborar en su creación, impulsándolo en la iniciación, para que los magistrados que lo formaron desde el primer momento, pudieran construir una justicia mejor que la que nosotros habíamos imaginado cuando los pusimos al frente de su delicada función.
A ellos, todo el mérito de esa acción, sin ellos nada habría realizado el fuero de trabajo. Por eso señores, yo, en este acto, quiero rendir el justiciero homenaje que esos hombres de leyes, que han sacrificado largas horas de trabajo y de vigilia para llevar a este fuero a la altura que se encuentra después de un año de ímproba labor, de todas las horas, sin escatimar ninguno de los sacrificios.
Que este Cristo, que presidirá la justicia de los hombres en nombre de la justicia divina, siga inspirando a estos magistrados, para que la justicia del trabajo en su fuero, pueda en el futuro, ser un modelo de todas las demás justicias.
Aspiramos a que la justicia del trabajo se incorpore a la justicia argentina, forme una de sus ramas, la más brillante, y que esto que hoy es solo un fuero para la Capital Federal, llegue a todos los ámbitos de la República, gobernaciones y territorios, donde también la presencia de este fuero, dictará las verdaderas sentencias de la justicia del trabajo, que yo he calificado muchas veces, como la justicia superior a todas las demás justicias de la tierra. ............... |
1946-07-27 | En el acto contra la carestía de la vida organizado por la Confederación General del Trabajo | Llego hasta esta magnífica asamblea con tres sentimientos de íntima satisfacción. La primera, de verme nuevamente rodeado de los trabajadores, ese es y será mi puesto cada vez que sea necesario. En segundo término, ver confirmada una de mis más grandes aspiraciones: que los trabajadores argentinos estén unidos en una gran central obrera, porque esa gran central obrera, ha de ser en el porvenir el escudo que ha de protegerlos contra todas las desgracias y todas las deficiencias de las organizaciones humanas. Y en tercer término, porque esta asamblea, certifica, con la extraordinaria presencia de los trabajadores, que la campaña de los sesenta días no es la causa del gobierno sino la causa del pueblo argentino.
La carestía de la vida es el azote de la humanidad en estos días. Los pueblos que tienen que comer, que no son muchos, están azotados por esa carestía. Vemos países de una organización extraordinaria, que hoy están debatiéndose en una inflación insufrible. Vemos países de organizaciones milenarias donde la especulación ha llegado a límites insufribles. Vemos a nuestros vecinos pagando diez veces lo que vale un producto. Y vemos que la falta de previsión de algunos pueblos los obliga a poner y a sacar todos los días los controles de precios.
¿Cuál es la historia de la inflación, del agio o de la carestía entre nosotros? Hace ya más de dos años comenzó a manifestarse el fenómeno entre nosotros, fue cuando creamos el Consejo Nacional de Posguerra, allí le pusimos un freno a la especulación. Fijamos los precios, establecimos el contralor del cumplimiento de esos precios, pero cayó Perón el 9 de octubre y cinco días después la vida en Buenos Aires y en el resto de la República había subido un 25 %. Quiere decir, que sin freno, no se puede sujetar la especulación desmedida y la falta de honradez de algunos hombres.
Señores, los tiempos han cambiado. La persuasión ha llegado a todos y hoy podemos contar que en nuestra campaña de los sesenta días estamos tomando la revancha contra la inflación y la especulación.
Mucho, mucho ha cambiado desde entonces hasta ahora y los precios van ajustándose a nuestras antiguas listas del Consejo Nacional de Posguerra. En algunos casos, la habilidad del Secretario de Industria y Comercio ha llevado a precios inferiores. Sin embargo, estamos promediando esa campaña y podemos asegurar que estos precios han de irse cumpliendo paulatinamente y no hemos de ceder un milímetro en las conquistas alcanzadas.
El fenómeno del encarecimiento tiene dos etapas distintas. La primera que es en cierta medida justificada porque no se produce lo suficiente, porque se exporta demasiado o porque no se distribuye bien la existencia. La otra etapa obedece solamente a la especulación y a la sustracción de los artículos al mercado. Lo primero ha de solucionarse con medidas adecuadas a largo plazo, produciendo más, exportando menos y distribuyendo mejor. Pero la segunda, la especulación por sustracción al mercado o por especulación lisa y llana sobre los precios, no tiene otro remedio que aplicarle la ley inquebrantablemente al que la viole.
Esta campaña, que es la campaña por la liberación de la miseria de muchos hogares se va realizando promisoriamente, pero, como ya lo hemos advertido, después de los sesenta días vendrán otros sesenta y si es preciso vendrán seiscientos. Creo que hemos demostrado en nuestra lucha que somos inquebrantables y no habrá ninguno que tenga más resistencia que nosotros para seguir en la lucha. Si es preciso lucharemos por cada precio, iremos conquistando uno a uno los precios. Señores... decía que en esas conquistas hemos de seguir imperturbablemente. Más aún, sabemos que los verdaderos trabajadores son nuestros soldados en la lucha por la consecución del precio. Hemos establecido, y que ello sea definitivo para esta tierra, que hay una relación para equilibrar la vida social de la Nación, y esa relación está en el salario. El precio puede bajar o puede subir, pero el salario ha de acompañar al precio. El elemento de comparación para ese equilibrio ha de ser siempre el salario. Ningún obrero puede tener un salario que le produzca déficit a fin de mes. Cada uno ha de subvenir a las necesidades de su casa y de su propia manutención con el salario y el precio ha de ajustarse al salario o de lo contrario el salario subirá hasta el precio.
La campaña de los sesenta días se ha desarrollado ventajosamente pese a las triquiñuelas de los mal intencionados y al derrotismo de nuestros adversarios. Sin embargo, lo que puede afirmarse es que los precios han bajado, de que era posible detener la especulación y que no estamos en este momento sobre los precios normales, que todavía pueden bajar más en los artículos indispensables, pero esta campaña ha de continuar para que también todos los demás artículos necesarios para la vida del pueblo bajen a su nivel normal.
Señores, el gobierno necesita para esta campaña, más que medidas sabias, el ser ayudado por el pueblo mismo. Necesita además la colaboración de todas las personas honradas sean estas de cualquiera situación, necesitamos que los industriales, que los comerciantes, mayoristas o minoristas colaboren en esta situación, y necesitamos también que no perturben algunos sectores de nuestros propios obreros.
Señores, conocemos la táctica y hemos de lucharles de frente, no se equivoquen. Decía señores, que esta campaña, primera obra iniciada en nuestro gobierno, porque la primera obra debía ser satisfacer esas necesidades que siempre estuvo en boca de los charlatanes, pero el tiempo nos ha convencido que no ha estado nunca en su corazón.
Para luchar por las conquistas del pueblo argentino no necesitamos sino métodos argentinos. Que vayan sabiendo quienes enarbolan cosas raras en nuestra tierra, que aquí no ha sido nunca tierra para otros que no sean los criollos. Y que sepan también que si una vez nos plantamos ante un imperialismo nos plantaremos frente a otro si es necesario.
Y ahora, ahora sigamos con la carestía. Yo agradezco como primer mandatario de la Nación Argentina, esta magnífica asamblea de la CGT, y agradezco profundamente a estos nobles compañeros trabajadores que nos traen el aliento de su presencia y han de impulsarnos en todo tiempo por el bien de la patria por sobre todas las cosas.
Les pido también a todos estos nobles compañeros trabajadores que mantengan esa unidad indestructible de la clase trabajadora. Una gran central obrera que no tenga otra finalidad que la defensa del trabajador por sobre todas las cosas, un gran central obrera que sea criolla por sobre todas las cosas.
Y desde acá saludo a todos los compañeros que en el interior del país se encuentran reunidos para recordarles que en este estadium colmado de trabajadores le mandamos el perfume de nuestro corazón y nuestro compañerismo.
Les agradezco públicamente a los colaboradores que tanto han realizado en esta lucha de tan noble finalidad, les agradezco a todos los trabajadores argentinos, que en todas las latitudes de la patria están luchando por esta que es la causa común de los trabajadores. Les agradezco también a los dirigentes de la CGT, tan valiosos compañeros de tareas y de fatigas, y los incito a que en el futuro redoblen el esfuerzo para mantener a esta CGT unida, disciplinada y criolla por sobre todas las cosas. ............................... |
1946-08-02 | En un acto en el Teatro Municipal organizado por la Asociación del Personal de Hospitales y Sanatorios Particulares | Señoras y señores: Llego una vez más hasta acá, como hace dos años llegué a visitar el local de la Escuela de Enfermeros de la Asociación. Llego también hoy como un simple ciudadano, que no tiene otra aspiración que la de compartir el júbilo del personal de la Asociación de Enfermeras de Hospitales y Sanatorios Particulares.
Llego, en primer término, para rendir un homenaje a esta meritoria asociación, que ha reemplazado la incuria y el descuido del Estado durante largos años, formando escuelas que han capacitado a numeroso personal para el desempeño de tareas que corresponden exclusivamente al Estado. Por eso esta asociación, que mantiene siete escuelas y está creando dos más para estos servicios, ha merecido ya el bien de la patria.
Por eso, hago llegar mi palabra de estímulo y de felicitación al viejo amigo Aurelio Hernández, cuya inspiración, cuyo patriotismo, cuya dedicación a esta obra tan meritoria lo convierten en la fuerza motriz de esta asociación que puede ser ejemplo dentro de la nacionalidad.
Hace más de dos años, recibí en el local de la Enfermeras de la Asociación, después de visitar sus escuelitas, la primera medalla con que he sido obsequiado por el agradecimiento de mis compatriotas. Allí, con el mismo entusiasmo que hoy, le di un efusivo y cariñoso abrazo a Hernández, pidiéndole que en ese abrazo sintetizara mi agradecimiento de argentino y mi reconocimiento de funcionario de la Nación por la obra extraordinaria que están ustedes realizando.
En ese momento nos encontrábamos representando a la Secretaría de Trabajo y Previsión con mi gran amigo y compañero de todos los tiempos, el coronel Mercante. Con él hemos pensado muchas veces y hemos alabado conjuntamente esta obra que está formando en el país un servicio que, en tiempos normales o anormales, está destinado a calmar el dolor y a llevar el amor a todos los lechos dolientes.
Por eso deseo acá rendir un homenaje a la mujer argentina, a la mujer argentina que trabaja, a la que se dedica, no a gastar sus noches en un boite, sino a la que consume su juventud y su vida al lado del lecho de un enfermo. No a la mujer que gasta sus días recorriendo las tiendas para encontrar pretexto para gastar su dinero, sino a la que lleva el pan a sus hijos gastando sus horas en el trabajo honrado de la fábrica, el taller o las tareas domésticas. En fin, un homenaje a la verdadera mujer, a la mujer del pueblo, a la mujer que trabaja y que se sacrifica para no ser inútil a la sociedad, a la mujer que endulza la vida y no a la mujer que la amarga acumulando vicios y despilfarros que el hombre cubre siempre.
Como argentino y como mandatario de la Nación, admiro, señores, a estas enfermeras que llegan hoy jubilosas hasta esta asamblea. Las admiro porque las veo en su trabajo y en su sacrificio; las admiro porque han hecho una conciencia de su trabajo; las admiro porque realizan el sacrificio con la fe puesta en Dios y su protección a la humanidad doliente; las admiro porque en todos los momentos tristes de la vida semejan al ángel tutelar, que está cubriendo con sus alas inmaculadas la defensa del bien y de la vida de los demás.
Por eso, al hacerles llegar el inmenso agradecimiento de mi señora, quien con lágrimas en los ojos se ha despedido de mí, lamentando no poder encontrarse presente en este acto, y me ha dicho que les trasmita de viva voz, que para ella, no habrá un halago mayor en su vida que poderse poner un día el traje de enfermera y pensar que durante su vida, con sus acciones, con su amor, con su desinterés, pueda honrarlo como lo honráis vosotras. ...................... |
1946-08-14 | En el acto de clausura de la campaña de los sesenta días pro abaratamiento de la vida | Hace 60 días iniciamos esta campaña y hemos vencido en ella, pese a que aún no han salido aprobadas de la Cámara de Diputados las leyes que deben dotarnos de las armas para defender al pueblo contra la especulación.
En estos últimos tiempos he seguido absolutamente de cerca el plano comparativo de la situación del equilibrio económico-social de la República con los demás países de América y de Europa. Se ha aprovechado para ello los numerosos enviados que, por una causa u otra, han salido para esos países, en viajes rápidos, encargándoles la tarea de traerme la información necesaria.
Hace pocos días uno de mis edecanes ha realizado un viaje, del cual ha retornado antes de ayer. Su informe es terminante. En los numerosos países de América que ha pasado, la inflación oscila entre el 200 y el 300%. En Europa pasa todo de lo concebible, merced a que el abastecimiento, está en gran parte en manos de la bolsa negra. Por principio, en Europa todo abastecimiento está racionado; escasea el pan, escasea el azúcar y los demás artículos de primera necesidad. Como un ejemplo tomo los últimos precios, prácticamente tomados en Europa: un durazno vale 8 pesos, un melón llega a valer hasta 50 pesos argentinos, una docena de huevos hasta 18 pesos, un kilo de carne 70 pesos, un kilo de azúcar 10 pesos, un pollo 25 pesos. No hablemos de un par de botines, o de un traje, que alcanzan cifras para nosotros inconcebibles, sin contar que en numerosas partes no es usa jabón para lavarse y los botines tienen suela de madera.
No digo esto, señores, sino para mostrar un triste aspecto de la vida de la humanidad presente y poderla comparar con la situación actual de nuestro país, un poco sustraído a las adversidades y a la miseria que ha acarreado la guerra a numerosos países. Nuestra situación actual acaba de ser esbozada por el señor ministro secretario de Industria y Comercio, y cada uno de nosotros podemos dar gracias a Dios de vivir en este verdadero paraíso, reconocido por todos los extranjeros que nos visitan, que pasan la mayor parte de su tiempo en "La Cabaña" o recorriendo las tiendas para comprar a un precio que en el mundo hoy resultan casi inconcebible.
Señores: después de esta comparación surge una pregunta que estará a flor de labios de todos los presentes: ¿a que se debe ? Se debe a dos circunstancias: a que la Argentina es por naturaleza un país de privilegio y, además ha tenido el extraordinario privilegio de no intervenir en la destrucción extraordinaria de valores, que es, en último análisis, lo que ha llevado a la humanidad a la desesperante situación en que se encuentra y al caos en que está desenvolviendo sus actividades; y en último término, a medidas de previsión que han permitido evitar que ese mal del agio y de la miseria que es tan contagioso como todas las graves enfermedades que sufre la humanidad.
La creación de la Secretaría de Industria y Comercio ha representado para la República, en el orden institucional, una conquista tan trascendental como lo fue en su hora la creación de la Secretaría de Trabajo y Previsión. La Secretaría de Industria y Comercio se ha estructurado rápidamente, en dos años escasos de existencia y de labor verdaderamente trascendente.
Las economías de los países en la época presente están eslabonadas de una manera absoluta. Yo lo comparo con 5, 6 ó 50 tanques unidos como vasos comunicantes. Cuando el agua baja su nivel en los otros tanques, si no se toma la medida conveniente, en el propio baja también a buscar su nivel de acuerdo con una ley física inmutable. Los líquidos buscan su nivel, y las economías eslabonadas en el mundo también buscan su nivel. La Secretaría de Industria y Comercio, con el control sobre la producción, sobre la industrialización y sobre la comercialización, ha permitido, actuando como llave interruptora de los vasos comunicantes, mantener lleno nuestro tanque mientras todos los demás han ido disminuyendo de nivel.
Señores: en la lucha contra el exceso de exportación, contra la pérdida de la producción y contra la especulación en la comercialización, la Secretaría de Industria y Comercio obtiene hoy el primero de sus éxitos fundamentales. Esta campaña de los 60 días se ha cumplido preferentemente en la Capital Federal, y ahora queda la tarea de extenderla a las provincias y a los territorios nacionales. Señores, la tarea del Estado no está en hacer milagros, pero sí en asegurar precios convenientes a las necesidades de la vida humilde de la población y, sobre todo, asegurar una circunstancia por sobre todas las demás que lo que se compre hoy con un peso pueda seguirse comprando en el porvenir con la misma moneda. Si eso se consigue estaremos en perfecto equilibrio económico y aseguraremos, también, la perfección del equilibrio social de la Nación.
Es por eso, señores, que yo me congratulo extraordinariamente al poder felicitar al señor secretario de Industria y Comercio por el éxito que ha obtenido en esta magnífica campaña, y felicitar, asimismo, y muy calurosamente, a todos los empleados y funcionarios de la Secretaría de Industria y Comercio por el empeño, el celo, y la capacidad que han demostrado durante la realización de esta misma campaña. Saludar y agradecer también a cuantos han cooperado en esta campaña: funcionarios, hombres del pueblo, industriales y comerciantes, todos aquellos que han puesto un poco de buena voluntad y patriotismo para solucionar un problema que, por ser del pueblo humilde, es de toda la Nación.
Lanzadas estas primeras grandes ideas sobre el equilibrio económico- social, hemos de librar próximamente otra gran batalla, que será de la producción. Es menester producir más, por ello pido, tanto a los productores como a los industriales, como a los comerciantes, y especialmente a los obreros, ponerse en la tarea de vencer en esta nueva batalla que iniciaremos; la batalla de la producción.
Cada día que la República produzca un poco más, el pueblo estará mejor, porque es una ley que ha regido a la humanidad desde su iniciación. El hombre enriquece cuando produce y empobrece cuando destruye los valores de ese producido. El fenómeno actual, con que he iniciado esta disertación, evidencia bien porque razón absolutamente incontrovertible Europa se encuentra en la situación en que está, y la Argentina disfruta de la situación que goza. Ellos han pasado cinco años destruyendo valores y nosotros hemos pasado esos cinco años construyendo valores. Ellos han empobrecido y nosotros nos hemos justamente enriquecido.
Señores, esto, que es tan simple y evidente, nos aconseja que si hemos vencido en esta campaña de los Sesenta Días debemos y podremos también vencer en la próxima batalla por la producción, que es la batalla para enriquecer el país.
La caridad bien entendida señores empieza por casa, es un viejo adagio criollo. Hemos de sostener con justicia lo que hemos construido y ganado también con justicia y con esfuerzo. Queremos cambiar nuestros productos y no empobrecernos desligándonos de lo que posemos. Por eso queremos que esos países que nos pueden mandar lo que ellos tienen a cambio de lo que nosotros les mandemos lo que poseemos, deberá ser la futura ley de todo intercambio comercial. No podemos seguir descapitalizando el país de sus materias primas ni de sus riquezas naturales: barco que venga vacío saldrá vacío.
Por otra parte, señores, sabemos perfectamente bien que si allá en esos países faltan alimentos, sobre hierro y acero del que nosotros carecemos. De manera que el trueque o el cambio de productos por equivalentes deberá ser la operación fundamental de nuestra futura economía.
No exportamos, tampoco, nuestro trabajo. Es menester pensar que si exportamos materia prima nuestros obreros se cruzan de brazos en las fábricas, porque no tienen con que elaborar los productos. Exportaremos productos manufacturados: nuestro trabajo es tan respetable y digno de defender como el trabajo de los demás.
Queremos, también, que el trueque de productos sea a precio proporcional. Durante la guerra hemos perdido muchos miles de millones de pesos por la falta de equivalencia en los precios de intercambio. Si analizamos un sólo producto, vemos un ejemplo palpable de como se ha estado drenando la riqueza de la Nación por falta un control del Estado.
El trigo valía, antes de la guerra, de 8 a 12 pesos. El caucho valía de 1 a 1,50 el kilo. Y nosotros, durante la guerra hemos vendido el trigo a 30, a 35 pesos, vale decir, cuatro veces el precio de antes de la guerra. Y hemos comprado el caucho hasta 70 pesos, vale decir, casi cincuenta y cinco a sesenta veces el valor de antes de la guerra. Si seguimos ese negocio será ruinoso para nuestros intereses. O volvemos a los precios de antes de la guerra, o el trigo a cambio de caucho, si el caucho vale veinte veces su valor tendremos que vender nuestro trigo, también, a veinte veces su valor.
Señores, nuestra situación floreciente y tranquila es producto de nuestra provisión; no hemos de perderla por debilidad. El pueblo me ha puesto al frente del país para defenderlo, y lo defenderé hasta con la propia vida, si es necesario.
Es por ello, señores, que pido a todos los argentinos calma y prudencia en sus actos, orden y trabajo. El gobierno ha de asegurar el orden y la tranquilidad a cualquier precio. Los descarriados, o los que aún piensan en alterar el orden, que reflexionen. Les ofrece el pueblo paz y tranquilidad; que no la perturben, no hemos de abandonar por la violencia lo que el pueblo nos ha entregado por su voluntad libre y soberana. Solo el trabajo, la honradez y la tranquilidad nos hará grandes y nos hará respetables. Que nadie piense encender el odio o la violencia sino quiere mirarse en el espejo de la miseria y del desprecio.
Cerramos con esta transmisión la primera etapa de la Campaña de los Sesenta Días, y con la satisfacción de un éxito más. Demos gracias a Dios y pidámosle que nos siga ayudando como hasta ahora. Hemos vencido en nuestra obra muchos aspectos, pero el que más orgullo me produce es el haber propendido a la elevación del standard de vida obrera con mejores salarios; el haber defendido ese standard de vida por el control de los precios; haber humanizado el trabajo y el capital por una más consciente y cristiana ejecución de las tareas; haber elevado el nivel cultural de las masas por una mejor cultura social, y haber dignificado el trabajo y el trabajador por la formación de un mejor conciencia social que respeta y hace respetar al que vive de su trabajo honrado.
Aspiramos aún a perfeccionar todo ello en el futuro. Que el obrero sea un amigo de todos, ayudado, considerado y querido, a quien se lo ve como a un hermano ennoblecido, abnegado y dignificado por la suprema dignidad del trabajo. Entonces, podremos decir al mundo que vengan a contemplar esta tierra donde se lucha, se goza y se sufre en absoluta solidaridad cristiana, con la fe puesta en Dios y el esfuerzo inspirado por los supremos intereses de la patria. |
1946-08-16 | En la Casa de la Moneda | Es con un tanto de emoción y de extraordinaria satisfacción que llego hasta esta casa. Y dentro de ella encuentro un espíritu que yo anhelo para todas las reparticiones de la Administración Nacional: una casa donde se esté a gusto, donde exista la necesaria tranquilidad para que el trabajo sea rendidor, donde se compruebe una camaradería que hace más fácil el trabajo y más amable la tarea, y una dirección humana y consciente que pueda impulsar esa labor sin dañar ni molestar a ninguno de los que la realiza.
Yo soy incapaz, señores, de traer la política a ninguna casa de la administración nacional. Pero, ya que se ha hablado de revolución quiero siquiera referirme a ella en breves palabras. Yo considero que la revolución no es una política. La revolución es un trabajo en el que deben estar empeñados todos los argentinos de bien. No queremos que las obras que conquiste de la revolución sean para ningún partido político: queremos que sean para todos los argentinos.
Es indudable que la revolución que estamos realizando, en lo político, en lo económico y en lo social, no es una obra simple. Hemos realizado solo una primera etapa: la preparatoria; nos queda por delante para realizar toda la obra de la revolución.
En lo económico estamos en el punto de partida, no debemos absolutamente nada a nadie, e iniciamos nuestro nuevo negocio con la liberación absoluta de la finanza y de la economía argentina. Tenemos como lo hemos dicho hace poco, un bolichito, pero un bolichito por nuestra cuenta, esta en manos de todos los argentinos que ese bolichito con los años podamos convertirlo en una gran empresa comercial en que el mundo no nos trate ya como colonia dependiente de ninguna grandeza, sino como un país soberano que trabaja, amasa su grandeza y exige a todos que vengan a tratar de potencia a potencia.
Estamos en la primera etapa de esa conquista. Hemos pagado nuestras trampas, y comenzamos a construir sobre valores más firmes y de menor especulación que hasta el presente. Estamos recuperando lo que aún dentro de nuestro país habíamos perdido. Y no estaría demás recordar que tan mal dirigido han sido nuestros negocios en lo económico que la República Argentina ha perdido posiblemente más del 70% de sus beneficios por nuestros malos negocios.
Bastaría decir que hoy estamos descubriendo, que desde el año 40' hasta el 45', solamente por diferencia en los precios con respecto a un solo mercado europeo la Argentina ha perdido casi 4.000 millones de pesos. Que por no haber contestado una nota el año 41', sobre la deuda inglesa que ofrecía pagar el dos y medio por ciento de interés a toda nuestra deuda, por no haber contestado el gobierno ¡una nota! la Nación ha perdido 250 millones de pesos de interés. Bastaría decir que en la negociación de una sola cosecha, la del presente año, nosotros hemos sacado cerca de los 2.000 millones de pesos más que lo normal. Y bastaría decir que un solo renglón de esa cosecha de la cual somos el 70% de la producción en el mundo, teniendo el 70% hemos tenido que vender a los precios que nos imponían los que producían el 30%. Así el lino lo habíamos vendido a 17 pesos como un record, y nosotros pensamos que de ahora en adelante ya no venderemos lino porque no queremos exportar nuestro trabajo, venderemos aceite, hasta que preparemos nuestras fábricas para vender la pintura ya hecha. Y cuando vendamos el lino que antes tenía su precio record a 17 pesos, lo venderemos a 50, porque ese es el precio real del lino.
Señores, es tan inmenso todo lo que uno comienza a ver, así que empieza a escarbar en lo que han sido la economía y las finanzas de la Nación, que uno llega momentos en que no se puede explicar las cosas que han sucedido, no si por complacencia, por debilidad o por infamia, que uno no se explica en manera alguna como este país de una riqueza tan extraordinaria tenga la mitad de su población desnutrida y sin alimentación suficiente para llenar sus necesidades, que haya quien no se pueda vestir, y que haya niños que no pueden ir al colegio porque no tienen ropas o que no han tenido en su vida un solo juguete. Cuando uno analiza esas cosas se explica mucho de ese descreimiento ciudadano de que hemos oído hablar hace pocos instantes.
Señores, creo que en lo económico en este país, la Revolución no va a hacer milagros, pero va a hacer su administración tan honrada y trataremos de que sea tan capaz que, en ese aspecto, la República Argentina ha de duplicar o triplicar sus posibilidades económicas en forma que nosotros fehacientemente podamos ir observando a lo largo de las tareas que realicemos.
En lo social señores la Revolución tampoco está destinada a un partido político, está destinada a esa parte de la población argentina que ha sufrido esa despreocupación, esa incapacidad, o esa infamia en el manejo de la finanza nacional. La clase que más necesita de la Revolución es para la cual nosotros estamos trabajando con más empeño.
No creo que el país en este momento debe recurrir a nuevos impuestos ni a ninguna otra cuestión que grave a una parte de la población en beneficio de la otra, pero sí es necesario que la realización de esa grandeza económica, como resulta evidentemente justo, vaya una mitad para el que pone el capital y otra mitad para el que pone el esfuerzo.
Señores, los conflictos más grave que sufre la humanidad tienen sus causas económicas y sus causas sociales. Nosotros hemos querido con la Revolución suprimir las causas económicas que es la miseria. La miseria que vemos que se extiende como un manto pavoroso por todas las naciones del mundo, donde hoy, aún disponiéndose de todo lo que se pueda disponer, no se dispone lo suficiente para poder comer un pedazo de pan. Esas naciones que durante cinco años han agotado lo que poseían y han destruido los valores que han construido durante siglos con la guerra, están pagando la pena de sus propias culpas.
Nosotros con toda la solidaridad que deben tener los pueblos en estos momentos, estamos decididos a concurrir en su ayuda, pero cuando yo soy solicitado para una clase de estas ayudas, pienso siempre que nuestro pueblo pacífico y trabajador no deberá soportar una pena por un delito que él no ha cometido. Por eso señores, nosotros hemos de preocuparnos por hacer comer a nuestros pobres chicos del Norte y del Oeste en los cuales el hambre y la miseria los hará sufrir igual que a los que sufren en otras latitudes de la tierra. Y antes de ir con socorros a lejanos países, por más solidaridad humana que exista, nadie podría explicar que no es más humano, más justo y más patriótico, que concurramos a llevar un aliciente de alimentación o de vestido hacia las regiones de nuestros pobres chicos que no han visto nunca un juguete y que se alimentan con la quinta parte que lo que se alimentan los chicos de otras latitudes de la tierra.
Y por fin señores la Revolución quiere que los hombres de trabajo de la Argentina tengan un estándar de vida como los que tienen o han tenido en las épocas de felicidad otros países del mundo. El estándar de vida del trabajador argentino estaba un 25% hasta un 50% por debajo del estándar de los trabajadores de Estados Unidos de Norteamérica, sin embargo la riqueza de la Argentina, respetando las proporciones es mucho mayor que la de Estados Unidos, porque señores ni las tuercas ni los rulemanes se comen y las vacas y el trigo sí.
Por eso señores la Revolución encaró ese primer problema, que era un verdadero anacronismo dentro del equilibrio económico-social de la Nación. Somos el país que en este momento en proporción a su tierra y a sus hombres produce más y lo más noble de la tierra, de manera que no hay explicación de porque en la República Argentina pueda haber hombres que no tienen lo suficiente para comer, para habitar, para vestir y para divertirse el mínimo indispensable a que todos los hombres tienen derecho.
Eso es lo que aspira a establecer cuanto antes la Revolución, y el Estado está obligado a dar el ejemplo, por eso estudiamos la manera de establecer una justa equivalencia en los salarios y los esfuerzos realizados por los servidores del Estado. Queremos en primer término que los hombres que están al servicio de la Nación sean honrados, sean capaces, y que se encuentren remunerados de acuerdo con estas dos características.
La Casa de la Moneda señores por razones obvias es una parte de la administración del Estado donde la honradez es -diremos así- el factor fundamental. De la seriedad y de la honradez con que se procede en esta Casa depende mucho la seriedad y el crédito del Estado en lo que más representa su seriedad: la circulación fiduciaria.
La Casa de Moneda, en la capacidad de sus hombres tiene también que ser un factor de la honradez; un error aquí puede repercutir en el crédito de la Nación, puede repercutir en la seriedad de la administración y en concepto del propio gobierno, por eso la responsabilidad de ustedes dentro de la Administración tiene un factor más preponderante que en la otras partes de la Administración Nacional.
Señores, cuando uno quiere tener honradez, capacidad y dedicación a sus tareas, es necesario que el personal esté satisfecho, sea justamente recompensado. Cuando un día llegaron a mi despacho con una emisión que tenía un defecto de impresión, hablamos con el señor Ministro de Hacienda, y le dije yo que era necesario tomar las medidas para que se subsanaran inmediatamente esos errores, y le dije: la Casa de Moneda tiene en mi concepto una importancia tan extraordinaria en su personal que allí solamente deben estar hombres escogidos por su honradez y por su capacidad.
Señores, con ese compromiso ha venido a esta Casa el interventor, y estoy absolutamente persuadido, que será un hombre que representa en la Casa sin ninguna demostración exterior que no es necesario, el hombre que ha de trabajar a la par de cada uno de ustedes porque esta Casa afirme cada día más su prestigio por la honradez y la capacidad de los hombres que trabajan en ella, y les prometo que el Estado ha de saber hacer justicia a cada uno de sus hombres. Estamos estructurando un nuevo elenco para el futuro de la Nación, ese nuevo elenco son todos ustedes, jóvenes o viejos, que han de marchar en un nuevo camino para que no vuelvan a representarse en el país ni las antiguas comedias políticas que hemos vivido con todos sus errores, y para que cada argentino sepa que el puesto que ocupa en la administración del Estado o en su gobierno es un puesto de lucha y de combate, en él que el está poniendo diariamente un poco de su personalidad para hacer más grande y más digna a ésta nuestra querida patria. ................ |
1946-08-18 | En el homenaje al ministro de trabajo, José Maria Freyre | Es con honda satisfacción que llego hasta esta reunión de compañeros para festejar al camarada Freyre que, por sus méritos, ha llegado a ser el primer Ministro de Trabajo en la República Argentina, ocupando la Secretaría de Trabajo y Previsión, fundada por nosotros con la noble finalidad de defender los intereses de los trabajadores, abandonados durante largos años a sus propias posibilidades.
Hemos deseado -y así lo prometimos- que el primer Secretario de Trabajo fuera un auténtico obrero, que dejara el taller para ir a esa elevada posición. Y en esto, señores, hemos cumplido como seguiremos cumpliendo en todo lo que tienda a ser la felicidad y la grandeza de la Nación y a asegurar la justicia a que cada uno de los ciudadanos tiene derecho.
Reuniones de camaradería como la presente confortan el espíritu de los hombres de trabajo y animan a los funcionarios del Estado para seguir luchando por la causa de la clase laboriosa, que es la verdadera causa de la Nación.
No es un secreto para nadie, que nuestro gobierno representa, por primera vez en la historia, los intereses del verdadero pueblo. Con ese concepto hemos de seguir ejercitando el gobierno para dar a cada uno de los ciudadanos el lugar que le corresponde sin privilegios y sin tener en cuenta otra cosa que sus méritos personales.
Sabemos que queda mucho por hacer en el orden social. Sabemos también que existen todavía verdaderos focos antisociales y hemos de seguir bregando para eliminarlos a fin de que la justicia social sea en nuestro país como un espejo en el que puedan mirarse todos los demás trabajadores del mundo. Así tendremos la satisfacción y el honor de decir que esta obra ha sido realizada en la República Argentina por los propios trabajadores y por un gobierno que los representa.
Ya tenemos a los trabajadores en el gobierno, en la legislación del Estado y al frente de las grandes agrupaciones del país. Necesitamos que en el porvenir esas grandes agrupaciones se mantengan unidas y solidarias con su propia obra; que no haya nadie que deserte del movimiento, porque el que lo haga será un traidor a la clase trabajadora.
La tarea de los trabajadores argentinos comporta una grave responsabilidad histórica en este momento. La unión de ellos debe ser indisoluble. Nadie debe desertar en esta hora, que puede ser trágica para todos. Cada uno, codo con codo, corazón con corazón, a luchar por la causa del pueblo.
Yo estoy absolutamente persuadido de que ello ha de suceder en los días que vienen. Cada uno de nosotros debe poner todo de su parte para convencer a los camaradas, para reafirmar la organización obrera porque, siendo este un gobierno que defiende a la masa laboriosa, necesita tener a los trabajadores unidos y solidarios en su propia organización. No deben desviarse; deben seguir siendo gremialistas en los sindicatos, con la única preocupación de luchar por la defensa de sus ideales.
Se muy bien cuales son las calidades del sindicato de los trabajadores del vidrio. Lo he visto crecer y marchar sabiamente conducido por sus dirigentes; conozco la solidaridad de ustedes y no ignoro que los éxitos alcanzados por esta magnífica organización se deben al cumplimiento estricto de los principios que se acaban de enunciar y que yo quisiera ver profundamente arraigados y vividos en todos los sindicatos argentinos.
Quiero terminar con una invocación a los trabajadores de la patria. Ella es que recuerden las palabras que tantas veces he repetido en los días duros de nuestra lucha: unidos venceremos. Que por sobre todas las banderías que puedan existir haya una que sea común: trabajadores argentinos, uníos para asegurar el destino de la patria. ...................... |
1946-08-29 | En la casa central de la Administración Nacional del Agua | Llego a esta casa impelido por un entusiasmo extraordinario. Este organismo, bien manejado, puede llevar rápidamente a todo el país un beneficio que pocos aprecian en su verdadera extensión e intensidad. La mitad de la República está prácticamente desierta y podemos afirmar que la causa de la existencia de esas zonas desérticas se debe exclusivamente a la falta de agua.
He puesto a su frente a un hombre que es pioneer de esta idea: el ingeniero Zuleta, que ha recorrido varias veces la República para estudiar cada lugar. No hay ningún rincón donde él no haya llegado para estudiar los problemas fundamentales relativos a la provisión de agua para el consumo y el riego; y al designar por propuesta del Ministerio de Obras Públicas, al ingeniero Zuleta, he querido dar impulso a la Administración Nacional del Agua.
Nuestro sueño es ver la República cubierta por una red de canales que hagan fértiles esas tierras, que en potencia encierran una riqueza extraordinaria. Nuestro sueño es ver levantados 30 ó 40 diques que almacenen y distribuyan el agua de la República que hoy se pierde en casi un 85 por ciento. Queremos que no solamente la lluvia sea el fertilizante, sino el complemento del ingenio, la inteligencia y la perseverancia humanas. Nuestro sueño es concluir rápidamente una Argentina que produzca cinco veces lo que está produciendo.
Por eso tiene hoy la A.N.D.A. dentro de nuestro país, un objetivo y una tarea que cumplir, que bien pueden ser objeto del merecimiento de varios monumentos por quienes pueden recibir esta obra en beneficio, para mayor felicidad de los argentinos.
Esperamos que esta repartición del Estado sea con los años, por su acción, benemérita para el país, y que cada uno de los hombres que la componen haga un esfuerzo para que el éxito corone la labor importante que realiza.
La revolución piensa que los organismos del Estado y sus funcionarios, desde el más encumbrado hasta el más modesto, tienen su misión. No queremos que los organismos sean de propiedad de quienes los dirigen. Cada uno tiene dentro de este organismo su responsabilidad, grande o pequeña, pero responsabilidad al fin.
Por eso me es placentero observar que el ingeniero Zuleta, comienza alentando a todos los empleados y obreros de la repartición, llamándolos "compañeros de trabajo".
Eso es lo que la revolución quiere: que desde el presidente de la República hasta el último aprendiz de la última repartición sean "compañeros de trabajo". Por eso estamos empeñados todos en una sola y grande aspiración: la de trabajar en la medida de nuestras fuerzas y de nuestra capacidad, para ir construyendo con el esfuerzo diario, con la perseverancia, con la inteligencia que Dios nos haya dotado, para ir subiendo un escalón más en el camino de gloria y de grandeza de nuestra Patria, que es la más grande aspiración de todo ciudadano bien nacido.
Por eso, si la revolución carga desde el funcionario encumbrado hasta el modesto obrero con una responsabilidad, quiere también retribuir proporcionalmente a sus méritos, y que el obrero esté también compensado en razón de sus necesidades y su esfuerzo.
Espero que el personal de A.N.D.A., como todo el personal de la Administración del Estado, pueda decir un día próximo: tenemos en el país el mejor patrón. Y que pueda también el Estado, empeñado en mejorar la situación de los habitantes y elevar su estándar de vida, decir a los demás patrones: yo predico con el ejemplo. Y que los patrones de empresas particulares puedan ir tratando de imitar al Estado en la elevación de la cultura social de las masas, en la dignificación del trabajo y en la humanización del capital.
Antes de llegar a esta casa conversé con el señor Ministro de Obras Públicas sobre la situación del personal, pensando que tendría que pedirle algunas mejoras en nombre de los trabajadores, pero el señor general se adelantó diciéndome: "Ese problema ya lo tengo resuelto".
Hoy, como antes, he comprobado que en la tarea de mejorar a los humildes, el general Pistarini ha sido el más eficaz colaborador, y un hombre que con sus ideas humanas y de justicia social se adelantó aún a mi propia concepción.
El señor general Pistarini, en la administración del Estado, ha sido el iniciador del salario familiar. Y me hago un deber en hacerlo presente porque los que han interpretado y han penetrado profundamente en la ideología de nuestra revolución y en sus ansias de colmar la justicia social, beneficiando al mayor número de hombres humildes, deben ser conocidos por los trabajadores argentinos A esta altura de su discurso, el presidente de la República cambió breves palabras con el ministro de Obras Públicas y agregó: El señor general quiere que para el 21 de setiembre, día de la primavera, los trabajadores de la Administración Nacional del Agua y todo el personal del Ministerio de Obras Públicas, tengan el salario mínimo de 200 pesos; que el trabajo de la Repartición sea mensualizado y, además, que se establezcan en las escalas topes superiores a los actuales; que se racionalicen todos los jornales, para que ninguna persona, por incidentes o accidentes fortuitos, lluvia etc., se le prive de su trabajo o por lo menos el fruto de su esfuerzo, ya que según propias palabras del señor Ministro, "llueva o no llueva, la familia come siempre..." Quiero terminar esta conversación con una exhortación a todos los funcionarios, empleados y obreros de la A.N.D.A., recordándoles que nuestra ideología, impone a cada uno de los hombres el máximo de rendimiento para conseguir el mejor provecho para el Estado. Que cada uno de ustedes se compenetre de su responsabilidad y trabaje para elevar el concepto de la repartición; que cada uno ame la repartición, que los que la dirigen han de hacer lo posible para defender a sus obreros, empleados y funcionarios. Que esa función del Estado la vayamos elevando diariamente para que también elevemos el concepto que la población tiene del empleado u operario público. Que trabajemos incansablemente para que podamos levantar 30 ó 40 diques, y ver surcadas en todas las direcciones por canales que las fertilicen, las tierras de la patria.
Y porque cada uno de ellos, en la esfera de su acción, sea el verdadero funcionario de la Nación, cualquiera sea la categoría en que se desempeñe. ................................................ |
1946-10-02 | Mensaje radial sobre el envío de trigo a Brasil | Los anhelos e inquietudes de los países americanos siempre han encontrado ecos fraternales en el corazón de los argentinos. Por eso los anhelos del pueblo brasileño en el momento presente son compartidos por el pueblo y el gobierno argentinos. Uno y otro están contestes en acudir en ayuda del pueblo hermano, sea cual fuere el sacrificio que para ello fuere necesario.
El clamor mundial en demanda de alimentos, en especial carne y trigo, pesa gravemente sobre nuestras decisiones. El deseo de acudir a todas partes en la medida que satisfaciera nuestra generosidad, se ve neutralizado por las dificultades casi insuperables de la pérdida del 40 por ciento de la cosecha, debido a las dificultades del transporte a puerto por escasez de vagones y falta de neumáticos para nuestros automotores. Esta circunstancia ha atenuado la pródiga disposición de nuestro ánimo. A pesar de ello, hemos acudido en la medida de lo posible y sin pensar en interés comercial de ninguna naturaleza. Desde la donación a la U.N.R.R.A. hasta el envío de trigo a nuevos mercados, la Argentina ha estado siempre presente en todas partes donde se haya reclamado su ayuda, venciendo innumerables dificultados. Todas las medidas de gobierno que convenía aplicar han sido establecidas con el fin de contar con la máxima cantidad posible de cereal.
Brasil ha tenido siempre trato preferente; dimos cuanto pudimos y luego, en la angustia de un stock reducido, destacamos la misión comercial argentina para que llevara el reflejo de esa realidad y cimentara sobre base firme el futuro intercambio entre ambos países, de modo que en lo sucesivo no pueda existir entorpecimiento alguno.
Ese es el panorama actual del trigo argentino. Reiteradamente hemos expuesto esta situación a la representación diplomática del Brasil, que habrá indudablemente ratificado nuestra misión especial. Pero ese panorama real debe ser superado cuando las necesidades angustiosas de un pueblo hermano reclaman insistentemente una solución. Por eso he querido que esta audición llegue al pueblo brasileño y que también sea escuchada en todos los ámbitos de la Nación Argentina. Mi país jamás ha sido ajeno a los sentimientos de confraternidad y muchas veces ha sabido sacrificar sus propias necesidades para acudir presuroso en auxilio de sus amigos. Hoy, y en este sentido me dirijo a mi pueblo, debe dar prueba de esos sentimientos de fraternidad internacional y estar dispuesto a sacrificar algo de sí mismo para que en esa forma pueda repartirlo con sus hermanos, quienes apreciarán en esa noble actitud, una vez más, la unión indestructible de las naciones de América. En esa inteligencia, apreciando, como representante de un pueblo de trabajo, cuán grande es su espíritu de solidaridad humana, descuento el éxito de esta exhortación en la seguridad de que lograremos, ahorrando de nuestro pan, el trigo para nuestros hermanos brasileños.
No soy gobernante de promesas vanas, conozco a mi pueblo y sé como ha de responder a esta invocación, por lo que puedo asegurar al gobierno y al pueblo brasileños que la Argentina satisfará, dentro del plazo angustioso del pedido efectuado, los envíos de cereal al Brasil. En ese sentido hago presente al gobierno y al pueblo brasileño que he arbitrado las disposiciones pertinentes para que de inmediato y apelando aún a las reservas que, como he expresado, estaban dedicadas a nuestras necesidades, se remitan las partidas de cereal que sea posible reunir.
No citaré cifras ni aseguraré el monto de los envíos, pero quiero que el pueblo y el gobierno brasileño tengan la absoluta seguridad de que la Argentina satisfará sus necesidades del momento, sin que para ello reflexione sobre conveniencias de intercambio comercial ni sobre productos que nuestro país necesite importar del país hermano; porque nuestro pueblo sabe y sabrá siempre valorar que la amistad de las naciones es un hecho superior a las conveniencias comerciales.
En esa certeza, que importa una seguridad para el pueblo brasileño y una invocación al pueblo argentino, cuyo sacrificio, si es necesario, reclamo, cierro esta audición con un cordial saludo que como presidente de todos los argentinos trasmito al gobierno y al pueblo de la nación hermana. ................... |
1946-10-09 | En el momento de firmarse convenios de trabajo para la industria sombrerera. | Una vez más tengo el placer de llegar hasta aquí para asistir a la firma de un convenio, recordando los días tan felices para mí en que era secretario de Trabajo y Previsión, cuando desde esta casa pudimos instaurar los primeros rudimentos de la justicia social que a través del tiempo ha seguido desarrollándose de acuerdo a un plan perfectamente preestablecido. Y en este sentido quiero hablar, aunque sea brevemente acerca de los planes que el Gobierno está decidido a llevar adelante.
En primer término voy a destacar que nuestro gobierno tiene un fundamento obrero. Es la primera vez en la República que el gobierno tiene esta característica. Estamos cumpliendo el mandato de las masas trabajadoras que nos han elegido para llevar adelante un gobierno que asegure la justicia social dentro de la sociedad argentina.
En este sentido vamos a analizar la obra de gobierno en sus aspectos social, económico y político. Desde el punto de vista social, para abarcar lo que nuestro gobierno desea bastaría remitirnos al plan de la Secretaría de Trabajo y Previsión trazado hace más de tres años, plan que toma la organización integral del trabajo y la organización de la previsión social. Ese plan, que se ha venido cumpliendo y que ya lo está en un cincuenta por ciento, ha sido incorporado al plan quinquenal del gobierno para que en estos cinco años que restan se cumplan integralmente.
Con relación al aspecto social sería largo referir cuanto se ha hecho en ese sentido, y dejo confiada a ustedes, los trabajadores, la apreciación de lo realizado. En el aspecto económico estamos estructurando un plan que permita el mejor aprovechamiento de la riqueza argentina, para que los beneficios que se obtengan puedan distribuirse entre los catorce millones de habitantes y no entre cuatro o cinco consorcios capitalistas.
A este fin, el gobierno ha tomado a su cargo los aspectos social y económico, al contrario de lo que sucedía antes, cuando sólo tenía la dirección de la faz política. Es indudable que los grandes consorcios van a criticar, y que ya lo están haciendo. Es lógico que ello suceda porque anteriormente ocurría lo contrario y hoy, paulatinamente, vamos organizando el aspecto económico a fin de que la riqueza no sea extraída del país para ser girada a las casas centrales o matrices en el exterior. El gobierno está empeñado en que el producto de esa riqueza, que suma miles de millones de pesos, no sea remitido al extranjero sino que sea obtenido por el gobierno y distribuido en forma que beneficie a todos, en general.
Para aclarar mejor estos conceptos voy a mencionar breves ejemplos. Los cereales que produce nuestro país han sido negociados este año por el gobierno, en vez de serlo por los grandes trusts acaparadores de nuestras cosechas. De esta manera, solamente en el lino hemos ganado 785 millones de pesos, suma que en otras épocas hubiera ido a la casa matriz de aquellos, fuera del país. En cambio, el gobierno ha procedido a distribuir tal monto subvencionando los artículos de primera necesidad.
Hace poco tuve oportunidad de informarme de un estudio realizado acerca del precio del pan en los países donde todavía se come pan. Comparando los precios del alimento en esos países he observado que el precio del kilo oscila entre uno y ocho pesos, mientras nosotros podemos entregar el mismo trigo a los molineros argentinos, subvencionándolo el Estado, en forma de asegurar que el pan de cualquier tipo tenga un precio inferior a cincuenta centavos. De esta manera distribuimos la ganancia obtenida en un artículo para subvencionar a otro, y es así como el precio del pan, si no estuviera subvencionado, subiría a más de un peso veinte. Igual cosa sucede con el aceite comestible; cuyo valor normal es de $2,07 el litro, pudiéndolo nosotros adquirir a 85 centavos merced a la subvención a que me he referido. Podría citar numerosos artículos más que se mantienen a bajo precio gracias a ese mismo procedimiento, lográndose así que los artículos que producimos podamos pagarlos a precios menores.
Durante casi veinte años hemos pagado más cara la carne en Buenos Aires, que lo que se abonaba en Inglaterra por la mejor que le exportábamos de aquí. Ese fenómeno no ha de producirse más. Nosotros debemos comer nuestra mejor carne a precios inferiores a los que pagan en Inglaterra.
Señores: con esto quiero evidenciar que, tanto en lo social como en lo político, el gobierno tiene el objetivo perfectamente determinado. Desea cambiar el panorama de la Nación que trabajaba, producía y se sacrificaba para favorecer a cuatro o cinco consorcios capitalistas que se alzaban con el producto de la riqueza elaborada por todos los argentinos. El gobierno quiere cambiar ese panorama y hacer que esa riqueza nuestra no vaya a las cajas privilegiadas de aquellos consorcios sino al bolsillo de los 14 millones de argentinos.
En lo político está sucediendo exactamente lo mismo. No estoy decidido a hacer la política de los empleos, ni de las pequeñas cosas. El gobierno que encara la política así retrotraería al país a una etapa que nosotros no deseamos ver reproducida nuevamente. Anhelamos solucionar los problemas con medidas de gobierno de fondo. Por eso no estamos haciendo la pequeña política de comité, de corrillo o de caudillejos; estamos haciendo y tratamos de hacer obra de gobierno.
Para que los argentinos puedan vivir mejor hay que aumentar la riqueza del Estado, y ello se obtiene aumentando la producción, la industrialización y la comercialización.
Por eso, a pesar de que todos los días llegan hasta mí jóvenes que se dedican a la actividad política de pequeñez a que me he referido, entiendo que ellos no tienen, dentro de nuestro régimen político, la preponderancia que poseían antes. Ya lo he dicho y lo repito: estamos trabajando para las masas de obreros argentinos, y mi partido político son esas mismas masas obreras. Por ellas estamos nosotros en el gobierno y para ellas estamos trabajando desde el gobierno. Siendo así, se imaginarán ustedes que al lanzar, como lo vamos a hacer dentro de poco, el Plan Quinquenal, que representa cinco años de trabajo para la Nación, no pensamos en elecciones ni en ninguna cuestión subalterna a la función de gobierno; pensamos en la prosperidad del país, en el bien y en la justicia distributiva para todos sus habitantes.
Poco a poco hemos ido realizando la obra social con el mejoramiento del trabajo, del descanso, de los salarios, de la organización del trabajo y de la producción. Pero es indudable que debe existir un natural equilibrio entre la riqueza y lo que se puede obtener como beneficio directo de esa riqueza. Si nosotros dejáramos de producir o eleváramos bruscamente los salarios y las condiciones del estándar de vida, es probable que se produjera un desequilibrio que perjudicaría a todos por igual. Seguimos dentro, del régimen actual, mejorando paulatinamente las condiciones de trabajo, de salario y de descanso de la clase trabajadora, pero para llegar al máximun de elevación de ese estándar de vida y de mejoras en los salarios, condiciones de trabajo y descanso, no debemos especular sobre la riqueza alcanzada; debemos organizar, metódica y racionalmente, esa riqueza, para duplicarla, si es posible, porque duplicándola también duplicaremos el bienestar y las condiciones de vida de los habitantes del país. A eso tiende el Plan Quinquenal, que es un plan de organización, de aumento de la producción y de la riqueza de la Nación.
Señores: debo dejarlos porque tengo que asistir de inmediato a otro acto de trabajadores, como ustedes. He tenido un gran placer al poder tomar contacto con los obreros de la industria del sombrero. Pero, antes de terminar, deseo repetirles un consejo. Les he dicho, lo sostengo y sostendré, que no tengo otro partido político que no sean los sindicatos obreros. Y lo hago sintiéndome un compañero más de los trabajadores de mi Patria. No sabemos lo que el porvenir puede depararnos; estamos trabajando por un porvenir mejor, pero es necesario tener siempre un reaseguro que nos haga sentir fuertes y nos indique en forma absoluta que hemos de triunfar en esta tarea en que estamos empeñados. Cualesquiera sean las circunstancias que nos depare el porvenir, tan solo de una manera vamos a salvar los derechos de la justicia para la clase trabajadora: con sindicatos fuertes y unidos. El porvenir y el bienestar de los trabajadores, solamente ellos mismos pueden asegurárselo. Y nadie se haga ilusiones de que los que no son trabajadores pueden empeñarse en mejorar las condiciones de vida de los mismos.
Por eso es que yo me atrevo a aconsejarles que mantengan los sindicatos fuertes y unidos; que la defensa de los intereses gremiales será, dentro de los sindicatos, superior a cualquiera otra consideración. La razón de ser de un sindicato es una sola: unirse todos para defender los intereses de todos. Si los sindicatos se dedican a otras cuestiones que no sean las de defensa gremial, va a suceder lo que ocurre a menudo con las cosas que se disponen para dos usos: cumplen mal o no cumplen ninguna de sus funciones. Tal el caso del sofá-cama, en que uno se sienta mal y duerme peor.
Por estas razones es que critico y seguiré criticando a los que quieren introducir la política dentro de los sindicatos. Porque la política es para los comités políticos. Cuando entra en un sindicato comienza por producir recelos, luego discusiones y finalmente antagonismos entre los compañeros, que terminan luchando entre sí. Es el edificio que comienza a agrietarse, que después se abre y que finaliza derrumbándose.
Cualquiera sea la situación del futuro, si los trabajadores permanecen unidos serán fuertes, porque esa unión les proporcionará la fortaleza. Los males que han debido soportar en el pasado los trabajadores argentinos radican, precisamente, en la disociación gremial. Los intereses patronales, infiltrándose, los debilitaban y los mantenían en tal estado para que no pudieran ser fuertes, llegando a ser, de tal manera, juguetes de propósitos extraños. Eso debe servirles de ejemplo. Hoy, el Estado no persigue a los sindicatos ni a sus dirigentes, sino, por el contrario, les ayuda. Si la agrupación del siglo pasado fue el comité, la agrupación futura será la de los sindicatos obreros.
Les agradezco extraordinariamente, una vez más, la oportunidad que me han brindado, y antes de despedirme para concurrir al Congreso Portuario voy a tener el placer de firmar este convenio, para luego retirarme y poder así cumplir con esa otra obligación que tengo con otros trabajadores.
Este convenio que hoy favorece a los sombrereros, espero verlo pronto extendido a los tintoreros y obreros de lavanderos de esta industria. En este sentido ya he conversado con el Secretario de Trabajo y Previsión, y él ha tomado las medidas conducentes al logro de los fines que les acabo de enunciar.
Reciban finalmente mi saludo, en la seguridad de que seguiré siendo, en todo momento, un compañero más de los trabajadores. ........................................ |
1946-10-11 | En la firma del convenio colectivo de la industria del calzado | Es auspicioso llegar hasta aquí para tener la oportunidad de escuchar lo que se acaba de decir. Se ha hablado con fundamento de posibilidades y de peligros; sin embargo, podríamos asegurar que mientras subsisten las posibilidades, cada día van desapareciendo los peligros. Más aún si nos remontamos a aquellos días de lucha sostenida desde esta casa, frente a la incomprensión de muchos, al egoísmo de otros y a la mala fe de algunos. Desde entonces a la fecha han sucedido hechos que han ido persuadiendo a la gente, de una u otra esfera, de la necesidad de establecer un perfecto equilibrio entre las fuerzas que laboran la grandeza del Estado. Es necesario comprender la conveniencia de discriminar. Se ha hablado, por ejemplo, de capitalismo, pero no se puede acusar despectivamente de capitalismo a las fuerzas de la Nación que impulsan el desarrollo de su riqueza. Una cosa es el capitalismo trustificado que trabaja para exprimir la riqueza del país, sin considerar que al hacerlo exprime también a los hombres como a las máquinas, a las materias primas y todo otro elemento que pueda jugar dentro de ese enorme ciclo que constituye la economía. Una cosa es ese capitalismo y otra es el patrimonio de los hombres que han elaborado una fuerza que les ha permitido montar una empresa para beneficio de la Argentina, patrimonio que es parte de la riqueza nacional y como tal debe ser respetable y respetado.
El Estado debe combatir a ese tipo de capitalismo explotador, y, en cambio, debe proteger a las fuerzas patrimoniales de la riqueza nacional. El distingo es necesario establecerlo porque estas últimas son fuerzas del bien y aquel otro es una fuerza del mal. Buscamos desde el gobierno llegar a un perfecto equilibrio protegiendo nuestras fuerzas de la producción, de la industria y del comercio, honestos y argentinos, y combatir sin tregua al capitalismo internacional, a la explotación, a la inhumanización del capital trustificado. Procediendo así buscamos las defensas de los factores que crean bienestar y riqueza, y combatimos a los que provocan pobreza, a los que representan la explotación del hombre por el hombre, y, en último análisis, miseria, sacrificio y dolor.
Se mire nuestro gobierno desde cualquier ángulo que se lo enfoque, se percibe fácilmente su finalidad. En el orden social hemos instaurado un nuevo régimen que tiende a organizar el trabajo y a producir riqueza, porque el trabajo que no produce riqueza sino miseria y dolor y la riqueza que no es factor de felicidad y de bienestar, deben ser barridos de la sociedad moderna.
Hablando con toda franqueza, cuando hace casi tres años nos hicimos cargo de la Secretaría de Trabajo y Previsión, en reemplazo del antiguo Departamento Nacional del Trabajo, consideramos que la construcción social de la Nación debía tener dos ciclos: el ciclo revolucionario y el ciclo evolutivo y creador. ¿En qué consistió el ciclo revolucionario de la justicia social? En ponernos al día con las necesidades, aumentar los salarios hasta el límite vital mínimo y partir desde allí para retribuir los beneficios en forma proporcional a la capacidad de la mano de obra y al sacrificio que el trabajo representa por sí mismo. Era indispensable cumplir esa etapa en este país donde había sectores obreros que ganaban $0,20 por día y otros que cobraban $15 por mes; donde había obreros que trabajaban en lugares insalubres y donde la dignidad del trabajo no era respetada, porque no sólo de pan se vive; donde el descanso que se acordaba a la máquina no se le acordaba al hombre. Es decir, existía la necesidad de ponerse al día con los obreros.
Afortunadamente, esa etapa se ha cumplido sin perjudicar mayormente a las fuerzas productoras, industriales y comerciales. Después de estos dos años y medio tenemos a la masa obrera conforme con las conquistas obtenidas. Y las fuerzas productoras no han sido perjudicadas en sus ganancias ni en el año 1944, ni en el 45, ni en el 46. Si están conformes los obreros, y las fuerzas productoras, industriales y comerciales, han ganado más, hemos realizado un milagro dentro de esta justicia social que estamos asentando en el país para formar una fuerza indestructible que llamaremos la conciencia social de los argentinos.
Ahora viene la segunda etapa, la etapa evolutiva y de construcción, porque si siguiéramos el eterno devenir social en el que es preciso sacarle al que tiene para darle al que no tiene, y si ese fuese el ciclo de nuestro gobierno, yo sé en que terminaría, en el derrumbe económico de la Nación, en cuyo caso todos las conquistas obtenidas se vendrían abajo como un castillo de naipes, porque no es posible repartir nuevos beneficios sin construir nuevas riquezas.
Es indispensable que el gobierno considere el problema y se ponga a trabajar para resolverlo. Sería inútil que desde la Casa Rosada siguiera yo firmando decretos, o el Congreso sancionando leyes con los que se dieran nuevas mejoras a los trabajadores, si no fuéramos capaces de producir la riqueza a repartirse justicieramente entre los argentinos.
Por ahora mi preocupación es crear esa riqueza. La Argentina es un país que solamente explota un millón de sus tres millones de kilómetros cuadrados, y de la enorme riqueza que puede producir extraemos apenas el 20%. Pretendo que mediante una planificación, lo más racional y perfecta posible, extraigamos el 50% de las posibilidades productivas del país, para que de ese nuevo 30% repartamos justicieramente entre los 14 millones de habitantes lo que cada uno pueda recibir proporcionalmente a sus méritos personales y a su capacidad. Seguir exprimiendo a la producción, a la industria o al comercio sin darles posibilidades de reproducir la riqueza, sería, a corto o largo plazo, matar la gallina de los huevos de oro. El Estado tiene tanta obligación de asegurar el bienestar de los que trabajan como de asegurar el aumento de la riqueza de la Nación. Dentro de ese plan y con estas ideas es que lanzaremos el plan de cinco años destinado a explotar la riqueza argentina en un 30% más que en la actualidad. Son cinco años de trabajo durante los cuales reemplazaremos la mística de la política por la mística del trabajo, pero del trabajo para todos, hasta establecer en este país la verdadera regla de la justicia social. Sólo puede ser feliz y progresar el que produce y se hundirá fatalmente en el futuro quien consuma sin producir. Esto y no otra cosa es lo que el gobierno ha enfocado.
Yo no he sido llevado al gobierno para hacer pequeña política sino para desarrollar la única política que el Estado tiene derecho a exigir a sus funcionarios; la de trabajar honestamente y realizar buen gobierno, aún cuando el buen gobierno no le agrade a la pequeña política. No es el gobierno, ni ha sido nunca, una cuestión difícil; es más bien una cuestión de honradez, y el que lo acepta debe trabajar todo el día; porque la humanidad no produce genios que en dos horas rindan lo que otros consiguen trabajando catorce. Es necesario que el que acepta la carga pública trabaje las catorce horas, y no ha de tardar mucho el tiempo en que el funcionario que quiera estar con nosotros tendrá que estar desde las 7 de la mañana a las 21, por la simple razón de que, si exigimos a la Nación, debemos empezar por dar el ejemplo trabajando más que todo el resto del país.
Esto pues, en cuanto se refiere al orden social, a fin de que a cada argentino pueda corresponderle una parte de la riqueza de la Nación, una parte de la felicidad a que todos tienen derecho. En este sentido el gobierno ha adoptado todas las medidas. El aspecto social debe cimentarse en lo económico, porque no se puede, en la sociedad moderna, dividir el primero del segundo, puesto que son dos fuerzas que se complementan y compenetran. Sin bases económicas no puede existir bienestar social. Y si no bastaría ver lo que sucede en otros países que no pueden compararse al nuestro en el aspecto social porque carecen de la riqueza necesaria para crear un estándar de vida y de felicidad para sus pueblos. Hace pocos días, en la Conferencia Internacional del Trabajo, reunida en Montreal, la Argentina ha podido mostrar un panorama maravilloso por la compenetración y comprensión de nuestros hombres, porque ni los representantes obreros de otros países fueron tan avanzados como los representantes patronales de nuestro país en el orden de la justicia social. Es decir, que los representantes de nuestros patrones resultaron más obreros que los representantes obreros de otros países. Este fenómeno obedece a dos razones: primera, que existe aquí una conciencia social, y segunda, que la riqueza de la República Argentina da para todos.
Pero, señores, si estas reglas de equilibrio económico social son fáciles de enunciar, son extremadamente difíciles de cumplir. Es fácil decir que hay que crear riqueza, que hay que crear trabajo, pero hace 130 años que estamos empeñados en eso y todavía no lo hemos realizado. ¿Por qué es difícil? Por dos motivos: primero, hemos sufrido muchos teóricos y hemos tenido pocos realizadores, y segundo, porque los intereses ya establecidos en la sociedad crean una verdadera guerra entre las fuerzas existentes. Para poder conseguir la creación de la riqueza es menester desmontar los organismos que hoy la explotan en beneficio propio y no de sus semejantes. Este y no otro es el panorama argentino. Los gobiernos anteriores, tan bien inspirados como nosotros -porque es justo no apreciar a los demás como inferiores, moral ni materialmente- quizá hayan tenido la buena intención, pero chocaron con fuerzas de un poder extraordinario que no pudieron vencer.
Anteriormente, el que se sentaba en el tan mentado sillón de Rivadavia gobernaba el país, pero lo gobernaba políticamente, vale decir, que podía nombrar los funcionarios y accionar sobre los comités políticos; pero, en realidad, el gobierno económico y social se hallaba en manos de los grandes consorcios capitalistas, y cuando el presidente quería imponer su política social o económica, en beneficio de la Nación, esos consorcios le cortaban el crédito, el Estado se atrasaba en tres o cuatro meses en el pago de la administración, hasta que tenía que decir: "Vean, mis amigos: me entrego". Nosotros tenemos el gobierno político, económico y social de la Nación, porque hemos combatido para conseguirlo. ¿No libramos desde acá batallas que son memorables? ¿No estuvimos a punto de perder hasta la cabeza? La providencia nos ha salvado, sin descontar que alguna vez, también, hemos ayudado a la providencia. ¿En qué consistió esa lucha? Simplemente en desmontar, mediante una verdadera guerra, al capitalismo espurio que se había encaramado en el gobierno bajo forma de una oligarquía que todos conocemos.
La oligarquía está compuesta por dos clases de hombres: los que desde los grandes buffets internacionales manejan a los otros, que son los que con el nombre de funcionarios se hallan al frente del gobierno. Al decir oligarquía nos referimos a los grandes financistas que han dominado al país, porque el dueño de una fábrica que trabaja y la hace producir no constituye un peligro para el Estado, sino que el peligro lo constituyen, precisamente, los grandes consorcios. Hoy los verdaderos productores, industriales y comerciantes, han comprendido la realidad, y estamos en guerra solamente con esos reductos de la oligarquía, con los que pagan y con los que gobernaban pagados por ellos; pero, afortunadamente, estamos venciendo a esas fuerzas del mal dentro de la economía argentina. Ellos publican todos los días en esos diarios, que se llaman "prensa seria", artículos que todos sabemos quien los hace y quien los paga. Esas fuerzas de la oligarquía se hallan en plena retirada, pero a nosotros no nos satisface la retirada y solamente habremos de dejar de perseguirlos cuando los hayamos aniquilado y definitivamente.
Esas mismas fuerzas eran las que compraban al chacarero a seis pesos la cosecha en el rastrojo, o al frutero a precios insignificantes su fruta en los árboles, y vendían con beneficios cuyo total en el año puede calcularse en 2500 millones de pesos, que iban a engrosar las arcas de sus casas matrices en el extranjero. Ahora es el gobierno el que hace ese negocio; y esos 2500 millones los repartiremos mediante la obra que realizaremos con el plan quinquenal y subvencionando la alimentación y el mantenimiento de la salud del pueblo argentino.
Antes, cuando no sabían a donde íbamos, nos decían nazis y fascistas, o comunistas; ahora, como ya saben a dónde vamos, dicen que estamos realizando economía dirigida. Y es cierto: economía dirigida a derrotarlos a ellos. Es esta, también, una manera indirecta de llamarnos fascistas o nazis, porque los que inventaron la economía dirigida fueron los fascistas y los nacional-socialistas. Les explicaré en qué consistía la economía dirigida. Dirigir la economía es reemplazar el precio económico por un precio político, fijado por el Estado. El precio económico obedece a la ley de la oferta y la demanda; es decir, es un mercado libre de compra y venta, donde el que ofrece un artículo reclama un precio, y si aumenta el número de adquirentes, el precio sube, mientras que si disminuyen los compradores, el precio baja. Es la ley normal de la oferta y la demanda, que establece lo que en economía política se llama el precio económico.
La economía dirigida fija determinativamente un precio que no obedece a la oferta y a la demanda, sino a otra necesidad que el Estado considere indispensable para liberar su economía. Economía dirigida, pues, es la fijación de un precio político. Nosotros no fijamos ningún precio, dejamos que el libre juego de la oferta y la demanda lo establezca, pero, cuando se ha fijado el precio, no permitimos que compre el acaparador, sino que el comprador es el Estado, y en lugar de ser el primero quien venda, lo que ha comprado, a diez veces más de su valor, nosotros lo vendemos, como sucede con el aceite y el pan, al tercio de su valor para favorecer a la población.
De manera que el que afirma que esto es economía dirigida, o es un malvado o un ignorante, o ambas cosas a la vez. Lo que el gobierno tiene que hacer es no permitir que grupos de privilegiados se beneficien con mil millones de pesos que son del Estado, que son de la Nación, procurando que esa suma se reparta entre los 14 millones de argentinos. Eso no es economía dirigida. Eso es gobierno y administración de la riqueza.
En el aspecto político pasa lo mismo. Lo que realizamos es de una simplicidad extraordinaria, pues queremos que el gobierno esté en manos de gente que lo ejerza de buena fe, y que se beneficien todos, y no esos directores que representan a los que están detrás de la cortina donde se ocultan los verdaderos enemigos de la economía argentina. Esto es lo que el gobierno quiere y que está decidido a realizar: aumentar la riqueza y repartirla justicieramente; ir aumentando cada día la riqueza argentina por la explotación de ese ubérrimo suelo que Dios nos ha dado. Ayudarnos los unos a los otros, y no luchar los unos contra los otros; ir estableciendo un perfecto equilibrio donde para ganar el pan no sea necesario pelear sino trabajar, y que todo el que trabaje pueda disfrutar de la felicidad que su labor le produce y no sentir la amargura de sentirse sacrificado. Busquemos en esa forma la felicidad, porque la lucha destruye y el trabajo y la concordia construyen. El problema de la Argentina es construir y no destruir. Busquemos que, dentro de las realizaciones que tenemos planeadas, cada argentino haga lo que deba hacer, y que ese plan quinquenal, que por primera vez realizará la Argentina en ciento treinta años de vida política independiente, sea el primer esfuerzo continuado que cada uno de nosotros cumplirá con toda fe y entusiasmo, porque para lograr su realidad todos somos indispensables. No se trata de que todos estemos de acuerdo, pero sí que todos trabajemos y no especulemos con la buena fe de los otros para engañarlos, como hacen algunos dirigentes políticos que nunca han hecho nada más que oponerse sin saber a qué se oponen, malogrando así obras e iniciativas útiles. Atribuyo el que nuestro país haya llegado a esta altura sin haber desarrollado su riqueza, precisamente a la práctica de esa mala fe política.
Señores: me he extendido demasiado, quizá, en esta conversación, pero tengo un espíritu de perseverancia y de lucha que me impulsa a decir las verdades tal cual las siento, para que el país las discuta y todos sepan de qué se trata, ya sea los que nos van a combatir como los que nos van a ayudar. Porque no tengo nada que ocultar. Dentro de breves días entregaré el plan quinquenal a la discusión pública para que todos lo conozcan y lo discutan, y para que vayan sabiendo que, mientras algunos lo discuten nosotros lo vamos a realizar.
Algunos dicen que soy optimista. Tal vez sea cierto, porque de los pesimistas poco se puede esperar cuando tienen que realizar algo. Y en las grandes obras sucede como con el baño frío, en el que hay que entrar de primera intención, porque, si no, se tiene miedo y no se entra. Por eso, señores, por ese optimismo, cuando veo que un gremio obtiene una ventaja yo la celebro como si fuese una conquista propia. Cada vez que en esta casa se celebra un convenio, vengo aquí para compartir la satisfacción de los trabajadores, porque ella representa el logro de una conquista merecida.
Y ahora, para terminar, como siempre, deseo reiterarles mi consejo. En estas cuestiones gremiales tengo cierta experiencia, no porque haya militado largos años en el movimiento sindical, sino porque lo he comprendido y me he compenetrado del mismo. Pues les digo: vale más estar poco tiempo comprendiendo, que mucho sin comprender. A este respecto voy a referir un famoso cuento de la mula del mariscal de Sajonia que, según sus propias palabras, lo acompañó durante cuarenta años, en sus campañas sin haber aprendido nada de estrategia en ese lapso de tiempo. Necesitamos dirigentes que comprendan el verdadero sindicalismo, dirigentes que sepan que en los sindicatos no debe haber nada más que gremialismo, y que cuando entra la política en ellos es como si se colocara una bomba de tiempo que sólo el diablo sabe cuando va a explotar; que esa política dentro del sindicato comienza por separar a los hombres, los lleva a la discusión de ideas, después, que no tienen nada que ver con el sindicato, más adelante les lleva a pelearse y, por último, a odiarse. Y cuando los hombres de un sindicato se odian sucede lo mismo que en un edificio con grietas; se viene abajo. Eso es lo que hay que evitar en los sindicatos. Los que tienen verdadero espíritu sindicalista luchan por las conquistas de su propio gremio, pero no luchan por causas políticas ni extrañas a su organización. Por eso mi consejo a los sindicatos, a quienes nunca he engañado en lo más mínimo, lo concreto en los siguientes términos: hagan sindicalismo puro, manténganse unidos y formen un gremio fuerte. Dios sólo sabe cual es el porvenir. La vida tiene tantas y tan variadas mutaciones; cambia tanto, que no sabemos lo que puede venir; pero si los sindicatos están unidos y fuertes, a base de cariño entre sus hombres, nada tienen que temer los trabajadores argentinos.
He dicho muchas veces que el siglo pasado fue de las organizaciones políticas y que el siglo que viene es de las organizaciones gremiales. Los sindicatos están labrando su porvenir, y ese porvenir será tanto mejor cuando mejor organizados estén y más unidos se encuentren. Ese problema deben pensarlo profundamente todos los trabajadores que tienen responsabilidad en esta hora. Ellos serán los artífices del futuro, pueden conducir al triunfo a la clase trabajadora, o la pueden precipitar en la desgracia. Sabias palabras ha dicho Pontieri, hombre de gran experiencia, que ha comprendido el movimiento sindical, cuando afirmó que si la clase trabajadora, como sucede en este país, comparte el gobierno y la legislación, y sus sindicatos son libres, fuertes y unidos, tiene en sus manos el éxito. De ahora en adelante, ha dicho Pontieri, puede elegir la derrota o el éxito, según como proceda en el futuro. Con unidad y con fortaleza, el triunfo está asegurado; pero si esos dos factores faltan de nada valen conquistas ni brillantes ilusiones, porque pueden derrumbarse de un día para otro. ............................................................................ ................. |
1946-10-30 | En el acto en que fueron puestos en posesión de sus cargos los directores del Instituto de Previsión Social | Es un magnífico espectáculo el que ofrece en estos momentos el local del Instituto Nacional de Previsión Social.
Cuando creamos este organismo de la previsión social, para nosotros hace ya largo tiempo, dada la obra realizada, pusimos grandes esperanzas en la obra que, para bien de la colectividad, había de cumplir con la organización, con el trabajo y con la racionalización de la funciones que el mismo desempeña.
Podemos decir que ninguna de esas aspiraciones ha sido defraudada y que aspiramos a su máximo perfeccionamiento. Por eso al colocar a su frente al doctor Domínguez, profesional de altos conocimientos y de la moral necesaria a esos conocimientos para llevar adelante la obra, nos sentimos halagados por la promesa de ver pronto realizado el mayor perfeccionamiento que deseamos para bien de todos los argentinos que, tarde o temprano, deberá disfrutar de los beneficios que este organismo habrá de acordar.
En estos últimos tiempos, con motivo del Plan Quinquenal, se ha hecho correr la versión de que el Instituto y las Cajas iban a desaparecer. Me ha satisfecho ampliamente que el doctor Domínguez, en su discurso, haya aclarado cuál es el alcance del nuevo seguro social creado en el Plan Quinquenal.
Las Cajas de Jubilaciones, con el Instituto, están destinadas a cubrir el riesgo de la invalidez y la vejez y a colaborar, en la esfera de su acción y en la medida de lo posible, a la solución de otros problemas vinculados a los riesgos sociales. Pero hay muchos riesgos que ni las cajas ni el Instituto pueden cubrir. Buscamos complementar con nuevas medidas la previsión social en su alcance integral, creando coberturas para nuevos riesgos con un seguro integral dentro de la Nación que iguale a todos los hombres en el orden de la solidaridad social, porque de otra manera la economía de los países pasa a ser, en razón de aquel régimen, un simple organismo de economías personales: y nosotros estamos dispuestos e insistir, hasta que entiendan todos los argentinos, que mientras haya un argentino desgraciado los demás tenemos el deber de poner nuestra buena voluntad y nuestra acción para aliviar su desgracia. Aspiramos, no solamente a que termine ese estado de cosas, sino a que paulatinamente podamos ir ampliando las posibilidades de las cajas; y si se hace optativo el acogerse a otros beneficios, es en virtud de que estamos decididos a que cada uno, con amplia libertad individual, elija sus propias conveniencias.
El sistema de unificación del seguro social no puede ser, en manera alguna, excluyente, como tampoco podemos obligar al que quiera asegurarse de otra manera a que no lo haga, porque nuestro régimen constitucional establece la absoluta libertad individual, merced a la cual cada uno de los ciudadanos tiene derecho a elegir, dentro de los regímenes legales, las condiciones que más convengan a su propia persona, a su propia manera de pensar y a su propia manera de sentir.
En esto, como en todo, tratamos de que la libertad no sea una mera palabra. La libertad debe ser un hecho y hacia ese hecho vamos, tratando de no confundir, como lo hacen aquellos que quieren terminar con la verdadera libertad.
Los organismos del Estado tienen una sola posibilidad de engrandecimiento, y ella consiste en la labor que desarrollen los hombres a quienes se les confíe la dirección de un instituto como este. De nada valen las organizaciones, de poco valen los sistemas, si los hombres encargados de llevarlos adelante no valen más que los sistemas y las organizaciones.
El Poder Ejecutivo piensa que al designar al nuevo directorio del Instituto ha acertado dentro de esta manera de pensar.
Esperemos que de los hombres designados, de su trabajo y de su virtud, ha de surgir el bien del Instituto. Así lo anhelamos, así esperamos y así estamos convencidos que si dentro del organismo formado para la dirección del Instituto hay algún hombre que no se sienta capaz, o que no quiera encarar esta dura tarea, ha de saber renunciar a tiempo a un trabajo que no puede cumplir.
Lo único que queremos es que los hombres que toman a su cargo la responsabilidad tan grande como la que implica la dirección de este importante organismo de la previsión social, estén persuadidos que de la garantía de su diligencia y del trabajo que desarrollen ha de depender no sólo el futuro del Instituto, sino el futuro de la propia previsión social argentina. Tan grande responsabilidad ha de hacerlos meditar diariamente, como lo hacemos los funcionarios de este gobierno, para que al cabo de esta jornada podamos hacer una recapitulación de lo actuado y pensar cada nuevo día lo que hemos hecho para el bien del país y para el bien de nuestros compañeros.
Estoy persuadido que esta obra habrá de seguir adelante y estoy absolutamente convencido de que el camino que emprenda hoy el Instituto, con sus nuevas autoridades, ha de ser un nuevo acicate para llevar adelante la tarea en todos sus aspectos. Si nos equivocamos hemos de modificar nuestra manera de pensar, fieles al mandato de nuestro movimiento que dice que cada soldado de esta casa lleva en su mochila el bastón de mariscal. Que el más modesto de los empleados del Instituto sepa que su futuro dentro de la Institución ha de ser el producto de su propia obra. Todos pueden progresar mediante su capacidad y su honradez y el que tenga esas cualidades debe pensar que en el futuro puede ser el jefe superior de esta institución. Esa es nuestra política. Y a este respecto voy a agregar que muchas veces hemos dicho que no podemos hacer política pequeña, y ello por conservación de nuestro propio movimiento. Piensen que nosotros hemos hecho desaparecer esa desilusión que tenían los ciudadanos argentinos por todo lo que era la función pública o la función política, desprecio que había llevado a muchos a desentenderse del manejo de la cosa pública para ocuparse solamente de su propio bien, sin importarle el bienestar de los demás. Nosotros hemos logrado sacar de esa desilusión natural a las masas argentinas y con ello hemos realizado una extraordinaria obra de civilidad. Si llegáramos a defraudar a las masas argentinas, como las defraudaron los antiguos partidos políticos por dedicarse a la política pequeña del puesto y del "acomodo", habríamos creado al país un terrible problema y quien sabe las horas trágicas que tendría que vivir la República. Nosotros no podemos hacer pequeña política; debemos hacer la política del bien público, hacer obra de gobierno. Tenemos que obrar dentro de una conciencia social. No debemos pedir para nosotros ni para un amigo. Debemos pedir para todos los argentinos y de esa manera llegaremos a realizar las grandes obras. El que quiera solucionar los problemas del pueblo argentino deberá hacer grande la Argentina dándole solución a sus importantes problemas. Proceder de otra manera sería lo mismo que hace el hombre que se levanta todas las mañanas con un plato a recoger las hormigas de un jardín para luego quemarlas; la solución está en ir al hormiguero para terminar con todas las hormigas. Estas son las bases sobre las cuales debemos trabajar. El Instituto, en este sentido, tiene una grata tarea para realizar, y estoy seguro que la dirección que acaba de designarse es una garantía para todos y no de la pequeña obra para algunos. La seguridad de lo que acabo de expresar me lo da el conocimiento personal que tengo del jefe que acabamos de designar. Él ha trabajado con nosotros durante largo tiempo, está imbuido de esa conciencia social que defendemos y que estamos llevando adelante y no es hombre para resolver pequeños problemas, sino los grandes. Ésta es la garantía que el gobierno quiere ofrecer al Instituto de Previsión. El tiempo y los hechos dirán si hemos acertado. Hasta tanto, que todos los funcionarios y empleados que sirvan a su lado, tengan el absoluto convencimiento de lo que acabo de decir y que pongan su buena voluntad para llevar adelante esta obra que no es de nadie, porque es de todos. .......................... |
1946-10-31 | Mensaje radial desde la Casa de Gobierno, dirigido a los congresales reunidos en Córdoba, con motivo de la clausura del Primer Congreso Nacional del Ahorro | Mensaje radial desde la Casa de Gobierno, dirigido a los congresales reunidos en Córdoba, con motivo de la clausura del Primer Congreso Nacional del Ahorro Hoy se conmemora en todos los pueblos civilizados del mundo Día Universal del Ahorro, consagrado hace ya muchos años como una fiesta señera dedicada a celebrar el progreso y el bienestar colectivo que prodiga la obra fecunda del trabajo y del ahorro. Hoy la idea de la justicia social alienta en todos los corazones argentinos que quieren el bien de su patria, y nuevas rutas de esperanza se han desbrozado para legiones de trabajadores que labran la grandeza del país con su esfuerzo honrado y laborioso. La política social del gobierno en pos del mejoramiento de las condiciones de vida de las clases asalariadas, ha de permitir elevar la capacidad de ahorro de éstas, con lo cual ya no serán presa fácil de la miseria ni vivirán agobiadas por la falta de recursos inmediatos. El ahorro es, de tal modo, un complemento de la mayor importancia en toda política de aumento de salarios, regímenes jubilatorios y de seguridad social, y una escuela de sabia previsión porque morigera las costumbres e impone normas de vida de profunda repercusión en el seno de la familia y de la sociedad. La Nación necesita del ahorro de todos sus habitantes por modestos que ellos sean. En su conjunto el pequeño ahorro popular constituye una fuerza pujante y vigorosa, en cuya sustancia se alimentan los procesos de la producción y del trabajo, públicos o privados. La potencia creadora del ahorro, que ha sido puesta de relieve en múltiples formas, está expresada en la obra de civilización humana. Las naciones más adelantadas de la tierra han sentido devoción por el ahorro y por el trabajo creador, que es su amigo inseparable, y por ello yo quiero exhortar a mi pueblo, en esta nueva era de su vida, para que siga por los derroteros que señalan estos pensamientos como una contribución regularmente significativa en favor de la obra en que estamos empeñados. Las sesiones del Congreso Nacional del Ahorro, en el cual se han debatido todos los problemas y aprobado importantes notas sobre el fomento y práctica del ahorro en los centros obreros y en las escuelas, colegios y universidades, han de constituir una ejemplar expresión de la dedicación y el empeño de sus participantes para el logro de medidas eficaces que permitan aumentar la difusión del ahorro en nuestro medio. Así lo señalan los votos y conclusiones sancionadas por el Congreso, cuyas resoluciones he seguido de cerca, y que han de permitir intensificar esta bella virtud del ahorro y su práctica sistemática, en procura de un mayor bienestar para todos y, particularmente, para las clases humildes y sacrificadas. Digno de señalar es el acierto que ha tenido la Institución organizadora del Congreso, la Caja de Ahorro Postal, cuya acción en el campo de la previsión social pone de relieve la proverbial generosidad de sus finalidades. Asimismo, cumplo en felicitar cordialmente a todos aquellos que han participado en esta asamblea, por la importancia de la labor realizada en cumplimiento de sus objetivos. Señores: invocando las figuras augustas que todo lo han dado por el bien de la patria, y de sus semejantes, bajo cuya invocación exhorto al trabajo, a la concordia y a la unión de todos los argentinos, declaro clausuradas las sesiones del Congreso Nacional del Ahorro realizado en la ciudad de Córdoba. ............ |
1946-10-31 | Mensaje radial referido a la primera Exposición Nacional de Aeronáutica | Todavía están recientes los tiempos en que veíamos la aviación como el medio de transporte del porvenir. Pues bien, esa visión ideal de hace poco, es hoy una hermosa realidad. El avión no es una promesa del futuro sino una maravilla del presente y no pasarán muchos años sin que comience a ser un recuerdo, algo que empieza a ser superado, porque la humanidad, en su ansia de progreso, buscará nuevos horizontes a su actividad y nuevas aplicaciones a su genio. El soplo divino que se refleja en la inteligencia de los hombres, en su anhelo de perfeccionamiento, tiene un campo limitado para sus posibilidades creadoras. En la lucha emprendida contra el tiempo y la distancia, la aviación representa una gran victoria que, como todas ellas, no se consigue sin víctimas y sin héroes. Por eso, al clausurar esta magnífica exposición, tenemos el deber primordial de rendir un tributo de admiración y de respeto a todos aquellos que han sacrificado y siguen sacrificando sus vidas en los laboratorios, en las fábricas y principalmente, en los aires, para adquirir y para consolidar esta gran conquista de los tiempos modernos. Sin su firme voluntad, sin la magnífica colaboración del valor y de la inteligencia, no habría sido posible nada de lo que hemos visto en este certamen, cuya finalidad básica ha sido patentizar los excelentes resultados de la intervención argentina en materia de aviación, merced al esfuerzo de sus hombres de ciencia y de su juventud generosa. Nuestra aportación no sólo está reflejada en el considerable aumento de nuestras rutas aéreas interiores e internacionales, sino también en haber podido crear con patentes propias una industria nacional, que cada día adquiere mayor incremento y más trascendental importancia. Al hacer esta afirmación, sería injusto omitir una mención a las fuerzas armadas de la Patria, porque a ellas se debe gran parte de los resultados logrados. Y bendigamos a la Providencia que ha permitido a nuestros soldados realizar su labor científica en medio de una situación de paz. Otros pueblos menos felices han tenido que realizar igual labor en los horrores de la guerra. En los inescrutables designios de la naturaleza, Dios ha querido que no exista dolor sin la correspondiente contrapartida de felicidad. Durante el transcurso de las tres últimas décadas, el mundo se ha visto convulsionado por dos conflictos bélicos de proporciones gigantescas. Frente al saldo trágico que ha dejado, tal vez el único saldo favorable que ha quedado ha sido el progreso aviatorio. Muy alto ha resultado el precio, y por ello debemos hacer votos para que en el futuro un mundo de comprensión y de fraternidad permita desenvolver todo el proceso de civilización en un ambiente de tranquilidad y de paz, tanto material como espiritual. En el orden de las afirmaciones concretas, nada puedo añadir a las palabras elocuentes que hemos escuchado del señor secretario de Aeronáutica, brigadier de la Colina, a cuyo cargo se encuentra con notable acierto no solo la aviación militar sino también la civil. El crecimiento del kilometraje de las líneas comerciales y el mayor aumento previsto para el año próximo; la creación de la Flota Aérea Mercante Argentina; la puesta en funcionamiento de líneas propias que nos unen, sin tener que depender de otras naciones, a las principales capitales de América y de Europa, y, sobre todo, el espíritu de colaboración desinteresada con todos los pueblos del mundo, representan una aportación argentina de enorme importancia, no sólo al desenvolvimiento de la economía universal sino al afianzamiento del derecho y de las relaciones internacionales. En este último aspecto tenemos la pretensión de poder decir que otras naciones podrán igualarnos, pero ninguna superarnos. Al clausurar la primera Exposición Nacional de Aeronáutica, debemos todos empeñar nuestra palabra en el sentido de que, puesta siempre la vista en la grandeza de la patria, habremos de mantenernos unidos para proseguir la lucha por el dominio pacífico del aire. Tanto en este, como en otros aspectos del progreso y de la civilización, la República Argentina está llamada a muy altos destinos. Por mi parte no tengo otra cosa que añadir sino que, como Presidente de la Nación, uniré mi esfuerzo al de todos los ciudadanos y seré uno más entre ellos, en la lucha por dicho ideal. ........... |
1946-11-01 | Las Fuerzas Militares de la Agrupación Buenos Aires desfilaron en Monte ante el Presidente de la Nación | Estoy en una fiesta de soldados que festejan el éxito de la labor cumplida y tiene mi espíritu en estos momentos una profunda emoción. La misma obedece al hecho de que he tenido toda mi vida un gran honor y orgullo de vestir el uniforme del Ejército Argentino. Al hacerlo he tomado contacto con jefes y oficiales, lo que representa tomar contacto con lo más puro y más hermoso que la patria tiene.
Felicito al ministro de Guerra por su mano firme y porque con su mano honesta conduce el destino inmortal de nuestras fuerzas militares.
Conozco al Ejército en su época más hermosa y lo he conocido cuando fuimos instruidos hace treinta y cinco años, con la táctica de Capdevilla. Hemos asistido a estos ejercicios que han permitido demostrar la plenitud y el absoluto grado de adelanto alcanzado. Es que no podría ser de otra manera, porque el ejército es una fuerza al servicio del orden, de la ley y de la Constitución, y por sobre todo al servicio de la absoluta soberanía de la patria. Presento también mis plácemes a los jefes y oficiales y debo expresarles que he presenciado solamente este desfile final, pero que no he necesitado nada más que esta sola demostración para saber valor lo que es una buena tropa y lo que es también haber trabajado patrióticamente como vosotros. Agradezco, en nombre del gobierno de la Nación, a los dueños de estas estancias la labor patriótica que el ejército desarrollara merced a su valioso aporte. Este agradecimiento es el reconocimiento a las viejas estirpes criollas, que supieron hace más de un siglo darnos este hermoso presente. También formulo en nombre de mi gobierno, el reconocimiento por la presencia de los agregados militares que nos acompañan de países extranjeros y, finalmente, señores, agradezco también a los funcionarios de la provincia de Buenos Aires y a los legisladores de la nación esa presencia, porque ellos con su concurso están realizando una Argentina libre, grande y soberana. ..................... |
1946-11-13 | Ante misión especial viaja a México a la ceremonia de trasmisión del mando presidencial | Antes de que partieran he querido tener el placer de despedirme de ustedes y, siquiera sea brevemente, expresarles mi concepto sobre esta embajada de buena voluntad que irá hacia México llevando los votos y los augurios argentinos por el éxito del gobierno que se inicia, como así también nuestros fervientes deseos de prosperidad para el pueblo mexicano. Hemos querido enviar una delegación numerosa y mandar también una unidad importante de la escuadra para darle a este mensaje la trascendencia que tienen los hechos que dentro de nuestro continente pueden significar actos de hermandad, unos detrás de otro. Sin embargo, señores, -y de esto quería fundamentalmente hablar con ustedes- nuestro movimiento y nuestro gobierno, en versiones periodísticas, han sido también deformados en sus fines, han sido calumniados en sus formas y han sido también deformados en su verdadero contenido. Por ello todavía hay algunos países de América que creen que el gobierno constitucional argentino, surgido de las elecciones más puras que la República ha contemplado desde su independencia hasta la fecha, es una dictadura, como a menudo lo afirman los diarios interesados en desvirtuar la verdad y que son enemigos de la República Argentina y enemigos de su gobierno. Ayer no más la Secretaría de la Presidencia ha tenido que dar un comunicado aclarando afirmaciones difamatorias de un reporter extranjero que, con toda soltura, se ha permitido hacer acusaciones al gobierno, las que yo desconocía hasta el momento en que fueron publicadas en un diario de Estados Unidos. Esta reprobable actividad periodística ha llevado también al continente algunas versiones totalmente falsas sobre el desenvolvimiento de los distintos aspectos de la libertad de que los ciudadanos gozan en nuestro país. El gobierno está interesado, no en hacer propaganda, que no necesitamos, pero sí en hacer conocer la verdad, y nada más que la verdad. Es, al respecto, lo único que interesa al Gobierno. Esta embajada, señores, tendrá oportunidad de recorrer algunos países influenciados por la infamia de esas calumnias, en razón de que nosotros no tenemos órganos para hacer propaganda a nuestro gobierno y a nuestro país, que por otra parte no la necesitan. La única propaganda que nosotros deseamos es la honradez en la información pero, desgraciadamente estamos comprobando todos los días que es una mosca blanca cada información honrada sobre nuestro país. Queremos únicamente que se sepa la verdad. Nuestro movimiento es un movimiento cívico, no es ya un movimiento revolucionario. Ese movimiento ha pasado nuestras fronteras y, como consecuencia de ello, estamos en situación de ser difamados y combativos desde el exterior. Combatimos por las fuerzas ocultas que luchan contra todo lo bueno y apoyan todo lo malo, tenemos en contra, como vehículos de expresión pública en la prensa del mundo, a los periodistas que se dedican a esta clase de actividades difamatorias, que están al servicio de quienes les pagan mejor y forman ya una verdadera legión. La única manera de evitar esa propaganda maliciosa, mal intencionada y difamatoria, es llevar a todas las partes la verdad. Yo recuerdo siempre, señores, que la revolución que, en su etapa heroica, triunfó en Francia, tan pronto salió de la frontera francesa fue aniquilada por ocho coaliciones sucesivas que anularon esa etapa heroica. Pero la verdad, a través del tiempo, fue trascendiendo a todas las partes del mundo y llevando la idea de la Revolución Francesa. Por eso somos hoy nosotros un producto de esa revolución, como lo son también nuestra Constitución y nuestra organización institucional. No triunfaron, al final, los ejércitos de Francia, pero triunfó el Ejército de la Verdad, que trascendió a todas las partes del mundo. Nosotros no queremos imponer a nadie nuestra manera de pensar. Nos interesa solamente que nos dejen trabajar tranquilos, que no nos calumnien y que no nos difamen. No tenemos interés en nada de lo que poseen otros; queremos defender lo propio y vivir tranquilamente, en paz y trabajando. Creo que no es mucho pedir al destino. Señores: en este sentido yo les pido a ustedes que hablen con la gente de buena voluntad que encuentren en ese largo viaje y traten de hacer conocer la verdad y nada más que la verdad. Les preguntarán en muchas partes cuáles son las soluciones que ha encontrado la Argentina y por qué en este momento nuestro país, frente a un mundo inflacionario sobre el 200%, mantiene solamente un 33% de inflación; por qué, frente a monedas que están a bordo de la bancarrota, nuestra moneda tiene $1.56 oro de respaldo por cada peso papel en circulación, y cómo la Argentina ha pagado toda su deuda al exterior, teniendo una deuda interna insignificante con relación a sus posibilidades y al haber patrimonial del Estado. Puede asegurarse, además, que no hay país en el mundo que no nos deba algo, material o espiritualmente. Hemos servido a todos los países del mundo y se nos mira como a una tierra de promisión. Por ello, nuestros mejores propagandistas son los que vienen a vivir con nosotros un breve tiempo y después retornan a su patria. Si son honrados y difunden la verdad, afirman que no hay un país en el mundo en que se viva como se vive en la República Argentina. Volviendo al tema, es indudable que mucha gente querrá saber cuál es la solución argentina y, como me lo preguntan a mí se lo preguntarán repetidamente a ustedes durante el viaje; inquirirán cómo ha hecho la Argentina para vivir como vive, en un mundo que se debate en la miseria, en la pobreza y en la desesperación. Nuestra solución es simple, señores: hemos comenzado por resolver el problema social, hemos solucionado el problema económico, y también el problema político. En lo social, hemos "emparejado las cargas" y también hemos tratado de reducir al máximo los privilegios. En lo económico queremos que lo que producen los argentinos sea para todos los argentinos, y en este trabajo estamos empeñados. Día a día vamos obteniendo mayores ventajas que confirman nuestros deseos y nuestras ilusiones de que la riqueza argentina sirva para el bienestar de los 14 millones de argentinos y no para los grupos privilegiados que, desde el exterior o desde la propia patria, estaban drenando su riqueza en perjuicio de los demás conciudadanos. Y en cuanto a lo político, la solución ha estado en que el pueblo decida quienes quiere que lo representen y quienes quiere que lo gobiernen; en haber garantizado elecciones libres y en haber permitido así que, dentro de la Ley de la Constitución, surjan los hombres que el pueblo ha deseado que lleguen a las posiciones públicas. Esa ha sido, en pocas palabras, la solución argentina. También, señores, estoy seguro que les van a interrogar sobre el Plan Quinquenal. Todos ustedes saben perfectamente cuál es el contenido integral de ese plan. Empezarán por decirles que nuestro Plan Quinquenal tiene aspectos totalitarios. Yo felicito a los británicos, porque ayer su Rey ha enunciado un plan similar, lo que significaría que los ingleses son tan totalitarios como nosotros. En ese sentido, gobernando allá el Partido Laborista, pensamos que no estamos en mala compañía. Nuestro Plan Quinquenal, que nuestros adversarios políticos, y algunos pagados para estudiarlo y para deformarlo, -los que no encuentran sino mentiras para poderlo hacer-; el Plan Quinquenal, digo, tal cual lo hemos estructurado, es lisa y llanamente la consecuencia del estudio profundo de todos los problemas argentinos en el orden institucional, en el orden de la defensa nacional y, también, en el de la economía de la Nación. Hemos estudiado minuciosamente cada uno de los problemas argentinos, tratando de ir a su raíz para buscarles una solución. Se dirá que es un plan de gran envergadura, señores, y que con pocas alas nunca se va lejos. Pero solamente un plan de gran envergadura corresponde a una gran Nación, como lo es la República Argentina. Los timoratos, los pobres de espíritu y los mediocres, prefieren siempre los pequeños proyectos. Las naciones grandes, como la nuestra, con grandes aspiraciones e ilusiones, deben tener también grandes planes. Nada grande puede hacerse proyectando pequeñeces, y por eso nuestro plan concreta una gran ilusión que acariciamos los argentinos. Se habla de que no se comparten algunas ideas del Plan. Esperemos las ideas de los que no lo comparten, por si son capaces de perfeccionarlo. En cuanto a su financiación, que también es otro de los aspectos que se ha comenzado a discutir, debo señalar que casi todos los que la critican son hombres económicamente fracasados. Algunos de ellos han heredado fortunas de sus mayores y las han dilapidado, y ahora aspiran a ser ministros de Hacienda o a criticar la financiación del Plan. La financiación del Plan es simple, como simple es el Plan, y como son simples todas las cosas cuando se tiene verdadera intención de realizarlas. Pero lo que sí puede ser determinativo en la apreciación de la financiación del plan, es que el gobierno ofrece a la Nación el cumplimiento de un presupuesto ordinario, como se hace todos los años. Este presupuesto se va a financiar como se ha financiado siempre, es decir, el ritmo administrativo de las obras públicas ordinarias no se alterará en lo más mínimo. En cambio, se crea otro presupuesto extraordinario para atender el Plan; ese presupuesto extraordinario representa 1.300 millones de pesos al año, aproximadamente. A este respecto, el gobierno le asegura al pueblo argentino que, para financiar el Plan Quinquenal, no va a contratar un solo empréstito exterior, no va a emitir un sólo título ni va a aumentar un sólo impuesto, sino que le va a financiar con el dinero que se iba, por distintos conductos, hacia el exterior o hacia algunas cajas de hierro, no siempre justificadas por la legalidad y la honradez. Podemos asegurar, entonces, que el Plan Quinquenal se financia solo. Es cuestión de buscar ingeniosamente esa financiación, y ya estamos empeñados en ello. Vale decir que el gobierno respaldará la vida normal del país, no va a exigir un solo esfuerzo a uno solo de los ciudadanos y, después de cinco años, tratará de presentarle la obra que el plan promete. No sé de nadie que haya ofrecido nunca tal cosa al país. Ahora queda para nosotros estudiar si es posible su realización. Y si lo iniciamos, es porque estamos persuadidos de que lo hemos de lograr. Señores: Ustedes llevan numerosos ejemplares de ese Plan. Distribúyanlos con confianza. Es un estudio profundamente meditado. No contiene el palabrerío a que nos tienen acostumbrados esos tipos de financistas tan comunes en nuestro país, que conocen bien los problemas de la China, aunque desconozcan los problemas argentinos. Nosotros hemos estudiado solamente con criterio argentino los problemas argentinos, y hemos tratado de resolverlos. Por eso allí no puede haber ningún dislate. Nadie que haya trabajado en ello, y son numerosos los colaboradores, aparece como actuante, porque nosotros, dentro de la ejecución de ese trabajo, hemos preferido ser y no parecer. Es indudable que en muchas partes encontrarán ustedes gente interesada en conocerlo. Recuerden entonces que ese Plan que llevan es el sintético, es decir, que ha sido elaborado en el concepto de que el estadista da solamente los objetivos a alcanzar; los técnicos dirán ahora cómo han de alcanzarse esos objetivos, es decir, el camino que ha de conducirnos a ese objetivo. A ese Plan siguen los planes analíticos o planes técnicos que cada uno de los departamentos de Estado está preparando para exponerlos públicamente, en la misma forma que lo he hecho yo en el Congreso de la Nación. Ellos dirán sobre las formas de ejecución para complementar este plan. Pero el cuerpo de leyes que constituye el texto de ese plan, acompañado de toda la parte gráfica, que son los diagramas de las ideas generales que contienen las leyes y el propio plan, da un concepto acabado de cuál es la finalidad perseguida en cada uno de los asuntos, por el Gobierno, como así también del instrumento de ejecución que el Congreso estudio y nos dará para su mejor ejecución. En ese Plan también van las palabras previas que yo dije en el Congreso y que condensan la finalidad del mismo. Un Plan sin esta orientación sería un cuerpo sin alma. Por eso recomiendo, ya que los señores delegados tendrán muchas veces que tratar este asunto en los países que recorran, que tengan la amabilidad de leerlo bien y reflexionar al respecto. Nada he puesto allí que sea hijo de la improvisación; cada una de las afirmaciones que se hacen en esa disertación es una síntesis de largas horas de análisis. Señores: No creo que Plan Quinquenal sea una obra de arte, porque nunca la concepción de un plan representa tal obra, pero creemos que la verdadera obra de arte va a estar en la realización que de él vamos a hacer. Esos grandes objetivos serán alcanzados o no, pero el país se pondrá en marcha para ello, pensando que algún día han de concretarse y que, si permanecemos inactivos, sin plan, sin unidad de acción, el país no los alcanzará jamás. El destino, en esta oportunidad le ha tendido la mano a la República Argentina y seríamos torpes si no atináramos a asirnos de la mano de la fortuna. No hemos de dejar pasar la oportunidad; les aseguro que nos aferraremos a ella y hemos de sacar adelante al país. Señores: Nuestra política internacional es asunto que deberán tratar también a menudo. La República Argentina comienza por ser un país de paz y de trabajo, dotado por la naturaleza de todo cuanto un pueblo puede ambicionar para vivir feliz y tranquilo, de manera que de ahí nace la verdadera raíz de nuestra política internacional, ya que el fatalismo geográfico nos lleva hacia una prosperidad y una grandeza que en gran parte se va desarrollando por razón de ese fatalismo geográfico e histórico. Nada podemos pretender de los demás porque ya Dios nos ha dado cuanto podemos ambicionar. Nuestra política nace de este aspecto de nuestra propia grandeza natural. Mal podríamos aspirar a nada de nadie si estamos rodeados en el mundo por países que tienen menos que nosotros. Por eso nuestra política internacional es de paz, de amistad, de trabajo y de aspiración a comerciar honradamente y con libertad, siempre que los demás nos ofrezcan la misma libertad que ofrecemos nosotros para comerciar; porque en un mundo donde no exista la absoluta libertad de comercio sería suicida profesar esa absoluta libertad. Dicen que nosotros controlamos la exportación. Tienen razón, pero ¿qué país del mundo no controla su exportación? ¿Por qué la Argentina no tiene caucho, teniendo miles de millones de pesos para comprarlo? ¿Por qué la República Argentina no tiene ejes y ruedas de ferrocarril? ¿Por qué no tiene maquinaria? ¿Por qué no tiene camiones? ¿Por qué no tiene automóviles? ¿Por qué se va quedando sin medios de transporte, teniendo en los países productores de esos materiales más de 10.000 millones de pesos para comprarlos? Y cuando queremos comprar algo, tenemos que mendigar el permiso de exportación y no nos conceden tales permisos, mientras nosotros estamos todos los días exportando miles y miles de toneladas de alimentación a esos mismos países, que no nos mandan absolutamente nada. Si siguiésemos en ese tren, el porvenir económico de la Argentina no podría ser muy promisorio. En este sentido bastará señalar que solamente desde el año 1939 hasta la fecha, de acuerdo a la documentación que existe en los consulados argentinos y en la Aduana de nuestro país, en diferencia de precios entre lo que vale lo que exportamos y lo que nos cuesta lo que importamos de un solo país, en estos cinco años, hemos perdido 4.000 millones de pesos. Y eso se explica fácilmente, señores. Si el trigo lo vendemos ahora a 35 pesos y antes de la guerra valía 12, es decir tres veces menos aproximadamente; y el caucho, que estamos comprando, por ejemplo, lo hemos pagado cien veces su valor, en el futuro, señores la República Argentina ofrecería volver a los precios de 1939 o vender también el trigo a cien veces su valor, puesto que nos venden a nosotros caucho por cien veces su valor. Creo que no puede haber una cosa más justa y estamos listos a firmar cualquier compromiso para vender a los precios de 1939, o de lo contrario, para equiparar en el trueque el precio que nos cobran con el precio que cobramos. En esto habría mucho paño que cortar. Queremos que nuestra política internacional esté basada en la buena voluntad, pero también en la justicia; porque es injusto que estemos soportando la especulación y obligados a no poder especular a nuestra vez, y a no poder establecer un equilibrio entre lo que vendemos y lo que compramos. Esto parecería ser el punto más importante en estos momentos en que el mundo reinicia, terminada la guerra, el movimiento económico internacional. Nosotros estamos listos para prestar nuestra ayuda al mundo entero, pero queremos que esto sea en unas condiciones de absoluta equidad, que nos compense el esfuerzo de nuestros trabajadores y de nuestros campesinos. Señores: Yo no deseo alargar esta conversación, pero, para terminar, en lo que se refiere a nuestra política internacional debo expresar que estamos haciendo esfuerzos por llegar a una leal y verdadera amistad con todos los países del continente, entendido que la sinceridad que nosotros usamos queremos que sea correspondida. Buscamos, en especial, la amistad con Estados Unidos, quebrantada lamentablemente por graves errores, que algún día la historia ha de evidenciar. Queremos la amistad, también, con los demás países del continente y especialmente los latinoamericanos, pero no defendemos formación de bloques de ninguna naturaleza. Para nosotros todos los países del continente son iguales. Queremos vivir en paz y en amistad con todos ellos. No estamos contra nadie; estamos con todos. No nos interesan los pleitos locales, ni nos interesan los intereses de círculos internacionales. Sólo queremos que no nos perturben y nos dejen trabajar honradamente, que es lo menos que un país de paz y de trabajo puede pedir para asegurar su grandeza. Señores: Les deseo mucho éxito en la labor que van a emprender para el bien del país y para una mejor comprensión de la realidad argentina. Cada uno de ustedes es un embajador de nuestra Nación; así debe sentirse cada uno en los medios en que actúe. Nos interesa especialmente que ese éxito sea siempre para bien del país. Cada uno, al salir de las fronteras, debe contar con la posibilidad de realizar algo en provecho del país, y a la noche, cuando se recoja, piense qué ha hecho durante el día para bien del país. Así es como se hacen grandes los pueblos. Lleven nuestro mensaje de buena voluntad a todos los pueblos hermanos que ustedes recorran, y al gobierno y pueblo mexicanos nuestros deseos de éxito para el primero y de grandeza y prosperidad para el segundo. Nada más. ..................................................... |
1946-11-13 | Declaraciones sobre el conflicto de los frigoríficos | En primer término me llama extraordinariamente la atención que los obreros de la carne no hayan vuelto al trabajo, porque lo que se ha hecho acá en la Presidencia, fue organizar, a pedido de la Federación Obrera de la Carne, una comisión paritaria constituida, por un lado, por todos los delegados de los distintos frigoríficos y por otro, por la Federación de la Carne, entidad esta que representa a todos los sindicatos de la industria. Durante varios días discutieron punto por punto, en presencia del coronel Mercante, y algunas veces en mi presencia también, todo el problema representado por el actual conflicto; y al término de esa discusión llegaron a un acuerdo perfecto en todos los puntos, los cuales se compilaron en un convenio colectivo que firmaron todos los representantes obreros y patronales, y en el cual se estipulaba por cabal acuerdo de las partes, establecido libremente por ellas -recalcó- cada uno de los asuntos que motivaran el conflicto de hecho que llevó a la huelga. Asimismo, por imposición de las fuerzas patronales y con el asentimiento de la Federación Obrera se establecieron diversos puntos sobre el conflicto de derecho representado por el estatuto para que se hicieran llegar al Senado, como aspiración de obreros y patrones. Ayer, 12, recibí un telegrama en que la Federación de la Industria de la Carne, Derivados y Afines, comunicaba no haber aceptado algunos puntos del convenio. En el día de hoy según los informes que poseo, en algunos frigoríficos ha concurrido algún personal a trabajar; en cambio en otros, según parece, o se han retirado después de entrar o no han concurrido. De todo esto que acabo de expresar interpreto que la situación es poco clara, poco clara y me resisto a creer que los hechos estén influidos por factores extraños al conflicto a pesar de todas las afirmaciones que se me hacen al respecto. En otras palabras, como les he dicho claramente a los patrones, a la Federación Obrera de la Carne y a los Sindicatos de los distintos frigoríficos reunidos en la Casa de Gobierno, no veo nada claro en este conflicto. En esa oportunidad les manifesté sin lugar a equívocos que si se trataba de un conflicto puramente gremial, me tenían a su absoluta disposición para provocar un arreglo, pero que si intervenían factores extraños no contarán conmigo para nada. ........ |
1946-11-15 | Ante los ministros de Hacienda de las provincias para explicar los alcances del Plan Quinquenal | En primer término celebro la oportunidad que se me presenta para saludarlos y conversar, aunque sea brevemente acerca de distintos aspectos del Plan Quinquenal. Espero que la conferencia de ministros de hacienda haya sido proficua y provechosa para los señores ministros. Nosotros hemos inaugurado con esta reunión un nuevo sentido federal, poniéndonos a trabajar para que toda la república, sin distinción entre provincias, constituya una unidad. En los estudios que han precedido a la planificación de la obra del gobierno jamás hemos tenido en cuenta los límites, sino las necesidades; ni nos hemos particularizado con ninguna región del país sino que hemos tratado de resolver los problemas fundamentales que hay desde Jujuy hasta Tierra del Fuego y desde Buenos Aires hasta Mendoza. Esa es nuestra concepción de gobierno federal. Nuestro deseo es de realizar una obra general para todo el país, sin más influencia que las necesidades, en el orden de urgencia de esas mismas necesidades, y los gobiernos provinciales será ayudados en todo lo que sea posible ayudarlos para que realicen una gran obra de gobierno, pensando siempre en que la política del Estado que nosotros queremos instaurar se basa sobre la obra de gobierno, que es, en mi concepto, la única política que dará resultados provechosos. No queremos descender a la pequeña política, sino que queremos mantenernos en la elevada, cuya finalidad se puede medir bien si decimos que al Estado le conviene solo una política: el buen gobierno. Y en eso estamos empeñados, sin entrar en otras consideraciones. Pensamos en que representamos una etapa de la política argentina de renacimiento de las fuerzas y del entusiasmo cívico de la población, después de una época en que, indudablemente se percibía en la masa ciudadana, en forma exagerada, un descreimiento cívico. Prueba de ello es que los hombres se habían desentendido de la cosa pública para ocuparse solamente de sus asuntos personales, lo que constituía un síntoma elocuente del decaimiento de las instituciones, paulatinamente llevadas a finalidades subsidiarias, en abandono de las fundamentales del Estado. No es, pues, un secreto para nadie que la ciudadanía había caído en un quietismo político extraordinario, acentuado diariamente. Creo que nosotros hemos hecho un bien al país despertando nuevas fuerzas y entusiasmo propugnando una nueva mística política. Al hacerlo así hemos logrado que las masas ciudadanas se preocupen por la cosa pública y que se preocupen especialmente por reformar las antiguas formas políticas buscando nuevos horizontes de perfeccionamiento institucional y cívico. Que lo hemos realizado lo justifican perfectamente las últimas elecciones, pero el haber despertado en la conciencia cívica antes descreída de nuestro pueblo nuevos entusiasmos, hemos contraído una extraordinaria responsabilidad. Si nos equivocáramos y por nuestros procedimientos futuros se volviese a reproducir el fenómeno del descreimiento, !quien sabe que horas dramáticas podría vivir el país y quien sabe adonde podría llegarse cuando las masas ciudadanas se vieran defraudadas en sus aspiraciones y en sus nuevos entusiasmos cívicos! Por esta razón es que la responsabilidad del actual gobierno no es de orden común. Si las responsabilidades son grandes, las responsabilidades son tremendas frente al futuro de la nación. Si nosotros reeditáramos la antigua política del interés de los círculos o de los intereses personales, basados principalmente en el favor a personas o a círculos determinados, se reproduciría el panorama político que llevó al país al descreimiento y a la defraudación de las masas ciudadanas y el fracaso sería ruidoso, cargando así, vuelvo a repetirlo, con una tremenda responsabilidad al crear futuros días de tristeza. Por eso entendemos que esas formas políticas con objetivos circunstanciales, parciales o personales, que defraudaron el sentido civil de nuestro pueblo, no pueden repetirse. Nosotros actuamos de acuerdo a nuestros moldes. No trabajamos para círculos, ni para personas. Trabajamos solamente para el país, lo que vale decir que trabajamos para los catorce millones de argentinos sin excepción. Creo que esa es la única política que puede salvar a la república. El Plan Quinquenal está basado en esa concepción. Es una concepción integral, sin excepciones ni preferencias y sin delimitaciones de ninguna naturaleza. Trabajamos para el bien común del país y pretendemos resolver sus problemas institucionales, políticos, económicos y sociales, dentro de un sentido integralista, pero jamás dentro de una posición sectaria. Por ese motivo es que nuestra única ideología es el bien del país, como lo es también nuestra orientación política. Este plan concebido como lo vengo explicando ha encarado los problemas más fundamentales del bien público. Indudablemente es un trabajo de aliento que tiende a colocar un jalón en la grandeza argentina, un poco más adelante de lo que estamos acostumbrados a alcanzar. Por eso es un plan de excepción. No quiero con esto hacer una alabanza del mismo, sino que deseo citarlo dentro del panorama nacional. Ese panorama nacional presenta un plan ordinario representado por el presupuesto de la nación, diremos, que es así la etapa vegetativa del estado.
Sin ese presupuesto que contiene diversos planes inconexos, desde lo jurídico a las obras públicas y a la beneficencia, el país puede vivir, pero no puede avanzar porque es un país estático y vegetativo. Viviremos largos años, pero seremos siempre pobres e impotentes frente a las potencias que la humanidad juega hoy en todos los órdenes. Vegetaremos; pero la obra de gobierno no puede limitarse a fijar al país al estado semicolonial en que ha vivido hasta ahora. Aspiramos que al lado de ese plan vegetativo que respetamos por tradición y no por necesidad, a crear un plan dinámico que impulse el desarrollo nacional y nos permita proyectarnos en el tiempo con mayor rapidez y provecho comparado a como se lo ha hecho hasta ahora. Esa es la razón de ser del Plan Quinquenal y su ubicación dentro de las actividades del gobierno. Como ya de ha dicho es un plan extraordinario porque sale de todo lo que nos tenía habituado la costumbre argentina, es decir, hacer presupuestos copiando los anteriores. Creamos algo nuevo que modifica el panorama vegetativo para llevarnos a un panorama dinámico, nuevo y creador. El presupuesto de la Nación ha sido respetado y se financiará con los medios normales como se lo ha hecho siempre, pero creamos un presupuesto extraordinario para la ejecución de este plan que contiene reformas profundas y fundamentales, en lo jurídico, político y social, en el orden de la defensa nacional y de la economía. ¿Como se financiará? Como es un plan extraordinario se financiará con medidas extraordinarias, pero desde ya puedo decirles que con el ajuste financiero realizado en estos seis meses de gobierno, podemos asegurar que el Plan Quinquenal se va financiar sin que el gobierno deba recurrir a empréstitos internos ni a los del exterior, como tampoco tendrá que aumentar un solo centavo los impuestos. Sería muy fácil realizar un plan de diez mil millones de pesos echando mano a la posibilidad de pedir a cualquier país capitalista del mundo que nos preste esos diez millones de pesos. No creo, por otra parte, que sean necesarios esos diez mil millones, porque el plan está armoniosamente calculado de tal manera, que el cuarto año de aplicación comenzará a producir beneficios de todo orden, financiero sobre todo, como no los ha producido ni lo podrán producir, títulos y nuevos impuestos. Ustedes como ministros de hacienda saben que para hacer una gran empresa se necesita poseer decisión, buena voluntad y capacidad para organizar los elementos que deban actuar; pero dinero no. El dinero es una cuestión subsidiaria que se empleará en esos casos inicialmente, y ya tenemos disponible lo necesario para las primeras etapas de la realización. El aspecto financiero del Plan no debe preocupar a nadie, porque si prometo no hacer empréstitos externos, ni contraerlos en el orden interno, ni aumentar los impuestos, creo que a nadie le interesa de donde voy a obtener el dinero. Pero, a ustedes quiero decirles de donde voy a obtendré el dinero. Cuando el gobierno se hizo cargo el 4 de junio de la dirección del país, no teníamos dinero ni para pagar los sueldos del mes de julio de la administración. Tal era el estado de infiltración de los fondos oficiales. Hoy, a seis meses, tenemos financiado el presupuesto de 1946 y el de 1947 sin pedir un centavo a nadie con fondos del erario nacional. Esto se ha conseguido calafateando un poco el casco, a fin de que no haya agujeros por donde se filtren enormes cantidades de dinero, como ha sucedido durante tantos años, y comercializando los recursos de la Nación. Además se ha reestructurado el sistema bancario y financiero general argentino, con el fin de que en lugar de ser el país tributario del extranjero sea tributario del Estado argentino. De no mediar la reestructuración de los órganos financieros del estado, las filtraciones alcanzarían a 2.500 millones de pesos por año. Estas cifras que antes se esfumaba, hoy se acumula en las arcas del tesoro nacional. Nada de esto representa un milagro, se trata simplemente, de buena administración, de contralor y acierto en las medidas financieras. De esos dos mil quinientos millones que iremos percibiendo, no necesitaremos emplear siquiera mil trescientos millones por año para la realización de este plan. Guardaremos mil doscientos millones para combatir la inflación que ha de venir posteriormente, entre los años 1949 y 1950, y nos presentaremos en el porvenir con perspectivas halagüeñas para realizar una obra que si insume cinco mil millones de pesos en diez años, ha de producir quinientos mil millones de beneficio. Ese es el Plan Quinquenal en ese orden de consideraciones. Este plan se puede criticar desde distintos ángulos y estamos prontos a aceptar toda crítica constructiva que mejore lo que nosotros hemos proyectado ya que nada de lo que contiene es definitivo hasta su ejecución, pensando que toda observación puede sernos útil, y que si es mejor que lo que hemos proyectado, la consideraremos bienvenida, sintiéndonos agradecidos de poder perfeccionar nuestras ideas. Desgraciadamente, no se ha hecho crítica constructiva con respecto a ninguna de las leyes que comprende el plan. Solo nos ha llegado la crítica malevolente e inconstructiva que dice que todo está mal, pero que no dice como se haría mejor, que es lo que a nosotros nos interesa. Dicen que se trata de un plan totalitario, en este aspecto de la cuestión me remito a los británicos, quienes acaban de anunciar por boca de su propio rey, un plan exactamente similar al nuestro y que ha sido anunciado de la misma manera. Por eso creo, que gobernando en Inglaterra el Partido Laborista, y siendo Inglaterra lo que Inglaterra es en el orden del totalitarismo estamos bastante bien acompañados. Acerca de la financiación del plan se han hecho algunas consideraciones, pero todas ellas muy atinadas. Nosotros que estamos atentamente estudiando el aspecto financiero, tan importante como lo es, y que todos los días encontramos nuevas facetas que analizar, hemos encontrado ya algunos medios que lo perfeccionan, pero ninguno de ellos provienen de la crítica que se nos hace. Entrando al texto del plan habrán podido observar ustedes que está ordenado en tres grandes capítulos. El primero comprende lo que llamamos nosotros la Gobernación del Estado, es decir, todo lo que tiene una atinencia directa o indirecta con el orden gubernamental, en lo político, educación, salud pública, cultura, justicia y relaciones exteriores. El segundo capítulo comprende lo que se refiere exclusivamente a la Defensa Nacional. Finalmente, el tercero comprende la economía integral del Estado. Esa división obedece a ramos de coordinación. Dentro de este cúmulo tan enorme de asuntos, tanto en la concepción del plan, como en la realización posterior, el problema más difícil es precisamente, el de la coordinación. Si la misma no existiera, estos asuntos se realizarían mal, y el aspecto financiero, sería simplemente irrealizable, porque la cantidad de dinero que se necesitaría lo haría excesivamente costoso. Para evitar la falta de coordinación, es que hemos dado al plan dos tipos de ella. Existe una coordinación general y otra parcial de asuntos más o menos similares. Hemos coordinado todo lo que es jurídico e institucional. Igualmente todo lo que pertenece a la defensa nacional, en tierra mar y aire, y hemos coordinado todo lo que se refiere a la economía nacional. Estos tres aspectos, en el orden interior, están perfectamente bien sincronizados, desde un organismo superior. Este aspecto de la coordinación es más difícil porque debe ordenarse la concepción del plan con la ejecución del mismo. Estos dos aspectos están perfectamente bien planeados y quiero referirme precisamente, a esta etapa de la planificación. Para poder, no solo concebir, sino también realizar, es que necesitamos la coordinación a que me vengo refiriendo. Por ello para llegar con este plan a resultados practicables, ha sido necesario estructurarlo en escalones sucesivos, encargando a cada uno de los grandes organismos de concepción y realización, tareas específicas. Para nosotros, un plan es lisa y llanamente una tarea escalonada en dos grandes aspectos: primero, el de la concepción integral, y segundo el de la concepción técnica de preparación para la realización. El primero corresponde al estadista, que fija un punto de partida determinado por la observación, por el conocimiento, por el acopio de informaciones, por los estudios bases y por los estudios estadígrafos. Eso lo hemos hecho un poco deficientemente por falta de censos y de estadigrafía en el país; lo hemos realizado a través de difíciles costos e investigaciones. Conocido el punto de partida le corresponde al estadista fijar los objetivos a alcanzar para llevar a cabo luego la segunda etapa que constituye la planificación propiamente dicha, es decir lo que debe desarrollar el técnico. Establecidos la situación y el objetivo, el técnico debe intervenir para trazar el camino a seguir para alcanzar el objetivo propuesto. Esa planificación técnica es la etapa preparatoria de la ejecución. Realizada la planificación técnica, viene la preparación o el apareamiento de métodos y materiales para la ejecución, y después la ejecución misma. Hecha la preparación del plan sintético general que fija los objetivos, hemos trazado los planes analíticos, lo que constituye el trabajo técnico de indicar el camino desde de la situación al objetivo. Estamos realizando ya la preparación para la ejecución y hemos comenzado la tarea de contratación de todos los medios indispensables, como así también la preparación del personal. El plan sintético ya lo hemos expuesto y los planes analíticos serán desarrollados durante todo el mes de diciembre por cada una de las secretarías del Estado. Simultáneamente se hace la discusión y propaganda del plan, porque entendemos que todo lo proyectado no podrá ser llevado a la práctica si no llevamos al pueblo argentino a la convicción y a la necesidad de que se requiere la colaboración de todos los argentinos. En este sentido, durante la segunda quincena de noviembre hemos de exponer primero a los dirigentes gremiales, luego a los industriales, productores y comerciantes, cuestiones vinculadas con este proyecto, y, por último, hemos de impartir a todos los funcionarios de la administración las directivas generales. Y en la segunda quincena hemos de dar gran difusión por distintos conductos a distintos aspectos para que cada uno tenga conocimiento del plan como convenga a su idiosincrasia, en forma de que todos los habitantes y se compenetren bien sobre lo que el plan persigue y se compenetren de los beneficios que resultarán de su realización. En el mes de diciembre, los señores secretarios de Estado harán lo mismo con su personal, para el cumplimiento de cada uno de los planes técnicos que surjan del sintético y desarrollarán la propaganda necesaria por los medios que estimen oportunos. Todo lo dicho lleva como finalidad la de movilizar a la Nación para que dentro de estas ideas comunes y objetivos perfectamente determinados, pueda ponerse en marcha en una misma dirección, pensando que es menester que el mayor número de los argentinos actúe personalmente en la obra. Trataremos de ir pacificando, poco a poco, a la nación de modo que los hombres que no sienten y piensen como nosotros se persuadan de la necesidad de ejecutar esto como algo indispensable, porque no trabajamos para un partido político sino para toda la nación. Entonces, cualquiera que sea la diferencia que exista entre los hombres de las distintas tendencias políticas, habrá algo que no podrá olvidarse y es que todos somos argentinos y todos tenemos la misma obligación: trabajar para el bien común de la patria. Creo, pues, que una propaganda bien llevada puede ir sumando paulatinamente a los hombres de distintas tendencias, y por eso he dicho en alguna oportunidad que quien se opusiera a esto no es un buen argentino, hasta tanto no nos demuestre que este plan es perjudicial para el país, pues si demostramos que es beneficioso, quien lo combate a sabiendas no será un buen argentino, porque no hay nada dentro de la patria superior a la a patria misma. Cumplida la etapa de difusión y propaganda, viene la etapa de las realizaciones. De esto podría hablar durante horas y días porque venimos trabajando desde hace años en este asunto. Hace tres años comenzamos fijando el plan de industrialización y desde el Consejo Nacional de Posguerra efectuamos una encuesta sobre la maquinaria y materia prima necesarios en el momento en que el país quisiera comenzar su industrialización. Sabemos ya lo que cada fábrica necesita para modernizar su industria, como maquinarias nuevas, y también la mejor mano de obra para como para obtener los más bajos costos de producción. Hace tres años, cuando se inauguraron en la Secretaría de Trabajo y Previsión los cursos para la instrucción y preparación de menores para la industria, dijimos que algún día la Argentina encararía la realización de un plan industrial, y que nada se resolvería sino contaba, en ese momento, con la mano de obra apropiada para producir bueno y barato. Por eso creamos esa escuela de instrucción de menores, que hoy ya tiene treinta y cinco mil alumnos y que tendrá el año próximo cincuenta mil, cifra que alcanzará más adelante a cien o ciento cincuenta mil aprendices de operarios capacitados por año. Solamente quiero decir que en esto no vivimos improvisando, sino que estamos cumpliendo un designio largamente concebido y acariciado. Al hablar sobre las proyecciones de este plan y su desarrollo podríamos hacerlo durante días enteros porque es demasiado extenso en su contenido para poder hacer una síntesis de él en una hora. Solo trato de darles una concepción del conjunto, una apreciación sintética del mismo, para que con esas bases puedan interpretar la lectura del cuerpo de leyes que lo constituye. No estamos fatalmente aferrados a un plan rígido. Si esa fuera nuestra posición la obra carecería de maleabilidad y ductilidad necesarias para su realización. Ningún plan rígido se cumple y creo que en ese error han incurrido muchos hombres al esbozar planes sociales. ¿Que hemos hecho nosotros para no realizar un plan rígido? Hemos procedido a la confección del mismo con una apreciación completa de la situación en todos los aspectos que directa o indirectamente tendrán relación con el desenvolvimiento político, económico y social del país. Quiero decir que hemos confeccionado un plan elástico para adaptarlo a cada momento y simultáneamente articulado para que se amolde a las curvas económicas, sociales y políticas del Estado. En otras palabras no hemos fijado período de realización, sino que pensamos que la realización del Plan será una parábola cuyo vértice estará más o menos en el año 1949.
¿Por que lo hemos hecho así? Porque si el plan no se adaptara a la curva económica del país sería irrealizable, o su realización estaría supeditada a inconvenientes y tropiezos. La curva económica del país es parabólica y también parabólico debe ser el plan, si deseamos que se adapte a esa curva. Si nos embarcáramos inmediatamente por ejemplo en un gran plan de obras públicas con su correspondiente financiación, se producirían grandes inconvenientes que lo harían impracticable, ya que no existe mano de obra que lo pueda realizar y las medidas financieras aumentarían la actual inflación, que se manifiesta, aunque mucho menor que en otros países. En los años 1947 y 1948, durante los cuales todavía continuará el estado de inflación, no se podría insumir gran mano de obra, ni poner en movimiento grandes medios financieros, porque ello sería perjudicial para la economía del país. Cuando en los años 1949 ó 1950 se pronuncie marcadamente el descenso de la curva económica hacia una deflación, que fatalmente llegará en todo el mundo y que fatalmente nosotros también tendremos que sufrir; cuando falte trabajo y falte dinero, nosotros alzaremos el centro de gravedad para poner en movimiento todos los medios financieros necesarios. Si coincide con esa curva económica, el plan puede adaptarse perfectamente en el tiempo y en el espacio. De la misma manera existen otros factores que coinciden e inciden en la realización del plan. La inmigración, la colonización y la realización de otros proyectos jurídico-sociales pueden ser desarrolladas desde el comienzo con toda intensidad, porque esos factores no inciden en el aspecto económico, de manera que podemos realizar todo el primer capítulo y todo el segundo capítulo del país directamente, con el máximo de intensidad, desde el año 1947. En cambio, el tercer capítulo, o sea el que se refiere a la economía nacional, se desarrollará en la etapa de 1947 y 1948, de preparación, para lanzar el centro de gravedad de las realizaciones en los años 1947, 1950 y 1951. Sin embargo, esto no es en manera alguna perjudicial para la ejecución del plan. Porque aunque quisiéramos, los medios disponibles no nos permitirían iniciar las realizaciones desde el año 1947, pero sí podemos pero si podemos realizar los trabajos de preparación. Nosotros calculamos que el Plan Quinquenal va a necesitar por ejemplo, 50.000 camiones. Ahora no disponemos de ellos ni lo podemos comprar, sino en una cantidad reducida. Esto impone la necesidad de realizar gestiones de orden internacional, de desplazamiento de comisiones y hombres para preparar la adquisición, y esto forma la etapa inicial del plan, puesta en movimiento ya hace dos meses y coronada con un éxito superior al previsto. Hace ya una semana que ha comenzado el embarque en los Estados Unidos de la primera partida de camiones adquirida para formar las columnas de transportes con que hemos de subsanar la actual falta de vehículos. Esa primera partida está constituida por 15.000 camiones. Con ello hemos de formar las primeras columnas en ese aspecto del problema. Nuestro proyecto es reemplazar la falta momentánea de transportes en el país, que durará varios años, arbitrando los medios para tener a nuestra disposición esas columnas de camiones, más convenientes de lo que muchos se imaginan. El proyecto es formar convoyes desplazables, constituidos por columnas de abastecimiento, como los que usamos en el ejército, pero en este caso, productivos. Formaremos el personal y le entregaremos cada uno de los vehículos, cobrando el mismo flete que cobran los demás para el transporte. Calculamos que en menos de dos años, habremos pagado el camión, el Estado tendrá el camión y seguirá ganando el flete. En este aspecto, la aplicación del Plan Quinquenal nos permitirá formar una empresa con una curva económica positiva, al cabo de dos años, y haber acarreado todo lo necesario para el desarrollo del plan, y formado una reserva de transportes que no nos habrá costado nada, y que rendirá beneficios al segundo año de su utilización, reserva que pasará a engrosar los fondos del Plan Quinquenal. Este es solamente un ejemplo. Hay trabajos más costosos como la construcción de diques que producirán beneficios, porque utilizaremos sobre las zonas regadas la plus valía para el pago y ejecución de los mismos. El Estado los entregará a un menor precio que podrían hacerlo los especuladores particulares. Hay un sinnúmero de problemas más o menos ingeniosamente resueltos y se acertamos en un cincuenta por ciento, estamos conformes con los beneficios que ellos reportarán. Esta etapa permite al plan adaptarse perfectamente a la curva económica del país e ir resolviendo los problemas previos a la ejecución, permitiendo, asimismo, preparar una organización integral para una gran empresa. Las actividades vegetativas que conocemos podrás ser atendidas bien con el mínimo personal. El Estado tiene exceso de empleados y funcionarios, lo que hace falta es proporcionarles trabajo y estamos empeñados en que ese trabajo se realice. Queremos que alguna vez la administración deje de ser una sociedad de beneficencia y se transforme en un organismo de creación y de trabajo. El ajuste será sumamente provechoso y moralizador para la administración pública. Iremos paulatinamente instruyendo a nuestros hombres, que son buenos y capaces, distribuyendo equitativamente las tareas haciendo que ellos se constriñan a realizarlas con pasión y con patriotismo. Un cuerpo de técnicos hará falta para la realización del plan. Para muchas de las actividades que han de ponerse en ejecución carecemos de los técnicos necesarios. En esto hay que andar con mucho cuidado porque malos técnicos difícilmente producen buenas obras. En hidráulica, uno de los aspectos más importantes del plan, no tenemos técnicos capacitados y, menos, experimentados. A este respecto traeremos al país diez o doce "campeones", como lo llaman los ingenieros, y mandaremos al extranjero para especializarse en cursos breves y provechosos, a muchos ingenieros jóvenes argentinos, con el fin de ir formando la generación de expertos en hidráulica de que carece la nación. De la misma manera, en otras especialidades se están adoptando las medidas para preparar el personal. Todo esto coincide con mi apreciación de que los años 1947 y 1948 serán de preparación y aparejamiento del personal y materiales. La relación que existe entre este plan y los que pueden elaborarse en las provincias, es necesario que las mencionemos siquiera sea brevemente. Yo no entro a considerar en particular ninguno de los puntos contenidos en este libro, porque ustedes lo van a leer cómodamente, y sacarán más conclusiones de las que yo pueda suministrarles al respecto. Me refiero, en términos generales a los fundamentos y no al texto del plan. Tan pronto se conoció este Plan Quinquenal, se me apersonaron los senadores de casi todas las provincias, especialmente de las provincias pobres. Casi todos solicitaban diversas mejoras. Y casualmente, ese mismo mes debí reunir a todo el Senado de la Nación para explicar que todo lo que los señores senadores me solicitaban estaba incluido en el plan vegetativo y que no incluía en este Plan exclusivamente lo necesario para la acción dinámica. Si dentro del plan me hubiera dedicado solo a hacer diques o escuelas en todas las provincias que los necesitan, no nos hubiéramos puesto de acuerdo y, probablemente, no habríamos realizado ni la quinta parte de sus aspiraciones. Lo que nosotros deseamos es llevar a la práctica las obras básicas y de entroncamiento de un sistema irrigatorio que no llena sino las necesidades generales relacionadas con el riel, pero que también contempla la necesidad de formar una red troncal de usinas productoras de energía eléctrica, y esa relación muchas veces obliga a desplazar obras, desplazamiento que también no comprenden los que miran estos proyectos con un sentido local y no con una visión de conjunto. Las obras de realización indispensables en las provincias pueden ser contempladas en el plan de obras públicas del presupuesto ordinario y financiarse por lo tanto, con medios ordinarios. En este sentido no hay inconvenientes, y además será posible entrelazar las obras del presupuesto ordinario con algunas obras del presupuesto extraordinario, porque si se construye una obra fundamental en una región, no habría inconvenientes para construir, simultáneamente otra obra subsidiaria que insuma poco personal y material, pero esa obra no pertenecerá a nuestro Plan Quinquenal. Eso corresponde al presupuesto ordinario y debe ir contemplado en el plan vegetativo. De la misma manera, todo lo que se refiere a obras públicas se realizará como se realizaba antes. No habrá en esto ninguna alteración, porque vamos a respetar el plan que se había proyectado antes, dentro del presupuesto vegetativo. De eso no vamos a suprimir nada para realizarlo en este otro plan, sino que respetamos las obras que ya estaban previstas, y no hay motivos para reclamar la inclusión en este plan de las que normalmente deben realizarse en las provincias con los presupuestos ordinarios. Lo que necesitamos es que los gobiernos de provincias nos indiquen las cuestiones que pueden modificarse para beneficio particular de sus provincias, ya que estamos listos para tomar cualquier medida que perfeccione nuestro plan teniendo en vista el bien común y no las circunstancias ocasionales. En caminos, por ejemplo, existe un plan de ampliación de la red actual. Nosotros hemos proyectado estas construcciones que de acuerdo con el plan general de vialidad se debían desarrollar ocho o diez años, por acuerdos entre la Dirección Nacional de Vialidad y los gobiernos provinciales, acordando el tiempo de realización para que la obras resulten más económicas, y porque la Dirección de Vialidad, ya que en eso estamos, insume el 65% de su capital en administración y empleados y solo el 35% se traduce en caminos. Yo deseo que, como cualquier empresa, gaste el 15% en administración y el 85% en caminos, si el resto no se puede realizar suprimiremos la Dirección Nacional de Vialidad y contrataremos directamente la construcción de caminos. Esos empleados de la Dirección de Vialidad, que son tan numerosos lo destinaremos a otras actividades. Si algún gobierno provincial opina que un determinado camino ha de resultar más conveniente que otro, estamos listos para considerar, con la Dirección de Vialidad, cualquier modificación que se proponga. Y lo que digo de caminos lo digo también de puertos, de desagües y de todos los demás aspectos, es decir, que esto no es rígido en la realización de las obras determinadas, sino que pueden modificarse, yuxtaponerse, dividirse, etcétera. Deseo aclararles otro asunto que considero interesante, especialmente para ustedes, y sobre el que ya he conversado con el ministro de hacienda. Se refiere a la financiación de las obras en el sentido de que podríamos ayudar a las provincias, ya sea con cargo a ellas mismas o sin cargo, esto último justificado. Entendemos que el dinero es de todos, y en ese concepto nosotros podemos aceptar el procedimiento que resulte de las circunstancias. Lo que deseamos es que todas las provincias entiendan y se compenetren de nuestras intenciones. No se trata aquí de favorecer a unas más que a otras, y en este sentido voy a ponerles un ejemplo que resultará ilustrativo. La República Argentina es un tren con siete máquinas y siete vagones; las siete máquinas representan las siete provincias ricas y los siete vagones son las siete provincias pobres. Nosotros queremos transformar ese tren en catorce máquinas con poder de tracción y así siempre estaremos en el centro de gravedad de las realizaciones. Si algunas provincias están pagando un tributo para esas provincias pobres, haremos un gran bien propulsando el progreso de éstas para que esa situación no continúe en lo futuro. Las grandes obras permitirán llevar un poco de industria a esas provincias pobres, lo cual es mucho mejor que construirles diques. La descentralización industrial resuelve el problema demográfico de la República Argentina, pero es necesaria la compensación en los transportes. No podría un industrial instalado en San Luis, competir con otro instalado en Buenos Aires en cuanto a colocación de productos en Río de Janeiro, porque el transporte para ambos no resulta el mismo en cuanto a precios. Luego, hay que dar transportes baratos y para ello es necesario electrificar, con el objeto de cobra fletes que no insuman la mitad de la ganancia al industrial del interior. Todos estos problemas han sido correlacionados y concretados en el Plan Quinquenal, porque, en realidad, este Plan se compone de ocho planes encadenados. Comienza con la inmigración y para traerla se conecta la inmigración al plan de colonización; para colonizar es necesario contemplar el problema de la irrigación, pero un dique si una usina es contrasentido económico. Luego viene la posibilidad de que los diques que vayamos construyendo puedan producir la energía eléctrica y resolver el problema demográfico con la instalación de industrias en el interior. Como se ve, son planes escalonados y la solución de uno favorece a los demás. Cuando visité en Alemania la fábrica de salitre sintético, yo imaginaba encontrar "una fábrica", y encontré que la fábrica se componía, en realidad, de dieciocho fábricas, y pregunté si las dieciocho producían nitrógeno sintético. Me dijeron que una producía nitrógeno y las otras diez y siete aprovechaban los productos subsidiarios de la elaboración para otros fines. Nosotros queremos hacer lo mismo para no despreciar ninguno de los aspectos de la realización del Plan. Sobre la relación del plan central con las provincias hay aspectos interesantes. La República Argentina es un país donde la moda se respeta de una manera extraordinaria. Actualmente, la moda, es la de nacionalizar los servicios públicos. Pero considero que ello implica un estudio integral porque en nuestro país los servicios públicos no son generales sino locales. Cuando las sociedades eléctricas llegaron al país y quisieron formar los grandes pools para la explotación eléctrica de las distintas regiones, tuvieron que proceder de un modo especial. La ANSEC, con sus cinco grandes grupos, tiene cinco directorios distintos, siendo una sola compañía, porque no se imaginaron que en la Argentina los servicios eran locales y para instalarse en cada una de las zonas tuvieron que organizar las compañías de un modo distinto. Lo mismo acontece con la SOFINA, otro gran grupo de exportación de la electricidad. Si nosotros vamos a electrificar el país y dentro de tres años producimos energía a 5 centavos el kw., donde compañías no pueden producir actualmente más que a 49, ¿cual será el porvenir de esos consorcios? ¿Sería entonces negocio para el Estado pagar dos o tres mil millones de pesos para comprar esos materiales, cuando esa suma la podemos emplear para instalar nuestras propias usinas hidroeléctricas? Yo soy partidario de tomar todos los servicios públicos, pero no lo soy en cuanto a tirar el dinero. Este asunto hay que meditarlo profundamente porque ahora al Estado le conviene trabajar por su cuenta. Quería mencionar esto porque la experiencia en materia de expropiación del servicio público de electricidad es mala. Por rara coincidencia, o por desgracia, en las localidades donde se han expropiado los servicios eléctricos siempre ha ocurrido con usinas que producían pérdidas. Las compañías tienen usinas que rinden ganancias y otras que producen pérdidas y se manejan de modo tal que haya compensación. Si compramos las que dan pérdidas, las compañías lo aceptarán, pero iniciarán pleito si expropiamos las que dan ganancias.
Antes de expropiar nada es conveniente estudiar profundamente cada una de estas cuestiones, y sobre todo pensar que estamos en tren de realizaciones de gran envergadura que pueden ser perjudicadas por los compromisos que el Estado puede contraer en nuevas empresas, y que incidirían en esas realizaciones. Estoy de acuerdo en tomar todos los servicios públicos, pero hay que hacerlo racionalmente, estudiando cada uno de los aspectos y especialmente los económicos. Los ferrocarriles, por ejemplo, en cuanto se formalice su nacionalización, se cumplirá una aspiración magnífica, pero previamente hay que conversar y negociar. No es el mismo negocio el del año 1946 que el del año 1906. Las condiciones han variado un poco. En esto ha influido fundamentalmente la guerra y por ese motivo es que hay que estudiar minuciosamente el problema. Volviendo al asunto, les ruego que al regresar a sus provincias mediten acerca de todo esto y que tengan la bondad de consultarnos, ya que nosotros tenemos en la mano todas las investigaciones realizadas y todos los datos necesarios para poder asesorarlos. Siempre tendremos un consejo oportuno, que quizás evite sorpresas desagradables. Nuestro interés se reduce a colaborar con nuestra información que es abundante en cualquier iniciativa que ustedes intenten en las provincias. No quiero distraerlos por más tiempo, pero sí deseo agregar que al regreso a sus provincias traten de dar la más amplia difusión a estas cuestiones para que se conozcan. No digo que hagan propaganda en favor de nadie, pero si que procuren el conocimiento del Plan Quinquenal en todas partes.
Finalmente, ruego a ustedes quieran hacerme el obsequio de llevar mis saludos afectuosos a los gobernadores de sus respectivas provincias, así como también a los demás ministros y amigos de cada región, repitiéndoles una vez más que nosotros estamos al servicio de las necesidades del interior en cualquier orden, y que el ministro de hacienda estará siempre dispuesto a ofrecer la ayuda federal. ................................... |
1946-11-22 | En la firma del convenio de los obreros de la construcción | Con gran placer he llegado hoy a esta Secretaría de Trabajo y Previsión en la que tantas veces he hablado a los trabajadores. Es para mi muy grato dirigirme a la Unión Obrera de la Construcción, a la que durante mucho tiempo hemos seguido en sus diversas alternativas para el mejoramiento de sus condiciones de trabajo y remuneración. Este gremio tiene características muy particulares por la forma de su trabajo, un tanto disperso y separado en pequeños núcleos, lo que es desfavorable para desarrollar una organización eficiente, sin embargo, pese a esa enorme desventaja, hemos esperado en la Secretaría poder tomar contacto con la totalidad del gremio, sin obligar a nadie en manera alguna, porque en esta casa jamás se ha obligado a ningún trabajador a hacer lo que no quisiera. La Secretaría de Trabajo y Previsión, anteriormente, y el gobierno, ahora, sólo quiere establecer relaciones con las verdaderas fuerzas del trabajo, libre de toda influencia como no sea el trabajo mismo. El Estado es el primer interesado en que la masa trabajadora se organice para la defensa de sus reivindicaciones. A ningún obrero, repito, que ha concurrido a esta casa por sí o en representación de su gremio, se le ha exigido algo como compensación. Yo me daría por vencido, y entonces diría que hemos trabajado mal, si algún obrero pudiera decir que le hemos pedido algo para la política o para cualquier otra finalidad. Hemos hablado siempre el mismo idioma y hemos aconsejado a los obreros buscando únicamente su propio bien. Después de tres años de trabajo es una satisfacción decir, franca, leal, y sinceramente, que no hemos trabajado para nosotros sino para todos los obreros sin pedirles nada más que apoyo para su propio beneficio. Esto lo podemos afirmar porque hemos procedido con lealtad. Nuestra obra social cumplida tiene hoy su compensación de otro orden, porque al mirar a los países más grandes del mundo en su panorama social comprobamos que el nuestro es tranquilo, precisamente, porque va obteniendo los beneficios de su organización sindical. Con el correr del tiempo se obtendrán todas las mejoras que paulatinamente pueden conseguirse, mientras que otros países, aún siendo grandes, no han alcanzado esta etapa moderna en la organización de los pueblos. Nuestro panorama de pequeños conflictos inevitables en los medios obreros se irá despejando al conjurarse esos conflictos, cuando las organizaciones sindicales sean dirigidas solamente con una finalidad gremial, sin cuestiones ajenas al sindicalismo. Por eso he querido concurrir yo mismo a la Secretaría de Trabajo para asistir a este acto, en el que la Unión Obrera de la Construcción se convence de que aquí no se hace otra cosa que trabajar para el bien de los que laboran nuestra grandeza. Por esta razón, la Secretaría de Trabajo se halla dirigida por un obrero auténtico que ha pasado toda su vida al pie de una máquina, que es el mejor defensor de sus compañeros de ayer y que hoy, si bien lo tratan como un funcionario, sigue siendo para ellos el camarada que abandonó su ruda labor para tomar la dirección de los problemas del trabajo. Al proceder así el Gobierno no ha podido ofrecer mejor garantía a los obreros, y no creo que país alguno la pueda ofrecer mayor. Si como Secretario de Trabajo y Previsión siempre he luchado para mejorar las condiciones obreras, hoy, colocado en una situación distinta, ya no puedo seguir luchando como lo hice antes, frente a todo y a todos, porque ahora, como Presidente de la República, no puedo embanderarme en ninguno de los bandos en pugna sino que tengo que estar colocado en una situación de equilibrio para no producir rozamientos; pero desde mi puesto he de apoyar, mediante la planificación que todos ustedes conocen, las reivindicaciones obreras, y asegurar todas las conquistas que los trabajadores han obtenido y necesitan. Hace cincuenta años que se viene reclamando un sinnúmero de mejoras que nosotros hemos logrado rápidamente, pero deben pensar, que hoy, dentro del gobierno constitucional la marcha es más lenta que la que hicimos durante el gobierno revolucionario. Todos nuestros actos deben ser sometidos a la aprobación del Congreso y si ello tiene el inconveniente de que se procede con mayor lentitud; tiene en cambio, las grandísimas ventajas de que las conquistas quedan consolidadas en forma legal para que no puedan ser suprimidas jamás. Puedo asegurarles que lo planificado en materia de descanso, de previsión social, de condiciones de trabajo, de jornada de labor y en otros aspectos, llega a la perfección, por lo menos teórica, que no ha sido alcanzada por ningún país del mundo. El Plan Quinquenal no es más que un plan económico-social dirigido al desarrollo de mayor riqueza para una repartición más justa entre todos los que trabajan. En otras palabras, tratamos de obtener de nuestro país mayor provecho para beneficio de los 14 millones de habitantes, y no para cien familias de privilegiados, como había sido repartida hasta ahora la riqueza del país. En el estudio de nuestro plan hemos llegado a la conclusión que de sus casi tres millones de kilómetros cuadrados explotamos tan solo un millón, y de que de este último obtenemos apenas un rendimiento de un 25 a un 30 por ciento. El Plan Quinquenal quiere llegar a que ese millón de kilómetros produzca el 50 por ciento de su riqueza para repartirla proporcional y equitativamente entre todos los argentinos. Además si sólo explotamos la tercera parte de nuestro territorio y de ello obtenemos la mitad de su riqueza, pienso que se pueden realizar veinte planes quinquenales para llegar a conseguir una explotación total. Los que nos critican dicen que somos ampulosos, que queremos hacer una obra irrealizable. Considero que esto es solamente el principio de lo que la República Argentina puede hacer: no debe olvidarse que la Argentina, que produce la carne suficiente para alimentar a la mitad del mundo y el trigo para abastecer a media humanidad, ofrece el espectáculo de que la mitad de su población está subalimentanda, vale decir, falta de la alimentación indispensable. Creo -como he dicho en otra oportunidad- que si tenemos toros gordos y peones flacos, debemos seguir teniendo toros gordos, pero también peones gordos. Otros nos dicen que nuestro plan es totalitario. Yo contesto que hace cinco días un ministro laborista del gobierno inglés enunció un plan exactamente igual al nuestro, y por suerte lo hace casi dos meses después que nosotros. Si los ingleses son totalitarios, con su Partido Laborista, aceptamos serlo también nosotros, con nuestro Partido Laborista. Pero esto no es todo. Hoy he recibido la noticia de que el gobierno chileno, recientemente elegido, ha adoptado un plan similar al nuestro. En esta época de profunda transformación, todos los argentinos, piensen como piensen, tengan la ideología que tengan, deben trabajar por un ideal común, porque no es posible trabajar en contra de la prosperidad, de la riqueza y de la felicidad de la Nación. Yo pido a los trabajadores que apoyen nuestra obra de gobierno, porque ellos tienen la responsabilidad de realizar cuanto pensamos realizar desde el gobierno. Este es el gobierno de la clase trabajadora, y no lo digo a la usanza de los antiguos charlatanes políticos, que desde la tribuna, en el Congreso, o en los centros científicos, defendían a la clase trabajadora por fórmula, pero que si concurrían a un taller o a una reunión obrera estaban desesperados porque ella terminara, puesto que le molestaba la presencia de los propios trabajadores. Nuestro gobierno es de base y de fundamento obrero, no en las palabras, sino en los hechos. Si miramos al Senado la mitad de sus componentes son obreros; si miramos a la Cámara de Diputados, las dos terceras partes son obreros nuestros; si miramos la Caja de Previsión Social, los Bancos, vemos que en sus directores se halla un obrero; si miramos el Gabinete observamos que también tiene varios representantes del trabajo. Las comisiones que designamos para estudiar los tratados internacionales cuentan también con hombres de trabajo y, por último, nuestras embajadas en el exterior presentan por primera vez en la historia el espectáculo de hallarse integradas con agregados obreros. En otras palabras, no hacemos grandes discursos sobre los obreros pero estamos introduciéndolos en la legislación, en la diplomacia, en el gobierno, vale decir, estamos colocando a los sindicatos en los puestos públicos de mayor responsabilidad para que ellos vayan haciendo sus armas en la legislación, en el gobierno, en las representaciones estatales, para que dentro de diez años nuestra clase trabajadora se halle preparada para la función pública y esté en condiciones de tomar el gobierno y ejercitarlo. Estamos empeñados en realizar lo que se viene diciendo desde hace cincuenta años porque nosotros procedemos a la inversa de los antiguos políticos, que se servían de la clase trabajadora para escalar los puestos públicos y vivir veinte años como senadores o diputados. No queremos fósiles en el Congreso; queremos que las fuerzas jóvenes representen en él al trabajo y que luchen por sus justas reivindicaciones sin hacer política inútil, como se ha venido haciendo durante tantos años, en los cuales se permitía únicamente a los obreros que dirigieran sus organizaciones. ¡Y que menos se podía ofrecer! La clase trabajadora durante muchos años se había hecho representar por profesionales de la política. Nosotros pretendemos que se capacite con sus propios integrantes en el gobierno y en el parlamento. Después habrá quién diga que no realizamos la verdadera democracia. Es inútil que pretendan convencer a los incautos haciendo creer que procedemos por interés personal. Yo, que he sido un hombre sin ninguna ambición por la ambición misma, sino por hacer el mejor bien que se puede realizar, pregunto qué interés personal puedo tener en este momento. Como aquí no hay reyes ni emperadores, yo he terminado, pues no tengo a qué más aspirar como argentino. Desde el puesto que la Providencia me ha deparado aspiro a hacer todo el bien posible, y por ello hablo en el único idioma que conozco, es decir, con absoluta franqueza, al expresar que desde el gobierno estamos realizando más de lo que prometimos, porque mi costumbre no es prometer sino realizar. Quiero darles ahora un consejo. Los trabajadores de la construcción deben formar un sindicato perfectamente unido y fuerte, con la única finalidad de defender sus intereses, y en él no debe entrar la política ni las ideas raras que ustedes conocen. Cuando la política ha entrado en las agrupaciones obreras ha sido para una doble finalidad, para explotarlas y para dividirlas. Por otra parte, deben de poner el mayor cuidado en la designación de los dirigentes del gremio, eligiendo hombres serios y honrados que no se embanderen luego en actividades que no tienen nada que ver con la acción sindical, sino que luchen y trabajen incansablemente para lograr mejoras para sus afiliados. Desde el gobierno he ofrecido a los gremios el más franco apoyo. Ya se han construido, para organizaciones sindicales, más de veinte policlínicos regionales. Deben pensar ustedes que no solamente con un salario mayor se aumenta el estándar de vida, sino que hay mil formas más de aumentarlo indirectamente: la casa propia, la mutualidad, el cooperativismo, la asistencia hospitalaria y otros medios de previsión y ayuda mutua. El gobierno puede prestar su ayuda cuando los gremios son serios y organizados, porque el Estado debe velar por su dinero, que es patrimonio del pueblo, y no puede disponer del mismo al azar. Deseo decir por último al gremio de la construcción, ya que hasta ahora había permanecido un poco alejado de esta casa, que trasmita a sus camaradas que no tenemos prejuicios sobre nadie y que el que llega a ella es siempre bienvenido, porque es la casa de los trabajadores. Aspiro a que los obreros, patrones y funcionarios, puestos de acuerdo para marchar adelante, construyan una Argentina mejor para dar término a la lucha cuando cada uno reconozca al colaborador en esta obra lo que le corresponde, sin pelear entre argentinos por unos pesos más o menos. Creo que ello no se ha conseguido todavía, porque a veces las pasiones impiden que el hombre sea inteligente y comprensivo para sus semejantes. El camino para lograr esta armonía está representado por estos convenios, porque el Estado está interesado en que no se luche, en que se llegue a un acuerdo, y estos contratos permitirán ir equilibrando los beneficios y los esfuerzos y compensando los sacrificios. El sueño de todo argentino debe ser llevar el país a un grado de florecimiento que permita a sus habitantes el grado de felicidad a que tienen derecho. Por eso me complace asistir al acto en que, por acuerdo de las partes, se firman varios convenios que benefician a los trabajadores de la construcción y que han de permitir llevar un poco más de bienestar a miles de hogares argentinas. ..................................... |
1946-11-22 | En el agasajo que la Asociación Bancaria y el personal del Banco de la Provincia de Buenos Aires hizo al coronel Mercante | Señores: Una de las conquistas más extraordinarias de nuestro movimiento ha sido, sin duda, la formación de una conciencia social en el país. Asistimos esta noche a una reunión que es consecuencia de esa misma conciencia social argentina -nueva conquista en el espíritu de las multitudes de nuestro pueblo- de la que saldrán beneficios insospechados para la Nación. Yo contemplo este magnífico cuadro de confraternidad argentina y humana; contemplo este maravilloso espectáculo de los corazones y de las inteligencias dirigidas hacia una finalidad superior, por la que la humanidad lucha desde hace muchos siglos: hermanarse, hermanarse en la voluntad de ser mejores, hermanarse en la voluntad de hacer una patria mejor. La conciencia social ha desterrado el individualismo egoísta que luchaba por la comodidad personal, para buscar en la acción colectiva-gremial la conquista de todos para todos. Y no es sólo eso lo grandioso de esa conciencia social, sin la cual los pueblos modernos van a la lucha y a la desesperación, arrastrando con ello a los países a la miseria, a la guerra y a la desgracia. Veamos este maravilloso espectáculo del despertar de la conciencia social que reprueba a los viejos hombres de una conciencia incomprensible, pero de la que no hay que culparlos porque ellos fueron producto de una época nefasta que ha pasado para siempre en la República Argentina. Ellos fueron producto de esa época individualista y egoísta. Ellos nacieron al resplandor del oro que manejaron sin haberse palpado alguna vez el corazón para saber entender y comprender una vida en la que no todo es oro, en la que no todo es dividendo. Nosotros asistimos a esa transformación del alma argentina tras los nuevos postulados de justicia social que hacen una conciencia y una subconciencia, para pensar que en adelante los argentinos deberán unirse a los resplandores de esa conciencia colectiva, para abandonar un individualismo que no sirvió a los intereses de todos los argentinos sino a los intereses de grupos o de personas. Muchos de esos hombres, en cuyas almas todavía no ha entrado el resplandor de esa conciencia social, nos están criticando desde todos los ángulos, pensando que nuestras nuevas construcciones entrarán en una bancarrota irremediable porque nosotros no trabajamos sobre los libros de contabilidad, sino, más bien, pensamos y construimos sobre los libros de la vida, de la necesidad, del amor y de la confraternidad. Pero se olvidan que a las fuerzas ciegas y opacas del egoísmo nosotros opondremos el movimiento de las fuerzas inmanentes de una colaboración y de una cooperación que nacen del entendimiento del gobierno con los hombres que labran la grandeza y las riquezas de los pueblos. Por eso todavía hay hombres que, cuando les dicen que los hombres de trabajo se agremian u oyen nombrar la palabra sindicato, sienten un temor extraordinario. El sindicato es una asociación lícita que el gobierno ha de propugnar y ha de defender con todas sus fuerzas, porque es la base moderna del equilibrio social. La riqueza podrá ser poderosa, pero frente al desequilibrio social es de una fragilidad extraordinaria y conduce a caóticas situaciones que estamos presenciando en algunos países del mundo. Hay que terminar con ese temor inconsciente a la sindicalización o agremiación de las masas de hombres de una misma actividad. No puede haber países modernos equilibrados hasta el momento en que todas las actividades afines de los hombres se unan en las agrupaciones representativas de las nuevas colectividades que han de reemplazar a los viejos y caducos moldes políticos. Por eso, señores, estas fiestas que representan en una misma mesa a los mandatarios, a los directores y a los empleados, elevan el corazón y agrandan el espíritu porque van presentando los panoramas modernos de una nueva Argentina, más libre, más grande y más justa y democrática que nunca. En esta oportunidad el Directorio del Banco de la Provincia de Buenos Aires es aclamado por sus propios empleados y estos ven en el rostro de sus directores reflejado el feliz resultado de la labor común, comprometiéndose, frente al mandatario de la Provincia, a unirse entre ellos y contribuir al engrandecimiento de la Institución y a su prosperidad. Señores: este es el ideal al que aspiramos y queremos realizar. Este es el único ideal de una voluntad inquebrantable de servirse a sí mismos sirviendo a la propia Nación. Este es el proceso social. A esto aspira el proceso social: a colocar el interés del individuo, el interés de la colectividad y el interés del Estado en sentidos paralelos, con un solo objetivo que es sagrado para el ciudadano, para el hombre sindicado, para el gobierno y para el funcionario: hacer la felicidad del presente y labrar la grandeza del porvenir. Señores: Yo uno al homenaje que ustedes rinden a Mercante el reconocimiento emocionado de todos los homenajes que a todas horas brindo a este hombre leal y luchador. Lo he visto a todo lo largo de su trayectoria pública y puedo concretar lo que pienso de él diciendo que es "un Hombre". He materializado la aspiración del viejo filósofo que, farol en mano, iba buscando un hombre por los caminos de Roma: yo puedo afirmar que he encontrado al hombre. La humanidad ha luchado siempre por un hombre, y cuando quiso tener un Dios, Dios se lo envió en forma de hombre. Buscamos a ese hombre, a hechura del que es capaz de realizar, ya que estamos cansados de aquellos que nos han prometido tantas cosas pero que nunca fueron capaces de realizarlas. Estoy absolutamente persuadido de que los destinos de la Provincia de Buenos Aires están en manos firmes y seguras. Y, por sobre todo, que están en manos de un hombre honrado; en manos de un hombre moderno; que no solamente somete sus juicios a la inteligencia, sino que los sazona con el corazón. Sé bien que la Historia y el Destino han de decirnos alguna vez que en este memorable día en que es homenajeado por los empleados del Banco de la Provincia, hemos dicho la verdad: el Coronel Mercante es "un Hombre". |
1946-11-23 | Mensaje radial sobre la política de carnes y las negociaciones con Gran Bretaña sobre la venta de este producto | Como una nueva tapa en el camino de la recuperación económica del país, el gobierno hace saber hoy a todo el país el resultado substancial de las negociaciones con Inglaterra, en lo referente a los precios que se abonarán a los productores de ganado y las bases de los precios que regirán en breve para la venta al detalle de la carne destinada al consumo de la población. Con el Reino Unido, tradicional comprador de la totalidad del saldo exportable de carne vacuna, suscribimos hace dos meses un tratado que en esta materia estableció dos puntos importantes: el primero fue que la obligación de vender carne vacuna a Inglaterra ya no abarca el ciento por ciento del saldo exportable sino el ochenta y tres por ciento para 1948 y, una proporción a determinarse para los años sucesivos. El segundo fue que los precios para esas ventas serían establecidos en discusiones especiales sobre la base mínima de superar en, por lo menos, el cuarenta y cinco por ciento los del primer contrato global. Esos dos puntos constituyen la base de la política gubernamental más apropiada para fortalecer razonablemente la posición de nuestra ganadería, con vista a tres grandes fines: acrecentamiento del volumen y calidad de nuestra producción; reorganización de nuestro comercio interno, tendiente a que nuestro propio pueblo consuma más carne a precios más bajos, y defensa de la colocación y precios de nuestros productos en el mercado exterior. Estos tres fines están entrelazados entre sí, y para que los efectos de la acción oficial sean duraderos y estables, las soluciones deben tender, en primer término, a que la producción no decaiga y a que todos los productores medianos, pequeños o grandes, obtengan la parte que con justicia les corresponde en la renta de la riqueza pecuaria que contribuyen a crear. Una crisis ganadera afectaría extensamente las bases económicas de todas las otras actividades del país. Esto lo sabemos por la ruda experiencia sufrida a poco de terminar la guerra de 1914/18. Si alentamos a nuestro productor para que mantenga, refine y aumente sus planteles, aseguraremos abundantes disponibilidades para nuestro consumo y la exportación, con lo cual consolidaremos la primera base del éxito frente a la gran demanda internacional de carne, que persistirá por varios años. Si, por otra parte, comprendemos que la industria frigorífica debe estar al servicio de la producción para valorizarla y distribuirla mejor, y abandonamos la vieja rutina según la cual resulta ser la producción la que está al servicio de la industria frigorífica; si actuamos en consecuencia de esta posición, como el gobierno se propone hacerlo por su parte, habremos afirmado otra importante base de soluciones permanentes. Si finalmente, en lo relativo a nuestro consumo interno, logramos organizar con rapidez los resortes comerciales vinculados a la distribución, y establecer una red de frigoríficos regionales y cámaras frías en el interior, estaremos en condiciones de sostener la defensa integral en todas las etapas del ganadero y del consumidor. Esta breve exposición sobre dichos fines y sus correspondientes medios para alcanzarlos, refleja, en ceñida síntesis, la política que el gobierno se ha propuesto desenvolver en materia de carnes. El incremento de precios a la producción ha sido hecho con el debido cuidado respecto del interés del consumidor. Se alcanzan, en efecto, rebajas substanciales, que permitirán llevar a todas las masas la carne de nuestros magníficos rodeos. Esto ha sido posible, aunque a simple vista parezca paradójico pagar más por lo que se va a cobrar menos, mediante una severa racionalización de todos los elementos industriales y comerciales que intervienen en el complejo proceso del comercio de carnes. Sabemos que no están superados en su totalidad los numerosos factores que concurren al desarrollo integral de una política como la que anuncio, que debe abarcar la totalidad del consumo interno y de la exportación. Pero sabemos bien qué necesitamos y hacia donde deseamos llegar, y hemos de trabajar para obtenerlo. Hace poco que la Nación ha contratado la construcción de cinco barcos frigoríficos, primeras unidades de nuestra futura flota transportadora de carnes y otros productos de nuestro suelo. En recientes tratados se ha previsto la instalación de cámaras frías, argentinas, en puertos francos del extranjero, y no ahorraremos medios para que la red de frigoríficos regionales y de cámaras frías sea cuanto antes una realidad actuante. Conozco la inquietud que agita a los ganaderos, que ha de hallar una nueva expresión en el Congreso de Sociedades Rurales de la Provincia de Buenos Aires y de la Pampa, reunido en estos momentos en la ciudad de Tandil. No ignoro los perjuicios que se derivan del desconocimiento de los precios que corresponderá a los novillos. Por ello, y no obstante que aún no disponemos del estudio definitivo que requiere una cuestión tan compleja como ésta, he considerado un deber adelantar a los ganaderos precios provisorios, que les orienten en sus operaciones y que aseguran aumentos substanciales respecto de los que han venido rigiendo. Los nuevos precios de compra en fábrica, para las distintas categorías, tendrán aumentos que oscilan entre el 23% y el 36%. El cuadro que mañana será dado a publicidad, comprando los precios anteriores con lo que ahora enuncio, muestra claramente los beneficios que los ganaderos han de recoger. En ese cuadro se apreciará que algunas categorías han sido beneficiadas con aumentos que, por su magnitud, definen un tipo de política ganadera absolutamente nuevo en el país. Porque con esos precios se tiende a fomentar el desarrollo pecuario de zonas potencialmente aptas para una producción hoy falta de estímulo y que cuenta con amplias posibilidades de colocación en los mercados mundiales. Esta acción de fomento, dentro del plan que nos hemos trazado, puede ser desarrollada sin desmedro de la política de defensa de la calidad, que el Estado argentino mantendrá celosamente porque se trata de una condición vital para el porvenir mismo de la riqueza pecuaria de la Nación. En las tres categorías superiores de calidad de novillo de exportación se han fijado precios provisorios, en fábrica, que oscilan desde 280 a 240 pesos por cabeza. Estas categorías superiores corresponden y cubren el 83% de nuestro saldo exportable de carne vacuna. Para las otras dos categorías, que comprenden el congelado liviano y la conserva, los precios provisorios resultan a 195 y 135 pesos respectivamente por cabeza. Como puede apreciarse, estos precios son muchísimo más altos que los que habrían derivado del aumento obtenido por la venta de nuestras carnes al Reino Unido. Conviene destacarlo, porque no sólo define la política económica del gobierno, sino también porque muestra la que el país ha seguido con Gran Bretaña, considerando los problemas del Reino Unido como si fueran los nuestros. En efecto, es evidente y notorio que si el país se hubiera guiado por sentimientos crudamente egoístas, habría podido derivar gran parte del volumen contratado con nuestro tradicional cliente y amigo hacia otros mercados, para lo cual, en cambio, y a pesar de existir mayor demanda de su parte, sólo reservamos el 17% de nuestro saldo. La aplicación al consumo interno de los planes económicos del gobierno, en esta materia, comenzará a hacerse efectiva desde el primero de diciembre próximo, como primera etapa en la Capital Federal. Hace pocos días ha podido ser anunciada esa medida a la población. Pagaremos más al productor y pagará menos el consumidor como consecuencia de una utilización razonable del Frigorífico Municipal y mediante la eliminación de todos los elementos intermediarios que podrían ser suprimidos sin desmedro para el abasto. Transformando el abasto de la ciudad en un servicio público, desaparece toda finalidad de lucro en las operaciones industriales y comerciales que median entre el productor y el consumidor. La consecuencia es que lo que antes era absorbido por intermediarios innecesarios, llegará ahora a beneficiar a los ganaderos y consumidores. La población de la Capital pagará el precio máximo promedio de noventa centavos el kilo en el mostrador de las carnicerías. Si se tiene en cuenta que el consumo de la capital excede de los trescientos millones de kilos anuales de carne, se puede estimar la economía que el consumo local realizará en sus gastos en no menos de cien millones de pesos por año. Hemos tenido en cuenta, especialmente, a la clase necesitada, y así en las ferias municipales se mantendrá el precio de 69 centavos el kilo, sin alteración. Todo esto no impedirá, sin embargo, actuar en el Mercado de Hacienda a base de precios que satisfagan razonablemente el interés de los criadores, tanto en lo que se relaciona con las haciendas destinadas al mercado para el consumo como a las de invernada. De la importancia de esos aumentos que se traducen en una modificación substancial de la situación económica de los productores de hacienda para el consumo, da clara idea otro cuadro, que se publicará oportunamente, y que no dice que será posible volcar sobre el mercado un poder de compra que, no obstante las oscilaciones de todo mercado abierto, convergerá a un nivel de precios superior en alrededor del 30% con relación a los promedios que han venido rigiendo en los últimos años. ............................... |
1946-11-25 | Ante dirigentes gremiales de todo el país para explicar el Plan Quinquenal | Es la primera vez que, según tengo entendido, un presidente de la República tiene el honor de exponer delante de los dirigentes obreros de un gran sector del trabajo, un plan de gobierno, siquiera sea sintéticamente expresado. Esto va demostrando que las fuerzas del trabajo adquieren en nuestro país la importancia y predominio que deben tener en toda actividad nacional, ya que la grandeza de la Nación y la felicidad de su vida presente depende, en un elevado porcentaje, del sacrificio y la acción de la clase trabajadora. He querido hacer esta exposición en el teatro Colón, porque si éste es el teatro del Estado es, también, el teatro del pueblo, y es bueno que nos vayamos acostumbrando a saber que el pueblo está constituido por todos los argentinos. No está mal entonces, que esta disertación sobre el Plan Quinquenal sea pronunciada frente a los dirigentes del trabajo del pueblo, en el teatro del pueblo, por un gobierno del pueblo. Señores: el plan de gobierno lo hemos expuesto para que sea estudiado y discutido, porque creemos que la mejor manera de perfeccionarlo es entregarlo al pueblo para que él lo discuta y me haga llegar a mí, directa o indirectamente, las observaciones que el conocimiento del plan le sugiera. Y ello es importante porque el más grande estadista que pudiera existir, si no interpreta y beneficia al pueblo con su ciencia y su trabajo, mejor sería que no fuera estadista. La razón de ser del estadista es la felicidad del pueblo y la grandeza de la Nación. Y si la obra del estadista no satisface estas dos condiciones fundamentales, serían totalmente inútiles o innocuos todos los planes que pudieran elucubrarse. Por eso hemos escuchado muchos discursos, hemos leído muchos libros y hemos revisado en los archivos innumerables proyectos de ley, magníficamente conformados, que pintan en sus autores todo un sentido del estadista; pero, desgraciadamente, ni el contenido de esos discursos, ni de esos libros, ni esos proyectos, se han llevado a la realidad. Su única utilidad en el presente es, a menudo, una consulta, pero las más de las veces es la venta por kilo en algún bazar de papeles viejos. Expuesto el plan, yo he esperado y espero aún la crítica constructiva, la observación inteligente o el consejo tan oportuno y sabio como prudente. Sin embargo, a pesar de que ya corre más de un mes de que se ha dado a conocer, no he encontrado hasta ahora sino críticas superficiales. Lo primero que han dicho es que es totalitario. Me lo esperaba así. Pero, ¿cómo puede decirse semejante superficialidad? Los países totalitarios realizaban toda su obra para la guerra, y nosotros estamos realizando toda nuestra obra para la paz. Y no sólo para la paz, sino para dar de comer a los que malgastaron lo que tenían durante la guerra. Por eso la característica de un sistema totalitario es cerrar sus fronteras a la importación y a la exportación. Y nosotros no sólo abrimos las fronteras, sino que estamos mandando todo lo que tenemos y estamos pidiendo, por favor, que nos manden lo que necesitamos. Ellos luchaban por un imperio colonial o por un espacio vital, y nosotros, ¿cómo habremos de luchar por un espacio vital cuando en casi tres millones de kilómetros cuadrados vivimos catorce millones de argentinos? Esos regímenes totalitarios tienen al Estado patrón, y nosotros no intentamos semejante cosa. Ellos vivían rigiendo el precio político y nosotros vivimos respetando el precio económico. Y si eso no fuera cierto, podríamos decir que en este momento Inglaterra, que se dice país rector de la democracia, que tiene a su frente un gobierno laborista, ha implantado hace pocos días, o anunciado por el primer ministro Morrison, un plan que tiene muy poca diferencia con nuestro plan. Y tengo noticias recientes de que el nuevo gobierno chileno encara, también, en acuerdo de gabinete, medidas urgentes que no difieren mayormente, en el aspecto económico, de casi todos los tópicos que nosotros ya consideramos, hace muchos meses, en nuestro plan de gobierno. Estas satisfacciones descartan toda posibilidad de que los superficiales y los necios sigan explotando nuestro "totalitarismo". Otras de las observaciones, menos importantes quizás, surgen de algún sector de la Universidad que hasta hace poco tiempo era el refugio de la oligarquía y cuya ideología política conocemos todos nosotros. Amenazan algunos grupos -no todos- con provocar una huelga contra el Plan Quinquenal. Esos mismos señores también hicieron una huelga contra nuestro movimiento y contra nuestra candidatura para el gobierno de la Nación. Con esa huelga propugnaban la entrega del gobierno a la Suprema Corte, o, lo que era peor, la entrega del país a otros poderes extraños para que, como dijo el camarada Alpuy, volvamos acá a trabajar doce horas para ganar diez centavos por día. En estos sectores hay un temor muy grande por la democratización de la Universidad, pero ella ha de realizarse aunque no les agrade a esos grupos oligárquicos. Otro argumento es que la insaculación de los funcionarios que han de gobernar la Universidad, debe ser producto de la elección entre esos grupos, y que mi idea de tomar la Universidad es inconstitucional o ilegal. Yo he de contestar que la Constitución de la Nación da al presidente de la República el privilegio de nombrar los funcionarios que sean costeados por el Estado; y que si algunas veces, por fallas de interpretación, ha escapado o se ha hecho escapar paulatinamente esta facultad de manos del presidente, yo he de restablecerla. Porque la Contaduría ha de pagar solo a los que yo nombre, y que los funcionarios que sean nombrados por otros, que lo paguen otros. Otra de las observaciones son las dificultades financieras que muchos diarios importantes encuentran para que podamos realizar el plan. Será suficiente que yo anuncie que no he de contratar un solo centavo en empréstitos al exterior; que no he de emitir un solo título en empréstitos internos; que para el Plan Quinquenal no hay que aumentar en un solo centavo los impuestos. Y lo voy a realizar. Lo vamos a realizar solamente con el dinero que indebidamente se filtraba en algunos bolsillos del país y de fuera del país. Otra observación, aunque superficial y común es que es demasiado grande; que sobrepasa las posibilidades y las necesidades del país. Frente a ello, yo me hago esta reflexión: la República Argentina es un país que tiene tres millones de kilómetros cuadrados, de los cuales se explotan, verdaderamente, apenas poco más de un millón de kilómetros, y a este millón de kilómetros le estamos sacando solo el 25% de su riqueza. Vale decir, que el Plan Quinquenal, que quiere duplicar la producción, le va a sacar solo el 50% de su riqueza a ese poco más de un millón de kilómetros que explotamos. Lo que quiere decir que no solamente no es grande, que no es demasiado amplio lo que pido, sino que todavía a la Argentina le quedan diez planes quinquenales por realizar. Por eso, algunos cortos de inteligencia, pobres de espíritu, han dicho que soy un loco; pero recuerdo que, primero a Rivadavia y después a Sarmiento, les dijeron, a los dos, locos. Y con locos de esa naturaleza estoy muy contento y en muy buena compañía. Me alegra que todo esto quede escrito en algunos diarios, pues así, como decía Sarmiento, los hombres del futuro sabrán con que clase de hombres tuvimos que habérnosla nosotros. Yo he pedido al pueblo que haga observaciones al plan. Lo hemos discutido y lo estamos discutiendo en todas partes. Queremos, francamente, ideas constructivas; queremos que nos hagan llegar ideas que lo completen y complementen, mejorando las nuestras; pero no queremos seguir escuchando objeciones de esa naturaleza. El objeto de esta reunión, en la que todos los camaradas dirigentes de los gremios pueden escuchar la parte más medular del Plan, es capacitarlos para que, cuando hagamos llegar a cada sindicato el plan sintético general y los planes analíticos de cada ministerio, todos pueden tomar directamente la idea que les conviene analizar o que le corresponda al gremio; porque en este vuelo de conjunto que vamos a realizar sobre el Plan Quinquenal yo trataré de darles las grandes ideas generales, tomando especialmente lo social dentro de este plan, que no es otra cosa que un programa económico- social. Como tal, esta etapa que llamamos el Plan de Gobierno, complementa y completa la obra comenzada durante el gobierno de la Revolución en lo que especialmente se refiere a la justicia social del país. La Revolución realizó la primera etapa, esa primera etapa que fue imponer un paso de avance no sólo al estado social de las masas argentinas, sino, también, a las conciencias de algunos capitalistas que se defendían contra todo avance en el orden social. La Revolución realizó, a las buenas algunas veces y por la fuerza otras, una obra social que ha sido a la larga beneficiosa para los trabajadores, pero también beneficiosa para los capitalistas; es decir, que a ellos los hemos hecho hacer esta obra social un poco como se hacía a la antigua cuando no existía la anestesia: si a un enfermo no se le operaba, se moría; entonces, era menester llevarlo a la camilla, atarlo y, aunque gritara, operarlo para salvarle la vida. Ahora, desaparecido el mal, viene ese período de convalecencia en que hay que recuperar las fuerzas y volver a desarrollar fuerzas nuevas. El Estado sigue el mismo proceso del operado. Ahora buscamos por nuevos caminos elevar el estándar de vida y mejorar las condiciones generales del trabajo, del descanso y de la previsión social, en las masas urbanas y en las masas rurales, con un absoluto racionalismo, desarrollando una mayor riqueza y repartiendo su producto en riqueza o en felicidad, en una forma más justa y más adecuada. He dicho otra vez que una de las conquistas más grandes que hemos realizado en el campo social es el desarrollo de una conciencia social. Es inútil pretender llegar a las conquistas sociales cuando no se ha desarrollado previamente la conciencia social del país, como tampoco se aplican las leyes sociales en los países donde no se ha desarrollado la conciencia social. La conciencia social es como el clima, y así como una planta del trópico no vive en el clima polar, las conquistas obreras no entran en un pueblo donde no existe conciencia social. ¿Y qué hemos hecho para cristalizar esta conciencia social en el país? Hemos luchado diariamente al lado de los dirigentes, en el gobierno y frente a las fuerzas del capital. Y lanzamos nuestras tres palabras destinadas a los tres ángulos que contemplábamos: a los patrones, humanizar el capital, al Estado, dignificar el trabajo dignificando a los trabajadores, y a los obreros, elevar la cultura social. A los patrones humanizar el capital para que conserven para el país el material humano y para que ese material humano trabaje con el corazón además de los músculos, y que vea recompensado su esfuerzo para que el cansancio espiritual y el cansancio físico sean menores. Al Estado dignificar el trabajo dignificando al trabajador, porque los países donde trabajar es un triste dilema del desgraciado y no una virtud de la raza están destinados a sucumbir. Y al obrero elevar la cultura social, porque en la elevación de la cultura social del obrero está la verdadera dignificación del pueblo. No le vale a una nación tanto contar con diez o veinte filósofos si su masa total carece de una verdadera cultura social. No le vale tanto a un país tener un grupo de privilegiados intelectuales, como tener una masa de trabajadores ordenada, fraternizando unida en el trabajo que es, en último análisis, lo que construye la riqueza y la grandeza de los pueblos. Las más maravillosas conducciones, las más magníficas lucubraciones de los intelectuales, si les falta el músculo realizador se quedan en la concepción teórica y en el papel. Y los pueblos no viven de teorías ni papeles: viven de hechos. Estos tres factores de que tantas veces hemos hablado: patrones que humanicen el capital, Estado que dignifique el trabajo y obreros que eleven su cultura social, dan origen a las realizaciones. Por ello trata el Estado de poner las fuerzas de la Nación en ritmo paralelo para construir de acuerdo; para construir bajo una sola concepción; para construir con unidad de acción y para lograr la cohesión del pueblo, sin cuya cohesión las naciones viven en perturbación, en lucha entre hermanos. Por eso nuestros críticos han dicho alguna vez que marchamos hacia concepciones modernas del Estado. Ni régimen capitalista, ni régimen estatal; ha de haber otro, que es el que nosotros propugnamos, que no dé en forma absoluta ni lo uno ni lo otro, sino que dé a cada uno en el Estado lo que cada uno merezca y le corresponda. Es estado capitalista ha representado un siglo de explotación de los trabajadores por el capital; y eso lo reconoce hasta el más obcecado capitalista: solo que no lo confiesa. El régimen estatal puro es también una explotación del pueblo por el Estado; para mí, la peor explotación, porque el Estado no tiene derecho a explotar al pueblo. Nosotros queremos un Estado donde el capital haga un tercio, el Estado otro tercio y los trabajadores otro tercio. Por eso estamos propugnando y realizando ya el accionariado obrero. Queremos iniciar este régimen para que los obreros que trabajan en una actividad tengan también derecho de compartir, por igual, las ganancias, ya que comparten por igual, o más, los sacrificios. Y esto no va a perjudicar al capital, sino que lo va a beneficiar con buenos socios: con los que trabajan. Y en vez de contar con un capital de 10 millones que él puede poner, contará con un capital de 30 que pondrá 10 él, 10 el Estado y 10 el obrero. Ya sabemos que toda empresa progresa y se engrandece según la cantidad de capital que posee. Señores: yo he hablado muchas veces de un renacimiento argentino. Ese renacimiento está en el nuevo sistema, nuevo sistema que hemos de ir tanteando empíricamente ante de entrar en él. El Plan Quinquenal va hacia ese proceso. Los países modernos no pueden ir hacia regímenes que ya han fracasado sino hacia regímenes que, aún cuando resulten una experiencia, le vayan asegurando desde el principio que es una experiencia justa porque distribuye justicia entre los hombres que ponen el capital, el Estado que dirige y los obreros que ejecutan. ¿Cómo pensamos realizar ese plan? Porque la obra de arte no está en concebir ni en escribir un plan: la obra de arte está en realizarlo. De manea que si nosotros lo hemos concebido y planeado, hemos también tomado las medidas para asegurar su ejecución. El sistema consiste en elaborar un plan sintético general que contiene la situación en que está el país y los objetivos a los cuales quiere llegar en cinco años de marcha. Eso lo hace el presidente de la República con su consejo técnico, que es la Secretaría Técnica de la Presidencia. Cada uno de los ministerios y secretarías de Estado tiene que realizar su plan técnico, o sea, su plan analítico. Si el sintético, que hace el Presidente y su Secretaría Técnica, establece la situación y el objetivo, el técnico indica el camino por donde se ha de llegar desde la situación en que el país se encuentra hasta el objetivo que persigue. Y este es el plan analítico o técnico. Este plan determina qué se va a hacer en el quinquenio, qué se va a hacer cada año, qué se va a hacer cada trimestre, qué se va a hacer cada mes. La Secretaría Técnica vigila si, efectivamente, en los hechos se realiza lo que cada vez esté determinado en el plan analítico. Este plan, a fin de coordinarse, toma tres grandes aspectos de la vida nacional, institucional, económica, política y social. El primero toma el aspecto político, el de la salud pública, el de la educación, cultura, justicia y relaciones exteriores. El segundo es el de la defensa nacional, y se ocupa del ejército, de la marina y de la aviación. Y el tercero se refiere a la economía, y toma los problemas demográficos, vale decir, el hombre como factor económico. Porque ahora sabemos que aquí no se habían acordado mucho de que el hombres es, también, un factor económico. De lo contrario, lo hubieran cuidado más. Si establecemos que cada hombre pierde al año, término medio, siete días por enfermedad, multiplicando esos siete días por el número de millones de hombres que trabajan, y calculando el sueldo de cada uno o el salario de los días en que está enfermo, se verá que se pierden alrededor de 150 millones de pesos anuales. Este es el resultado de la despreocupación por el cuidado de la salud de los hombres. La economía también comprende la obra social, la energía, los trabajos públicos y transportes, la producción, el comercio y la industria. Lo primero que hay que arreglar en el país es, sin duda, el instrumento de realización del plan, es decir la administración pública. Por eso el primer capítulo es todo lo que se refiere a poner al día la administración. Tenemos muchos empleados, muchos de ellos buenos, pero otros no tan buenos. Y esto no es por culpa de los empleados, o de los funcionarios: es por culpa del sistema. Es el sistema el que hay que modificar. Hay muchos que no concurren a la oficina; entonces, hay que hacer un horario y hacer que se ajusten a ese horario. Hay otros que pertenecen a una oficina y están adscriptos a otra y, en consecuencia, no concurren a ninguna de las dos. Las oficinas públicas deben atender todo el día, porque hay que tener en cuenta que nosotros, funcionarios o empleados del Estado, somos pagados por el pueblo para atender al pueblo. De manera que todo se reduce a que cumpla cada uno con su obligación. Estos últimos días he sabido que había inquietud por el nuevo horario. Yo he distribuido en dos turnos el horario que yo cumplo en un solo turno; y si estoy gordo y fuerte cumpliéndolo, no me explico por qué otros, con la mitad de ese esfuerzo, no pueden estar también gordos y fuertes. En la parte político-administrativa, además de considerar los aspectos de la administración nacional, es decir, de poner el instrumento de ejecución al día y aceitarlo para que funcione bien, buscamos devolver al régimen municipal de la Capital su estado constitucional. Y he de luchar para que en el orden federal de la Capital se establezca lo que determina la Constitución y no las deformaciones que se habían venido introduciendo paulatinamente para usufructuar un gobierno y no para ejercerlo. A los territorios nacionales les queremos dar todos sus derechos gradualmente. No es justo que el que vive en un territorio no tenga derechos políticos. Hemos de ir paulatinamente poniendo al día ese problema para entregar los derechos políticos a los hombres que habitan los territorios, que son tan argentinos como nosotros y están luchando en apartadas regiones de la República, amasando un poco de la grandeza común. Hasta ahora también estaban privados de sus derechos políticos los suboficiales del Ejército, olvidándose que ellos son ciudadanos argentinos que no deben ser privados de ninguno de sus derechos. Lo mismo en lo que se refiere a los derechos políticos de la mujer. No hay razón para que en un pueblo moderno la mujer siga siendo un ente cuyos derechos no estén a la altura de los derechos de los hombres. El hombre y la mujer, unidos, elaboran la grandeza de la Nación; luego ellos, unidos, tienen derecho a elegir sus gobernantes y a realizar dentro del país todas las actividades que les correspondan por el sólo hecho de haber nacido en el mismo. En cuanto a la educación, vamos hacia una mejor coordinación de la enseñanza primaria y secundaria. Creamos la enseñanza técnica y mantenemos, reorganizándola, la enseñanza universitaria. Hasta ahora, el obtener el título había sido privilegio de unas cuantas familias. En adelante, queremos que eso sea extendido a todas las familias argentinas. Y cuando por sus medios no puedan costear la instrucción de sus hijos, lo hará el Estado. No es solución para el país que de los tres millones de niños que cursan actualmente los grados de instrucción primaria, solo reciban despachos universitarios, que los habiliten para ejercer, en número de tres mil quinientos. Se gasta casi trescientos millones de pesos al año para que solamente tres mil quinientos muchachos reciban un título. Los demás quedan dispersos para ir a la única escuela que el Estado ahora les brinda: la escuela del dolor en el taller o en el trabajo. Queremos enseñanza libre, es decir, que puedan aprovecharla todos los que quieran, porque la libertad de enseñanza no consiste en que estudien los que puedan y que a los demás que Dios los ayude. Esa no puede ser la función que el Estado debe desarrollar en la instrucción pública. Tampoco es en manera alguna racional que para que se reciban tres mil quinientos muchachos por año, el Estado gaste trescientos millones de pesos y deje tres millones de muchachos sin instrucción completa. Cuántos me dicen: "El problema de la Universidad!" La Universidad no tiene problemas. Los problemas los están haciendo ellos. Y si la Universidad tiene un problema, ¿qué diremos de esos tres millones de muchachos a quienes el Estado no los instruye? Ese es el gran problema. ¿Y cómo me voy a ocupar del problema de la Universidad cuando tengo que ocuparme del problema de esos tres millones de pobres muchachos? La cultura. El Estado tiene que ocuparse de su cultura, porque los pueblos que no tienen cultura propia están muy expuestos a ser países semi- coloniales. Somos, en América, posiblemente, el único pueblo capacitado para tener cultura propia, y hemos de empeñarnos en desarrollar esa cultura para que no solamente pensemos en argentino, y obremos en argentino, sino también, sintamos en argentino. La justicia ha de ser también objeto de revisiones, porque nuestra justicia, como ya lo decía José Hernández, es como la telaraña: el bicho chico se queda prendido y el grande la rompe y pasa. Queremos justicia justa y justicia rápida, porque bien sabemos nosotros cuánta pobre gente está tres años en Villa Devoto para que después le digan: "Amigo, está en libertad, y esta causa no afecta su buen nombre y honor". Y eso les pasa siempre a los hombres pobres, porque los demás tienen generalmente un recurso de "habeas corpus" a tiempo, o hay dinero suficiente para ofrecer una fianza que les permita salir en libertad. Esa no puede ser la justicia que anhela el pueblo argentino. El pueblo argentino desea que sus tribunales, que los paga el pueblo para que haga justicia en nombre del pueblo, juzgue a los hombres con celeridad: que entre por una puerta el acusado y salga por la otra a la cárcel o a la libertad. Otro asunto importante es la reglamentación del notariado. Muy poco y muy mal es lo que se ha realizado en nuestro país. Como también la creación de un departamento en lo contencioso-administrativo, porque en eso también la justicia está mal organizada y en retardo. Si el Estado comete una injusticia con un ciudadano, el ciudadano, para demandar a la Nación, vale decir, para pleitar con el Estado, tiene que pedir la venia al Congreso, y cuando el Congreso le da la venia... Nosotros consideramos necesario que cuando cualquier ciudadano se sienta atropellado por un agente del Estado, o por el Estado mismo, tenga derecho a establecer un juicio para que un tercero juzgue al Estado y juzgue quien tiene razón. En eso estriba la verdadera libertad y no en establecer para el Estado, con respecto al ciudadano, la ley del embudo, en la que siempre lo ancho es para el Estado y lo delgado para el ciudadano. En cuanto a la salud pública, nuestro país no tenía tampoco asegurado lo que justicieramente necesita cada habitante. Si me enfermaba yo, supongamos que fuese millonario, traía médicos de cualquier parte del mundo, es decir a los más eminentes, que sólo operan por 10 ó 15 mil pesos. Y tenía asegurada la posibilidad de salvar la vida. En cambio, el pobre estaba totalmente alejado de toda posibilidad. Y no es nada aquí en Buenos Aires, donde, más o menos, en los buenos hospitales puede hacerse uno atender con médicos eminentes. Echen ustedes una mirada al interior del país, donde el 50 por ciento de los que mueren, mueren sin asistencia médica. Esta es la realidad argentina. Y esto no es defecto de nuestros médicos, porque tenemos médicos capaces, eminentes, conocidos en todas partes del mundo por su contracción a la ciencia y por su capacidad. Es defecto del Estado, pues mientras que en Buenos Aires los médicos andan a empujones para pescar un enfermo, en el interior los pobres enfermos se mueren sin asistencia médica, porque hay lugares en donde hasta 50 ó 60 leguas de distancias no existe un médico. Esto tiene que solucionarlo el Estado. Otro asunto que es tan importante como el de la asistencia individual es el de la asistencia colectiva. En nuestro país existen verdaderas columnas de males colectivos que están avanzando sobre la población. Hace cuarenta años no había sino 4.000 leprosos; hoy hay 30.000 que andan repartiendo el mal por toda la República. El paludismo, que antes era de Tucumán y Salta, ya lo tenemos en Córdoba, ya lo tenemos en Corrientes. Quiero decir que si la incuria por la salud pública continuaba, no pasarían cincuenta años sin que éste fuera un país de leprosos, de palúdicos y de tuberculosos. ¿Por que es eso? Porque nunca se organizó la salud pública. Si había un ministro de Agricultura, ¿como no había un ministro de Salud Pública? ¿Que es lo que pasó? ¿Como se combatieron los males colectivos en nuestro país? ¿Como se combatió la tuberculosis? ¿Como se combatió la lepra? ¿Como se combatió la sífilis? ¿Como se combatió la brucelosis? De una manera totalmente irracional: a cada médico le dieron su ciencia y su título, y él fue, sólo, a buscar los enfermos, o los enfermos fueron a buscarlo a él para que los curara, en trabajo individual. ¿Pero es ésta la defensa que el Estado tiene la obligación de hacer de sus conciudadanos? Es lo mismo que si el país se prepara para una invasión de un ejército extranjero y llamaremos a cada ciudadano y le diéramos un fusil y le dijéramos: "Vea, cuando vengan los vamos a parar". Es probable que no paráramos a nadie. La lucha contra el mal colectivo hay que hacerla con un ejército colectivo. Los médicos tiene que formar un verdadero ejército, con su comando, sus estaciones sanitarias y sus columnas sanitarias; colectivamente, con sus armas, para combatir el flagelo, que es también colectivo. Y eso, desgraciadamente, en nuestro país todavía no se ha realizado. Por eso en aquella época era fácil aislar a 4.000 leprosos; pero hoy es mucho más difícil aislar a 30.000, quitándoles sus hijos para que no los contagien, y educarlos luego por el Estado. Salud Pública es ese ejército que ha de combatir colectivamente a los males colectivos y que ha de tratar de asistir, por cuenta del Estado, a los ciudadanos que no pueden pagar su asistencia médica. Esta organización sanitaria implica conservar la vida. En el país de la carne, en el país del pan, en el país que tiene 300 días de sol al año, en el país que tenemos de todo, en el país donde toda la población tiene el mayor límite de posibilidades para la salud, el término medio de la vida está diez, o veinte años por debajo de otros pueblos de Europa y diez años debajo del de Estados Unidos. La salud pública organizada está destinada a prolongar de 10 a 20 años la vida de los hombres, término medio. Si eso es poco, señores, podríamos seguir prescindiendo de un ministerio de Salud Pública. Salud Pública no debe tener límites en sus gastos. El límite lo ha de dar la necesidad de curar a todos los enfermos que el país tiene. El Plan Quinquenal contempla, dentro del aspecto económico, la posibilidad de emprender una obra que propenda a la explotación de las riquezas naturales y potenciales de la Nación. Es un capítulo sumamente largo, pero lo voy a reducir a pocas palabras para darles a ustedes una idea de cómo está concebido el aspecto económico y cómo están entrelazados y encadenados los distintos planes que comprende la parte económica del Plan. Sabemos que en esto no se pueden formar planes, más o menos realizables, separando unos de los otros, porque están ligadas en forma absoluta unas cosas con otras. Supongan ustedes que tenemos que traer inmigración para trabajar nuestros campos, casi despoblados, porque esa es la realidad. Tenemos un 76% de la población en las ciudades y el 24 % en el campo. Si seguimos así, dentro de 10 años nos vamos a comer entre nosotros, porque, en el fondo, la riqueza de una Nación sale toda del campo. Los demás aspectos y transformaciones de la industria y del comercio son cambios de forma, pero el producto sale de una sola parte: de la tierra. Y nadie ha inventado nada nuevo para producir. Supongamos, entonces, que hay que traer inmigración para nuestros campos, pero resulta que el problema de la inmigración trae consigo otro problema. La parte que la lluvia riega naturalmente ya está toda ocupada. Los chacareros saben lo difícil que es conseguir un campo. Pero la República tiene una inmensa zona apta para la agricultura si se la provee de agua. Luego la inmigración trae la necesidad de un plan de colonización de las tierras no regadas. Pero para colonizarlas hay que regarlas. Eso trae la necesidad de un plan de riego, construyendo 30 ó 40 diques para aprovechar el agua de nuestro país, que en un 85% se pierde, yendo al mar. Pero si se hiciera sólo eso sería desperdiciar las obras de embalse. Hay que poner una usina eléctrica en cada dique para tener energía barata y no pagar por la energía, como actualmente, 49 ó 59 centavos el kilovatio, puesto que la energía hidroeléctrica lo puede producir a cinco centavos. De esa manera podríamos también descentralizar las zonas industriales para llevar la industria al interior, dando mayor desarrollo, riqueza y vida a zonas internas de nuestro territorio, que podría distribuir en la misma zona, económicamente, su producción, y mandar a los puertos su super-producción. Pero para ello se necesitan transportes baratos, lo que se podría obtener electrificando los transportes. Ustedes ven que toda la economía es un sólo plan que escalonan ocho o diez subplanes, que están encadenados unos con otros, porque los unos son consecuencia de los otros. En ellos hay que considerar, también, la parte social. Esa parte social señala que, dentro de toda esa colmena de producción, industrialización y comercialización de la riqueza, es indispensable que las fuerzas del trabajo tengan la garantía de recibir el fruto de la riqueza que se elabora en común: no como ha ocurrido hasta ahora, que al obrero le ha tocado la parte del ratón mientras a los demás les tocaba la parte del león. Para estructurar, dentro del plan económico, la parte social, nosotros cumpliremos lo que ustedes conocen perfectamente y que ya está en ejecución: vale decir, el plan originario de Trabajo y Previsión. Comienza por establecer los principios éticos fundamentales de humanizar el capital, dignificar el trabajo y elevar la cultura social. Realizar la organización integral del trabajo, con un cuerpo de leyes que consolide cuanto se ha hecho hasta ahora y siga perfeccionando jurídicamente, durante cuatro años, las condiciones de trabajo, de descanso y de previsión social. Queremos un régimen de previsión que complemente el salario y las condiciones de vida, porque eso es lo que le corresponde a la previsión del Estado. El salario no es todo en la vida de la familia obrera. Si tiene asistencia médica por el Estado, y no debe gastar en médico ni en medicinas, ¿no resulta de eso un aumento indirecto del salario? Si en vez de pagar por una mala pieza 80 pesos, puede pagar 30, para ir comprando en mensualidades su casa propia, ¿no es eso un aumento indirecto del salario? Si puede disponer de una cooperativa y de una mutualidad, que por sumas módicas lo puedan abastecer de lo que necesita para vivir y ayudar en los casos fortuitos, ¿no es eso un aumento indirecto del salario? Sería largo, señores, entrar en detalles sobre este largo plan de Trabajo y Previsión que va desde los principios éticos hasta la regulación integral de las condiciones de trabajo, en horarios, salubridad, salarios y justicia del trabajo. Por otra parte, sé que ustedes conocen y que en su mayor parte ustedes tienen el gráfico y el libro titulado "El pueblo quiere saber de lo que se trata", donde está explicado el plan tanto en lo que se refiere al trabajo como en lo que se refiere a la previsión social. El Plan Quinquenal considera integralmente esos dos aspectos y amplía el aspecto de la previsión social buscando cubrir numerosos riesgos que no están cubiertos por el actual régimen social de la Nación. En este sentido sólo podemos asegurar que las conquistas contenidas están siendo consolidadas por las leyes de la Nación, y que cuanto hemos planeado se irá cumpliendo, paulatina pero inexorablemente, en los cinco años del Plan. Señores: el programa no termina en lo que el plan expresa sino que va compulsando diariamente la situación para ir buscando la cooperación y la colaboración progresiva de las fuerzas del trabajo. Como habrán observado ustedes en el gobierno, en la legislación del Estado, en las distintas misiones que el país manda al extranjero o que se forman para atender comisiones que vienen del exterior, en la diplomacia, en los directorios y en los conejos técnicos, en ninguno de estos aspectos de nuestro gobierno faltan ni faltarán jamás los representantes obreros. Nosotros queremos establecer un verdadero contraste con lo que antes ha ocurrido. Nosotros deseamos tener en el consejo técnico, vale decir en el consejo asesor que funcionará en la Presidencia de la República, Secretaría Técnica, diez obreros representantes de la clase trabajadora. Señores: no quiero continuar por más tiempo distrayendo la atención de ustedes. Sólo he querido darles una idea general del plan sintético, en aquellos puntos más salientes de su contenido, dando también algunas ideas de ampliación que no pueden ser contenidas en los diagramas. Y yo pido, señores, a los dirigentes gremiales, que ayuden a los gremios en la difusión y explicación de este plan, porque necesitamos, especialmente, que los trabajadores lo conozcan y lo comprendan, porque sólo así lo apoyarán con el fervor y el entusiasmo con que es necesario que lo apoyen. Es en ese sentido que yo puedo decirles que este plan necesita de la buena voluntad y del apoyo de todos los argentinos. Estamos empeñados en dejar toda otra causa a un lado, porque esta es la causa de todos. Nadie puede estar en desacuerdo cuando nos ponemos a trabajar por el bien común y por el bien de nuestros hijos. Podemos tener miras distintas de cualquier naturaleza, y pelearnos por ellas, pero por lo único que no podemos pelear es por la idea que va por el bien común, porque entonces seríamos verdaderos suicidas. Este plan necesita de la colaboración y de la producción de todos. Se trata, en primer término, de producir, porque toda su parte económica está basada en duplicar la producción del país. De manera que la palabra de orden ha de ser: producir. Por eso es un pedido muy especial quiero hacer a los dirigentes para que ellos trasmitan ese pedido a las masas. Hay que tratar en lo posible de arreglar todos los conflictos por intermedio de la Secretaría, evitando la paralización de las tareas, que en el fondo se traduce en falta de producción y en perjuicio para los propios trabajadores. Hay tres clases de huelgas, yo lo sé bien. Las justas, que las he de apoyar yo mismo con el gobierno. Hay otras huelgas que no tienen razón de ser: las que hacen los políticos o los que quieren producir desórdenes. Si éste es el gobierno de la masa trabajadora, ¿como puede ser aceptable que le hagamos el juego a los políticos que quieren introducir confusión, o a esos que están provocando disturbios para ganar a río revuelto? La tercera huelga es un tipo de huelga un poco moderno: la patronal. Los trabajadores saben bien que de estas tres clases de huelgas hay una sola que es justa y que honra a los gremios y los eleva. Pero las otras dos perjudican enormemente a las verdaderas aspiraciones de los trabajadores, porque cuando se empieza a confundir a la opinión y a confundir a los trabajadores, para colocarlos atrás de una mala causa o detrás de una agitación ficticia, se termina por dudar sobre cuál es la huelga injusta. ¿Y quiénes son los únicos perjudicados en este asunto? El país, los mismos trabajadores y los patrones. Quiere decir que no hay ninguno que saque provecho de esas huelgas injustas. Yo creo que es santo el derecho de huelga cuando se está con la justicia, pero es maldito cuando se está contra la justicia. Es indispensable para todo ello la unidad obrera, única manera de asegurar la defensa de los sindicatos, que ustedes saben que nunca han funcionado en nuestro país con más libertad que ahora. Antes, con las leyes perseguían a los sindicatos; hoy es la ley la que ampara a los sindicatos. Y bien saben ustedes que si hay una institución a la que yo haya respetado religiosamente, ha sido el sindicato, porque yo tengo el concepto de que la organización obrera es un factor de orden y progreso para el país y no como se creía antes, un factor de perturbación. La perturbación entra cuando los sindicatos no tienen libertad para constituirse y derechos para subsistir en defensa de sus derechos. Por eso, señores, la unidad de los sindicatos es indispensable. Es necesario arrojar de su seno todo lo que no sea de interés gremial. La política que vaya a los comités. En los sindicatos deben ser todos amigos, unidos, que sientan todos de una misma manera la defensa común de los compañeros de trabajo. Señores: en el plan se trata de un esfuerzo que han de realizar todos los argentinos. Y tengo la esperanza de que haremos trabajar en este plan hasta a los que no están acostumbrados a trabajar. Pero los que nunca han trabajado no son los enemigos más peligrosos: los enemigos peligrosos son los saboteadores. Ya vemos que muestran sus uñas. Comienzan diciendo que es "la suma del poder público" la realización de este plan, que es inconstitucional, que es demasiado grande, que es totalitario, que no se va a poder cumplir. Esos son los peligrosos. Al juego de ellos es donde no hay que caer. Por eso es que yo les digo a los trabajadores -y ruego a ustedes, los dirigentes, lo hagan llegar a los gremios-, la necesidad de conocer este plan y de difundirlo y apoyarlo. La clase obrera argentina tiene en esto una grave responsabilidad. Yo soy en el gobierno el producto de la clase obrera. Lo digo así, con todo el honor que ello representa porque así lo siento y porque así lo intuyo: la enorme responsabilidad que pesa sobre mis hombros pesa sobre toda la clase trabajadora argentina. Mi responsabilidad es la responsabilidad de ustedes frente a la Nación, porque mi fracaso sería el fracaso de todos ustedes. Pero no hemos de fracasar. Hemos de vencer, pero hemos de vencer como lo hemos hecho siempre: unidos. Todos los trabajadores unidos. Así hemos de realizar el plan y así hemos de vencer. .................. |
1946-11-27 | Exposición del Plan Quinquenal realizada en el teatro Colón ante representantes del comercio, la industria y la producción | Sean mis primeras palabras de profundo agradecimiento a los productores, industriales y comerciantes que han querido tener la amabilidad de honrar esta disertación con su presencia. Tenemos el íntimo deseo de lograr una sincera colaboración y cooperación para nuestros objetivos superiores. Por ello es que venimos como ciudadanos a exponer a otros ciudadanos nuestras inquietudes, nuestros planes y nuestros propósitos. Perseguimos lo que es la aspiración de todos: el bien de la comunidad, el bien de la patria. Frente a tal alto objetivo, no creo que pueda haber ningún interés que no pueda ser sacrificado. Es indispensable en la vida moderna que los hombres de un mismo pueblo, deponiendo intereses particulares, deponiendo altiveces innecesarias, con la modestia que ha de caracterizar a los hombres que comprenden la vida frente a las grandes cuestiones de las colectividades, lleguen a una absoluta comprensión, en forma de lograr una misma manera de apreciar los problemas que les permita esclarecer las soluciones con unidad de acción y con unidad de ejecución. Hace dos años y medio, -el 25 de agosto de 1944- en la Bolsa de Comercio, en donde numerosos caballeros se habían reunido para hacerme el honor de escucharme, planteé una situación similar a la que deseo someter hoy al juicio de los señores que me escuchan. Llegué entonces allí con la misma sinceridad, con la misma modestia y con la misma lealtad con que hoy vengo aquí en procura de cooperación y de colaboración. En aquel entonces expliqué como veía yo la situación del mundo en su evolución y la situación de nuestro país, en el que recién se iniciaba una revolución. Dije que las soluciones locales no presentaban sino un inconveniente para la solución total, en la que eran necesario encuadrar los problemas y las soluciones nacionales, en un mundo doblemente convulsionado por una ola de guerra y por una ola social que lo venía agitando desde el comienzo de la primera guerra mundial Todo cuanto en aquel entonces expresé -en algunos aspectos desgraciadamente, en otros afortunadamente- fue confirmado totalmente por los hechos. No digo esto, señores, para vanagloriarme de un acierto, sino para presentar "a posteriori" de algunos de los hechos ocurridos, la misma situación, proyectándola en el tiempo y en el espacio para prever una nueva etapa de esa evolución. Creo que tampoco he de equivocarme en esta nueva previsión. Hoy puedo repetir todo cuanto dije en la ocasión recordada y quiero pedir también, con toda lealtad y con toda sinceridad, la misma colaboración que entonces solicité. En aquella oportunidad muchos comprendieron; otros no comprendieron de la mínima manera. Muchos han colaborado en las soluciones que hemos alcanzado. Pero entonces había más bien una cuestión política, y en este momento la política está totalmente ausente de cualquier consideración. Desde entonces hasta ahora, no he conquistado mucho, aún cuando la Providencia ha sido extraordinariamente benévola conmigo. Pero tengo la inmensa satisfacción de que muchos de los señores que en aquellas horas nos combatieron abiertamente, han cambiado de manera de pensar y de hablar. Tengo cerca de mí algunos nombres, como Miranda y Lagomarsino que fueron inicialmente dos grandes adversarios de mis ideas y concepciones políticas, económicas y sociales, y que hoy, convencidos de la realidad de los hechos mismos, están colaborando estrechamente en el gobierno que presido. Con mi agradecimiento, rindo homenaje a su hombría de bien y a su talento de estadistas.
De la misma manera aspiro que los señores productores, industriales y comerciantes, sobreponiéndose a cualquier otra consideración que no sea el bien de todos, analicen, despojados de toda consideración política que tanto perturba, y se dediquen solamente a observar el panorama político y social del mundo y del país, para llegar a conclusiones sobre las cuales serán la conducta y el objetivo que mejor convenga al país para su grandeza y para la felicidad de sus habitantes. Únicamente cuando se abarquen así los problemas de la Nación se podrá llegar a soluciones definitivamente estables. La política no es buena consejera porque está hecha en gran parte de pasionismo, de encono y de lucha, y en un clima de esa naturaleza las soluciones económicas no suelen adoptarse con la tranquilidad con que debe hacérselo. Para apreciar y resolver acertadamente las cuestiones económicas hay que separar tanto como se pueda de las políticas.
"Señores: lo que no todos han comprendido y penetrado es el desarrollo racional de esta etapa de vida que corre entre el año 1943 a 1946, como tampoco la nueva etapa que se ha iniciado con nuestro gobierno.
En primer término, como consecuencia de muchos años de inercia estatal durante la cual se había proyectado mucho, escrito extraordinariamente y planificado sin ejecutar una gran tarea, el país ha seguido una política de inercia en el orden estatal, en lo político, como en lo económico y en lo social. Esto no es un secreto para nadie y no lo menciono para hacer crítica a la situación pasada, sino simplemente a título de análisis casi histórico de nuestro pasado inmediato, para recordarlo y no volver a incurrir en lo futuro en los mismos errores que se han cometido anteriormente. Si aceptamos esta inercia, aceptaremos también que sea necesario cambiar el ritmo para imprimir al país una nueva marcha, dinámica y transformadora, saliendo de esta línea vegetativa en que tantos años ha vivido la Nación, y poder avanzar aceleradamente y no con la lentitud desoladora con que lo ha hecho hasta ahora.
Los países modernos no pueden seguir el ritmo del siglo pasado, que era el de la carreta. Es menester ponerse a tono con las realidades o de lo contrario, construiremos un pueblo que vegetará sin transformaciones, lo que implica decir que envejecerá prematuramente y puede llegar a morir también prematuramente.
"Señores: era necesario, pues, imprimir un nuevo ritmo. En 1943, para acelerar la marcha era necesario obligar a la población productora en todas sus ramas y especialmente, en la del trabajo, a producir aceleradamente y en gran cantidad. Además era imprescindible encarar los múltiples problemas sociales que existían por abandono y fijar la verdadera justicia social.
La imposición de nuevas obligaciones a la masa trabajadora, hubiera podido romper el equilibrio y llevar, quizá, a un cataclismo social. Para exigir a las masas un mayor esfuerzo sin alterar el equilibrio social era menester cumplir una etapa previa: la de mejorar las condiciones de vida y trabajo de los obreros. Esto no hubiera sido todo sino se hubiese estabilizado políticamente el gobierno de la Nación, y esta era otra etapa imprescindible de cumplir por la revolución. La tercera, era la verdaderamente constructiva, es decir, fijar las condiciones de justicia social que colocasen a las masas obreras en equilibrio económico y social, estabilizando el gobierno político de la Nación de acuerdo con nuestras leyes y con nuestra constitución.
Entonces cumplidas las dos condiciones previas debemos emprender el cambio constructivo y dinámico por el que cada uno deberá desarrollar un poco más del esfuerzo común. El primer ciclo se ha cerrado; la segunda etapa se ha cumplido también; quédanos por ejecutar la tercera que constituye la finalidad del plan del gobierno que vamos a comenzar. En primer lugar, debemos partir de un mismo punto de vista para apreciar el panorama nacional y el plan de gobierno. Estas sintéticas consideraciones previas nos colocan en el mismo punto de mira, para que viendo de una misma manera podamos apreciar de un modo similar y como consecuencia, resolver en forma semejante y ejecutar luego de acuerdo con una unidad de concepción y con una unidad de acción. Sería largo, señores, referirnos a la forma como la revolución ha logrado el equilibrio social. Únicamente quiero decir que hemos ganado mucho desarrollando en el país una conciencia social, tanto para las fuerzas obreras como para las patronales y para el mismo Estado. Yo he referido en distintas oportunidades que mediante la humanización del capital, la dignificación del trabajo y la elevación de la cultura social de nuestras masas obreras, hemos llegado paulatinamente a conformar a los trabajadores en sus aspiraciones de mejoramiento de sus condiciones de vida y de trabajo. Ello se ha realizado en la primera etapa por medio de acuerdos, algunas veces un poco difíciles, pero que se han alcanzado mediante una distribución más justa de los beneficios para patrones y obreros, en la que el Estado ha intervenido para establecer justamente el equilibrio, buscando un acuerdo entre esas dos fuerzas, porque el Estado no puede permanecer indiferente frente a la lucha de esas fuerzas que producen una enorme de destrucción de valores. Como hemos realizado lo referente a la estabilidad política, sería también superfluo que yo me extendiera en consideraciones. Ustedes han asistido a todo este proceso y habrán podido observar como pensamos realizar la obra de obra de gobierno en esta tercera etapa; cuales son las grandes líneas de acción y cuales son los grandes objetivos que pretendemos alcanzar.
En síntesis, podría decir que el plan de gobierno, en lo político, consiste en volver a las formas puras de nuestra democracia, pero realizando la democracia a base de verdad, a base de buena fe y a base de cumplimiento estricto de las obligaciones, antes de pensar en disfrutar los privilegios que ella ofrece.
En lo social, pensamos llegar a un perfecto equilibrio, alcanzar el estado de perfecta paz social, donde únicamente pueden preponderar los grandes intereses que se ponen en juego en todas las empresas económicas, así como también asegurar un trabajo remunerativo, una vida digna a la masa trabajadora. Porque, señores, la riqueza de un país puede ser extraordinariamente fuerte, como es la nuestra, pero será siempre frágil mientras esté amenazada por la pérdida del equilibrio social. Por eso creemos que ha llegado la hora de pensar seriamente en cuales serán las grandes líneas de evolución que el futuro presenta, no sólo para la Argentina, sino para el mundo entero. Los sistemas económicos responden a cada uno de los momentos históricos. El libre cambio y el liberalismo económico, en sus diversas escalas, llenaron magníficamente su finalidad en su tiempo. Pretender aferrase a un sistema superado por la evolución de los tiempos, sería no evolucionar y quien no evoluciona envejece y quien envejece, muere. No podemos desconocer que las necesidades económicas no han permanecido jamás estacionarias, de manera que no sería aceptable regir las actividades del siglo XX con los métodos y sistemas del siglo XVIII. El empeño sería inútil, porque la vida es más fuerte que todas las doctrinas. La etapa que vivimos nos muestra al mundo en su cruda evolución hacia nuevas formas. El capitalismo, glorioso si se quiere en el siglo XVIII, en su etapa constructiva, está llegando a su etapa final, y nuevas formas -como ha sido la usanza de la humanidad de todos los tiempos- luchan y pugnan en el mundo por reemplazar al capitalismo que cumple su etapa final. Frente a este sistema se encuentra uno nuevo, estatal, absoluto, que va royendo diariamente en todas las latitudes del mundo las columnas que soportan las viejas normas. Aferrarse a ellas y desconocer la realidad no es lo más prudente para defender el porvenir individual y colectivo. El capitalismo, señores, en el mundo, queda muy aferrado en uno o dos países. Los demás comienzan a evolucionar hacia nuevas formas. El sistema estatal absoluto marcha con la bandera del comunismo en todas las latitudes de la tierra. Pareciera que una tercera concepción pudiera conformar una solución aceptable, para la cual no se llegaría al absolutismo estatal, ni se podría volver al individualismo absoluto del régimen anterior. Sería una combinación armónica y equilibrada de las fuerzas que representan el Estado moderno para evitar la lucha y el aniquilamiento de una de esas fuerzas, tratando de conciliarlas, de unirlas y de ponerlas en marcha paralela para poder conformar un Estado en el cual, armónicamente, el Estado, las fuerzas del capital y las fuerzas del trabajo, combinadas inteligentemente y armoniosamente, se pusieran a construir el destino, con beneficio para las tres fuerzas y sin perjuicio para ninguna de ellas. Es precisamente esta concepción que no obedece a normas absolutas, lo que los comunistas han llamado el "bonapartismo". Por eso, para ellos yo soy un "bonapartista". Tan no somos bonapartistas que la concepción bonapartista de la revolución francesa fue una concepción de lucha y de destrucción y la nuestra es de paz, constructiva, para bien de todos. Es indudable que vamos hacia una concepción atemperada en la evolución actual. Para ello es necesario, más que necesario es indispensable aceptar la intervención estatal en la organización y regulación de la economía del país. Por eso es menester advertir las dos direcciones de la evolución que se vienen insinuando. Una encaminada hacia la abolición de la propiedad privada individual, mediante la colectivización de los medios de producción, que conduce a la concepción estatal comunista; la otra es un intervencionismo de Estado en la reorganización de todo lo que representa la economía de la Nación. El dilema es claro: o se apoyan las normas intervencionistas o habrá que resignarse poco antes o poco después a perderlo todo. Señores: comprendo perfectamente que no debo abusar del tiempo, pero, con lo que he apuntado quedará más o menos sintéticamente, pero claramente expuesto cual es la columna vertebral que sostiene nuestro plan de gobierno. Dentro de una concepción integral de la Nación, en que el Estado regulador al servicio de las fuerzas del capital y trabajo se esfuerce para dar cohesión a un pueblo. Es un plan que será decido y puesto en marcha para construir una gran Nación en el trabajo, la armonía y el amor. No es otra cosa lo que el plan busca en su concepción teórica. Pero ya he dicho muchas veces que el concebir un plan de gobierno no representa, en manera alguna, una obra de arte: la verdadera obra está en realizarlo. Quiero indicar rápidamente cual será la ejecución del plan. En primer lugar estamos preparando un instrumento de ejecución constituido por una Secretaría Técnica, que tiene a su cargo el estudio y la planificación integral del plan sintético y la observación de su ejecución total. Adjunto a esa Secretaría Técnica funcionará un Consejo Económico Social, compuesto por representantes de la producción, de la industria, del comercio y de las fuerzas del trabajo, porque el gobierno no aspira en la realización de sus planes a obrar con unilateralidad, ni desconociendo los justos intereses de los ciudadanos. Aspiramos a realizarlo buscando la cooperación y colaboración directa de esos ciudadanos y de esos organismos, tratando de que cada uno en los que intervengan en la armonización de esas fuerzas se constituya en artífice de su propio destino. Ese Consejo será presidido por el presidente de la Nación y formarán parte de él los ministerios técnicos y los grupos representativos de cada una de las grandes agrupaciones de las fuerzas de la nación. Ellos serán los encargados de estudiar minuciosamente la solución de cada problema y de proponer las justas medidas para la aplicación de las veintisiete leyes que componen el cuerpo de acción del plan de gobierno. Representadas así, en un Consejo asesor director, las fuerzas de la Nación, habrá la posibilidad de discutir públicamente cada uno de los grandes problemas y llegar a las soluciones que beneficien al mayor número, perjudicando la menor cantidad posible de intereses. Los ministerios son los encargados de planificar el aspecto técnico. Vale decir, ellos serán los encargados de establecer el plan analítico basado en los objetivos establecidos en el plan sintético. Estarán en condiciones de planificar las actividades que sucesivamente que han de irse cumpliendo en la realización efectiva del plan, por quinquenio, por año, trimestre y aún por mes. En esos organismos, ya que he designado ministros técnicos, habrá para el establecimiento de los planes técnicos y analíticos, representantes de las fuerzas que componen la Nación en sus distintos aspectos. Cada uno de esos ministros y secretarios de Estado, podrán tener a mano consejos técnicos y asesores que representen las diversas fuerzas.
Lo que se desea es hacer la colaboración y colaboración de todos los grupos humanos de actividades de la República, y en forma tal que la ejecución del plan no deje lagunas de insatisfechos, pues estamos sincera y lealmente trabajando para todos y esperamos contar con la contribución de todos. Señores: el ritmo de acción ha de ser rápido. Es posible que nos equivoquemos muchas veces, pero la lentitud no modifica los errores. Es mejor equivocarse a ritmo rápido, que equivocarse estáticamente. En lo que sí no nos hemos de equivocar es en las cuestiones fundamentales ya que el plan tiene la elasticidad necesaria para estirarse y encogerse en el tiempo, y la ductilidad indispensable para conformarse a las curvas económico-sociales del desarrollo de la vida argentina. Es así, que la ejecución del plan representa una parábola quince grados, cuyo vértice ha de estar más o menos colocado a la altura del año 1949, para después descender, fijando su centro de gravedad en ese momento coincidente con lo que todavía ahora podemos prever como la evolución de la curva económica argentina, pasando, como es lógico, también prever, de la actual inflación a la deflación que ha de seguirle. Sería grave que en estos momentos de inflación sometiéramos al país a emisiones de cualquier naturaleza y a sobrecargas por realización de obras públicas en gran cantidad, cuando está faltando la mano de obra de la propia industria privada. Hemos de utilizar los años 1947 y 1948 para traer gran cantidad de inmigrantes, aumentando la capacidad de trabajo con la mano de obra. Y si en el año 1949 se produce la deflación, con su secuela de falta de dinero y trabajo, podremos allí lanzar el centro de gravedad de las obras públicas de gran envergadura, seguros de que el dinero y la mano de obra han de surgir de esas nuevas creaciones. Señores: prefiero que escuchen ustedes al señor secretario de Industria y Comercio, que ha de referirse al plan analítico, que corresponde a este plan sintético al cual yo me he referido. La tarea del hombre de gobierno consiste en fijar la situación y el objetivo. La tarea del técnico está en indicar el camino que hay que recorrer desde la situación hasta el objetivo, a fin de alcanzarlo. Esto es lo que yo he tratado de sintetizar, no se si con acierto, indicando muy brevemente los grandes objetivos. El secretario de Industria y Comercio dirá ahora, como piensa él llegar a esos objetivos, en lo que a la industria y el comercio se refiere. Nota: Se posterga el discurso del Sr. Miguel Miranda No bien finalizadas las palabras del secretario de Industria y Comercio, Rolando Lagomarsino, y teniendo en cuenta lo avanzado de la hora, el general Perón, anunció que se postergaba el discurso previsto del presidente del Banco Central, Miguel Miranda, dando por finalizado el acto con estos términos: Señores: Habíamos anunciado para hoy una conferencia sobre las ideas financieras del gobierno y las realizaciones de ese carácter del plan quinquenal y el tiempo ha resultado escaso para la conferencia pronunciada. Dejamos esto para otra conferencia a realizarse en la semana que viene, en la que con toda amplitud, el señor presidente del Banco Central analizará el sistema financiero actual, con la nacionalización del Banco Central, como asimismo todo lo que se refiere a la financiación integral del plan quinquenal. ........... |
1946-11-27 | En el acto en que se celebró el tercer aniversario de la creación de la Secretaría de Trabajo y Previsión | En este aniversario de la Secretaría de Trabajo en que el organismo cumple tres años, llego a esta casa con la gran alegría y la satisfacción de un deber cumplido para bien de la mayor parte del pueblo argentino. Llego, también, con la satisfacción de haber cumplido integralmente cuanto desde esta casa hemos prometido a los amigos trabajadores y por sobre todas las cosas, me satisface el haber cumplido mi promesa colocando al frente de esta Secretaría de Estado a un auténtico trabajador, que honra a la clase laboriosa y hace honor a su cargo. Pero por encima de todo esto me alienta y me llena de orgullo la circunstancia de ejercer el gobierno secundado por hombres que se esfuerzan en todos sus actos en realizar esa justicia social que nos es tan cara a todos nosotros. Hoy un ministro, mañana el otro, podrán posponer algún problema, pero todos rivalizan cuando se trata de la solución de los problemas sociales que hace tantos años esperaban ser resueltos. Este sentido de justicia social lo veo afianzar en cada uno de los ministerios: las fuerzas armadas, por ejemplo. Concurriré mañana a inaugurar la sección correspondiente a la previsión social de los oficiales, empleados y obreros del Ministerio de Guerra, como lo hice también hace algún tiempo en la Secretaría de Aeronáutica. Cada ministro ha ido realizando dentro de su ministerio el postulado que hace tanto tiempo hemos enunciado nosotros: que el Estado sea el mejor patrón y el que dé el ejemplo. Esta Secretaría ha trabajado siempre, en estos tres años, a ritmo acelerado, para ganar tiempo a las horas perdidas durante tantos años. Y ha realizado una obra cuya ponderación estaría demás que hiciera entre obreros, los que mejor que nadie conocen cuál ha sido su función y cuál ha sido su tarea. La Secretaría ha venido afirmando, paso a paso, lo que más fundamentalmente necesita el país: la conciencia social. Nada haremos si no afirmamos y defendemos esa conciencia social en que tanto insisto y en la que tanta participación le corresponde al Gobierno, a los obreros y a los patrones. Esa será la verdadera obra que ha de determinar en las esferas de los hombres del Gobierno, de los hombres del trabajo, de los hombres del capital, la formación de una conciencia única, que será la conciencia futura del pueblo argentino. Esa conciencia que llama al gobierno a dignificar el trabajo, al patrón a humanizar el capital y al obrero a elevarse sobre sí mismo en su cultura social. Ello ha de realizar el verdadero milagro de la nacionalidad unida con una cohesión indestructible, que servirá para labrar la grandeza del trabajo y servirá algún día, si alguien se atreviera a atropellar esta tierra, para unirnos en la lucha común. Hemos pasado 130 años, desde nuestra independencia, buscando la unión de todos los argentinos, buscando la unidad nacional en los albores de nuestra emancipación, durante los largos años de anarquía, en el período de la organización nacional y a través de las luchas por las reivindicaciones obreras después de habernos organizado. Y no la pudimos lograr. Y no se pudo lograr porque había argentinos demasiados apegados a su egoísmo que impedían que la unidad nacional pudiera ser una realidad. Es por eso, señores, que pensamos que sobre todos los sortilegios que el destino pudiera brindarnos, no habría ninguno más grande, ni más profundamente patriótico que el despertar de esa conciencia social, que significa hermandad y confraternidad, que habla de la comprensión del rico para el pobre y de la comprensión del pobre para el rico, que importa la comprensión de ambos con el gobierno y que busca la felicidad de todos los argentinos. Es que, señores, hay que convencerse de que la conciencia social es un valor del espíritu. ¡Qué han de hablarnos de la ley los que siempre la violaron, y cómo han de hablarnos de la Constitución los que la desconocieron y la prostituyeron! Y de qué conciencia social han de hablarnos los restos políticos que aún quedan en esta tierra, en la que han vivido engañando a la masa, haciéndole creer en un porvenir que ellos sabían que no podían ofrecer, prometiéndoles lo que sabían bien que no eran capaces de realizar; restos políticos que todavía hoy levantan su voz en el Congreso para defender a los obreros y que pretenden ser sus intérpretes, ellos, que siempre los escarnecieron y los burlaron. Señores: esta Secretaría que hoy cumple tres años, sin hacer alardes, sin quitar a nadie lo que le corresponde, sin haber pedido el concurso político a un solo obrero, ha realizado una obra que durante muchos años nadie fue capaz de hacer. Solamente desde esta casa de los trabajadores, donde cada obrero se siente como en su propia casa, se ha procedido con lealtad y con sinceridad, ofreciéndolo todo sin pedir nada. Por eso esta casa se ha ganado el derecho al cariño de las clases trabajadoras, defendiendo a brazo partido día y noche, durante años enteros, sin descansar, las conquistas y las reivindicaciones que nuestros trabajadores venían pidiendo desde hace cincuenta años. Pero esta, señores, no es toda su obra. Su obra más fundamental es el haber inculcado en la masa trabajadora la necesidad de que todos los argentinos se unan y hagan una sola conciencia social, con una gran fuerza de cohesión, sin lo cual los pueblos dejan de ser pueblos para ser turbas en las que la destrucción de la lucha acaba por terminarlo todo, cuando los hombres no han sabido embanderarse bajo esa doctrina sagrada de los tiempos modernos que procura la conciencia social de los países. Hoy, mediante esa fuerza extraordinaria del espíritu y del corazón, la Nación Argentina está realizando su propia unidad; hoy los trabajadores, el capital, el gobierno, las fuerzas armadas, las fuerzas intelectuales de todo orden, están marchando en una misma dirección y a los desertores de esta causa sagrada no debemos ser nosotros quienes los castiguemos, porque el castigo vendrá solo. Algún día sus hijos y sus nietos han de sentir vergüenza por la deserción de sus padres. La expresión de esa fuerza, que es esta casa, cumple hoy tres años y cumplirá trescientos. Y si mantiene su esfuerzo; si considera que por sobre todos los valores materiales están los valores del espíritu; si sabe vencer todas las asechanzas de la vida, si alcanza esos trescientos años con esa alma que le hemos impuesto, con esta doctrina que le hemos inculcado, llegará un día en que esta casa del trabajo será el palpitar eterno de la Nación Argentina. |
1946-11-29 | Instrucciones a los delegados del ministerio de Hacienda para la difusión del Plan Quinquenal | Según me ha anticipado el ministro de Hacienda, ustedes van a ir a distintas partes del país para divulgar el Plan Quinquenal y yo quisiera darles algunas ideas fundamentales para que tengan, por lo menos, la sensación de haber oído esto de la propia fuente. Ya dije los otros días cual había sido la concepción integral de la idea que lleva la realización de un plan de gobierno de esta envergadura, pero me permitiré, abusando de la amabilidad de ustedes repetirlo nuevamente. Cuando iniciamos nosotros las tareas de gobierno, en el gobierno de facto, se nos presentó un problema extraordinariamente difícil para estructurar una reforma que racionalmente encarase la solución de los grandes problemas que se le presentaban, en el orden social, en el orden económico y especialmente en el orden financiero.
No es difícil hacer una revolución, lo difícil es cumplir los ciclos que la revolución impone para llevarla a una realización constructiva. En nuestro país nunca ha triunfado una revolución en el aspecto, diríamos, de su verdadero contenido filosófico y de su desarrollo integral en el tiempo y en el espacio. Todas nuestras revoluciones han fracasado y ninguna ha llegado a esta etapa que estamos viviendo nosotros, porque los hombres, probablemente desviados del objetivo fundamental por hechos y acontecimientos circunstanciales, abandonan el camino hacia un objetivo final, y las revoluciones entraron en las sendas difusas que todo movimiento social, político y económico tienen en sus márgenes, y a menudo la ambición de los hombres, sus errores, sus puntos de vistas de los grandes problemas que las revoluciones plantean, los desvían del camino, embarcándolos en un combate lateral y haciendo que abandonen la batalla final por el éxito táctico de una acción marginal.
El gran problema de esta revolución era precisamente ése. Nuestro país, como lo veo yo, ha vivido, especialmente los últimos cincuenta años en una etapa de vida y de progreso vegetativo; la falta de una dinámica lo ha llevado a un progreso tan lento, que solamente le sirvió para sustituir y llevar adelante algunas obras. Así es que en diversos aspectos, la vida orgánica de Nación no había comenzado todavía. Lo vemos así en el aspecto social con la falta de un ministerio de trabajo, con un Departamento de Trabajo sustancial; lo vemos en la salud pública, porque no existía en el país un organismo que preparara los medios para abatir los males colectivos de la Nación, y hemos llegado a límites inconcebibles en este aspecto. Y lo que decimos del aspecto social y de la salud pública, podemos decir lo mismo del aspecto económico.
La República Argentina, a esta altura de su vida institucional, no había organizado todavía su riqueza, no había recurrido a los sistemas necesarios para sacar de esa riqueza el mejor provecho en beneficio del país, ni evitado que se produjeran las enormes filtraciones que durante tantos años han empobrecido a un país tan inmensamente rico como el nuestro. Yo hago análisis, no hago crítica; estoy analizando como veo yo el problema; no se si estoy equivocado o no, pero yo lo veo así.
En ese orden podría citar muchas otras cosas, pero indudablemente a la conclusión que podemos llegar, es que por falta de instrumentos, como por falta de una racionalización, de una industrialización, tanto de lo social como de lo económico -y no hablemos de lo político- el país ha vivido una etapa estática y no dinámica. Como consecuencia de ello, sus actividades han sido vegetativas; los hombres se han conformado con vivir, con "ir tirando", como decimos nosotros; pero la finalidad de un país no consiste solamente en asegurar la vida normal y la felicidad del presente como a menudo hacemos los criollos, sino pensar en el futuro; el país no puede gobernarse con un criterio criollo de esta naturaleza, sino con un gran sentido de previsión, porque no creo que haya un argentino que no anhele que dejemos para nuestros descendientes un país en marcha hacia grandes destinos y se conforme con vegetar como hasta ahora.
El problema, visto desde este ángulo, presupone que además de asegurar la felicidad del presente, es necesario asegurar la grandeza del futuro, y esto no se puede hacer por métodos vegetativos. Es necesario iniciar una dinámica nueva, que además de asegurar el bienestar presente, asegura también la grandeza futura.
Esta es nuestra concepción inicial, nuestra concepción integral de los objetivos de la revolución. Cuando tomamos a nuestro cargo el gobierno, se planteó ese problema en forma perfectamente clara, pero no fue comprendido sino por escasas personas, y fue necesario cumplir el primer fin que cumplen todas las revoluciones. A los ocho días de estar en el gobierno observamos que unos hombres tomaban una dirección y otros, otra. Eso es fatal, ha sucedido en todas las revoluciones, pero no se podía seguir así. El secreto está en hacer que la revolución se mantenga unida y fuerte, con toda su cohesión y dominio de las desviaciones que algunos hombres pueden producir. Y ese es el fin que nosotros hemos tratado de obtener.
El primer problema a resolver presuponía entonces una acción dinámica. Las revoluciones modernas imponen una mayor producción en todos los órdenes. Era necesario un esfuerzo mayor de la población, pero nosotros pensábamos que imponer especialmente a nuestra clase trabajadora una mayor contracción, un mayor sacrificio, un mayor esfuerzo en el estado en que estaba en 1943 la masa de trabajadores, quizás hubiese significado la ruptura del equilibrio social y hubiéramos provocado una revolución, una guerra civil o un régimen marxista o cualquier otra cosa por el estilo. Porque a un hombre que se siente mal pagado, que se siente que trabaja en malas condiciones, que se siente abandonado por los poderes públicos, no se le puede exigir un esfuerzo mayor que el que realiza, porque eso lo va a rebelar. Entonces pensamos que antes de exigir la etapa dinámica de grandes realizaciones, con mayor esfuerzo y sacrificio para la población, era necesario asegurar previamente el bienestar de esa masa trabajadora, mejor pagada y dignificada en su condición de trabajadores, elevando su cultura social, tratando de humanizar el capital en forma que cumpliésemos esos fines. Pensamos que las masas conformes, podían ser sometidas a un esfuerzo mayor, pero no las masas disconformes. Por esa razón la etapa inicial de la revolución ha comenzado por la justicia social. Esa justicia social se explica por sí dentro del fenómeno sociológico de la Nación como etapa inicial, pues, esta clase de realizaciones del aspecto político tampoco se podía descuidar.
Consideramos que cumplida esa etapa de justicia social había que asegurar la segunda, porque si lo social da estabilidad a lo económico, lo político da estabilidad a lo social. Conquistada la etapa social era necesario estabilizarla con la etapa política que se realiza desde el 24 de febrero como todos conocemos.
Cumplidas esas dos etapas la población trabajadora ha recibido una remuneración y obtenido condiciones de trabajo, descanso y previsión social, que conformó gran parte de ese ambiente de disconformismo que había antes de la revolución.
Como se ve, hemos consolidado políticamente la situación; estamos en un gobierno normal dentro de nuestra constitución y de nuestras leyes. Ahora nos queda por cumplir la tercera etapa definitiva por medio de un plan bien establecido, con la suficiente proyección en el tiempo y en el espacio. Es necesario realizar esa etapa para entregar el país a los que nos sucedan, habiendo suprimido el drenaje extraordinario en su economía; purificando las formas políticas en todo lo que sea posible para ir adecentando la función pública, y realizando la función social por el Estado que permita conformar a las masas trabajadoras. Procuraremos mejorar las condiciones de vida del trabajador, elevando su estándar y asegurando que todo el esfuerzo que realizamos ha de hacer más fuerte la Nación, y aspiramos a que todo eso pueda cumplirse sin desmedro de una clase ni de la otra.
El Plan Quinquenal entonces encara todo eso. Por eso toma el aspecto político, el aspecto de la defensa nacional y el aspecto económico en tres grandes capítulos, perfectamente coordinados.
Pero es interesante conocer la médula ideológica de este Plan, porque los planes que contienen solo planillas, diagramas y gráficos son solo planes muertos. Hay que ponerles un poco del óleo sagrado de Samuel, para poderlos convertir en algo vívido y presentarlos a la realización con su fuerza natural.
En ese sentido es necesario conocer esta parte ideológica, para justificar muchas de las nuevas formas económicas que quizás, desde otro punto de vista, pueden comprenderse pero no justificarse.
Algunos dicen que este Plan es totalitario; otros dicen que es comunista. Yo digo que es argentino, porque su confección es una muestra absolutamente nueva y particular dentro de los sistemas económicos.
El mundo evoluciona por dos caminos. Uno va hacia a la colectividad total, y termina en la discrecionalidad estatal para todas las actividades políticas, sociales y económicas, tal cual es el sistema comunista. El otro es un intervencionismo de Estado que permite que ese equilibrio social, económico y político se mantenga sin hacer crisis. Es el control que el Estado tiene de las distintas fuerzas que accionan en el campo político, económico y social.
Otro rumbo, sería el liberalismo del siglo pasado, representado por el régimen capitalista que bien sabemos va cumpliendo su última etapa. Hoy ya en el mundo no existe ningún país puramente capitalista como lo hemos conocido nosotros hace veinte o treinta años. La guerra de 1914 a 1918 asentó un golpe mortal al capitalista, y la de 1939 a 1945 significó su muerte final.
Ya sabemos cual son las nuevas normas que imperan en Inglaterra. Es una evolución hacia el control del Estado en forma absoluta. Vemos que los países como Norteamérica, que resisten todavía con un capitalismo a "outrance", tienen problemas como los que en este momento está atravesando esa Nación con más de un millón de hombres en huelga. Esos movimientos sociales no son ni casuales ni circunstanciales. Obedecen a causas perfectamente definidas que tendrán que resolverse de una manera o de otra.
No hay en eso otra disyuntiva: o apoyamos la intervención estatal en forma de equilibrar las fuerzas para que ellas no se destruyan, o nos resignamos a corto o largo plazo a perderlo todo.
Esa es la realidad que debemos ver. Soñar con el libre cambio, con el liberalismo económico, sería soñar con quimeras que no han de volver.
El Plan busca esas nuevas formas, y la reforma financiera ha estado orientada en esa dirección desde el primer momento. Como no nos hemos equivocado en las cuestiones que fundamentalmente se dirigen hacia objetivos perfectamente preconcebidos, tampoco podremos equivocarnos en los detalles. La orientación está absolutamente coordinada en lo político, en lo social, en lo económico, en lo financiero, en lo cultural y en todos los demás aspectos subsidiarios.
Las críticas que se hacen nos retemplan de cualquier duda y nos permiten seguir adelante sin preocuparnos de lo que nos digan; pero lo que podemos asegurar es que este gobierno, que hace seis meses no tenía dinero para pagar a los empleados, hoy tiene casi integralmente financiado el ejercicio del año 1947; podemos dar el aguinaldo a todos nuestros empleados y funcionarios y podemos realizar, todavía, además el presupuesto normal -como se ha hecho siempre y que yo le llamo el presupuesto estático-, un presupuesto de mil quinientos millones para financiar el Plan Quinquenal, sin recurrir a otro medio que a la comercialización de nuestros productos, que hoy valen tres veces más de lo que valían hace diez años, y sin necesidad de contratar empréstitos exteriores -cosa que no pensamos hacer mientras estemos en el gobierno-, ni empréstitos internos, ni aumento alguno en el régimen impositivo. Solo lo hacemos con lo que se ha reunido después de haber tapado todos agujeros por donde anualmente se nos escapaban dos mil millones de pesos.
Señores: podría seguir hablando cuatro días sobre este tema, pero solamente les quiero explicar estos aspectos fundamentales porque son las cuatro columnas que representan las cuatro basílicas romanas sobre las cuales se asientan toda la organización de la Iglesia Cristiana. Esas ideas básicas dan la explicación y de ella fluye la realidad del Plan. La parte formal no es sino lo interpretativo de estos puntos básicos. Es un plan dinámico. Pensamos que el temor a equivocarnos no debe hacernos andar despacio, porque despacio también se cometen errores, pero contamos con el factor valioso de todo problema, que es el tiempo. Nos equivocaremos o no, repito, pero habremos ganado tiempo, que en esos aspectos de la vida es muy valioso.
Queremos realizar una gran obra, poner el país simultáneamente en marcha, con unidad de concepción, que es la idea del Plan, y con unidad de acción, que es nuestra voluntad de realizarlo Para ello necesitamos difundir estas ideas, difundir en Plan en sí, pero más que el Plan queremos difundir su alma, lo que el Plan debe tener de vívido en su realización. La finalidad de esto es que en un momento dado -lo que digan nuestros amigos y enemigos, en este aspecto no los debemos temer, porque todos tenemos obligación a ser amigos de la Nación, y esta es una obra para la Nación, no para ningún hombre- la Nación se ponga en pie y comience a trabajar febrilmente, porque son estos para mí los cinco años más decisivos de la historia de nuestro país. Probablemente desde 1810 no se hayan presentado a gobierno alguno cinco años más decisivos que estos que vamos a encarar. De estos cinco años depende nuestra independencia económica. Depende que dejemos de ser una Nación de séptimo orden, para colocarnos entre las grandes naciones del mundo; depende de esta realización el que demos el golpe inicial de una nueva era política, económica y social en el país, porque si nos detuviéramos volveríamos a caer otra vez en el antiguo marasmo. Levantados, hay que ponerse en marcha y no volverse a sentar hasta ver terminada esta obra. Y los que nos sucedan tendrán la responsabilidad de continuar la marcha. Esto, desde el punto de vista político, es también decisivo para la Nación.
Nosotros hemos realizado el milagro sicológico de volver la creencia a muchos argentinos. Este era un pueblo que por el régimen y las formas políticas en que había vivido durante largos años, había caído en una especie de descreimiento y de marasmos sicológicos. El pueblo, decía: "los que vengan serán iguales que los anteriores." Este descreimiento había llegado a un grado tremendo. Nosotros hemos levantado nuevos sentimientos, hemos despertado una nueva mística. La gente hoy se ocupa y le interesa más la cosa pública y vigila si las cosas se hacen bien o no. Todos quieren intervenir directa o indirectamente en la solución de los grandes problemas de la Nación y de la nacionalidad. Pero con ese despertar que levanta a la Nación y la prepara para la realización de grandes obras, hemos contraído una tremenda responsabilidad, porque si defraudáramos nuevamente a esa gente pueden sobrevenir días muy trágicos para la Nación; quien sabe a que puede conducirnos el defraudar nuevamente a la ciudadanía. Sería poco que nos colgaran. El pueblo había perdido la fe en la política, pues ella se realizaba en beneficio de algunos hombres y no de la Nación, por falta de una obra dinámica de gobierno que se tradujese en grandes obras de beneficio colectivo. La humanidad no quiere pequeñas cosas; quiere grandes cosas y tiene razón. Es una consecuencia de la civilización y del progreso. Ya no quiere ir en carreta sino ir en avión; ya no quiere vivir en un rancho, ahora quiere vivir en palacio. Es justo, es el progreso de la humanidad en el aspecto material. Nosotros defraudaríamos a la Nación si volviéramos a las antiguas formas políticas, si volviéramos a arreglar los asuntos de Estado con un empleo o con un ascenso, si resolviéramos los problemas de la República con medidas aleatorias que salvaran momentáneamente la situación o simplemente a base de pan y circo. Esa no puede ser nuestra obra, porque si solo realizáramos eso, cuando terminemos nos van a colgar, y con razón.
"Nuestra obra debe ser de bien público; nuestra única política, buen gobierno y buen gobierno en los tiempos modernos es construir, es realizar grandes obras, que tengan proyecciones en lo futuro, y no conformarse con vegetar y crear un Estado en que como decía aquel célebre francés que nos visitara, si en este país sus malos gobiernos hicieran todo lo que pudieran para hundirlo, a pesar de eso no se hundiría.
Por eso no puede seguir siendo esa la finalidad de nuestro gobierno. Por eso el Plan Quinquenal quiere no solamente que la Nación viva, sino que quiere acelerar el ritmo de su vida y realizar una obra que signifique colocar en su progreso un jalón más adelante que todos los jalones que se hayan colocado.
Dios dirá si podremos cumplir este propósito, pero que ello no sea por falta de decisión o de voluntad para realizarlo. Por eso la difusión del Plan que ustedes van a encarar tiene una importancia extraordinaria. Ningún pueblo realiza nada por la sola voluntad de sus gobernantes, en forma que el país tenga algo que agradecer. Las cosas se realizan por la voluntad del pueblo mismo. Esas son las verdaderas realizaciones. Pero para que el pueblo realice esa gran obra con su propia voluntad y su propio esfuerzo, es necesario que conozca en que consiste esa obra. Nadie hace lo que no sabe o desconoce. De ahí surge la necesidad de que concebido el Plan, realizada la planificación sintética y la planificación analítica, se lleve a conocimiento del pueblo y se lo interese en la ejecución. Si todos los argentinos tienen voluntad de que eso se realice, no les quepa la menor duda de que aunque nos opongamos nosotros se va a realizar, porque el pueblo nos va a llevar por delante para hacerlo efectivo y será inútil, si el pueblo no lo quiere, que nosotros nos empeñemos en realizarlo.
Estamos tomado todas las previsiones, echando mano a todos nuestros recursos y nuestra inteligencia para la realización de este Plan; estamos empeñados en la acción, aquí, en los Estados Unidos y en Europa para conseguir todo lo necesario para realizarlo, de manera que los elementos necesarios no han de faltarnos en el momento oportuno. Pero para que esta obra pueda realizarse es necesario que cada uno de los argentinos sienta la necesidad y tenga también la voluntad para hacerlo. Esa es la finalidad de esta difusión. No se trata de propaganda; se trata de que cada uno sepa lo que quiere el gobierno y el gobierno sepa lo que quiere el pueblo, porque después, unidos, nada nos va a detener, ni siquiera el tiempo.
Por eso yo de antemano les agradezco en nombre del país todo el empeño que ustedes puedan poner para llevar adelante estas ideas y hacer que el pueblo conozca la finalidad fundamental del Plan. Es vuestra misión llevar y difundir todo lo que se ha preparado aquí y lo que podemos hacer oportunamente. Ya les haremos conocer los planes analíticos de cada una de las grandes divisiones en que está clasificado: ministerios, secretarías de estado, reparticiones autárquicas, etcétera, para que vayan conociendo, primero el conjunto y después los detalles.
Les mandaremos después para su difusión todo el material que estamos preparando para el hombre simple de campo; figuritas para los niños; películas que difundan el contenido del Plan en toda la República y en todos sus aspectos de la enseñanza primaria, secundaria, universitaria, técnica y salud pública.
Todo ese material que estamos preparando lo lanzaremos durante la primera mitad del año 1947, para ir manteniendo el fuego sagrado que impulse a esta verdadera causa en bien del país.
Señores: no quiero abusar de vuestra atención. Agradezco al ministro de Hacienda la amabilidad que ha tenido al brindarme la oportunidad de hablarles. Les pido nuevamente que pongan todo el empeño que son capaces de desarrollar, porque estamos tratando de realizar una obra buena sin otra intención que la de procurar el bien del país y creo que en esto no puede haber ninguna clase de discusiones, ni de ideas contrarias. Aspiro a llevar esto a todas partes, sean hombres que piensen como nosotros o sean hombres que piensen de distinta manera, considero que en esta obra tenemos que unirnos todos. Los objetivos políticos parciales no cuentan, frente a los grandes objetivos perseguidos. Esa es la verdadera política que hemos anunciado.
He dicho muchas veces que antes que colocar a un inepto amigo político en un puesto público, prefiero ubicar a un adversario que sea capaz, porque él va a hacer mucho más bien a la Nación que aquel otro. Con eso he querido distinguir bien exactamente lo que entiendo ha de ser la política partidaria en estas cosas. Pensé siempre así y siempre así obraré. No me interesa como piense, me interesa saber que él es un hombre al servicio de la Nación.
Que tengan muy buen viaje, señores, y desde ya le agradezco mucho todo lo que ustedes van a realizar. ....................... |
1946-11-30 | En Punta Alta con motivo de la celebración del 50º aniversario de la Base Naval de Puerto Belgrano | Pueblo de marineros y trabajadores: Hace dos años, al tomar conocimiento por el entonces Interventor en la provincia de Buenos Aires, doctor Juan Atilio Bramuglia, de las aspiraciones populares de Punta Alta a conquistar una autonomía que le permitiese ser dueña de su propios destinos, comprendí hasta que punto había justicia en ese deseo colectivo, ya que por el mismo Interventor supe cuánto significaba la laboriosa población de Punta Alta en el conjunto de las localidades de Buenos Aires. Porque el trabajo otorga todos los derechos y constituye el título más justiciero que puede exhibir un argentino para exigir el interés y la atención de sus gobernantes. De ahí que me resulte grato hablar en esta reunión de trabajadores congregada para celebrar un acontecimiento vinculado a Punta Alta, como lo es el 50º aniversario de la ley de creación de la Base Naval de Puerto Belgrano. Vivimos una época de recuperación nacional, donde los privilegios del dinero y las castas son sustituidos por una nueva dignidad: la del trabajo. El trabajo es hoy para los que tienen el orgullo de haber nacido en este suelo o llegaron a él para levantar un hogar digno y laborioso, el supremo honor, el justificativo para merecer el bien de sus conciudadanos. Nuestros esfuerzos se han orientado, conscientes del valor del hombre dentro de la sociedad que procuramos estructurar, a crear una conciencia social que levante el espíritu del trabajador y le permita formar noción de la jerarquía que esa condición le otorga dentro del conglomerado social que integra. Por eso esa identificación profunda con los humildes que han confiado en nosotros su causa, en la seguridad de que nuestras promesas han de concretarse en realidades y que los sueños de justicia social tendrán la materialización que jamás lograron de los demagogos que pretendieron utilizarlos en sustento de sus privilegios oligárquicos. Estamos librando una lucha titánica por devolver a la argentinidad la totalidad de sus bienes materiales y espirituales. En esa cruzada de recuperación han de estar ustedes, los humildes, los trabajadores. Pero, han de sumarse a ella con la conciencia plena de los deberes que la hora impone, con la decisión de no desmayar en los sacrificios cuando los mismos sean exigidos en bien de la patria y de la causa de todos los trabajadores. Buscando infundir en el obrero el ideal que mueve a las masas y hace seguro su andar, es que hemos tratado de forjar la conciencia social que, puedo afirmarlo con orgullo, porque es el mérito mayor de mi acción de hombre del pueblo y de gobernante, es en estos momentos cruciales la fuerza vital el proletariado argentino.
Aludió luego el general Perón, al retorno de la argentinidad al credo de sus mayores y de inmediato, volvió a referirse a las esperanzas que, en circunstancias definitivas como estas que determinan la estructuración del mundo de la posguerra, deposita la patria en la labor de sus ciudadanos. Prosiguió diciendo: Acabamos de recibir el ejemplo de naciones que crearon un poder material y espiritual para destruir, las que, en su desintegración como sociedades pagaron el error de su extravío. Los argentinos somos un país de orden y de respeto, nuestros esfuerzos se orientan a construir y no a destruir. A construir no solamente para nosotros sino también para los pueblos del mundo que esperan de nosotros la estructuración de una gran Nación que ampare la debilidad de los pueblos más débiles y castigados que en sus campos y ciudades encontrarán pan para sus hijos y la serenidad de un hogar que les permita rehacer la vida destrozada por acontecimientos de los que fueron actores sin ser la causa. Pero, para que esa confianza de la patria propia y de las otras patrias se justifique, es indispensable la colaboración de todos ustedes, con el trabajo, con la perseverancia, con la rectitud y la práctica de las virtudes que jerarquizaron a nuestros mayores. La magnífica doctrina social que encierran las evangélicas palabras "ganarás el pan con el sudor de tu frente", han de constituir el norte de nuestras propias doctrinas y la esencia de la conciencia social a que me he referido antes. Si estuviera en mis manos realizar un milagro en bien de los argentinos, eso sería el de ver a los catorce millones que pueblan su suelo trabajando para el bien de los suyos y de la colectividad, de modo que cada cual produzca por lo menos aquello que consume. Trabajo es la consigna actual para los pueblos que quieren proyectarse en la historia y es imperativo de los argentinos que aspiran a la conquista de la independencia económica que ratifique la independencia política lograda por los héroes de la epopeya patria. Quiero decir, para terminar, que en esta ciudad de Punta Alta me siento como entre los míos, porque estoy en un pueblo que a un tiempo construye y trabaja. Por eso su recuerdo ha de quedar grabado indeleblemente en mi corazón, como queda todo lo que ha tenido la virtud de estremecer en él las fibras más sensibles, que son aquellas que responden al calor de las masas inquietas por el mismo anhelo de justicia social que hoy identifica a pueblo y gobernantes. Tengo en los ojos la visión de esta base naval a cuya nombre nació este pueblo, disputando al médano su aspereza y empujando al desierto más allá de las pampas para dar vida a esta población de trabajadores y marineros que se han congregado para celebrar el día. Tengo también un recuerdo para lo que en el curso de esta larga jornada de cincuenta años, cayeron en sus puestos de lucha tras haber concurrido con su sacrificio a vencer los salitrales y las arenas y a hacer florecer el vergel que son hoy estos campos fértiles y embellecidos por el esfuerzo del hombre. Todo ello se une en mi alma para elevarla a lo alto en una impetración a la providencia para que ella vuelque sobre Punta Alta y sobre mis queridos trabajadores, la plenitud de sus dones y la gracia de una felicidad que saben encontrar las colectividades laboriosas, honradas y dignas. ........... |
1947-01-08 | Ante un grupo de agrónomos del Ministerio de Agricultura | En primer término, agradezco al señor ministro su amabilidad el haberme dado esta oportunidad de conversar con ustedes.
Es indudable que puede ser algunas veces interesante beber en la propia fuente, es decir, conocer la concepción original que conforma en su totalidad el Plan Quinquenal.
El Plan Quinquenal no es una improvisación, sin el producto de una profunda meditación, un acopio grande de antecedentes referentes a las problemas que ha tenido el país desde muchos años a esta parte. Su concepción se inicia con una prolija investigación, porque no hemos querido planear algo que pudiera ser una cosa traída al escenario nacional más o menos peregrinamente, sin ahondar en las fuentes que pudieran dar origen a las diversas inquietudes que del pueblo argentino ha sentido desde muchos años o esta parte.
Así surgió este Plan, como un problema integral, dentro del cual se compaginan numerosas facetas que a su vez ofrecen numerosas aspectos.
En primer lugar, hay que encuadrar dentro de la evolución política y sociológica de la República Argentina, para darle estabilidad fundamental.
¿Como surgió la necesidad de un plan de gobierno de esta naturaleza? Sin jactancia, y solamente haciendo un poco de historia, puedo decir que en nuestro país nunca ha existido un plan de gobierno, porque si alguien hubiera sentido la necesidad de realizar un plan racionalmente concebido y orgánicamente planeado habría notado la necesidad de disponer de un censo y una estadística más o menos completa. En cambio hoy nos encontramos con que carecemos de ambos elementos, que son las bases fundamentales para todo plan de gobierno. No sabemos, en la actualidad cuantos somos, ni que tenemos. Por ello ha sido necesario comenzar a estudiar más bien empíricamente los problemas y encararlos premiosamente en base a una estadigrafía incipiente por carencia de censos. Para enfrentar los problemas, estudiar sus bases, fijar su situación y determinar los grandes objetivos, es necesario contar, aunque sea de una manera imperfecta, con algo de estadigrafía y de censos.
La necesidad de acción que el plan exige tampoco es nueva para nosotros. Cuando estudiamos analíticamente la situación argentina, después de la Revolución del '43 vimos que el problema de nuestra Nación no era de carácter puramente político. El problema político que traía la revolución era más bien una consecuencia y no una causa. Estudiando nuestra organización nacional observamos que esporádicamente, por ciclos de diez a veinte años se producen estos movimientos y que detrás de cada uno de ellos viene un revolucionario, que siempre juró respetar la Constitución. Todos los revolucionarios hicieron eso. Ello quiere decir que la revolución pasó a ser una institución constitucional dentro del país.
Nosotros pensamos que la Revolución del '43 no podía ser una revolución más; que tenía que ser una revolución que encauzara profundamente el verdadero movimiento político social y económico del país, y que, en consecuencia, tratara de solucionar los graves problemas que en esos tres fundamentales aspectos lo afectaban. Para nosotros era más bien de un fondo profundamente económico; pensábamos que la revolución se fundamentaba en ese estatismo en que la República vivió sumergida desde hace cincuenta años. Desde que se construyó el Puerto de Buenos Aires no recuerdo que se haya hecho ninguna otra obra de aliento. El país en vez de llevar una vida dinámica vivió en forma vegetativa durante medio siglo. Eso trajo un cierto estado de indiferencia económica en la Nación; todos los grandes consorcios se ocupaban de esos aspectos mientras los ciudadanos vivían trabajando para subsistir solamente. Esa es la concepción básica de los males que aquejaban la República.
Para sacarla de ese letargo y de esa vida vegetativa queremos nosotros lanzar el país en pos de las conquistas económicas y sociales. Sin las conquistas económicas, las conquistas sociales desaparecen rápidamente y no pueden subsistir; y sin las conquistas económicas y sociales las convulsiones políticas se van a ir sucediendo con la prueba histórica de todos los tiempos y en todos los países.
De manera que era necesario encarar la solución de esos problemas fundamentales, como causas decisivas, para suprimir sus efectos, que eran solamente fenómenos producidos por la acción de esa vida vegetativa e insuficiente, que trababan las legítimas aspiraciones de todo pueblo de la tierra y sobre todo de un pueblo joven como el nuestro.
Fue así entonces, señores, como apareció este objetivo económico fundamental, que era necesario poner en marcha, para dar un nuevo ritmo de dinamismo al país y que él esperaba. Para ello era indispensable exigir más trabajo y más sacrificio; pero es indudable que si a esas masas, ya un poco soliviantadas, con un gran porcentaje de determinación, e imbuidos en mucha parte de las doctrinas de carácter marxista o comunista, los hubiéramos exigido mayor trabajo y mayor sacrificio, quizás hubiéramos ayudado a precipitar la revolución social constituyendo un factor de aceleración de esa convulsión, que podría haber traído un cataclismo social, frente al cual los valores económicos hubieran desaparecido totalmente como ha sucedido en otros países. Por eso pensamos que el primer paso necesario para resolver ese problema social era satisfacer a esas masas en sus necesidades; levantar su nivel de vida, dignificar el trabajo; elevar la cultura social y humanizar un poco el capital.
Esa fue nuestra concepción, y por eso se estableció la revolución social como etapa previa a cumplir por el movimiento iniciado en 1943.
Las soluciones sociales han sido siempre de tres tipos: la primera, darle al trabajador lo que el merece como fruto de sus esfuerzos y de su labor; segundo, organizar una policía y un Ejército fuerte y obligar a trabajar forzadamente, puede ser otra solución que no soluciona nada y únicamente posterga el problema de fondo. La tercera, es la que prometieron siempre nuestros políticos sin alcanzar jamás la solución, sino que la posponían.
Nosotros creímos prudente iniciar lealmente y con sinceridad esa revolución social, resueltos a darles a los trabajadores lo que en nuestro concepto merecían en retribución de sus esfuerzos y de su trabajo. Así se encaró la revolución social y así se llegó a las conquistas actuales.
Realizada esa primera etapa, aceleradamente, con errores, con todo lo que se quiera, pero realizada, porque era indispensable, pudimos, con el apoyo amplio y el pleno entusiasmo de la clase trabajadora, pasar la revolución del ejército a las masas populares. Si así no lo hubiéramos hecho ésta habría sido una revolución más, y al volver el ejército a sus cuarteles hubiera vuelto también con él la revolución y no habríamos conseguido sino pasar solamente por una época de sobresaltos, de tristezas y de gobiernos duros dejando de todo ello sólo un triste recuerdo, que es lo que queríamos evitar. Si se exigía al pueblo el sacrificio máximo era lógico que tratáramos de sacar de un movimiento de esta naturaleza el mayor provecho posible para él.
Afortunadamente los hechos permitieron pensar que la revolución había pasado suficientemente al pueblo como para dejarla en sus manos, permitiendo que él la realizase democráticamente como corresponde y como sucede en todas las naciones que practican nuestras mismas maneras de pensar.
Cumplida esa etapa también pensamos que la revolución no era el estado normal de un país y que era necesario terminar con la etapa revolucionaria, la etapa del golpe de Estado permitiéndole al pueblo ser el dueño de sus propios destinos. Para llegar a consolidar la situación política era necesario darle al pueblo la oportunidad de elegir entre los dos caminos que tenía por delante: o las reformas que nosotros apoyábamos o la reacción para volver a la etapa anterior a la revolución.
Los hechos nos han dado la razón, ya que el pueblo, en comicios absolutamente libres, opinó que desea las reformas y que quiere seguir adelante con ellas.
Esta segunda etapa de la consolidación política es la que afirma la conquista de la primera.
Realizadas las bases de una reforma social, que trajo también consigo la revolución económica, quedaba la tercera etapa que es la que nosotros creíamos que el país necesitaba. La Nación tenía que ponerse en marcha con un ritmo y un dinamismo no conocidos dentro de nuestra historia. Tenía que avanzar y avanzar decididamente, con optimismo y fuerza, hacia el porvenir, en procura de las conquistas que estábamos esperando desde hace cincuenta años.
Eso es el Plan de Gobierno. Si lo realizamos habremos cumplido el primer ciclo de la revolución, pero quedarán por delante los grandes objetivos que nos hemos fijado para obtener una consolidación social. Luego vendrán los nuevos objetivos y daremos a todos los hombres, sobre todo a los hombres jóvenes de nuestro país, la posibilidad de ser los artífices de sus propios destinos y asegurarse un porvenir brillante. Que nadie tenga temor a la incertidumbre de un porvenir desgraciado y triste. Si cada uno de nosotros no tuviera un porvenir en cierta manera asegurado, quien sabe como pensaríamos y quien sabe como obraríamos. Lo peor que le puede suceder a un hombre joven es la incertidumbre de su propio destino, el saber que trabaja y no puede asegurar su porvenir.
Ese será el objetivo que la revolución perseguirá después de la consecución de este primer objetivo de una satisfacción social general.
En el orden económico pasa lo mismo. No podemos pensar que el objetivo económico final de la Nación será industrializarnos un poco más, producir un poco más, organizar y ordenar nuestra riqueza en forma más racional para que pueda ser disfrutada por los argentinos, ya que el esfuerzo y la producción proceden también de los argentinos. Tenemos que mirar también hacia el porvenir y el objetivo mayor será el de trasponer nuestras fronteras, colocar en el exterior nuestra producción con la comercialización más adecuada para que el trabajo ofrezca un mayor rendimiento a los productores e industrializadores. Por eso pensamos que el desideratum y el objetivo final de nuestra revolución económica debe ser algo que sintetice claramente la aspiración de producir más y a menor costo.
Hace pocos días un periodista me hizo un reportaje. Refiriéndose a las dos grandes fuerzas que juegan en el escenario internacional, en la lucha por el dominio del mundo, Estados Unidos y Rusia, me preguntaba si yo creía que Rusia llegaría a dominar el mundo en su nueva acción. Yo le contesté: si produce a menor costo, sí. El problema del futuro es ese: producir a menor costo. Y ese ha de ser nuestro objetivo, no para dominar al mundo, pero sí para poder actuar con ventaja en el campo económico internacional. No hay ningún país en el mundo que esté en mejores condiciones que la Argentina para producir a menor costo. Tenemos reservas extraordinarias de materia prima y con respecto a la industrialización -como industria nueva que se está organizando- poseemos la mejor organización industrial, la mejor maquinaria, la más moderna y la más perfecta y podemos también obtener la mejor mano de obra si nos empeñamos en una enseñanza técnica y capacitada.
Una comercialización científicamente organizada puede ser otro factor en la colocación de nuestra producción en el mercado internacional en condiciones favorables. De manera que producir al menor costo y producir la mayor cantidad puede ser el objetivo mediato después de cumplido el primer plan de gobierno que dejará a la producción, a la industria y la comercialización en condiciones satisfactorias.
El tercer punto, señores, es el aspecto político. Si hemos permanecido estancados desde hace cincuenta años en el aspecto social y otros cincuenta en el progreso económico, en lo político nos habíamos retrasado en cincuenta años más. Habíamos retrasado en cincuenta años más. Habíamos llegado a una subversión total, por lo menos en la vida política real. En ese sentido creo que es indispensable reaccionar y llegar a establecer un régimen de tranquilidad y de paz dentro del país, extirpando todos los factores de alteración política que pudieran existir.
Y la extirpación de esa ficción, con el acatamiento y cumplimiento de la ley y la implantación de la moral política y ciudadana dentro del Estado, se irá consiguiendo paulatinamente, sin brusquedades, reparando un ambiente de paz donde la economía, la industria y el comercio puedan desempeñar su función fundamental y evitando los choques entre el capital y el trabajo.
Creo que este es un proceso a realizar suave y lentamente llamando a los hombres a la realidad y sobre todo empeñándoles en el trabajo, porque el ocio merced a situaciones de privilegio suele ser la causa principal de las inquietudes a veces desviadas de los hombres. Cuando todos los hombres trabajan, cada uno en su esfera de acción, no suele quedar tiempo para pensar en otras cosas y menos en cosas incorrectas o pecaminosas.
Señores: esto sería el fundamento el Plan Quinquenal. Su desarrollo se observa perfectamente dentro del plan sintético de gobierno que encara un cuerpo de leyes que nos posibilitará la acción y dentro de los planes analíticos que señalan lo que debe realizarse en cada una de las actividades. Para cada uno de los departamentos que conforman nuestro andamiaje estatal con sus direcciones generales, divisiones o secciones, existe en el plan analítico un planteamiento y una etapa de realización. Lo que se necesita es saber que es lo que se debe hacer y como se debe hacer. Lo que hay que difundir entre el personal perteneciente a cada dependencia, es precisamente eso: que cada uno sepa lo que él debe hacer dentro del Plan y no se ponga a pensar lo que deben hacer el presidente de la República o el Consejo Técnico, pues eso no es de su incumbencia. El es un hombre que está en su puesto de lucha buscando su objetivo y no debe preocuparle la acción de los demás.
El funcionario debe tener presente que es preciso reaccionar contra el estatismo a que estamos habituados. Creo que con la actual organización administrativa y estatal no podemos realizar debidamente el Plan Quinquenal, porque carecemos del instrumento adecuado.
Nuestra administración es un instrumento preparado para la vida vegetativa, pero no para la vida dinámica. Tenemos que modificar pues, esa mentalidad y ese sistema para llegar a conformar una administración con ritmo acelerado. Indudablemente, después de 20 ó 40 años de estar los empleados acostumbrados a recibir expedientes detrás de una ventanilla, ponerles broches, pasarlos para que le den trámite, y, a su vez, el que los recibe, pasarlos a otro para que también les de trámite, el empleado no está habituado a resolver por sí mismo los asuntos. Nosotros queremos agilizar la administración, haciendo que cada empleado sepa que no puede pasar los expedientes a otro para que le de trámite, sino que debe resolverlos él. En esa forma contaremos con un instrumento adecuado para el Plan de Gobierno en lugar de una administración que permita "ir tirando" como decimos los criollos. Se trata de actuar con criterio expeditivo e inmediato, con lo cual tal vez podamos cometer un 25% más de errores, pero el rendimiento será de un 300 por ciento más. Y lo que yo necesito, es rendimiento y no perfección. Con el tiempo, la gente se acostumbrará a actuar rápidamente y bien y entonces tendremos perfección y rendimiento, que es lo que el Plan de Gobierno necesita.
Claro está que tampoco creo yo que el Plan de Gobierno es el bálsamo de Fierabrás, que cura tanto la fiebre como cualquier otra cosa. Es un imperfectible que empieza por perfeccionar la administración pública con todos sus funcionarios, que constituyen el órgano de ejecución.
Estamos tratando de difundir primeramente el Plan para que todos lo conozcan; luego haremos la propaganda correspondiente para que todos lo sientan y lo apoyen. Para ello es preciso que los funcionarios conozcan lo que tienen entre manos, sepan como deben obrar para realizarlo y como deben cambiar, lo mismo que sus subordinados para poder llevar a la práctica la parte del Plan que les concierne.
No creo que debamos empezar ya a realizar todo el Plan. Su ejecución es una parábola que irá tomando altura; su vértice estará probablemente entre los años 1948 y 1949. Pero lo que deseo es que cuando la trayectoria de la ejecución llegue a su vértice, estén todos adiestrados y listos en sus puestos para emprender la obra lanzando en ese momento el centro de gravedad de la acción en toda su intensidad. Es para eso que iniciamos ya una reestructuración del instrumento de ejecución reagrupando reparticiones y efectuando una racionalización de los funcionarios, empleados y obreros con vistas a que este personal, tan numeroso, de que el Estado dispone, rinda más con el mismo esfuerzo que hoy realiza. Empezaremos por dar directivas sobre la forma de agilizar los trámites, suprimiendo una gran cantidad de papeles y de cosas inútiles que todos sabemos existen, y determinando los plazos dentro de los cuales debe ser despachado un asunto en una repartición.
Poco a poco iremos también creando una nueva mentalidad en los hombres, en forma tal de que dentro de seis meses, cuando esto esté listo, vamos a tener un instrumento administrativo más o menos ajustado, sin necesidad de producir grandes desniveles en la curva de la evolución.
Ustedes que han de dispersarse en todas las direcciones del país deben tomar a su cargo la tarea de dar amplia difusión al Plan. Debemos crear un ambiente de optimismo alrededor de él, pues ninguna realización puede encararse hoy día sin esta condición elemental.
Es necesario que todo el mundo se convenza de que lo que planeamos realizar es realizable y lo hemos de realizar. Porque pueden ustedes estar persuadidos de que estoy decidido terminantemente a realizarlo, y se ha de realizar.
No tengo de ello la menor duda. Si la tuviera, por más insignificante que fuese, no habría siquiera hecho conocer el Plan. Esto se va a realizar; de cualquier manera, pero se realizará.
Lucharemos con lo imprevisto, con los inconvenientes, con el sabotaje si es preciso. Lucharemos con todo. Pero para vencer hay una sola condición que no debe faltar: estar convencidos de que se va a vencer.
Estos conceptos deben ser llevados a todas partes. Por eso es interesante la acción que está desarrollando el Ministerio de Hacienda en toda la República por intermedio de sus delegados de Impuestos Internos, aduanas, etcétera. Se están dando conferencias sobre el plan en todo el país. Los legisladores se ocupan de exponer el plan en su conjunto, y los funcionarios se están refiriendo a la parte que a cada uno de ellos le compete.
Cuando el plan haya sido suficientemente difundido, cuando a la difusión haya seguido una adecuada propaganda, cuando los millones de descamisados se pongan en marcha en apoyo de todo esto, les aseguro que no lo detendrá absolutamente nada. Vamos a realizar algo así como una operación militar: bien planeada, apoyada con los grandes problemas resueltos, y detrás de eso, la masa. Por eso digo que no habrá fuerza capaz de detenerlo y por eso soy absolutamente optimista. Si es necesario que hagamos otra revolución, la haremos. No repararemos en ningún medio. Cualquiera sea la necesidad que se presente, le pondremos remedio, sea este el más terrible o el más suave. Cuando uno está decidido y tienen la voluntad inquebrantable de llevar algo a la práctica, no tiene que pensar que pueden surgir dificultades.
Les agradeceré, entonces, que lleven estas ideas a las distintas regiones del país a donde hayan de trasladarse. Abona este pensamiento una necesidad imprescindible de la Nación para conquistar su futuro y mantener su equilibrio social y político.
Nosotros no podemos fracasar, porque hemos sacado de su descreimiento a un pueblo descreído realizando una obra que le hace entrever otra gran obra en el futuro. Si esas masas de hombres de trabajo, a quienes sacamos de ese descreimiento se vieran defraudadas en sus aspiraciones, nadie puede saber cual sería el panorama político del país ni cual nuestro final.
Todos debemos trabajar para que esto no ocurra. Cuando uno busca un gran objetivo es necesario ponerlo todo. Ocurre lo mismo en esto y en todos los órdenes de la vida: quien expone todo, gana o pierde todo. Esto es común en el destino de los hombres: jugarse todo a una carta; perder o ganar. Los grandes países se hacen así. No se hacen con hombres "que no se maten", que piensan que no hay que exponerse, pues de esa manera si bien es cierto que no se puede ganar mucho, tampoco se puede perder mucho. Así los planes no van adelante.
La realización del plan impone también la necesidad de ir pacificando el país. No creo que la lucha entre nosotros pueda ser beneficiosa en materia alguna. Sólo se construye con absoluta pacificación y ella vendrá paulatinamente conforme vayamos tolerando la intolerancia y vayamos afirmando nuestras conquistas sobre el trabajo. Que cada un ponga de su parte un poco de buena voluntad para ir sobrellevando este cariño, que será tanto más feliz cuanto menos lucha haya en todos los campos de la actividad nacional. Como funcionarios tenemos esa obligación primaria. Cada funcionario del Estado es un soldado de la pacificación nacional, pues para eso el Estado nos paga a todos. No es nuestra misión meter guerra o lucha dentro del país sino gobernarlo ordenadamente.
Tal es nuestra obligación primordial, y el funcionario que en vez de pacificar busca la lucha no cumple con su deber primario con el Estado.
El Plan se dirige también a ese objetivo, y es un llamado que no hago por primera vez al país. Lo estoy diciendo siempre. Todos somos indispensables para realizar una gran obra. Ninguno debe faltar en su puesto de combate. Vivimos una época en que no sabemos que ocurrirá dentro de 3 ó 4 años; pero nada debemos temer si el país afronta las eventualidades fuerte, tonificado, en paz y en orden. Pero si nos encuentran en lucha y debilitados, la situación será muy distinta. Ocurre lo mismo que cuando uno se enferma: menos se resiste a la enfermedad cuanto menos vigoroso se encuentra el organismo.
El Estado económico de la Nación es tan magnífico como no lo ha sido nunca en la historia. Las posibilidades económicas son tan extraordinarias como tampoco lo han sido nunca. El estado financiero es también de un extraordinario florecimiento. Todo lo que debemos son 10.000 millones de pesos a nuestro propios compatriotas. Hemos pagado todas nuestras deudas externas. El peso está entre las tres primeras monedas del mundo en cuanto a garantía y respaldo. Las más grandes potencias tienen sus mayores deudas con la Argentina. Tenemos un sistema que nos permite manejar nuestro destino económico y hacer que la riqueza esté al servicio de nuestro país y no al de otro. Vendemos nuestra producción y la cobramos, la contrario de antes, cuando pagábamos para que nos compraran.
Si conseguimos realizar el Plan de Gobierno, esta situación puede mejorar aún al doble y posiblemente podamos dar al país un impulso tal que ya nadie podrá detenerlo durante un siglo. Esos son los factores que juegan en la grandeza de los estados. Si la Argentina consigue ponerse en marcha a un ritmo normal de progreso, ya no la detendrá nadie por 100 años, a menos que sobrevenga una guerra u otro cataclismo de esa naturaleza. Nos hemos puesto en la tarea de darle al país ese impulso y cada uno tiene que aportar al mismo un poco de esfuerzo. Si cada uno de los 14 millones de argentinos empuja un poquito, esto se pondrá en marcha a gran velocidad, que es lo que nosotros queremos.
Es por todo ello que creo que el Plan debe ser conocido, sentido y penetrado por todos, y que todos deben colaborar en su ejecución. A ustedes que van a distribuirse en todas direcciones por el territorio del país, les pido que lean todo el Plan Quinquenal, que mediten sobre todas estas cosas y que sean propagandistas de su realización, tanto para el que piense que es bueno como para el que piense que es malo, porque es fatal y se ha de realizar de cualquier manera, pues es el único modo de seguir adelante y de poner al país de pie y en marcha.
Creo que ningún argentino puede desear otro destino para su Patria. Al llevar esta impresión a la campaña ustedes prestarán un servicio al Estado. Desde ya les agradezco cuanto puedan hacer en ese sentido. ............................... |
1947-01-09 | Ante profesores universitarios para hablar del Plan Quinquenal : | Señores: Les agradezco muchísimo que hayan tenido la amabilidad de llegar hasta aquí porque, aunque he tenido la oportunidad de hablar con otros profesores de las distintas facultades de la Universidad de Buenos Aires, quiero agregar algunas pocas cosas, refiriéndose particularmente a cada una de las facultades a que pertenecen los señores profesores aquí presentes. No quiero abundar en los mismos conceptos porque, habiéndose efectuado ya la publicación de lo expuesto anteriormente, estaría demás que los repitiese. Solamente quisiera recalcar algo que es para mi extraordinariamente importante, como ya he afirmado antes, hemos llegado a una etapa de nuestra vida, dentro de este movimiento revolucionario, en la que el gobierno anhela más que nadie una época de absoluta pacificación dentro del país.
Es natural que el gobierno no pueda anhelar sino esa tranquilidad y esa paz dentro de la cual se pueden iniciar las etapas constructivas de la revolución. Hasta ahora hemos vivido permanentemente las etapas de la lucha, y es necesario trazar una línea y comenzar ya la etapa constructiva. Y esta etapa constructiva, representada por el Plan de Gobierno, no se puede realizar, con todas las facilidades y al mínimo esfuerzo para obtener el mayor provecho posible, sino en un ambiente de tranquilidad y de paz.
La etapa de la lucha ha arrojado, como arrojan todas las luchas, malos momentos, sinsabores, bajas y un montón de consecuencias que son las secuelas naturales de la revolución. Pero es necesario recapitular, después de la lucha, como hacen los militares después de las batallas cuando hay que iniciar una nueva etapa -que para nosotros es la etapa constructiva- y estudian los medios, las fuerzas, se ponen de acuerdo los distintos comandos y se inicia una marcha tranquila en la dirección en que se va nuevamente a operar.
Esa recapitulación es la que el gobierno está haciendo. Nosotros hemos tropezado con enormes dificultades, de todo orden, al estructurar nuestros planes; en muchos casos improvisando, porque no se tienen las bases de acción para poder planear las cosas en forma perfecta.
Imagínense los señores profesores que cuando fue necesario estudiar estos problemas, en forma más o menos profunda, hubo que hacerlo en base a estudios especiales, a "estudios bases", como los llamamos nosotros, ya que el país no cuenta con la compilación estadigráfica y con los censos que nos dan, mas o menos, los puntos de partida completos para los estudios y para el planeo de las futuras cuestiones. Por ello se tuvo que encarar cada uno de los grandes problemas que la Nación viene sintiendo desde hace muchos años con un criterio realista; encararlos para resolverlos, a pesar de la falta de base y a pesar de un sinnúmero de intereses creados que es necesario apartar del camino para poder llegar al objetivo, poniendo solamente una gran dosis de honradez y de buena voluntad en la apreciación de los problemas, para llegar a una concepción unitaria que, más o menos, pueda aglutinar la observación de los hombres que deben resolverlos.
El gobierno se ha limitado a eso. El Plan Quinquenal, especialmente en el aspecto universitario, ha querido eso; dar una dirección de marcha para que empecemos por ponernos todos en marcha hacia un objetivo determinado y haciendo que, durante la marcha, la cooperación y la buena voluntad de los hombres que se van incorporando a ella pueden ir construyendo, perfeccionando y mejorando esa marcha misma, para realizar una obra que esto de acuerdo con las necesidades y que se lo más perfecto que se pueda alcanzar con la cooperación de todos; pero realizar, no quedarnos una vez más en las tan brillantes y numerosas concepciones que sobre cada uno de estos temas han hecho muchos hombres, sin llegar a realizarlas.
El Plan Quinquenal ha querido en el aspecto universitario, indicar esa dirección, pedir opiniones y realizar encuestas entre los señores profesores, que son quienes dominan estos temas y estas materias, y sobre esas opiniones ir perfeccionando las ideas primarias. Creo que todo cuanto se ha dicho está dentro de esa concepción y me halaga extraordinariamente la exposición que acaba de hacer el señor profesor Isnardi, que coincide totalmente con nuestras propias ideas, con lo que hemos venido ya repitiendo desde la primera reunión con los señores profesores.
El Poder Ejecutivo no tiene interés, ni intención, en consecuencia, de tomar el gobierno de la universidad, porque, naturalmente, tiene muchas otras cosas que gobernar, y el problema de la universidad, para nosotros, dentro de este panorama que la Nación presenta en el orden de las realizaciones, significa solo un pequeño sector, si bien muy importante, pero pequeño dentro de esa gran actividad. El gobierno anhela que la solución de ese pequeño sector esté a cargo de la universidad misma, y dentro de ésta; que su gobierno y la solución de sus problemas estén en manos de los profesores. Nadie podrá hacerlo en reemplaza de ustedes. El gobierno tendrá así algo que agradecerles, porque esa contribución y colaboración será la única forma de poder realizar una obra completa, y lo más perfecta posible dentro de la universidad.
Nosotros solo queremos poner a disposición de los señores profesores y de los que sean llamados a dirigir la universidad, a orientarla y a planificar sus actividades integrales, los recursos que el Estado tiene obligación de aportar para obtener el máximo de provecho y de energía en la obra de los señores profesores. El gobierno en este momento está en condiciones de ofrecer a la universidad todos los medios necesarios. En consecuencia, se imaginarán ustedes cuanto placer siente el gobierno en poder aglutinar opiniones y poner en marcha un movimiento de conjunto en la universidad, dirigida por los mismos señores profesores. Pero es natural que el gobierno entienda que antes de realizar esto conviene resolver los problemas de la universidad, y ustedes convendrán conmigo en que la universidad no tenía solamente un problema. Para mí, tenía dos: primero, un problema político, y después un problema técnico. El problema político consistía precisamente en sacar la política de la universidad, y eso es lo que estamos empeñados en realizar sin preconceptos y sin ninguna intención ulterior que no fuera favorecer y defender las actividades de la universidad. Realizado esto, sería yo el más feliz de los hombres entregándoles la universidad para que marche perfectamente sin caer en los mismos defectos y vicios que, todos ustedes lo saben mejor que yo, existían en ella. Si ello se realiza, yo he de poner al servicio de ustedes todo el apoyo que el Poder Ejecutivo pueda dar, en cualquier aspecto y en cualquier actividad, para favorecer a un organismo de esa naturaleza.
Esto no significa que nosotros estemos criticando. Estoy tratando de interpretar la crítica que los mismos señores profesores han realizado dentro de la universidad y de poner remedio a sus males; un remedio radical, para que en el futuro las universidades sean verdaderos centros de enseñanza, verdaderos centros de ciencia y no de actividades extrañas a su función.
En lo que respecta a la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, comparto totalmente lo expresado por el señor profesor Isnardi en el sentido de que no es posible adoptar el mismo sistema, para la formación de profesores y su incorporación, que existe en otras facultades. Yo quiero que cada facultad elija su propio método, al más adecuado a sus propias necesidades, y en eso el Poder Ejecutivo no va a intervenir, ni se va a abocar al estudio de ningún problema que deba quedar a resolución de los señores profesores, porque eso es lo que interesa.
Esta Facultad tiene cierto atractivo para mí porque mi abuelo ha sido académico y ha prestado muchos de servicios en ella, de modo que tengo cierta predilección hacia la misma a pesar de que algunos señores ingenieros no me ven con buenos ojos.
Yo enfoco el problema desde el punto de vista, no de una orientación teórica, sino de las necesidades que a mí se me presentan vinculados con la realización del Plan Quinquenal. El Plan Quinquenal, sin la colaboración inteligente, y, sobre todo, capacitada del cuerpo de ingenieros de la Nación, no puede realizarse, porque toda su base está casualmente afirmada sobre obras que corresponden a su actividad. Si esas obras fracasan, es inútil que todas las demás, que son meramente de aplicación, obtengan un triunfo rotundo. Por eso tuve preocupación especial en ello, y puesto en el dilema he tenido que pensar en traer algunos profesionales extranjeros -ya voy a explicar por qué- y mandar a muchos de los nuestros a perfeccionarse en Estados Unidos y en Europa.
Una cosa es hacer reflexiones o conversaciones sobre un asunto en el cual está solamente bien intencionado, pero no tiene responsabilidad, y otra es cuando tiene que decidir un asunto en el que va implícita su propia responsabilidad y la del gobierno.
Nosotros vamos a encarar obras de extraordinario aliento, tales como la construcción de diques y la electrificación, asuntos que plantean problemas muy importantes y de gran responsabilidad. Pues bien yo no puedo confiar una obra que costará ciento cincuenta millones de pesos a un hombre que no sea un especialista probado. No es suficiente, para mí, que teóricamente me digan que una persona es capaz. Necesito comprobar esa capacidad, porque si la obra fracasa, ¿que puedo decir yo y que puede decir al gobierno frente a la tremenda responsabilidad de que le fracase una obra de esa magnitud, o que le fracasen muchas de esas obras de gran envergadura que es necesario encarar? La Nación no puede seguir realizando pequeñas obras. Ha llegado el momento en que debe abocarse a la realización de grandes obras, porque no quiere que la riqueza reditúe grandemente y no en pequeña forma.
Yo pregunto: ¿Como resolverían los señores ingenieros la realización de veinte o treinta diques de gran envergadura? He trabajado mucho en esto, investigando las posibilidades, y me he encontrado con cosas que me han puesto los pelos de punta en la realización de obras que son pequeñas al lado de las que pensamos efectuar; como el dique "El Cadillal", por ejemplo, que demuestra que no es posible encarar obras de esa naturaleza para que den el resultado que dicha obra ha tenido. Y si en vez de encarar un problema de treinta millones de pesos encaro yo uno de doscientos millones, ¿como voy resolverlo? Si fracaso ¿tendría que dispersarse un balazo el ingeniero director de la obra o tendría que disparármelo yo como responsable de la misma? ¿O tendríamos que hacerlo los dos? Es ese fracaso el que quiere evitar.
No se trata de un problema de amor propio sino de responsabilidad, de realidad, de experiencia. Creo que hay que crear conciencia entre los ingenieros para que comprendan que no se trata del hecho de que el gobierno no tenga confianza en ellos sino de la realidad, es decir, que el país nunca se ha encarado obras de esta naturaleza y de tal magnitud. En consecuencia, tendremos que traer diez o veinte "campeones" en estas actividades, como hemos hecho en casos semejantes. Así, por ejemplo, cuando fue necesario instruir a nuestro ejército, nuestros jefes, con todo el mérito que tenían dentro de la profesión militar, pero que no sabían mucho porque para los méritos no es necesario, a menudo, saber mucho, no se sintieron afectados cuando se trajeron profesores de todas partes del mundo. Estos profesores nos instruyeron, y cuando estuvimos en condiciones ellos se fueron y quedamos nosotros con el manejo del Ejército. Y, honradamente debo confesarlo, no lo hemos manejado mal y lo hemos mantenido a la altura de los ejércitos modernos.
En el campo de la ingeniería debemos dejar de lado el amor propio y utilizar a nuestros hombres, sin gran experiencia, reforzándolos con otros, extranjeros, que hayan adquirido una gran experiencia.
Este problema se uno de los más graves a que nos vamos abocado. Nuestros ingenieros se enojan y el Centro de Ingenieros me manifestó que estaban en conocimiento de que se iban a traer ingenieros extranjeros y no lo veía bien porque los había en el país para realizar las obras proyectadas. Es lógico que si encontramos aquí, en el país, esos hombres, yo he de preferir siempre a los criollos, porque soy criollo, pero el asunto es encontrarlos. Considero que los técnicos extranjeros pueden hacer escuela, y ello redundará en beneficio del país y de nuestra ingeniería. Solicito a los señores profesores de la Facultad de Ingeniería que estudian este problema y me aconsejen. Y desde ese momento yo me sentiré más tranquilo porque compartiré mi responsabilidad con ellos.
Si podemos construir cuarenta diques en el país y contamos con el personal técnico para dirigir y realizar las obras, necesito que al respecto me informen los señores profesores de ingeniería. Les planteo el problema y les ruego que sean tan amables de informarse. Si creen que no es necesario traer técnicos extranjeros compartiré su opinión, porque no ha sido ni podría ser mi propósito herir a los profesionales argentinos; pero también quiero asegurarme que la realización de esas obras me permita dormir tranquilo.
Otro asunto referente a la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales es el de la construcción de un edificio que lo permita cumplir los fines de la enseñanza. Creo que la Facultad de Ingeniería debe funcionar en un buen edificio, contando con todos los elementos de investigación científica que ella necesita. Considero que la Facultad de Medicina y la de Ingeniería, son las que requieren locales amplios para poder funcionar. Realmente, no se explica como se ha llegado a esa situación, pero hemos de encarar este asunto para que con la mayor celeridad cuente Ingeniería con su edificio propio y moderno.
Otro asunto del Plan Quinquenal que me preocupa mucho, es lo atinente a la arquitectura y al urbanismo.
Cuando se viaja un poco por otras regiones del globo que se modernizan, uno se da cuenta que en materia de urbanismo nosotros todavía no caminamos y que estamos todavía en la época de la lactancia, porque cualquier ciudad o cualquier pueblo de la República Argentina se nos aparece, diría, como una aberración urbanística.
Con respecto a la universidad en general, hago extensivas estos propósitos del Poder Ejecutivo a todas las facultades, porque nadie tiene el derecho de pensar que no abrigamos buenas intenciones y que no haremos lo que mejor cuadre a las necesidades de cada una. Para ello me pongo a disposición de los señores profesores; para que resuelvan por sí sus problemas y sea yo, el presidente de la República, el mejor colaborador de ustedes en cualquier sentido.
La República dispone de todos los medios necesarios para dotar a la Universidad por veinte o treinta años, a fin de que las distintas escuelas sean verdaderas casas de enseñanza y centros de investigación científica.
Una de las fallas de nuestra universidad es que no enseña "a hacer" como acertadamente lo puntualizara el señor profesor Isnardi. En mi concepto, hemos aprendido "a concebir" y no "a realizar". Para mí, la realización debe seguir siempre a la concepción y para ello debemos formar hombres con esa característica, porque el país los necesita. En este momento el país debe recurrir a hombres que sepan realizar, y no se imaginan ustedes con cuantas dificultades tropezamos. Y apenas si nos vamos defendiendo, porque encontramos a muchas personas capacitadas pero que en la realización fracasan en un cincuenta por ciento. Esa es la realidad.
Cuando esté en marcha el nuevo régimen de la universidad, tendiente a que la enseñanza sea más práctica que la que se ha impartido hasta ahora; cuando la universidad sea más libre para funcionar y persiga objetivos más directos, entonces, podremos forjar nuevas generaciones de argentinos a quienes delegaremos un trabajo tremendo por el impulso que nosotros lanzamos ahora. Todos los profesores con quienes he conversado están de acuerdo conmigo sobre estas orientaciones que debe tener la universidad.
Si conseguimos estos objetivos, si conseguimos introducir la enseñanza técnica, que es otra laguna tremenda que tenemos, podremos construir nuestra industria argentina.
Para afirmar nuestra industria debemos empezar por establecer las zonas geológicas de la riqueza del país. Ante todo, habrá que formar profesionales que vivan en el terreno y no en Buenos Aires. Los técnicos deben permanecer, por lo menos, nueve meses en el cuerpo, y el resto en la ciudad. Comprendo que es la parte más dura de la profesión, pero el país necesita la parte útil de esa profesión, constituida por el trabajo hecho sobre el terreno. De este trabajo no tenemos absolutamente nada, porque los mapas geológicos no resistan hoy el menor análisis, puesto que han sido confeccionados sólo por hombres de buena voluntad.
Para afirmar nuestra industria hace falta, además, buena mano de obra Tenemos hombres que se defienden como malos aficionados. Si queremos competir, ya que la oportunidad es favorable, es necesario conseguir el prestigio de nuestros productos para retener definitivamente el mercado conquistado.
Como veis, he querido tocar rápidamente los dos polos en materia industrial: la materia prima, en su etapa inicial de la investigación geológica, y la mano de obra perfeccionada. Es claro que entre estos dos polos hay miles de gradaciones y ninguna ha sido resuelta en el país.
Los problemas a resolver son graves y la Universidad puede resolver un gran número de ellos. Así, por ejemplo, la Facultad de Ingeniería debe dirigir y realizar la enseñanza técnica y los egresados serían valiosos colaboradores en el futuro.
Aspiro a utilizar la universidad como no se ha hecho hasta ahora en el país. La enseñanza impartida hasta el presente ha tenido un carácter enciclopedista, y nosotros debemos ir a la especialización. Hacen falta especialistas y no los hay. Esa es la realidad, porque se ha estado enseñando para un país y nosotros estamos formando otro país, luego, la enseñanza debe también evolucionar. Los únicos especialistas que existen son los médicos, porque la necesidad impuesta por el desarrollo alcanzado en medicina los ha obligado a especializarse.
La mejor colaboración que pueden prestar los profesores al Plan Quinquenal es ir estudiándolo para ver cuales deben ser las especializaciones a crearse. Si ustedes me resuelven este problema les quedaré eternamente agradecido, porque es el más grave en cuanto a la realización del Plan. De lo contrario tendré que recurrir a los técnicos extranjeros, y ello tampoco es fácil, o esperar que se formen especializados. De la combinación de estos dos medios resultará lo que podremos realizar.
Señores: No quiero prolongar esta conversación: solamente he deseado esbozar algunas cuestiones a las que ustedes pueden prestar su apoyo.
Comprende perfectamente que cada uno de ustedes es un enamorado de la escuela a la que pertenece, y lo celebro junto con todos los argentinos.
Agradeceré la colaboración que presten a la obra de gobierno y en retribución pongo a disposición de la universidad todo lo que el gobierno puede realizar en su beneficio, en apoyo de la ciencia y de la investigación científica, en cualquier momento y en cualquier terreno.
Por último, y una vez más, les agradezco muchísimo la molestia que se han tomado y quedo a disposición de ustedes para cualquier iniciativa que me sometan. .......... |
1947-01-11 | En un almuerzo ofrecido por la Unión Tranviarios de Rosario : | Camaradas tranviarios: Una de las más grandes conquistas de nuestro movimiento dentro de la Nación Argentina ha sido la creación de una verdadera conciencia social. Esa conciencia social es la que nos permite hoy tener la inmensa satisfacción de hallarnos compartiendo esta mesa las supremas autoridades de la Nación, las más altas autoridades de la Provincia de Santa Fe y de la Municipalidad de Rosario, junto a los dirigentes de la Unión Ferroviaria, sin que ninguno de nosotros se sienta aquí extraño, si no compañero de todos.
Durante siglos la humanidad ha luchado por esa igualdad, yendo tras la magnífica idea de que los hombres sean todos hermanos, cualquiera sea su situación en la vida, y que se sientan iguales y compañeros en la lucha por la existencia.
Sin embargo, en nuestro país, no habíamos podido, en el transcurso de tanto tiempo, conseguir la igualdad de sentimientos que es lo único que hermana a los hombres. No habíamos conseguido tampoco que los funcionarios estuvieran al servicio del pueblo y no sintieron prejuicios al tener que juzgar a sus compañeros de lucha, de los cuales, aún el más modesto, representa una rueda de ese inmenso engranaje que es la Nación toda. Por esa razón, los antiguos funcionarios, cuando la clase trabajadora se ponía de pié, vivían con zozobra porque sabían que debían luchar contra ella. Hoy, en cambio, los funcionarios se sienten felices porque saben que la clase trabajadora de pie es el instrumento de realización de la grandeza de la patria.
Cuando pensamos que en nuestro Plan de Gobierno tenemos por delante una tarea ciclópea a realizar, cuando analizamos los grandes problemas que el país tiene que resolver, no dirigimos nuestras miradas a los consorcios capitalistas, sino al pueblo entero, que es el que ha de ejecutar la obra; no pensamos en otra fuerza que no sea la de los brazos de nuestros trabajadores; no pensamos en otras combinaciones que no sean las del trabajo honrado y lícito que cada ciudadano tiene la obligación de realizar.
Por eso las fiestas de los trabajadores son también las fiestas de los funcionarios de la Nación. Por eso la felicidad de los trabajadores es nuestra propia felicidad; porque el gobierno entiende que con hombres tristes y abatidos no se marcha hacia ninguna grandeza. El gobierno sabe que la grandeza de la patria está confiada a las posibilidades de una clase trabajadora optimista y feliz, y sabe también que no es posible fundar la felicidad futura de la Nación sobre la miseria y la desgracia de la clase trabajadora del presente.
Agradezco a la Unión Tranviarios el haberme brindado la felicidad oportunidad de compartir estos momentos con ustedes, momentos que van jalonando de felicidad mi vida de gobernante.
No deseo terminar sin antes reconocer públicamente la acción inteligente y eficaz de la mesa directiva de la Unión Tranviarios de Rosario. Los dirigentes de esta meritoria asociación, como los de la Capital Federal, son acreedores de la gratitud del gremio. Yo los he visto trabajar durante toda nuestra acción en la Secretaría de Trabajo y Previsión, y los estoy viendo actualmente en la dirección del gremio, y me honro en reconocer que son hombres honestos y capaces, condiciones estas que conducen a la grandeza de los gremios.
Señores y señoras: Para cerrar esta conversación, deseo agradecer a todos ustedes la amabilidad que han tenido con nosotros y recordar que Rosario tiene para mí un mérito especial: el de haberme hecho el más alto honor de mi vida al declararme el primer trabajador argentino. ..................... |
1947-01-11 | En la plaza San Martín de la ciudad de Rosario ante una concentración popular | Pueblo de Rosario: He llegado hasta Rosario con un inmenso placer, invitado por la Unión Tranviarios, para asistir a un festejo de una nueva conquista social tan merecida por este gremio sufrido, honrado y trabador. He querido extender esta visita llegando hasta este lugar para tener la satisfacción de dirigir la palabra a esta muchedumbre rosarina que tanto quiero por ser Rosario para mí una ciudad muchas veces benemérita. Así como en esta ciudad se creara la bandera, se está creando ahora la grandeza de la Nación, en esta ciudad, repito, formada en su mayoría por trabajadores.
Llegar a Rosario es reconfortar el espíritu con estas legiones de trabajadores que honran más al país con su diligencia, su esfuerzo y su sacrificio, lo que es ir colocando día a día un metro más adelante el jalón de honor y la grandeza nacional.
Tiempos vivimos en que reconocemos la suprema dignidad del trabajo y tiempos vendrán en que el mayor honor que puede tener un ciudadano es el de ser un trabador de la Nación. Pasaron y pasarán para siempre los tiempos en que conversar, discurrir sin hacer nada, vestirse elegantemente y consumir sin producir lo que se consume, era honor. Desde ahora será un deshonor no ser capaz de producir lo que cada uno consume.
Esa nueva conciencia ha de poner en marcha las legiones argentinas para que los trabajadores del cerebro y del músculo, los trabajadores del esfuerzo intelectual o físico sean los que honren a la patria en la más grande de sus actividades, que es el trabajo.
El estado actual de la República es la consecuencia directa de nuestro trabajo y la indirecta de miles de trabajadores argentinos que han dejado sus vidas en las huellas de ese áspero y triste camino del trabajo irreconocido. El estado actual de que nos enorgullecemos, ya que la posición social de la República Argentina en su equilibrada y armónica distribución de lo que a cada uno le corresponda va, conquista sobre conquista, castigando la ignominia de un pasado que no ha de volver y de un futuro venturoso que no habrá ningún argentino suficientemente malvado para no ambicionarlo para todos nuestros hermanos.
Ese equilibrio social es la base de toda la grandeza, porque la riqueza podrá ser poderosa, pero cuando el equilibrio social se rompe, pone en evidencia que esa riqueza es tan poderosa como frágil. Todos trabajaremos para afirmar ese equilibrio, pero afirmarlo sobre la verdad y la justicia.
Nuestra situación económica es la más brillante que el país ha tenido hasta nuestros días. Hemos reconquistado esa bendita libertad económica que nos hacía esclavos de intereses, de intenciones y presiones, y hoy la riqueza argentina, podemos decirlo a los cuatro vientos, es de los argentinos y será para siempre de los argentinos. Pero debemos agregar que esa riqueza argentina será argentina, pero mediante una justa distribución de la misma entre los catorce millones de habitantes del país.
Nuestra situación social, nuestra situación económica ha culminado en una brillante posición en la política internacional. Hasta hace poco teníamos todavía los temores a los hombres bravos que no hace mucho tiempo se banqueteaban con sus adictos en esta ciudad. Quisiera verles las caras hoy a los anfitriones de ese banquete.
No ha triunfado nuestra intención ni nuestra ambición. Ha triunfado la verdad y en el mundo la verdad es la que siempre triunfa. Si estamos todos los hombres honrados del trabajo de acuerdo y unidos, no habrá fuerza en la tierra capaz de doblegar nuestra cerviz, y si siendo débiles, arrinconados por todos, levantamos la cabeza y vencimos, que no será en el porvenir cuando seamos cada día más orgullosos de sentirnos argentinos.
Por eso es que no quiero dejar esta tribuna que tanto me honra y me satisface, no quiero dejarla sin hacer un llamado a este maravilloso pueblo de Rosario, a la concordia entre nuestros compañeros. Entre los peronistas no debe haber distintas aspiraciones; debe haber una sola. Que todos los que nos encontramos en esta cruzada redentora pensemos que nosotros no existimos, que tenemos una causa y una consigna que cumplir frente a Dios y frente al mundo. Pensemos que de nada valdrá el triunfo individual frente al fracaso de todos nosotros. Pensemos que somos un mero accidente en la vida de los pueblos; pensemos que no valemos sino por lo que somos capaces de sacrificar de nosotros mismos. Pensemos que somos un mero accidente en la vida de los pueblo; pensemos que no valemos sino por lo que somos capaces de sacrificar de nosotros mismos. Pensemos que no hay nada más grande que el sacrificio, ni nada más fructífero. Seamos capaces de sacrificarnos y de morir, si es preciso, por nuestros hermanos. Es grande morir por una causa y es miserable morir por una ambición personal. Por eso, para llevar adelante esta causa que es la de todos, les recuerdo lo que ya les dije en una oportunidad: Que somos todos artífices del destino común y ninguno instrumento de la ambición de nadie.
Hoy, todos los peronistas, deben luchar por estar unidos, arrojar al que los separe o los intrigue, y para obtener eso es menester pensar que jamás se ha de proceder mal con el compañero sino siempre con nobleza y con altura. Pero por sobre todas la cosas -y también lo he dicho a todos mis queridos compañeros de causa- es necesario ser tolerante hasta con la intolerancia. Es necesario que vayamos pensando en las grandes obras que tenemos que realizar y que solamente las haremos si estamos en paz y en disposición de trabajar.
Frente a ese equilibrio social obtenido, frente a ese poder económico brillante que poseemos, no podemos, desgraciadamente, decir lo mismo de nuestra política. Es menester hacer desaparecer todas las diferencias políticas de nuestros compañeros, sacrificarse por una causa común, que por ser de todos no es de nadie en particular. Esta no es hora de hacer política, es hora de hacer obra. Los que hicieron política llevaron al pueblo al descreimiento, porque lo prometieron siempre los que no fueron capaces ni tuvieron la intención de realizar. Nosotros, que no prometemos, debemos realizar una obra que sea el basamento del monumento que el pueblo levantar a esta legión de descamisados, porque el mérito de nuestra obra no será el mérito de un hombre ni de diez, será el mérito de todos los trabajadores argentinos.
Y antes de terminar, como siempre, quiero que llegue mi consejo puro y honrado a mis queridos compañeros trabajadores. Ese consejo que doy desde la más alta magistratura de la República, donde yo no tengo nada que esperar sino el reconocimiento de mis conciudadanos; desde esa posición de la cual no tengo otro camino que mi casa a descansar de la fatiga que me produce la labor que estoy desarrollando, y que con esa seguridad con que puedo empeñar mis juicios y dar consejos para que sean creídos con la fe del que dice sin otro interés que el bien común, quiero hacerles llegar mi palabra, fruto de la meditación y de la experiencia. No mezclen la política en la acción de los sindicatos. El sindicato es una sociedad gremial de defensa mutual y general. En que quiera hacer política que vaya al comité. El trabajador se une con sus hermanos para defenderse todos, pero no para otra finalidad. La política en el sindicato -lo he repetido muchas veces-, es una bomba de tiempo que explota el día menos pensado. La política en el sindicato es lo mismo que la política en la familia; comienza por crear divergencias, por originar discusiones acerca de teorías opuestas y al final se tiran con al jarra o con los platos. Se deshace, se desorganiza y se destruye la familia y del mismo modo sucede en el sindicato; vienen las discusiones, las divisiones, las peleas, y se disocia el sindicato en beneficio de los oligarcas, que se restregan las manos de contento.
Estos consejos, que vengo repitiendo desde hace tres años, los doy con la autoridad que me otorga el no haber pedido jamás el voto a un trabajador. Nadie que haya conversado conmigo puede decir que yo le he pedido el voto. En la Secretaría de Trabajo no hice otra cosa que decir que la política no debe jamás entrar ni en los gremios ni en la Secretaría.
Al agradecerles que hayan llegado hasta aquí con buena voluntad de escucharme, quiero dejarles como último recuerdo de esta feliz oportunidad de poder conversar un rato con ustedes, mi consejo sincero. Trabajemos, trabajemos incansablemente por lo que constituyen nuestras ilusiones y nuestras aspiraciones. Tenemos un plan de gobierno por delante que hemos de cumplir para bien de todos los argentinos; necesitamos que todos los argentinos le pongan el hombre para llevarlo adelante, aún contra todos los malintencionados y los pesimistas.
Este plan, no es el plan de nadie. Es el plan de la clase trabajadora, argentina. Por eso, su base esencialmente social y económica. Me lo ha inspirado el sentimiento de amor de mi pueblo; lo he tomado de las horas terribles del trabajo en las fábricas; lo he visto en la imaginación de todos nuestros trabajadores. Y así, al estructurarlo y armarlo de una concepción realista, he volcado en él toda la inspiración y todo el sentimiento que puede tener un argentino. Pueden estar ustedes persuadidos de que al tiempo dará la razón al pueblo argentino, pues todo cuanto hay contenido dentro del plan, viene siendo ambicionado por eso pueblo desde hace más de un siglo.
Dejo en Rosario, junto con estos consejos y estos pedidos, mi corazón y mi gran cariño por todos los hombres que trabajan y se sacrifican por la grandeza de la patria. ............... |
1947-01-15 | Conferencia en que el general Perón explica el cambio de denominación del Partido Único de la Revolución por el de Partido Peronista | Respecto del comunicado que se dio ayer, debo expresarles que señala un hecho bien simple. Cuando se habían realizado las elecciones, y aún antes de las elecciones mismas, me manifestaron los compañeros de lucha que pensaban denominar al partido nuestro Partido Peronista. Yo me había resistido a autorizarlo por un prejuicio personal, y sobre todo porque creía que una gran fuerza orgánica debía ser la que condujese al movimiento adelante. Yo aprecio que en la evolución de las ideas políticas la aglutinación inicial se hace detrás de un hombre; nuestros pueblos en ese aspecto son gregarios y van normalmente detrás de un hombre. Esa para mí es la primera etapa de la aglutinación; pero tiene que ser reemplazada después por la organización, es decir por un cuerpo orgánico, que es lo que debe ser un partido político, en mi concepto. Esto ya lo he explicado muchas veces y siempre lo explicaba en razón de que los amigos continuamente insistían en utilizar la designación de Partido Peronista. Ahora vuelven nuevamente a pedirme la autorización para que todas las fuerzas de la revolución las llamemos Partido Peronista, porque parecería que eso resuelve los pequeños problemas -en realidad no existen en nuestras fuerzas grandes problemas- unificando así las distintas tendencias que existen bajo un sólo rótulo: Peronistas.
Indudablemente que si esa es la solución yo me puedo negar a que llamen Partido Peronista a nuestras fuerzas, y en ese sentido he autorizado a la junta que actualmente está empeñado en organizarlas en el campo nacional, como así también a las juntas provinciales y locales, para que se utilice esa designación.
Ahora bien; ha habido en muchas situaciones hombres que han aprovechado la circunstancia de que yo no hable sobre las cuestiones políticas, porque como presidente de la Nación he prometido no hacer en forma directa política en ningún sentido, para decir que yo prohijaba este movimiento, es decir, que yo no estaba con el Partido Único. Eso es totalmente incierto. Ese es el partido de la revolución y al autorizarlo yo a que utilice la calificación de peronista, eso implica tácitamente que es para mí el Partido Peronista la personificación, diremos así, de nuestro movimiento.
En consecuencia, creo que el que es peronista se va incorporar a ese movimiento sin otra clase de distinción ni calificación en el nombre de la agrupación. Por esa razón he autorizado y prohijado a esta fuerza que representa el partido político de nuestro movimiento. Autorizándolo así creo que no habrá lugar a que alguien diga que yo no apoyo, como ciudadano -no como presidente de la República- al Partido Peronista.
En esto he sido muy respetuoso. No he querido hacer ninguna indicación ni sugestión, porque como exijo que los funcionarios no se mezclen en política o no hagan política, empiezo por dar el ejemplo, no haciéndolo yo. Pero como ciudadano seré el primero en inscribirme en ese partido, seré el inscripto número uno, de acuerdo con los derechos que a ese respecto me asisten. PERIODISTA.- Esa designación ¿será transitoria o definitiva? PRESIDENTE.- Eso lo decidirá después un congreso o una convención, según lo dice el mismo comunicado. Creo que eso es lo más justo. Por otra parte, prefiero que sea otro el nombre que se elija a posteriori. Nuestra historia política demuestra que ha habido más partidos con ese tipo de calificación que con otras designaciones: ha habido alsinistas, mitristas, roquistas, yrigoyenistas, alvearistas, etc. PERIODISTA.- La unificación de las fuerzas peronistas, ¿influirá en las elecciones de la provincia de Buenos Aires? Hay una versión de que serían postergadas. PRESIDENTE.- No creo. No se si podrán aplazarse estando votadas por la Legislatura. PERIODISTA.- Parece que hay reparos de orden constitucional. PRESIDENTE.- Hasta ahí, no sé. ........ |
1947-01-17 | Ante una delegación de estudiantes de distintas universidades del país : | Señores: Todo marcha bien y pueden tener la seguridad de que los objetivos se cumplen y se cumplirán perfectamente, de manera que no debe embargarles en ese sentido ninguna inquietud.
La Revolución ha sobrepasado ya toda posibilidad de tener cualquier impedimento, porque los ciclos se realizan con precisión y en muchos aspectos mejor de lo que nos imaginamos.
Estamos buscando un clima de tranquilidad dentro del país, porque ese debe ser el caldo de cultivo en el que se podrán hacer creaciones. Nada se crea en los momentos de violencia. Estos han pasado ya y ahora debemos alcanzar las épocas selectivas y constructivas que son de proceso lento. No podemos peligrar en el cumplimiento de ninguno de nuestros grandes objetivos, ya que los pequeños no tienen importancia en las grandes cosas. Por mi parte, soy tan optimista como antes sin ser fácil al optimismo, porque si lo fuera hoy me hallaría con una euforia extraordinaria.
El problema universitario ha sido enfocado dentro de límites normales y las medidas a adoptarse en el futuro han de ser concordantes con las tomadas hasta ahora; pero lo haremos con la prudencia necesaria que requiere el período de pacificación que iniciamos. Lo indispensable es vigilar que las finalidades fundamentales de la Revolución se alcancen y sean cumplidas inexorablemente. En ese sentido estén ustedes completamente tranquilos.
Comprendo que todavía en mar proceloso de la juventud universitaria no está totalmente en calma, pero ello no tiene ninguna importancia. Cuando iniciamos la marcha al comenzar el curso escolar lo haremos con un grado mayor de tranquilidad y con una disciplina más acentuada que en épocas anteriores y así paulatinamente, dando todos los días una vuelta al tornillo, en un año que tiene trescientos sesenta y cinco días -si no recuerdo mal- habremos dado trescientos sesenta y cinco vueltas; de ese modo no hay tornillo que no se ajuste. Poco a poco, sin apresuramientos, catastróficos, porque es la época de la marcha lenta. Dicho esto por mí no se lo ha de interpretar en un sentido teórico. Hay que ir despacio porque no hay peligro de ninguna especie; todo se desarrolla normalmente y debemos entrar en un período de reformas que estamos encarando para la universidad. Dentro de las nuevas ideas iremos atando bien todos los cabos para que ustedes puedan estudiar mejor y contar con los elementos de investigación científica suficientes, para no formar solamente teóricos en la universidad sino también hombres especializados y prácticos.
El mal de la universidad argentina es que ha sido exageradamente enciclopedista y por esa razón llegamos hoy a la conclusión de que nuestros hombres saben poco de poco, porque el que mucho abarca poco aprieta. Nuestra universidad con su enciclopedismo, nos ha ido desviando hacia disciplinas no prácticas para las necesidades del Estado. Hace falta una universidad argentina para la República Argentina; una universidad moderna al servicio del Plan de Gobierno, es decir que la universidad en cada una de sus facultades forme ciudadanos altamente capacitados para realizar lo poco que queremos realizar. No me interesa que haya en el país cuarenta astrónomos, porque a esta disciplina basta que la atienda uno sólo; y en cambio; precisamos ingenieros hidráulicos porque vamos a llevar a la práctica grandes obras hidráulicas. Es indispensable que el país cuente con elementos que vivan en esta tierra, que entiendan sus problemas y trabajen para el país.
Esto debe hacérselo ya, porque acaso sea tarde cuando vengan nuestros sucesores. Tal es la orientación que deben tener los encargados de la enseñanza. Debe existir una doctrina del país para que todos veamos similarmente los problemas y nos pongamos de acuerdo para apreciar de una misma manera los asuntos a resolver.
Lo que expreso con respecto a la especialización dentro de la universidad lo digo también en cuanto a las distintas profesiones. Vemos hoy que argentinos que profesan disciplinas científicas conexas no mantienen entre sí ninguna similitud doctrinaria. Nosotros, educados en el Colegio Militar, pensamos en forma diametralmente opuesta a la de argentinos de nuestra misma generación que han sido educados en cualquier otra facultad. ¿Como nos vamos a poner de acuerdo en la vida si nuestra cultura es distinta? Debe crearse, pues, una cultura básica similar, y así no estaremos en desacuerdo. No puedo seguir produciéndose el fenómeno que se ve actualmente: cinco argentinos educados en cinco facultades de una misma universidad piensan de distintas manera y los cinco tienen una misma patria, una misma labor a realizar y un objetivo común a alcanzar. Este es el mal que yo critico en todas las profesiones. Deseamos crear una uniformidad doctrinaria mediante una cultura básica, como acontece en todas partes del mundo; luego cada uno pensará lo que se le ocurra, pero teniendo en vista siempre las necesidades del país en que vive y las perspectivas del futuro del país porque en él transcurre toda su vida y en él desenvuelve todas sus aspiraciones.
Les agradezco que me hayan brindado la oportunidad de echar un parrafito con ustedes. Estamos trabajando con las mismas inquietudes y todo saldrá bien. Cuando iniciamos los cursos podremos decir que todo se haya perfectamente regulado para emprender la marcha y de ese modo no se producirá ninguna fricción e iremos ajustando los pequeños defectos de la maquinaria. Para mí el éxito está totalmente asegurado. Es lógico que siempre haya inquietudes y que cuando nuestra universidad ande muy bien no tengamos las inquietudes de ahora, pero existirán otras y esas no han de terminar nunca. Desgraciadamente sería la universidad si los muchachos no tuvieron siempre alguna inquietud.
Tengan ustedes vacaciones y no se preocupen, porque en las vacaciones trabajo yo. ............ |
1947-01-23 | Conferencia de prensa sobre el problema de la vivienda | Un acontecimiento que creo interesante para el Plan Quinquenal es la llegada del primer equipo de técnicos de los Estados Unidos de Norteamérica. Son los primeros técnicos especialistas que vienen como digo, de los Estados Unidos, ya contratados para hacer los estudios previos. A este respecto he sido aconsejado por amigos estadounidenses como también por el embajador Messerschmit, a quien pedí opiniones porque lo considero un verdadero amigo nuestro. El me recomendó, casualmente, al general Lord y al contralmirante Flannigan, dos hombres prominentes de los Estados Unidos, que constituyen una garantía absoluta de seriedad, de responsabilidad y de gran solvencia moral. La información que poseo sobre estos caballeros es inmejorable. Ellos están en contacto, a su vez, con todas las grandes empresas y los centros científicos estadounidenses, en forma tal que pueden asegurar, para la realización del Plan Quinquenal, la posibilidad de contar con el asesoramiento técnico-científico más capacitado y disponer de los materiales, máquinas, etcétera, que esas mismas empresas pueden ofrecernos con los últimos adelantos de la industria norteamericana.
Acordamos la realización de viajes de estudio para considerar el Plan de Gobierno, no solamente en su aspecto teórico, sino también en su aspecto práctico, es decir, sobre el terreno y en colaboración con los hombres más especializados y con mayor experiencia en las distintas clases de obras que el Plan prevé para su realización.
Estos señores han llegado de los Estados Unidos y han tenido conmigo su primera reunión en el día de la fecha, después de haber tomado contacto con las diversas reparticiones que entienden en los planes analíticos correspondientes al Plan Quinquenal. La impresión que ellos han tenido de esta primera ojeada del Plan es inmejorable y su estado de espíritu es ampliamente optimista. Para darme una opinión definitiva han querido recorrer el terreno y visitar cada una de las zonas, como también, interiorizarse de las obras que el Plan prevé y, efectuando ese reconocimiento, poder formarse un juicio definitivo para encarar el estudio analítico de cada uno de esos problemas.
Con este propósito hoy mismo saldrán de viaje -queremos ganar tiempo- en avión, en tren, utilizando los medios más rápidos, en compañía del secretario de Industria y Comercio y de una comisión de técnicos argentinos hacia distintos puntos del territorio que es necesario observar y reconocer.
El mayor interés que el gobierno tiene, -y así lo hice presente al general Lord-, es la construcción de casas baratas, que constituye el problema más afligente que tenemos en el país. Para estudiar ese problema han venido cuatro técnicos especializados en la construcción de casas rápidas y económicas; y nosotros pensamos dar preferencia a la solución de este problema inmediato, realizando los estudios necesarios, disponiendo la preparación y la selección del material indispensable y tratando de obtener en Estados Unidos para iniciar inmediatamente la construcción de viviendas baratas para obreros y familias pobres.
Este problema tiene para mí dos etapas: La primera tiene por finalidad solucionar, dentro de las condiciones y posibilidades actuales y mediante una mejor distribución de la vivienda y un mejor aprovechamiento de las mismas, la ubicación de un mayor número de familias pobres que actualmente están viviendo en condiciones deplorables.
Con este objeto hemos constituido varias comisiones que recorren distintos barrios metropolitanos, como ser Villa Soldati, el bajo de Flores y todas esas zonas donde las personas viven hacinadas en chozas de madera y latas, entre las miasmas que despiden las basuras pues esos terrenos han sido rellenados con basuras. Sacaremos de allí a esas familias -ya hemos sacado algunas- y proyectamos trasladar muchas otras. Las llevamos a otras viviendas y las proveemos de los enseres indispensables como ser camas, ropas, muebles, etcétera, y a las casas donde vivían la rociamos con un poco de nafta y los prendemos fuego.
En esta tarea de mejoramiento de las condiciones de vida, por lo que se refiere a la vivienda, está empeñada mi propia esposa. Es una labor que hay que realizar con tacto para no ofrecer la sensación que uno va contra las personas a las que se desea ayudar. Hay que hacerlo amablemente, con un poco de humanidad, más que como medida oficial, tratando de auxiliarlos directamente, porque si se lo hace en una forma burocrática no lograríamos el efecto que buscamos. Procurarnos resarcir a esa pobre gente, un poco, de sus sufrimientos, llevándola a vivir a lugares tranquilos, con cariño y humanidad. Para eso, estamos utilizando unos preciosos chalets californianos que nos ha facilitado el señor Dodero en el barrio obrero que estuvo construyendo en Avellaneda. UN PERIODISTA: ¿Eso es momentáneamente, para ubicarlo transitoriamente hasta tanto se resuelva el problema? SEÑOR PRESIDENTE: Son ubicaciones transitorias para resolver los problemas más afligentes y evitar que esa gente continúa viviendo en terrenos rellenados con basuras. La segunda etapa sería la construcción en gran escala, de viviendas rápidas y económicas, para ubicar en ellas a un gran número de obreros.
El régimen que preferimos es dárselos en propiedad para que cada uno pueda tener su casita. Es indudable que en esto, el Estado tendrá que contribuir con un cincuenta por ciento, porque hemos visto que siempre se ha fracasado cunado se ha procurado que el obrero la pague totalmente.
UN PERIODISTA: Desearía formular una pregunta relacionada con este asunto. ¿Ya está en ejecución lo relativo a la concesión de préstamos hipotecarios? SEÑOR PRESIDENTE: Sí, desde el día que lo anuncié en la Bolsa. Por eso soluciona una sola parte del problema. El otro aspecto lo tiene que encarar el Estado. Hay que construir sobre terrenos del Estado, permitiendo el pago de la edificación por mensualidades, basándose solamente en el costo de la casa y no del terreno. De ese modo el obrero pagaría treinta o cuarenta pesos mensuales de alquiler, como amortización, y al cabo de diez años tendría su casa propia con la mitad de lo que antes pagaba por locación.
UN PERIODISTA: ¿Todo eso será llevado a cabo por algún organismo del Estado? SEÑOR PRESIDENTE: Por varios organismos, pero no vayan a creerse que empezamos recién; en el año 1946 hemos construido más vivienda que en los veinticinco años anteriores. En Villa Concepción hemos construido trescientos cincuenta chalets para familias pobres. Además, están los departamentos construidos de acuerdo a las posibilidades existentes. Pero ahora estamos hablando de un plan mucho más amplio para solucionar el problema de la vivienda en toda la República. Los técnicos americanos que han venido, tienen procedimiento para hacer construcciones en gran escala. Van a recorrer todo el país.
UN PERIODISTA: Ha dicho un intérprete que el general Lord dirigió la construcción de ciento cincuenta mil viviendas baratas en Estados Unidos.
SEÑOR PRESIDENTE: Se trata de especialistas. El general Lord fue jefe de Estado Mayor General durante la guerra. Es un hombre capacitado, es una excelente persona, que constituye toda una garantía para nosotros.
Lo que especialmente nos interesa es hacer conocer que ellos vienen aquí a trabajar, que son especialistas en la construcción de casas baratas. Nos interesa que sepa esto aquí y especialmente en el exterior; podría creerse que vienen para cuestiones militares, pero con respecto a eso nada tienen que hacer aquí. El problema sobre el que más les he señalado es la vivienda. Los otros estudios son lentos, pero ellos están estudiando apresuradamente esta situación de la vivienda, que es la que tiene más importancia para nosotros. Lo relativo a saneamiento, irrigación, etcétera, lo van a estudiar después. El centro de gravedad de toda la acción de estos técnicos está radicado en las viviendas. Estos técnicos vienen a colaborar con nuestros ingenieros, quienes no se sentirán molestos, ya que aprovecharán la enorme experiencia que ellos mismos traen. Insisto en que trabajarán en colaboración. Esta aclaración la hicieron ellos mismos, con toda corrección. Da gusto hablar con ellos; verdaderamente dan la impresión de ser hombres de trabajo, capaces y al mismo tiempo modestos.
SEÑOR LAGOMARSINO: Deseo informar que técnicos saldrán esta noche con nosotros para Río Negro. Visitaremos dos usinas últimamente compradas, y al mismo tiempo colocaremos la piedra fundamental de otras dos: Las de Cipolletti o Ingeniero Julián Romero. Recorreremos el Alto Valle hasta Neuquén.
Los ingenieros recorrerán las distintas zonas del país para ubicar las regiones donde se instalarán las casas baratas y aprovecharán al mismo tiempo este viejo para conocer los sitios donde vamos a instalar las usinas, etc. En este grupo de técnicos hay algunos que son geólogos, otros que son especialistas en irrigación y en usina. Hay también dos economistas entre ellos.
SEÑOR PRESIDENTE: En el otro grupo vendrá un especialista en cuestiones hidroeléctricas.
SEÑOR LAGOMARSINO: Desearía que esta entrevista no llegara a su término sin antes destacar la forma en que ha respondido a nuestro llamado la industria privada. Puedo decir a este respecto que hemos recibido sorpresas muy agradables. .................. |
1947-01-23 | Ante representantes obreros de Estados Unidos | Señores: He querido invitar a esta reunión a todos los dirigentes obreros para tener el placer de explicar, personalmente, algunos aspectos que conciernen y que interesan a la visita que realizan nuestros compañeros estadounidenses. He conversado largamente con el señor presidente y con el señor vicepresidente de la delegación y hemos aclarado perfectamente algún mal entendido que se había suscitado. Es indudable que ellos llegan a un país que es casi totalmente desconocido; es indudable, también, que ellos no tienen, en manera alguna, obligación de conocer ni las costumbres ni las situaciones que rigen las relaciones entre los trabajadores argentinos y el gobierno, que es la consecuencia de la propia voluntad de los trabajadores argentinos.
No es usual que el gobierno sea intérprete de la voluntad de los trabajadores, tal como sucede en nuestro país. Hemos declarado muchísimas veces desde el gobierno, que estamos cumpliendo el mandato de los trabajadores; que el nuestro es un gobierno de base eminentemente obrera; que los ministros, a excepción de los técnicos, ha surgido de los cuadros dirigentes de la masa obrera argentina; que entre nuestros legisladores, tanto los de la Cámara de Diputados, como los del Senado, figura una inmensa mayoría de obreros que han dejado el taller o el sindicato para ir a cumplir el mandato popular. En consecuencia, entre nuestro gobierno y la masa trabajadora existe una absoluta unidad de criterio y de acción. Gobernamos por mandato de la clase trabajadora que nos ha elegido y cumplimos en todos los actos de gobierno ese mandato, presentemente solidarios con la masa trabajadora. Esto que acabo de decir que no es ningún secreto para los argentinos, no tiene por que ser conocido por las personas de otros países, y de esta suerte los obreros norteamericanos podrán tomar conocimiento de esta situación recién ahora que están en nuestra tierra. Sé que durante su visita desean vivir estrechamente unidos con los sindicatos que representan a las agrupaciones de los trabajadores argentinos. En eso les doy toda la razón; pero como nosotros representamos también la voluntad de la masa trabajadora, hemos querido asociar al gobierno en la recepción y en los agasajos que tributaremos a nuestros compañeros de Estados Unidos. A poco de estar aquí ellos han comprendido perfectamente la realidad y hemos llegado a un completo acuerdo para que tengan, dentro de nuestro país, toda clase de facilidades para conocer y ver lo que quieran y confraternizar con los trabajadores argentinos. Para ello con absoluta libertad, que es como se vive en nuestra tierra, van a recorrer el país y observar cuanto desean, disponiendo de todos los medios que el gobierno pueda poner en sus manos. Puedo asegurar que los dirigentes norteamericanos que se sientan al lado nuestro, son auténticos trabajadores que merecen nuestro cariño y nuestra consideración y que los conceptuamos como verdaderos compañeros. Entre todos los hombres que me han conferido los obreros de mi patria el mas insigne para mí, es el de haberme declarado el primer trabajador argentino. En ese carácter es que deseo, en nombre de todos, darles a los compañeros norteamericanos nuestra bienvenida y asegurarles que cuando los criollos abrimos el corazón, lo abrimos de verdad, y que cuando acogemos a un amigo, lo hacemos sin segundas intenciones, pues ese título de amigo da todos los derechos para que quien lo reciba pueda disponer de nuestra buena voluntad, de nuestro cariño y de nuestra dedicación, para que pase con nosotros los días mas felices de su vida. Esa amistad criolla, que todos los trabajadores argentinos brindaremos a estos camaradas norteamericanos sin retacear, la ofrecemos sin otra intención que la de que convivan con nosotros los días que les sean precisos para conocer como estamos empeñados en elaborar una vida más justa en nuestra sociedad; como vamos acumulando diariamente conquistas de civilización social, y como vamos afirmando cada día en el medio argentino -hasta hace poco semicolonial- una nueva estructura social que permitirá a los trabajadores no sentir necesidades y compartir la felicidad y la riqueza de la Nación.
Trabajadores en un pueblo de trabajadores, no son extranjeros; son compañeros nuestros. Por eso pido a mis amigos, mis compañeros, los dirigentes obreros de todos los sindicatos, que han compartido conmigo tantos días de lucha por el bien común; que han arrostrado tantas penurias y tantos sacrificios en los tiempos pasados, y que hoy comparten conmigo las horas de la esperanza y del triunfo, les pido en ese carácter, en el de un compañero más que lucha por los mismos ideales que ustedes han luchado toda la vida, que atiendan a estos hombres como huéspedes, no sólo de la clase trabajadora, sino del gobierno, que es la más pura y la más limpia representación de esa misma clase trabajadora. Señores: deseo terminar estas palabras diciendo que he tenido una inmensa satisfacción en poderlos reunir en esta oportunidad en presencia de todos los que han querido venir a presenciar un acto de verdadera democracia, donde el gobierno cumple una vez más la obligación que tiene de tutelar los intereses de todos los argentinos, porque no solamente hacemos patria realizando obras, sino que también hacemos patria cuando damos en nuestra tierra a cada uno lo que cada uno merece. Ello lleva a la unidad de todos los argentinos, que es la suprema aspiración de Estado. Y lleva también en esta ocasión, con la visita de los obreros norteamericanos, a la unidad continental, que es una aspiración que todos abrazamos y que todos anhelamos. No habrá unidad continental mientras los trabajadores de toda América no se comprendan, se identifiquen con los mismos ideales y lleguen a hermanarse con los mismos sentimientos. Cualquier unidad en la que esté ausente la clase trabajadora no será sino una ficción más.
La República Argentina, al invitar a los trabajadores norteamericanos a visitar nuestra tierra, ha querido tender el primer puente efectivo de unidad continental, uniendo a los hombres que allí y acá están colaborando y construyendo la grandeza de los propias nacionalidades. No será con discursos con lo que unamos los pueblos del continente, sino con el intercambio de ideas, de sentimientos, y con la convivencia de días enteros en que muestre cada hombre lo que cada uno lleva adentro. Cuando esa identificación se haya producido, la unidad será un hecho y no necesitaremos hablar más.
Por eso, yo entiendo que esta visita de los señores delegados será histórica, pues tiende el primer tramo de un puente, el único puente por el cual podrán los corazones argentinos desfilar hacia el Norte, y los corazones del Norte desfilar hacia esta tierra nuestra.
Y ahora, señores, deseo dejarlos en esta magnífica compañía de los compañeros norteamericanos, para que estructuren un programa que ellos acepten de acuerdo a las posibilidades de su tiempo; que puedan visitar y ver todo cuanto ellos anhelan conocer de nuestras organizaciones obreras y de nuestra industria, incipiente industria para ellos, para que lleven un cuadro claro de que en esta tierra no habrá tanto desarrollo como en la suya, pero que aquí hay grandes corazones que saben sentir y saben querer. |
1947-02-03 | Ante los integrantes de la Comisión Mixta Argentino-Uruguaya que tendrá a su cargo el estudio y ejecución de las obras hidroeléctricas en Salto Grande | Ante los integrantes de la Comisión Mixta Argentino-Uruguaya que tendrá a su cargo el estudio y ejecución de las obras hidroeléctricas en Salto Grande Les agradezco muchísimo que me hayan dado la feliz oportunidad de poder saludarlos y espero que este primer contacto verdaderamente efectivo de colaboración, sea el principio de una serie interminable de actos que establezcan de una manera definitiva los vínculos amistosos entre los dos países unidos por una misma tradición. Nosotros no ahorraremos esfuerzos para llegar a una absoluta inteligencia, en la forma de poder realizar en común las obras que sean más provechosas para el Uruguay. Creo que ésta es una obra interesante y hemos de poner, por nuestra parte, sin egoísmo de ninguna naturaleza, todo lo que podamos hacer para que sea de gran utilidad, pero, sobre todo, lo que más nos interesa es dar comienzo a una colaboración efectiva entre ambos países. No sé cuanto tiempo necesitaremos para los estudios correspondientes, porque, indudablemente, ellos son la base de todo el éxito a que aspiramos. Ya estamos moviendo todos los resortes para ir ganando tiempo a las obras, a fin de iniciar éstas cuanto antes. En este sentido se está trabajando con técnicos especializados para efectuar los primeros reconocimientos y demás tareas preliminares. Si Dios nos ayuda, creo que se podrá terminar con todo éxito, ya que este acuerdo inicial de voluntades es lo más promisorio. Por otra parte, pensamos realizar una serie de obras dentro de las cuales podemos dedicar una atención especial a ésta que es para nosotros sumamente importante. Le agradezco, pues, muchísimo su atención y espero que me consideren a las órdenes de ustedes, rogándoles trasmitan un afectuoso saludo al Uruguay con el cariño de siempre. .................................. |
1947-02-04 | Ante el personal de Aduanas con motivo del establecimiento del escalafón para el personal | Compañeros de la Aduana: En los países como el nuestro, colocados dentro de una evolución que va marcando verdaderos rumbos a la nacionalidad, los pueblos y la Nación misma no tienen patrones, sino funcionarios. Vale decir, que en este país los que hemos sido elegidos por la voluntad popular estamos al servicio directo de ese pueblo y los funcionarios del Estado lo están también por la designación que nosotros -los directamente elegidos por el pueblo- realizamos para poner los hombres al servicio de la Nación.
En estas horas nadie puede considerarse dentro del país como un patrón sino como un servidor y en este sentido quiero recordarles a todos, como me lo recuerdo yo a las seis y treinta de la mañana, cuando comienzo mi trabajo en la Casa de Gobierno, que estoy allí para servir al país, y no para servirme de él en ningún aspecto de la vida.
Cada funcionario y cada empleado del Estado debe tener su conciencia rígidamente afirmada en esta obligación; el pueblo nos paga para servirlo y nosotros tenemos que hacer honor a ese servicio con nuestro sacrificio personal.
No importa que quien esté al servicio de la Nación lo sea como presidente o como peón. En cualquiera de las dos situaciones puede honrarse al país.
Cuenta la vieja historia que Epaminondas, después de ser general comandante del ejército de su tierra, derrotado por el enemigo, fue condenado por el gobierno a encargarse de los menesteres de la limpieza de la ciudad. Y cuenta también la historia que nunca la ciudad estuvo más limpia que en esos momentos.
Y eso es porque la moral política no solamente debe establecer que los cargos y los puestos honran al ciudadano, sino que el ciudadano debe ser capaz de honrar el cargo que desempeña.
El Estado sostiene esta moral y nosotros, los funcionarios a su servicio, debemos hacerla cumplir. Pero para que eso pueda ser real, es necesario que para todos los servidores del Estado esté asegurada la justicia y la dignidad. Esa injusticia y esa dignidad no pueden estar libradas, como se ha dicho hace poco, ni al acomodo, ni a la cuña, ni a la recomendación, sino a como el ciudadano cumple con su deber y a como el funcionario honra el cargo que desempeña.
Yo les aseguro que poco a poco hemos de ir terminando con todos los vicios de la Administración para formar un elenco de servidores del Estado que estén garantizados en su dignidad y en su justicia. El Estado espera de cada uno de ello que sepa honrar el cargo que desempeña. Solamente así se hace patria grande. Solamente así se puede ir venciendo la inercia de los tiempos y los errores contraídos por la ciudadanía a través de tantos años de desgraciada política nacional.
Señores: Yo festejo este escalafón con el mismo júbilo con que lo festejan ustedes. Ustedes lo hacen porque reciben la garantía de la justicia y la dignidad del cargo, y yo, como representante del Estado, porque cumplo, una vez más, con el mandato de la propia nacionalidad de ajustar los medios del Estado para asegurar la dignidad y la justicia dentro de la administración.
Recuerden, compañeros, que es necesario tener siempre presente que en el país no hay un solo hombre inútil, por pequeña que sea su jerarquía. Cada uno, en estos momentos de trabajo y de ruda labor, debe tomar su puesto como un soldado frente al enemigo. Desertar es traición. No cumplir con su deber es defeccionar frente al enemigo que debemos vencer. Ese enemigo es la inercia, ese enemigo es la corrupción en que ha vivido este país durante casi cincuenta años.
Señores, es necesario que cada uno vaya poniendo un grano de arena todos los días para elevar el espíritu de la nacionalidad y para desarrollar en cada uno de nosotros un poco más de virtud, porque solamente así dejaremos de ser una turba para convertirnos en una Nación, fuertemente capacitada para desarrollarse y triunfar.
La vida de los pueblos no se hace con garbanzos. La vida de los pueblos se hace con virtud. Tenemos que alcanzar esa virtud, dominarnos a nosotros mismos para después ser dominadores en el futuro; dominadores en el espíritu y en la inteligencia, para llevar a este país al triunfo con una administración magnífica, donde cada hombre sea un soldado que cumple un sacerdocio al servicio del Estado.
Cuando hayamos conseguido eso, no seremos solamente un gran país sino que seremos también, lo que es más difícil de alcanzar, una Nación de hombres virtuosos. Y solamente los pueblos virtuosos son dueños del porvenir. Los que no poseen virtud sucumben en la decadencia y en el vicio.
Es evidente que para hablar del espíritu y de la verdad, es necesario tener antes resuelto el problema de la vida. Para decirles a los trabajadores que deben ser virtuosos, es necesario, primero, llevarles la tranquilidad a sus hogares, asegurarles la justicia en sus cargos. Y es evidente que la virtud puede comenzar a ejercitarse mejor cuando no hay que hacer equilibrios para "para la olla" cotidiana. Por eso, personalmente, me empeñe en conquistar lo primero. Hoy el pueblo trabajador argentino puede decir que lo ha logrado. Ahora, hay que trabajar por la virtud.
Señores: por estas razones es que festejo como ustedes la implantación del escalafón del personal de Aduanas. Y les recuerdo que el ritmo de nuestro trabajo, el ritmo de la hora que vivimos, requiere una Aduana moderna. Para lograrlo, una Aduana tiene que reunir dos condiciones fundamentales: la primera, ser de una corrección y de una minuciosidad extraordinaria, y la segunda, ser de una agilidad portentosa. Los hombres que entran deben pasar sin que perciban que se los vigila, deben pasar sin ninguna detención. Al hombre correcto hay que tratarlo con suma corrección; al delincuente hay que llevarlo a la cárcel.
Por eso les pido a cada uno de ustedes que cumplan estos dos principios fundamentales: ser minuciosos en el servicio, facilitar a todo el mundo su gestión, y a la vez agilizar el trámite.
Yo he viajado por casi todo el mundo, y conservo un mal recuerdo de algunos países donde me hicieron pasar las de Caín en la Aduana. Mi anhelo es que el que visite nuestro país no lleve tan triste recuerdo como el que traje yo de aquellos lugares, sino que lleve la mejor impresión de como lo han tratado al entrar y salir de la Argentina los funcionarios; que diga que los funcionarios argentinos son honestos, correctos y diligentes.
Compañeros: ciertamente, el Plan impondrá sacrificios. Pero en la vida nada se consigue sin sacrificios. Si el país quiere ir adelante, será necesario que sus hijos se sacrifiquen. Sin sacrificio la humanidad no ha construido nunca nada. Mal podremos nosotros, que somos un pequeño pueblo, construir nada que no esté basado en nuestro propio esfuerzo.
Yo no pido sacrificios extraordinarios a la Nación; solamente solicito que el pueblo nos ayude en esta obra en que estamos empeñados y que llevará a la Argentina adelante.
Que todos cumplan con su deber alegremente, ya que esa es la mejor manera de cumplir. Que al fin de cada día, como lo hago yo todas las noches, piensen si durante la jornada, como argentinos, han hecho algo para dejar mejor la patria de lo que encontraron al venir a ella. ................ |
1947-02-07 | Ante funcionarios y empleado de los Tribunales del Trabajo | Señores: El júbilo de ustedes es también el júbilo mío. Es indudable que hemos cumplido una de las grandes etapas en el avance sobre nuestras ideas porfiadamente discutidas y peleadas durante tanto tiempo. Pero es indudable, también, que es sólo una etapa.
La justicia del trabajo en nuestro país, con la creación del fuero, ha satisfecho una necesidad muy sentida por nosotros, pero nuestra aspiración dentro del planteamiento de nuestras ideas jurídico-sociales no puede detenerse aquí.
Hemos procedido casi irracionalmente, ya que primeramente hemos creado el fuero del trabajo y recién ahora vamos a crear el derecho del trabajo. Me parece que en la creación de las cosas hay que utilizar siempre uno de los dos métodos: el ideal o el real, vale decir, el teórico o el práctico. En la metafísica de todos los tiempos, los métodos han girado alrededor de estos dos sistemas. Yo pienso que en esto hemos procedido como en las demás cuestiones sociales: creado los artífices del derecho y ellos han de defender este terremoto naciente en nuestra jurisprudencia.
Pero el gobierno no ha completado suficientemente todavía su obra para dar las bases de ese derecho. Nosotros pensamos que la República Argentina pude ya, en mejores condiciones que cualquier otro país del mundo, fijar las bases del nuevo derecho del trabajo argentino. Y quizá nos imiten muchos. Por eso, ustedes, que tienen el extraordinario mérito de haber formado, y de haberlo bien, que es mucho decir-, una gran conciencia en ese sentido, le recordarán siempre al gobierno para que se ponga a tono con los tiempos y de ese punto de partida, el punto de apoyo para "mover al mundo".
Creo que dentro de pocos días hemos de realizar un acto que ha de dar nacimiento en la Argentina al verdadero derecho del trabajo, al que nosotros concebimos, para que en nuestro país, donde todavía no existe la base jurídica para ese derecho, puedan ustedes empezar a construir sobre un cimiento sólido y que será histórico no sólo para la Nación sino quizá para el derecho social en el mundo. No sí si será una gran pretensión, pero si lo hacemos ha de tener éxito, y si tiene éxito, habremos puesto la primera bandera y trazaremos una visual sobre una mira. Y a esa mira serán ustedes los encargados de orientarla en la acción, para guiar el derecho argentino del trabajo hacia nuevos horizontes. Creo que algún día la Nación y especialmente el pueblo, ha de agradecerlo.
Por eso, señores, agradezco profundamente que hayan llegado hasta aquí. El 24 hemos de reunirnos para conversar nuevamente. ..................... |
1947-02-14 | En la firma del convenio de trabajo para obreros de la alimentación | He querido llegar hasta esta, para mí, vieja casa del trabajo, y unirme al júbilo justificado de este gremio tan bien representado, por sus dirigentes. Al hacerlo, tengo la íntima satisfacción de llegar con mi palabra hasta cada uno de ustedes, para traer mi pensamiento de estos momentos y decirles con que alegría veo las conquistas que los trabajadores argentinos van obteniendo con su esfuerzo, su trabajo y su dedicación, para cumplir las nuevas reglas de nuestra Argentina: trabajar y producir cada día un poco más en beneficio de todos.
Queremos producir para ser más felices y para explotar cada día, un poco más de la inmensa riqueza de esta tierra y repartirla proporcionalmente entre los argentinos.
En esta fiesta quiero también expresar mi satisfacción por asistir a este acto el nuevo secretario de la Confederación General del Trabajo. Es un hombre que ha trabajado toda su vida por los gremios que ha representado; que tiene una larga y correcta actuación que lo presenta como una garantía para dirigir la más alta central obrera que existe en nuestro país.
Al hablar de una central obrera lo hago con el convencimiento absoluto de que esa central obrera es indispensable en los momentos actuales para el movimiento sindical argentino. Que de ella debe nacer la verdadera orientación de todos los trabajadores, la acertada doctrina para el sindicalismo argentino. La nueva comisión directiva es, en mi concepto, una garantía absoluta de que los gremios argentinos están bien dirigidos y obtendrán los enormes beneficios que pueden esperar de una dirección unitaria y bien llevada dentro del movimiento gremial de todo el país.
Dentro de pocos días, el 24 de febrero, fecha en que nuestro movimiento cumple un año de su triunfo, deseo hacer declaraciones sobre asuntos de justicia social que han de marcar, a mi modo de ver, nuevos rumbos en el mundo para el movimiento obrero. En esa oportunidad he de entregar a los trabajadores argentinos una nueva bandera que, muchos años, perdurará en el recuerdo de todos los trabajadores, porque fija la orientación estatal que la República Argentina seguirá para posibilitar el trabajo armónico dentro del Estado y para que desaparezcan las luchas inútiles y poder realizar una obra constructiva basada en la garantía de que cada hombre que trabaja tiene su recompensa como fruto de su labor.
Señores: estamos dando pasos que nos permitirán en el futuro realizar una justicia distributiva entre todos los argentinos de tal manera que nadie pueda quedar quejoso por lo que a él le toca en ese reparto de felicidad que la grandeza de nuestro país permite ofrecer a todos sus hijos. Para ello estamos realizando actos sucesivos de gobierno, que nos permiten entrever la posibilidad del éxito, ya a esta altura.
Hemos adquirido dos servicios públicos fundamentales: los teléfonos, y, ayer, los ferrocarriles.
Estos actos de gobierno, que realizamos como modesto cumplimiento de nuestra obligación, son suficientes para fijar una orientación de gobierno absolutamente perdurable en la vida de la Nación.
Piensen que hace diez años, el Estado hubiera hecho un empréstito de cinco mil millones para comprar estos ferrocarriles y nos hubiéramos hipotecado para el porvenir. Sin embargo, la providencia nos ha permitido hacer este negocio en términos normales, pasando los ferrocarriles a poder del Estado y entregando solamente dos mil millones de pesos, que es el precio abonado y agradeciendo a quienes durante tantos años han manejado nuestros rieles.
Recién ahora la República Argentina puede hacer estas compras al contado riguroso ¿Qué representa esto para los argentinos? Podemos analizarlo brevemente: en el orden espiritual, es un jalón más en nuestra independencia; en el orden material, es la adquisición del manejo de nuestras comunicaciones y en el orden económico, son 130 millones de pesos por año que, en vez de ir a engrosar arcas extranjeras, quedarán en nuestro país.
Señores: pensamos que dentro del plan de gobierno hay muchas obras de esta naturaleza que realizar. Hay todavía una gran obra que llevar a cabo y para ello esperamos la colaboración de todos los argentinos; productores, industriales comerciantes, que poniendo toda su capacidad de empresa, su capital y su ingenio junto a la labor de los obreros, permitirá, unidos los argentinos de todos los sectores, realicemos esta obra común que será en beneficio integral de la patria.
No más luchas estériles entre nosotros. Ahora debemos luchar todos por un objetivo común: la grandeza de la Nación. Lucharemos para conquistar esa grandeza y apartaremos de nuestro lado a los saboteadores. En ese sentido tendríamos mucho que hablar porque es necesario vivir vigilante dentro de los gremios en los que, con las más diversas consignas, comienza a hacerse un trabajo de infiltración peligrosa para los fines que nosotros perseguimos.
No queremos provocar ninguna lucha, porque es época de construcción y no deseamos luchar inútilmente por cuestiones que pueden evitarse. Pero que sepan los señores empeñados en perturbar, que el día que luchemos lo vamos a hacer de frente. Que sepan también que si en los momentos actuales, y hasta ahora nos hemos despreocupado de sus malas intenciones, no ha sido porque no los conozcamos, los conocemos demasiado. No queremos provocar la lucha; pero que sepan, repito, que el día que la lucha se entable hemos de llegar hasta el final. Por ello deseamos aclarar la situación: si quieren trabajar honradamente con nosotros por el bien común, bienvenidos sean, pero los que perturban para medrar políticamente con las buenas intenciones y la honradez y sinceridad de nuestro movimiento sindical, ellos tendrán su merecido.
Señores: nuestro gobierno, que es de fundamento obrero y está persuadido y decidido a mantener la política que he iniciado, va obteniendo el perfecto equilibrio económico-social del país. Nuestro gobierno ofrece a todo el mundo la posibilidad de discutir sus problemas, sin provocar perturbaciones que ocasionen trastornos enormes a la economía nacional. Todo el que tenga un problema tiene derecho a plantearlo y a discutirlo, y si le corresponde la razón se le dará. De manera que no hay por qué producir artificialmente perturbaciones a la Nación. Esa política es la única política sana. Ustedes saben que jamás les he dicho a los obreros nada que no correspondiera, como también saben que siempre he tratado de darles consejos oportunos desde que inicié mi actuación en esta casa. Por eso, si un movimiento sindical es justificado, no hay extremo a que no pueda llegarse para que obtenga lo que en justicia le corresponda. En cambio, si es injustificado, lejos de traducirse en un bien para el gremio, le hace un mal porque pelear contra la razón es pelear para perder; en la vida no se debe luchar jamás para perder, y para no perder es necesario estar con la verdad y con la justicia.
Saben ustedes que si me permito a menudo darles estos consejos a los gremios, es por que siento siempre el mismo cariño y la misma devoción que sentí en todo momento por los trabajadores a quienes he conocido y comprendido profundamente. Sé que este gremio está bien organizado y ordenado, y me consta que tiene dirigentes honrados. Lo sé mejor que nadie. Conozco a Costa desde mi llegada a la Secretaría de Trabajo, y como quizás muchos de ustedes no sepan como lo conocí, se los voy a contar.
Hace ya tres años se trataba en este mismo local un asunto vinculado a distintos gremios. Iniciábamos entonces nuestras tareas, no éramos todavía muy duchos en los problemas que los gremios tenían. Un buen día en que se realizaba un convenio y estaba este recinto totalmente repleto, la gente aprobaba más o menos las decisiones tomadas con el temor de que nosotros hubiéramos llegado aquí quien sabe con que intención. Posiblemente muchos dirían: "¿Que podemos esperar de este coronel, que nos promete tantas cosas?" Pero, con la timidez natural en que se desarrollaba ese acto, todo el mundo, repito, transaba con las decisiones que se iban tomando y ninguno se animaba a decir que eso que se estaba conviniendo no era en realidad lo que conformaba a todos los dirigentes. Pero en el momento en que iba a firmarse el convenio, se paró un dirigente y fuera de sí, dijo: "Eso que se está haciendo está mal". Dio las razones que tenía para sostener su afirmación, en un estado de excitación muy grande, y yo que lo observaba le dije: "Lo invito a que pase a mi despacho para que podamos ver cuales son sus razones". Así lo hizo, conversó conmigo, le cité para el día siguiente y comprendí al final que ese hombre tenía razón. Y como era justo, se la dimos.
Pero la moraleja de lo que acabo de contarles, no está en el hecho de que le hayamos dado la razón a quien la tenía -como siempre lo hemos hecho- sino en la circunstancia de que un dirigente honrado, que no podía tolerar la consumación de algo que a su juicio estaba en contra de su gremio, tuviera el valor de pararse y de decirlo. Esos son los dirigentes que necesita el movimiento sindical argentino: hombres que tengan la valentía criticar lo que esté mal hecho, pero que sepan también reconocer lo que sea de justicia para uno o para otro lado.
Ese dirigente que nos dio una gran lección en la oportunidad que acabo de recordar, era Costita.
Señores, como el tiempo pasa, quiero terminar como siempre, con un último consejo. Veo que esta sala va progresando amablemente. En mis tiempos teníamos aquí a los descamisados que acudían al retorno de sus trabajos sudorosos, llenos de polvo y degreñados: hoy tenemos el recinto lleno de muchachas buenas mozas. Esto tiene la significación de un doble progreso: el progreso estético de la casa y el progreso que marca la intervención de la mujer en la vida argentina. Y espero que el futuro nos siga deparando siempre, sobre lo pasado, estas dos ventajas: que nuestras reuniones estén mejor adornadas con la presencia de muchachas bonitas, y que el movimiento gremial argentino vaya dando cada día más intervención a la mujer, que hace siempre la vida más amable, que la profundiza mejor que nosotros y que, con su intuición, sabe ver mucho más lejos de lo que nosotros podemos alcanzar. Les agradezco que me hayan invitado a esta reunión y deseo sinceramente que puedan ustedes disfrutar de sus nuevas conquistas con toda felicidad y buena salud. Y, por último, les pido que recuerden siempre que el éxito futuro de nuestro plan de gobierno reside en producir, producir y producir, ya que sin esa producción no podría marchar adelante. Sean ustedes los artífices que hagan posible la realización de ese Plan produciendo mucho y bueno. ....................... |
1947-02-20 | Acto en la Plaza de mayo organizado por la Unión Ferroviaria para celebrar la compra de los ferrocarriles | Compañeros: En nombre del gobierno de la Nación agradezco las amables palabras y las felicitaciones de los ferroviarios y de la Confederación General del Trabajo; agradezco el saludo que en representación de la Unión Ferroviaria ha traído el compañero Luna, como así también al señor Hernández los conceptos que ha expresado con galana palabra, confirmando la idea que tenemos de la central obrera, la que en manos honradas y capaces ha de ser el timón que dirija a toda la clase trabajadora argentina.
La operación de nacionalización de los ferrocarriles no tuvo necesidad de ser precedida de propaganda, como tampoco que se batiera el parche, porque el solo hecho de haber independizado las comunicaciones del país constituye de por sí un acto de gobierno tan fundamental que no recuerdo, desde hace muchos años, ninguno que revista tanta trascendencia.
Estamos asistiendo al desfile de las medidas tomadas en los ocho meses transcurridos desde la iniciación del gobierno.
Comenzamos con la organización del sistema bancario, estableciendo el Banco Central de la República, por el cual, por primera vez, la plata argentina es argentina.
Presenciamos luego la recuperación por el Estado de las telecomunicaciones mediante una operación que las ha entregado a la responsabilidad y al patrimonio de los argentinos, vale decir, que el Estado vela por todas las comunicaciones que se cruzan de norte a sur y de este a oeste, en este inmenso territorio. Con sus actos honrados, con seriedad, el Gobierno les está indicando a los argentinos que en esta tierra no puede haber nada que les sea extraño.
Asistimos, ahora, a este tercer acto: los transportes argentinos son argentinos. Este hecho significa el cincuenta por ciento de la liberación de nuestra economía. Los transportes terrestres, marítimos y aéreos representarán en el futuro una parte del patrimonio indivisible de la Nación, cuyo control y responsabilidad técnica y comercial estará definitivamente en manos argentinas.
Señores: la justicia que propugnamos en todos nuestros actos y que la fundamentamos en el honor de los gobernantes, exige que declaremos públicamente nuestro reconocimiento al hombre, a quien ya la Nación comienza a deberle mucho: el Banco Central, las telecomunicaciones y la compra de los ferrocarriles es obra exclusiva de don Miguel Miranda. El es el alma financiera del gobierno y yo lo respaldo, juntamente con los ministros, en su acción, a veces genial, pues, por primera vez está fijando jalones con los colores de nuestra Nación en lo económico y financiero. Por esto, en momentos en que los trabajadores argentinos aplauden una acción de gobierno para el bien común, debo señalar a la consideración de todos ustedes el nombre de este patriota, que, abandonando sus cuantiosos intereses y hasta perdiendo lo que conquistara en cuarenta años de trabajo, se ha puesto al servicio exclusivo del país.
Sabemos que los opositores seguirán diciendo que no hacemos nada bueno, pero, como ya lo hemos manifestado otras veces, dejemos que ellos hagan sus discursos y nosotros compremos los ferrocarriles. Si después de cada uno de sus discursos realizamos una obra efectiva de gobierno, les preguntaremos: ¿piensan todavía que no hemos hecho ni haremos nada bueno? El plan de gobierno sigue su marcha jalonada de objetivos que, indefectiblemente, marcarán una nueva etapa en la política integral de la Nación. Sabemos lo que queremos y, en consecuencia, hemos de alcanzar esos objetivos.
El mal de la Nación ha consistido hasta hoy en carecer, precisamente, de un plan de gobierno. No hay habitante, no hay institución, no hay ministro, no hay presidente que puedan llevar al país con unidad de acción y de concepción si carecen de una orientación común.
Hoy, como siempre, en todos los momentos de nuestra historia, no hay que dirigir la mirada hacia quienes hacen discursos: hay que poner la vista en las masas argentinas, porque ellas fueron las que nos dieron nuestra independencia y las que se sacrificaron para constituir la organización nacional, y ahora están construyendo la nueva argentina para afianzar un país económico, política y socialmente justo, soberano y grande.
El gobierno se siente satisfecho y orgulloso de que vengan los trabajadores a decirle: está bien. Siendo así, no nos interesa que los sectores que nos critican sigan haciendo discursos, porque demostraron la ineptitud cuando estuvieron en el gobierno. Mientras ellos encuentran malas todas nuestras medidas de gobierno, si el pueblo nos apoya, que se opongan ellos, porque yo sé donde está la verdad y cual es el rumbo que ha de seguir mi gobierno.
Por eso me siento orgulloso de la llegada de ustedes para saludarme y felicitarme por un acto de gobierno. Me sentiría entristecido, dolorido y deshonrado, si alguna de esas voces negativas se levantara para ensalzar mi obra. Hasta tanto las medidas que tomemos vayan marcando el derrotero y elaborando los grandes objetivos de la nacionalidad, no hay nada que temer y no serán quienes vendieron al país y llevaron a la Nación al borde de la ruina, los que puedan influir con su crítica maligna. Han de ser los hombres de trabajo, cuya visión no ha desmentido jamás a la nacionalidad, quienes han de trazar el rumbo. Mi orgullo finca en ser hombre del pueblo y servir al pueblo. Si algún día me equivocara por consejo del pueblo, estaría bien equivocado.
Compañeros: estos días son para mí de gran satisfacción, porque los gobernantes son solamente un instrumento de la voluntad popular. Yo entiendo el gobierno como un pacto bilateral: mi autoridad y el pueblo de la que emana. El día que yo me colocara contra la voluntad popular habría caducado mi gobierno.
Hemos sido provocados por toda las tentaciones, por todos los halagos, por todas las insinuaciones, pero cuando los hombres se sienten un instrumento de la Nación, son inquebrantables a todos los requerimientos. Juro que en cada caso ha de estar por encima de todos los objetivos el interés supremo de la Nación, y si algún día el miserable humano que llevamos adentro me traicionara, pediría a Dios que me mandara a la muerte antes de proceder mal. ................................... |
1947-02-21 | Mensaje radial pidiendo a la población de todo el país que colabore con las tareas censales | La República Argentina, llamada a cumplir grandes destinos, no sólo en el orden interno sino también en el internacional, con grandes riquezas inexploradas, y con posibilidades de producción insospechadas, abierta a todas las ideas nuevas y generosas, debe empezar por organizarse a sí misma, para lo cual lo primero que ha de hacer es reconocerse profunda e intensamente. No basta con saber las virtudes de sus habitantes, ni las manifestaciones puramente externas, a veces reveladoras de la realidad y a veces engañosas. Para llegar a ese auténtico conocimiento, no hay mejor camino que la formación de estadísticas y de censos, técnicamente desarrollados. Sólo una desidia inconcebible o el juego de bastardos intereses políticos puede explicar que desde el año 1914 no exista un censo de población. Es decir, que esta Nación, tan grande por muchos conceptos no sabe a ciencia cierta ni siquiera el número de habitantes que la integran, ni su clasificación por edades y sexos. En otros órdenes censales, la situación es también deficiente; se puede afirmar que es muy pobre cuanto se ha hecho.
Esta afirmación no necesita ser demostrada y hasta la comparten los mismos opositores. Pero estos, en su ciega campaña contra mi obra de gobierno, no sólo atacan la inexistencia de censos y estadísticas veraces sino que combaten la realización de los censos y estadísticas que con tesón, y sobrepasando las graves dificultades que comporta la falta de una tradición censal, estamos llevando a cabo.
En su acción negativa y demoledora, expresión de un resentimiento pesimista y rencoroso, insignificante y estéril, la oposición es incapaz de juzgar con serenidad de criterio los modos, las formas y las finalidades que el gobierno persigue con su extenuadora labor. La oposición se muestra incapaz de comprender la misma evidencia de las cosas y pone una gota de malignidad en las más puras y elevadas intenciones, orientadas todas ellas hacia una Argentina más próspera y más justa.
Y haciendo alarde de una falta absoluta de hombría y de decoro, sus hombres transponen nuestras fronteras para perseguir su campaña difamatoria, con lo que a la infamia añaden la traición.
Como presidente deploro que haya argentinos que ignoran u olviden los deberes que se tiene para con la patria cuando se pisa suelo extranjero; como ciudadano me avergüenzo de que puedan deambular por el mundo quienes ostentando una investidura parlamentaria, tengan la insensatez de llevar a debate de gentes de otros pueblos las discordias de nuestra casa, abultadas, desfiguradas y prostituidas por la mala fe y por las bajas pasiones.
Afortunadamente el pueblo argentino sigue con fe y entusiasmo la obra de gobierno que se está realizando, y conoce, por los resultados positivos alcanzados, que sólo para él se gobierna. Pueden ir derramando su veneno los detractores; pueden alardear de guapos a la distancia, más allá de las fronteras, porque esta es la ley de los cobardes. El pueblo argentino sabe bien quien está a su lado y sabrá exigir cuentas a cuantos le traicionen en su confianza o en su buena fe.
De igual manera sabrá desenmascarar a los saboteadores de la acción de gobierno, y, de modo particularísimo, a los que quieran entorpecer la realización de los censos. En esto tengo una gran fe en mis descamisados; cada uno será un celoso guardián que velará por el mejor cumplimiento de la gran tarea que estamos realizando.
La pobreza en materia censal y estadística me llevó a decir en la exposición hecha ante al Honorable Congreso, explicando el Plan de Gobierno que "llevamos treinta y tantos años sin censo. No sabemos qué tenemos, dónde lo tenemos ni cómo lo tenemos. Disponemos de una estadística teórica, llena de falacias, incompleta y unilateral; y de pequeños censos y estadísticas de algunas reparticiones que nos permiten mirar, como a través del ojo de la cerradura, una parte del panorama nacional". La gravedad de esa situación siempre se presentaría, cualesquiera fuesen los propósitos del gobierno; pero se hace mucho más sensible cuando éste se propone desarrollar un plan encaminado a aumentar la prosperidad de la patria y el bienestar de los ciudadanos. Para conseguirlo, tenemos que luchar con el inconveniente de esa falta de datos estadísticos. Más debemos esforzarnos en ganar tiempo para que todavía puedan ser útiles a la labor que ha de desarrollar el Poder Ejecutivo. Por lo menos -y también lo dije en mi discurso al Honorable Congreso- tendremos un censo y una estadística que habrán de servir a quien me suceda en el gobierno.
Urge, pues, acelerar los trámites, intensificar los esfuerzos y coordinar las voluntades para lograr el objetivo deseado. Y, como me gusta realizar lo que ofrezco, no vacilo en afirmar públicamente que en plazos relativamente breves, la Argentina contará con los censos y con las estadísticas necesarias para la eficacia de su labor. Dispongo para ello, no sólo de mi firme decisión, sino también de colaboraciones eficientes y de un tecnicismo indiscutible, bien dispuestos a secundar mis iniciativas y mis directrices.
El primer paso en la labor censal ha de ser el relevamiento del censo industrial señalado para el próximo mes de marzo. Las medidas esenciales para su ejecución están ya adoptadas y sólo me falta hacer dos llamamientos.
El primero, a la opinión pública en general, sin cuya colaboración no pueden marchar con éxito los negocios públicos en un régimen democrático como es el que establece nuestra Constitución. Requiero, por tanto, a todos los ciudadanos, sin distinción de edades ni de sexos, para que colaboren en las tareas censales, facilitando la acción de los agentes designados y contestando con veracidad y sin demora a las planillas que el día señalado les serán presentadas. El censo industrial interesa no sólo al Estado, sino genéricamente a todos los ciudadanos y específicamente a las clases laboriosas. Tengo la seguridad de que mi requerimiento cordial y amistoso ha de bastar para que sea atendido. Pero, en mi calidad de presidente de la Nación, tengo asimismo el deber de recordar que la ciudadanía otorga derechos, pero impone también obligaciones cuyo incumplimiento lleva como consecuencia la correspondiente sanción, más grave, naturalmente, para los empleados públicos que hayan de actuar en las tareas que el gobierno les señale.
El segundo de los llamamientos a que he aludido se refiere a las autoridades de toda clase. En ellas la necesidad de la colaboración resulta más calificada. En orden a las nacionales, no sólo han de facilitar cuantos elementos de acción y trabajo les sean pedidos, sino que cualquier dilación, entorpecimiento o excusa más o menos encubierta, serán considerados como deslealtad en el ejercicio de la función, que llevará aparejada, cuando menos, y hasta donde la ley lo permita, el cese en el cargo. Sepan todos que en el día de hoy y hasta la fecha del relevamiento del censo industrial ninguna labor interesa más al gobierno ni ningún empeño tiene mayor.
Igual colaboración solicito y espero de las autoridades provinciales. Dentro de nuestro sistema federal, son los gobernadores de las provincias los agentes naturales de relación con el Poder Ejecutivo Nacional. Por fortuna y también por primera vez en la historia de nuestra independencia, el 24 de febrero del año pasado toda la Nación se desbordó electoralmente en un mismo sentimiento, y esa circunstancia permite afirmar que en esta importante materia no se han de interferir las pasiones políticas ni los intereses divergentes entre los planes del Poder Ejecutivo Nacional, encaminados al bien público, y la acción de las autoridades provinciales. Una vez más pido a éstas que no regateen su esfuerzo para el levantamiento del censo. Estoy bien seguro de que han de poner todos sus medios morales, personales y materiales a disposición del Poder Ejecutivo para obtener un triunfo que en gran parte será debido a ellos.
Ciudadanos; autoridades: Los altos intereses de la patria, que están por encima de toda otra consideración y por encima también de las pasiones, porque su defensa constituye la comunidad en los sentimientos de todos los argentinos, requieren un esfuerzo colectivo para el relevamiento del censo industrial. El presidente de la Nación insiste en la necesidad de ese esfuerzo y tiene el convencimiento absoluto de que tanto las autoridades como los ciudadanos a quienes este requerimiento se dirige, desde hoy mismo pondrán un empeño desinteresado y cordial en secundar las iniciativas que, al respecto, adopte el Pode Ejecutivo. ............... |
1947-02-22 | Mensaje al pueblo al cumplirse el primer aniversario de los comicios del 24 de febrero | Con la garantía de las Fuerzas Armadas de la Nación, hace un año que el pueblo de la República ejerció, por primera vez en la historia política del país, sus derechos cívicos con libertad plena. Con ello, se entró en el juego limpio de la democracia, practicada a la luz de la verdad. Fueron rotas las viejas y malas prácticas electorales que se movían en la zona del engaño y la ficción. Se restituyeron los derechos ciudadanos a todos los hombres libres de mi patria. Este acontecimiento histórico, marca sin duda la iniciación de una nueva era dentro de la vida argentina. Era de honradez cívica y de trabajo, de dignificación ciudadana, de imperio de la verdad, de auténtica soberanía popular. Honrado por el veredicto de las urnas en aquella jornada, he dedicado todos mis esfuerzos a realizar como gobernante lo que prometí como ciudadano. La empresa es ardua, puesto que supone la ejecución de un programa de reconstrucción política, social y económica, concretado en las iniciativas que integran el Plan Quinquenal. Pero habrá de cumplirse con el esfuerzo mancomunado de todos los trabajadores, de todo el pueblo que aspira al resurgimiento definitivo de esta tierra bendita.
Por ello, entiendo que el mejor homenaje que puede tributar la ciudadanía, en el primer aniversario de la histórica jornada cívica del 24 de febrero, es redoblar sus esfuerzos en el trabajo como contribución efectiva para llevar adelante la obra gigantesca del Plan Quinquenal.
Cada ciudadano tiene un puesto de lucha en la ejecución del Plan. Que no lo abandone un solo instante. Desde el campo, desde la fábrica, desde la Universidad, todos los trabajadores deben cumplir esta consigna argentina: producir.
Que llegue entonces a la ciudadanía, esta exhortación al trabajo, en momentos en que el pueblo celebra jubiloso, el primer aniversario de los comicios más limpios y puros que recuerda la historia política del país. ............... |
1947-02-24 | En el acto teatro Colón para celebrar el primer aniversario de los comicios del 24 de febrero de 1946 | Señores: Se cumple hoy un año de la fecha en que el pueblo de la República, mediante elecciones ejemplares, impuso por el voto de la mayoría de los ciudadanos, a las actuales autoridades constitucionales de la Nación.
Ese pronunciamiento popular ha de adquirir progresiva trascendencia en el futuro, puesto que consolidó el triunfo de la Revolución de junio de 1943 y consagró definitivamente el pensamiento político, social y económico que inspiró a los gobiernos surgidos de aquel movimiento, identificándolos con las supremas aspiraciones y auténticos intereses de los trabajadores de nuestro país.
Esta circunstancia, unida a mis profundas convicciones en materia social, comprometen mi deber de gobernante de contemplar, en primer término, los problemas comunes a todos aquellos que, con su trabajo, contribuyen constantemente al engrandecimiento de la Nación y he de agotar las posibilidades compatibles con los intereses generales y permanentes del país, en una acción tendiente a procurarles el mínimo bienestar a que tienen derecho por sus esfuerzos en beneficio de la comunidad.
Se justifica así, que haya considerado auspiciosa la oportunidad que nos ofrece el primer aniversario de ese trascendental acontecimiento para proclamar, en una declaración solemne, los principios doctrinarios que han de orientar en lo sucesivo, nuestra política en materia social.
He querido que este acto tuviera especial importancia, que se reuniera aquí los elementos más representativos de las actividades públicas y privadas de la Nación, pues debo fundamentar esa iniciativa, que considero ha de tener especial repercusión en el futuro de las instituciones sociales.
Ella ha sido producto de meditados estudios y serias reflexiones; permítaseme, entonces, que retenga la atención de los presentes y del pueblo que me escucha; deseo que mis palabras tengan la más amplia difusión para que sean comprendidas e interpretadas por todos los hombres de buena voluntad, y que, transpongan la frontera de nuestra patria ya que, por referirse a los derechos derivados de la personalidad humana, interesan a todos los pueblos, a todos los gobiernos, y a todas las personas, como expresión de ideas que sólo aspiran a imponerse por la fuerza de la convicción y por el espíritu que las sustentan.
Debo recordar que hace pocos meses, ante el Honorable Congreso Nacional, dije que la evolución de las instituciones humanas y la experimentación de las teorías políticas y económicas permitían, en los actuales momentos, un nuevo planteo tendiente a facilitar el adecuado equilibrio entre el individuo y el Estado que podría ser el origen de lo que nos adelantábamos a denominar renacimiento argentino. Afirmamos entonces, que podría haber en ello pretensión pero no negábamos que existían posibilidades, pues es lógico pensar que una evolución de ese orden tuviera su origen entre nosotros, donde se han suscitado también, muchas iniciativas de notable proyección en el orden espiritual.
Hoy más que nunca me ratifico de esas manifestaciones ante esta imponente asamblea, que es una demostración más de las tantas que evidencian el despertar, en el seno de nuestro pueblo, de una suerte de sensibilidad colectiva que impulsa a los hombres en las grandes realizaciones; que estimula el pensamiento, reconforta los ánimos y permite afirmar que la Nación entera se ha puesto en marcha y que todos unidos en el propósito de trabajar solidariamente para el bien común, lograremos vencer todos los obstáculos y superar todas las dificultades.
Al hacer referencia a un nuevo planteo que permita un adecuado equilibrio entre el individuo y la comunidad; al sostener el imperativo de dignificar el trabajo y humanizar el capital y, en general al aspirar a una organización social más humana y más justa, debo advertir que no nos consideramos por ello seres providenciales, ni creemos en milagros políticos ni soñamos con utopías y panaceas sociales. La explicación es más sencilla: amamos nuestra tierra como hombres de paz, de orden y de trabajo; consideramos que la miseria, el abandono y la explotación del hombre por el hombre constituyen situaciones lamentables que deben eliminarse y estamos dispuestos a llevar a cabo la obra de justicia social que propugnamos.
Es natural que esas realizaciones incidan en el problema político motivo por el que considero indispensable ratificar nuestra fe en las instituciones democráticas y republicanas que nos gobiernan, ya que no faltan opiniones adversas que pregonan su fracaso en el propósito de satisfacer, dentro de la actual interdependencia económica, las necesidades vitales de los individuos.
Creemos firmemente que esas instituciones son las únicas que pueden garantizar la libertad y la felicidad de los pueblos; sabemos perfectamente que sus detractores sólo cuentan con dos recursos para sustituirlas, ambos de tendencias extremistas, ideologías nutridas de principios materialistas, que pretenden fundamentarse en los defectos de los sistemas liberales y que se traducen, en la práctica, en consecuencias más lesivas que aquellas de los vicios que tratan de reparar, derivando en regímenes del más crudo despotismo y denegatorios de los atributos esenciales de la personalidad humana.
Corresponde analizar ahora, si la confianza en el sistema democrático, nacido como forma política del individualismo, significa aceptar sin reservas, en el momento actual, las tendencias extremas que derivan de las corrientes filosóficas del siglo XVIII en cuanto consideran al hombre como un ente aislado y todopoderoso.
¿Acaso el exceso de libertad económica no ha dado origen a procedimientos que, de no ser combatidos, terminarían con ella? ¿Acaso la injusta distribución de los bienes materiales no condujo a la explotación despiadada del trabajo ajeno, siendo el individuo aislado impotente para impedirlo? ¿Acaso el individuo, librado a sus propios recursos, no ha demostrado que requiere del auxilio de la colectividad para dar satisfacción a sus necesidades materiales? ¿No debemos pensar, entonces, que la falta de adaptación al actual desarrollo de la economía y de la ciencia, por parte de las concepciones individualistas que olvidan que el hombre es un ser eminentemente social, amenaza con destruir el propio individualismos? Podrían multiplicarse los argumentos para demostrar que, cada día es más indispensable la cooperación de la comunidad para mantener el equilibrio de los intereses individuales y sociales y para obtener el reconocimiento y respeto de los derechos inherentes a la personalidad humana.
Esa conclusión no nos ha de llevar a enrolarnos en las doctrinas colectivistas y, menos aún, a apartarnos del principio esencial que sostiene la supremacía del individuo con respecto al Estado, cuyo fin primordial es asegurar el bienestar de aquel, dentro de la mayor libertad posible.
De la armonía y del equilibrio de los derechos individuales y sociales, han de surgir las bases para el perfeccionamiento que aspiramos.
Estamos sinceramente convencidos de que existe la posibilidad de asegurar a los individuos, al mismo tiempo que su libertad, otros derechos esenciales de carácter patrimonial que, sin restringir los beneficios de aquella, le permitan un mínimo de bienestar compatible con las exigencias del medio social.
Ello ha de contribuir, sin duda, a evitar el aluvión colectivista que, impulsado por la imperiosa necesidad de dar solución a las dificultades económicas de la clase trabajadora, amenaza destruir las instituciones liberales.
Por eso consideramos una política suicida la de los gobiernos que se mantienen alejados de los problemas de la población trabajadora e indiferentes a las contiendas sociales.
La opresión económica y la falta de justicia en la distribución de los bienes, favorecidas por esa política prescindente del Poder Público, así como la resistencia que hallaron los trabajadores para el reconocimiento de sus reivindicaciones, alentaron en el sindicalismo el espíritu de lucha que caracterizó su acción.
Las organizaciones obreras fueron acrecentando su desarrollo hasta constituir fuerzas considerables que pueden llegar, en determinadas circunstancias, a perturbar hondamente el normal desenvolvimiento de las actividades públicas y privadas, con el consiguiente perjuicio para los intereses generales. En armonía con las ideas liberales, esas medidas de coalición, deberán admitirse como legítimas, mientras las reivindicaciones legítimas de los trabajadores requieran de la fuerza para ser reconocidas. Acaso los gobiernos que respondían a los intereses capitalistas, se preocuparon de instituir recursos leales tendientes a reconocer la legitimidad de esos derechos en la extensión que permitieran las posibilidades y los intereses colectivos. No, señores; prefirieron que no se debatiera ese problema dentro del orden jurídico y confiaron más en la fuerza y en la lucha, que llegaron a legitimar, pues sabían que, con el apoyo del Poder Público, la fuerza y la lucha estarían al servicio de sus intereses. Por eso he propugnado, en todo momento, la unión de los trabajadores en organizaciones fuertes y representativas, por considerar que era el único medio de asegurar sus conquistas frente a la oposición de las fuerzas reaccionarias.
En todos los países democráticos, las asociaciones de trabajadores adquieren progresiva importancia y su gravitación es evidente en la solución de los problemas públicos; esa circunstancia las llevará a asumir, paulatinamente, mayores responsabilidades y conducirá a los gobiernos a emprender una acción más decidida en procura de soluciones para el problema social.
En nuestro país, ese proceso está adelantado como consecuencia de la política seguida por los gobiernos surgidos de la Revolución de Junio.
Nosotros no sólo respetamos los derechos sindicales, sino que apoyamos decididamente a las organizaciones obreras y requerimos su colaboración para llevar a cabo nuestro propósito de reivindicar los derechos de los trabajadores. Pero, ya que esa política se traduce en un desarrollo acelerado de la actividad sindical y de las fuerzas de las organizaciones, es prudente recordar que éstas son susceptibles, en un momento dado, de ser utilizadas con fines distintos al único que puede justificar su admisión, con la fuerza que representan, que se concreta a la legítima defensa de los intereses profesionales.
La responsabilidad del gobierno de salvaguardar las instituciones fundamentales y de mantener el equilibrio entre los distintos intereses sociales, le impone la obligación de seguir atentamente el desarrollo del movimiento sindical, preservando el principio de su autoridad, para evitar que sea desnaturalizado y utilizado por influencias extrañas al interés de los trabajadores, como también, impedir que la libertad sindical se transforme en un salvoconducto, permanentemente invocado, para legitimar actividades destructoras de las instituciones liberales a cuya sombra se amparan.
Aprovecho esta oportunidad para hacer saber a los señores comunistas que pretenden infiltrase en el movimiento obrero argentino, cuáles son las ideas del gobierno al respecto y advertirles que ni éste, ni los trabajadores, permitirán en forma alguna que las organizaciones obreras se presten ingenuamente al juego de sus finalidades inconfesables ni a sus designios antipatrióticos. No ha de enervar esa determinación, la propaganda tendenciosa por la que se atribuye al gobierno el propósito de dirigir el movimiento sindical.
Saben perfectamente los trabajadores que, en ningún momento, han gozado de más independencia y libertad para la defensa de sus derechos, pero no permitiremos que esa independencia y esa libertad sean usufructuadas por quienes nada representan, por quienes nada han hecho para bien de los trabajadores y tienen la pretensión de valerse de las fuerzas obreras para obstruir o dificultar la obra en que está empeñado el gobierno. Los trabajadores de nuestro país, conscientes de su responsabilidad, sabrán buscar adecuadas medidas para denunciar públicamente a esos agitadores en su impostura y reducirlos por el desprecio que se merecen.
La posibilidad de las realizaciones futuras descansa en la cooperación de los poderes públicos y en el necesario apoyo de la opinión general. La reactivación de los medios económicos confiere a la industria un rol esencial en la emergencia. Los trabajadores tienen, a su vez, la responsabilidad de contribuir con su trabajo y con el apoyo de sus organizaciones al éxito de la producción. El gobierno, por su parte, y las fuerzas armadas de la Nación serán celosos custodios de las instituciones, del orden público y del principio de autoridad.
Antes de fijar las bases, que, a nuestro juicio, deberán orientar la tarea legislativa y la acción del gobierno en materia social, es conveniente efectuar un análisis sucinto de los métodos legales empleados con anterioridad para proteger a la clase trabajadora.
Las realizaciones en esta materia, acusan tal interdependencia con la evolución industrial y con las posibilidades económicas de los pueblos que, sin duda, ellas no pueden ser obra exclusiva de un gobierno o de una generación, sino la resultante de una coincidencia de elementos vinculados con la producción de riqueza, con el progreso de la ciencia y con la evolución de las ideas. Por eso no debe sorprender que el mundo, en este orden de cosas, haya progresado en las últimas décadas en concordancia con un paralelo avance en lo científico, económico y técnico.
El encuentro de las ideas viejas con las ideas nuevas, la resistencia que opone normalmente la tendencia conservadora frente a los impulsos renovadores, provocó y provoca aún, el antagonismo de los que luchan por un bienestar social que se les niega y los que se aferran en conservar sus antiguos privilegios.
De allí que el proceso legislativo haya sido retardatario con respecto al proceso social y económico, y la norma jurídica, más que una consecuencia de principios doctrinarios, sea producto de exigencias sostenidas por la actividad gremial, después de muchos años de injusticia e iniquidad. En virtud de ello, se ha legislado con el criterio de dar solución circunstancial a hechos aislados, mediante instituciones híbridas, que no dieron sino parcial satisfacción a los problemas derivados del trabajo. A su vez, la falta de una doctrina propia, es la causa por la que la legislación obrera acusa una íntima relación de dependencia con el derecho privado, lo que dificulta su desarrollo racional y se opone a la autonomía que debe revestir como rama de la ciencia jurídica.
La índole de las situaciones que debe contemplar la legislación social, hace que muchas de sus normas pertenezcan al campo del derecho público y su casi totalidad revistan el carácter de orden público. Esa circunstancia señala la incompatibilidad de la doctrina del derecho privado con las instituciones jurídicas que forman el contenido de la legislación social. Si se tiene en cuenta asimismo, que muchas de las normas vigentes adolecen del defecto de contemplar exclusivamente el interés que protegen, sin reparar que la elección de un medio inadecuado para ello puede promover la lucha entre patrones y obreros perjudicando la necesaria colaboración entre las fuerzas de la producción; y que, la falta de unidad doctrinaria, se traduce también en la anarquía reinante de los textos legales y reglamentarios y en situaciones injustas y a veces absurdas en el campo de su aplicación, debe concluirse con que las leyes actuales no satisfacen las exigencias presentes. El propio poder judicial se ha visto precisado, en algunos casos, a extender las prescripciones legales o morigerar sus efectos, con la consiguiente contradicción en los pronunciamientos y la inestabilidad en los derechos.
Esta crítica de la legislación vigente no ha de ser interpretada como una disconformidad con los principios de protección que la promovieron, sino al solo efecto de señalar la necesidad de una elaboración metódica de los principios doctrinarios de la legislación social, determinando su campo de acción y adecuando sus instituciones de conformidad con la naturaleza de sus propósitos y fines.
Por eso propugnamos una serie de reformas sin olvidar que nuestra Constitución es sabiamente previsora y que el país dentro de los sistemas que ella consagra, está en condiciones de realizar la obra más completa a que puede aspirarse en materia social.
En esa tarea debe tenerse en cuenta que el derecho ha de responder a la realidad social de la hora presente para que sus normas contribuyan a mantener el equilibrio de intereses que, lógica y racionalmente, se deriva del concepto de justicia. Un eminente filósofo del derecho, afirmó que el contenido de todo derecho histórico se forma de una serie de deseos, aspiraciones y propósitos que se producen siempre dentro de una situación históricamente determinada y mediante un proceso natural. El legislador sólo elabora la materia histórica que la realidad misma de la vida impone y ha de renunciar a crear, espontáneamente y como por arte de magia, un estado jurídico. Su misión y su poder se limita a corregir los estados sociales, tal como se los ofrece la realidad.
Pues bien, señores; si se investigan las causas comunes que, frente a una sucesión de hechos sociales, ponen sistemáticamente de manifiesto la necesidad de un orden jurídico especial, debe llegarse a la conclusión que existen razones superiores y verdaderas, impuestas por la dinámica de la vida social.
Nuestra concepción, como lo hemos expresado, se conforma con el principio que considera al hombre como el centro de interés de todos los esfuerzos de los pueblos y de los gobiernos y esa circunstancia nos ha movido a concebir los derechos naturales que, consustanciales a la calidad humana, derivan del trabajo y que, en última instancia, condicionan su libertad. Esos derechos primarios, innatos, subjetivos, inalienables e imprescriptibles que posee, por la sola circunstancia de revestir la calidad de tal y cuyo desconocimiento es causa directa de los actuales malestares y contiendas sociales, constituyen, en esencia, el objeto de nuestro razonamiento.
En mi concepto, los derechos naturales del hombre originados en su trabajo, surgen del simple análisis de sus necesidades y de las necesidades de la comunidad. Reducida a estos términos la cuestión, se comprende que no son indispensables complicadas concepciones ideológicas, que pretenden reformar todo lo existente, al perseguir el bienestar de los individuos, incurriendo en el error de ignorar o contradecir las condiciones comunes de la naturaleza humana.
Un gran pensador argentino, ha afirmado que la filosofía está ligada a todo lo que hay de más positivo, de más real y de más indispensable en la vida; a las artes, a las leyes, a la política, a la economía, a la industria; y agregaba que los gobiernos que velan por los progresos y adelantos de los pueblos, no deben ser jamás indiferentes a la ciencia que, señalando sus destinos e impeliéndolos con el poder de su autoridad irresistible, constituye la porción más considerable del Poder Público.
Por eso, en la elaboración de una doctrina de legislación social, hemos recurrido al razonamiento lógico que imponen las disciplinas filosóficas, en el convencimiento de que, particularmente en materia social, es indispensable que los gobiernos tengan ideas bien definidas.
Consideramos que el respeto de esos derechos naturales del hombre no puede seguir dependiendo exclusivamente de los contratos individuales, concertados de acuerdo a la supuesta autonomía de la voluntad y regidos por la ley de la oferta y de la demanda como si se tratara de una mercancía. El respeto de esos derechos patrimoniales de origen natural, deberá ser defendido y garantizado por la sociedad, con el mismo celo que se defienden y garantizan la libertad y otros derechos inherentes a la dignidad humana.
La conciencia social intuye la existencia de esos atributos esenciales, pero así como fue necesario y trascendente, en su oportunidad, enunciar los derechos y garantías que correspondían al hombre y al ciudadano por el solo hecho de revestir tales caracteres, con la ventaja de objetivarlos en una declaración e inculcarlos mediante su difusión, en los actuales momentos de incertidumbre porque atraviesa el pensamiento social, considero que la Declaración de los Derechos del Trabajador, ha de contribuir igualmente en la consecución de análogas finalidades.
Resulta innecesario advertir que esa Declaración no ha de tener la virtud de resolver, por sí sola, la totalidad de los problemas que afectan el orden social pues, como hemos expresado, sus reformas acusan una relación de íntima dependencia con factores económicos y de producción de riqueza, que constituyen elementos indispensables para ser viables las soluciones pertinentes. Tendrá, sin embargo, la importancia de fijar los objetivos de la obra de gobierno, en forma que la tarea a realizar, aún cuando sólo sea una etapa en el proceso de los años futuros, adquiera una orientación racional y sólo se halle limitada, en la consecución de sus fines ulteriores, por las posibilidades materiales de que disponga nuestra economía.
Tradúcese así, la importancia de esta Declaración y la evidente necesidad de hacerla conocer por todos los medios de difusión, para que sus enunciados lleven a todos los pueblos de la tierra, la contribución espontánea y generosa del pueblo y del gobierno argentinos a la resolución de las más trascendentales cuestiones que preocupan a la humanidad, en su marcha hacia la realización plena de sus destinos.
DECLARACIÓN DE LOS DERECHOS DEL TRABAJADOR PREAMBULO El presidente de la Nación Argentina, haciéndose intérprete de los anhelos de justicia social que alientan los pueblos y teniendo en cuenta que los derechos derivados del trabajo, al igual que las libertades individuales, constituyen atributos naturales, inalienables e imprescriptibles de la personalidad humana, cuyo desconocimiento o agravio es causa de antagonismos, luchas y malestares sociales, considera necesario y oportuno enunciarlos mediante una declaración expresa, a fin de que, en el presente y en el futuro, sirva de norma para orientar la acción de los individuos y de los poderes públicos dirigida a elevar la cultura social, dignificar el trabajo y humanizar el capital, como la mejor forma de establecer el equilibrio entre las fuerzas concurrentes de la economía y de afianzar, en un nuevo ordenamiento jurídico, los principios que inspiran la legislación social.
Por ellos y de acuerdo con estos propósitos y fines, formula solemnemente la siguiente: DECLARACION DE LO DERECHOS DEL TRABAJADOR I DERECHO A TRABAJAR El trabajo es el medio indispensable para satisfacer las necesidades espirituales y materiales del individuo y de la comunidad, la causa de todas las conquistas de la civilización y el fundamento de la prosperidad general; de ahí que, el derecho de trabajar, debe ser protegido por la sociedad considerándolo con la dignidad que merece y proveyendo a quien la necesite II DERECHO A UNA RETRIBUCIÓN JUSTA Siendo la riqueza, la renta y el interés del capital frutos exclusivos del trabajo humano, la comunidad debe organizar y reactivar las fuentes de producción en forma de posibilitar y garantizar al trabajador una retribución moral y material que satisfaga sus necesidades vitales y sea compensatoria del rendimiento obtenido y del esfuerzo realizado.
III DERECHO A LA CAPACITACIÓN El mejoramiento de la condición humana y la preeminencia de los valores del espíritu, imponen la necesidad de propiciar la elevación de la cultura y de la aptitud profesional, procurando que todas las inteligencias puedan orientarse hacia todas las direcciones del conocimiento, e incumbe a la sociedad estimular el esfuerzo individual proporcionando los medios para que, en igualdad de oportunidades, todo individuo pueda ejercitar el derecho de aprender y perfeccionarse.
IV DERECHO A CONDICIONES DIGNAS DE TRABAJO La consideración debida al ser humano, la importancia que el trabajo reviste como función social y el respeto recíproco entre los factores concurrentes de la producción, consagran el derecho de los individuos a exigir condiciones dignas y justas para el desarrollo de su actividad y la obligación de la sociedad de velar por la estricta observancia de los preceptos que las instituyen y reglamentan.
V DERECHO A LA PRESERVACIÓN DE LA SALUD El cuidado de la salud física y moral de los individuos debe ser una preocupación primordial y constante de la sociedad, a la que corresponde velar para que el régimen de trabajo reúna los requisitos adecuados de higiene y seguridad, no exceda las posibilidades normales del esfuerzo y posibilite la debida oportunidad de recuperación por el reposo.
VI DERECHO AL BIENESTAR El derecho de los trabajadores al bienestar, cuya expresión mínima se concreta en la posibilidad de disponer de vivienda, indumentaria y alimentación adecuadas y de satisfacer sin angustias sus necesidades y las de su familia en forma que le permita trabajar con satisfacción, descansar libre de preocupaciones y gozar mesuradamente de expansiones espirituales y materiales, impone la necesidad social de elevar el nivel de vida y de trabajo con los recursos directos e indirectos que permita el desenvolvimiento económico.
VII DERECHO A LA SEGURIDAD SOCIAL El derecho de los individuos a ser amparados, en los casos de disminución, suspensión o pérdida de su capacidad para el trabajo, promueve la obligación de la sociedad de tomar unilateralmente a su cargo las prestaciones correspondientes o de promover regímenes de ayuda mutua obligatoria destinados, unos y otros, a cubrir o complementar las insuficiencias o inaptitudes propias de ciertos períodos de la vida o las que resulten de infortunios provenientes de riesgos eventuales.
VIII DERECHO A LA PROTECCION DE SU FAMILIA La protección de la familia responde a un natural designio del individuo, desde que en ella general sus más elevados sentimientos afectivos y todo empeño tendiente a su bienestar debe ser estimulado y favorecido por la comunidad como el medio más indicado de propender al mejoramiento del género humano y a la consolidación de principios espirituales y morales que constituyen la esencia de la convivencia social.
IX DERECHO AL MEJORAMIENTO ECONÓMICO La capacidad productora y el empeño de superación hallan un natural incentivo en las posibilidades de mejoramiento económico, por lo que la sociedad debe apoyar y favorecer las iniciativas de los individuos tendientes a ese fin y estimular la formación y utilización de capitales en cuanto constituyan elementos activos de la producción y contribuyan a la prosperidad general.
X DERECHO A LA DEFENSA DE LOS INTERESES PROFESIONALES El derecho de agremiarse libremente y de participar en otras actividades lícitas tendientes a la defensa de los intereses profesionales, constituyen atribuciones esenciales de los trabajadores que la sociedad debe respetar y proteger, asegurando su libre ejercicio y reprimiendo todo acto que pueda dificultarlo o impedirlo. Locutor: En estos momentos el presidente de la Nación Argentina va a hacer entrega del documento de los derechos del trabajador argentino al secretario de la Confederación General del Trabajo señor Aurelio Hernández General Perón Señor secretario de la Confederación General del Trabajo: Por primera vez en el mundo, se concretan los derechos del trabajador, y cabe a la Confederación del Trabajo argentina, ser la custodia de este primer documento de derechos que hemos declarado inalienables e imprescriptibles de los trabajadores argentinos, pensando en la patria, pensando en sus conciudadanos y en sus compañeros, sepan defenderlo dignamente en el futuro. ................ |
1947-02-24 | Ante la concentración popular en plaza Libertad, habla el general Perón desde la terraza del teatro Colón, con motivo de la celebración del primer aniversario de las elecciones del 24 de febrero de 1946 | Ante la concentración popular en plaza Libertad, habla el general Perón desde la terraza del teatro Colón, con motivo de la celebración del primer aniversario de las elecciones del 24 de febrero de 1946 Compañeros trabajadores: Termino de anunciar la obra más trascendental de nuestras conquistas de orientación social: los Derechos del Trabajador. Hasta ahora la legislación del trabajador argentino había descansado sobre bases y cimientos inestables e indeterminados. Una ley, no creada para constituir su basamento, había ido recibiendo agregado sobre agregado sin alcanzar a estructurar una verdadera legislación social.
Hasta nuestros días no se había estabilizado en principios claros, incontrovertibles e irrenunciables, el derecho que los trabajadores tienen a una mejor vida y a una mejor organización del trabajo y del descanso. Entregamos hoy a los legisladores y a los juristas argentinos las bases sobre las cuales han de construir la futura legislación argentina, para fijar, una vez por todas, como un jalón imborrable de la justicia, el derecho reconocido por el Estado a los individuos.
Los derechos del trabajador que acabamos de anunciar se fundamentan teóricamente, en la doctrina filosófica y jurídica; pero sólo se cumplen con medios económicos. Crear esos medios económicos y desarrollarlos será, pues, la base para el cumplimiento de esos diez postulados fundamentales del derecho obrero. Y para ello, para lograr ese cumplimiento, una sola debe ser la finalidad del pueblo trabajador: trabajar y producir.
Asimismo, el cumplimiento de esos derechos básicos se posibilita mediante una creación de riqueza que permita que una justa distribución de sus beneficios alcance a todos los hombres de trabajo. Ese aumento de la riqueza nace en estos momentos de la orientación de nuestro Plan de Gobierno, que nosotros defendemos y que nuestros adversarios tratan de sabotear. ¿Y quienes son esos saboteadores? Primero, algunos oligarcas contumaces; segundo, algunos políticos opositores y libres; y tercero, algunos comunistas emboscados.
Es conveniente saber cómo opera cada uno de ellos. Los oligarcas contumaces operan tratando de aumentar la inflación; saboteando la producción; emboscándose detrás de los puestos públicos; llevando su propaganda en contra del gobierno por medio de la calumnia y de la mentira y tratando de influir en las masas por medio de sus diarios. El mejor remedio en contra de ello es dejarlos que sigan mintiendo, porque, cuando digan la verdad, no les va a creer nadie.
¿Cómo operan los políticos opositores? Haciendo una oposición sistemática que, por serlo así, tampoco es tenida en cuenta por nadie; nadie les cree porque dicen siempre que todo está mal, aunque esté bien. Y por último, ¿cómo operan los comunistas? Pretendiendo infiltrase dentro del peronismo, para ir copando los gremios, y sintiéndose aparentemente más peronistas que los verdaderos peronistas. Pero también los conocemos: sabemos de ese dirigente que se para frente a la masa y dice: "Yo soy peronista, pero voy a serlo mientras Perón se porte bien, si no, no". Ese comunista está preparando una coartada, pero no la va a poder cumplir porque Perón se portará siempre bien.
¿Cómo hay que combatir a cada una de estas tres lacras sociales? A los oligarcas, obligándolos a producir; a los políticos opositores, dejándolos nomás, porque no constituyen ningún peligro; a los comunistas, peleándoles de frente.
Queridos compañeros: que cada peronista defienda estos derechos y trabaje todo lo posible por afianzarlos. Que cada uno, en su propio campo, luche contra los enemigos, que lo son también de la patria y de los trabajadores. Unidos en el presente y en el futuro, como lo estuvimos hace un año para vencer en la lid política, trabajamos incansablemente para realizar los grandes postulados de la patria y hacer de cada trabajador un hombre más feliz y más dichoso en esta viña de paz que Dios nos ha dado.
Con la Declaración que hoy entregamos al mundo, la Argentina ha colocado su inmaculada bandera azul y blanca al frente de las masas trabajadoras del mundo entero. Que nuestros compañeros trabajadores argentinos sepan en el futuro defender esos principios; que la unión de todo nuestro gremialismo sea el custodio permanente para que fijemos en la tradición de todos los tiempos la imagen y el ejemplo de esta patria justa, grande y soberana. En nuestras manos descansa desde hoy la conquista más formidable que en el campo social haya sido alcanzada en parte alguna del mundo. Es un verdadero honor que así sea, pero ese honor comporta también una responsabilidad; la de realizar esa conquista mediante el trabajo, el orden y la defensa sincera y leal de los intereses del Estado y de la clase trabajadora.
Compañeros: les ruego que al desconcentrarse procedan con mucho orden. Dejen que los que nos calumnian sigan calumniándonos. No ejecuten ningún acto que pueda perjudicarlos moralmente; al contrario, debemos defender a nuestros enemigos para demostrarles que somos más que ellos y que merecemos más que ellos, y para poder seguir diciéndoles por los tiempos de los tiempos que el pueblo es más justo que toda esa carroña que calumnia y envilece al país. .............. |
1947-02-27 | En la visita realizada a distintas facultades de la Universidad de Buenos Aires | Sr. Periodista.- Desearíamos conocer las impresiones del señor Presidente acerca de la visita realizada a las facultades.
Sr. Presidente.- Como en todas las cosas, en las facultades has tres estados, la magnífica facultad, que no está terminada, la de la Medicina; la otra, que está en pleno funcionamiento, como ésta, -se refiere a Agronomía y Veterinaria- en un lugar en un lugar espléndidamente ubicado, y donde se nota la preocupación por mantener cosas viejas en buen estado y aprovechar lo mejor posible las nuevas; y la tercera, es aquella de la que no se puede decir que sea facultad ni nada semejante, por sus precarias condiciones, falta de locales apropiados para la enseñanza y otras deficiencias, completamente ajenas, por cierto, a la preocupación de sus autoridades, y que deben ser prontamente modificadas, porque es imposible que sigan funcionando en esa forma. Yo alabo el esfuerzo de los profesores por mantenerse dictando sus cátedras en esos lugares inhabitables.
De manera que la conclusión más lógica a sacar de esta visita es que hay que terminar cuanto antes las facultades que están en construcción y abandonar aquellos edificios viejos y ruinosos a la brevedad posible. Por otra parte, ya lo he prometido: vamos a tomar inmediatamente las medidas del caso para construir las nuevas facultades.
Con respecto a las de Ingeniería, quizá fuera una solución momentánea sacarla del lugar en que está y llevarla a construcciones más o menos de emergencia, porque aquello es un foco de infección moral y física; podría trasladarse temporariamente a barracas que se construyeran rápidamente, para poder ubicar las cátedras en un lugar más adecuado, y echar abajo el edificio actual. Ese asunto lo vamos a estudiar con el señor ministro, para dar esa ubicación circunstancial durante un año o dos, que es el tiempo en que calculamos deberán estar terminados los edificios para las facultades.
Sr. Periodista.- Durante el transcurso de esta visita, el señor presidente habló de una ley de construcciones universitarias.
Sr. Presidente.- La voy a elevar al Congreso a la brevedad posible. Se trata de un proyecto de ley para la construcción de grupos funcionales de facultades.
Podríamos decir que haremos tres grupos, tres ciudades universitarias. Una, que ya está en construcción y que toma cuatro manzanas, a la que llamaríamos las de los estudios médicos, donde estarían Medicina, Farmacia, Odontología y la Escuela de Parteras, además del gran Hospital-Escuela, que hemos de tratar de terminar rápidamente; igualmente estaría ahí la maternidad Pedro A. Pardo, que pensamos inaugurar este año, y todas las comodidades para los estudiantes que se dedican a estas ciencias. Las obras correspondientes a esta primera ciudadela en parte están construidas y otras hemos de terminarlas a breve plazo. La segunda ciudadela vendría a estar en el barrio en que se halla ubicada actualmente la Facultad de Derecho y la llamaríamos de Humanidades. La Facultad de Derecho ya está en construcción y vamos a tomar en esta semana las medidas necesarias a fin de conseguir los medios para que ella pueda ser terminada, también, en el transcurso de este año. En esta ciudadela haríamos el edificio de Filosofía y Letras y el de Arquitectura y Urbanismo, guardando el estilo arquitectónico de la Facultad de Derecho, construiremos también el local para el gran Museo y Biblioteca, además de las comodidades residenciales para alumnos y profesores. Y la tercera ciudadela sería la que estaría ubicada en este hermoso lugar, donde vendrían las Facultades de Ingeniería y de Ciencias Económicas, acompañando a la de Agronomía y Veterinaria. Además, tendrían su campo de experimentación fuera del radio de la ciudad de Buenos Aires, a cuyo efecto hablaremos con el gobernador de la provincia de Buenos Aires, para conseguirlo. El lugar adecuado sería donde están los viveros, que a la vez podrían servir como campo de experimentación.
Según nuestros cálculos, toda esta obra debe estar totalmente terminada dentro del Plan Quinquenal, y si podemos antes, mejor; pienso que, por lo menos, antes de fin de año se podrá terminar una gran parte de los edificios de Medicina y Derecho, así como habilitar la maternidad Pedro A. Pardo y el Hospital Costa Boero, que ya está inaugurado.
En una palabra, vamos a empezar a trabajar intensamente en todos estas cosas para poner la universidad al día, porque tal como está actualmente pareciera que, en algunas partes, están jugando a la ciencia, y hoy a la ciencia hay que tomarla muy en serio para que de resultados, y para ello es necesario tener los medios indisponibles. He notado que no hay ambiente propicio para la investigación científica, salvo en algunas partes, lo cual es muy importante, porque sin investigación científica una facultad no puede ir muy lejos. Ese es otro asunto que ha de preocuparnos, porque queremos que la ciencia argentina la conozcan b y bien.
Dr. Guardo.- El coronel Perón ha prometido proporcionar los fondos necesarias para que se termine la Facultad de Derecho y el Hospital Escuela de la Facultad de Medicina.
Sr. Presidente.- Eso lo voy a conversar con el señor Miranda, que tiene una habilidad extraordinaria para solucionar estas cosas.
Sr. Periodista.- Le agradecemos, señor presidente, la amabilidad que ha tenido al formularnos estas declaraciones.
Sr. Presidente.- Absolutamente; la visita no será en vano. .............. |
1947-02-28 | Ante una asamblea de empleados bancarios para referirse al Plan Quinquenal : | Amigos bancarios: Francamente he de confesarles que en estos últimos días he estado tan atareado en los distintos asuntos pendientes en mi función de gobierno, que no he preparado ninguna conferencia sobre el Plan Quinquenal. Sin embargo, voy a tener la satisfacción, no de disertar académica ni ordenadamente, sino de hacer una charla rápida sobre el tema.
¿Que es el Plan Quinquenal? Se puede explicar de numerosas maneras, según se mire de uno u otro ángulo. Pero lo fundamental es que el Plan de Gobierno quiere cambiar totalmente la fisonomía económica, política y social de la Nación. ¿Y como queremos hacerlo? Realizando una obra cuyo factor más positivo sea la elevación del pueblo argentino para colocarlo de pie y en marcha, en una postura que signifique abandonar lo más rápidamente posible la situación estática en que permanecía, en estado vegetativo, hace tantos años.
Reconozco que la tarea no es fácil y comprendo también que, en toda empresa de gran envergadura, el que la afronta como siempre un riesgo mayor que el que no hace nada. Pero el concepto moderno de gobierno, no es, señores, defender a los hombres que gobiernan una Nación sino defender a la Nación misma. No nos interesa el concepto que podemos nosotros merecer, lo que nos interesa es el concepto que ha de merecer la Nación Argentina en el futuro. Y no sólo comenzamos a sentir nosotros el valor de ese concepto hace ya algún tiempo, sino también que empiezan a sentirlo los extranjeros de las lejanas regiones de la tierra. No digo que se pueda vivir de ese consenso cercano o lejano, pero cuando ese consenso se hace carne en el mundo, por ese sólo hecho la República Argentina habrá ganado en su economía, en su política y en su faz social.
Yo siempre recuerdo una lección de la vida que me ha quedado gravada profundamente. Cuando era muchacho, tenía dos compañeros excelentes que me acompañaron en los primeros grados. Uno de ellos era un muchacho soñador; el otro, un estudioso tenaz, pero con una imaginación muy relativa, de muy poco valor. Con el correr de los años, supe que uno de ellos había concluido sus estudios más o menos bien, pero que no se había dedicado a ninguna carrera, sino que simplemente resolvió establecerse con un bolichito, con el cual se iba desenvolviendo. El otro, con una imaginación más despierta, a pesar de no haber realizado otros estudios que los que cursó aquel, comenzó, un poco más audaz, a encarar empresas importantes desde un principio. Según me cuentan, fracasó dos o tres veces, pero al final acertó y hoy es un hombre que tiene un gran capital y dirige una empresa que hace honor a nuestro país. En definitiva, mientras el que se inició con el bolichito sigue al frente del mismo desde hace 35 años, porque nunca fue capaz de encarar una empresa de mayor importancia, el otro es, hace ya 30 años, un comerciante de alto borde que no sólo ha logrado un porvenir para él, sino que también ha hecho un inmenso bien a la Nación con su empresa. El Plan Quinquenal, señores, quiere cambiar la mentalidad del dueño del bolichito para que encare una gran empresa.
El plan de gobierno es también, señores, la consecuencia natural de una evolución. Muchos piensan por que no se ha realizado todo eso anteriormente. Simplemente, porque las cosas, cuando se persiguen grandes objetivos, no pueden realizarse sin una preparación y una evolución que han de ser naturales o provocadas. En nuestro caso, era demasiado pesado el lastre que la Nación tenía para poder improvisar una obra de esta naturaleza. Por eso hemos querido provocar una evolución dentro del país. Piensen ustedes, señores, si hubiera sido posible, hace cinco años, decir lo que nosotros decimos hoy y hacer lo que nosotros hacemos sin que la gente se hubiera muerto de risa de nosotros.
¿Como se preparó la ejecución del Plan Quinquenal? A través de una larga evolución de casi cuatro años. Cuando se produjo el movimiento revolucionario fue necesario hacer una apreciación de la situación, establecer la realidad del panorama que vivíamos y buscar una solución para el futuro, encuadrando la situación a esa revolución para no ser juego de los acontecimientos, como lo son todos los hombres que no toman una resolución y que, cuando lo hacen, no se comprometen a realizarla inquebrantablemente.
¿Cual fue esa apreciación? En pocas palabras, señores, voy a decirlo. Nosotros pensamos que todos los males del país residían en que había perdido el espíritu de empresa; hacía muchos años que este país no hacía nada por sí; vivía una vida vegetativa; se le calculaban presupuestos para todos los años, en forma de que no pudiera adelantar un año un metro más adelante de lo que había andado el anterior. Estaba aferrado a formas y procedimientos arcaicos. Y digo esto porque no se puede regir a un país en el año 1947, cuando en 48 horas se viene de Europa a Buenos Aires, de la misma manera en que se regía hace 50 años, cuando se tardaba 48 días para llegar. Ese estado vegetativo contribuía a realizar la desgracia inconcebible del envejecimiento de un pueblo nuevo.
Entonces, nosotros pensamos que la solución era poner a este pueblo en marcha, hacerlo trabajar, hacerlo producir; ya que con ello conquistaría la independencia de su propio destino. De lo contrario, el camino era fatal: hundirse cada día más en un coloniaje que iba ya penetrando hasta en la propia conciencia de los argentinos. El problema era el de Lázaro: "¡Levántate y anda!" Pero no era lo mismo realizar el milagro bíblico en aquellos tiempos y con el poder extraordinario de un profeta, que realizarlo haciendo poner de pié y por propia voluntad a un pueblo caído, para que marchase. En resumen, señores, la solución del problema era trabajar más y sacrificarse un poco más, pensando en un porvenir que todos ansiábamos, pero para alcanzar el cual no sería quien diera la voz de marcha.
Pero si la solución del problema estaba en un mayor trabajo y en un mayor sacrificio, era también necesario pensar si el país estaba en condiciones de llevar a cabo ese mayo trabajo y de soportar ese mayor sacrificio en la situación en que vivíamos. Hacía 25 años que una prédica constante venía impregnado, gota a gota el pueblo argentino, con una doctrina de oposición de sus propias fuerzas y de combate entre los propios hermanos. En el orden social se había llegado al borde de la revolución, único remedio que existía en esos tiempos frente al egoísmo y a la incomprensión de los hombres que dirigían a los trabajadores argentinos. Si a ese pueblo lo hubiéramos obligado, por los medios que eran comunes en aquellos tiempos, a un mayor trabajo y a un mayor sacrificio, habríamos provocado la revolución social, porque los más incomprendidos y explotados se hubieran levantado; y lo peor es que se hubieran levantado con razón. Fue necesario entonces comprender, que antes de exigirle un mayor trabajo y un mayor sacrificio era necesario cumplir con los que debían desarrollar ese mayor trabajo y afrontar ese mayor sacrificio. Y por eso, producida la revolución, la etapa inmediata fue la liberación social, la justicia social. Cuando yo pedí, con mi amigo Mercante, la oportunidad de que nos nombrasen en el Departamento Nacional Trabajo, no hubo uno sólo de los revolucionarios que no se riera de nosotros.
El que menos se preguntó, se habrá dicho: "¿Que quieren estos dos locos en el Departamento Nacional de Trabajo?". Pero para la Revolución, de acuerdo con nuestra concepción de la misma, en ese momento no había en el país nada más importante que el Departamento Nacional de Trabajo, porque la obra previa a realizar para el país entero era la justicia social y ésta no podía desarrollarse desde ninguna otra parte mejor que desde el Departamento Nacional de Trabajo.
Muchos de los camaradas quisieron en esa oportunidad llevarnos a la Presidencia de la República. Pero era indudable que en ese momento, en la Presidencia de la República no había nada que hacer. El Departamento Nacional del Trabajo, transformado en un organismo útil y justo, cumplió magníficamente esa primera etapa desde el Norte al Sur y desde el Este al Oeste de la República; llegó a todas partes; se creó una conciencia social; los obreros comenzaron a percibirla y los patrones a comprenderla; peleamos algunas veces, porque muchas veces es necesario atar al paciente a la mesa de operaciones para poder curarlo.
Realizada esa etapa, la nueva conciencia social comenzó a elevar a los hombres. Los elevó económicamente. Los dignificó frente al país; dignificó el trabajo y humanizó el capital; creó la verdadera conciencia social del pueblo, y comenzamos a recibir los frutos que siempre da la justicia.
Pero el país vivía entonces en estado revolucionario, y el estado normal de un país no puede ser tal. Era necesario, entonces, consolidar aquella obra realizando el pasaje del estado de revolución al estado constitucional. En ese momento fue preciso jugarse una carta difícil; pero teníamos conciencia de lo que habíamos realizado y, como en esta vida es necesario tener el sentido de la resolución, decidimos, frente al pueblo como único juez, jugar esa carta. Y la ganamos. Nuestros adversarios gritan ahora que ganamos gracias a la Secretaría de Trabajo y Previsión; yo digo que ganamos porque obramos con acierto. Los hombres están siempre inclinados a negar los éxitos, atribuyéndoles a fuerzas extrañas, y esto me recuerda el viejo cuento del vasco. Dicen que un vasco atravesaba un día con su carro de lechero un río crecido en la provincia de Buenos Aires; cuando estaba en la mitad del río, la corriente le dio vuelta el carro y él, a duras penas, pudo escapar hacia la orilla. Pero cuando casi llegaba a ella le faltaron las fuerzas, en cuyo momento un sauce llorón le dio la posibilidad de asirse a sus ramas y descansar lo suficiente como para poder luego seguir nadando hasta la costa. Cuando llegó a la orilla, un hombre, que no se había animado a tirarse al agua para salvarlo, le dijo: "Bueno, amigo: gracias a Dios". Y el vasco le contestó: "¿Gracias a Dios? Gracias a la rama que la intención de Dios bien vista era".
Así, nuestros opositores seguirán atribuyendo el éxito de nuestra gestión a diversos factores. Pero si se analiza lo que ha ido realizando la revolución, se verá que ella ha terminado con un estado de cosas inconveniente para el país. Ha llevado a cabo una obra social que ha conformado el pueblo y lo ha sacado del estado de estatismo, del desgano y del desengaño a que había sido llevado; ha despertado su entusiasmo y su optimismo, llevándolo a la Constitución ser un medio absolutamente justo y legal.
Ahora, señores, nos queda por cumplir la tercera etapa que entrevimos cuanto apreciamos la situación. El pueblo satisfecho, el Estado en su cauce constitucional perfecto. Ahora nos resta ejecutar el plan de gobierno que pondrá en marcha el país.
Por eso en esta etapa los problemas son distintos.
Hicimos la revolución y dijimos: basta de fraude y de vergüenza. Hicimos la revolución social y dijimos: basta de explotación, un poco más de justicia, menos grandes ricos y menos grandes pobres. Hoy nace en nuevo lema para el nuevo momento: trabajar, producir, producir y producir.
Cuando la Revolución triunfó se formó un gabinete con su correspondiente personal de distintas procedencias. Contra nuestra opinión, fueron a ese gabinete hombres con distintas maneras de pensar, y entonces comenzó una verdadera lucha, porque el golpe de estado de la revolución duró desde el 4 de junio de 1943 hasta el día en que dimos el último golpe de estado, dentro de esa revolución, para conformar una orientación definitiva del gabinete. Durante dos años y medio la lucha fue permanente dentro del gabinete, y la más difícil fue la originada por la manera de encarar en aspecto económico, que se mantuvo desde el 4 de junio de 1943 hasta el 25 de febrero de 1946.
Todo giraba alrededor de la posibilidad de la nacionalización del Banco Central. Sostuvimos siempre que mientras el Banco Central no entrara en los cauces constitucionales, nada era posible edificar. La Constitución dice que la Nación tendrá un banco oficial para las funciones que hoy, precisamente, desempeña el Banco Central. Hasta el 24 de febrero de 1946, esa cláusula constitucional no había sido cumplida en la República. Sin embargo, los que violábamos la Constitución, es decir, éramos nosotros, y ellos, que habían entregado el Banco de República como un banco mixto "sui- géneris", según la explicación que encontraron en la Suprema Corte, ellos, -digo- la habían cumplido.
La nacionalización del Banco Central fue el punto de partida para llevar a cabo todas las cosas que se han ido aplaudiendo, porque cuando la plata se hizo argentina se pudo ir comprando todo lo demás que no era argentino con esa misma plata. Ello explica el fenómeno inexplicable para mucha gente, que estaba acostumbrado, durante cincuenta años, a que cuando había que comprar cinco tranvía se tenía que hacer un empréstito en el exterior. Con esa mentalidad no se explican que nosotros podamos, en ocho meses, haber comprado la empresa de teléfono, el gas y los ferrocarriles, al contado riguroso.
Anteriormente, otra era la manera de pensar. No se trataba de falta de capacidad, sino de otra cosa más difícil: se vivía en engaño y en el error, sin citar factores menos confesables.
Señores: realizada la primera parte, que llamaremos la etapa de la recuperación, y echadas las bases económicas del país, podemos realizar un gran trabajo. El pueblo está contento y dispuesto a trabajar y a producir; contamos con los medios económicos en la bolsa argentina; tenemos el hombre para el manejo de las finanzas y la economía argentina y, por último, estamos decididos a trabajar inquebrantablemente para construir una nueva Argentina que piense en grande, con honradez, con decisión y dispuesta a trabajar día y noche para cumplir esta finalidad.
Se nos dice que ahora que podemos fracasar si sobreviniera un período deflatorio o de crisis agrícola, o de otra naturaleza. El que realiza no está exento nunca de un fracaso, pero el que realiza con previsión disminuye al mínimo la posibilidad del fracaso, y nosotros hemos demostrado, hasta ahora, que hemos previsto todo lo previsible, sin ir más allá para no hacer cálculos teóricos o aleatorios. Pero si un fracaso parcial nos detuviera en la marcha, pueden estar seguros que hemos de encontrar los medios para sobreponernos aun ante los propios fracasos. Hay una condición necesaria para no fracasar, y es que nuestro plan de gobierno cuenta con el concurso de todos los argentinos. Si el pueblo argentino está decidido a realizarlo, si trabaja por su realización, yo puedo asegurar de la manera más absoluta que no habrá fuerza en el mundo capaz de detener a 14 millones de hombres empeñados en conseguir una misma cosa.
Señores: No quiero seguir abusando de la atención de ustedes, pero deseo referirme especialmente a los bancarios, ya que ellos, sin excepción y en todas las latitudes de la República, nos han acompañado en masa en esta campaña de recuperación y nos acompañan ahora en la etapa constructiva del plan de gobierno.
Hemos conversado muchas veces con los señores Miranda y Maroglio y pensamos de una misma manera sobre la necesidad de estabilizar definitivamente la carrera bancaria. Queremos que los bancarios no sean empleados de banco, sino funcionarios del Estado, y que en carácter de tales tengan una ley orgánica que les garantice un desenvolvimiento normal, sin preocupaciones de ninguna naturaleza.
Una institución bancaria es una cosa demasiado seria para no estabilizarla, organizarla, armonizarla y ponerla bajo la dependencia de la seriedad del Estado, única garantía absoluta, porque obedece a la Constitución y a las leyes de la Nación. Esto se halla en gran parte realizado y lo poco que resta ha de hacerse en el más breve plazo con la colaboración de ustedes, porque es necesario, porque es conveniente y es de justicia realizarlo.
Otra aspiración que abrigo con respecto a los bancarios, es la que vengo manifestando desde hace mucho tiempo. Yo, que soy amigo de casi todos los bancarios, vería con un inmenso placer que se realice la unidad del gremio. La unidad de todos permitirá que esos 15 millones de pesos, que ya tenemos disponibles, según os lo ha anunciado el señor Miranda, se repartan en beneficios sociales para todos los miembros de esa Federación. Esa unidad será para nosotros la garantía de que el plan de gobierno en el aspecto bancario estará bien custodiado, bien dirigido y bien ejecutado.
Como funcionarios del Estado, porque de acuerdo a la organización bancaria de la República Argentina los hombres que trabajan dentro del sistema son funcionarios del Estado, quiero repetirles los conceptos que siempre he expresado al respecto. El servicio del Estado, por no ser de nadie en forma determinada, es de todos los argentinos, pero el que está al servicio directo del Estado tiene otras obligaciones que no comprenden a quienes no lo están. Cada funcionario de la República tiene una enorme responsabilidad, cualquiera sea el puesto que desempeña. Recordaré siempre que lo más importante que debe hacer todo funcionario, antes de acostarse, es preguntarse que ha hecho ese día para bien del Estado, y debe pensar que, si los cargos de gran responsabilidad honran al ciudadano, el ciudadano puede ennoblecer los cargos más modestos al servicio del Estado.
Cuando la Argentina tenga un cuerpo de funcionarios que cumplan con estas dos condiciones simples: hacer todos los días algo en bien del Estado y tratar siempre de honrar el cargo que desempeñan, cualquiera sea, podremos decir que el Estado argentino habrá dado el más grande paso de avance de toda su historia administrativa y constitucional. Yo les pido que practiquen estas cosas, que parecen tan simples y son tan grandes, y que hagan escuela en la oficina con todos los demás camaradas, para ver si conseguimos, en el más breve plazo, tener un cuerpo de servidores del Estado que permita realizar el Plan de Gobierno. El esfuerzo extraordinario que éste representa necesita de funcionarios capaces y la capacidad estriba en dos condiciones: su honradez y su contracción al trabajo. Si el país carece de ese cuerpo de funcionarios está en peligro. Quiero concluir diciéndoles que el aspecto bancario es sumamente importante para el plan de gobierno, porque desde allí se lo vigila y se lo realiza. Decía Napoleón que los hombres no son nada y el hombre es todo. Yo pienso de distinta manera en lo que se refiere a la administración del Estado., Tenemos el hombre y necesitamos los hombres que no destruyan la obra que ese hombre construye. Nuestra obra es de colaboración y de cooperación, y deseo que cada uno de ustedes no se olvide nunca de estas cosas, y si las recuerdan estaré más persuadido cada día que el plan de gobierno no solo será cumplido, sino que sobrepasará las exigencias que hemos establecido. Las sobrepasaremos con extrañeza para los que creen que no vamos a cumplir ni el 25 por ciento se lo que nos hemos propuesto. Piensan así porque creen que para llevarlo a cabo vamos a trabajar las seis horas a que estaban acostumbrados. Nosotros trabajaremos a tres turnos, día y noche, y lo haremos. Les agradezco que me hayan dado la oportunidad de conversar estos instantes con ustedes y lleven de esta magnífica reunión la seguridad de que unidos, trabajando todos juntos, sin diferencias ni pequeñas rencillas que ya han sido superadas, olvidando, tolerando, siendo tolerantes aún con la intolerancia, es como venceremos. Esta lucha de argentinos es más intensa que todas las demás luchas que olvidamos, porque estamos y estaremos demasiado ocupados para detenernos a escuchar a los que nos gritan, calumnian e insultad, o a lo que nos dicen por detrás o por los costados. Deseo, señores, que estas nuevas instituciones de previsión social para los bancarios tengan el éxito que hemos previsto, y que cada día podamos conceder dentro del país mayores beneficios, no para ponerlos al servicio de ninguna causa, sino para subvenir a las necesidades de todos. SI todos construimos, si todos trabajamos y producimos, algún día la historia ha de decir que nuestra generación inició en el país una obra que agradecerán los millones de argentinos que esta tierra pródiga ha de cobijar en el futuro. ........... |
1947-03-02 | En la ciudad de San Nicolás durante el acto que se hizo cargo simbólicamente de las instalaciones del puerto local que fue nacionalizado | Amigos de San Nicolás: Asistimos al acto de la toma de posesión simbólica del puerto de San Nicolás, aspiración largamente acariciada por este pueblo laborioso. Trátase de una medida de carácter general dentro de nuestra orientación de gobierno: la de ocupar paulatinamente todas las posesiones que son irrenunciables para el Estado argentino y que han sido indebidamente puestas en otras manos, que no representan los verdaderos valores de la nacionalidad.
Hay cosas que la dignidad de la República no permite, y la enajenación del puerto de San Nicolás, era una de ellas. Me satisface extraordinariamente que sea nuestro gobierno, que representa a los trabajadores argentinos, el que ofrezca a los productores, industriales y comerciantes, una medida que ellos acariciaban desde hace cuarenta años. Y, sobre todo, me satisface como presidente de la Nación, poder llegar hasta la ciudad de San Nicolás de los Arroyos, asociando esta conquista de carácter económico a la conmemoración del histórico combate, erigiendo un monumento en recuerdo de aquellos mártires que murieron por nuestra independencia.
Creo que, de todos los monumentos que podemos levantar a nuestros próceres que lucharon, sufrieron y perecieron por la patria, el mejor es el de realizar actos, que ellos habrán soñado seguramente cien años antes que nosotros.
Nuestra política es la de ir tomando posesión, paulatinamente, de los bienes de los cuales había sido despojado el país, haciendo la obra de justicia que tenemos la obligación de realizar desde la presidencia. Y debo agregar, en este lugar, que la iniciativa de esta recuperación pertenece al secretario político de la Presidencia, doctor Ramón Subiza, quien fuera apoyado con toda decisión por su excelencia, el señor Ministro de Obras Públicas y por el señor gobernador de la provincia de Buenos Aires, coronel Mercante. Acostumbro a decir siempre quienes son los colaboradores que propician esas medidas o tienen esas iniciativas, porque el pueblo debe ir teniendo conocimiento de quienes son los hombres que nos acompañan decididamente en la lucha.
Amigos trabajadores: San Nicolás ha estado obstaculizada y retardada en su avance durante cuarenta años, porque no ha contado con el apoyo del Estado para desarrollar su puerto en forma que satisfaga las justas aspiraciones de la ciudad. San Nicolás, por su tradición, por la fuerza que en ellas actúan, por la necesidad de ir descongestionando nuestras industrias, será en el futuro uno de los grandes centros industriales argentinos. De esta progresista ciudad ha de salir, por su puerto mejorado y completado, una enorme corriente de exportación. Ya se han echado las bases para instalar en esta zona la fábrica nacional de hojalata -que está tardando mucho en llegar a nuestro país-, en la que han de confeccionarse los envases que necesitamos para exportar nuestra producción. Por carencia de una fábrica de envases de hojalata, la república ha perdido muchos miles de millones de pesos; y no hemos tenido una fábrica de hojalata con anterioridad porque ciertos extranjeros que negociaban con nuestros productos alimenticios lo obstaculizaron. Pero en el futuro hemos de tener el envase que requiera nuestra producción, los barcos necesarios para transportarla, y quienes antes mandaron aquí como en su tierra, evitando que los argentinos disfrutaran de su propia riqueza, deberán resignarse a recibir nuestros productos envasados por manos argentinas, transportados por ferrocarriles argentinos y llevados a Europa por barcos argentinos.
Se propone el gobierno instalar aquí, además de esa fábrica, una vasta planta de industria textil, convirtiendo la región en uno de los grandes centros del trabajo nacional. No queremos que las industrias continúen creando terribles problemas de desequilibrio demográfico; que no se concentren, como hasta ahora, en los puertos de la Capital Federal y sus alrededores. Queremos descongestionar demográficamente el país, llevando la industria al interior, y a eso me he referido con anterioridad cuando, al tratar estos problemas, he manifestado que no se ha de gobernar sólo para la ciudad de Buenos Aires sino para todo el país.
Nuestro Plan de Gobierno contempla esa descentralización de la producción, de la industria y de la comercialización de nuestra riqueza y necesita de hombres de empresa para que la industria comience a actuar fuera de los grandes centros poblados.
San Nicolás será beneficiado por la fuerza motriz del Salto Grande, gran eslabón en la cadena de los servicios hidroeléctricos del país. Dispondrá de energía barata, transportes económicos y un puerto eficiente, pudiéndose adelantar que en breve tiempo podrá recuperar los cuarenta años perdidos.
Este rápido relato o síntesis de nuestras intenciones acerca del futuro desarrollo de la zona sería incompleto si no mencionara también lo que el gobierno espera de parte de su población. Y digo esto porque no puede el gobierno ofrecer realizaciones, como la nacionalización de sus puertos y sus comunicaciones, si los trabajadores, productores, industriales y comerciantes no supieran mostrarse acordes con el momento que vivimos.
El concepto de producir es vital para nuestro Plan. Nada de cuanto hemos planeado ni de lo que prometemos podrá consolidarse en el futuro si cada trabajador, industrial, productor o comerciante no se sobrepone a las debilidades del espíritu y trabaja incansablemente, como nosotros lo hacemos, para realizar con honradez y firmeza el esfuerzo y los sacrificios con los que haremos grande a la patria.
Sería muy triste para nuestra generación si dentro de cien años los compatriotas que nos sucedan en el devenir del tiempo pudieran enrostrarnos que la fortuna nos tendió la mano y que, demasiados miserables o demasiados cobardes, no supimos asirnos a la mano de la fortuna.
El bienestar de los pueblos solamente radica en el sacrificio y el trabajo, y es por ese motivo que pido a todos los trabajadores, trabajo y producción. Con esa sencilla fórmula en pocos años habremos puesto de pie al país y ofrecido a nuestros hijos la felicidad, que soñamos para nosotros.
Por eso, amigos de San Nicolás, les recuerdo esto para que lo tengamos siempre presente. Sé que yo, personalmente, soy capaz de cualquier sacrificio por el bien común; persuadido de eso, es que dirijo los destinos de la Nación y que me he puesto al frente de la misma. Estoy seguro que cualquier esfuerzo que debamos realizar, lo realizaremos, vosotros y nosotros, trabajando día y noche para no fracasar en nuestros proyectos, que, según pienso, son la esperanza del pueblo argentino.
Podrá pasar mucha agua por este caudaloso río de San Nicolás; podrán transcurrir muchas horas, pero intuyo que los días que estamos viviendo no volverán a reproducirse en muchos años. Es conveniente que sopesemos la enorme responsabilidad de todos los que vivimos la presente hora. Cada uno, por humilde que sea, debe ponerse a la altura de estos días para afrontar un destino como el presente.
Les agradezco, en mi propio nombre y en el de mis colaboradores, los recuerdos que llevamos de San Nicolás, representativos de las fuerzas combinadas, como deben estarlo en el presente, de los productores, industriales y comerciantes, y también de los camaradas obreros.
Me recuerda en estos momentos el señor ministro de Guerra, soldado que trabaja día y noche en beneficio del país, que he omitido decir que en esta misma zona se instalará la primera gran planta siderúrgica argentina, con la que se beneficiará, también, esta población de San Nicolás y sus alrededores. Cumplo pues, al subsanar tal omisión, y con este motivo me es grato manifestar que, cuando instalemos cada una de estas industrias, hemos de llegar hasta aquí para ser los primeros en poner la bandera argentina al frente de las mismas .................... |
1947-03-07 | Ante dirigentes gremiales en el teatro Colon, para hablar del Plan Quinquenal | Deseo hacer presente que hoy quiero despojarme de mi investidura para hablarles en mi carácter de primer trabajador argentino. Despojado de todo atributo que me pudiera diferenciar de los asistentes a este acto, he de hablar de compañero a compañero.
Empiezo por declarar que esto es hablar claro. He aspirado durante largo tiempo que la CGT hablase claro. Y es interesante que sea hoy cuando oímos decir que hay algunas federaciones americanas de trabajadores que quieren liberar a la Confederación General del Trabajo Argentina de las intromisiones y de la influencia oficial. Ellos, que nunca se acordaron de que en esta tierra había trabajadores, cuando estos eran explotados y equilibrados, recién se acuerdan hoy. Recién se acuerdan hoy, ellos que cuando hablaban de los trabajadores argentinos solían decir: "Dejen que se arreglen allá los nativos". Por eso es interesante y útil hablar claro para que se sepa bien en que posición está cada uno. Sin esta aclaración, quizá pudieran tener razón quienes se acuerdan hoy de los trabajadores, a los que siempre ignoraron.
La acción oficial del gobierno de la Revolución no puede ser una intromisión, porque el gobierno, -es bueno que lo sepan de una vez por todas-, es una continuación de la clase trabajadora en la Casa de Gobierno. Y es por eso que, repito, despojado circunstancialmente de todos mis atributos, como un descamisado más, he de ocuparme brevemente del Plan de Gobierno y de la independencia económica del país.
Señores: no puede haber independencia económica sin un cambio de orientación en el gobierno de la economía, y no podrá llevarse a la práctica la independencia económica sin una nueva estructuración de la economía de la Nación. Cuando se cambian los sistemas es necesario cambiar las organizaciones y las formas de ejecución. Es imposible, por ejemplo, andar en automóvil con un caballo atado a las varas. Por eso, la economía debe sufrir una transformación.
Hace pocos días hemos declarado solemnemente, desde este mismo lugar, los Derechos del Trabajador. En este escaso tiempo ellos han dado ya la vuelta al mundo y todo él sabe a que nos atenemos en este país con referencias a las garantías de los que se sacrifican y trabajan por construir la grandeza económica de la Nación. En ese sentido, los derechos del trabajador deben estar sustentados por la realidad, y ésta es una realidad económica. Sería una declaración más o menos platónica, de hermandad argentina, el limitarse a declarar tales derechos, y sería pueril de nuestra parte aceptar que hemos hechos todo con la Declaración. Por eso, nuestro gobierno, sin enunciarlos, viene cumpliéndolos a lo largo de la evolución que el país ha sufrido en estos últimos años, y está firmemente decidido a llevarlos totalmente a la práctica mediante una construcción y una nueva estructuración económica que permita sustentar estos principios en una base económica que les de posibilidades de realización. Sería ingenuo de nuestra parte creer que tales principios pueden conseguirse por el sólo hecho de enunciarlos. Esa era la antigua costumbre de nuestros demagogos. Ellos los hubieran enunciado un año antes de las elecciones; nosotros lo enunciamos un año después. Porque ellos los enunciaban para que los votasen y nosotros los enunciamos para cumplirlos. Esa es la diferencia.
Sin embargo, no hay que hacerse la ilusión de que podamos cumplirlos sin estar persuadidos de su necesidad y sin crear las posibilidades de hacerlo. Nada nos da la Providencia si nosotros no la ayudamos, porque la Providencia quiere que los hombres sean honrados, trabajen honradamente y, de acuerdo a la sentencia bíblica, sepan ganarse el sustento con el sudor de su frente.
Si echamos una mirada a la historia y vemos la forma en que nuestros próceres conquistaron la independencia política, advertiremos un sistema que ahora nosotros hemos copiado. Ellos produjeron primero la Revolución de Mayo, dieron el grito de libertad y después se pusieron firmemente a trabajar para obtener y consolidar esa libertad. Así lucharon seis años, desde 1810 hasta 1816, en que recién declararon la independencia. ¿Que hicieron durante esos seis años? No se sentaron a esperar que todo lo hiciera la Providencia, sino que se pusieron a trabajar para ayudarla. Organizaron primero expediciones hacia la periferia del país para llevar revolución al Paraguay y al Alto Perú; pero no olvidaron tampoco que tenían, como nosotros, saboteadores internos. Fue por eso que mandaron la primera expedición al interior, hacia Córdoba.
Durante esos seis años guerrearon incesante e incansablemente hasta que, en 1816, barrido el enemigo del territorio y bloqueado sobre nuestras fronteras, el gran San Martín organizó en Mendoza el Ejército Libertador. Desde allí hizo que el Congreso decretase y proclamara la independencia argentina; y después se puso en marcha. Habían afirmado los principios, habían declarado el derecho a ser libres y se lanzaban a luchar para afirmar esos derechos. San Martín marcha a Chile, liberta a Chile; marcha al Perú, liberta al Perú y desde 1816 hasta 1828 guerrea incesantemente para hacer valer en los hechos esa independencia declarada por el Congreso de Tucumán en 1816.
Nosotros luchamos por otros medios, pero nuestra empresa es también ardua. Comenzaremos por liberar a nuestro pueblo del yugo económico a que estaba sojuzgado. Seguimos liberando a la Nación de la esquilmación permanente que se había realizado durante tantos años contra el pueblo argentino. Estructuramos un nuevo orden económico y tomamos la dirección y el gobierno de la economía del país. Después hemos proclamado los Derechos del Trabajador, que son la independencia del pueblo trabajador argentino. Como nuestros antepasados, salimos con nuestras ideas al exterior y atravesamos las fronteras con nuestra doctrina. Estamos llevando una ayuda económica para liberación de pueblos hermanos y vecinos, tal como lo pensaron ellos, con el mismo amor y con el mismo desinterés conque ellos lo hicieron.
Pero, señores, nos queda luchar contra los enemigos interiores y exteriores, como desde 1816 hasta 1828. Eso es lo que tenemos que realizar ahora. En la etapa constructiva de nuestra Revolución y tendremos que vencer como ellos, a enemigos internos y externos. Pero hemos de vencer.
De esta comparación que he hecho surge para nosotros una tarea constructiva y una tarea de lucha, igual que la tuvieron ellos. Organizaron el país, lo unieron y lucharon por afirmar la independencia que no habían conquistado sino teóricamente. Es la tarea constructiva que nosotros debemos realizar en esta lucha por la independencia económica del país. Para esto, del mismo modo que aquellos conquistaron la independencia política, para lo cual tomaron las bases de operaciones, nosotros debemos conquistar también las bases económicas para nuestra lucha. Estas bases nos llevaron a construir una nueva economía. Para esto, no podemos pensar sino en nuestras propias fuerzas. Nadie conquista la independencia con ayuda externa; los pueblos dignos la conquistan luchando con el destino o imponiéndose al destino.
¿Como hemos tomado esas bases económicas? En primer lugar, tomando las finanzas que, desgraciadamente, no estaban en manos argentinas. Hoy estamos gobernando con argentinos las finanzas argentinas. Hemos recuperado las fuerzas de la producción. ¿Como? Bastaría citar un ejemplo para decir de que se trata. Tomemos un asunto largamente debatido en estos días para ver la diferencia que hay en la posguerra que vivimos en estos momentos y la que vivíamos en 1919. En aquella época el trigo valía cinco pesos; el lino no alcanzaba a doce; el maíz se vendía a cuatro pesos. Hoy el panorama ha cambiado. El trigo se vende a diecisiete; el maíz a diez y el lino a treinta pesos. Se paga al productor como no se ha pagado hasta nuestros días ningún cereal. Algunos han protestado porque los precios son bajos, pero olvidan que, para que la población pueda comer pan al precio que paga, el gobierno tiene que entregar ese trigo, que compra a diecisiete, a menos de diez pesos. De lo contrario, pagaríamos dos pesos el kilo de pan y como lo que el país produce se exporta sólo en una tercera parte, calculen ustedes lo que el país contrabalancea de precios y lo que puede ganar en la venta del trigo.
En cuanto a los otros cereales, sin pensamos que un año después de la guerra 1914-1918 se vendía a cinco lo que hoy compramos a diez y lo que en aquella época se compraba a cinco lo estamos comprando a diecisiete, tendremos una idea clara de la situación. Es indudable que los chacareros quieren siempre ganar más, y yo lo justifico, pero es necesario pensar que el gobierno está pagando estos precios porque quiere asegurar a los chacareros que durante cinco años van a recibir los mismos precios y no que lo pagáramos este año treinta pesos y el año que viene cobraran por el mismo cereal cuatro o cinco pesos.
Tampoco se podrá quejar nadie de que el gobierno no ha defendido la producción ganadera porque jamás los productores de carne han ganado lo que están ganando con los precios actuales, precios que el gobierno está tratando de mejorar, esto es su obligación.
A la recuperación de las fuerzas de la producción ha seguido la de los transportes, de las finanzas y de los servicios públicos, además de otra que es fundamental: la de la cultura científica, a fin de hace una ciencia argentina. Agréguese la recuperación de la justicia, que tanta importancia tiene para el país, y juzgue cada uno de ustedes como era la justicia que nos regía.
Realizada esa recuperación, recién puede pensarse en desarrollar y tonificar la economía nacional, y esa es la tarea del Plan. El Plan de Gobierno tiene por finalidad fundamental incrementar la riqueza y tonificar la economía, que es la etapa constructiva que debe seguir a la recuperación que aceleradamente estamos realizando. Hoy podemos empezar a desarrollar esa economía gracia a la obra de recuperación del patrimonio nacional que hemos desarrollado en estos últimos meses.
En este aspecto tenemos que encarar cuestiones fundamentales. Yo suelo pensar todos los días como se nos había llevado, inconsciente y paulatinamente, a aceptar una dominación económica, antes que despertaran nuestras masas a la nueva idea de ser independientes también en el orden económico. La recuperación no es una palabra vana para nosotros: se traduce en pesos contantes y sonantes. Bastaría decir que, por falta de estructuración económica, perdíamos anualmente más de 2.000 millones de pesos que iban hacia los grandes comercios capitalistas, que esquilmaban al productor pagándole precios 100% menores que los paga el gobierno y llevándose hacia sus casas matrices es enorme suma. La especulación restaba al patrimonio argentino, además de esos 2.000 millones de pesos, 500 ó 600 millones que se perdían porque en el interior de nuestra patria eran transportados los productos por empresas extranjeras, que también llevaban sus beneficios anuales hacia sus casas matrices. La falta de una flota mercante hacía que todos los fletes y seguros fueron colocados en el extranjero. En seguros y fletes perdíamos 800 ó 900 millones al año. Por una ley, los cambios no podían hacerse por intermedio del Banco Central sino por intermedio de sucursales de bancos extranjeros, y en eso también perdíamos cientos de millones de pesos. Solamente en reaseguros perdíamos 6 millones de pesos. Si ustedes suman todos estos cientos de millones podrán apreciar, "grosso modo", que representa para los argentinos la recuperación de su economía. No creo que se necesite ser doctor en nada para comprender esto. Lo que sí se necesita es tener el concepto de que es necesario no dejar despojar al país y tener la honradez suficiente para que, decididos a no dejar despojar al país, se tenga el carácter necesario para resistir las enormes tentaciones, porque los que vendieron al país lo vendieron por "chauchas".
No debe olvidarse que, para ser independiente, lo primero es querer serlo, y, en segundo término, después de proponérselo, trabajar y luchar incansablemente para obtener esa independencia. Es necesario tener un cuerpo de hombres honrados y técnicos, como lo tiene nuestro gobierno, no equivocarse en la dirección y, fijada esa dirección tener la honradez y la fuerza de carácter necesaria para realizar la inquebrantablemente. En este sentido doy todos los días gracias a Dios por los colaboradores que tengo.
En la etapa de la construcción hay un sólo camino: crear valores. Los valores se crean de una sola manera: con el esfuerzo y con el trabajo. Nadie ha inventado una máquina, todavía, para crear valores.
Por eso en nuestra concepción del Estado, profundamente humanista, hemos establecido como base que en todo el sistema de todo orden en el país, las actividades giran sobre un elemento fundamental: el hombre y sobre todo el hombre que trabaja y produce.
Como conclusión del análisis de esta manera de recuperación y de construcción, tenemos una premisa que es siempre la misma: trabajar y producir.
Nos quedaría por analizar la segunda tarea, siguiendo siempre la comparación que hice con nuestras luchas de la independencia. Me refiero a la tarea de la lucha que se realiza simultáneamente con la recuperación y construcción de los nuevos valores del Estado.
No basta construir; desgraciadamente, es necesario, también, agregar al trabajo de la construcción el de la lucha contra el genio del mal.
En la Honorable Cámara de Diputados de la Nación, existe un cuadro maravilloso por el significado que encierra. Representa un hombre que va desparramando la semilla en el campo abierto en surcos y detrás de él otro, con figura de diablo, que va destapando la semilla, Este es el genio del mal que está escondido detrás de todas las buenas acciones, para anularlas y destruirlas. Es la historia del género humano que se repite en todas las acciones del la vida, hasta la más insignificante. El hombre se halla siempre en la tarea de construir, pero debe, después de construir defender lo construido. Por eso, a la primera tarea debemos agregar la segunda: la de defender esa construcción. Y ello impone luchas, no palabras. Las obras humanas, si son buenas, no se discuten, se defienden.
Creo que estamos realizando una buena labor y no hemos de ser nosotros quienes las discutamos sino los que debemos defenderlas. Esa defensa implica siempre lucha. He demostrado durante mucho tiempo que en la lucha suelo salir triunfante, y la clase trabajadora, que me ha hecho el honor de declararme el "primer trabajador" y de confiarme, en momentos aciagos para ella, la dirección de su lucha y de su movimiento, ha de saber que jamás he de defraudarla. Y aseguro que en esta lucha yo se adonde voy y he de ser leal y honrado para con ella. Para defender lo que estamos construyendo les he de decir en pocas palabras lo que hemos realizado hasta ahora y a que atribuyo el éxito de todo cuanto hemos realizado.
En primer término, debemos agradecer que la Providencia nos haya sido siempre propicia, porque sin la ayuda de esa fuerza extraordinaria que algunos llaman "suerte" y otros "destino", no hubiéramos alcanzado el éxito obtenido. La ayuda de la Providencia nos ha acompañado porque hemos procedido siempre en apoyo de la verdad y la razón. En la ejecución de nuestra lucha hemos creado siempre un clima favorable en torno de la razón y la verdad.
La Revolución se desenvolvía oscuramente, como tantos otros movimientos revolucionarios, pero nosotros creamos el clima de la justicia social, entregamos esa bandera al pueblo de la Nación y, cuando el pueblo la tomó, el 17 de octubre, demostró que era invencible. Habíamos creado el clima para vencer y por eso éramos invencibles. Llegó después la etapa en que había que consolidar políticamente nuestra acción. Entablamos la lucha cívica y durante ella el clima social ya nos era propicio. Nos bastó en aquella memorable proclamación establecer una fórmula para triunfar en el orden político: "O Braden o Perón". Ese clima fue el que nos dio el triunfo.
Ahora, en esta etapa, yo no he descansado para crear también el ambiente favorable. Para ello hemos lanzado un Plan de Gobierno y el pueblo argentino tiene ya una mística sobre ese plan. Hemos creado el optimismo y el espíritu de empresa de la Nación. Ahora, los que quieren combatirnos tienen que hacerlo con el pesimismo y la inacción. Nosotros tenemos valores positivos para la nacionalidad, ellos ponen valores negativos. Están vencidos.
Dicen los militares que en la guerra existen una estrategia y una táctica. La estrategia es una ciencia que debe poseer un general cuando avanza con sus ejércitos para librar batalla en las mejores condiciones, es decir, con ventaja. La batalla revela la táctica. En ella el comando y los soldados, directamente en la lucha, vencen ayudados por la estrategia.
En política existe esa estrategia y consiste en llegar a la lucha táctica habiendo creado las mejores condiciones.
Nosotros hemos formado el clima, estamos en muy buenas condiciones; pero ahora tenemos que librar la batalla de modo tal que nos resulte favorable, ayudados por obra de la estrategia. Es necesario que en esta lucha nos empeñemos a fondo, luchemos bravamente y así venceremos.
Señores: esta lucha nos importa saber, en primer término, quienes son los enemigos. No es suficiente saber quién es el enemigo; hay que conocerlo y enterarse como combate. A esto me voy a referir rápidamente.
Ya he hablado en otra oportunidad de nuestros enemigos.
En primer lugar, debemos reconocer que muchos hombres de buena voluntad que estuvieron en contra de nuestra posición hoy son colaboradores, porque son honrados y se han convencido de su error. Quedan sin embargo, los contumaces, esos que no obraban de buena fe, y por eso no estarán jamás con nosotros. Entre estos hablábamos de algunos oligarcas contumaces que actúan mediante el sabotaje, reduciendo la producción, algunos; buscando la inflación, otros; poniendo toda clase de tropiezos en la esfera de su acción para que nuestro Plan no siga adelante. Dije también cual era el remedio contra ellos. Como producen por el esfuerzo de sus obreros, estos tienen que obligarlos a producir todo lo que puedan. Este es el remedio contra ellos.
Hablamos después de los políticos opositores que combaten con el pesimismo y la inacción. Si compramos los teléfonos, ahora "andan mal" porque los tenemos nosotros; si compramos los ferrocarriles dicen que los "pagamos caros", olvidando que cuando compraron del Central Córdoba pagaron, en proporción, doscientas veces más de lo que hemos pagado por todos los otros ferrocarriles; si declaramos los Derechos del Trabajador, es porque somos demagogos; si sostenemos la doctrina social-cristiana, es porque estamos entregados a los curas.
Es indudable que por grande que sea el arte de su dialéctica, todavía ningún sofista ha llegado a probar en forma terminante que lo blanco es negro ni que lo negro es blanco.
Por estas razones dije alguna vez que estos señores opositores no son en realidad peligrosos. Están trabajando para su propio desprestigio y hay que dejarlos que sigan, que hagan discursos, que digan que los ferrocarriles son caros, que los teléfonos funcionan mal, que pagamos poco por los cereales. Mientras tanto, nosotros vamos realizando la recuperación necesaria y la construcción de los nuevos valores, que en poco tiempo han de aplastarlos total y definitivamente.
Ha llegado el turno de referirnos al tercer enemigo; los comunistas criollos, a los que con tanto acierto se ha referido el compañero Hernández en nombre de la Confederación General del Trabajo.
Señores: debemos colocar esta cuestión en su justo equilibrio. Yo respeto, como debe respetar un hombre de esta tierra, todas las tendencias, todas las ideologías, pero lo que un hombre de esta tierra no puede soportar es la traición organizada.
No entro a analizar el comunismo en Rusia porque nuestro país mantiene relaciones amistosas con la Unión Soviética y los rusos en su país, pueden hacer todo cuanto se les ocurra y la República Argentina aplaudirá; pero lo que no podemos permitir es que en nuestra tierra se esté perturbando la nacionalidad con sabotaje por parte de un partido político que nosotros mismos hemos reconocido. Que obren lealmente, luchen con sinceridad en el campo político y serán respetados por todos; pero que no hagan sabotaje a la Nación y no se pongan a perturbar la felicidad que estamos conquistando con nuestro trabajo; que no saboteen nuestra obra porque entonces pasan de adversarios políticos a enemigos de la Nación. A un caballero se lo lucha de frente y a una víbora se la mata de cualquier manera.
Yo estoy perfectamente informado de la situación; conozco muy bien los métodos de acción porque soy un hombre que desde los catorce años ha sido educado en la lucha, de modo que no ignoro la lucha ni la temo. Observo y comprendo no sólo, sino también alcanzo las segundas y terceras. Por mi propia información, esto enteramente informado de todos los panoramas que se juegan dentro de la Nación; conozco bien como se trabaja en el campo en la ciudad, en la agrupación política y en la agrupación gremial; me doy cuenta exacta de cuando un hombre se dirige de buena fe a otro y cuando lo hace de mala fe; se distinguir al hombre que trabaja con lealtad y sinceridad de aquel que, embozadamente, está anunciando algo que no siente y que no quiere sentir. A mi me basta oír hablar a un dirigente para saber como piensa. Conozco al dirigente que al gremio le dice: "Yo soy peronista, pero peronista hasta que Perón cumpla, porque cuando deje de cumplir, yo no voy a ser peronista". Pero ese dirigente es muy poco hábil, porque viene con una lección aprendida, porque se le ha dicho que debe expresarse así preparando la rebelión de la masa en contra de Perón, haciendo creer al pueblo que Perón no cumple con su deber. Ignoran los que así piensan que Perón va a cumplir siempre con su deber y que Perón no será nunca tan torpe como ese dirigente de querer engañar a la masa obrera porque ha aprendido en pocos años que a la masa trabajadora no se la engaña. Ese dirigente en el pecho lleva la penitencia, porque cada uno de los obreros que lo escucha sabe que está preparando el cambio de frente. A esos dirigentes, como los políticos opositores, hay que dejarlos que se caven su propia fosa.
Y nos vamos a referir al cuarto enemigo: la prensa.
Hay algunos diarios que sistemáticamente combaten todas nuestras medidas de gobierno y comentan que los teléfonos andan mal porque ahora los manejan argentinos y antes los manejaban extranjeros. Pero ya sabemos porque dicen eso, puesto que frente a ese artículo leemos el aviso que lo paga.
¿Como debemos combatir a esos malos diarios? No es con la violencia; no hay que combatirlos con la violencia sino con la inteligencia. Es necesario que, lo mismo que a los demás, dejemos que digan todas esas cosas que solamente ellos creen; es necesario que sufran el castigo natural del que acostumbra a decir mentiras; y el castigo está en que aún, cuando digan la verdad, la gente no les va a creer. La sanción que debemos aplicarles es la de no comprarlos. No comprar esos diarios ni avisar en ellos. Si lo hacemos con todos, todos los trabajadores verán que antes de seis meses esos diarios van a escribir todo lo contrario de lo que publican hoy. Si no procedemos así, sería pagarles para que nos estén traicionando. Es necesario llevar esta persuasión a todos los compañeros para que la lleven a cabo con los diarios que mienten; no con los que dicen la verdad, aunque no nos agrade, porque algunas veces las verdades desagradan pero son saludables. Pero estos diarios que mienten a sabiendas, no hay que comprarlos ni avisar en ellos.
Señores: es un deber de todos los dirigentes conducir a sus propios gremios; eso suena a perogrullada, pero desgraciadamente, no siempre se cumple esta perogrullada.
El dirigente surge de la agrupación para guiarla y su dirección impone, en primer término, educar a la masa; en segundo lugar, indicarle los objetivos, y en tercer término, acompañarla hacia ese objetivo guiándola hasta en sus menores detalles.
Si ellos cumplen con una función tan honrosa, nuestro movimiento obrero marchará sin violencias, con la mayor naturalidad, hacia la conquista de la felicidad colectiva. En cambio, si abandonan a los sindicatos a su propio destino es muy difícil que lleguen al objetivo ansiado, porque ninguna agrupación puede marchar organizada y ordenadamente sin tener a alguien que la dirija. La primera desgracia para un sindicato es la anarquía, porque entonces se convierte en turba de hombres amenazada por todos los peligros de la improvisación y por todas las desgracias que acechan a las organizaciones en su lucha y en su avance.
Señores: la conquista de la independencia económica solamente la puede conquistar la masa trabajadora. Y debo decirles que la conquistamos ahora o nunca.
Es necesario que cada trabajador ocupe su puesto de trabajo y de combate luchando incansablemente para lograr ese objetivo: conseguir, cueste lo que cueste, la independencia económica de la Nación, porque solamente con esa independencia no podrá retornar a los oscuros días de aquella semiesclavitud de la que nadie más noticias y más experiencias del que habla.
Frente a ese objetivo deben suprimirse todos los pequeños conflictos y rivalidades entre los trabajadores. Que exista una absoluta unidad, pensando que para un trabajador no hay nada mejor que otro trabajador. Nada de diferencias entre nosotros; que las pequeñas luchas no sean más que meros accidentes entre amigos, y que una vez solucionados, permitan reanudar la lucha común en la que hay que marchar codo con codo apoyando con todas las fuerzas al compañero honrado que ha sido elegido para dirigir un sindicato. Si el dirigente que ha merecido la confianza de los trabajadores falta al honor y a la fe puestos en él, que debe ser combatido sino arrojado del sindicato. Es menester que los sindicatos cuan unidos, disciplinados, con unidad de concepción, orientados hacia un objetivo común, respondiendo a las directivas de la central obrera que es la Confederación Central del Trabajo, que debe trabajar incansablemente por el bien de toda la clase trabajadora. La central obrera que no sea respetada ha de dar la orientación unitaria porque tiene la responsabilidad de todo el movimiento obrero, ya que inviste toda la autoridad. Tener responsabilidad sin autoridad es ir al fracaso. Una central obrera que no sea respetada y apoyada no podrá cumplir con su deber alcanzar su objetivo. Por eso apoyo a los sindicatos y éstos deben apoyar a la central obrera. Esta debe ser la regla permanente para mantener un movimiento organizado y realizar una obra coherente hacia un objetivo común, porque, de no ser así, la lucha es mucho más difícil y, generalmente, suelen sufrimos muchos sinsabores y aún fracasar en la consecución de la meta.
Señores: un objetivo, la independencia económica; los medios para alcanzarla, trabajar y producir; las formas, unidad, organización y disciplina de las fuerza del trabajo. Sin estos requisitos todo se irá entorpeciendo. Que cada sindicato instruya a la masa sobre esta necesidad y, entonces, gobierno de fundamento obrero, apoyado por la clase trabajadora, logrará la independencia argentina en el orden económico. ......... |
1947-03-28 | Ante representantes de la Federación Agraria Argentina | Yo me voy a extender un poco más que el señor Miranda. El tiene sus tópicos perfectamente bien sintetizados. El problema del agro no es en la República Argentina un problema aislado, aunque muchos chacareros creen que el mundo gira alrededor de sus chacras. Desgraciadamente, es un problema al cual están ligadas todas las demás actividades del país. Resolverlo en forma aislada sería una solución para hoy y un grave problema para mañana o pasado mañana. Por lo tanto, el gobierno no puede encarar medidas que representen la solución de un problema inmediato y la creación de veinte problemas mediatos. Gobernar es prever y la previsión impone que en la solución de los problemas de un país se tenga en cuenta que unos no pueden ser independientes de los otros. Hay un ciclo económico que el país debe respetar, que es la producción, la industrialización, la comercialización y el consumo. Cerrado ese ciclo, cada una de esas operaciones está ligada a la otra. De nada valdría a los chacareros producir si en el país no hubiera consumo o la exportación no insumiera al remanente de su producción, porque entonces no podrían ellos consumir todo el trigo que tuvieran. El Estado debe, pues, encadenar esas cuatro operaciones. Este encadenamiento implica que debe darse al problema del agro una solución nacional; y alguna vez, como es natural, ustedes tendrán que sacrificar algo en beneficio de la solución de conjunto, y otras veces tendrán que ser beneficiados en forma extraordinaria también por esa solución de conjunto. La compensación entre sacrificios y beneficios en el ciclo completo es lo que debe interesarle al chacarero, tanto como al industrial, al comerciante o al mismo gobierno. Por eso, una cosa es mirar el problema desde la chacra y otra mirarlo desde aquí, con la responsabilidad de considerar los problemas de todos: de chacareros, de industriales, de comerciantes, de productores y de consumidores. Por estos motivos, antes de iniciar esta conversación, deseo hacerles notar a ustedes la situación de dependencia que tienen con todas las demás actividades. El hundimiento de una de las cuatro actividades que forman todo el ciclo económico, representa el hundimiento de las tres restantes. Abandonar esto a la buena de Dios, continuando en el grado de desorganización en que estábamos, sería abandonarse a la suerte, y hacerlo así sería exponerse a sorpresas muy desagradables. Es necesario prever y tratar de ser el artífice del propio destino, luchando por alcanzar el dominio de ese destino. Eso es lo que el Estado quiere, es decir, queremos gobernar en sentido integral. El resultado de estas cosas lo pueden observar los aquí presentes de más edad si recuerdan lo que sucedió en la posguerra de 1918 y lo comparan con lo que sucede en 1947, que son dos etapas exactamente iguales. Comparen los precios de la producción. Eso no es una cosa que nos ha mandado Dios. Dios nos ha ayudado en algo pero nosotros también debemos poner lo nuestro. Recuerden el comienzo de la crisis agrícola en el año 1917. Yo tengo campo en el sur y vendo lanas y por eso sé que de treinta pesos, en un período de tres meses, bajó a cuatro pesos. Yo no sabía si hacer esquilar o no. Lo mismo les pasó a los chacareros. El trigo se fue a 5,50 pesos en el término de tres meses. ¿Por qué sucedió eso? Porque los que hicieron la guerra se unieron y formaron un monopolio comprador y frente a los vendedores el monopolio impuso el precio, y es lógico que llevó el precio al límite más bajo. ¿Qué es lo que sucede ahora en la República argentina, no en otros países? Que al monopolio comprador le hemos opuesto el monopolio vendedor. Esa es la razón porque el Estado le compra a los chacareros, porque si los dejase a los chacareros a la especulación de los grandes consorcios, los precios que tendríamos hoy no serían superiores a los que tuvimos en 1917. Por lo menos no existen causas para que lo sean. Estas cuestiones no se pueden estar explicando públicamente ni diciendo a los diarios, porque entonces anularíamos toda la ventaja del sistema que estamos explotando. Algunos creen que el Estado se beneficia extraordinariamente y en eso ha habido un poco de injusticia en la prédica que se ha realizado. No critico que los hombres defiendan su interés; es lógico, natural, humano y justo. Pero es necesario que en esa defensa se juzgue imparcialmente, se analicen todos los factores y se hagan jugar a todos. En el trigo, por ejemplo, el gobierno no se beneficia absolutamente. Al contrario, en algunos casos pierde plata, porque está subvencionando el consumo. Ustedes dirán que no tienen la culpa, pero yo tengo que gobernar para 14.000.000 de habitantes y entonces es necesario que cada uno haga un poco de su parte para que puedan comer el pan a 40 centavos y no a 2 pesos el kilo. No ganaríamos nada procediendo de otra manera, porque el ciclo de la inflación sigue el ciclo económico y realizada en un solo renglón de la producción refluye inmediata y directamente sobre el mismo productor. De manera que hacer la defensa del conjunto es hacer la defensa de cada una de las partes. Hay otros factores que juegan. Tomando al maíz, que ha dado tanto que hablar en estos últimos tiempos, y que sigue dando, es necesario que se considere que el maíz debe ser transportado y que en el prorrateo de prioridad para el transporte el maíz viene en último término, en un país que tiene que transportar 25.000.000 de toneladas de cereales, cuando sus medios de transporte no permiten transportar sino 11.000.000. ¿Qué hacemos con los otros catorce? Si nosotros abandonásemos la dirección que hemos tomado, pueden estar seguros de que los chacareros perderían más del 50% del producto de su trabajo. Estamos luchando a brazo partido para asegurarles que no lo van a perder. Es un problema que debe contemplarse. No existen transportes ni en el país ni en el mundo. Ustedes dirán ¿Por qué el Estado no compra maquinarias, rieles y aumenta los transportes? Y yo digo: "¿Quién se los vende?" Está Inglaterra, que hace años no renueva su material de los ferrocarriles, que desde luego tampoco han sido modernizados. Estados Unidos está aún en peores condiciones. Lo mismo ocurre con Suecia, Noruega, etcétera. Y entonces, ¿quién nos va a dar rieles, máquinas, vagones, si los necesitan para ellos? Ustedes dirán que podemos comprar camiones. Los estamos comprando en cualquier parte en que se venden y a cualquier precio. Pero no tenemos combustibles, y ese es un problema pavoroso. ¿Qué haríamos con una hermosa cosecha que pudiéramos pagar a 20 pesos, si ustedes tuviesen que quedarse con ella en la chacra, sin vender? Los problemas que el Estado tiene que resolver son un poco más graves del que aparentemente se observa. Se han hecho una serie de cargos totalmente injustos. No vamos a salir con que queremos depreciar nuestra cosecha anunciando nosotros cuestiones pesimistas; no queremos influir sobre la posibilidad de que algunos chacareros sean explotados por hacer nosotros declaraciones pesimistas respecto a la actual cosecha. Preferimos callarnos y soportar las críticas injustas que se hacen. Con referencia al Plan Quinquenal, se ha llegado a decir que les estamos sacando la plata a los chacareros para convertir el dinero en industrias. Esto es incierto, es injusto y voy a probar con pocas palabras la verdad de mi afirmación. Cuando Rusia puso en ejecución el primer Plan Quinquenal, creó la industria pesada. El resultado de ello fue que todos los recursos del Estado se volcaran hacia las ciudades para crear la gran industria siderúrgica y pesada de producción de vehículos y de todo orden. Ello trajo un empobrecimiento del campesinado ruso, porque se estiró la cuerda hasta límites inconcebibles. El resultado fue la primera revolución de los kulaks, que abandonaron las chacras. Los rusos solucionaron el problema poniendo tropas en el camino y abriendo el fuego sobre las caravanas de los que abandonaron la labor. Los que no quedaron en los caminos volvieron a la chacra y los que quedaron fueron reemplazados. He estudiado minuciosamente esos planes quinquenales y es lógico que no fuera tan torpe que deseara reproducir en la República Argentina los mismos problemas que en Rusia. ¿Cómo se resolvió eso? Simplemente. El Plan Quinquenal no utiliza para su financiación un centavo que provenga del campo y que no vuelva a él. Para la industria no se emplea un solo centavo del campo, porque se hace a base de capital privado. El Estado no da un solo centavo. El dinero que viene del campo para la realización del Plan Quinquenal vuelve al campo en obras. Analicen ustedes cuáles son los problemas fundamentales: de construcciones, de transporte, que sirven tanto al campo como a las ciudades; de combustibles, que sirven tanto al campo como a las ciudades; agua, riego, diques, que sirven solamente al campo; hidroelectricidad, para dar al campo la energía eléctrica barata y para que puedan descentralizarse las industrias, a fin de que vayan a instalarse en las zonas de producción, lo cual va en beneficio único y directo del agro y no de las ciudades. El último problema es el de la vivienda, que se refiere tanto a las ciudades como al campo, y que no se financia con fondos del Plan Quinquenal, porque las casas se van a financiar por el sistema bancario. Lo que el sistema bancario va a hacer es ofrecerles casas baratas en las mejores condiciones y adelantarles el dinero para que puedan construir y pagar a largos plazos. De modo que ese tampoco es dinero que venga del campo. El resto de las obras públicas a realizarse corresponde al presupuesto nacional normal. Si ustedes analizan esto se darán cuenta que si algún beneficio hay en el Plan Quinquenal es para el campo y no para las ciudades. Lo he prometido antes de hacerme cargo del gobierno, cuando era candidato: no he de gobernar para la ciudad sino para el campo. El Plan Quinquenal es exclusivamente dedicado al campo. Es la realidad que nadie puede negar porque basta leer el plan para ver que en la ciudad no hay un centavo que provenga del campo. La creación de la industria, repito, no es estatal sino a base del capital privado. Al analizar esto me asalta el recuerdo de cuando fue necesario subvencionar al agro. Cerca de mil millones pagó el Estado para que los chacareros no perdiesen sus cosechas o fuesen remunerados convenientemente. Esos mil millones no se le quitaron de nuevo al agro y se pagaron con diferencias de cambio, que provenían de las ciudades y no del campo. Los pagaron los industriales. Pero no deseo hacer cuestión de diferencias entre el agro y la ciudad. Dentro del cuerpo de la República todos debemos estar listos para hacer un sacrificio por los otros cuando sea necesario. Ese es el espíritu de solidaridad que debe existir dentro de la Nación, entre todos sus hombres, sea cualquiera la actividad a que se dediquen. He querido presentar este panorama para colocarnos en la exacta situación y para que partamos de bases justas para cualquier apreciación. Es indudable que el gobierno está decidido a estudiar cualquier problema; pero no está decidido a proceder con injusticia con unos ni con otros, ni en prestarse a engaños de ninguna naturaleza ni a proceder con engaños. Hubiera sido simple para el Gobierno, si deseara proceder tortuosamente, no comprar la cosecha en forma directa sino constituir un monopolio, cosa que al Estado le es sumamente fácil, bajo el nombre de Juan Pérez; y hubiera podido hacer con los chacareros lo mismo que Bunge & Born y demás acopiadores. ¿Quién habría podido decir algo al gobierno? Con esta ventaja: que desde el gobierno yo le hubiera podido dar derecho de exportación al que se me hubiera ocurrido. Hubiera ganado no 2.000 millones sino 10.000 millones, porque hubiera tenido el monopolio total. No hubiera sido el Estado sino Juan Pérez. Pero no estamos para hacer esas trapisondas ni para realizar esas clases de combinaciones. Hemos preferido que el gobierno comercialice, porque sino, quién sabe dónde llevarían las consecuencias. En esta forma, el gobierno puede garantizar un tipo más uniforme de precios durante un tiempo relativamente largo, cosa que no le va a proporcionar nadie y menos aún los consorcios acopiadores, sobre todo si dejan a la libre comercialización. El gobierno no tiene inconveniente en dejar la libre comercialización, pero los problema que se van a presentar...
MIGUEL MIRANDA: Vean lo que pasa en Londres ahora.
PRESIDENTE PERÓN: Si nosotros obtenemos algún beneficio, ustedes lo van a conocer, porque se va a publicar en forma absolutamente clara cuál es el beneficio del Estado. Si nosotros quisiéramos obtener ingresos nos bastaría con poner impuestos -y este es el primer gobierno que no ha establecido ninguno nuevo- que ustedes pagarían sin darse cuenta, y que nos daría diez veces más que con la comercialización, sin beneficio ninguno para ustedes, que quedarían abandonados a su suerte. El Estado no quiere eso. Sería muy fácil aplicar impuestos, aunque no sea en forma directa, aplicándolos al que vende, al que compra o aumentando el impuesto a los réditos. No serían mil sino dos o tres mil millones de pesos los que obtendríamos. ¡Pero verían ustedes a qué precio llegaría el cereal! Eso se podría hacer con un simple artículo perdido en una ley y nadie se daría cuenta. Pero nosotros no queremos entrar en eso, porque deseamos obrar rectamente y que todo el mundo sepa que esos no son los métodos que queremos aplicar. Ustedes pueden argumentar que en este momento podrían obtener mayores beneficios que los que obtienen. De acuerdo; pero yo, al garantizarles a ustedes que no van a obtener beneficios extraordinarios, les garantizo a la vez que en el futuro tampoco van a tener perjuicios extraordinarios. Yo voy a asegurar la previsión; y eso lo hemos discutido muchas veces con el señor Miranda que está de acuerdo y coincide totalmente conmigo. El chacarero no es previsor, y si gana 50.000 pesos este año, el año que viene no tendrá sino pocos centavos. El Estado debe tener presente eso, asegurar una previsión para que si bien no tenga beneficios extraordinarios tampoco sufra perjuicios extraordinarios. ¿Cómo se puede hacer eso? ¿No se han dado cuenta ustedes que el Plan Quinquenal, que la gente cree que lo tiene que pagar, no obliga a pagar nada? ¿Cómo se financia el Plan Quinquenal? Lo primero que necesitamos es tener un fondo para poder trabajar, pero ese fondo no se gasta porque el Plan Quinquenal no tiene obras improductivas. Todas las obras del Plan Quinquenal son obras productivas. Dirán ustedes que el Salto Grande va a costar 450 millones de pesos. Es cierto, pero ¿quién lo va a pagar? El que use la electricidad, que además la va a pagar mucho más barata que ahora. Ustedes podrán poner el caso de un dique que no se pague en esa forma. No somos tan ingenuos como para dejar que la plusvalía de un terreno que vamos a regar con las aguas de un dique que construyamos la explote o la disfrute el terrateniente dueño de esa tierra. Expropiaremos toda esa tierra, al precio que valga sin estar regada y la venderemos al precio que valga después de regada. Con eso se paga barato y se vende ganando dinero. Y se entrega la tierra, sacándola del poder de un monopolio. Cualquier otra obra que ustedes puedan imaginar dentro del Plan Quinquenal yo les puedo demostrar que no cuesta un centavo. Por no haber hecho un gasoducto estamos perdiendo medio millón de pesos por día. Una vez hecho, el Estado gana ese medio millón.
MIGUEL MIRANDA: Se paga en siete años lo que se gasta en él.
PRESIDENTE PERÓN: Nadie que haga grandes negocios tiene mucha plata. El secreto es hacer las cosas sin plata, porque teniendo mucha, es fácil hacerlas. Hay una financiación natural en cada una de las grandes obras, y eso es lo que se trata de hacer. Los que creen que con ese fondo se van a pagar el Plan Quinquenal están equivocados. Ese fondo es el equilibrio de los productores, de los industrializadores y de los comerciantes, cuando ellos necesiten que el Estado los ayude. Que no ocurra como otras veces en que para ayudar al comercio, a la industria o a la agricultura, hubo que hacer un empréstito de mil millones de pesos y así nos fuimos endeudando hasta llegar a los 12.500 millones que debíamos cuando nos hicimos cargo del gobierno después del 4 de junio. Hoy no debemos un solo centavo al extranjero. Hemos comprado los ferrocarriles, los teléfonos y todas las usinas de gas; estamos comprando las usinas hidroeléctricas, que vamos a seguir comprando, y, además, tenemos dinero para comprar mucho más. Recibimos 150 toneladas de marina mercante; hoy tenemos un millón de toneladas, que hemos pagado al contado rabioso.
MIGUEL MIRANDA: Eso es para ayudar al campo.
PRESIDENTE PERÓN: Efectivamente. Es la libertad económica que estamos conquistando. Esa libertad hará que cada uno de los argentinos, esté en el campo o en la ciudad, sea productor, industrial o comerciante, tenga unos pesos más en el bolsillo, es decir, los pesos que nos han estado sacando de todos lados durante un siglo. Piensen ustedes que la palabra libertad económica no es una linda frase "pour épater les bourgeois" como dicen los franceses. Representa dinero contante y sonante. ¿Qué es la libertad económica en este caso? Son los dos mil millones de pesos de diferencia que representa la comercialización anual de la cosecha que antes iban a las casas centrales de los grandes consorcios que ustedes conocen mejor que yo por haber sufrido sus consecuencias. Ese dinero queda ahora en el país. Representan los 1.500.000.000 de pesos de fletes que se han estado perdiendo por falta de una flota mercante y casi otro tanto de seguros y servicios que han estado ustedes pagando para sus cereales; de reaseguros, de fletes ferroviarios, etcétera, etcétera. Todo esto importa casi cinco mil millones de pesos anuales que quedarán en el país, cuando todo nuestro programa esté cumplido. Piensen ustedes lo que eso significa en diez años y digan si las palabras independencia económica no representan unos cuantos pesos más para todos, desde el peón al potentado. Eso no se puede hacer en tres ni en cuatro meses. Es todo un programa a cumplir. Recuerden que en 1810, para obtener la libertad y la independencia política del país, se peleó durante veinte años y murieron miles y miles de hombres. Nosotros estamos viviendo la segunda etapa, no menos importante, porque de nada vale la independencia política sin la independencia económica. ¿No podemos, entonces, hacer un pequeño sacrificio para enfrentar esa lucha, que tiene tanta importancia, como la que enfrentaron los guerreros que nos dieron independencia por las armas? Esta es otra guerra y si aflojamos ahora no seremos libres nunca económicamente y por lo menos por otro siglo no se volverá a presentar a la República la oportunidad de ser libre. Esto vale la pena de que nos exija un pequeño sacrificio por parte de todos. Yo soy pobre como una rata, no me guardo un peso en el bolsillo y estoy aquí desde las seis de la mañana hasta las diez de la noche. El señor Miranda tampoco tenía para venir, ya que es un hombre que tiene tantos millones que no los puede contar. Está aquí perdiendo plata, sacrificando sus intereses, para estar también desde las seis de la mañana hasta las diez de la noche en el Banco Central. No lo hace por ambición de dinero. Es un hombre que tiene treinta fábricas y no sé cuantos millones de pesos y me dicen que cuando le ofrecen coimas para cualquier negocio les contesta: ¿quieren que viva comiendo papeles de mil pesos hasta que me muera? Esto no se puede decir en los diarios pero es la realidad. Tenemos el Banco Central lleno de oro y no sabemos donde poner más. Los pasillos están llenos de pilas de oro. Tenemos congelados dos mil millones de pesos para no aumentar la inflación. Estamos luchando como en un comando en jefe, porque al país se lo había gobernado políticamente hasta ahora. Nosotros estamos gobernando económicamente. El país es como un gran comercio y quien crea que es un gran comité se equivoca y lleva a los argentinos a la ruina. A mí los comités y la política no me importan. Me importa la economía del país. Por eso no atiendo a los políticos sino la parte económica del país, porque es la única manera de hacer felices a los argentinos, dando un porvenir más brillante a la Nación. Hay mucha incomprensión, pero también estamos acorazados contra ella. Sabemos también que hay mucha política y que al campo lo están agitando políticamente. Se está estudiando la cuestión del maíz. Los hombres que han dirigido esa agitación me consta que saben mejor que nosotros qué es lo que pasa con el maíz, cosa que ustedes tampoco saben. Cuando se produjo el conflicto del maíz, este valía 17 pesos hace dos meses. Miranda, que no es lerdo ni perezoso, pensó en aprovechar el asunto y dejó que corriera la agitación y se encargó de difundir por el mundo la voz de que la cosecha del maíz argentino se perdería porque los chacareros se habían levantado y no recogerían la cosecha. Una semana después el maíz valía 25 pesos. Y dicen que no defendemos los precios de los chacareros. Eso lo hacían antes los acopiadores en perjuicio de los chacareros. Nosotros lo hacemos en su beneficio y Miranda dice que no lo va a vender hasta que llegue a 30 pesos.
MIGUEL MIRANDA: Puedo vender solamente la mitad, no puedo transportar más.
PRESIDENTE PERÓN: El gobierno tiene que pagar la cosecha del maíz íntegra y vender solamente el 50 por ciento, y el otro 50% revenderlo a seis pesos para las gallinas y los cerdos, porque sino se perderá en los trojes. Después de esto, ¿merecemos que se produzca la agitación que se está produciendo en el campo?, ¿que se diga que no se va a levantar la cosecha? Sí que esas son tonterías.
MIGUEL MIRANDA: Si levantan sólo la mitad, nos hacen un favor.
PRESIDENTE PERÓN: Nos resuelven el problema del transporte. Pero no, hay que levantarla toda. Ese maíz, en cuya venta perdemos el 50%, lo van a recibir los que tengan cerdos, gallinas y de ese modo el pueblo todo podrá comer pollos y huevos a un precio reducido y no como ocurre actualmente. El problema es más complejo de lo que parece, sobre todo para los que tenemos que mirar el mercado internacional y el mercado local. Para nosotros sería más simple dejar la libre comercialización y obtener los recursos de impuestos que se pagan sin darse cuenta. Dejaríamos la libre comercialización y que cada cual se agarre como pueda, Prefiero soportar la injusticia y soportar todo antes de hacer las cosas mal hechas. Yo les aseguro a ustedes que ganaríamos el doble de lo que puede ganar el gobierno, pero perderíamos la mitad de la cosecha, subirían los precios del consumo y también el costo de la producción. Tenemos también lo que ha pasado con el lino, que es otra cosa muy interesante. ¿Cuánto vale hoy el lino y cuánto ha valido en la historia del agro argentino? ¿Cuáles son las causas de las diferencias de precios? ¿Que el Estado se beneficia? ¿Con cuanto? Con mucho menos de lo que se beneficiaban los antiguos acopiadores cuando se hacía la libre comercialización.
MIGUEL MIRANDA: La Argentina, junto con el Uruguay si hubieran dejado libre comercialización, no hubieran cobrado 20 pesos.
UN CHACARERO: ¿Y eso de los 90 ó 100 pesos? MIGUEL MIRANDA: Los 112 pesos se refieren al aceite de lino; es por haberse industrializado.
PRESIDENTE PERÓN: Diré solamente dos palabras sobre la reforma agraria. He querido conversar algo de eso, más para que ustedes sepan y digan a sus compañeros que no somos torpes ni ciegos. Estamos viviendo una situación perfectamente clara, sabemos a donde vamos y tenemos nuestros planes absolutamente bien establecidos. Pueden llevar la convicción absoluta de que estamos logrando no solamente un gran beneficio en el presente sino asegurando enormes beneficios para el futuro, que es lo que nos interesa. El dinero que pueda ganar el gobierno en la comercialización de la cosecha volverá al campo en una u otra forma, distribuido proporcionalmente. Nosotros no nos quedaremos con un centavo. El señor Miranda saldrá menos millonario y yo, que entré pobre, saldré igual.
UN CHACARERO: Con una riqueza mayor que el mismo dinero.
PRESIDENTE PERÓN: Es la única que me interesa. Nunca he dejado de cumplir con mi palabra. Nadie puede decir que yo haya prometido algo que no haya realizado. Si me he equivocado, en el momento oportuno he confesado el error. Pero el que por primera vez en la Argentina se animó a decir que la tierra debía de ser para quien la trabajara y que debía dejar de ser un bien de renta para ser un bien de trabajo, he sido yo. Lo pensaron muchos, pero les faltó valor porque al decirlo se sabía que se ponía frente a las fuerzas más poderosas del país. Si me he animado a decirlo, se imaginarán que estoy más animado a realizarlo. No puedo realizar en un mes lo que no se ha realizado en cincuenta años. He estudiado profundamente este problema. Conozco desde la enfiteusis de Rivadavia hasta la ley 12.636 perfectamente, al detalle, y el primero que dijo que esta ley era un escarnio para el chacarero fui yo. Es una ley trampa, hecha quince días antes de la elección. A mi ya no me interesa que me voten ni los chacareros ni los de la ciudad. No se puede ser rey ni emperador, de manera que mi ambición como ciudadano está colmada, si fuera ambicioso, pero he venido aquí más por obligación. Muchas veces he dicho que no quería saber nada de esto. Dije alguna vez que si hubiera de cumplirse la ley 12.636, para dar en propiedad las tierras a los arrendatarios, con los diez millones de pesos anuales que la ley asigna, se necesitarían mil años. El problema es claro y no se necesita ser doctor en leyes para comprenderlo. Basta con saber leer y escribir. Hemos estudiado el sistema y hay una sola solución: resolver la parte financiera de la operación, y eso se hará mediante los bancos. El chacarero que quiera comprar su tierra a las sociedades anónimas, por ahora, y después a todo el que tenga tierra de más o que no la trabaje, podrá hacerlo. Hay que seguir un programa y un ritmo, porque no es bastante decir esto y solucionar la financiación, sino que además hay que tener un corazón bien puesto, porque la lucha es fuerte y los enemigos son poderosos. Para eso necesito la unidad del agro, de manera que el campesino será dueño de la tierra o no lo será, según esté o no unido y decidido. Lo mismo me ha ocurrido con los obreros urbanos. Ellos están mejor. Han conseguido sus conquistas, viven mejor y vivirán cada día mejor. Tienen autoridad, tienen poder, porque están unidos y son solidarios con la obra de gobierno y lucharán si es necesario por conseguir los postulados por los que tanto hemos bregado. ¿Por qué el agro va a desertar ahora? El debe ser el artífice de su propio destino. El tendrá lo que debe tener pero tiene que conseguirlo por si mismo, no se lo voy a conseguir yo, ni Dios. Deben estar unidos y solidarios, y cuando haya necesidad de hacer sacrificios lo haremos todos. El agro resolverá sus problemas con sus propias fuerzas. Nada se consigue si uno no se dispone a conseguirlo. Por eso me da pena ver a los agitadores recorriendo la campaña, induciéndolos a que trabajen por su propio fracaso. Eso tienen que combatirlo todos los chacareros, porque si llega el momento yo soy capaz de entregar la tierra que ocupan y un fusil para que la defiendan. Esperemos que no sea necesario entregar la tierra y los fusiles. Esperemos que el programa pueda realizarse ordenada y pacíficamente pero para eso necesito tiempo, y, sobre todo, la ayuda y el apoyo de todos. Entonces tendrán todo lo que anhelan, resuelto en tiempo, con justicia y sin perjudicar a nadie. No es necesario hacerlo, perjudicando ni a los terratenientes ni a las sociedades. Se les pagará lo que vale, hasta el último centavo. Ni explotación para unos, ni explotación para otros. Cada uno podrá ser dueño de su tierra pagando un porcentaje de su propia producción, lo que es el anhelo de los chacareros. Ese anhelo se cumplirá, pero, señores, paciencia y tiempo y, sobre todo, unión y apoyo a la obra, porque sino, yo solo no lo puedo hacer. ..................... |
1947-04-08 | En el acto realizado en la plaza Independencia de la ciudad de Mendoza | Compañeros mendocinos: ¡Bendita sea Mendoza!, y ¡bendita sea, porque ella tiene esos Andes maravillosos, testigos, al correr de los siglos, de la grandeza de nuestra tradición y de nuestras glorias! ¡Bendita sea Mendoza! por su trabajo fecundo, que ha levantado este oasis en el desierto de la patria vieja, y bendita sea por ese maravilloso pueblo que le está dando la fecundidad que la naturaleza esconde en sus entrañas Hace ciento treinta años, este mismo pueblo, que no ha perdido a través del tiempo y la distancia sus virtudes, armó el brazo de la patria para llevar la independencia a medio continente americano. Ningún argentino puede nombrar a Mendoza sin sentir en su corazón hervir la sangre del criollo que dejó su osamenta desparramada en todos los campos de América. Por eso, cuando hace cuatro años abandoné esta tierra maravillosa, solamente con mi fe y mi patriotismo, para luchar por el bien de todos los argentinos, dejé aquí la mitad de mi corazón; porque este pueblo, cuando se comparten breves días con él, gana el corazón a los hombres por el resto de su vida. Sé bien el privilegio que tiene los mendocinos de vivir en estas tierras, porque hoy, con el sol por testigo, bajo el cielo inmenso de esta patria generosa y grande, siento también yo el privilegio de compartir breves momentos con vosotros, pueblo trabajador, que en el significado de los viejos aforismos romanos representaba la más alta grandeza del Estado. Ellos conquistaron la grandeza económica y los grandes imperios de la tierra, pero en estos momentos nosotros estamos ocupados en una tarea más importante que es la de conquistar para esta patria tan querida la independencia económica que hace cien años estamos esperando. Cuando pido a los argentinos trabajar, cuando pido producir, sé bien que estoy imponiendo un sacrificio. Pero echemos la mirada atrás y pensemos en esos mismos criollos que montaron aquí sus cabalgaduras en número de miles para descender al pie del Chimborazo doce granaderos. Pensemos que ellos, para ofrecer la libertad política de esta patria, expusieron su vida a todos los sacrificios. Nosotros, en estos tiempos, no ofrecemos la vida; ofrecemos el esfuerzo, el trabajo para conquistar una libertad y una independencia que es más preciada que la política. Gran diferencia hay entre nuestros actos y aquellos a que nos tenían acostumbrados desde largo tiempo. Nosotros decimos que es necesario conquistar esa independencia económica, y que después de ella cada argentino tendrá un poco más de felicidad y unos cuantos pesos más en el bolsillo. ¿Qué vale esa independencia? Algunos dicen que somos unos charlatanes; que sólo hacemos promesas y discursos. Nosotros les hemos contestado elocuentemente, haciendo en un solo acto argentinos hasta el último kilómetro de ferrocarril; les hemos contestado haciendo argentinos en un solo acto todos los teléfonos del país; les hemos contestado haciendo argentino todo el dinero de esta tierra, que no lo era; les hemos contestado realizando una justicia social jamás vista en esta tierra y muy pocas veces vista en ninguna tierra del mundo; les hemos contestado con todas las medidas de argentinización y no saben todavía con cuantas otras cosas les vamos a contestar en el futuro. Trabajadores mendocinos: Sé bien del esfuerzo inteligente que ustedes realizan; por eso he querido recorrer estos 1.200 kilómetros para abrazar contra mi corazón a esta inolvidable Mendoza. He querido venir a compartir la fiesta de la vendimia mendocina, donde las mieses sabrosas de esta tierra privilegiada van a ser bendecidas para que Dios nos siga arrojando a raudales, como hasta ahora, esta riqueza que hemos de emplear bien y repartir dentro de la más absoluta justicia distributiva. No olvidéis que nunca hemos prometido en vano y no hemos de descansar hasta el día en que la última pulgada de tierra sea realmente de quién la trabajó. Trabajadores mendocinos: Conocemos la maniobra artera de aquellos que no supieron construir sino destruir. Sabemos bien de quienes, a la vuelta de cada camino, se encuentran agazapados, con las peores intenciones. Pero en la lucha nadie está exento de que el adversario emplee las malas armas. Nosotros no hemos de luchar con ellos y menos aun violentamente. Los hemos de aplastar con la eficiencia de nuestras medidas. Los hemos de destruir con la elocuencia de nuestros hechos y así, cuando el futuro les haga rememorar los días idos, ellos han de sufrir el castigo en la vergüenza de saber que se opusieron a esto. Hemos dicho muchas veces: "que cada uno sea el artífice del destino común, pero que nadie sea instrumento de la ambición de nadie". Esa es nuestra máxima de acción. Por eso, cuando yo pido a mis compañeros trabajadores que pongan el hombro a ese trabajo fecundo, les estoy diciendo que trabajen para ellos y que no permitiré jamás que un solo argentino trabaje para otro que consuma sin producir. Han pasado los tiempos en que se podía vivir a costillas de los demás; aquí hemos de trabajar todos y todos han de rendir. No hemos de admitir en el futuro que exista la miseria en medio de la opulencia y que nadie sea tan importante que pueda vivir del trabajo de los demás. Hemos de ir imponiendo, desde arriba y con el ejemplo, esta conciencia, para que todos trabajen en la medida de su necesidad, de sol a sol si es preciso; pero que no haya ni explotación ni miseria, ni aprovechamiento del bien ajeno. Trabajadores mendocinos: Podéis estar seguros de que ninguna conquista se obtiene de la mañana a la noche. Hemos trazado el rumbo; hemos iniciado la marcha hacia un objetivo determinado. Vosotros mismos habréis de conseguir esa victoria, la mejor que pueda alcanzar un hombre libre: saber que trabaja para su tranquilidad, para la tranquilidad de sus hijos y, por sobre todas las cosas, para la grandeza de esta patria inmortal que tanto amamos. Compañeros: Sé bien que no es necesario insistir ante vosotros, que habéis demostrado al país cuáles son las virtudes de vuestro acendrado patriotismo y cuáles son las cualidades extraordinarias que rendís con el trabajo. Yo solamente quiero rendir mi homenaje de argentino y de descamisado a esta masa trabajadora y sufriente que es la única que tiene derecho a decir "la patria es mía", porque la está conquistando diariamente con su trabajo. Estáis defendiendo y construyendo vuestra patria, más vuestra que de ninguno. Que nadie desfallezca en la marcha; que nadie afloje en el esfuerzo y el destino ha de depararnos la felicidad de decir, a través de los tiempos, cuando esta patria inmortal pueda lucir las oriflamas de su gloria y la grandeza de su economía que la generación de descamisados de 1943 mereció el bien de la patria porque supo vencer la ignominia, porque supo sobreponerse al materialismo de la época y porque supo dar a su descendencia un ramo más de laurel, para agregarlo a la corona inmortal que nos legaron nuestros grandes de Mayo y de la Independencia. ................. |
1947-04-09 | En un acto realizado en la Universidad de Cuyo organizado por el Instituto del Trabajo | Compañeros del Instituto del Trabajo: A pesar de las múltiples ocupaciones y compromisos de estos momentos, no he querido faltar, siquiera sea por algunos instantes, a esta magnífica demostración que demuestra que nuestras doctrinas no han caído en tierra estéril. He de felicitar, en nombre de la Nación, en primer término, al gobernador de la provincia de Mendoza, al señor Interventor de la Universidad y a los señores profesores que dictan cátedra en esta casa, como así también felicito a todos ustedes porque tiene la sana ambición de aprender en un país que naciendo a una nueva vida, necesita, más que todos, saber. No me había explicado hasta ahora por qué en nuestro país solo tenía el privilegio del saber determinada clase social, una de mis primeras preocupaciones fue ambicionar que cada argentino pudiera llevar en su mochila el bastón de mariscal, que tantas veces mencionara Napoleón el Grande, en la gloriosa Francia de la Revolución. Siempre pensé que, para que cada soldado lleve en su mochila el bastón de mariscal, es necesario que cada ciudadano tenga una mochila y un bastón. Grandioso espectáculo para una democracia en marcha el que estamos contemplando, porque los hombres grandes de una Nación no surgen de un círculo reducido: salen de entre todos los habitantes de la misma. La Providencia no pone el dedo de su sapiencia sobre algunos individuos de una casta privilegiada sino que lo coloca al azar, sobre cualquier hombre, nazca en palacio o en humilde rancho. La Providencia, con esa sapiencia extraordinaria con que procede, no sabe de privilegios para repartir sus bienes, sino que los deja librados a la justicia que los hombres sepan aplicar para con sus semejantes. Si no hubiese otro índice indicador de que en esta tierra ha reinado la injusticia, este solo hecho demostraría cuan injustos hemos sido hasta ahora al no permitir a todos los hombres tentar idéntica fortuna. Cuando hace poco me visitara el joven Marzoratti, con una pequeña delegación del Instituto del Trabajo, en la Casa de Gobierno, pensé que aquí en Mendoza se habían adelantado a mis propias intenciones. Porque ha sido siempre mi pensamiento la creación en el país de universidades técnicas, que deben ser las futuras universidades del trabajo. A tal efecto, he adoptado ya las decisiones concretadas en un decreto, que se leerá en este acto, y que constituye la contestación que doy a todos estos buenos muchachos, animosos y valientes, que llegaron hasta Buenos Aires para solicitar la consolidación de los destinos de este Instituto del Trabajo, que será la primera universidad técnica del país. Señores: Hemos pensado muchas veces que, cuando un país inicia su industrialización, no puede realizarla solamente con buena voluntad, es necesario un trabajo asiduo, como es también imprescindible realizar un gran sacrificio. La Nación no ha de escatimar esfuerzos cuando se trata de capacitar a sus hijos para hacer grande a esta tierra, por la que estamos dispuestos a dar la vida. ¡Como, pues, no hemos de sacrificarnos! Vamos a crear universidades técnicas a semejanza de esta que ustedes han creado en Mendoza. Aspiramos a que los futuros técnicos que han de tomar la dirección del país, salga de estas escuelas de trabajo y de buena voluntad. Queremos que nuestros obreros, formados en las actuales escuelas de enseñanza técnica, puedan completar su ciclo total de aprendizaje, no teórico, porque sabemos bien cuántos aficionados con diploma de sabio tenemos dispersos a lo largo de nuestro territorio. No olvido que del taller no han salido los males que ha sufrido la República, porque el fracaso de la clase dirigente, que no supo poner en marcha a nuestra patria, no se debió al taller sino a la propia universidad. Esto viene a demostrar que no es suficiente enseñar a concebir, sino que es más importante inculcar el espíritu de realización. Nuestros técnicos del futuro habrán de educar con el ejemplo: en primer lugar, los operarios irán a practicar, concurrirán luego a los cursos de aplicación para salir capataces y sobrestantes, y después seguirán los cursos politécnicos para egresar, entonces, como técnicos especializados. Basta ya, con la experiencia hecha, de teóricos que enseñan a manejar un martillo que jamás tuvieron en sus manos. La escuela que pretendemos crear para el futuro ha de ser la mejor para las generaciones de argentinos que quieran trabajar y no pasarse la vida discutiendo sobre cuestiones que no fueron capaces de encarar y resolver. En la historia de nuestra tierra no fueron los teóricos quiénes alcanzaron las grandes realizaciones. Basta ya de oradores de esquina. Echemos mano alguna vez de los hombres que quieren trabajar, porque la grandeza de la Nación no se cimenta sobre palabras, sino el trabajo que se honra con el sacrificio. Es necesario que en nuestra tierra tomemos alguna vez en serio el trabajo, ya que es lo único que produce. Por eso, cuando Marzoratti, hoy un poco afligido, me fue a ver para preguntarme si yo iba a concurrir a esta demostración, le dije: "Recuerde, amigo, que le he prometido ir, y que cuando el general Perón empeña su palabra no es necesario recordársela". Señores: ¿cómo había de faltar a esta reunión si ella traduce en los hechos mis propios pensamientos, si ella interpreta nuestros propios sentimientos y nos vincula en esta comunión de aspiraciones que constituye la fuerza motriz para la construcción de las grandes obras colectivas? Ustedes, con este acto, me han proporcionado una de las mayores satisfacciones que he recibido en esta primera visita que hago, después de ocho meses de trabajo incesante en un despacho que es de tribulaciones y sacrificios cuando uno interpreta la función pública como ha de interpretársela: para sacrificarse, no para usufructuarla. El señor teniente coronel Castro dará lectura al decreto por el que se incorpora, a los fines de su financiación permanente, el Instituto del Trabajo a la Dirección Nacional de Aprendizaje y Enseñanza de Menores.
Sr. Teniente Coronel Castro - Buenos Aires, abril 9 de 1947. Vista la presentación del Instituto del Trabajo de la Universidad Nacional de Cuyo, y Considerando: Que los cursos que dicta la referida institución se proponen el perfeccionamiento técnico de los obreros de Mendoza; Que en tal sentido viene realizando una eficaz labor, cuyos beneficios repercuten ya sobre más de 3.800 alumnos; Que es conveniente coordinar dicha acción, y secundarla en los planes generales que el gobierno de la Nación ha establecido para la enseñanza técnica; EL PRESIDENTE DE LA NACION DECRETA: Artículo 1°.- La Comisión Nacional de Aprendizaje y Orientación Profesional de la Secretaria de Trabajo y Previsión, oficializará los cursos que se dictan en el Instituto del Trabajo de Mendoza, que encuadran dentro de las finalidades de la ley 12.921, capítulo 76 y 77; Artículo 2°.- La Comisión Nacional dispondrá lo pertinente para que las divisiones comprendidas se incorporen con sus elementos didácticos y personal, cuya situación deberá asimilarse a la de dicha repartición; Artículo 3°.- Comuníquese, publíquese, dése al Registro Nacional y pase a la Secretaria de Trabajo y Previsión a sus efectos." Sr. Presidente.- Para terminar, deseo afirmar de una manera categórica que me llevo tan magnífica impresión de este Instituto del Trabajo, que he de ponerme a trabajar inmediatamente en la organización de una universidad técnica sobre la base de este instituto. Asimismo, puedo afirmarles que no habrá en esta Universidad necesidad que no sea totalmente llenada, a fin de que todos ustedes, hombres de trabajo, que están puliendo su inteligencia a base de sacrificio personal y que merecen por ello el apoyo incondicional de la Nación, cumplan sus decisiones, porque hay una sola cosa que levanta al ciudadano; la seguridad de sentirse capaz de realizar un destino superior al que la adversidad pueda haberle impuesto. Les agradezco la oportunidad que me han dado de saludarles, y les aseguro que allá, en la vieja Casa Rosada de Buenos Aires, estamos trabajando con todo empeño y dispuestos a escuchar y atender cualquier iniciativa que parte de ustedes con un fin constructivo. Esa es nuestra obligación, y la cumpliremos. Entendemos el gobierno, no como un privilegio para sentar nuestros reales donde se nos ocurra, sino para posibilitar a los argentinos que puedan ser más argentinos y mejores argentinos en el futuro. Lamento tener que dejarlos, pero les ruego que piensen que, al abandonar el Instituto del Trabajo, me llevo una intensa satisfacción: la de saber que ustedes están pensando y sintiendo, como así también presintiendo, una nueva Argentina con la que estamos soñando todos los días. Es sumamente grato pensar que empezamos a ser interpretados en todas la extensiones de la patria. Si yo no tuviese la persuasión absoluta de que este fenómeno se está produciendo a lo largo de nuestros casi tres millones de kilómetros cuadrados, pueden tener la seguridad de que no me quedaría cinco minutos más en el gobierno; es sólo pensando en que hay muchos millones de argentinos que piensan y sienten como nosotros, que se puede sobrellevar esta carga que en diez o doce horas de trabajo diario no se puede cumplir satisfactoriamente. Pero antes de irme les pido que sigan adelante, que luchen, porque eso es lo que el país necesita: luchadores y no charlatanes. No sé por que misterio, que agradezco a la Providencia, es que yo me siento más en mi lugar entre muchachos que entre viejos. Y solamente le pido a Dios que en nuestra patria haya muchos viejos que se sientan muchachos, muchos hombres que quieran empezar la vida a los cincuenta años, porque de esos hombres puede esperar el país algo y jamás podrá esperar nada de los muchachos que a los veinte años se sienten ya como si tuvieran cincuenta. Con ese espíritu, entonces, sigan trabajando, sigan luchando, que desde lejos yo les seguiré acompañando con mi pensamiento y con mi corazón. Agradezco nuevamente esta demostración al señor Rector de la Universidad y a los señores profesores, y los invito a que recurran al señor presidente de la Dirección General de Aprendizaje de Menores para solucionar cualquier dificultad que en el desempeño de su cometido se les presente. Pueden tener la seguridad de que, por muchos que fueran los inconvenientes, no bastarán para impedir buscar y encontrar para toda cuestión la solución que corresponda. Piensen ustedes, como nosotros, que existe una obligación superior a todas las demás, cual es la de servir, de una manera directa o indirecta, a la felicidad y a la grandeza de la patria. Muchas gracias, pues, por estos amables momentos. Tengan todos muy buenas noches y sigan trabajando con ahínco y con toda la felicidad que por ello merecen. ........... |
1947-04-09 | En un banquete organizado por las fuerzas productivas de Mendoza | Yo señores, no voy a hacer un discurso, porque siendo ustedes hombres de sentido práctico, más que lindas palabras preferirán buenas razones y porque, por otra parte, siempre he pensado que la verdad habla invariablemente sin artificios. El problema de Mendoza, por obligaciones de mi nuevo oficio, debo verlo con una lenta plana, es decir, encajado dentro de todo el inmenso panorama que representan las actividades de nuestra patria, para no singularizarme y, con ello, quizá, unilateralizar un problema de estado que, por serlo, no puede ser particular ni especial, sino general. Mendoza, que tiene el extraordinario privilegio de su tierra y de sus hombres, vive un momento magnífico de su esfuerzo espiritual y material. He venido observando dentro del panorama nacional como esta magnífica provincia va adelantándose día a día en el concierto que forma con sus restantes hermanas de la Nación Argentina. Ello halaga mis sentimientos de amistad y de cariño por esta tierra, que son comunes a todos los que han tenido la suerte de compartir con ustedes algunos días. Pero, señores, los panoramas locales forman un concierto dentro de los demás, engarzando en ese ritmo de potencialidad que forman todas las regiones de nuestro país. Yo recuerdo algunos años, en una mirada retrospectiva sobre el panorama de la Nación, porque señores, para poder entrever el porvenir es necesario conocer el pasado, vivir el presente, analizando profundamente en sus causas y consecuencias, y entonces comienza uno a ver un poco más allá de los que ven sólo mirando el presente y olvidando el pasado. Largos días de análisis nos han llevado a la posibilidad de abarcar siquiera someramente, el panorama argentino en sus causas y en sus consecuencias. Cuantas veces he pensado sobre la responsabilidad que tiene una clase dirigente dentro de su país, cuantas veces he establecido teóricamente cuales son las responsabilidades que la clase dirigente tiene frente a la historia y frente a la futura grandeza de la Nación. La clase dirigente que no ha sabido resolver los problemas de la Nación no merece empuñar el timón de esta patria que marcha hacia destinos grandes, porque es necesario que los hombres que tomen su timón tengan fija la idea en los grandes objetivos, y la honradez y la fuerza de carácter indispensables para no torcer el rumbo. En muy fácil y muy halagador constituir la clase directora del Estado cuando se la utiliza para gozar y no para sufrir, para holgar y no para trabajar. Parece mentira que se hayan destruido civilizaciones y generaciones de generaciones por esa debilidad de alma human que nos suele inclinar hacia lo fácil o hacia el vicio, frente al trabajo, al sacrificio y a la virtud. ¿Cuál es, señores el problema argentino? El problema argentino, abarca con esa lente plana que hemos hablado que es la condición fundamental del estadista que no cede a pasiones ni cede a unilateralizaciones para poder abarca el problema íntegro ue el tiene que dirigir y gobernar, es solamente un problema de trabajo y de sacrificio. Nuestro país se había conformado con un destino vegetativo; se había conformado con vivir detenido, vegetando, pero era necesario empeñarse en ponerlo en marcha hacia sus propios destinos. Solamente en eso consistía a mi juicio, el problema argentino. Este era un país en que el Estado se conformaba a un presupuesto que era copia un año de otro, con ligeros aumentos que no lo sacaban, sin embargo, de su vida vegetativa, y la influencia de adelanto estribaba solamente en las fuerzas privadas, las que tenían que desenvolver su actividad de empresa frenada por el peso incontrastable de los malos gobiernos. Nosotros no nos hemos querido conformar con el que el país marche: nos habremos de conformar sólo cuando hayamos puesto el Estado al servicio de la economía que haga marchar al país, y lo haga marchar al ritmo más ligero posible, Analizábamos, señores, este problema en 1944, poco tiempo después de la Revolución del 4 de junio y dijimos: "La economía de un Estado podrá ser extraordinariamente fuerte; pero si el desequilibrio social llega a producirse, ha de demostrar cuán frágil es toda la grandeza de su potencialidad económica". Fue por eso que pensamos: Si es necesario poner en marcha este país, si es necesario mayor trabajo y mayor sacrificio, ello deberá ser impuesto a nuestra clase trabajadora irremisiblemente; y, entonces, ¿cuál sería el efecto de una imposición de mayor trabajo y sacrificio a una clase trabajadora insatisfecha? Las consecuencias, señores, eran fáciles de prever. Obligadas aun mayor sacrificio, a un mayor trabajo, hubiéramos sido nosotros quienes precipitáramos a nuestras fuerzas obreras disconformes, justamente disconformes, a una revolución social, a una revolución social en mi concepto justificada. Entonces, señores, no era posible tomar desde el Estado una resolución tal que habría llevado posiblemente a un caos económico-social, frente al cual todo el trabajo articulado en las grandes capitales se hubiera derrumbado en pocos días, sin que ninguno gozara de las garantías que el Estado puede asegurar cuando tales cataclismos llegan a producirse dentro de un país. Antes de imponer ese trabajo y ese sacrifico, que nos llevaría a un aumento de nuestra riqueza, era necesario cumplir una etapa previa: asegurar esa justicia social conformando a clase trabajadora, que es quien comparte con los productores, industriales y comerciantes, la fatiga de todos los días, el sacrificio de todos los momentos. Así se inicia desde la Secretaria de Trabajo la primera etapa de la reconstrucción nacional. Frente a la resistencia de muchos, combatimos duramente en el transcurso de un año y medio para convencer a los hombres que no estábamos trabajando para mal de nadie sino para bien de todos. El problema, señores, era simple. Había que realizar un esfuerzo para mejorar las condiciones de vida y de trabajo de la clase trabajadora, y eso se obtiene, solamente, como todos sabemos, aumentando la riqueza del Estado y distribuyéndola mejor. Para ello es necesario trabajar más, y dijimos que no estábamos inicialmente en condiciones de imponer mayores trabajos y sacrificios. Era necesario recurrir a otro sistema, que es viejo como el mundo: quitarle un poco a los que tienen para dárselo a los que no tienen.
Dirán ustedes que eso no puede ser justo si es permanente. Estoy completamente de acuerdo, Pero señores, había que superar esa etapa. ¿De dónde íbamos a sacar lo que eran necesario para vivir? Fue preciso salvar esa etapa recurriendo a los capitales de todo orden para que es expusieran un poco más en beneficio de un mejor porvenir, que bien saben ustedes que lo han alcanzado, afortunadamente. Salvada esa primera etapa, que sabíamos muy bien que iba a levantar resistencias, vemos que el obrero de buena voluntad, el obrero honrado, está satisfecho con sus mejoras. Y los productores, los comerciantes y los industriales han ganado más en el año 1946 que en 1945 y ganan más en 1947 que en 1946. Señores, esa etapa de desequilibrio ha sido superada. Ahora las circunstancias nos permitirán iniciar el otro método de que hablamos. Los obreros trabajarán más, se sacrificarán más, rendirán más y con ello la riqueza de la Nación irá aumentando paulatinamente. El Estado se encargará de que la distribución sea equitativa para que cada día los productores, los industriales, lo comerciantes y los obreros disfruten de un mayor bienestar físico y moral. Señores: Ése es un proceso simple que se ha ido cumpliendo. ¿Quiénes han ganado con ello? Creo que hemos ganado todos: los que producen, los que industrializan y los que comercian. Todos van aumentando sus beneficios y no dan abasto con lo que producen. El estándar de vida de la Nación se ha elevado normalmente en un cuarenta por ciento. ¿Qué diremos al ver que en el año 1946 se han consumido seiscientas mil toneladas más de trigo en nuestro país? Ello viene a demostrar que en la Argentina, que provee de trigo o medio mundo, había argentinos que no podían comer suficiente pan. ¿Y qué será de la Argentina cuando consigamos cerrar el ciclo económico de la producción, industrialización, comercialización y consumen forma que la Nación pueda consumir el ochenta por ciento de su producción? ¿Qué será cuando los hombres de tierra adentro puedan con sumir lo indispensable para no vivir subalimentados? ¿O es que la plata de un santiagueño no vale lo mismo que la de un inglés o de un norteamericano? Hablamos de la disminución del consumo de vino, pero eso es un problema que está engarzado en todos los demás. Cuando se haya aumentado el consumo de trigo a un millón de toneladas más por año, pueden estar seguros los bodegueros que habremos aumentado en mucho el con sumo de litros de vino per cápita en la República Argentina. Señores, no estoy relatando una fábula; estoy diciendo lo que ocurre en toda la extensión de la República. Ese proceso, que ha de ir acentuándose diariamente, permitirá crear índices de defensa de la producción, que hasta ahora en el país no se ha conocido porque se ha desenvuelto unilateralmente. Algunos creen que el mundo gira en tomo a su finca y no ven sino los problemas que giran alrededor del fruto que él produce. La Argentina es más grande, y el mundo es todavía mucho mayor; la solución o compensación de los problemas de la vida no han de buscarse solamente en Mendoza, sino que ha de hacerse en los tres millones de kilómetros cuadrados de nuestra tierra, en sus catorce millones de habitantes, en los sesenta y cuatro millones de Latinoamérica, en los doscientos diez millones de América o en los miles de millones que el mundo tiene. Hablamos de salir al mundo. ¿Es que esto se ha escuchado alguna vez en la República Argentina? ¿Es que en nuestra tierra no hay hombres que sean capaces de salir a la conquista de su felicidad por todos los mares del mundo, o que es inicuo o anacrónico que pongamos un gaucho al timón, como nos han dicho? Ya demostraremos, dentro de poco, que mientras haya hombres de empresa en esta tierra no hemos de salir a los mares con cien toneladas sino con millones. Hoy, a ocho meses de trabajo, estamos alcanzando el millón de toneladas de bodegas argentinas. Hablamos de salir al mundo, señores; pero, para eso, antes de iniciar una conquista de tal magnitud, debemos conquistarnos a nosotros mismos. ¿En qué consiste esta conquista de nosotros mismos? En la independencia económica. Mal puede nadie pretender ser conquistador antes que ser un ente libre e independiente. Y la República Argentina, triste es decirlo, ha vivido durante más de cien años en un inicuo vasallaje económico, más triste y más deshonroso que el vasallaje político. Algunos quisieran usar la independencia económica, tan mentada, .orno oriflama de su petulancia, o como una linda frase para inscribir en el frontispicio de nuestros edificios. Pero es necesario soñar con los pies adheridos a la tierra; es necesario valorar la independencia económica por su índice económico, no como una linda frase, sino como una realidad materialista de la vida económica de la Nación. ¿En qué consiste esa economía liberada e independiente? Consiste, señores, en una mayor riqueza para la Nación, en una mayor felicidad para cada uno de sus hombres y, como dije ayer, en unos cuantos pesos más en el bolsillo de cada argentino. ¿Como hemos de cumplido? Primero, señores, adquiriendo lo que hoy en nuestra tierra para independizarnos eternamente, y buscar, después, la independencia frente a los demás países del mundo. En lo primero quisiera que cada uno de ustedes conociera toda la lucha que ha representado lo que hasta ahora se ha hecho. Pagar hasta el último centavo de los 12.500 millones con que se había hipotecado al país en veinticinco años de dilapidación de los dineros del Estado ha sido nuestra preocupación. De país deudor hemos pasado a ser país acreedor. Ustedes saben bien lo que pagan en concepto de flete por un vagón de vino de aquí a Buenos Aires. Les aseguro que a corto plazo dejarán de pagarlo; pero sepan que lo que abonan por el flete de ese vagón va a un argentino y no a un extranjero. Lo mismo ocurre con las compañías de teléfonos, con el gas, con las usinas hidroeléctricas existentes en el país. Pero, señores, esa Argentina vendió a Inglaterra por cuatrocientos millones de pesos anuales en carne, pero pagaba en concepto de fletes, servicios, cambios, seguros y preseguros, seiscientos millones. Es decir: para que los amigos ingleses comiesen nuestra carne les pagábamos doscientos millones de pesos por año. , Podríamos analizar diversos aspectos, pero puedo decir que en la comercialización de nuestra producción, en los fletes marítimos, en los transportes ferroviarios, en los seguros Y en otras numerosas filtraciones, el país perdía anualmente entre cuatro y cinco mil millones de pesos que tomaban distintos rumbos hacia distintas partes del mundo. Eso es lo que representa nuestra independencia económica. Y piensen, señores, que cuando San Martín y los demás próceres de nuestra Independencia, desde el más encumbrado hasta el último soldado de nuestros ejércitos, hicieron la independencia política de la Nación, ofrendaron a la Patria su vida, que es lo más que un hombre puede tener en esta tierra miserable. ¿Qué exige hoy el país para la conquista de la independencia económica, tan valiosa como la política? Un poco de sacrificio material a cada uno de sus hijos al que no tiene disponibilidades materiales, que ofrezca su brazo y su corazón para construir una mayor riqueza en esta tierra. Ése es el único sacrificio que el Estado exige a sus hijos. Por nuestra parte, creo, señores, que estamos cumpliendo abnegadamente con nuestra misión. En ese sentido puedo asegurarles que los intereses que ustedes creen que defienden mejor que nosotros, nosotros los estamos defendiendo por ustedes, luchando en lo interno y luchando en lo externo como quizá no se lo imaginan. Puede estar tranquila Mendoza en estos años de las vacas gordas, que si llegan los años de las vacas flacas encontrará la solidaridad y la hermandad del gobierno y del resto de la Nación para ponerle el hombro y corazón en lo que sea necesario. Yo entiendo en esta forma el patriotismo, en la suprema solidaridad de los hombres de una misma Nación. Y pueden estar seguros, persuadidos de que mientras yo oriente la marcha del Estado hemos de acudir presurosos en ayuda de cualquier pueblo necesitado de esta tierra, sin preguntar a quién pedimos ni a quién damos. Solamente lo haremos orientados por .se sentido superior que hace la nacionalidad. Y cuando todos podamos gozar, gozaremos todos, y cuando tengamos que sufrir, también todos sufriremos. No quiero terminar estas palabras sin agradecer profundamente las intenciones que hemos recibido en esta tierra mendocina, proverbialmente culta y acogedora. Pueden estar seguros de que en Buenos Aires, la Casa de Gobierno y nosotros estamos a disposición de cualquier iniciativa que sea constructiva pura el bien común; que estamos allí esperando la cooperación y la colaboración que hemos solicitado a todo el pueblo de la República. Pueden estar seguros de que cualquier iniciativa que sea de bien público será escuchada y agradecida de la manera más cordial, porque estamos tratando de gobernar al país, no sectariamente, ni políticamente; estamos empeñados en convertir un gobierno que ha sido siempre político en un gobierno que sea eminentemente económico, porque las grandes naciones, según el convencimiento, no se hacen desde los comités, sino desde los campos de trabajo. Queremos cambiar ante todo ese panorama de la Nación y hacer de la Argentina, que hasta ahora no ha sido sino un gran comité, un gran comercio, un gran negocio; porque los días que vivimos no son para alardear con lindas palabras y retórica política, sino para trabajar duro frente al surco, que es lo único que hace grande al país. ..................... |
1947-05-01 | En la plaza de Mayo ante la concentración popular en la celebración del día de los trabajadores | Compañeros trabajadores: Este 1° de mayo, el primero desde que me encuentro en el gobierno, lo festejamos como una fiesta incorporada a las grandes efemérides de nuestra patria; lo festejamos como el advenimiento de una nueva era para esta patria tan amada, por la que trabajamos sin descanso, día y noche, si es preciso. ¡Pasan por mi memoria tantos primeros de mayo! Desde 1910, siendo estudiante, he presenciado los primeros de mayo más trágicos de toda la historia del trabajo argentino. Los veo resurgir en 1916, 1917 y 1918, y los veo también mucho después, cuando las masas argentinas llegaban a esta plaza para reclamar justicia, desilusionadas por su destino ingrato; justicia que nunca obtenían, que nunca les alcanzaba. Cuantas veces he presenciado con dolor, a través de mis casi cincuenta y dos años de vida, el desfilar de esa lucha que el proletariado argentino libró, generación tras generación, por afirmar conquistas que no significaba más que la realización de una justicia fundamental y primaria, reclamada por quien trabajaba y todo lo producía, ante la negativa de quien todo lo disfrutaba y usufructuaba. Según afirmaban aquellos viejos políticos, que también usufructuaban el trabajo de los demás, era muy difícil, según decían aquellos "intelectuales ignorantes", como se los ha llamado, alcanzar un equilibrio tal en el que el pueblo no estuviera descontento y los señores que usufructuaban los grandes consorcios tampoco mostraran su disgusto. Sin embargo, para ello solo hacía falta una cosa: decir la verdad, sentir la justicia y estar decididos a dar a cada uno lo que le corresponde, sin perjuicio para nadie y con beneficio par todos; pero, en primer término, con mayor beneficio para la Nación, que viviendo en paz puedo construir, mientras que estando en lucha lo único que puedo hacer es destruir. En este jubiloso 1° de Mayo hemos alcanzado esa paz y esa tranquilidad promisorias. Hemos logrado conformar la conciencia social de nuestro pueblo, donde un gobierno de trabajadores marcha al frente de la columna obrera más grande que pueda haberse formado en esta tierra. Miles de veces me pregunto, ¿como puedo haber hombres que, con un pueblo como éste, no hayan sido capaces de marcarlo y de interpretarlo? Y me pregunto, también, miles de veces, ¿como es posible que hubiéramos llegado a esa época sin que nadie comprendiera que era menester, para seguir adelante, hacer un alto en el camino, reordenar los valores, darle el trabajo lo que le corresponde y cortar los privilegios de quienes nada merecen y todo lo disfrutan? De todo cuanto se ha realizado hasta ahora, creo que nada hay más grande e importante que el desarrollo de la conciencia social en nuestro pueblo, conciencia social que va impulsando hacia el futuro la gigantesca rueda de nuestros destinos. Esa conciencia social, que nace del pueblo y esta a su servicio, es la que los gobiernos tiene la obligación de asentar sobre bases graníticas para que, en el futuro, no pueda presentarse en momento alguno, cataclismo suficiente para hacerla estremecer. Durante casi cuarenta años he prestado mis servicios a la Nación. Durante todos ellos no creo haber hecho por mi país nada más importante que luchar por el desarrollo y consolidación de esa justicia y esa conciencia social. Por eso, al formular la declaración de los Derechos del Trabajador, lo hemos hecho con la convicción de que es menester consolidar definitivamente nuestras conquistas. Solo resta ahora que las cámaras de nuestro Congreso los incluyan en el basamento mismo de nuestra carta constitucional, para que no haya nadie en el futuro que pueda levantarse contra esos derechos. Ellos representan la síntesis más grandiosa de nuestras conquistas revolucionarias. Por ello han sucumbido hermanos nuestros, por ellos han luchado durante vidas enteras los dirigentes de nuestros esforzados y sufridos gremios, por ello lucharemos nosotros hasta el último aliento. Es necesario, entonces, que la Nación entienda que no podrá haber en el futuro nada que pueda conmovernos porque eso derechos del trabajador en la República Argentina representan la médula espinal de toda nuestra organización social. En este 1º de mayo, Día del Trabajo, día de gloria, en que la Nación rinde culto a la suprema dignidad de los trabajadores argentinos, cada uno de nosotros debe reflexionar con la mente impregnada de las glorias y tradiciones de la Nación y con nuestros ojos puestos en el porvenir. Cada argentino tiene la obligación de pensar todos los días en que antes de morir debe dejar una Argentina más grande, más libre y más gloriosa de lo que la recibió. Si pensamos así, si obramos en consecuencia, la patria nos lo agradecerá y nos premiará por ello; pero pensamos que en el futuro la grave responsabilidad que tendremos es que pueda decirse, en el mundo entero, que donde está un argentino está también la Argentina. Queridos compañeros descamisados: No quiero que termine esta fiesta del 1° de mayo, que me hace tan feliz, si decirles que, pese a todo cuanto de nosotros pueda hablarse, si algún día el desaliento cundiera entre nuestros compañeros, recuerden que las causas se ganan luchando; que la causa de la causa de ustedes es la causa del pueblo; que mientras defiendan a la Nación estarán siempre cumpliendo con su deber. Finalmente, en este 1º de mayo, quiero que lleven como último recuerdo de esta maravillosa asamblea de honrados trabajadores, como última impresión de este 1° de Mayo, el gran abrazo que doy a todos, y con ese abrazo de hermano y compañero, la seguridad de que hemos de seguir trabajando incansablemente, noche y día, para que la masa de trabajadoras argentinas sea cada vez más libre y más feliz, y que pueda marchar como una inmensa caravana que va a rogar a nuestros mayores para que Dios siga siempre protegiendo a esta hermosa patria por la que estamos decididos a dar la vida ...................... |
1947-05-16 | Al recibir la Orden del Cruzeiro do Sul : | Excelentísimo Señor Embajador: Al recibir de vuestras manos, excelentísimo señor, el "Collar de la Orden Nacional de la Cruz del Sur", con la que se ha dignado honrar a la Argentina, en mi persona, el excelentísimo señor Presidente de la República del Brasil, general Gaspar Dutra, expreso no sólo el reconocimiento de la solidaridad continental que ello importa, sino los sentimientos amistosos que fortalecen las tradiciones permanentes de cordialidad y de confianza en las relaciones de nuestras dos repúblicas. Es este un instante sumamente grato de mi vida. Habéis puesto de manifiesto con vuestras palabras como son de fuertes los vínculos de nuestra comunidad de origen y raza, y habéis destacado también el valor de la historia común en la evolución y trayectoria de nuestros pueblos. El espíritu de hermandad brasileño argentino es tan real y profundo que él se trasunta en todos los ciudadanos, a través de todos sus representantes y a lo largo de todos sus gobiernos. Bajo los pabellones de América este espíritu de hermandad es siempre una vibración continental. El progreso de ambos pueblos, como contribución a la solidaridad humana, no se ha detenido en los límites del regionalismo hemisférico. Sobre las líneas de nuestras hermanas de América, la acción soberana y vasta de las dos repúblicas ha buscado concretarse en defensa del hombre, como signo esencial del valor integral de la humanidad. Estos esfuerzos son la mejor garantía de libertad y grandeza y la más segura demostración humanística de que, en las tierras americanas, los Estados son sensibles por la suerte y vida de todos los países, así como por el desarrollo constante de la civilización. Es el conocimiento de nuestra historia y el propósito de servirla sin reservas, el que nos lleva a encontrarnos, en este mes de Mayo, de trascendentes evocaciones argentinas, en una ceremonia de paz y trabajo, en la frontera de la patria que se quiere como propia, y en la propia frontera, que será siempre patria hospitalaria para los hombres del Brasil.
Será un fausto augurio de paz tal acontecimiento, realizado sobre una obra que traduce el progreso de América. Nuestros pueblos, excelentísimo señor, repetirán el milagro de la unidad redentora. Sellaremos la colaboración para que los propósitos progresistas de los gobiernos y el destino inigualado de los pueblos se concrete, para bien de América, en la felicidad y grandeza de la República del Brasil y en la grandeza y felicidad de la República Argentina. Argentina y Brasil representan hoy, y lo harán por siempre, a dos grandes países destinados a cumplir una misión en el continente y en el mundo. En ellos se vive un credo democrático. Palpita una fe republicana. Es para sus pueblos conducta sin igual el vivir sin diferencias. La paz, como consagración perdurable de los hombres, es el clima social y político de ambas patrias. Ambos realizarán en concreciones diarias el ideal de libertad integral. La latinidad, con sus virtudes y sus afanes, tiene en Brasil y Argentina, expresiones trascendentes. Los impulsos de la misma naturaleza, que nos une en las fronteras físicas y del mismo mar que nos vincula, nos señala el rumbo común de trabajar por la grandeza y ventura de todo lo que asegure la continuidad histórica de nuestros pueblos y la realización ideal y laboriosa de los dos Estados. Excelentísimo señor Embajador: Agradezco, con la emoción del mandatario, esta honra que me confiere vuestro gobierno. A ella sumo el honor ciudadano que importa ostentar la más alta distinción honorífica de la República del Brasil. Os reconozco en vuestro carácter de Embajador en misión especial para el cumplimiento de tan alto cometido. Es grata vuestra presencia a este gobierno y es grata, también, al pueblo argentino. En esta circunstancia, como en las anteriores de vuestra digna representación, habéis de encontrar la más franca adhesión, la más decidida cooperación. Anhelamos vuestro éxito, que es el éxito de nuestras patrias. Los argentinos somos un pueblo eminentemente emocional. Defendemos los principios del Derecho. Hemos reclamado la igualdad como sistema de convivencia, en lo social y jurídico, y son estos principios los que se defenderán eternamente en la República Argentina. Sabemos bien que ellos son los vuestros, los que se respetan en vuestra patria. Por ello constituyen, al par que las más altas expresiones de nuestra idealidad política, las que corresponden a nuestro espíritu de confraternización en la historia y en el porvenir. He ahí, Excelentísimo Señor, la razón de nuestra unidad y de nuestros comunes ideales. ....................... |
1947-05-21 | En un almuerzo en Paso de los Libres en el agasajo al presidente de Brasil, general Dutra | Excelentísimo señor Presidente de los Estados Unidos del Brasil, autoridades nacionales, militares y eclesiásticas del Brasil y de la Argentina, autoridades estaduales y provinciales brasileña y argentinas, señoras y señores: Es este un acontecimiento continental. En la trascendente historia de América, la vinculación constante de los pueblos determina la realización de estos actos que sirven para confirmar la hermandad en que vivimos en las tierras nuevas de nuestro Continente. Adquiere este acto toda la significación histórica que puede deducirse del mismo. Son nuestros pueblos los que se buscan para unirse en sus realizaciones progresistas. Las insalvables distancias han quedado superadas por la mano constructora y laboriosa del hombre. Terminado el trabajo monumental que ha servido para levantar esta obra, llega el instante de la reafirmación de nuestros sentimientos, que van más lejos que la imaginación, para convertirse en la realidad que nos convoca y que es el lazo indestructible de nuestra amistad. Llego a este encuentro en el que los valores espirituales se consolidan, para estrechar en un fuerte abrazo al pueblo de la República del Brasil, en vos representado, excelentísimo señor. Entrego conmigo la misma adhesión y el saludo del pueblo argentino que también manifiesta su entusiasmo y exterioriza sus sentimientos afectuosos para con vuestro pueblo. Este concurso de pueblos es el que ha convertido en posible la realización integral de una obra ponderable que se incorpora a los hechos concretos de nuestras relaciones. Las razones históricas que afirman nuestra unidad, demostrada desde mucho antes que las epopeyas emancipadoras alumbraran los campos de América con realizaciones inmodificables que orientan el pensamiento continental, estimulan el afán de trabajar por la humanidad de estos estados que integran este magnifico hemisferio. Las razones humanas determinantes de esta confraternización se encuentran en los caminos de la historia. La amistad que nos hemos brindado nace de la firmeza de nuestras convicciones y de los propósitos humanistas que nos alientan. Son comunes nuestros destinos y comunes nuestros anhelos. Existe una armonía histórica que nos impulsa a la confraternización y una vinculación universal, porque ese carácter reviste el pensamiento que nos moviliza y los sentimientos que nacen de nuestra sólida e indestructible conducta. La historia, en su tránsito de acontecimientos ha demostrado que procuramos alcanzar un objetivo concordante. La tradición de nuestros pueblos y de nuestros gobiernos se fortalece con la preocupación de Brasil y de Argentina, en su trabajo de todos los días por la civilización de nuestro Continente. No puede hablarse de las historias de nuestras patrias, sino de una sola historia. Tampoco puede hablarse de impulsos nacionales, sino de un solo impulso americano, porque estos y aquellas sin desconocer las fuertes valores de ambos pueblos, han sido siempre un solo y feliz camino hacia el porvenir. Argentina y Brasil, al asomarse sobre la inmensidad de América, representaron ayer, como lo representan hoy y como lo representarán siempre, naciones hermanas en permanente vinculación de afectos, unidas sus sentimientos políticos y económicos, sociales y culturales, mutuos y comunes, sin rivalizar en nuestras glorias, porque ellos solo son también una inmensa y grande gloria, común. El credo democrático y la fe republicana tienen en ambos pueblos sus expresiones más netas. Sin prejuicios y sin vacilaciones subordinadas a ningún proceso histórico, han procedido siempre en sus determinaciones con la firmeza religiosa de quienes creen que la democracia tiene que ejercitarse con ese exacto sentir universal y humano que da la fe ciudadana cuando se busca la liberación del hombre. Extensos y vastos países, ambos en su continentalidad geográfica, la naturaleza ha volcado sobre ellos dones y riquezas. Ni éstas, ni aquellas han podido movernos ni llevarnos a la quiebra del equilibrio hemisférico, porque en todos los casos el arbitraje como enseñanza y solución serena de las contiendas y diferendos fue elemento vital para la solución internacional de todas estas cuestiones. Fue esa sistematización del derecho un ejemplo y una exigencia del progreso espiritual constante de ambas naciones. Esta es la contribución perdurable del Brasil y Argentina a la paz soñada, a la paz buscada y a la paz consagrada. Cuando los sentimientos políticos y sociales del mundo conmovieron a la humanidad, los ideales de justicia culminaran en sus teorías americanas y las teorías del Brasil político, así como las teorías de la política Argentina sirvieron para que desde ellas surgieran la democracia en la plenitud de su vigencia, en las vivas y ardorosas manifestaciones de su contenido y en la salida histórica de sus instituciones republicanas. Son los destinos del Brasil, destinos unidos con los de Argentina, los de Argentina unidos a los del Brasil, son los de América misma, destinos que se encuentran representados en estas reivindicaciones de virtudes para la latinidad y en esta revalorización de victorias espirituales consagradas en esta grande y noble heredad que es América, dentro de la órbita de un mundo donde los continentes definen y entregan para su concierto las mejores notas humanas. Vivimos en un inigualable continente, donde la franca cooperación de las naciones ha elaborado una experiencia de vida mejor. Se desplazan por nuestro suelo, de clara fuerza civilizadora los principios democráticos que tienen sus raíces en la Constitución de los estados americanos y que realizan su desarrollo en las actividades políticas, para revelar sus secretos y prodigar sus fuerzas legales en la defensa inacabable del hombre en sus manifestaciones de trabajo. La democracia que practicamos busca realizar las jornadas sociales, culturales y humanas, creando un mundo donde la humanidad, renovada siempre, haya puesto término a la indignidad de los días oscuros y donde el trabajo sea la aportación del hombre a la civilización y las energías comprometidas en cada hora de labor, la suma de todas las energías del hombre, extendiendo así a los cuatros extremos del mundo las nuevas concepciones económicas y sociales que quieren hacer de la democracia el clima perfectible de la ciudadanía. Dos pueblos tan estrechamente vinculadas en su evolución, con deberes y responsabilidades ante el continente y ante el mundo, impulsados por una fuerte voluntad de trabajo, tenían necesariamente que vincularse por obras plenas de grandeza. Los lazos de acercamiento eran ya indestructibles. Desde hoy sean aún más fuertes, porque se ha creado una nueva vinculación que consolidan y confirma nuestras relaciones. Hay en esta aproximación de pueblos y gobiernos algo más que el hecho histórico de una maduración política. Esa resultante del triunfo de la democracia en los nuevos horizontes que promueve, nos indica cuales deben ser las líneas del futuro del hombre. Son, pues, lineamiento y orientación de nuestra fe ciudadana las que se refunden en nuestro republicanismo y en nuestra democracia. Sobre una de las fronteras de la Argentina levantamos, en unión de hermanos, para entendimiento de los pueblos y para vinculación cristiana de las generaciones, a fin de hacerlas convivir en la paz y en la confraternidad, la santa imagen del Redentor, monumental estatua sobre los Andes continentales. Así también hemos querido tender en unión de hermanos este puente monumental, símbolo de lo que se quiere dar y expresión de lo que se quiere recibir en ambos casos, amistad abierta, sentimientos fraternos, exteriorización de anhelos comunes en bien de los hombres que vendrán a enriquecer la historia que ya nos pertenece. Esta obra, destinada a certificar la igualdad inviolable de la soberanía de ambos estados, está cubierta por el espíritu de los dos pueblos que en amplia amistad se apoyan en las constituciones de sus republicas, para afirmar preponderantemente los alcances de la libertad y de unidad de cada uno de nuestras naciones en las líneas de una igualación jurídica que no es extraño ni para el Brasil ni para la Argentina. Queda así fortalecida la convivencia, refirmada la solidaridad y estimulada la cooperación con esta obra que constituye la mejor contribución al desarrollo de las relaciones pacificas. Al proclamar las virtudes democráticas de nuestras aspiraciones, las republicas americanas podrán advertir cual es el esfuerzo de quienes anhelan preservar su mundo de los sacrificios de las contiendas. El fin del Estado es la felicidad del hombre quiere de la sociedad, han afirmado las naciones de América. Ellas no conciben que el hombre de América pueda vivir sin justicia y sin libertad. Estos principios, que consideramos esenciales, están robustecidos y acompañados por estas obras de la civilización, mediante las cuales los pueblos pueden trabajar, negociar, transitar y cultivar la educación fortaleciendo también el bienestar material, indispensable al desarrollo de la democracia que propugnamos. La contribución argentina, así como la contribución del Brasil con esta obra, es decisiva para las luchas de la dignificación del hombre. En el desarrollo ideal de la defensa del mundo, es esta manifestación la más rotunda de todos nuestros recursos y nuestra producción han sido sumados y que los aislamientos que podrían perjudicar serán superados. Métodos más fáciles de comunicación están facilitando el intercambio moral y material en acción eficaz e importante hasta la evolución de nuestros Estados. Para las relaciones de nuestros pueblos que exigen vinculaciones más estrechas será fecundo este tránsito que acerca a las ciudades, que identifica a los hombres y que abre las puertas para que por las calles del Continente pasen no solo brasileños y argentinos, sino también el resto de los hombres del mundo. Son nuestros hombres, brasileños y argentinos que penetraran el alma del Continente para conmoverla de manera varonil y los que desde la historia misma del pasado hasta las horas del presente hablan y trabajan para consagrar una economía redentora, una abundancia liberadora y una libertad esencial. Son, precisamente, los hombres argentinos y brasileños, los que mejor han planteado los problemas sociales emergentes de la inmensa red de justicia que impulsan a los seres en sus afanes de sobrepasar las dimensiones conocidas del espíritu, los que hicieron que sus sueños llegaran también a concretarse en las formas nobilísimas del trabajo. Lo dice esta obra de atrevida arquitectura, que por encima de la naturaleza visible, ha querido unirnos sin otro anhelo que el que se polariza en cada poblador sin otro destino que el de asociarnos mutuamente, no solo con los lazos históricos de la frecuentación y del afecto, sino con los íntimos de nuestras más profundas convicciones. No hemos sido indiferentes frente el deseo de vincularnos ni al deseo de encontrarnos en este despliegue de energías que nos impulsan hacia el progreso. Fácil es advertir en nosotros la voluntad sin claudicaciones, de americanos seguros de que en las energías comprometidas en esta enorme obra, cada artesano en su humildad laboriosa o en su dinamismo constructivo trabajo a la sombra del pabellón de su patria y cada gota de sudor fue una construcción secreta y mansa del espíritu de ambas naciones que como riego sublime del esfuerzo del hombre se entregó heroicamente a la manera de aporte popular y multitudinario. La juventud de las almas del Brasil y Argentina, así como el alto propósito de sus pueblos, han hecho que esta obra tenga los contornos monumentales de las obras llamadas a perdurar por encima de las generaciones. Es una muestra positiva del trabajo, es una definición de como se preocupan por el porvenir ambas naciones. Es, asimismo, la demostración de que a las tradiciones históricas de la vinculación nativa estamos abriendo las puertas de las nuevas tradiciones que somos capaces de forjar. Por esta carretera que se abre para el paso de nuestros hombres y de nuestros pueblos, pasará la nacionalidad continental pronosticada por nuestros visionarios y consolidada por nuestros empeños. En el correr de los día, brillantes u oscuros, cualquiera sea el día que viva el universo, por estas carreteras abiertas a la vida de los pueblos pasarán los rumbos nuevos de nuestra historia. Veremos cómo los pueblos levantarán la arquitectura de sus energías y cómo más allá de las inacabables jornadas, el porvenir de ambas repúblicas será una inmensa y colosal manifestación de grandeza. Habrán quedado sepultadas las formas de miseria anacrónica para levantarse en cambio las manifestaciones vibrantes de pueblos florecientes y ricos, y este lugar de América será un rincón de la tierra americana donde eternamente vivirán los principios de la fraternidad. Habrá llegado con la libertad económica, la libertad plena. Los sentimientos que expresa, traducen la franca cooperación de mi gobierno y de mi pueblo para con vuestro pueblo y vuestro gobierno. Excelentísimo señor, si somos capaces de vencer a la naturaleza en sus esquemas telúricos, seamos también capaces de vivir sin fronteras en esta inmensa democracia, donde las afanes son universales y en donde sentimientos son fraternos. Que no se desmienta la tradición ni la historia y que, en cambio, se afirme el principio de una humanidad feliz en un mundo mejor y que las libertades esenciales del hombre, consagrados y nacidas en América tengan, como hasta ayer y siempre, sus pilares fuertes en las tierras nuestros países, que son, en definitiva, una sola patria, ya que América significa eso para la historia de nuestros pueblos y para el porvenir de nuestras generaciones. ............................. |
1947-05-27 | Mensaje del general Perón a la Cámara de Diputados rechazando su ascenso militar | Tengo el agrado de dirigirme a V. H. a raíz de una información aparecida en algunos órganos periodísticos de esta capital, según la cual, dirigentes de distintas organizaciones obreras habrían hecho una presentación a esa H. Cámara, solicitando el ascenso del suscripto al grado de general de ejército.
Agradezco la inquietud de los obreros de mi pueblo, que tantas y tan legítimas satisfacciones me han deparado ya, lo mismo que el eco favorable que, a estar a esa información, habría encontrado la iniciativa en un conjunto de miembros de esa H. Cámara; más en el caso planteado, es indispensable apartarse de los sentimientos puramente espirituales, para no desvirtuar el contenido de principios enunciados en la ley, a la que me propongo firmemente respetar y hacer respetar, para que en último análisis, sirva de guía inconmovible, a una sola línea de conducta inspirada en la justicia y en normas estables. Por esto me apresuro a declinar el honor de un ascenso, el cual debe ser otorgado, como en todos los casos, conforme a las prescripciones de la ley orgánica militar, exclusivamente. No escaparán al elevado criterio de V. H., las razones fundamentales que se oponen a los deseos públicamente manifestados por los dirigentes gremiales, en nombre de sus representados. Entiendo que dichas razones son suficientes y de una naturaleza tal, que en el supuesto de que la iniciativa de referencia prosperara, el Poder Ejecutivo Nacional se vería precisado a ejercitar la facultad de veto, que le acuerda la Constitución Nacional. ............... |
1947-05-31 | En el acto en que Eva Perón recibió un diploma de la Universidad de La Plata | No sé cuantos miles de veces hablé en este mismo lugar y ante este micrófono, pero hoy lo hago con verdadera satisfacción y emoción por encontrarme frente a los estudiantes de la Universidad de La Plata, y, especialmente, ante el núcleo representado por la Unión Sindical. Nuestro movimiento es profundamente humano y profundamente idealista, y si en algún sector de la población ha de tener un verdadero desarrollo jubiloso debe ser en la juventud, cuyo valor más extraordinario presupone, precisamente, la existencia de esa fuerza imponderable de los pueblos que es su verdadera fuerza motriz: la esperanza. La historia marca el pasado; el presente es solo una línea que vivimos, pero el futuro es la inmensidad de todo el porvenir, que es la esperanza de los hombres y de los pueblos. Por eso es que el alma de los jóvenes, enferma de esa inmensidad, es la que tiene los impulsos más generosos, más grandes y más desinteresados. Si nuestro movimiento, que es idealista y humano, no hubiera pensado muchas veces en que ha de prender con vigor en la juventud de nuestro país, habría yo perdido la esperanza de su triunfo en el porvenir. Hoy llegó aquí un núcleo de estudiantes de esa universidad tan cercana a Buenos Aires, universidad un poco barullera y luchadora. Pero los hombres con sentido común y criterio claro no han de anhelar para nuestra patria universidades que no sean bullangueras y entusiastas. La primera conferencia que pronuncié siendo Ministro de Guerra fue en la Universidad de La Plata. Cualquiera haya sido el juicio que esa conferencia mereciera, yo he tenido una enorme satisfacción y es la de que todos las predicciones que allí formulara se han ido cumpliendo hasta el presente, y tengo la amargura de pensar que pudieran seguir cumpliéndose en el porvenir. Por esa razón, guardaré siempre un recuerdo afectuoso e intenso de la Universidad de La Plata. Lo guardare por ese hecho y también porque ustedes, después de tres años, me devuelven la visita, trayéndome con vuestro entusiasmo y optimismo y con la fuerza que vuestra juventud dará a la nueva argentina, la inmensa satisfacción de sentirme acompañado. Como ustedes, yo también anhelo una universidad argentina, que prepare a argentinos para hacer grande a la patria, objetivo con el que han de concordar profesores y alumnos de todas las universidades del país. Todo es cuestión de que nos pongamos de acuerdo en los procedimientos y en la forma de ejecución. De esta manera llegaremos a la universidad a que aspira el señor interventor; de profesores que enseñan, que sepan y que sean capaces de realizarlo; de alumnos que estudien proponiéndose ganar tiempo a las horas y de un cuerpo de profesores y alumnos unidos, que realicen una investigación científica eficiente para orgullo de nuestra patria y para bien de la humanidad. El gobierno pondrá, a tal fin, toda su voluntad para dotar a las universidades de locales adecuados, en forma tal de que nuestra juventud vaya formándose con horizontes más amplios y más luminosos de los que hemos tenido hasta ahora. Pensamos que de esa manera la juventud, que es el tesoro de la Patria, fomentará su espíritu y su inteligencia en un ambiente en que le dé alas por volar en la inmensidad del porvenir a que me he referido. Antes de terminar, quiero agradecerles, también, por la parte que me toca en el gran honor que han conferido ustedes a mi esposa, y pedir a la Divina Providencia que en este viaje que ella realizará al viejo mundo, lleve a la España inmortal de todos los tiempos los sentimientos más generosos de nuestro corazón y el agradecimiento más profundo de los hombres justos de esta tierra que piensan diariamente que, honrándose y honrando a la patria, están honrado también a la vieja España de los colonizadores. Les agradezco, nuevamente, esta visita, que he de devolver a la Universidad con motivo de la colación de grados. Hasta entonces, pues, y los dejo un fuerte y cariñoso abrazo de compañero y amigo. ............ |
1947-06-04 | En la inauguración de la Escuela Casal Calviño, celebrando el aniversario de la Revolución del 4 de Junio de 1943 | He deseado que en este aniversario del 4 de junio se informara al país desde este lugar sobre las numerosas obras que dentro del Plan Quinquenal del Gobierno se inician o se han iniciado en fechas próximas pasadas. He elegido la oportunidad de la inauguración de la Escuela Casal Calviño para hacer ese anuncio desde esta casa, porque a pesar de ser una obra modesta, al lado de las grandes obras que hoy se inician o están en realización, entraña, dentro de ellas, el valor espiritual más grande, que puede servir de ejemplo a varias generaciones de argentinos Esta escuela es la expresión del espíritu social, de la solidaridad, del buen corazón y del agradecimiento hacia nuestra patria, que solo sienten los hombres bien nacidos. Casal Calviño, un hijo de la madre patria, ha querido decir con su gesto a las generaciones futuras que los hombres que trabajan en esta tierra están libres de egoísmos y tienen su corazón abierto a los sentimientos que hacen grandes a los hombres y los diferencian de las bestias que por el mundo andan. Solo así se eleva el hombre sobre su propio género, solo así el hombre demuestra con hechos lo que no podría demostrar con palabras; solo así el hombre llega a ser hombre.
El gobierno, y por su intermedio la Nación entera, rinde homenaje a este hombre honrado y de trabajo que, sobre esfuerzos y sacrificios, fue acumulando esto que en un gesto que lo dignifica ofrece a la Nación como una exteriorización de su buen corazón, y al país como un ejemplo que debieran imitar muchos argentinos.
Por eso he querido hacer el anuncio de la inauguración de estas obras desde este modesto lugar donde los alumnos podrán realizar el aprendizaje que los capacite para actuar en su vida futura y obtener el ejemplo moral que los aliente para triunfar, y que para que cuando triunfen, cada uno de ellos trate de imitar a Casal Calviño.
Señores: he querido también festejar el 4 de junio trabajando, porque es la mejor muestra que el pueblo argentino puede dar de que comprende cual es el fondo mismo de nuestro movimiento. No hay festejo que pueda honrarse de mejor manera que trabajando. Por eso señores el 4 de junio es un día de trabajo.
He querido anunciar desde estos micrófonos cuales son las obras que de acuerdo al plan de gobierno se inauguran hoy, inician su construcción o se encuentran en plena ejecución. Pido disculpas si somos un poco extensos en la enumeración de estas obras, se dará solamente un resumen de ellas, para que el país las conozca, un resumen numérico, porque en la fecha se inauguran los trabajos o están en plena ejecución más de mil obras que pertenecen al Plan Quinquenal. .................... |
1947-06-11 | Conferencia de prensa, comunicado y decretos referidos al alza de los precios | SEÑOR PRESIDENTE DE LA NACIÓN: En primer término, quiero destacar mi agradecimiento al Consejo Económico Social por la labor que ha desarrollado y la colaboración que ella significa para el Gobierno, así como el placer que experimento al ver que los señores comparten la responsabilidad de estas funciones.
En esta oportunidad quiero manifestarles a los periodistas que he de entregarles el resultado a que ha arribado la Comisión que está estudiando la cuestión relativa al abaratamiento de la vida, con las directivas del señor vicepresidente de la Nación. Esta comisión ha llegado a algunas conclusiones en el combate iniciado contra los precios abusivos, la especulación, el agio. Creo que la tarea en dicha comisión se ha encarado bien, pues no se ha ido a buscar a las hormigas que andan sueltas, sino que se fue al hormiguero, es decir, no se ha ido a buscar una solución de paso, sino una solución fundamental, para no andar persiguiendo a pobres hombres que andan por ahí negociando; en cambio, se ha encarado la tarea para tomar las medidas adecuadas para poder desarrollar bien la labor y saber a que atenerse en esas cosas.
Estos decretos, que son cinco en total, llevan ya alguna solución que creemos ha de ser definitiva. Por eso, felicito especialmente al señor Vicepresidente y al señor Secretario Técnico así como a todo el Consejo Económico Social por haber llegado a una solución que contempla todos los aspectos del problema, sin la oposición de los industriales, de los comerciantes, ni de las demás fuerzas que intervienen en este problema.
En un comunicado que daremos a la prensa de inmediato se explica en detalle todas estas cuestiones. -Dentro de un par de horas los representantes de la prensa recibirán el comunicado que resumen con detalles la tarea realizada, Se trabajó bien, porque no se pude ir a perseguir a las hormigas sueltas, sino que se ha ido derecho al hormiguero. Hemos ido a las medidas del fondo, y los cinco decretos, cuyas copias les va a entregar el Dr. Figuerola a las 22, lleva algunas soluciones, que creemos serán definitivas. Sólo me resta felicitar al Dr. Quijano, al secretario técnico de la Presidencia y a todos los miembros del Consejo, así como a los comerciantes e industriales en general, pues la tarea a que hemos dado cima en esta primera parte, se ha cumplido sin oposición de industriales, comerciantes ni otra ninguna.
SEÑOR VICEPRESIDENTE DE LA NACION: Si me permite. Yo quiero hacer una aclaración, y es la siguiente: desde luego, dejo constancia de mi profunda gratitud hacia su gentileza, señor Presidente, pero yo no puedo aceptar del todo sus palabras a mi respecto, porque nosotros no hemos hecho otra cosa que captar sus conceptos y sus directivas en la materia y las hemos cumplido al pie de la letra.
Si hemos pegado, señor, alguna "costalada", no ha sido por nuestra voluntad sino porque, a veces, por la premura del tiempo, dada la magnitud del problema, habremos podido equivocarnos. Pero, en definitiva, hago constar que todo lo hecho no ha sido otra cosa que el cumplimiento exacto de las instrucciones conceptuales y de procedimiento que nos diera el señor Presidente de la Nación.
Al mismo tiempo, debo manifestar al señor Presidente, públicamente, la colaboración desinteresada y generosa de los señores miembros del Consejo Económico Social aquí presentes, así como la de todos los industriales del país. Yo creo, señor, que en esta emergencia el país realmente ha triunfado, desde luego, mediante el timón que usted tan honorablemente, con honradez moral y mental, sabe manejar." SEÑOR PRESIDENTE DE LA NACION: - Muchas gracias, señor vicepresidente.
SEÑOR VICEPRESIDENTE DE LA NACION: - Yo les pido a los señores industriales y comerciantes que el Gobierno, por definición, significa ecuanimidad, cordura, equilibrio y justicia. El Gobierno no se pone en beligerancia ni con el comercio ni con la industria. Sólo se pone en contra de la especulación. Les manifesté que, partiendo desde ese punto de vista, no habrá ningún inconveniente "en arreglar las canchas", como decimos los criollos, sobre el camino, vale decir, llenar los huecos que quedan atrás y rectificar algunas pequeñas cosas, sin que ellas puedan vulnerar los principios básicos de los decretos.
SEÑOR PRESIDENTE DE LA NACION.- Bien, señores: ahí hay cinco decretos que solucionan cinco asuntos absolutamente importantes. Está en la forma en que se apliquen y se hagan cumplir esos decretos el éxito de la tarea realizada. Así, las soluciones vendrán paulatinamente.
Yo no tengo otra cosa que decirles que agradezco nuevamente al señor vicepresidente, que es tan amable conmigo y tan eficaz en esta tarea absolutamente difícil, así como al Consejo Económico Social, cuyos integrantes son todos viejos amigos que han trabajado y trabajan con nosotros para llegar a soluciones concretas, y abusando de esa amabilidad demostrada creo que todavía les voy a dar mucho trabajo que hacer. Comunicado del presidente de la República A los quince días justo de haberme hecho cargo de la conducción de la campaña contra la especulación, el agio y los precios abusivos, han sido firmados los decretos que, a mi juicio, han de contribuir a producir una notoria reducción en los precios que hasta ahora han regido. Estos decretos obedecen a una idea central de conjunto, que armoniza sus disposiciones, y se tienen previstas medidas para el caso improbable de que alguna o algunas de las que hoy se dan a conocer llegasen, por incomprensión o por malicia, a ser resistidas. Afirmo que no creo que haya, por parte de nadie de los obligados a cumplirlas, resistencia alguna, pues ha sido tal la tolerancia que el Poder Ejecutivo ha tenido para con los infractores a las disposiciones de abastecimientos dictadas desde 1939, cuando recién declarada la guerra el Congreso Nacional aprobó la ley 12.591, que seguir con igual despreocupación más parecería tolerancia con designios inexcusables de lenidad en el cumplimiento del deber. Dije, y repito, que contra los abusos cometidos por los especuladores y los comerciantes inescrupulosos no se había operado en la forma terminante que desde el primer momento de hacerme cargo del gobierno he creído que debía hacerse, y he recordado que desde el Consejo Nacional de Posguerra, sin contar con los resortes del poder en la mano, habíase logrado una mejora positiva en el nivel de vida de la población que permitió sobrepasar las dificultades que en determinados momentos ocasionaban los niveles de salarios. No es tolerable que habiendo llevado los salarios a niveles justos y razonables, proporcionados al esfuerzo de los trabajadores, por la indiferencia de los organismos del Estado y por la falta de escrúpulos de ciertos comerciantes deshonestos, la población trabajadores sufra prejuicios que estoy dispuesto a impedir a toda costa. No lanzo amenazas ni me dedico a estudiar los medios represivos del abuso; señalo simplemente la voluntad inquebrantable de hacer cumplir las leyes, dando el ejemplo cumpliéndolas yo primero que todos, y recabo a los organismos del Estado no sólo el cumplimiento de su obligación, sino que anuncio que exigiré a todos los funcionarios y empleados de cualquier orden y grado la máxima dedicación al servicio, llegando a verdaderos sacrificios personales, si así lo exige el interés de la comunidad. Nuestro país, al igual que el resto del mundo, vive horas solemnes creadoras de problemas que no deben ser tomados con indiferencia por los gobernantes, que exigen soluciones meditadas que no pequen de improvisación y, mucho menos que traten de ocultar la realidad de las cosas, lo que conduciría a agravar, más que a resolver, aquellos problemas. No me refiero tampoco a los funcionarios y empleados que se colocan al margen de la ley o que se prestan a manejos irregulares, porque sobre ellos deberá caer inexorablemente la fuerza de los preceptos del Código Penal. Estoy tan dispuesto a que la campaña que por segunda vez iniciamos, de abaratamiento del costo de la vida, logre positivos resultados, que no he de tardar en presentarme ante la conciencia de todos los argentinos para que expresen si he acertado o mi intervención ha quedado limitada nada más que a las buenas intenciones. Al proyectar las medidas que constituyen la primera serie de decretos que hoy se ponen en conocimiento del pueblo, se ha partido de aquellos rubros del presupuesto familiar que han experimentado mayores aumentos o de aquellos otros que, sin ser tan elevados, no reconocen una causa más o menos satisfactoria. Son ellos los artículos de vestir, incluyendo sombreros, calzado, ropa interior, ropa de cama y de mesa y tejidos de uso doméstico en general; los precios de los alquileres de habitaciones modestas y los espectáculos cinematográficos. Con respecto a los artículos de vestir y tejidos de uso doméstico, el Poder Ejecutivo se incauta desde el día de la fecha de todas las mercaderías elaboradas en "stock" o a elaborarse, en todas las fábricas, establecimientos y talleres textiles y de calzado o sombreros, que manufacturan o transforman aquellos artículos, incluyéndose los establecimientos y talleres de confección y los importadores. Estas mercaderías quedarán en depósito de los fabricantes, confeccionistas e importadores, quienes quedarán sometidos a las sanciones que determina el Código Penal si quebrantaran el depósito que se les confía. El Poder Ejecutivo las autorizará para que las vendan directamente al público, sin pasar por ninguna clase de intermediarios, señalándose como precio de venta al público el que regía en los expresados establecimientos el 5 de agosto de 1946, que figuran consignadas en las declaraciones juradas que al efecto se presentaron en cumplimiento de disposiciones de la Secretaría de Industria y Comercio, aumentados hasta un máximo que se fija, según sean fabricados en el país o importados. Este aumento tendrá por objeto formar un fondo de compensación para cubrir los gastos que ocasionen la organización y gestión de las ventas directas al público. Cuando se trata de artículos que no se fabricaban en agosto de 1946 o no figuren en las referidas declaraciones juradas a que se ha hecho referencia, el Poder Ejecutivo fijará el precio equitativamente. A fin de garantizar a los establecimientos indicados de la responsabilidad que terceras personas pudieran exigirles, se declara la rescisión de pleno derecho de los contratos existentes en la fecha, aplicándose esta norma a las mercaderías que no hubiesen salido de las fábricas o depósitos, aun cuando estuviesen vendidas. Los productos incautados podrán ser vendidos: a) Por los fabricantes o importadores u otros comerciantes a quienes el Poder Ejecutivo autorice a tal efecto, b) Directamente por el Poder Ejecutivo en los locales que habilite a tal fin, c) Por un sistema mixto a convenir entre el Poder Ejecutivo y los fabricante importadores y otros comerciantes. d) Por los comerciantes minoristas que adquieran los productos al precio de agosto de 1946, siempre que garanticen que no habrán de venderlos con un recargo superior al que se autoriza a los fabricantes en sus ventas directas al público. Los artículos y productos incautados deberán llevar marcado el precio en forma que no pueda ser borrado ni substituido, quedando en poder de los fabricantes, talleristas o importadores en calidad de depósito. "Con el método del decreto, será posible evitar el encarecimiento de mercaderías que hasta ahora había sido la nota dominante cuando se fijaban precios que debían regir para una determinada cuota de producción, insuficiente para atender las necesidades del consumo normal. Ahora toda la producción normal se lanza al mercado a precios bajos, lo suficientemente remuneradores para el productor. Hasta el presente todos los intentos para abaratar los artículos textiles habían fracasado porque el consumidor no encontraba la mercadería a los precios oficialmente establecidos posiblemente porque la fijación no alcanzaba sino a una parte de la producción. Ante la necesidad de evitar el alza constante de los precios, el Poder Ejecutivo cambia de sistema y al amparo de las facultades que le concede la ley 12.983, se decide por la incautación de toda la producción, con lo cual ya no habrá posibilidad de dejar la mayor parte fuera de la limitación de precios. Las medidas encaminadas al normal y correcto abastecimiento de la población y a la inspección del cumplimiento del decreto, aseguran la efectividad de sus disposiciones, con el consiguiente beneficio para la colectividad. Conviene, finalmente, destacar que no se ataca la libertad de comercio, pues, sin entrar a considerar que el contrato de compra-venta es un contrato bilateral, en el que debe ser contemplada la libertad de ambas partes, no sólo la del vendedor para vender al precio que quiera, sino también la del comprador para comprar al precio justo, es lo cierto que el precio de venta por los fabricantes se fija en el mismo que ellos señalaron. En lo que se refiere a los minoristas, se respeta su libertad para vender al precio que quieran los artículos que tengan en su poder si encuentran compradores dispuestos a pagar los precios que les pidan. Otra cuestión interesante en la acción encaminada a lograr el abaratamiento de la vida, es el relativo a la vivienda, que ofrece el doble aspecto de la escasez y la carestía. Íntimamente relacionados ambos, se ha hecho preciso adoptar medidas que los resuelvan conjuntamente. A eso tiende otro de los decretos que hoy se publican y que, naturalmente, no agota el tema sino que deja abiertas todas las demás posibilidades que se encaminan al aumento de la capacidad de habitación y a la reducción de los precios. La Capital Federal como todas nuestras grandes ciudades se caracteriza por el tipo de construcción baja, frecuentemente en una sola planta, lo que representa un desperdicio del terreno incompatible con las necesidades de la vida moderna y una agravación del ya grave problema de los transportes. Es indispensable facilitar los medios económicos para que los propietarios de esas casas de una planta puedan levantar un segundo piso mediante la obtención de un crédito del Banco Hipotecario del 100 por ciento del su valor, siempre que el propietario se ajuste a determinadas condiciones relativas a la habitabilidad y al precio de la vivienda. De esta manera el propietario no tendrá que desembolsar cantidad ninguna, alquilará el nuevo piso a un precio que le permita atender las cargas adquiridas y todavía le dejará un beneficio no menor al de otra normal inversión de capital. Si a esto se añade que como complemento del decreto se presenta un proyecto de ley estabilizando la contribución territorial y las tasas municipales y se exime de una y de otras a la parte de nueva edificación, todo ello por un período de 10 años, no parecerá excesivo optimismo creer que se habrá buscado una solución acertada y de amplio alcance. La Cámara de Alquileres está procediendo a la revaluación de piezas, departamentos y casas habitación habiendo logrado sensibles rebajas en más de 10.000 procedimientos realizados en el curso de una semana. Otro de los decretos afecta a las necesidades de esparcimiento de la población modesta; la elevación del precio de los espectáculos públicos constituye un motivo de preocupación para el gobierno, sobre todo en lo que se refiere al cinematógrafo, que es el más popular de todos. Claro es que el Poder Ejecutivo ha de cuidar en éste como en todos los casos, los legítimos intereses de las clases productoras y por ello ha de procurar que el beneficio público se haga compatible con las necesidades de la industria. Basta leer el contenido del decreto para apreciar la repercusión favorable que va a tener en los precios. Si respecto a este particular no se han extremado las medidas, obedece simplemente a que tampoco se trata de un elemento para la vida que pueda incluirse entre los llamados de primera necesidad, pese a su evidente importancia, cual antes he señalado. Mientras se procede al estudio de los artículos de alimentación, la Municipalidad de la capital dispone por decreto de esta misma fecha la intervención del Mercado de Abasto Proveedor y de los mercados de Liniers y Buenos Aires. Se preparan también las disposiciones que reglamentarán la inspección, a fin de unificar procedimientos y asegurar la debida defensa de los particulares. Por último, ¿Qué ha de representar en cifras llevar a la práctica las disposiciones adoptadas ya y las contenidas en los decretos que hoy se dan a conocer? Las rebajas en el alojamiento llevan en promedio a una reducción del 17%, las del rubro indumentaria, alcanzan al 50% de sus precios actuales, y la rebaja de los cinematógrafos representa el 20%. Si se aplican estos valores al presupuesto normal de la familia obrera que sirva para determinar el índice del costo de vida, resulta que desde el momento mismo en que surtan efecto las medidas adoptadas, el índice general descenderá en 23 unidades. Traducido esto a valores reales quiere decir que el presupuesto medio que ahora requiere 280 pesos por mes, necesitará tan sólo 238 pesos. Inmediatamente serán fijados los nuevos precios y condiciones de venta de los artículos de alimentación. Que nuestros afanes logren éxito en interés de la comunidad nacional, es lo que fervientemente deseamos. Disposiciones relativas a los artículos de vestir El decreto concerniente a los artículos de vestir dispone lo siguiente: Visto lo dispuesto por la ley número 12.983, efectuadas las consultas que el Poder Ejecutivo ha considerado pertinentes, el dictamen favorable de los representantes patronales y obreros de la Comisión Permanente del Consejo Económico y Social y considerando: Que todos los intentos realizados hasta la fecha por parte del Poder Ejecutivo para conseguir el abaratamiento de la vida en materia de vestuario y artículos para el hogar se han desvirtuado por falta de mercaderías a precio económico y porque el consumidor no ha sabido donde hallarlas, a pesar de la fijación de precios bajos; Que ante el alza constante de los precios de toda clase de mercaderías y especialmente las de primera necesidad, ha llegado el momento de que el Poder Ejecutivo haga uso de las atribuciones que le fueron conferidas por la ley Nº 12.983, en lo que afecta a artículos de vestir, sombreros, calzado y ropa para el hogar, acordando la incautación de los elaborados o a elaborarse en todas las fábricas, establecimientos y talleres textiles, de calzado y sombreros que manufacturen o transformen artículos de indumentaria y uso doméstico, incluyendo también los establecimientos y talleres de confección y las existencias de igual clase en poder de los exportadores. Que es necesario para ello declarar rescindidos de pleno derecho los contratos existentes a la fecha de incautación, entre los fabricantes e importadores de dicha clase de artículos y terceras personas, en uso de las atribuciones que concede al Poder Ejecutivo la mencionada ley. Que como consecuencia de la incautación que se decreta, debe establecerse un sistema de venta al público, ya sea directamente por los fabricantes, ya por el Estado o por los propios minoristas que se acojan al régimen que se establece, fijando los precios iniciales y determinando un sistema de recargo encaminado a cubrir los gastos de comercialización. Que incumbe a la presidencia de la Nación fijar o determinar el sistema que se establezca para el abaratamiento de la vida y aplicar las sanciones que correspondan a los infractores, como asimismo al Ministerio del Interior cuidar de adoptar las medidas pertinente de las normas del presente a las provincias y territorios de la forma que, según la jurisdicción, sea pertinente, y a la Secretaría de Industria y Comercio, juntamente con la Municipalidad de la Capital Federal, cuidar del normal y correcto abastecimiento de la población. Que ante tal realidad, el Poder Ejecutivo se ve obligado a proceder a la incautación a que se ha hecho mérito del género existente tanto en las fábricas como en los talleres de confección, para ofrecerlos directamente al consumidor. Que las medidas adoptadas en este decreto no afectan para nada a la libertad de comercio, puesto que los precios que se fijan a los industriales son los mismos a que ellos declararon efectuar sus transacciones comerciales, y no impidiéndose tampoco que el comercio mayorista y minorista venda sus existencias en la forma que crea conveniente ya que lo único que establecen estas normas es la adopción de medidas tendientes a poner toda la producción textil y los artículos confeccionados al alcance de la totalidad de la población del país, sin perjuicio de que quienes así lo deseen puedan seguir comprando a precios superiores a los que correspondan a aquellos minoristas que no se adhieran al sistema ahora establecido, el presidente de la Nación Argentina decreta: Artículo 1º - El Poder Ejecutivo, en uso de la facultad que le confiere el articulo 1º de la ley número 12.983, se incautará desde el día de la fecha de las mercaderías elaboradas, en stock o a elaborarse en todas las fábricas, establecimientos y talleres textiles y de calzado o sombreros que manufacturen o transformen artículos para indumentaria y uso doméstico. Quedan incluidos en esta disposición los establecimientos y talleres de confección y los importadores de todos aquellos artículos. Art. 2º - Los contratos existentes a la fecha de la incautación entre los establecimientos especificados en el artículo anterior y terceras personas, quedan rescindidos del pleno derecho, reputándose el incumplimiento de dichos contratos como debido a causa de fuerza mayor. Esta norma se aplicará a las mercaderías que no hubiesen salido de la fábrica o depósito, aún cuando estuviesen vendidas. En este caso los vendedores devolverán al comprador el importe o seña que hubiesen percibido. Art. 3º - Los artículos y productos incautados quedarán en poder de los fabricantes, talleristas o importadores en calidad de depósito para su venta al publico en la forma determinada en el artículo 6º del presente decreto, quedando sometidos los depositarios que quebranten el depósito a las sanciones determinadas en el artículo 172 en relación con el 173 número 2º del Código Penal. Art. 4º - El precio de venta al público será declarado por los fabricantes de acuerdo a la resolución Nº 6144 de 5 de agosto de 1946, recargado hasta un máximo del 40%. En estas condiciones, el Poder Ejecutivo autorizará la venta. Todos los artículos deberán llevar marcado el precio de venta al público en forma que no pueda ser borrado ni sustituido. Cuando se trate de artículos que no se fabricaban en agosto de 1946 o que no figuren en las declaraciones juradas a que se ha hecho referencia, el Poder Ejecutivo fijará los precios equitativamente, a propuesta de la Comisión Mixta a que se refiere el artículo 11 de este decreto. Art. 5º - El precio de los artículos importados será el de costo de los mismos puestos en el almacén del importador, más un 15% como máximo. El precio de venta al público será igual al de compra, recargado hasta un máximo del 40%. Art. 6º - Los productos incautados serán vendidos del siguiente modo: a) Por los fabricantes o importadores u otros comerciantes a quienes el Poder Ejecutivo autorice a tal efecto, b) Directamente por el Poder Ejecutivo en los locales que habilite a tal fin, c) Por un sistema mixto a convenir entre el Poder Ejecutivo y los fabricantes, importadores y otros comerciantes, d) Por los comerciantes minoristas que se acojan a las normas que fija el artículo siguiente. Art. 7º - Los comerciantes minoristas podrán adquirir los productos objeto de incautación al precio de compra establecido en el artículo 4º para la venta al público, menos el recargo que el propio artículo establece, siempre que garanticen que no habrán de venderlos a un precio superior al señalado en dicho precepto. Art. 8º- El recargo a que se hace mención en el artículo 4º, cuando la venta se realice en la forma determinada por los incisos a), b) y c) del articulo 6º, se destinará a constituir un fondo de compensación administrado por el Estado para cubrir el mismo y a los fabricantes de los gastos que ocasione la organización y gestión de las ventas directas al público. El excedente será destinado a la rebaja de los artículos que el Poder Ejecutivo consideres conveniente. Art. 9º - Los fabricantes están obligados a mantener los mismos tipos y calidades de los productos que fabrican normalmente en las diferentes épocas del año a partir del mes de enero de 1946, así como el ritmo de producción salvo caso de fuerza mayor debidamente comprobado. Art. 10º - El Poder Ejecutivo utilizará para la ejecución de este decreto, incluso las operaciones de venta, el personal técnico, administrativo y subalterno de la administración pública que considere necesario. Art. 11º - El Poder Ejecutivo constituirá una comisión mixta y administración de lo dispuesto en el presente decreto. Los acuerdos de la comisión serán inapelables. Para el movimiento de fondos, se abrirá el en Banco Central una cuenta especial. Art. 12º - El Poder Ejecutivo tendrá en cuenta las variaciones justificadas en el costo que hiciera necesaria una revisión de precios. Art. 13º - El normal y correcto abastecimiento de la población de la República estará a cargo: a) En la Capital Federal, de la Secretaría de Industria y Comercio y de la Municipalidad. b) En las provincias y territorios nacionales, del Ministerio del Interior, dentro de los términos del artículo 4º de la ley 12.983. Art. 14º - La comisión mixta a que se refiere el artículo 11 de este decreto propondrá al Poder Ejecutivo los artículos que por condiciones especiales de fabricación, comercialización o venta deben excluirse de la incautación. Art.15º - Las disposiciones del presente decreto son de orden público.
Art.16º - Quedan derogadas cuantas disposiciones se opongan al presente decreto.
Art..17º - Comuníquese, publíquese, dése a la Dirección General del Registro Nacional y archívese. Decreto que designa presidente de la Comisión Mixta el Dr. Quijano Por otro decreto fue designado presidente de la Comisión Mixta a que se refiere el artículo 11 del decreto precedente, el Dr. J. Hortensio Quijano. Como vocales del organismo actuarán los Sres. Andrés F. Stagnaro y Luciano T. Reynal O' Connor. Decreto de la vivienda establece: Vista la necesidad de adoptar medidas encaminadas a resolver el grave problema de la falta de viviendas, el contenido de la ley 12.983 y considerando: Que según resulta del contenido de los decretos Nº 18.376 del 16 de noviembre del año último y Nº 2172 del 27 de enero de 1947, el Poder Ejecutivo se halla empeñado en la solución del problema de la vivienda y dispuesto a resolverlo en lo posible, no solamente por la acción oficial, sino también por el fomento de las iniciativas particulares exentas de los obstáculos que crea a la administración pública la construcción de barrios y ciudades de casas económicas, cuya complicada administración puede malograr o entorpecer el propósito de los poderes públicos, estimulando la actividad privada que representa, por medio de aportes individuales, un conjunto de acción tal vez superior al de la acción oficial. Que este ensayo puede hacerse principalmente en las poblaciones en las que, como en la Capital Federal, predomina la construcción de casas de planta baja, fuera del centro comercial y residencial, pudiendo significar una solución para el problema creado por la falta de viviendas del tipo medio el fomento de la iniciativa de los propietarios de casas de una sola planta, para que sobre la misma, en cuanto sea técnicamente posible, se construyan nuevas habitaciones destinadas exclusivamente a viviendas compuestas como mínimo de dos dormitorios, cocina, baño e instalaciones accesorias correspondientes, o sea los suficiente para el alojamiento de una familia de empleados u obreros, siempre que el Estado dé facilidades que compensen ese esfuerzo. Las mismas facilidades pueden concederse cuando existan espacios libres suficientemente amplios contiguos a una finca del tipo de que se trata. Que los beneficios que debe conceder el Estado conviene limitarlos a la construcción de un solo piso por casa, para repartir mas por igual los materiales necesarios y la mano de obra y concretar los beneficios a construcciones de tipo modesto, evitando así la especulación en gran escala que falsearía los propósitos del Poder Ejecutivo. Que entre las condiciones beneficiosas que realmente ofrece esa forma de aumentar las viviendas de tipo medio debe tenerse en cuenta que sus beneficios se extienden por todo el ámbito de la ciudad en donde existan casas de planta baja y que no han de preocupar a los poderes públicos ni el problema de la urbanización de nuevas zonas, ni el transporte, ni el aprovisionamiento del vecindario, porque todo ello ya existe, como tampoco deben contemplarse problemas de otra índole, tales como son la creación de centros de enseñanza primaria, lugares de recreo, etc., que surgen como serios conflictos de difícil situación cuando se trata de crear nuevos barrios y ciudades llamadas jardín. Que las facilidades que se presten han de ser de tal naturaleza que pueden ser otorgadas aun existiendo créditos hipotecarios sobre la finca de cuy ampliación se trate y que ofrezcan también el incentivo de un aumento de renta compatible con el pago de los servicios al Banco Hipotecario a que obligue el préstamo para construcción y su amortización a largo plazo. Que la solución que se propicia, es de carácter parcial y forma parte del plan que el Poder Ejecutivo tiene trazado, tanto en lo que concierte al fomento de la acción privada, como en lo que espera realizar con la acción oficial directa o indirecta, dejando expresa constancia, en cuanto a esta última, que no descuida el estudio de uno de los aspectos fundamentales, que, por ahora, traba todas las posibilidades y está representando por la carencia de mano de obra especializada y común, por la escasez de materiales y por las dificultades de transportes, si el presidente de la Nación Argentina decreta: Artículo 1º- A partir de la publicación de este decreto, los propietarios de la Capital Federal que posean inmuebles de una sola planta destinados o no a vivienda, que se acojan al régimen del presente decreto, y efectúen una ampliación, sea en planta baja o alta, construyendo uno o varios departamentos compuestos, como mínimo de dos dormitorios, cocina, baño e instalaciones sanitarias correspondientes, gozarán de los siguiente beneficios, siempre que lo soliciten dentro de los 120 días de la fecha de promulgación del presente decreto: a) Préstamos del Banco Hipotecario Nacional equivalente al 100 por ciento del valor de la obra proyectada hasta un presupuesto de m$n. 30.000 por departamento que se construya y el 60 por ciento de la diferencia hasta un total de m$n. 90.000 por toda la obra; b) Este préstamo, con garantía hipotecaria y por el régimen establecido por el Banco Hipotecario Nacional, satisfará un servicio superior al 5 por ciento anual, del capital invertido, incluido interés y amortización, pagadero en un término de 30 años.
Art. 2º - El Banco Hipotecario Nacional aplicará el presente decreto de acuerdo con el régimen hipotecario para construcción de viviendas, pudiendo contemplar el caso de que sobre la propiedad graviten créditos hipotecarios que pueden ser tomados a cargo de Banco en una sola operación global, dentro de la escala de préstamos establecida en el inciso a) del artículo 1º.
Art. 3º - El Poder Ejecutivo gestionará al Honorable Congreso la exención de tributos y tasas que pudieran corresponder a las construcciones levantadas al amparo del presente decreto por el término de diez años de modo que el propietario no satisfaga otras contribuciones y tasas que las que afectan al inmueble primitivo.
Art. 4º - Los propietarios que opten por construir con sujeción al régimen que se estatuye deberían concurrir a la Municipalidad de la Capital Federal, la que examinará los planos y condiciones de los departamentos proyectados y, una vez aprobados, deberán ser acompañados a la solicitud de acogimiento que se presentará al Banco Hipotecario Nacional.
Art. 5º - Una vez aprobada la solicitud por el Banco Hipotecario Nacional, éste otorgará el préstamo a que se refiere el artículo 1º, con el régimen hipotecario que establecerá a tal fin. Art. 6º - El importe de los alquileres de los nuevos departamentos no podrá exceder el 9% bruto de la cantidad invertida para la edificación del nuevo piso o departamento. En ese 9% se entiende incluido el servicio de interés y amortización del préstamo. Si como consecuencia de la construcción del nuevo piso hubiese disminuido el valor locativo del piso inferior, en igual proporción se podrá aumentar el precio de alquiler del nuevo. Esa disminución en el valor del precio locativo del piso inferior, será determinado por el Banco Hipotecario antes de conceder el préstamo y se hará constar en la correspondiente escritura. Art. 7º - Las obras se iniciarán en el plazo de treinta días a partir de la concesión del préstamo continuando la construcción de acuerdo con las normas que fija el Banco Hipotecario. Art. 8ª - Tanto la Municipalidad como el Banco Hipotecario y los demás organismos administrativos que según prescripción legal deben intervenir directa o indirectamente en los trámites o asignación de materiales, darán preferencia a las construcciones que se realicen dentro del régimen que se estatuye. Art. 9º - El Poder Ejecutivo adoptará dentro de un plazo de 30 días las medidas que considere convenientes para facilitar a los que se acojan al régimen de este decreto la provisión y la adquisición de materiales en cantidad adecuada y precio razonable, a cuyo fin solicitará la cooperación de la Cámara Argentina de la Construcción en su carácter de institución representativa de la industria y sin perjuicio del ejercicio de las atribuciones conferidas por la ley Nº 12.983. Art. 10º - El presente decreto será refrendado por el señor ministro secretario de Estado en el Departamento de Interior." ART. 11º - Comuníquese, publíquese, dése a la Dirección General del Registro Nacional y archívese. Decreto sobre los precios de los espectáculos cinematográficos Vista la ley 12.983, efectuadas las consultas que el Poder Ejecutivo ha considerado pertinentes, oída la Comisión Permanente del Consejo Económico y Social y considerando: Que la determinación de las necesidades vitales que deben ser objeto de atención por parte del poder público para conseguir una disminución en su costo, se ha de basar no solo en relación a los artículos de alimentación, vivienda y vestuario, sino también a aquellos otros que representan un esparcimiento del espíritu indispensable a todas las clases sociales. Que entre esos elementos de distracción, el que tiene un carácter mas popular y el que más se ha extendido, es el espectáculo cinematográfico, por lo cual conviene adoptar medidas que lo hagan accesible a todos los sectores de la población, el presidente de la Nación Argentina decreta: Artículo 1º - Los cines que en la actualidad exhiben siete días seguidos el mismo programa, a precios superiores a pesos uno con cincuenta la platea, rebajarán el veinte por ciento sobre los precios de boletería tres días por semana como mínimo. Todos los turnos subsiguientes quedan obligados asimismo, a ofrecer no menos de tres funciones semanales a un precio máximo de ochenta centavos la platea. Art. 2º - La rebaja de precios a que se refiere el artículo precedente no autoriza a las empresas a variar la calidad de los programas, con respecto a los que se ofrecían al público antes de la fecha del presente decreto. Art. 3º - Las empresas cinematográficas comprendidas en este decreto comunicarán a la autoridad de aplicación los días en que regirán los precios rebajados y exhibirán de modo visible en la boletería un aviso, consignando los precios rebajados y los días que rijan. Art. 4º - El presente decreto será refrendado por el señor secretario de Estado en el Departamento de Interior" Beneficios a los que construyan nuevas viviendas También el P. E. envió al Congreso un mensaje y proyecto de ley acordando nuevos beneficios a los propietarios de fincas que resuelvan construir viviendas. Dice el mensaje: El Poder Ejecutivo tiene el honor de dirigirse a V. H. adjuntando un proyecto de ley, que es complemento del decreto dictado en esta fecha, facilitando la construcción de departamentos para viviendas sobre casas de una sola planta en cualquier ámbito de la Capital Federal. Se funda dicho proyecto de ley en la conveniencia de dar mayores facilidades que compensen el esfuerzo de la iniciativa privada fomentada en tal decreto, tanto en la exención de tributos como en la de tasas, facilidades que pueden consistir en la estabilización del importe de la contribución territorial por el término de diez años, durante los cuales los propietarios satisfarán la misma contribución que corresponda al inmueble antes de levantar sobre él un nuevo piso y estabilización de las tasas municipales de alumbrado, barrido, limpieza, etc., y otras que pudieran existir durante el mismo tiempo, de modo que el propietario pague solamente el importe que corresponde por tasas a la actual edificación, También es conveniente que el propietario, que construye sin auxilio del Banco Hipotecario ni ningún otro de carácter oficial, un nuevo piso destinado a vivienda en la misma forma y con la misma finalidad determinada en dicho decreto, halle facilidades de índole análoga, tanto más cuanto esa colaboración para resolver el problema de la vivienda estará hecho con dinero propio. A ello, pues, obedece el adjunto proyecto de ley, que espera el Poder Ejecutivo sea favorablemente sancionado por V. H." Proyecto de ley Artículo 1º - Los propietarios que se acojan al beneficio de construcción de departamentos establecido por el decreto número de junio de 1947 sobre fomento de la vivienda, en la Capital Federal, gozarán además de los establecidos en aquel decreto, de los siguientes beneficios: a) Derecho a que no les sea aumentada la contribución territorial durante diez años, en cuyo término satisfarán únicamente la misma contribución que corresponde al inmueble primitivo. b) Derecho a que no se les sea aumentadas las tasas municipales de alumbrado, barrido y limpieza, desagües pluviales, etc. y otras que pudieren existir durante el mismo término, de modo que el propietario satisfaga solamente el importe que corresponde por tasas a la actual edificación. Art. 2º - Todo propietario de finca urbana, que conste solamente de planta baja situada en la Capital Federal, que construya sin auxilio del Banco Hipotecario, ni ningún otro, de carácter oficial un nuevo piso destinado a vivienda, cuyo departamento o departamentos consten por lo menos de dos dormitorios, cocina, baños, servicios e instalaciones accesoria en la forma que determina el decreto de junio 11 de 1947, quedarán libres del aumento de contribución y de impuestos y tasas, en lo que se refiere a dicho piso, por un espacio de diez años. ............. |
1947-06-18 | En el agasajo el embajador de Estados Unidos, George Messersemith, al abandonar su cargo | Señor Embajador, señores: La vida del gobernante se desliza, como ninguna otra, por caminos abruptos, no sólo plagados de obstáculos, sino llenos de malezas y abismos que únicamente se pueden salvar cuando no se pierde la serenidad y cuando entran en juego los resortes de la voluntad y del amor al bien común. Las pasiones humanas más dispares acechan nuestro paso para aprovechar el momento propicio de dar el salto y despeñarnos, sin medir a veces las consecuencias del ataque. Entonces no le basta al gobernante para salir airoso de la celada, ni la tranquila conciencia ni el convencimiento de la razón que lo asiste. Necesita saber que a su lado hay otras personas que aprecian la situación objetivamente y lo valoran en su justa medida. Ese conocimiento reconforta el espíritu, ennoblece el pensamiento y anima a mantenerse en la lucha que, en el orden personal, nada interesa, y que sólo se prosigue por una elemental noción del cumplimiento del deber y hasta el límite mismo en que éste lo reclama, según nos mostró con su ejemplo el general San Martín, estampa viva, cual ninguna otra en la historia, del luchador por un ideal, del político en la más elevada acepción del concepto, del hombre que con un renunciamiento sin par, enseñó a sus conciudadanos y al mundo como la defensa de la patria ha de estar por encima de todo otro sentimiento.
No necesito decir que cuando me refiero a los peligros y a las amarguras que afronta el gobernante, no me estoy refiriendo a los que personalmente le afectan, porque ello nada importan, nada valen ni nada significan, sino aquellos otros que amenazan la paz y la tranquilidad de la Nación y se fomentan en el interior por quienes -quiero, creer que inconcientemente- ignoran el daño que hacen; y desde el exterior por quienes piensan que su grandeza aumenta en igual medida que tratan de disminuir la de otros pueblos.
Nuestra patria argentina ha vivido momentos de grave incomprensión internacional, y pudiendo servir como espejo de países libres y democráticos, se ha visto atacada con las calificaciones que en un momento dado y en el concierto de naciones, más podían perjudicarla. Y ni aún faltan en el día de hoy acusaciones de propósitos imperialistas que los argentinos hemos siempre repudiado y que constituyen un agravio intolerable. En esa trayectoria me he mantenido y, para mejor defenderla, he adoptado las precauciones necesarias al objeto de que nuestra independencia y nuestra soberanía, tanto política como económica, sean respetadas por doquier. Lo he conseguido, y ese es mi orgullo y mi satisfacción más pura.
He tenido, en verdad, y tengo todavía que realizar esfuerzos inauditos para salir triunfante, con la ayuda, ciertamente, de la inmensa mayoría de mis compatriotas, incluso de muchos de mis enemigos políticos, porque los argentinos somos un pueblo orgulloso que hace honor a su estirpe. Y si en la lucha no he decaído ni un momento, se debe a que no soy hombre que claudique cuando se trata del cumplimiento de obligaciones que considero sagradas.
Al principio de esta alocución he dicho que para no decaer en la contienda es indispensable no encontrarse aislado. Pues bien, señores y amigos míos, yo también encontré o, mejor dicho, la Argentina encontró un hombre entre muchos hombres, que, siendo extranjero, no para nuestro afecto sino por su nacimiento, supo comprendernos, tuvo el valor suficiente para, nuevo caballero andante, lanzarse a la palestra y proclamar a los cuatro vientos que la Argentina es una nación libre que se quiere gobernar por sí misma y que lo hace ajustándose a las normas de su constitución democrática. Todos habéis adivinado que el hombre a quien me refiero es George Messersmith, al cual pido perdón por eludirlo de esta manera no sólo sencilla sino plena de confianza. Quiero con ello dar a entender que el homenaje es más al amigo que al diplomático. Los argentinos tenemos en alta estima la amistad con el pueblo norteamericano, al que conocemos y amamos y con el cual deseamos acentuar más cada día la política de compenetración y de buena vecindad, como queremos hacerlo también con todos las otras naciones que en América y en el resto del mundo tengan hacia nosotros un sentimiento de reciprocidad. Pero los valores humanos, las calidades que arrancan del corazón, valen infinitamente más que los títulos oficiales, y en ese sentido puedo decir que el señor Messersmith, que deja, con gran pesar nuestro, de ser el embajador de los Estados Unidos en la Argentina, seguirá siendo, porque sus títulos personales son imperecederos en la gratitud y en el cariño del pueblo, el representante argentino de su país cerca del nuestro.
Las insignias de la Orden del Libertador son el mejor galardón que podemos ofrecer a nuestro amigo, y es también el más evocador, no sólo por el nombre y por el significado sino porque Messersmith, como San Martín, ama la verdad y batalla por la libertad de los pueblos y por la auténtica fraternidad de las naciones, que es la que nace del mutuo respeto.
Al imponer a nuestro gran amigo la condecoración que el Gobierno de la Argentina le confiere, quiero confundirme con él en un abrazo que simbolice nuestro cariño y el recuerdo imborrable que deja entre nosotros. Terminado su discurso el general Perón entregó a Gerorge Messersmith, , juntamente con la caja de las insignias de la orden y el estuche, un reloj de oro y una medalla con el escudo peronista y la inscripción "Leal amigo", subscripta por el general Perón. Y agregó el primer mandatario.
Es un símbolo de los hombres de nuestro movimiento, en una medalla con el escudo peronista, que en su reverso lleva una verdad para nosotros muy grande: "Leal amigo". .............. |
1947-06-19 | Mensaje radial referido a los resultados provisionales del IV Censo General | Después de las palabras pronunciadas por mis inmediatos colaboradores en las tareas censales, el país conoce los resultados provisionales y halagüeños de los censos levantados recientemente y a la magnífica colaboración que el pueblo, las autoridades, las reparticiones públicas y diversos organismos privados han prestado a la realización de tan importante obra.
Queda para mí explicar el alcance de la función felizmente realizada y los beneficios que la misma reportará al país. Intencionadamente he elegido el día de hoy para dirigir la palabra a todos los habitantes de la Nación, porque ninguna fecha me ha parecido mejor para notificar al pueblo una grata nueva que la víspera de uno de nuestros grandes días: el de la bandera de la patria. En ese símbolo nacional se contienen todo el amor a nuestra tierra y todos los afanes de engrandecimiento. Hacia tal fin nos encaminamos conforme vamos aumentando el número de sus habitantes, que no guardan proporción cuantitativa con la extensión de nuestro territorio. Por eso vengo señalando, desde antes de asumir el mando, que para la labor fructífera que la nación requiere, y los tiempos reclaman, necesitamos saber cuantos somos y lo que tenemos.
Desde que en 1914 se realizó la última labor censal, que por una desidia incalificable quedó abandonada por espacio de treinta y tres años, y nos señaló una población de siete millones novecientos mil habitantes, en cifras redondas, sólo sabíamos por cálculos deficientes y desprovistos de garantía científica, que el número de habitantes había aumentado. Se decía, sin fundamento sólido, que alcanzaba a los catorce millones; pero el cómputo podía resultar equivocado y no necesito señalar las desventajas que se habrían derivado de un error en más, es decir, si no se hubiese llegado a las cifras estimadas, o se hubiesen alcanzado a duras penas.
Por fortuna, no ha sido así. Con íntima satisfacción, con la alegría que nace de mis sentimientos de amor a la Argentina, que todos vosotros compartís, puedo proclamar que los cálculos antes mencionados se han quedado muy cortos, puesto que las cifras contabilizadas hasta el día de hoy nos señalan una población que sobrepasa los dieciséis millones de habitantes.
Se prueba así la magnífica vitalidad de nuestro país, no sólo porque en su mayor parte -por las circunstancias que ha atravesado el mundo a partir de 1914- el crecimiento ha sido vegetativo, sino porque revela que nuestra patria sigue siendo la tierra de promisión para los hombres de buena voluntad de todo el mundo que desean radicarse en ella y disfrutar de una vida menos expuesta a los sufrimientos que periódicamente afligen a otros pueblos. Si seguimos en ese aspecto una acertada política inmigratoria, no habrán de pasar muchos años sin que veamos considerablemente aumentada nuestra población y acrecentadas así todas nuestras posibilidades de nación libre y soberana.
Según habéis oído del presidente del Consejo Coordinador, el cómputo de los dieciséis millones es provisional y sujeto a reajuste, pero no por ello pierde el carácter de auspiciosa y grata revelación. Más todavía: lo verosímil, por razones obvias, es que del reajuste resulte una población superior a la determinada en los cómputos previos. Más, con entera independencia de la cantidad, el principal valor del Censo se encuentra en el mero hecho de que sepamos ya, en lo que se refiere al censo de la población, cuántos somos; y en lo que afecta a los censos de comercio, de la industria, de los transportes, de las telecomunicaciones, de las viviendas y de los edificios, lo que tenemos.
Empeñado el Poder Ejecutivo en una acción de amplios alcances, representada principalmente en el Plan de Gobierno, el conocimiento de todos aquellos datos resultaba necesario. Industrializar el país, fomentar la explotación de sus riquezas naturales, trazar ferrocarriles y caminos y elevar el nivel de vida de la población modesta, sin conocer con exactitud las posibilidades numéricas de la población consumidora, la cuantía de la población asalariada en fábricas y comercios, la realidad de la producción actual ni los modos de vida de un sector importante, podría resultar empresa sujeta a error.
Claro es que al proyectar la acción de gobierno se tuvieron en cuenta los estudios y los datos aproximativos existentes sobre cada una de esas materias. Pero debo declarar que no he estado plenamente tranquilo hasta que los censos principales han sido levantados, para, merced a sus resultados, marchar con paso seguro en el camino emprendido. Que siempre he tenido la preocupación de la estadística como uno de los principales elementos de la obra de gobierno, se demuestra con las palabras que hube de pronunciar al presentar al Honorable Congreso de la Nación y a todo el país, el 21 de octubre último, el plan de trabajo a realizar en los cinco años siguientes. Señalé entonces que después de treinta y tantos años sin censos no sabíamos qué teníamos, dónde lo teníamos, ni cómo lo teníamos. Disponíamos de estadísticas teóricas, incompletas y unilaterales, y de pequeños censos de algunas reparticiones que nos permitían mirar, como a través del ojo de la cerradura, una parte del panorama nacional. En la ocasión a que me refiero, afirmé también que había dado movimiento a los servicios de estadísticas y censos, cuya organización, iniciada dos años antes, había tenido poca fortuna. Y añadí que esperaba tener mejor suerte porque la dirección central se encontraba más próxima a nosotros y estaba vigilada más de cerca. Mi esperanza no ha quedado defraudada puesto que la organización científica y eficaz dada al organismo que tiene a su cargo la elaboración de las estadísticas y el levantamiento de los censos, ha permitido que a los pocos meses, y después de treinta y tres años de perder el tiempo y de gastar inútilmente el dinero, se hayan ultimado con pleno éxito y con aplauso general las tareas censales.
Confieso lealmente que en ocasión de mi discurso ante los señores senadores y diputados me equivoqué en una cosa, pues prometí que tendríamos un censo y una estadística que habrían de servir a quien me sucediese en el gobierno. Mi equivocación estuvo en no ver que los resultados del censo iban a poder ser utilizados por mí mucho antes de lo que podría imaginar.
Claro es que falta todavía organizar las tareas de codificación y compilación de los datos captados. Pero esas tareas han sido ya iniciadas y se realizan con ritmo acelerado mediante equipos que trabajan en turnos continuados. Puedo asegurar que dentro de unos meses estará ya todo terminado y en condiciones de obtener las consecuencias que con los censos se persiguen.
No debo insistir en los beneficios que el país ha de obtener. Toda la población lo ha entendido así y a ello se debe en gran parte la colaboración pública lograda. Si los oficiales censadores se han esforzado en cumplir con corrección sus deberes, las personas censadas han rivalizado en facilitar la misión de los funcionarios, lo reconozco así, con lógico orgullo.
Como ya he dicho, somos dieciséis millones de argentinos que, sin distinción de sexo, de edad, de posición social y económica y cualesquiera sean nuestras ideas, debemos estar unidos en la empresa común de que esos dieciséis millones de habitantes constituyan el resorte de nuestro engrandecimiento. Bien se advierte, porque al principio lo he dicho, que ni siquiera la legítima pasión patriótica ciega hasta el extremo de hacerme creer que la Argentina tiene suficiente con su población actual para cumplir los altos destinos a que está llamada. Dieciséis millones son muchos en relación al censo del año catorce, e incluso comparativamente a los cálculos establecidos hasta el presente; pero son pocos, muy pocos, para la extensión de nuestro territorio y para los fines que dentro del mismo han de ser cumplidos. Una buena política inmigratoria, una elevación en el nivel de vida de los trabajadores económicamente débiles y un refuerzo de los conceptos morales dentro del sistema familiar, servirían para que, rápidamente, -todo lo rápidamente que es posible en estos momentos-, la Argentina llegue a tener el porcentaje de habitantes por kilómetro cuadrado que corresponde, no a las naciones más pobladas o excesivamente pobladas, porque esto también puede constituir un inconveniente, sino a las que se encuentran debidamente pobladas.
En el día de mañana la alegría que produce en los argentinos la conmemoración de la fiesta de la bandera ha de estar reforzada con la satisfacción de haber sobrepasado los dieciséis millones de habitantes. .................. |
1947-06-19 | En una visita a la sede de la Unión Ferroviaria | Señores: Llego hasta la Unión Ferroviaria con el inmenso placer con que siempre he tomado contacto con los ferroviarios.
Nosotros, especialmente con el coronel Mercante, no podemos olvidar que fue aquí, simultáneamente con la Secretaría de Trabajo, donde comenzó la verdadera revolución que estamos viviendo.
La designación de presidente del antiguo Departamento del Trabajo, que recayera en mi persona, al mismo tiempo que se producía la intervención a la Unión Ferroviaria, presidida por el coronel Mercante, fue el comienzo de la verdadera acción revolucionaria.
Nuestra revolución se estaba desarrollando dentro de la intrascendencia social en que se han desarrollado todas las revoluciones habidas en la Argentina con anterioridad al 17 de octubre de 1945. Pensábamos que si la nuestra era, realmente, una revolución, no podía conformarse con cambiar algunos hombres sino que era necesario realizar una transformación verdadera del sistema argentino. Ese fue nuestro punto de partida.
Recuerdo que siendo Secretario del Ministerio de Guerra, hablamos largamente con el coronel Mercante sobre el sello a imprimir al movimiento revolucionario, y así establecimos las primeras bases de realización que luego mencionamos desde el Departamento del Trabajo: reforma en lo político, económico y social.
Iniciamos la acción con la reforma social. ¿Por qué iniciamos la acción por la reforma social? Porque la acción a desarrollar por la revolución tenía que estar basada en la idea de poner, en primer término, orden en casa, en forma que no hubiese gente que estuviese trabajando en base al sacrificio, en base a la miseria y a la necesidad, si es que queríamos hacer una patria grande. Desde allí, señores, salieron las primeras acciones verdaderamente revolucionarias.
Hasta entonces sólo se había producido en el país sólo un golpe de Estado, pero la revolución no existía en manera alguna. Nosotros pensamos que, conjuntamente con esta acción, era necesario interesar al pueblo argentino en la revolución, porque ella no había sido hecha por el pueblo argentino: había sido hecha sólo por una parte de ese pueblo. Los demás habían permanecido indiferentes y esa indiferencia se hubiera ido trocando contraria paulatinamente, mientras ese gobierno de la revolución no realizara algo que fuera verdaderamente trascendental para la masa argentina. Y eso es lo que nosotros hicimos: interesar a esa masa, que era la misma que había sufrido las consecuencias de los malos gobiernos, de un estado colonial en la economía argentina, del abandono social en que el país había vivido. Por eso dijimos en aquel entonces una frase que, más o menos, involucraba todo el concepto: "Es necesario entregar al pueblo argentino la bandera de la revolución".
Creamos la Secretaría de Trabajo y Previsión y, desde ella, entregamos al pueblo argentino esa bandera, y el pueblo argentino la llevó al momento actual, con los beneficios para todos los argentinos, y para la Nación Argentina, que estamos palpando. Por eso, señores, esta revolución no es obra de un hombre, ni de cien, ni de mil: es la obra del pueblo argentino. Y si se hubiera hecho solamente por mil o por cinco mil hombres, la revolución no hubiera triunfado, porque las revoluciones triunfan solamente cuando se hacen carne en el pueblo y cada uno de los componentes del pueblo la comprende, la siente y quiere ejecutarla. Sin eso, las revoluciones fracasan todas, a corto o largo plazo. Nosotros, que hemos vivido las horas de angustia y de tribulaciones de los primeros momentos, cuando la gente no creía en nosotros, que hemos trabajado incansablemente para que todos comprendieran las verdaderas aspiraciones de nuestra consigna actual, de este movimiento tendiente a llevar a los argentinos a una mejor situación que nos independizara de todo aquello que representaba algo foráneo en la explotación de la riqueza argentina, para entregar a los argentinos la explotación de su propia riqueza, pensábamos que si no éramos económicamente independientes hubiera sido inútil pensar en multiplicar la riqueza, porque con ello no hubiéramos hecho sino un servicio a quienes colonialmente nos explotaban.
Así nació nuestro movimiento y así se está desarrollando. Cómo puede pensarse que ahora, cuando hemos llegado a obtener éxito, hemos de abandonar la consigna de seguir luchando con la misma bandera y por los mismos ideales. Sería estúpido pensar que hombres como nosotros, que nos hemos jugado todo lo que éramos y todo lo que poseíamos en los momentos de crisis en que los hombres no suelen jugarse definida y definitivamente, ahora que tenemos el éxito en la mano, que estamos realizando cuanto habíamos previsto y cuanto habíamos idealizado en nuestros sentimientos de argentinos, habríamos de cambiar el rumbo. Es imposible concebir que pueda decirse que cambiamos el rumbo de esa orientación.
Nuestro gobierno es un gobierno fundamentalmente obrero. No queremos, ni pretendemos, ni aspiramos a dirigir el movimiento obrero, sino a marchar de conjunto, porque el objetivo del movimiento obrero argentino es el mismo objetivo del gobierno argentino.
Nosotros queremos saber a ciencia cierta cómo hemos de poner el broche final a estas grandes conquistas, no sólo en el orden social sino también en el orden político y económico, a efectos de consolidar de una manera definitiva la obra que estamos realizando, que ha sido mucho más grande que cuantos discursos podamos haber dicho. Si hemos expuesto lo que realizábamos era porque queríamos ser acompañados por el pueblo argentino en esas realizaciones, en esa tarea que hemos llevado a cabo incansablemente en estos cuatro años, trabajando de la mañana a la noche, construyendo siempre algo nuevo, cumpliendo una acción que consideramos proficua para el pueblo argentino.
Ahora tenemos por delante lo más fácil de realizar. Hemos vencido a nuestros adversarios en lo político como en lo social y en lo económico: ahora tenemos que vencernos a nosotros mismos. Para eso tenemos que imponernos el sacrificio de realizar el último esfuerzo, pensando que de nada valdría haber cruzado el río, si nosotros antes de alcanzar la costa, nos faltan las fuerzas y dejamos de nadar. Ese esfuerzo no lo realizaremos para nadie ni en nombre de nadie; lo haremos para nosotros y en nombre nuestro, para asegurarles a nuestros hijos, y a nuestros nietos, una felicidad tal como la hemos gozado nosotros. Ese desprendimiento es lo único que hace grande a los pueblos; ni la abundancia ni la riqueza tienen el valor del sacrificio y del trabajo.
En nuestro país estamos asegurando una libertad de la que no gozan en ninguna otra parte del mundo. No tenemos un solo preso político o social, a un año de nuestro gobierno. Damos libertad a la prensa y a todos los órganos de publicidad para que nos insulten, digan mentiras e infamias de nosotros. No nos alcanzan esos denuestos ni los tememos, pues estamos empeñados en un trabajo demasiado grande par estar ocupándonos de la infamia, de la mentira y de la calumnia. No han de desviarnos de nuestra acción. Tenemos objetivos muy claros y definidos y estamos dispuestos a alcanzarlos en el más corto plazo posible. Ya dice un viejo proverbio árabe: "Llega tarde a su casa quien en el camino se baja a arrojar piedras a los perros que le ladran." Por eso, como ustedes comprenderán, solo interrumpimos nuestra tarea para compartir un momento agradable con nuestros compañeros, los trabajadores. No hacemos otra clase de fiestas que no sean actos oficiales y los de los obreros. Esa es y seguirá siendo nuestra posición.
Lo único que podría perturbar nuestra acción sería que no nos sintiésemos apoyados por las fuerzas obreras, para las que estamos trabajando leal y sinceramente, y con absoluta buena fe. Esa comprensión entre las masas obreras y el gobierno es lo único indispensable para el cumplimiento de la acción revolucionaria que estamos llevando a cabo. Ese apoyo no basta con que sea espiritual, sino que debe ser materializado. Si antes rendíamos en el trabajo el cien por ciento, sirviendo a intereses foráneos o bajo dirección foránea, hoy debemos rendir el doscientos por ciento trabajando para nosotros, bajo nuestra propia dirección y nuestro propio control.
El ferroviario debe interpretar su función como la de un soldado que está luchando por su propia causa. El Estado quiere que los ferrocarriles se costeen a sí mismos. Si antes daban cien millones de pesos de dividendos anuales, que se iban al extranjero, nosotros ahora tenemos interés en esos cien millones de utilidad. Por eso, podemos mejorar en mucho las condiciones de los trabajadores ferroviarios exigiéndoles solamente que trabajen y obtengan un beneficio que, con la única deducción de un por ciento para renovación del material, pueda ser distribuida juiciosa, prudente y equitativamente entre todos los trabajadores, desde el más encumbrado hasta el más modesto.
Señores: Ustedes trabajan ahora para sí mismos y en conjunto trabajan para el país. Por ello, imagínense con que placer llego hasta aquí, sabiendo que ahora son más compañeros nuestros que antes; compañeros de trabajos y de fatigas que están con nosotros al servicio directo de la Nación; que realizan su lucha en su puesto de combate y que tienen conciencia de que, al mismo tiempo que se están sirviendo a sí mismos, están sirviendo al país, que es el hogar de todos.
Yo quisiera que, terminado este congreso, al regresar ustedes a las regiones que representan aquí, lleven esta palabra del gobierno a todos los camaradas que trabajan en las distintas latitudes de la república, y les digan, con la misma sencillez con que lo expreso yo, que trabajen y luchen como trabajamos y luchamos nosotros, cada uno en su puesto de combate, pues sólo así podrá el país alcanzar rápidamente los objetivos que se propone.
Hoy voy a anunciar que en vez de catorce millones, son dieciséis millones de habitantes de esta Nación a los cuales queremos brindarles una existencia cada día más dichosa. Para ello necesitamos cargar más, llenar los vapores todo lo que podamos. Necesitamos seis mil millones de pesos como producido de la comercialización de nuestras riquezas; y en el tren que vamos, no llegaremos a cargar sino por valor de cuatro mil millones. Es necesario, pues, transportar los dos mil millones restantes, para lo cual el país debe redoblar sus esfuerzos. Tal es la consigna que nosotros debemos llevar a los compañeros; multiplicar el esfuerzo para poder conducir todos los productos que tanto necesitan los pueblos hambrientos del mundo, en forma tal que refluya a nosotros todo aquello que no es menester para nuestra transformación económica.
Si reflexionan sobre lo que he dicho esta noche, se darán ustedes cuenta cuan profundamente nos sentimos ligados, Mercante y yo, a la Unión Ferroviaria. Podrán decirse muchas cosas de nosotros, pero pueden tener la absoluta certeza de que esta entidad es para nosotros lo mismo que fuera en 1943. La Unión Ferroviaria representó al núcleo inicial de nuestro movimiento revolucionario. Y nosotros podremos pecar de cualquier cosa, pero jamás de ingratos. Los ferroviarios han sido, desde las primeras horas, el brazo ejecutor de nuestros pensamientos y de nuestra doctrina, y quienes llevaron a lo largo de las rutas férreas del país las ideas esbozadas desde la Secretaría del Trabajo y Previsión. Por ello, nosotros, hombres que sabemos reconocer y que obramos sentimentalmente, no podremos olvidarles jamás. Nuestro agradecimiento a la Unión Ferroviaria será siempre tan profundo como hasta ahora, cualesquiera sean los acontecimientos que sobrevengan en el tiempo.
Estén persuadidos que nuestro reconocimiento y nuestro cariño a todos los ferroviarios del país no se ha de conmover por pequeñas cosa, porque están ligados en el pasado con raíces tan profundas que no pueden ceder ni ante la acción del tiempo ni desvanecerse en las sombras del olvido. ........... |
1947-06-23 | En el acto en que se firmó el convenio de trabajo de los obreros de la alimentación | Señores: Asisto a la firma de este convenio con la misma satisfacción que me producen todas las conquistas que paulatinamente van logrando los trabajadores argentinos, y celebro poder comentar las palabras que terminamos de escuchar al compañero Freire, palabras juiciosas y justas.
Nuestro gobierno ha encarado en el país tres reformas fundamentales: una reforma política, una reforma económica y una reforma social. En todos los pueblos de la tierra, cuando se encaran reformas fundamentales, existe una razón para hacerlo, existe un objetivo que el estadista debe perseguir y existe un modo para alcanzar ese objetivo.
La razón de nuestras reformas la conocen ustedes mejor que nosotros. La razón de la reforma política tiene por causa el engaño en que durante tantos años ha vivió la Nación, con respecto a cuyo gobierno se afirmaba que era republicano, representativo y federal, afirmación que constituía en nuestro medio la expresión de tres "mentiras criollas".
Hemos tratado, políticamente, de comenzar por la base, esto es, de decir la verdad, porque nos habíamos acostumbrado a escuchar tantas inexactitudes que cuando alguien decía la verdad nadie le creía.
En ese programa que estamos realizando, con todos los defectos que siempre presupone una acción de reforma en el campo político, debemos tropezar, lógicamente, con la improvisación de quienes han de realizar la reforma; con el estado de alteración que toda reforma produce y con la oposición de aquellos cuyos intereses personales son afectados por la reforma misma.
Nuestros hombres cometen graves errores políticos; pero pensamos que todos esos errores, cometidos de buena fe, no perjudicarán al país en la medida que lo perjudicaron los que, a sabiendas, de mala fe, incurrieron en otros errores.
El segundo defecto de la reforma política sería el desequilibrio que momentáneamente produce, desequilibrio que resulta siempre más conveniente que el antiguo equilibrio, que llevaba al bolsillo de los que gobernaban lo que debía ir al bolsillo de los gobernados.
El tercer defecto es la lucha contra los políticos desplazados. Este es un aspecto que conviene cuando se trata de pueblos como el nuestro, de sangre un poco caliente, que obra más por reacción que por acción. Si no tuviéramos oposición, tendríamos que crearla. Es este momento el gobierno no tiene oposición, tiene opositores. Estos, como no tienen a quienes dirigir, emplean otros métodos, que son la mentira, el rumor, la calumnia y la infamia. Estas armas solamente pueden tenerlas los hombres débiles; y ellos no encontrarán entre nosotros hombres débiles, sino hombres que están convencidos que deben cumplir y cumplirán peleando, si es necesario.
La reforma económica, que constituye la segunda fase de la reforma total, ¿en que consiste? La República Argentina es un país que desde hace cien años ha ido aumentando la producción de su riqueza en forma relativamente rápida, y en nuestros días su riqueza es extraordinaria. ¿Pero de que vale a un país poseer riqueza si su fruto, producido con el trabajo de sus hombres, sirve para alimentar a individuos que viven con lujo y placeres fuera del territorio de la República? Si nuestro país puede vivir menesterosamente con cuatro mil millones de pesos al año, a cambio de producir ocho mil millones para que, quienes explotan al país desde el exterior, se lleven los otros cuatro mil millones que sobran, yo me pregunto: ¿de que nos valdría producir cien mil millones si únicamente nos van a dejar los cuatro mil millones para vivir en medio de necesidades y de miserias? Para evitar que esto ocurra hay un solo medio: obtener la independencia económica del país, porque mientras ello no sea efectiva es inútil que trabajemos más, es inútil que enriquezcamos más al país, porque desde afuera se lo llevarían todo.
Si la Argentina quiere cumplir el objetivo de que sus hombres trabajen y viven mejor, lo primero que debe realizar es la independencia económica, es decir, vivir, trabajar y producir primero para sí, y después para los demás.
El principal objetivo de esta reforma económica ha sido el de llevar el país a la independencia. ¿Como se ha cumplido esta finalidad? Simplemente, cubriendo dos etapas que se han ido cumpliendo paulatinamente y casi al mismo tiempo: primero, reconquistar todos los valores que habían sido enajenados al extranjero, o sea, ferrocarriles, teléfonos, gas, usinas, etcétera; segundo, repatriar la deuda que teníamos en el exterior, por la que nos sacaban sumas fabulosas de dinero en concepto de intereses y por la que la República llegó a pagar dos millones de pesos por día que salían de nuestros bolsillos. La deuda ha sido repatriada y hoy no sólo no debemos un centavo al extranjero, sino que nos deben casi todos los países del mundo. Ahora, mediante esos empréstitos, los que cobramos el interés somos nosotros.
Debemos persuadir a cada uno de los argentinos de que no se puede vivir con felicidad hasta que el país no haya realizado integralmente su independencia económica, para lo cual hay que quitarle de la cabeza a unos cuantos "colonialistas", que todavía tenemos en nuestro país, las ideas que alimentan. Para consolidar la independencia cada uno de los argentinos debe ser un celoso soldado que la cuide.
No me explico, como no me lo he explicado jamás, porque si ante el peligro de una invasión y ocupación armada del país estamos dispuestos a hacernos matar, no lo haríamos si nos hablasen de dominar al país económicamente. ¿Que diferencia hay en que nos dominen política o económicamente? ¿No es lo mismo, coloniaje por coloniaje? ¿No es la misma cosa ser políticamente vasallo que serlo económicamente? Por fortuna, todo lo que el gobierno ha podido realizar materialmente para consolidar esa independencia económica, está consolidado. No debemos nada a nadie; hemos tomado todo lo que era nuestro y lo hemos pagado a buen oro. Tenemos 1500 toneladas de oro en nuestro Banco Central y algunos tontos -disculpen el término- dicen que no tenemos divisas, lo que quiere decir que no tenemos crédito. Para destruir esta afirmación no se necesita ser doctor en ciencias económicas, del mismo modo que ustedes, para saber si su casa marcha bien o mal, no precisan haber estudiado economía política ni alta finanza. El estado es una casa en grande: cuando hay plata, nadie lo puede negar, y cuando no la hay, tampoco lo puede negar nadie.
Dicen que no tenemos divisas y por eso cerramos la importación a los perfumes, whisky, seda y autos de lujo. Tenemos la experiencia de la terminación de la otra guerra. La experiencia en cuero propio es maestra de tontos; no queremos aprender en cuero propio. En el año 20' dos años después del 18', ocurrieron cosas que no acontecen en el 47', dos años después del 45'. En el 20', había la olla popular en la calle; el pan costaba 1,20 el kilo, se compraba en las comisarías y eran pan bazo; el azúcar se compraba también en las comisarías y en enero tuvimos la Semana Trágica porque los obreros salían a pedir mejoras de salarios para poder comer.
Hoy, como entonces, estamos a dos años de haber terminado la segunda guerra que dejó al mundo sumido en la miseria y en la desesperación. Si comparamos con el año 18', aquello era un juego de niños frente a lo que está sucediendo hoy en el mundo, cuando mueren millares de hombres por el hambre. Analizando comparativamente lo que pasó entonces y lo que sucede ahora preguntamos: ¿por que? Porque, durante esos dos años, todo lo que habíamos acumulado con nuestro trabajo, se fue al extranjero; y ahora quieren que nosotros, con esos mismos procedimientos, lleguemos dentro de un año a la misma situación del año 20', en el cual, en vez de comprar máquinas, vapores y ferrocarriles, nos gastamos el dinero en perfumes, en whisky, en vino, etcétera.
Dicen que no tenemos divisas. Yo pregunto cuando la Argentina ha tenido divisas, si en las oportunidades en que debía comprar 10 millones hacía un empréstito por 20. Y de esos millones, se gastaban diez en comprar lo que se necesitaba, y los otros se hacían humo en las manos de los prestidigitadores.
La administración que nosotros hacemos no es a base de empréstitos, sino a base del dinero que poseemos. Cuando no tengamos dinero, no compraremos, pero no endeudaremos al país, pues ése sería el principal camino para conducirlo a un nuevo coloniaje con respecto al extranjero.
No haremos empréstitos para obtener divisas. Y es lógico que nos lo censuren los que negociaban con las divisas. Puedo decir que actualmente el país tiene una moneda con un respaldo de que carecía antes. Nuestro peso tiene tras de sí un respaldo del 151 % de oro, situación que no tiene precedentes entre nosotros. Hasta llegar a reducir ese respaldo al 33%, como lo mantenían ellos, tenemos mucho oro para entregar.
Se dice que no debemos sacar el oro. Y yo pregunto: ¿si viniese un período de hambre, íbamos a comernos el oro? Y aún considerando el asunto desde el punto de vista financiero, yo pregunto si el oro sirve para alguna otra cosa que para comprar, y si puede invertirse en otra cosa mejor que en adquirir máquinas, que van a fabricar oro, y en barcos que van a traer oro. Solamente en fletes marítimos gastábamos 400 millones por años, porque carecíamos de flota propia; ahora, que tenemos una flota de 1.200.000 toneladas, el importe de los fletes no va a las compañías extranjeras sino a nuestras propias compañías. Si antes ustedes veían en el puerto 20 barcos extranjeros y uno sólo con bandera argentina, ahora verán 20 barcos de nuestra bandera por cada uno de bandera extranjera.
¿Que hace el Estado con las pilas de oro que hay en el Banco Central? Si las dejase donde se encuentran, de aquí a cuatro o cinco años estarían sin rendir beneficio alguno. ¿No es mejor cambiar un par de esas pilas por vapores, que se pagan con sus fletes en cuatro años, con lo cual transcurrido ese tiempo, nos encontraremos con las dos pilas y con el vapor? El oro sirve bajo el colchón, no sirve, porque es demasiado frío y duro...
La calle se puebla de rumores acerca de que no tengamos divisas. Esa es la oposición, la que ahora no puede negociar con divisas, no puede formar monopolios mediante los cuales le sacaba el dinero a todos los demás. Esa oposición va a seguir gritando hasta el día que se muera. Pero hay una diferencia: antes eran cada vez más ricos y ahora van a ser cada vez más pobres.
Podríamos hablar días enteros, y no con el lenguaje de los antiguos economistas que se dedicaban a espetarle a uno el principio hedónico, la ley de la oferta y la demanda, etcétera, etcétera. Ahora ya no nos engaña más con esas palabras. Ahora queremos ver obras y no oír charlas. Nuestra obra puede verse en cualquier parte del país, eso es lo que interesa al gobierno. La charla y la política no le importan absolutamente nada. Le importa hacer obra constructiva, para que dentro de cuatro o cinco años los argentinos puedan apreciar el resultado de esa obra. Hasta entonces, será difícil convencer a los opositores, pero cuando llegue la aplastante realidad de la obra cumplida en beneficio de todos, hasta la misma oposición tendrá que bajar la cabeza y marchar por otro camino.
Esa primera etapa de la reforma económica está cumplida y consolidada, pese a lo que digan, a lo que piensan y a lo que sientan ellos. Nos queda por delante la segunda etapa, en la que cada uno debe trabajar para producir más, en el convencimiento de que ya la riqueza no se va por los famosos tubos de los vasos comunicantes de que he hablado tantas veces. Ahora la llave la tenemos nosotros, y el tanque subirá en la medida de lo que nosotros produzcamos.
Por esa razón, cada obrero argentino debe hoy dedicarse a trabajar. Sabe y debe estar persuadido de que la mayor riqueza que el país produzca será también para él en la proporción de lo que él haya producido.
Es claro que en contraposición a esta doctrina de la reforma económica de nuestro gobierno, hay fuentes externas y fuerzas internas que se mueven en su contra. Las fuerzas externas -poderosísimas- son las de los que nos explotaron durante cien años y que ahora advierten que se les acaba la vaca lechera y que deben resignarse a tomar la leche en polvo que lo vendamos nosotros.
En cuanto a los enemigos interiores, son dos categorías, que tenemos bien catalogadas: los monopolistas, que antes nos exprimían a todos, aquí adentro, para mandar la plata hacia afuera, y grupos financieros que se quedaban con el santo y la limosna. Esos ya comienzan a pensar que estarán mejor en otros países. ¡Dios los ayude! Puedo ser que en otro lugar de la tierra encuentren tontos.
El otro sector de los que internamente se oponen son los saboteadores, que ustedes saben mejor que yo los puntos que calzan y porque están haciendo obstrucción a nuestra reformas: porque reciben órdenes desde afuera y no obedecen su corazón de argentinos sino a un mentalidad extranjera, lo que resulta más honorable y honrado que obedecer a sus propios compañeros y a sus propios compatriotas. Pero esos tampoco van lejos. No se puede impunemente trabajar contra el país dentro del país. Y nosotros estamos tanto contra el imperialismo capitalista de derecha como contra el imperialismo comunista de izquierda, con la salvedad de que yo culpo más al capitalista porque él es el culpable del comunismo; él lo ha engendrado por reacción. Y nuestro programa debe ser terminar con el capitalismo y terminar con el comunismo. Cuando uno tiene enfermedades graves, hay que terminar con ellos porque, sino las enfermedades terminan con uno.
Nuestra posición debe ser absolutamente clara, para que nadie se llame a engaño. Nosotros estamos trabajando a cara descubierta y tenemos que plantear perfectamente bien una tercera posición, que seguimos y que es, política, económica e ideológicamente clara. Los que están en los extremos, estarán en contra de nosotros, tanto de un lado como del otro. Nosotros continuaremos en nuestro camino sin hacer caso a unos ni a otros, porque, como decían los árabes, "tarde llega a casa el que se apea del caballo para arrojar piedras a los canes que ladran en el camino".
Mediante la reforma económica es posible la reforma social; pero si aquella no pudiera realizarse, fracasaría ésta, porque es inútil pretender mejorar el estándar de vida si no se es económicamente independiente y si la riqueza no va aumentando progresivamente. La riqueza la producimos nosotros, el secreto está en repartir proporcionalmente el resultado del esfuerzo realizado, y eso ustedes saben que los estamos cumpliendo. Al aumentar la riqueza, si se distribuye bien, el estándar de vida aumenta proporcionalmente en cada casa, por humilde que sea. Nuestro gobierno, que es de basamento obrero, espera, para la realización de su programa el apoyo de la clase trabajadora. Sin su apoyo, la reforma social no es posible. ¿Por que no es posible? Porque sin su apoyo no se aumentará la riqueza, no habrá mayor grado de producción y será facilitada la campaña de los que están en contra de la reforma y de los que la sabotean.
Debo advertirles que no tengo prejuicios sociales de ninguna clase. No me interesa a mí como se llama cada argentino o como piensa; pero lo único que no puedo aceptar es que haya uno que trabaje contra la posibilidad de hacer felices a todos. Y para demostrar, en pocas palabras, todo lo que hay de criminal y de traición en el sabotaje a nuestra reforma social, bastaría preguntar que va a pasar en el país si fracasamos nosotros; volveríamos a la antigua oligarquía a base de policía, ejército y opresión, que ustedes conocen como yo, o llegaría el caos donde cada uno saldría a la calle con un fusil o un cuchillo a matar al que encuentre. Esos son los caminos que quedarían si fracasamos, de manera que aquel que lucha para que nosotros fracasamos, propugna una de esas dos soluciones; o el caos en el país, donde tendremos para salir a matarnos entre hermanos; o la entrega otra vez a la oligarquía, para que ella maneje al país en la misma forma en que lo hizo durante cien años.
No se necesita ser muy elocuente para darse cuenta de que la reforma política, la económica y la social están perfectamente bien encadenadas y que esas tres reformas han tenido formas de ejecución que están mostrando diaria y palmariamente al país que es lo que estamos cumpliendo.
Nosotros encontramos un país detenido, en manos de una oligarquía entregada al extranjero, para su explotación, haciendo vida vegetativa. Hacía treinta años que el presupuesto de un año era el mismo al del año anterior, del cual se copiaba. Aumentaba la producción, aumentaba el trabajo, pero lo demás no aumentaba, porque el país estaba detenido y, como todo lo que está detenido envejece y muere, ¿como podíamos dejar que un país joven como el nuestro muriese por una vida vegetativa y una ancianidad prematura? Mi idea fue ponerlo en marcha, una cosa tan simple como el huevo de Colón, porque lo que a cualquiera se le ocurre al ver una cosa que está detenida es hacer que ande, que se mueva, que produzca. ¿Pero podríamos hacer producir al país con una clase trabajadora menesterosa, mal pagada y explotada? No, porque para que los trabajadores produjeron era necesario pagarles bien y hacer que trabajaran humana y dignamente. Eso es lo que hemos hecho.
Por eso realizamos la reforma social. ¿Como la hemos realizado? Ustedes lo saben: nos peleamos con unos y con otros, pero sacamos adelante las cosas. Hoy no hemos llegado al ideal, pero recuerden ustedes el año 20', dos años después de la otra guerra. Recuerden la olla popular, a la que iba una multitud de hombres sin trabajo, a los que se les distribuía como a perros un pedazo de pan y de carne; cuando había diez mil desocupados en Puerto Nuevo, mientras los señores de siempre hacían sus fiestas y sus orgías; cuando la gente del pueblo no podía comprar azúcar y el pan era escaso. Ese cuadro no se ha repetido hoy porque se ha realizado otro tipo de gobierno. De eso pueden estar absolutamente seguros, absolutamente persuadidos.
Ahora estamos cumpliendo la etapa de capacitar a los trabajadores para que puedan desarrollar una mayor producción. Ese sacrificio les será compensado con mejores condiciones de vida. Ahora hay que poner el país en marcha. ¿Como se hace? Poniendo el hombro, y adelante. Todo esto lo ven ustedes cristalizado a lo largo de la acción de nuestro gobierno. No lo ve sino el que no quiere; y no hay peor ciego que el que no desea ver.
La Revolución ha producido la reforma social, y ahora el plan de gobierno es la puesta en marcha del país. Para que esta última etapa pueda cumplirse, necesito la colaboración de todos los trabajadores. No pido nada para mí sino para ellos mismos, que son quienes van a disfrutar de lo que produzcan, haciendo grande y rico al país. Yo soy viejo y me moriré pronto, pero quiero decirles que soy un hombre que se ha embanderado como un soldado de una causa y está sirviéndola. Se pueden imaginar que en la Casa de Gobierno yo no vivo en un lecho de rosas: llego a las seis y media y me retiro a las veintidós. Y durante todas esas horas llega gente a cada rato con un pinchazo nuevo o con la inquietud de algún nuevo problema. Con tantas cosas agradables, se imaginarán que jamás haría este sacrificio si no se tratara de defender una causa que he abrazado con todo el corazón y que es la causa de todos ustedes y no la mía. Se imaginarán lo bien que yo estaría en mi quinta, con mi sueldo de general retirado, plantando árboles, que tanto me gustan, y, sin embargo, prefiero llevar esta vida porque estoy convencido de que mi causa ha de ser la salvación del país.
Si no pensara así, no me quedaría ni cinco minutos en la Casa de Gobierno. Yo vivo con trescientos pesos al mes y no necesito más porque soy tan feliz con trescientos pesos como con trescientos mil. Esto les dice bien a las claras a que se debe el sacrificio personal que estoy realizando, pero ello no reviste ninguna importancia frente a los que estamos jugando en este momento para el bienestar de todos los argentinos.
Yo necesito que el país produzca más, transporte más, y cargue más en el puerto, no para mí sino para todos. A mi me tocaría una diez y seis millonésima parte porque soy uno; pero a ustedes les tocará mucho más porque, en conjunto, representan un gran número. Si cada uno de los argentinos aporta su contribución en el esfuerzo, el país subirá a las nubes. Pero, desgraciadamente, de los dieciséis millones hay diez que gastan y consumen sin producir, como los zánganos de la colmena, y solamente hay seis millones que fabrican la miel. Estoy empeñado en que esos diez millones de perezosos comiencen a preocuparse por trabajar. Y debo advertirles que los holgazanes pululan por todas partes y no solamente son aquellos que se acuestan y se levantan tarde, sino que los hay también, entre los que se levantan temprano.
Esto es lo que necesitamos en este momento; pedir al pueblo que trabaje para producir y que aparte de su camino todo aquello que signifique un obstáculo, sacándolo como se aparta a la maleza, o la víbora. Cuando empecemos a trabajar en firme, los dieciséis millones de habitantes estarán al servicio del país y nuestros hijos y nuestros nietos dirán con orgullo: "Que grandes fueron nuestros padres". ............ |
1947-07-07 | En un acto al pasar por Rosario en el viaje hacia Tucumán : | Compañeros: En esta hermosa ciudad de Rosario donde cada vez que he venido he visto jubilosas las caras de nuestros hermanos rosarinos, tantas veces ilustres por su pasado, debo decir ahora que en esta peregrinación que en nombre de los argentinos realizamos a la ilustre ciudad de San Miguel de Tucumán, llevamos con nuestro homenaje la santa intención de proclamar por segunda vez allí la emancipación de la República: su independencia.
Este alto en el camino, que nos da la satisfacción de poderlos estrechar en un fuerte abrazo, sobre nuestro corazón, porque sabemos que este es un centro de trabajadores que todos los días amasa la grandeza de esta tan querida patria argentina, no pasa inadvertido en los anhelos de la nueva historia que estamos forjando para nuestro pueblo, para el que no hay esfuerzo que no pueda realizarse ni sacrificio que no pueda consumar.
He dicho tantas veces que un mejoramiento de nuestros trabajadores ha de estar precedido por dos circunstancias que no han de olvidar los trabajadores mismos: primero, la independencia económica porque de nada valdría aumentar nuestras riquezas si habrían de drenarse hacia el extranjero; segundo, el trabajo proficuo para que todos los días vayamos levantando el nivel de nuestra existencia como pueblo libre y como pueblo feliz. Por eso, obtener la independencia económica es la base sobre la que estamos laborando los planos de gobierno, y de ahí los sacrificios que diariamente realizan el gobierno y el pueblo argentino.
Celebro que, como en los viejos tiempos de la historia, en esta cruzada a Tucumán estemos acompañados por este nuevo compañero que incorporamos hoy a nuestro corazón de trabajadores argentinos: el presidente de nuestros hermanos de Chile.
Ellos también han de conquistar su independencia económica y andaremos en la historia del brazo o abrazados, como San Martín y O´Higgins, para bien y para felicidad de muchos millones de americanos que harán en el futuro desaparecer fronteras, porque no puede haber fronteras físicas cuando no existen fronteras en el corazón.
Compañeros: agradezco que hayan llegado ustedes hasta aquí para tener el inmenso placer de saludarlos. Como me han preguntado tantas veces cómo está Evita, he de informarles que se encuentra perfectamente y que, como nosotros aquí, ella, en tierras extrañas, trabaja por hacer cada día más grande y más glorioso el nombre Argentina.
Compañeros: antes de partir quiero, como siempre, darles el consejo paternal y amigo de todos los días: manténganse unidos, solidarios. Una clase trabajadora unida no solo es garantía para cada uno de los trabajadores sino también es la máxima garantía para la patria. |
1947-07-08 | El general Perón y el presidente de Chile hablan en la plaza Independencia de la ciudad de Tucumán | Queridos amigos tucumanos: Llegamos hasta esta varias veces ilustre ciudad de San Miguel del Tucumán, como quien realiza una peregrinación al altar más sagrado de la patria: el de su independencia. Y doy gracias a Dios de que al poderlo realizar, lo haga como en los tiempos heroicos, acompañado de los siempre hermanos de allende los Andes, a quien abrazara sobre su corazón el más grande de los grandes argentinos, el General San Martín.
Y llegamos hasta Tucumán, cuyo recuerdo es permanente y será imperecedero para mi corazón de argentino, porque sé bien cómo este noble pueblo de trabajadores levantó su bandera de reivindicación durante todo el desarrollo de nuestra revolución y cómo salieron a caballo con sus chuzas el 17 de octubre.
Todos los pueblos de la tierra que, como el nuestro, nacieron bajo el significado sagrado de la nacionalidad, tienen dos etapas en que cumplen su ciclo de libertad y de independencia. En 1810 pusimos por manos de nuestros ilustres antecesores, la piedra de nuestra independencia política, que se selló en esta gloriosa y hermosa Tucumán, pero queda un segundo ciclo que cumplir, el de la independencia económica. Nada haríamos con ufanarnos de la independencia política, si esta representa un vasallaje económico. No podríamos luchar sino con desventaja frente al tiempo y al destino si nos aferráramos a la forma meramente política y no defendiéramos lo que esta tierra ubérrima, regada por la bendición de Dios, ha de producir para tranquilidad y felicidad de los argentinos.
Por eso hemos trabajado sin descanso noche y día, para que Dios nos diera la brillante oportunidad de llegar a esta tierra de libertadores ante este altar tan sagrado de la independencia política de la patria, para colocar nuestras ofrendas y el compromiso juramentado de que hemos de luchar noche y día hasta ser absolutamente libres e independientes en el orden económico.
Seguimos el mandato de nuestra historia. Desde Mendoza, San Martín apuró la declaración de la independencia, convocó a sus propios diputados y los mandó a Tucumán. Y nosotros que hemos de seguir la línea inquebrantable del sentido y del sentimiento sanmartiniano, llegamos hasta Tucumán para ir a la misma casa, rememorar el mismo clima, comprometer el mismo juramento y decidirnos a morir si es preciso para obtener esa independencia económica.
Puede Tucumán estar orgullosa de su historia y de sus destinos. Que sea esta para todos los tiempos la meca de nuestra independencia, donde los hombres lleguen con unción ante este altar sagrado de la causa de la libertad para prometer al pueblo que ningún argentino, por miserable que se sienta, podrá exponer jamás la bendición de su soberanía y de su independencia ante ningún poder de la tierra.
Ese es el significado de esta visita a la que personalmente agrego con todas las fuerzas de mi corazón, el entrañable deseo de abrazar a todos los trabajadores de esta tierra como un hermano más, como un soldado mas de esta causa y pedirles que todos los días, sintiéndose tucumanos de corazón se pregunten si durante la jornada han hecho algo para el bien de la patria y prometan todos los días realizar el esfuerzo consciente para ir amasando una mayor riqueza, para formar una mayor grandeza de esta patria, a la que estamos decididos a servir con todas las fuerzas de nuestro espíritu y de nuestro corazón.
Celebrad vuestra zafra, que es un himno al trabajo y a la producción que la humanidad no debe olvidar jamás, porque en ello está el numen de los que nos precedieron y porque en ello está el destino y la grandeza de la Nación.
Hemos cumplido la segunda etapa de la independencia. Puedo decir a este pueblo que somos ya económicamente libres e independientes. Puedo deciros que no vengo a la usanza de los viejos políticos a traer promesas incumplidas y que no se van a cumplir. Vengo a deciros que no soy yo quien realiza nada, sino que sois vosotros que con el trabajo fecundo estáis forjando el destino de la Nación. Vengo a deciros que ningún gobernante de la tierra puede ufanarse de cuanto haga, mientras el pueblo no elabore paciente y sacrificadamente hora a hora, día a día, mes a mes, año a año, la grandeza que ha de ser el bien común a distribuir entre todos los hermanos que en esta tierra se sienten de una misma familia, de una misma raíz, de una misma idealidad, de una misma democracia, pueblo que ha de levantarse por sobre todo el mundo si sigue los dictados del corazón de patriota y sabe poner frente a su causa, la decisión inquebrantable de ser argentino por los siglos de los siglos.
Compañeros: en nombre de la Nación y como un compañero vuestro, antes de terminar quiero deciros algunas palabras de consejo que, como sabéis lo hago desde el fondo de mi corazón y con el sentido fraterno con que siempre os hablo. Vosotros los trabajadores que tenéis la enorme responsabilidad de todo nuestro movimiento, ya que nuestro gobierno es un gobierno fundamentalmente obrero, porque así el designio de nuestro movimiento ha fijado su obligación a cada argentino, vosotros trabajadores de Tucumán manteneos siempre unidos; que no haya para un trabajador nada mejor que otro trabajador, que cada uno sienta en su corazón esa hermandad y que cada uno grabe en su inteligencia que nuestro movimiento triunfará si estamos unidos, si somos solidarios con la obra común y si cada uno pone el hombro a esta empresa, que, como en los tiempos heroicos, ha de fructificar con el sacrificio y con el trabajo. No olvidemos que nada se construye sin hacer sacrificio. Por eso os he pedido producir. Por eso pido, como vuestro jefe, que me ayudéís a construir, construyendo cada uno por su cuenta; que me ayudéis a llevar adelante la empresa del plan de gobierno, con la solidaridad que puede dar la convicción absoluta de que estamos trabajando para todos; que nadie sea instrumento de la ambición de nadie, pero sí el artífice del destino común; que cada uno piense a todas las horas que la grandeza de nuestro destino está confiada a cada ciudadano y que nuestra patria no será grande si sus dieciséis millones de argentinos no la sienten grande y no son capaces de morir, si es preciso, por verla grande. ............ |
1947-07-15 | Al recibir la Orden del Mérito Militar del Brasil : | Señor Embajador: Agradezco al señor embajador y, por su intermedio, a los camaradas del Brasil, por la distinción de que se me ha hecho objeto. Para un hombre que ha vivido toda la vida en las filas del Ejército, es indudable que su sensibilidad es tocada de una manera especial cuando los camaradas brasileños del Ejército, que admiramos y queremos, se han dignado a conferir a esta condecoración a un camarada argentino, que tiene por ese Ejército y por su pueblo un inmenso cariño.
Es más, aprecio que nuestros países y nuestro ejército y el ejército brasileño deben marchar, siempre unidos, admirándose y respetándose como única forma de realizar, en la medida de nuestras posibilidades, una tarea constructiva para esta confraternidad, este trabajo y esta paz que será lo único que hará grande a nuestros países y grande a América. ..................... |
1947-07-19 | Mensaje radial sobre el problema de la carestía de la vida | Mensaje radial sobre el problema de la carestía de la vida Una vez más tomo la palabra para ponerme en comunicación con el pueblo al objeto de informarle de la campaña emprendida contra la especulación y la carestía de la vida. Ello es tanto más necesario cuanto que comprende las legítimas impaciencias de los consumidores, víctimas de los elevados costos. A quienes quieran escucharme con buena fe deseo exponer la situación real del problema, con la intensión sincera de que la conozcan y aprecien en sus verdaderos términos.
Para ello es preciso, ante todo, señalar que en el encarecimiento de la vida existen dos aspectos. Uno es el que se derivan de la anormalidad económico-social que producen las grandes guerras, cuyos efectos se sienten con mayor intensidad en los primeros años de la posguerra. Estamos ahora en ese momento grave de la inflación; y el fenómeno -que tiene caracteres universales- se produjo con mayor intensidad a raíz de la guerra de 1914- 1918, pues entonces el porcentaje de aumento llegó a 188, mientras que ahora no ha pasado de 175, tomando siempre, como es lógico, el costo de los artículos de primera necesidad. A esta situación más favorable se ha llegado merced a que la política económico-social del gobierno ha permitido mantener la actividad del país y ha facilitado salarios elevados. Bastaría, para comprenderlo así, advertir la distinta situación industrial del país después de la segunda guerra en relación con la primera. Invito a quien quiera a que compare el grado de ocupación y nivel de salarios reales, no sólo con respecto a ambas contiendas sino entre la Argentina y los demás países. Los salarios computados por números índices se han elevado en nuestro país de 100 en 1939 a 220 en marzo de 1947, y el costo de la vida en los capítulos de alimentación, alojamiento, indumentaria y gastos generales ha variado en el mismo tiempo de 100 a 175.
Nadie niega que este incremento resulta excesivo; pero yo digo que es muy cómodo señalar el hecho sin explicar sus causas y lanzar sobre una política determinada las culpas del mismo. Más el argumento o la insidia se quiebran cuando se considera que nuestra situación es mejor que la de la casi totalidad de los países del mundo, hayan sido neutrales o no, en la guerra, y similar a la de los países más ricos y de mejor organización. Los datos estadísticos nos señalan que sólo tienen índices de aumento más bajo en el costo de la vida países como Canadá, Estados Unidos y Gran Bretaña, pero es muy discutible que la capacidad adquisitiva de la totalidad de la población haya alcanzado niveles tan buenos como en la Argentina. Así, en Canadá los salarios sólo han variado de 100 a 142, en Estados Unidos de 100 a 183 y en Gran Bretaña de 100 a 161, o sea mucho menos que en el nuestro, que, como hemos dicho, ha pasado de 100 a 220, de donde resulta que para los ciudadanos de economía media y modesta el costo de la vida ha aumentado más que aquí.
En otros países, muy pocos, la situación en el costo de la vida es similar, pero los salarios también quedan muy por debajo.
Y finalmente, en la casi totalidad, en cualquiera de los continentes, los precios en igual lapso han subido mucho más y los salarios han aumentado mucho menos. Para no hacer interminables los ejemplos, elijo unas naciones de la América Latina y señalo esta realidad.
En el Brasil el índice de costo de vida ha pasado de 100 en 1939 a 207 en 1946; en Chile de 100 a 267; en México de 100 a 265; en Perú de 100 a 201 y en Uruguay de 100 a 145, pero en éste último país los salarios sólo han subido de 100 a 147 en 1945, último año registrado.
Como se ve, nuestra situación es absolutamente ventajosa, y aún cuando resulte menester combatir la inflación de los costos, se hace asimismo necesario atacar las inflaciones alarmistas, de motivaciones políticas.
Claro es que, además de las causas naturales de inflación, hay otras, en la Argentina y en las demás naciones, que sólo pueden ser consideradas como naturales en cuanto es natural el egoísmo, la codicia, la falta de solidaridad humana y la carencia de patriotismo en algunos sujetos. Ellos son quienes revuelven el río para actuar de pescadores gananciosos, quienes fomentan las bolsas negras, quienes especulan y lucran con el trabajo y con la sangre de la inmensa mayoría de los habitantes. Contra esas causas de encarecimiento, contra aquellos criminales que las provocan, ha de ir encaminada la acción inexorable del poder público. En esta campaña hemos de marchar todos unidos. Y si no conseguimos que la vida sea barata, por lo menos detendremos la marcha ascendente de los precios y los situaremos en los justos límites del encarecimiento por razones imponderables.
A eso van encaminadas las medidas adoptadas por el Poder Ejecutivo, conforme voy a explicar brevemente.
Obtenida la sanción por el Congreso de la Ley Nº 12.983 que faculta al gobierno para congelar precios, mantener mínimos de producción e incautarse de mercaderías y de establecimientos industriales y comerciales, se dictó el decreto Nº 16.462, del 11 de junio último, cuya idea básica fue incautarse de todos los artículos de vestimenta y de textiles para uso doméstico, elaborados, a elaborarse o en stock en las fábrica, o en poder de importadores y confeccionistas, para obligarlos a vender a los mismos precios a que habían vendido en julio de 1946 según sus propias declaraciones juradas de agosto de aquel mismo año. Sobre ese precio se autorizaba a los minoristas un aumento del 40%. El Poder Ejecutivo, en su afán de actuar equitativamente, se reservó la facultad de variar en más o en menos esos precios cuando existiesen causas justificadas.
Complemento del anterior decreto fue el que se dictó el día 1º de este mes, que entre otras normas, extendía el régimen a los mayoristas, quienes quedaban facultados para aumentar los precios de fábrica con un máximo del 15%. Ahora bien, ante la evidencia de algunos casos el Poder Ejecutivo ha tenido que poner en función la reserva que estableció en el primitivo decreto al objeto de revisar los precios de fábrica de las declaraciones juradas de agosto de 1946, cuando se acreditasen aumentos justificados. Estudiado el asunto, el Poder Ejecutivo ha dictado en el día de ayer un nuevo decreto en el que, con carácter general, se reconocen los aumentos en los costos de mano de obra y de materia prima que quedan fijados para los establecimientos que elaboren artículos de algodón, en 15%; para los que elaboren artículos de lana, en 5%; para las fábricas de calzado, en 21%; para la confección de prendas de lana y rayones, en 19%; para la confección de prendas de algodón, en 22%; y para la manufactura de sombreros, en 22%.
Como no han de faltar gentes maliciosas que por razones políticas, por motivos económicos o por el simple deseo de perturbar, han de censurar esta medida adoptada, como censurarían cualquier otra, creo importante decir que los aumentos señalados sobre los precios de fábrica declarados en 1946 no han de impedir una considerable reducción en el precio de las mercaderías afectadas, puesto que, son inferiores a los que actualmente se vienen aplicando por fabricantes, mayoristas y minoristas.
En el mismo decreto se permite que los fabricantes y confeccionistas de artículos incautados empiecen a vender libremente con la sola condición de que se ajusten a los precios máximos fijados. También se establecen los precios de venta en fábrica que han de aplicar los industriales que, por unas u otras causas, no presentaron declaraciones juradas en el año 1946. Finalmente, el decreto resuelve el problema de la fijación de precios de las mercaderías existentes en poder de los mayoristas y minoristas con anterioridad al decreto Nº 16.462. Siguiendo un criterio similar a este, el precio se establece en el de compra aumentado en los porcentajes señalados.
Los artículos de vestuario han sido de los que mayor aumento han experimentado en el período de posguerra y por eso el Poder Ejecutivo les ha dedicado preferente atención. Pero, naturalmente, no podía dejar de lado el abaratamiento de los productos alimenticios. En realidad, este problema era más de inspección que de fijación de normas, por cuanto diversos decretos habían establecido ya precios máximos. Lo que se necesitaba era restablecer la confianza del público y obligar a los comerciantes a acatar las normas establecidas. Por eso en el día de ayer he firmado otro decreto que se circunscribe a ratificar todos los existentes en materia de limitación de precios de artículos alimenticios y de menaje. Me parece innecesario añadir que tanto para estos como para los textiles se determina la forma en que deben ser marcados para que el público conozca sus derechos y la inspección se realice con eficacia.
A propósito de la inspección, recuerdo nuevamente que ha sido confiada a la Policía Federal, con la que colaborarán, bajo su dirección, inspectores de otras reparticiones. La consigna dada, se puede traducir en dos palabras mutuamente complementarias: serenidad y energía. Serenidad como garantía de todos los derechos, y energía como medio de imponer el respeto a la ley. La energía sólo es eficaz cuando se ejerce sin pasión. Más no quiero ocultar que comprobada la infracción haré recaer sobre el infractor todo el rigor de las medidas que la Ley 12.983 pone en manos del poder público. Lo hago principalmente en defensa de la sociedad, pero también en defensa de los comerciantes e industriales que no quieren darse cuenta de los momentos graves que el mundo atraviesa económica y socialmente.
No es el momento de insistir en esta cuestión, ni es tampoco necesario, porque al buen entendedor le basta media palabra.
Es preciso que comprendan todos que mi deseo en la campaña de abaratamiento de costo de la vida va encaminado a amortiguar las repercusiones de la guerra y del desequilibrio que el mundo sufre actualmente. Quienes no quieran comprenderlo así habrán de resignarse a sufrir las consecuencias, inmediatas por lo que hace a las sanciones que se les impondrán, y mediatas porque si su pasión, su antipatriotismo, su desprecio al prójimo, su codicia y su torpeza llevasen al fracaso esta campaña, correrían el peligro evidente de perderlo todo.
Siguiendo lo que en mí es ya una costumbre, no quiero terminar mis palabras sin hacer un llamamiento a la concordia. La persecución del agio no es un tema doctrinario ni político. Es, sencillamente, una necesidad de defensa colectiva. Por eso sólo pueden oponerse a ella quienes desde uno u otro campo, desde éste o aquel extremismo tratan de minar los fundamentos sociales y económicos de nuestra civilización y de nuestras instituciones.
Deseo que el público en general colabore con la acción del gobierno y requiero de modo especial a comerciantes e industriales para que coadyuven, aún con sacrificio, al éxito de la campaña, cumpliendo las disposiciones adoptadas contra la especulación y los precios abusivos. Hago este requerimiento específico porque estoy muy lejos de suponer que no existan comerciantes ni industriales capaces de realizar el esfuerzo que les pido. Muy por el contrario, debo suponer que ellos son la mayoría y que las perturbaciones de la especulación son ocasionadas por un corto número de desaprensivos que, no obstante, alteran con su actitud la vida económica del país.
Pido también a los obreros que acepten las medidas dictadas con el convencimiento de que son las únicas eficaces que hoy pueden tomarse. Su colaboración ha de consistir no sólo en la que les incumbe como ciudadanos sino también en mantener el ritmo de la producción, desoyendo a los malos consejeros o, más propiamente, a aquellos enemigos que les inciten a otra cosas como procedimiento de reivindicación social. Tengo sobrados títulos para afirmar que nadie me gana en la defensa de la clase trabajadora, y ello me autoriza a asegurarles que uno de los medios más eficaces para abaratar el costo de la vida es el aumento de la producción. ................................. |
1947-07-21 | En un acto ante empleados de comercio : | Señores: Les agradezco que ustedes hayan tenido la amabilidad de llegar hasta aquí para darme a mí el gran placer de poderlos saludar.
Yo soy de los hombres que piensan que de todas las actividades que pueden ennoblecer a un hombre y ennoblecer al país hay una que está por sobre todas las demás: es el trabajo.
Ustedes son personas que han cumplido durante su vida probablemente jornadas agotadoras de trabajo, sazonadas también por grandes sacrificios. El conocer el estado social del país durante casi cuarenta años me da la seguridad de cual ha sido la lucha de ustedes y cual ha sido el trabajo y los sacrificios que han realizado. Hoy, al llegar a una justa retribución de todos esos servicios, mediante la seguridad de una vejez tranquila, me lleva a mí al convencimiento de que en este aspecto nuestro gobierno, al propugnar tan justiciera reparación, ha realizado un acto de gobierno que, además de ser justo, es de aquellos que honran también al país, porque honran al trabajo, a la dedicación y al sacrificio de los ciudadanos.
No sé si todos los actos del gobierno serán igualmente acertados, porque en esta clase de lances no siempre se puede asegurar "a priori" que es lo acertado y que es lo desacertado; pero pueden tener la absoluta seguridad de que nuestro gobierno, en los actuales momentos, está realizando una obra que en su conjunto lleva la buena intención que ustedes personalmente habrán podido apreciar. Podremos cometer errores, pero de eso no está exento nadie. Podremos incurrir dentro de la administración en algunos errores, que iremos corrigiendo paulatinamente, pero lo que sí les puedo asegurar es que los grandes objetivos que nosotros perseguimos para el país se han de cumplir irremisiblemente.
A ustedes, que son dirigentes de hombres, les habrá ocurrido lo que ocurre a todos los que dirigen esta clase de actividades. Cuando uno elige un grupo de hombres para una función, si son ocho, cuatro resultan buenos y cuatro resultan malos. La segunda tarea está en eliminar los cuatro malos y volver a incorporar otros cuatro, de los cuales resultan, a la vez, dos buenos y dos malos. Por ese sistema de eliminación, es que se van formando los verdaderos equipos. Nuestro país, y ustedes lo saben también como yo, hace cuarenta años que está empeñado en una acción de organizar y desorganizar. Nosotros trataremos de organizar de una vez por todas, este gobierno y su administración. Creo que ello será con beneficio para todos.
A la par de esa tarea, que es la función principal de nuestro gobierno, podemos asegurar que las instituciones que hemos creado, los sistemas que hemos establecido, los vamos a consolidar, es decir, afianzar para el futuro la existencia de todos estos organismos creados por el Estado para la defensa de la mayoría de los ciudadanos, de manera que no vuelva a producirse nuevamente el fenómeno que tantos años azotó al país donde las instituciones, las agrupaciones que congregaban al mayor número de ciudadanos, eran destruidas por los intereses antagónicos de otras instituciones y agrupaciones, que congregaban al menor número, pero de ciudadanos privilegiados.
Señores: yo veo como un acto de justicia, que es lo único que puede resarcir al hombre público de sus sinsabores y luchas, esta demostración con que ustedes van a premiar al compañero Borlenghi, que me consta es un hombre que con una gran sinceridad, con una gran lealtad, ha luchado y sigue luchando por la agrupación que ustedes representan.
Creo que el gobierno necesita del apoyo de todos ustedes, porque nuestro gobierno, que es de lucha, que lucha también contra todos los privilegios y prejuicios tanto tiempo establecidos en nuestro país, necesita que la población, que es beneficiada con nuestro régimen, lo apoye y lo defienda, porque es el régimen de ella, porque si nosotros fracasamos, el fracaso sería de todos y los nuevos círculos privilegiados vendrían otra vez a imponer su propia manera de pensar, su propia manera de hacer y obrar. Ese apoyo yo sé como lo tenemos y la intensidad y decisión con que los trabajadores están defendiendo y defenderán nuestro régimen, con todos los defectos que nuestro régimen nuevo pueda tener, como todas las cosas nuevas hasta que se perfeccionan, y se encaminan, hasta que hayamos hecho el proceso de eliminación, hasta que hayamos consolidado las formas puras del gobierno y de la administración, hasta que podamos decir que este régimen está consolidado.
Más allá, el régimen se apoyará solo, porque el nuestro será un régimen que se apoya en el 80 por ciento de la población, a diferencia de los antiguos regímenes que se apoyaban en el 10 ó 15 por ciento de la población, al cual ellos servían.
Les agradezco mucho esta demostración, que constituye algo así como un oasis en la vida pública. Estos actos representan las únicas satisfacciones que esta clase de vida puede brindar a los gobernantes. Nosotros somos gobernantes descamisados; nosotros estamos empeñados en tareas verdaderamente agotadoras, que empiezan a las seis de la mañana y terminan a las diez de la noche. Sabemos que no podemos confiar sólo en lo que podamos tener de inteligencia o de viveza para gobernar, sino que entendemos que el genio es trabajo y que hay que trabajar de la mañana a la noche para construir más; sabemos que el trabajo del gobierno es un trabajo agotador cuando se lo toma como una carga y no como una ganga.
Ustedes, señores, que son hombres de lucha y de trabajo, sabrán apreciar bien cuánto es mi agradecimiento por la presencia de ustedes en la Casa de Gobierno. Y para terminar deseo que mañana festejen al señor Ministro del Interior, porque él lo merece mucho. Yo trataré de ir, también; y si no pudiera asistir -porque estoy atado a un sinnúmero de compromisos y es un poco tiránico el tiempo para mí-, les ruego que me consideren como presente.
Les deseo toda clase de felicidades y salud para que puedan disfrutar del tranquilo y bien ganado descanso que ustedes disfrutan en la actualidad. ......... |
1947-07-22 | En el acto de la toma de posesión por Miguel Miranda del cargo de presidente del Consejo Económico Nacional | Varias veces al referirme a las tareas de gobierno he hecho presente que al contrario de lo que sucedía en otros tiempos, el gobierno económico de la Nación ha pasado de ser una actividad permanente del gobierno nacional. Ello ha obligado a pensar seriamente en la estructuración de los organismos del gobierno en forma que permitan ejercer adecuadamente esta función. Es así que en la estructuración ya dada inicialmente en el punto de vista de la fijación de la política general del gobierno, conformamos el gabinete en tres equipos distintos, uno de los cuales es el equipo económico. Nosotros entendemos que en las actuales circunstancias es indispensable el ejercicio del gobierno con organismos colegiados que contemplen todos los aspectos y características de los problemas que se presenten, encarando su solución sin ninguna idea de unilateralidad sino en absoluta colaboración y cooperación de los distintos ministerios que entienden en las diversas funciones del gobierno.
Es así que el equipo económico del gobierno, formado por ministerios que tienen una función directa o indirecta en la dirección económica, han debido establecer la coordinación que llamamos de segundo grado. La de primer grado es una coordinación que se establece en sí por una doctrina general de gobierno; cada uno de los señores ministros está en posesión de la distinta orientación y de los distintos objetivos que cada una de las políticas, ya sea internacional, interna, industrial, económica, etcétera, le fijan como objetivo general del gobierno. La fijación de esos objetivos, determinan una doctrina de gobierno que es el primer grado de coordinación. En ella estamos absolutamente de acuerdo todos los componentes del gabinete de manera que cualquiera sea la medida que interfiera en el orden político, económico, militar, la acción del gobierno, nosotros tenemos con esa doctrina una orientación fundamental de gobierno para que con una unidad de concepción en la política general tengamos también unidad de acción en los actos de gobierno.
Ello sería insuficiente si no realizáramos una coordinación directa. Esa coordinación directa debe estar organizada por grupos o equipos de trabajo. De allí nace el equipo económico, que aborda los temas de carácter económico en conjunto, coordinándolos para que el grupo económico proceda con absoluta coherencia en las medidas generales de gobierno, que influyan en una o en otra dirección del aspecto económico-financiero del Estado.
En estos momentos en que la situación internacional en el orden económico financiero influencia la política económica argentina en forma terminante, y que nuestro objetivo fundamental de obtener la independencia económica de la Nación, como también el cumplimiento racional y consciente de todas las leyes que la Nación nos impone cumplir para el bien económico del Estado, han de ser minuciosamente contempladas y minuciosamente realizadas, en absoluta coordinación, ya que la función del gobierno no puede dividirse en doce ministerios sino que ha de ser una acción conjunta y única. El trabajo es único y aunque se realice por doce organismos distintos, deben estar absolutamente coordinados y racionalizados en su acción.
Ello nos ha llevado a considerar la necesidad, para darle una mayor fuerza tanto en los estudios como en la realización de las medidas que emerjan de esos organismos, de crear dentro del gabinete, para el grupo económico, un Consejo Nacional de Economía.
Son tantos, tan complejos y tan variados los problemas que la economía presenta en el mundo moderno, no solo en el desenvolvimiento interno de la economía y de las finanzas, sino también en el orden internacional donde la complejidad llega a grados inverosímiles, que el gobierno necesita un organismo que disponga de todos los medios técnicos para resolver y de toda la inteligencia para coordinar y colaborar dentro de los distintos organismos que influyan en el desarrollo económico de la Nación. Este organismo pasa a ser un órgano indispensable de gobierno, que no puede estar ligado a ninguna actividad, sea ella particular o sea ella nacional, sino que debe supervisarlas a todas para obrar en este aspecto de acuerdo a la ley sin contactos ni interferencias de ninguna naturaleza.
Nuestro país, de acuerdo con la ley, y con lo establecido hasta ahora en la interpretación constitucional, no tiene un ministerio de economía; pero si el gobierno ha de tomar la orientación económica del Estado, es inaceptable que podamos seguir ejerciendo la dirección y orientación económica del país sin un organismo capacitado y un hombre responsable de esa tarea.
Esto es lo que ha llevado al gabinete, después de un madurado estudio y después de la ejercitación durante casi un año en las tareas de gobierno, de distintos medios de enfocar, estudiar, apreciar y resolver los problemas económicos, a la conclusión de que es absolutamente indispensable crear este organismo, con hombres responsables, como son los señores ministros, y con la dirección de un hombre que tomará la responsabilidad de ese organismo en las soluciones que proponga, además de tomar a su cargo el contralor de la ejecución de la ley y la coordinación en la ejecución de las tareas económicas del país. Con ello pensamos dar una supervisión económica más ajustada a la necesidad y a la realidad del panorama del Estado; con ello esperamos seguir obteniendo para el país las ventajas que ya se perfilan como un triunfo de nuestra dirección económica, dando al país para el futuro la consolidación y materialización de una política económica propia, donde su objetivo fundamental, superior a todos los demás objetivos económicos que el país tiene por delante, que es la obtención y consolidación de nuestra independencia económica, sin la cual, pese a todo cuanto pueda decirse, el país no habrá avanzado lo suficiente ni habrá obtenido su verdadera independencia en todos los órdenes hasta tanto no afirme de una vez, definitivamente su independencia económica ni la consolide de modo que nadie pueda alterar esto que consideramos hoy como el objetivo más fundamental de nuestra política actual.
La formación del Consejo Económico ha de dar también al país una sensación de seguridad en este aspecto. Quizá el gobierno, de no haberlo realizado hasta ahora, hubiera dado la sensación de que entre los hombres de gabinete no existía una absoluta inteligencia y absoluto acuerdo en las funciones desarrolladas. Nada más incierto que ello. Nosotros somos un grupo de hombres de buena voluntad que trabajamos en absoluto acuerdo, que realizamos nuestras reuniones, que discutimos como discute todo el mundo, con buena fe y con el espíritu de realizar todos una tarea común, que es también común a la Nación y a todos los argentinos.
De este Consejo espero poder obtener la base para ir sentando sobre terreno firme, en una situación económica financiera también firme, los fundamentos para la creación del futuro Ministerio de Economía de la Nación, sin el cual los países modernos no pueden llevar adelante ni su política ni la orientación económica financiera que puede hacer grande, rico y próspero al país.
En este sentido, señores, al poner en posesión al señor Miguel Miranda del cargo de presidente de este Consejo Económico Nacional, sé que deposito en él una grave responsabilidad. Sé también que esa responsabilidad ha de ser ejercida con patriotismo, y con la honradez que ya le conocemos y descartamos como cualidades que adornan al señor Miranda. Pero sé también que con ello trato de liberarlo de funciones subsidiarias para encargarle una función que es fundamental, decisivamente fundamental para la marcha de nuestra economía y de nuestras finanzas. Y el gobierno entero por mi intermedio hace votos por su éxito en ésta difícil función, y hago votos yo personalmente para que toda la nación pueda recibir sino el fruto de nuestra sapiencia, el fruto de nuestra honradez y de nuestra buena voluntad. ................ |
1947-07-24 | En el acto en que fue promulgado el escalafón único para personal de la Empresa Mixta Telefónica Argentina (EMTA) | Llego una vez más a esta casa, con la enorme satisfacción de poderlos acompañar en la firma de esta nueva conquista, de las que con toda justicia el gremio telefónico va alcanzando en su desenvolvimiento.
El gremio telefónico, para nosotros que trabajamos en la causa de nuestro movimiento, tiene una importancia muy grande. Piensen que de todos los objetivos que el gobierno se ha propuesto alcanzar en sus funciones, está en primer término la independencia económica de la Nación. Cuando en 1816 se fijó ese mismo objetivo a alcanzar por las entonces Provincias Unidas del Río de la Plata, cada uno de los criollos que habitaba en estas tierras, se hizo para sí la solemne promesa de luchar incansablemente hasta obtener esa independencia de todo poder extraño. Como lo cumplieron, lo dice nuestra historia. Miles y miles de glorias acumularon esos criollos que marcaron todo el territorio de la Patria, y más allá, en las patrias hermanas del Continente, jalonando sus caminos con sus osamentas, porque lucharon hasta la muerte por obtener esa independencia. Quizá de la misma manera que lo hacemos nosotros, ellos sacrificaron todo lo que personalmente tenían para conseguir que la Nación fuera libre e independiente de todo poder extraño de la tierra, y lo hicieron con la misma sencillez y con el entusiasmo con que nosotros estamos realizando esta segunda epopeya, que llamamos la independencia económica de la Nación.
Pero lo que sí puedo asegurarles es que si en nuestros corazones no ponemos, como objetivo superior a todo otro objetivo de la nacionalidad, el de obtener la independencia económica, sacrificándonos en todo sentido personal, para anteponer el de la comunidad argentina, y si no luchamos día y noche por obtenerla, resultará una tarea muy difícil de realizar y más difícil aún de consolidar.
La nacionalización de los capitales que formaban la empresa telefónica, es solo un objetivo que se escalona en la consecución de ese ideal amplio al que aspiramos obtener para la Nación argentina. E.M.T.A representa uno de los pasos de avanzada en la independencia económica del país. El gobierno ha realizado el acto preliminar, ha nacionalizado la empresa, la ha entregado a la custodia y al honor de los hombres que forman la compañía, para que cada uno de ellos la defienda como una bandera, porque al formar parte del patrimonio nacional, libre también de todo otro poder económico de la tierra, ha hecho de esta empresa un jirón de la patria misma, que debe ser defendido como defendieron aquellos hombres de antaño, la libertad política; así debemos defender ahora la independencia económica, jalonada en este primer eslabón que representa la E.M.T.A., confiada a la custodia del honor y de la honradez de todos ustedes.
No se trata de una empresa más, sino de un pedazo de nuestro patrimonio económico. Como existe un patrimonio físico, un patrimonio histórico, un patrimonio social y político, existe también un patrimonio económico, que desde que hemos declarado la independencia económica de la Nación, reside en la responsabilidad de cada argentino.
Si somos capaces de hacernos matar para echar a quien osara poner un pié dentro de nuestro patrimonio físico, que es el territorio, debemos del mismo modo, hacer conciencia para estar dispuesto a sacrificarnos si alguien pretende avasallar nuestro patrimonio económico.
Por eso señores, considera el gobierno, que todos los compañeros tienen tanta responsabilidad como la que tiene el gobierno mismo.
Nada podría hacer el gobierno si no estuviera apoyado y no fuera ayudado por todos los compañeros trabajadores. Son muy grandes los intereses que se vulneran y son, en consecuencia, muy grandes las influencias que juegan contra la política del Gobierno.
En 1816, se formaban expediciones de soldados aguerridos por imponernos un vasallaje político; hoy se forman ejércitos de calumnias e infamias para combatir las medidas de gobierno que están consiguiendo la independencia económica de la Nación.
Pero si así como en 1816 los conductores de aquella independencia no se amedrentaron ni debilitaron la fuerza de su carácter para hacer frente a los ejércitos de soldados aguerridos, tampoco nosotros hemos de amedrentarnos, ni ver mellado nuestra voluntad y nuestro carácter por los actuales ejércitos externos e internos, de calumnias y de infamias que quieren hacernos ceder en nuestra voluntad férrea, que hemos puesto en la empresa de conseguir a costa de cualquier sacrificio nuestra independencia económica.
Nos sabemos apoyados por la verdad, por el patriotismo y por la realidad del problema argentino, y, si por ello fuera poco, nos sentimos también apoyados por la inmensa mayoría del pueblo que, patriota como ha demostrado serlo a lo largo de toda su historia, ha de entender definitivamente que su causa está en libertad y nunca en la opresión, sea ésta política, sea ésta social o sea ésta económica.
Porque los sé a todos ustedes imbuidos de estas intenciones y porque los considero colaboradores leales y sinceros en esta obra de independencia que propugnamos, es que siento como propia la victoria que han obtenido al lograr la estabilización en su condición de trabajadores, que al fin y al cabo no piden nada más que se les asegure la justicia y el derecho en su vida de labor y de sacrificios, obligación ésta que es indispensable que cumplan el gobierno y la empresa.
Son ustedes soldados de una causa y como tales deber ser respetados en sus prerrogativas. Sabemos que la acción que ustedes desarrollan en sus puestos de combate en esta lucha, ha de cumplirse manteniendo la altura de los derechos y las prerrogativas que el escalafón les permite ejercitar.
Estamos seguros que cada uno de ustedes ha de luchar por la defensa de esta Compañía, que no es una empresa, es un pedazo de la bandera de independencia que estamos levantando.
El escalafón al asegurar la estabilidad de los derechos, ha de hacerles sentir también la obligación patriótica que cada uno tiene de defender el funcionamiento de esta empresa que para en adelante, -si funcionó antes bien-, funcione mejor. Una vez más quiero recordarles el consejo que siempre les doy con la sinceridad y lealtad con que vengo haciéndolo desde mi iniciación en la vida pública desde esta misma casa. Es menester persuadir a todo el personal telefónico que nuestros objetivos han de verse respaldados por la unidad sindical. Es necesario que cada uno piense que no hay nada superior a la propia comunidad: el gremio es superior a toda otra consideración desde el punto de vista sindical. Es preciso que este gremio permanezca unido inteligentemente dirigido por hombres leales.
La lealtad es la base de la acción: lealtad del que dirige y lealtad del gremio hacia sus dirigentes. La lealtad no puede ser nunca una condición a una sola punta; ha de ser condición a dos puntas: lealtad del que dirige y lealtad del que obedece. Y, por sobre todas las cosas, que nadie sea artífice de otro destino que no sea el propio, como lo he dicho en varias oportunidades, que cada uno sea artífice del destino común, pero ninguno instrumento de la ambición de nadie.
Así, unidos y organizados, trabajando para el bien de la empresa, lo hacemos en beneficio de todos, porque no trabajamos más que para nosotros mismos.
Quiero que lleven la persuasión que al firmar este escalafón, tengo la inmensa satisfacción de poder decir que, tan pronto como se tuvo conocimiento de él, se encaró su estudio y su solución, y si esto no ocurrió antes, fue porque este escalafón estuvo más de seis meses oculto.
Finalmente, esta noche he de hablar con mi señora y tendré el placer de hacerle llegar el saludo que ustedes tan amablemente le trasmiten, y estoy convencido que será para ella sumamente grato, enterarse de la firma del escalafón, porque en las conversaciones telefónicas que mantenemos diariamente, nunca ha dejado de preguntarme como van los gremios, como están los descamisados y si nuestras conquistas van adelante. ......................................... |
1947-07-26 | Ante una delegación de estudiantes brasileños | Los señores son estudiantes de distintas universidades del Brasil. Yo solamente he tomado contacto con dos grupos importantes de estudiantes brasileños, que habían llegado la semana pasada, y he lamentado muchísimo ignorar la llegada de otros grupos porque hubiera querido tener la satisfacción de poderles ofrecer la posibilidad de que recorrieran el país en todas las direcciones, dentro del tiempo de que han dispuesto.
Pero yo he de tomar en el futuro las medidas necesarias para que cuando vengan grupos de estudiantes brasileños cuenten con todas las comodidades; para ello necesito saber con un poco de anticipación que viajan hacia aquí los estudiantes y los señores profesores. Solamente a dos grupos he podido tener el placer de ofrecerles aviones, para que visitaran las regiones que me parecía interesante conocieran de la República Argentina, y, como digo, he lamentado extraordinariamente no haber podido hacer lo mismo con todos por la circunstancia de haber tenido conocimiento tardíamente, -recién hace tres días- de la presencia de ustedes aquí. Les ruego que en el Brasil tengan la amabilidad de hacerles saber a los grupos de estudiantes que se disponen a venir a este país que cuando se trasladen haciendo uso de sus vacaciones, o en tren de turismo, me manden telegrama a mí, directamente si es necesario, para tener la oportunidad y el gusto de poderles ofrecer todos los medios y comodidades para que ellos visiten el país. Es una pena que habiendo estado un tiempo aquí, solamente hayan podido ver algunos aspectos y actividades de Buenos Aires. Son interesantes, sin duda, pero tenemos cinco universidades que funcionan en el interior y que son también interesantes, porque imparten una enseñanza regional que, desde cierto punto de vista, también ofrece interés.
Les pido mil disculpas por no haberlos podido atender como hubiera querido en razón de no haber conocido oportunamente la llegada de ustedes. Espero que tengan la amabilidad de decirles a los estudiantes y hacer saber en todas las universidades y escuelas del Brasil, que nosotros tendríamos un gran placer en recibirlos y poner a su disposición todos los medios para que puedan interiorizarse, ver y estudiar todo lo que de nuestro país pueda resultarles interesante. Sé que ahora ya terminan las vacaciones de ustedes, que no pueden permanecer mucho más tiempo aquí, pero si alguno de los señores o grupos que ustedes representan, todavía cuenta con cierto tiempo, yo estoy a disposición de ustedes para brindarles los medios que necesitan o crean ustedes que pueden serles útiles, para que visiten lo que quieran de nuestro país.
Sé que han visitado algunas universidades, que han asistido a algunas clases de las facultades argentinas. Nosotros estamos empeñados en la reestructuración de nuestro sistema universitario, como así también la reestructuración de nuestro régimen de enseñanza. Comenzamos una etapa que hará evolucionar sin duda la enseñanza argentina. Queremos darle una orientación un poco más argentina. Vamos a dejar un poco el enciclopedismo y orientarla con un criterio más moderno. Estamos un poco atrasados en la orientación general de nuestra enseñanza, tanto en la primaria como en la secundaria y en la universitaria. Creo que es necesario evolucionar. Ustedes ya están en un grado más avanzado que el nuestro de organización en la enseñanza general del Brasil. Ustedes han cumplido ya la etapa de la evolución que nosotros estamos encarando en estos momentos, por lo que yo conozco del régimen de enseñanza general de su país. Vamos a iniciar ahora la etapa que ustedes ya están realizando, es decir, imprimiendo un mayor grado vocacional en la enseñanza y una orientación más especializada. Somos todavía un poco enciclopedistas; estamos más en la Revolución Francesa que en los tiempos modernos. Estamos ya en esa tarea y realizando en cierta manera una etapa de evolución.
A nosotros, aquí, todavía no nos comprenden bien, pero ustedes que tienen una evolución más afianzada que la nuestra, comprenderán mejor hacia donde vamos. Esperamos que el tiempo convenza también a nuestra gente de que no estamos equivocados, porque los países que son más adelantados que el nuestro en el régimen de enseñanza están muy satisfechos de los nuevos métodos, y esos nuevos métodos son los que queremos nosotros alcanzar con el menor esfuerzo, en el menor tiempo y con el mayor grado de utilidad que podamos obtener.
Ustedes habrán observado en estos días un fenómeno nuevo en la Argentina, que es el que nosotros llamamos un movimiento de evolución acelerada. Salimos de una verdadera revolución que tardaba en llegar en nuestro país, y tenemos una doctrina; sobre esa doctrina tenemos una mística y sobre esa mística una acción que se está cumpliendo dentro del país con el beneplácito de la mayoría del pueblo argentino. La mayoría para nosotros representa la fuerza evolucionista.
Hemos iniciado, así como en el orden cultural, también en el orden económico, en el orden social y político, una evolución acelerada. Representamos un movimiento que, en lo económico marcha directamente hacia la independencia económica del país. Nosotros pensamos que la independencia política realizada hace ya más de un siglo, ha cumplido su ciclo, pero que no puede seguir en el tren actual, porque el vasallaje político no se diferencia mucho del vasallaje económico, y así como en 1816 nosotros nos hicimos políticamente independientes, aspiramos a realizar ahora, para dar integralidad a la independencia, la absoluta independencia económica del país. Por eso, como en 1816 comenzaron nuestros congresales por declarar la independencia política del país, hemos ido al mismo lugar y el Gobierno y los representantes del pueblo han declarado también allí la independencia económica que estamos nosotros tratando de realizar. En ese aspecto es difícil conseguir la unanimidad en el país, porque hay intereses que se tocan en la obtención de la independencia nacional. No pretendemos tampoco la unanimidad; creemos que la oposición es una institución que si no existiese tendríamos que crearla nosotros mismos, de manera que estamos felices de tener una parte de oposición, que es muy pequeña dentro de estas ideas que no pueden discutirse, porque puede negarse cualquier concepción política, cualquier concepción económica o social, pero lo que no puede negarse es la necesidad de la independencia total del país.
Hemos sido educados en un clima de libertad y de soberanía, y en nuestros países siempre ha sido grato al sentimiento americano la idea del respeto de la propia independencia, soberanía y libertad. Nuestros pueblos, nacidos dentro de esa llama de la libertad, no podrán sacrificar jamás ese sentimiento, y todo cuanto tienda a afianzar esa independencia y esa libertad, nuestros pueblos están decididos a apoyarlo. Eso es lo que hemos encontrado en el país: una apoyo absoluto al gobierno en el propósito de conseguir la independencia económica.
Cómo la estamos realizando lo dicen los hechos que estamos cumpliendo. La independencia económica argentina tiene una etapa inicial que es la reconquista de lo que hemos perdido. Una etapa siguiente es la de la consolidación de la independencia, primero en el orden espiritual e intelectual y después en el orden material. A los pueblos hay que liberarlos de sus malas ideas para configurar posteriormente las buenas ideas. En ese trabajo estamos muy adelantados. Habrá pocos argentinos que todavía puedan defender los antiguos métodos de dominación económica exterior. De manera que en esa primera etapa hemos ya reconquistado todas las grandes compañías de servicios públicos que pertenecían a empresas extranjeras. Los ferrocarriles argentinos, con casi cuarenta mil kilómetros de desarrollo, han sido adquiridos por el Estado en su totalidad, y dentro de pocos días tomaremos posesión de esos cuarenta mil kilómetros de vías con todo su material rodante, para que sean administrados por manos argentinas y dirigidos por técnicos argentinos. Lo mismo hemos realizado con la red telefónica, que pertenecía a compañías extranjeras; se ha constituido una compañía mixta con capitales argentinos, y este servicio es hoy dirigido y controlado por una compañía netamente argentina. Igual cosa hemos realizado con todas las fuentes de energía y estamos realizándolo paulatinamente con todos los demás servicios públicos. Porque nuestro movimiento entiende que el servicio público no puede ser motivo de explotación, sino constituir la prestación de un verdadero servicio público, como su nombre lo indica, y el Estado no se va a dedicar a explotar sino a administrar, lo que para nosotros tiene un valor muy diferente.
Les llamará a ustedes extraordinariamente la atención que yo les diga que la primera acción del gobierno para reconquistar su independencia económica fue nacionalizar el Banco Central de la República Argentina. Sería como decir que nosotros hemos nacionalizado el gobierno nacional. Y no diría nada raro si manifestara que esta concepción nuestra ha comenzado por nacionalizar el gobierno argentino. Porque en este país se ha realizado el gobierno político, pero no el gobierno económico, ni el gobierno social del país. Esos, eran dirigidos desde el exterior. Y cuando se habla de la libertad económica y cuando se habla del libre cambio y de otra serie de cosas de la antigua economía política, que hoy ya ha variado sustancialmente para todos los que hemos estudiado Economía Política a base del principio hedónico y otros que no concuerdan con los momentos actuales, si no se los modifica y conforma a la nueva situación económica del mundo, no pueden explicarse en manera alguna que en nuestro país, pudiera decirse que nuestra economía, por ejemplo, es dirigida, que nuestra economía no es libre. Eso merecería un análisis, porque son los fundamentos mismos de nuestra concepción del gobierno económico del Estado.
Algunos dirán que somos nazis, que somos fascistas: yo les preguntaría, en que país del mundo la economía es libre. Cuando no la orienta el gobierno, entonces la orientan los grandes consorcios financieros; con esta diferencia: el gobierno la orienta en beneficio de todos los habitantes del país y los consorcios capitalistas hacia sus cajas registradoras. Pero hay una pequeña diferencia, señores. Entendemos nosotros que el bien económico de un país es el bien que más pertenece a la comunidad, porque él es el que le da el bienestar y las satisfacciones mínimas que el hombre puede necesitar para vivir feliz o para creerse feliz. Todos los demás bienes eran los que los consorcios capitalistas nos dejaban para que nos repartiéramos nosotros. Nos dejaban la libertad; nos dejaban decir que éramos libres, pero estábamos atados al factor económico; todo lo moral, espiritual y político nos los dejaban mientras ellos dominaban todo lo que era económico. Yo no estoy por la contraria, pero creo que lo espiritual, lo político, lo social, complementado con lo económico, es más real. Por eso nosotros hemos encarado un nuevo punto de vista en lo económico.
Volviendo al Banco Central, -de que les hablaba- ustedes sabrán que en su organización en nuestro país, hasta el día que nosotros lo nacionalizamos, llenaba las funciones de todos los bancos centrales: la regulación financiera de todos los factores que accionaban en el mercado argentino. En consecuencia, era el custodio del oro, era el custodio de la circulación fiduciaria o de la moneda, y era el regulador del crédito y de todos los valores argentinos. Su directorio estaba formado por dos delegados del gobierno argentino y los representantes de todos los bancos extranjeros de plaza, de manera que nosotros teníamos en ese banco, que emitía nuestra moneda y custodiaba nuestro oro, sólo dos representantes frente a ocho que eran representantes de empresas extranjeras. Es era el Banco Central de la República Argentina. Como consecuencia de ello, todo el control del sistema financiero no se gobernaba desde la República Argentina, sino desde los distintos mercados financieros del mundo. Nosotros, hemos establecido en pequeño un mercado propio aquí, y toda esa tarea la ha tomado sobre sí el gobierno, y el Banco Central está hoy formado por un directorio netamente argentino, con lo cual hemos nacionalizado dicha institución.
Ustedes fueron mucho más inteligentes que nosotros en ese sentido, porque el que estableció el sistema del Banco Central en la Argentina, primero quiso establecerlo en el Brasil, pero no lo implantó en el Brasil como él lo propuso; y nosotros lo establecimos como lo proponía este señor; y como este señor era inglés, constituyó un Banco Central para servir a los intereses ingleses y no a los intereses argentinos. Es natural; si a mí me mandaran a Inglaterra yo haría lo mismo. La culpa no la tiene él.
Se darán cuenta ustedes, de que, partiendo de esa situación hasta este momento, nosotros hemos ido nacionalizando todo. Tenemos la lucha desde el exterior y desde el interior contra los intereses económicos que nosotros defendemos. Dicen que nuestra economía es dirigida. Pero quien entienda un poco de economía, no puede pensar semejante sandez. Economía dirigida es la supresión de las leyes naturales de la economía, o sea la implantación de un precio político que reemplace al precio económico. Nosotros respetamos la ley de la oferta y la demanda y nuestros precios son todos económicos, sólo que están defendidos por el Estado, no abandonados por él. El precio político no existe para ninguno de nuestros artículos; ellos están sometidos a la ley de la oferta y la demanda. ¿Cómo puede llamarse economía dirigida a esto? Yo he visto la economía dirigida, yo he presenciado donde estaba establecida. He visto en Italia que un quintal de trigo, que nosotros podíamos poner en Génova a treinta y seis liras, los italianos lo pagaban ciento cincuenta liras, porque el gobierno había cerrado sus puertas a la importación y había establecido un precio político en cambio del verdadero precio económico. ¿Por qué? Porque querían producir más o estarían preparándose para la guerra. No sé. Pero llamarle economía dirigida a la que se rige por la ley de la oferta y la demanda, donde no existe un sólo precio político, eso sería lo mismo que llamar blanco a lo negro o negro a lo blanco. Eso puede ser una manera de pretender desprestigiar o influir contra los que estamos defendiendo la economía argentina. Lo que hacemos con los artículos que nosotros producimos, es defender su precio, porque es la obligación de todo gobierno; defendemos el precio de su producción, y de su riqueza, y eso creo que no puede ser criticable, porque cada uno vende lo que tiene al mayor precio posible. Y eso sucede desde que el mundo es mundo; no podemos rebelarnos contra las leyes naturales. Y a los que nos hacen cargo de que vendemos caros nuestros productos, les podemos decir que estamos dispuestos a firmar tratados con cualquier país de la tierra, volviendo a los precios de 1939, o que nos paguen nuestros productos en proporción al aumento de los productos que importamos. Esto lo hemos dicho al mundo entero. Si un automóvil costaba antes mil dólares y hoy cuesta tres mil, es lógico que lo que yo vendía antes a seis pesos -que era el costo de un quintal de trigo-, lo venda ahora en proporción a lo que han subido otros artículos, y si el automóvil ha subido veinte veces su valor, yo a mi trigo lo voy a subir veinte veces también, porque de lo contrario el país se iría a la ruina, y a mí me han puesto en esta función, precisamente, para evitar eso.
No quiero cansarlos con el tema, pero lo que hemos hecho en el orden económico es lo que hacen todos. Ahora en Europa se critica el hecho de que nosotros hayamos cerrado la importación a algunos artículos, como son el champagne, los perfumes, vestidos de lujo, algunos artículos suntuarios y automóviles de cierto tipo. Sé por la experiencia de la otra guerra que todo lo que se había reservado durante la guerra lo tuvimos que entregar a cambio de perfumes, whisky, champagne y otras cosas poco útiles. Esta vez nosotros lo queremos entregar a cambio de maquinarias o cosas más útiles para el país. Por eso hemos suprimido muchos artículos de importación argentina. En otras palabras, lo que queremos es realizar un gobierno económico dentro del país, no solamente un gobierno político.
Me he extendido un poco en este aspecto, porque sé que se nos critica en muchas partes, pero antes de criticarnos sería conveniente ver cómo se producen estos fenómenos económicos, que tienen todos la más absoluta y perfecta explicación dentro de lo normal y lógico, sin recurrir a teorías extrañas de ninguna naturaleza. Yo suelo hacer muchas veces un símil que creo que serviría para todos los países americanos. Recuerdo haber observado el fenómeno económico en forma empírica y nunca me até a los prejuicios de los que me enseñaron economía política. Yo quería ver la economía política en la realidad, después de haber obtenido los principios fundamentales de esta ciencia tan moderna y tan discutida en los tiempos actuales. Recuerdo siempre que en esto he tenido la sorpresa más extraordinaria en lo que a la economía política actual se refiere. Antes, cuando se quería explotar un país colonial o semi-colonial, o colonial sólo económicamente, era necesario constituir un consorcio en ese país para explotarlo y después llevar la producción de esa explotación a los países de origen. Hoy, así como se hace la explotación moderna del petróleo y del gas construyendo oleoductos o gasoductos, ahora se hacen "economoductos". Los países están todos unidos en su economía; no son necesarios consorcios para explotarlos, se explotan desde un consorcio central con un sólo representante en cada país; existe un conducto y desde un lugar central se puede hacer la explotación simultánea de todos los países que económicamente están ligados o son afluentes de ese sistema económico. Yo siempre comparo esto, con un sistema de vasos comunicantes. Dispuesto un tanque central, todos los tanques que lo sirven -si están unidos por un tubo- bajarán de nivel cuando se produzca la succión del principal. En estos tiempos de inflación y de descapitalización de nuestros países, el fenómeno es perfectamente claro. Tan pronto se succiona de un tanque central, por el fenómeno natural de los vasos comunicantes, los líquidos de nuestros tanques irán disminuyendo en proporción de la fuerza de succión o disminución del tanque central. Eso representa el fenómeno de estos tiempos. Nosotros tenemos un alto grado de inflación porque se succiona demasiado de aquellos tanques centrales. Entonces hay un solo remedio: ponerle una llave al tubo. Lo que llena ese tanque es la riqueza nuestra, de nuestro trabajo y de nuestro sacrificio; el tanque estará lleno de acuerdo a nuestros trabajos, sacrificios y riquezas, pero si no le ponemos llave, no se llenará nunca, por mucho que sea el trabajo, la riqueza y el sacrificio. Nuestra economía ha conseguido eso solamente como primera etapa de su independencia económica: colocarle la llave al tubo. No es fácil.
Es indudable que podríamos seguir hablando de este tema que me es muy grato, porque las grandes conquistas que hemos obtenido son, sin duda, las de orden económico; pero sería injusto si solamente hablase de cuestiones económicas, aunque son tan interesantes en los momentos actuales. La República Argentina en eso tiene una doctrina bien determinada. Yo observo este panorama con lo que justifico en mi conciencia la posición de nuestro país. Yo he pronunciado un discurso de ayuda al mundo, el día 6, y he celebrado treinta tratados en los cuales he dado todos los créditos que necesitaban los países desvastados por la guerra para que consuman nuestra producción. Así he firmado tratados, en primer término con los países latinos del mundo, porque es lógico que la ayuda comience por los países que tienen afinidad natural con el nuestro. Por eso hemos firmado tratados con Italia, España, Francia, Chile, Paraguay, Bolivia, y todos los que necesitan de nosotros. En otras ocasiones se han hechos muchos discursos, pero todavía plata y comestibles no veo llegar a los países devastados. Hemos provisto ya a esas poblaciones de más de siete millones de toneladas de trigo, por las cuales no hemos recibido un sólo centavo de retorno, ni esperamos que lleguen. Pagarán cuando y como puedan. Así hemos ayudado a las poblaciones de Europa. Por eso digo que no se va a arreglar la situación con discursos sino con cargamentos. Eso es lo que estamos haciendo nosotros. Italia recibió un crédito de 1.000 millones y se lleva lo que necesita; Francia y España tienen iguales créditos y están llevándose lo que necesitan. De manera que no decimos esto sin fundamentos, sino que lo probamos con los hechos diarios. Nuestra inclinación es no decir ni hablar mucho de estas cosas, sino hacerlas; es también una concepción de nuestro movimiento porque expresamos que "mejor que decir es hacer y mejor que prometer es realizar". No somos ricos, pero todo lo que tenemos lo ponemos a disposición de los pueblos que lo necesitan y de los pueblos hermanos a quienes pueda ser de utilidad nuestra ayuda.
Nuestra concepción social también está en plena evolución. Hemos iniciado hace tres años un movimiento social en el país que nos ha llevado a cristalizar los Derechos del Trabajador, que pasarán a formar parte de la Constitución Argentina. Los derechos del trabajador traducen una concepción bien clara de nuestra doctrina social, que es a la vez nuestra doctrina internacional. Nosotros pensamos que en nuestro país, como concepción jurídica, la igualdad de los hombres ante la ley, teóricamente, está conformada. Los argentinos, jurídicamente, son todos iguales ante la ley, pero la concepción y la doctrina jurídica frente a la realidad de los hechos, no tienen ningún valor, porque eso es decir y la realidad es hacer. Si bien es cierto que jurídicamente los argentinos son todos iguales ante la ley, nosotros sabemos bien, y ustedes también, que en la realidad los hombres no son todos iguales ante la ley. Hay una ley para el que tiene y una ley para el que no tiene. Y así lo decía uno de nuestros clásicos, Martín Fierro: la ley es como la telaraña, el bicho grande se la lleva y el bicho chico queda prendido. En la ley la igualdad jurídica existe, pero no en la realidad. Hemos tratado de defender a los núcleos más débiles dándoles algunos derechos incluidos en las normas constitucionales del Estado para compensar la debilidad de esos núcleos sociales, vale decir, les hemos dado el goce de una situación que ellos no tenían para igualar el privilegio que tenían los otros, de manera que el Estado establezca el equilibrio de fuerzas entre los grupos débiles y los poderosos.
Ya no vivimos tiempos en los que pueda impunemente imponerse en los Estados una diferencia social que los lleve a la destrucción y al caos. Algún remedio era necesario buscarle y nosotros le buscamos el remedio de la compensación en la realidad jurídica. En ello hemos obtenido muy buen resultado. En nuestro país las masas trabajadoras apoyan incondicionalmente nuestra manera de pensar y actuar y podemos asegurar que es absolutamente libre en todos los conceptos y que hemos reemplazado la lucha de clases por la colaboración entre el capital y el trabajo, que hemos conseguido elevar la cultura social, que hemos dignificado el trabajo y que hemos humanizado el capital.
Hoy toda la Nación se lanza a un esfuerzo extraordinario que es nuestro Plan de Gobierno, convencido cada uno de que en ese esfuerzo de trabajo y sacrificio solamente puede encontrar la compensación de una vida mejor.
En lo político vemos así la realidad, como en todas las cosas. Yo podría decirles a ustedes que la República Argentina ha vivido en una ficción permanente en su orden político. Tanto es así que cuando se dice en política alguna cosa dudosa se le llama aquí "mentira criolla". La mentira criolla sería una cuestión que es totalmente incierta y se afirma como verdad. Mentira criolla le llamaríamos nosotros a la forma republicana y representativa, cuando se hacía fraude en las elecciones y surgían los gobernantes, no porque tuvieran el respaldo popular, sino porque habían organizado mejor el fraude electoral. Y esa era una realidad que hacía treinta años dominaba en la Argentina. Desde treinta años a esta parte, por primera vez se ha hecho una elección libre, controlada por el ejército y vigilada por todos los órganos del Estado, el 24 de febrero del año pasado. Eso lo saben todos, eso lo dijeron todos los argentinos; lo dijeron hasta nuestros propios adversarios al día siguiente de la elección y es difícil que eso lo reconozca el adversario cuando ha sido vencido.
Si habláramos del régimen nuestro, podríamos decir que el 90% de lo que hemos vivido hasta ahora son mentiras criollas. Nosotros estamos para restablecer la verdad, nos favorezca o nos perjudique, nos guste o nos disguste, porque siempre la verdad ha de ser mejor que la mentira.
En lo político, estamos cumpliendo estrictamente lo que nuestra Constitución establece, y estamos estructurando un nuevo orden legislativo para llevar la ley hasta la Constitución, porque una forma de no cumplir la Constitución Nacional había consistido en deformarla por distintas leyes, como sucede en muchas partes del mundo. La deformación de las bases constitucionales se producía en la misma ley, en la llamada interpretación, y si hablamos de interpretaciones no puede haber constituciones que rijan a los Estados. Hay una sola interpretación, que es la verdad de las cosas y eso es lo único que hay que defender. Sabemos que en el mundo, desgraciadamente, no siempre la verdad cuenta con los favores de los defensores. Nosotros queremos, por sobre todas las cosas, llegar a una realidad política que se base en lo que decía Santo Tomás de Aquino: la realidad es la única verdad. Y trabajamos con ese criterio realista en la construcción del andamiaje político de nuestro país, pensando que con ello le haremos uno de los bienes más grandes que podemos.
En lo internacional tratamos de buscarle al país las mejores relaciones con todo el mundo. Somos un pueblo de trabajadores y comerciantes, y creemos que el único ambiente en que se desarrolla bien esta clase de hombres es el ambiente de la paz. Por eso somos defensores incondicionales de todo lo que represente la paz, no la paz estática, sino la paz dinámica. No creemos que el abandono de los pueblos los lleve a la paz. Así como hay que vigilar todas las cosas hay que cuidar también la paz. Cuando la desgracia azota a los pueblos con una guerra, recién entonces se sabe si uno ha sido previsor o imprevisor. Ambicionamos y anhelamos fervientemente la paz y en defensa de esa paz es que hemos establecido buenas relaciones con todos los países del mundo. La Argentina en estos momentos vive feliz porque es un país que mantiene relaciones cordiales de amistad con todos los países de la tierra y para conservarlas quiere mantener esa amistad sobre la base del respeto a todos los pueblos, exigiendo que ellos a su vez correspondan a la hidalguía argentina respetándonos a nosotros, respetando sobre todo nuestras cuestiones internas, como nosotros respetamos las cuestiones internas de todos los demás países. En ese respeto está, para mí, la realidad de la buena vecindad, de las buenas relaciones y de la paz. Desgraciadamente, hay muchos pueblos que han sufrido el ataque de otros pueblos y cuando creemos que el mundo está cansado de guerrear hemos visto que algunos pueblos más fuertes que otros atacan a pequeños pueblos que deben sufrir la prepotencia de aquellos poderosos.
Por eso, si en lo interno hemos construido nosotros una doctrina que dando derechos a los grupos débiles los compense y equilibre con los grupos fuertes, pensamos que en lo internacional ha de procederse de la misma manera, porque los pueblos tienen los mismos problemas que los hombres, amplificados, y lo que ha de ser respetable en el hombre debe serlo en los pueblos. Creemos que los pueblos débiles en el mundo, hoy tienen garantía. Somos, como en el caso de los hombres, jurídicamente iguales todos, pero en la realidad de los hechos la concepción jurídica no se cumple, porque no todos los pueblos de la tierra, fuertes y débiles, son iguales ni tienen los mismos derechos, porque si jurídicamente los tienen, en la realidad no se los respeta. El mundo ha de aprender algún día que si a los débiles no se les da una compensación a los efectos de que se defiendan, como en el caso de los hombres, los débiles se han de unir todos para formar un grupo fuerte para poder defenderse contra los poderosos. Señores, esto no es doctrina, esto es realidad, es ver descarnadamente el panorama del mundo frente a las injusticias que se cometen contra los débiles. Y podemos decirlo porque no se comete ninguna injusticia contra nosotros. Es triste decir que se cometen injusticias de pueblos contra pueblos cuando se es atacado y humillado. Hay que decirlo cuando vivimos felices y respetados, porque nosotros podremos hacerlo y debemos decirlo, porque los pueblos indefensos que sufren el ataque de los poderosos no pueden hacer oír su voz.
Esa es, en pocas palabras, la doctrina argentina en el orden internacional. Queremos respetar a todos los pueblos para que todos los pueblos nos respeten, y estamos siempre con los pueblos humillados y escarnecidos, porque entendemos que en la comunidad de los pueblos del mundo no puede haber poderosos que todo lo poseen mientras haya pueblos débiles que todo lo sufren. Y seguiremos imperturbablemente manteniendo esa doctrina a costa de cualquier esfuerzo y sacrificio. Eso es lo que pienso como hombre y lo que pensamos como pueblo. Lo hemos sostenido a lo largo de nuestra historia. Estamos por la unidad de todos los pueblos de buena voluntad, y esa unidad ha de servir para defender a los pueblos que no puedan defenderse por sí mismos contra los ataques de los poderosos. Si toda América, como esperamos, ha de unirse en la Conferencia de Río para asegurar que en el futuro puedan defenderse los pueblos débiles contra las agresiones de los fuertes, y podamos defender a nuestra América para que lo que está ocurriendo en otras partes del mundo no ocurra jamás aquí, habremos hecho obra constructiva. Por eso yo justifico la necesidad de unirse de los pueblos americanos. Solamente por esa razón; ninguna otra razón puede haber, porque unirse para atacar a otros continentes u otros pueblos, sería algo que la República Argentina no aceptaría ni toleraría, porque nuestro pueblo estará siempre contra la agresión. Yo podría levantar a este país como un solo hombre el día que fuera agredido un país de América, pero no movilizaría ni un solo soldado para ir a batallar por una guerra de conquista y pelear por intereses ajenos a nuestro continente; porque el pueblo no me haría caso y yo no me metería en una empresa que no estuviera apoyada por el pueblo, porque me ha traído a este puesto para respetar su voluntad y yo no traicionaría jamás al pueblo que me diera el poder.
No deseo cansarlos más. Quiero decirles solamente que cuando se vayan de este país, lleven la idea profundamente arraigada de que no somos nada más que un pueblo trabajador, que no tenemos otra aspiración en la vida que labrar la felicidad de nuestros hombres y ayudar a los demás pueblos que puedan necesitar de nosotros; que trabajamos incansablemente, día y noche, para hacer de esta tierra un paraíso, como lo soñamos los argentinos que la amamos de verdad. Y quiero que ustedes lleven al Brasil, la sensación de cuanta es nuestra solidaridad dentro de las ideas que he enunciado.
Puede suceder que en los pueblos haya hombres tan malvados que destruyan esa solidaridad, pero lo que no podrán destruir jamás entre el Brasil y la Argentina es la tradición histórica de unidad, de comprensión y de hermandad que en todos los tiempos ha existido entre los dos pueblos. No habrá hombres suficientemente malvados e intrigantes para crear problemas que la naturaleza y la geografía no han creado. Somos dos pueblos que nos complementamos en lo económico y que por eso podemos marchar unidos en el porvenir siendo hermanos en lo social, en lo político y en lo cultural, para que algún día los millones de brasileños y argentinos que habrán de venir después de nosotros, tengan siquiera alguna cosa que agradecernos a los que hemos pasado en estos tristes días de la humanidad por el mundo. Ustedes son jóvenes y representan el porvenir de su patria; nosotros somos sólo la ilusión de un presente y los demás son menos que nosotros porque representan a un pasado. En manos de ustedes posiblemente estará confiado el porvenir del Brasil, y en las manos de los hombres jóvenes de nuestra tierra el de nuestra Argentina. Y quiera Dios que así como nos hemos comprendido nosotros y como se han comprendido nuestros antepasados, sean ustedes, jóvenes, que tienen el divino tesoro de la juventud, capaces de comprenderse para hacer de estos dos grandes países, con tan inmensas posibilidades, un sólo organismo con un solo corazón y un sólo cerebro. Y esa será la garantía del futuro de esta zona de América, porque, unidos el Brasil y la Argentina, no existe en América del Sud ni un sólo problema que no pueda ser resuelto.
No quiero perder esta oportunidad para repetirles que cuando vengan a realizar viajes a la Argentina tengan ustedes la amabilidad de decir en las facultades a que ustedes pertenecen y a todos los estudiantes brasileños que, como a un amigo como yo me considero, -porque a pesar de ser viejo todavía me siento joven- me hagan un telegrama diciendo nada más: salimos de aquí, llegaremos tal día. De todo lo demás me hago cargo yo, porque puedo facilitarles todo lo que les sea preciso para excursionar y conocer detalladamente, en un programa ordenado y cómodo, todo lo que los estudiantes brasileños pueden ambicionar ver en esta tierra. Por eso estoy incondicionalmente a las órdenes de ustedes, y tendré un inmenso placer en poder ser útil a todos los estudiantes y brasileños que visiten nuestra tierra.
He de tomar todas las medidas para establecer un contacto directo con el ministro de Instrucción Pública del Brasil, a fin de poder encauzar estas corrientes, tanto brasileñas coma argentinas; y hemos de mandar también nuestros estudiantes a que visiten y conozcan Brasil, conversen con ustedes y se entiendan; porque creo que como el señor que acaba de hablar, hay una sola manera de que los pueblos se entiendan: poniéndolos en contacto. Sabemos el enorme error que ha resultado para la humanidad pretender unir los pueblos sólo por sus gobiernos. Lo moderno es unir los pueblos por medio de los pueblos mismos. Cuando esta unidad popular se realiza no hay fuerza destructora que pueda dividir las naciones, poniéndolas una contra otra. Ustedes me han dado la lección suficiente para que estos errores no vuelvan a producirse.
Les pido disculpas si no han sido atendidos con toda la dedicación que yo hubiese querido y les ruego disimular cualquier inconveniente. Si alguno de ustedes se va a quedar un tiempo más en nuestro país, le ruego quiera hacérmelo saber, porque inmediatamente se tomarán las medidas necesarias poniendo a su disposición aviones, vapores o trenes para que puedan viajar y recorrer las zonas que deseen conocer. .................... |
1947-07-28 | En el acto de nombramiento de nuevos profesores en las universidades de La Plata y Buenos Aires | Siguiendo una costumbre nuestra establecida en la casa, quiero entregar personalmente los nombramientos a los señores profesores, pues es para mí un gran placer y un gran honor. Al hacerlo normalmente solemos decir algunas palabras que hoy yo suprimo, porque con el señor ministro de Justicia e Instrucción Pública celebraremos una reunión, si es posible, con todos los profesores de las universidades, a fin de explicarles cuales son los puntos de vista que el gobierno tiene con referencia a la enseñanza en general.
Sobre este aspecto, que está también contemplado en los puntos de vista que el gobierno tiene en su política cultural, los señores profesores podrán hacernos llegar después sus propias opiniones, su acuerdo o desacuerdo con las líneas generales que fije el gobierno, en forma de establecer una verdadera colaboración y cooperación, en el entendimiento de que, analizadas todas las cuestiones y puesto en funcionamiento un plan, él ha de ser un plan para largo tiempo; porque la enseñanza no puede estar subordinada a la modificación parcial de sus planes, una vez que ellos han sido lanzados. La perfectibilidad orgánica de la enseñanza debe ser respaldada por largos ciclos porque la estabilidad es una de las condiciones fundamentales para orientar la enseñanza de un país. En este sentido, en un acto al que he de concurrir expondré cual es la política que el gobierno sigue en materia de enseñanza, coordinando los ciclos que nosotros creemos que deben ser apoyados para que los señores profesores puedan obtener el máximo de provecho con el mínimo del sacrificio para la enseñanza. Facilitaremos también a los alumnos y profesores, y a los mismos profesionales en general, el perfeccionamiento de sus conocimientos.
El Estado pondrá en manos de los señores profesores todos los medios que ellos necesiten para enseñar, y también pondrá en manos de los alumnos y de los profesionales que continúen sus estudios, todos los elementos y los medios que ellos necesiten para perfeccionarse en sus conocimientos.
Para ello es necesario que los profesores y el gobierno se pongan de acuerdo, porque son dos asuntos que no pueden en manera alguna marchar separados, menos disociados y, menos aún, con orientaciones distintas, porque yo estoy aquí para posibilitarles a ustedes la tarea. Es necesario, entonces, que nos pongamos de acuerdo sobre cómo voy a hacer yo para facilitarles la misión.
Después de obtenida la ley universitaria que nos fija ya un ciclo de la enseñanza, hemos de continuar la revisión de los otros ciclos, el primario y el secundario; y lo hemos de completar con las academias, que tendrán una función orgánica dentro de aquella. Nosotros pensamos que un profesional, cuando recibe su diploma -al menos así me ocurrió a mí- no sabe nada y tiene que ponerse a estudiar para aprender. Pensamos que las academias pueden ser, en el futuro y en cada uno de las actividades, los centros de investigación y de elevada cultura que los profesionales necesitan para perfeccionarse. Trataremos que esas academias posibiliten, en primer término, la investigación científica que la facultad no puede ofrecer porque está dirigida a hombres que todavía no tienen la base científica necesaria para profundizar las investigaciones, cualesquiera sea la rama o disciplina científica a que se dedique.
El gobierno ha de poner a disposición de esas academias todos los medios que los profesionales necesiten para que, sin esfuerzo y con la facilitación más grande de la función, puedan hacer toda suerte de investigaciones. Solamente así creo que llevaremos adelante la ciencia. Ser profesional no significa otra cosa que haber adquirido los rudimentos necesarios para comenzar a trabajar con la ciencia. El gobierno ha de prestar la ayuda necesaria para que ello se pueda llevar a cabo, trayendo si es necesario, profesores y sabios al país, a fin de que impulsen la ciencia. El Estado ha de comprometerse y ha de realizarlo. Pero para ello sólo puede poner una cosa: los medios materiales y mi buena voluntad. Lo demás tienen que ponerlo ustedes. De ese modo creo que la ciencia argentina podrá marchar adelante, marcando un poco más los jalones puestos por los que nos han precedido en este esfuerzo grande y noble que el país debe realizar. He de exponer esto en un acto, en forma completa, y hoy solamente me he sentido tentado a adelantarles algo sobre este aspecto.
Ruego que interpreten que al hacer yo entrega de estos nombramientos, no vean otra cosa que la inmensa satisfacción que me cabe al hacerlo. Entiendo que entregar el nombramiento de un profesor es un acto de importancia y, con ello, lo que el gobierno quiere es significar la confianza que deposita en cada uno de los profesores, confianza sobre sus aptitudes morales e intelectuales, para bien de la Universidad, sin pensar en ningún otro aspecto de ninguna naturaleza que no sea el bien de la ciencia, el honor y el prestigio de la Universidad argentina. Después del acto de entrega de los nombramientos el general Perón agregó: Señores: les agradezco profundamente que hayan llegado hasta esta casa, como les agradezco también las amables palabras que acaban de pronunciar. Creo, como he creído siempre, que el gobierno y la Universidad deben marchar completamente de acuerdo. Para ello les puedo garantizar que el gobierno está absolutamente decidido a mantener esas excelentes relaciones y a posibilitarles a ustedes su trabajo en la Universidad, poniendo a su disposición los medios materiales con que el gobierno cuenta y dando la orientación que el gobierno fija como objetivo común para toda la nacionalidad, en base a la cual se debe enseñar y aprender.
Tengo la seguridad de que hemos de alcanzar esas buena relaciones mediante dos arbitrios perfectamente claros y definidos: que la Universidad se gobierne por los profesores y que el gobierno sea ejercido por los funcionarios a quienes les corresponde en la Casa de Gobierno; ni yo he de inmiscuirme en el régimen interno de la Universidad, ni la Universidad en las cuestiones de gobierno que a mí me competen. "Cada uno en su casa y Dios en la de todos", he ahí la manera de mantener y asegurar las buenas relaciones, cumpliendo cada uno su función en la forma que le dicte su conciencia y que la Nación exige.
Sin duda, señores, hemos de obtener de esa manera que la Universidad y el Estado marchen unidos. Cuando sea necesaria mi ayuda a la Universidad, pueden estar seguros de que la tendrá. Y cuando yo necesite de la Universidad, no dudo de que contaré con ella.
Esas son las aspiraciones que tiene el gobierno, manteniendo siempre un absoluto respeto por las funciones de los demás y dedicándose a cumplir con su deber; esto constituye ya una tarea bastante grande.
Vuelvo a agradecerles, señores, su presencia y quiero que se vayan ustedes con la seguridad de toda la consideración que nos merecen a nosotros la Universidad, las Facultades y cada uno de los señores que en ellas ejercen su misión. Muchas gracias. .................................... |
1947-07-28 | En un acto realizado en el teatro Colón, ante obreros y empleados de la Municipalidad de la ciudad de Buenos Aires | Hace un tiempo, señores, recibí a una delegación de los empleados municipales. Como siempre, me interesaron los problemas que ellos me presentaron, y pedí al interventor me diera la oportunidad -que ahora se ha concretado- de poder hablar al mayor número posible de obreros y empleados municipales.
En estos momentos, señores, no voy a hacer un discurso sino una conversación sobre la orientación que el gobierno tiene, en general, aprovechando que se encuentran ustedes reunidos, para poder dar una idea general para este gremio que está tan cerca de la dirección del Estado, por pertenecer al municipio de la Capital Federal, que está directamente subordinado al gobierno central de la Nación. Por eso he creído oportuno que sea yo, personalmente, quien les hable.
El señor intendente, que desempeña sus funciones en contacto directo e inmediato al presidente de la República, está en este sentido ligado de una manera absoluta a las decisiones del gobierno y es su fiel intérprete y representante en la comuna, tal cual sería el ejercicio directo del gobierno comunal por el presidente de la Nación.
El doctor Siri, cuyas condiciones personales lo hacen depositario absoluto de mi confianza en la comuna, sabe perfectamente bien todo cuanto voy a decirles a ustedes, porque mi pensamiento es a la vez el mismo pensamiento del doctor Siri, intendente Municipal, que con sus ponderables condiciones personales ejercita un gobierno sin ninguna presión extraña, sino adaptado perfectamente a lo que es la idea fundamental del gobierno central de la Nación.
Cuando hemos dicho, señores, cuál sería en el gobierno y en la administración la orientación que el gobierno seguiría, hemos establecido claramente que nosotros trataríamos de purificar, en su más alto grado, lo que sea administración y gobierno en sus funciones generales y particulares. Esa purificación entraña dos aspectos que es necesario distinguir claramente. Primero, que la administración ha de ser ejercida con una absoluta honradez y pureza, sin la cual todas las administraciones, por buenas que ellas pudieran ser, tendrían un pecado original difícil de borrar cuyas consecuencias serían desastrosas para la administración; y, segundo, que la administración y el gobierno han de ejercerse totalmente libres de toda injerencia política, porque la política no se hace en la administración ni en el gobierno sino en la calle y en los comités. Todo funcionario que realiza una obra política en la administración y en el gobierno, deja de cumplir con su deber, y si esa labor política la realiza en provecho propio, ya no solamente es un mal funcionario sino un mal ciudadano. Nosotros no tenemos en el gobierno otra política que realizar una buena obra de gobierno, que al final es la mejor política.
Refiriéndonos señores, dentro de esta orientación, a nuestro problema fundamental, que es el de realizar las ideas que la revolución ha plasmado en una doctrina que abarca todas las actividades del Estado, vale decir, en lo político, en lo social, en lo económico, en lo internacional, en lo cultural, etcétera, creo, porque tantas veces hemos hablado de estas cuestiones, que no habrá ningún funcionario del Estado, cualquiera sea su categoría, que no esté perfectamente enterado de los objetivos que el gobierno anhela conquistar para nuestro país asegurando el establecimiento de una verdad absoluta en el desenvolvimiento de la nación.
Estamos ya todos cansados de vivir de la mentira criolla. Es indispensable purificar las formas políticas para decir siempre la verdad, nos agrade o nos desagrade, nos beneficie o nos perjudique, porque en política lo único que lleva a la realidad es el sostenimiento de una verdad absoluta, sea ella beneficiosa o perjudicial para nuestras propias actividades. Si es beneficiosa, para estimular o impulsar a seguir adelante en la misma dirección; si es perjudicial, para corregir nuestros propios errores y encauzarlos en el buen camino antes que los errores nos lleven a una situación sin salida.
¿Cuál es, en nuestro concepto, la política que seguimos? Señores, la que ha representado el objetivo político de todos los tiempos para todos los pueblos: realizar la felicidad presente del pueblo que se gobierna, sin olvidar que el objetivo final es asegurar la grandeza del pueblo al cual se pertenece. En ello está involucrado todo lo que debe realizarse en el orden político como en el orden económico y en el orden social. La doctrina de nuestro movimiento es, en ese aspecto, teóricamente, una afirmación de cuanto vengo diciendo: la realización práctica de tales afirmaciones doctrinarias es el motivo de lucha por el cual todos los días, sin descanso, estamos bregando en todos los campos de la actividad argentina.
Pensamos que no realizaremos eso de una manera perfecta, pero pensamos también que las perfecciones no son de los hombres ni tampoco de los tiempos. Es necesario ir perfeccionando paulatinamente nuestra organización, nuestro trabajo y nuestra concepción para llegar a obtener el más alto grado de perfectibilidad en la vida, en el desarrollo y en las actividades de la Nación. Por ello pensamos que en el campo económico es necesario perseverar en los objetivos en que estamos empeñados, cuyo objetivo fundamental es la obtención de nuestra independencia económica, independencia económica sin la cual todos nuestros esfuerzos para mejorar la vida y el desarrollo de esa vida argentina serán totalmente inútiles.
En esa solución del problema económico está también la solución de nuestro problema social. Ningún gobernante ni ningún político, por extraordinario y hábil que fuese, podría ofrecer a pueblo alguno una felicidad que ese pueblo mismo no fuera capaz de conquistar con su trabajo y con su sacrificio. Han pasado, afortunadamente, los tiempos en que los políticos decían a las multitudes que esperaban ansiosas su acción: nosotros hemos de darles tal cosa, hemos de darles otras cosas y hemos de conseguirles tales y tales conquistas. Si yo les dijese a ustedes que yo les voy a darles tales y tales conquistas, estaría mintiendo, y lo que es peor, estaría mintiendo a sabiendas; porque yo, por más presidente de la República que sea, no les puedo dar a ustedes lo que no poseo personalmente, y en cuanto a lo que les pudiera prometer que el país les daría, mentiría también si se los prometiese sin saber previamente si ustedes mismos lo van a producir para disfrutarlo. De esa idea ha salido, casualmente, una de las primeras afirmaciones que yo he hecho cuando era Secretario de Trabajo y Previsión en 1943: "Mejor que decir es hacer y mejor que prometer es realizar". Porque los hombres que trabajan no son felices con lo que les dicen, ni con lo que les prometen, sino con lo que realizan efectivamente. Ninguna actividad humana escapa a esa lógica absoluta del esfuerzo y de su retribución. Ninguna empresa de producción, de industria o de comercio puede dar a sus patronos y a sus obreros un beneficio mayor que el que la empresa produce, y la verdadera satisfacción, en lo material y en lo moral, por una mayor ejecución de un bien material o por la acumulación de bienes espirituales, no puede salir de otra parte que del propio esfuerzo de patrones y de trabajadores que laboran en esa empresa. De aquí nace, señores, lo fundamental que es necesario tener en cuenta para formarse una idea justa y real de lo que es el beneficio social de toda colectividad.
Los empleados y obreros municipales no pueden obtener de la municipalidad un mayor beneficio o retribución por su trabajo que el que la municipalidad dispone para la retribución de esos servicios y de esos trabajos. Por otra parte, el rendimiento que cada uno de los hombres realiza en la municipalidad ha de refluir en forma de beneficio para los hombres que integran el personal municipal. Y cuando alguna persona ocupa un puesto en el cual no produce, esa es una persona que está perjudicando a todos los demás empleados y obreros de la municipalidad.
Por eso yo no he entendido nunca por qué un hombre que está ocupando un cargo en el cual no produce cree que está perjudicando a la Municipalidad. Es un error. A quien está perjudicando es a sus compañeros. Y cuando algún funcionario, por sus malos métodos, mal emplea los recursos de la municipalidad, está también disminuyendo las posibilidades de beneficio que todos los obreros y empleados de la municipalidad pueden recibir en retribución de su sacrificio.
La Municipalidad no es ninguna persona determinada porque representa a todos los habitantes de la ciudad de Buenos Aires.
La función pública, en cualquiera de las gradaciones en que ella se ejerce, no debe tomarse jamás como una canonjía que solo da derechos o autoridad, sino como una obligación retribuida de las que impone la colectividad. El buen cumplimiento de la función está en razón directa del beneficio que ese funcionario da en el puesto que desempeña. Su remuneración la pagan todos los habitantes; pero le exigen que rinda en el más alto grado a la administración.
Por eso he dicho muchas veces que, cualquier sea su situación, el servidor del Estado no debe creerse más de lo que es, pero tampoco sentirse menos de lo que puede ser.
Si la función es muy modesta, también en ella el servidor del Estado tiene ocasión de honrar su puesto.
Cuenta la historia que el famoso general Epaminondas, que desempeñaba en la ciudad de Tebas el cargo de comandante en jefe de todas las fuerzas, fue derrotado con su ejército en una acción guerrera. El gobierno de su país, en castigo, lo destituyó y le encargó la limpieza de la ciudad. Cuenta también la historia que Tebas jamás estuvo tan limpia ni mejor tenida que mientras Epaminondas fue el encargado de su limpieza. Esto quiere decir que si los cargos enaltecen al ciudadano, el ciudadano también ennoblece a los cargos. Cada hombre, aún en la más modesta de las funciones, puede honrar su cargo desempeñándolo cumplidamente y teniendo el concepto de que, sí lo desempeña, es porque es necesario, y si es necesario puede aspirar al agradecimiento de sus conciudadanos. Todo cargo representa un honor para quien lo ocupa, por modesto que sea.
Señores: todas las funciones dentro de la Municipalidad deben ser ejercidas con este concepto, porque la ciudadanía encarga funciones para que sean honradas por el ciudadano. Ningún pueblo puede llegar a ser grande si el Estado, que es una parte del pueblo, no cuenta con funcionarios, con empleados y con obreros que sirvan a la comunidad con honradez y con entusiasmo.
Cualquiera que sea la función, la colectividad elige a uno de sus miembros para su desempeño, y éste ha de ejercerla con dedicación y con entusiasmo.
Si todos cumpliéramos el desempeño de nuestras funciones dentro de estas normas, les garantizo que constituiríamos rápidamente un Estado organizado y poderoso por su organización.
Yo vengo bregando desde hace más de un año porque todos los funcionarios del Estado pongan su buena voluntad y su dedicación para que en ningún caso puedan desmerecer los cargos por mal desempeño. En cuanto a esto, hago un llamado a todo el personal de la Municipalidad. Empecemos por cumplir acabadamente con todas nuestras obligaciones; hagamos que la municipalidad se sienta satisfecha de cuanto hagan sus funcionarios por perfeccionar y por elevar, dentro del país, el prestigio de esta institución que, por pertenecer al distrito federal, a la capital de la República, ha de marcar rumbos y ser modelo de organización y de cumplimiento para el resto del país.
Sentados estos principios, que es lo básico a considerar, pasemos a ocuparnos del aspecto social y gremial de la Asociación de Empleados y Obreros de la Comuna.
Tendríamos mucho que decir si quisiéramos historiar el desenvolvimiento de este gremio, un tanto azotado por los vaivenes que la vida tiene en los grandes centros urbanos, como Buenos Aires, y como sucede con las agrupaciones de un número tan crecido de miembros como la que representan ustedes dentro de las actividades del municipio de la ciudad de Buenos Aires.
No se me escapa que siendo Buenos Aires un centro desproporcionadamente grande con relación al resto del país -3.200.000 habitantes- y estando la Asociación de Obreros y Empleados de la Comuna integrada por un número tan elevado de personas, ha de haber sido siempre un punto de mira, un objetivo extraordinario para las actividades políticas de la capital.
Por eso, también estoy persuadido de que uno de los males mayores que ha sufrido esta agrupación de trabajadores ha sido el de las actividades políticas. Me imagino que, quien más, quien menos, habrá sentido sus efectos perjudiciales.
Hace mucho tiempo que esta asociación gremial se encuentra intervenida; durante la revolución lo fue por la Secretaría de Trabajo y Previsión, y después, por la Confederación General del Trabajo.
Debo confesar que todas las intervenciones realizadas hasta ahora -y descarto la de la Confederación General del Trabajo, porque ella está desde hace poco tiempo- no han cumplido suficientemente bien con sus misiones. Si lo hubieran hecho, los obreros y empleados municipales ya tendrían en sus manos el gobierno de su propio gremio y ya habría desaparecido la situación de intervención.
Sin embargo, ustedes son los únicos que pueden realizar este milagro. No ha dependido, probablemente, en forma integral, de las intervenciones, sino de la falta absoluta de unidad del gremio. Si él hubiera estado unido habría ya impuesto la necesidad de ir a las elecciones y de darse sus propias autoridades.
Para realizar esto es menester que ustedes mismos, en sus actividades gremiales, arrojen de sus propias filas todos los vestigios políticos que existen, ya que las actividades gremiales son incompatibles con las actividades políticas. Cada hombre puede pensar como él, desee políticamente, pero gremialmente debe pensar de una sola manera: como piensa el gremio.
Si ustedes se unen, si realizan una acción concluyente en este sentido, entre todos sus camaradas, para convencerlos de que deben realizar su política fuera del sindicato en la forma que quieran, pero que dentro del mismo no realicen otra política que la política gremial, lograrán la designación de autoridades propias.
Estos consejos son los que siempre he dado a todos los gremios, porque la aspiración del gobierno es tener unidos a todos los trabajadores que existen en la República, cada uno en su gremio.
Si fuéramos un gobierno de oligarquía, que trabaja para un diez por ciento de la población, nos convendría que los gremios estuvieran todos desunidos. Ello, por una simple razón de defensa. Un gremio poderoso, o una reunión de gremios poderosos, para un gobierno que represente sólo un diez por ciento de la población, es un terrible peligro. Pero nosotros representamos a un gobierno popular, que tiene que cumplir un mandato de los trabajadores argentinos, y no trabajamos para el diez por ciento, sino para el noventa por ciento.
Es lógico, entonces, también por razón de defensa, que queramos que ese noventa por ciento esté unido, apoyando a este gobierno que cumple con su mandato y es su representación. Y también lo es en cuanto a la necesidad de que ustedes se unan y que cada uno sea un apóstol de esa unidad, que hable con los compañeros, que los convenza, porque es triste que un gremio tan poderoso como el municipal no esté unido y no pueda darse sus propias autoridades para luchar por la causa de todos los empleados y obreros municipales.
Dentro de ese, con una organización bien cimentada, la municipalidad estará también protegida, porque lo que puede perjudicar a la municipalidad es un gremio inorgánico, que suele ser juguete de cualquier agitador que se presenta con un poco de fortuna.
Un gremio orgánico, con autoridades que pueden representarlo frente a las autoridades municipales, por la seriedad que los hombres responsables representan para el propio gobierno comunal, es de un valor extraordinario para la propia municipalidad.
Por otra parte, ustedes mismos pueden vigilar a los que perturban, pueden averiguar quienes son los que trabajan y los que actúan de parásitos dentro de la organización, denunciando directamente, por intermedio de autoridades responsables, a las autoridades municipales, a aquellos hombres que sabotean y solo constituyen un cuerpo muerto dentro de la organización municipal.
Alguien cree que presentarse y denunciar a un mal funcionario, empleado o a un mal obrero, significa una delación. Pero una cosa es delatar subrepticiamente el mal acto de un mal empleado, funcionario u obrero, y otra defendernos todos denunciando de frente a aquel que no cumple con su deber y está, por ello, perjudicando a los demás. Y esa es una obligación que tenemos todos por virtud de la misma ley, porque el que conoce una falta o un delito cometido contra el Estado, y no lo denuncia, se hace cómplice de quienes lo cometieron.
No estamos en la función pública para encubrir los malos actos, sino para vigilar, como buenos argentinos, que la repetición de esos malos actos formen una mala práctica y lleven el caos a una administración que, como la municipal, debe constituir un organismo tan perfecto como sea posible.
En cuanto al suplemento por parte de la Municipalidad, yo les puedo asegurar a ustedes que el actual escalafón, como las actuales retribuciones y suplementos acordados por la Municipalidad, la llevan al límite de sus posibilidades. De manera que en lo que debemos empeñarnos es en que ese escalafón se cumpla de la mejor manera posible, en forma que asegure, dentro de su propio marco, la mayor justicia para todos. Esa es la mejor garantía que los servidores de la Municipalidad tendrán en el futuro. De modo que el fiel cumplimiento de ese escalafón que la Municipalidad ha dado a sus empleados y obreros, por propia determinación, tendrá por virtud que entre el personal no pesen en adelante otras influencias que las que puedan significar la capacidad, el trabajo y la honradez que cada uno ponga en el desempeño de sus funciones.
Por lo que respecta a que si los suplementos acordados han de regir en adelante, puedo afirmar la respuesta que con toda claridad he dado ya a quien me ha interrogado sobre ese punto en algunas oportunidades: creo que si en el presupuesto de 1947, para el cual no existían previsiones en lo que se refiere a los suplementos, ellos se han podido pagar, no hay razón alguna para pensar que en 1948 y en los años sucesivos se carezca de esos fondos, ya que podrán preverse con antelación.
Por otra parte, ese suplemento acordado para hacer frente a la carestía de la vida pronto ha de ser prácticamente aumentado por una rebaja general de los artículos de primera necesidad, que se está realizando paulatinamente, no con la celeridad que muchos quieren pero tampoco con la falta de rapidez que nos atribuyen algunos de nuestros adversarios.
Señores: como el tiempo apremia, recapitulando rápidamente he de terminar esta conversación fijando pocos puntos para que ustedes los recuerden.
En primer lugar, que cada uno trate de honrar el cargo que desempeña, y que se pregunte todos los días, como lo hago yo invariablemente, al terminar la jornada, qué ha hecho en bien de la República.
En segundo término, que vigilen todos y aconsejen a los remisos o a los que no cumplen con su obligación, que lo hagan, porque si alguna vez los empleados y obreros argentinos han trabajado para la comunidad, podemos decir que es ésta. Estamos trabajando para todos.
En este aspecto, recuerden el tercer punto: que cada uno se sienta el artífice del destino común, pero ninguno se preste para ser instrumento de la ambición política de nadie.
El cuarto punto es el pedido que formulo en el sentido de que todos los municipales se unan en su sindicato y que cada uno trabaje para que esa unión sea real y efectiva, para defender los intereses de todos, que son, en último análisis, los intereses respetables de la colectividad.
En quinto término, que en ningún caso dejen entrar la política dentro del sindicato; que el que quiera hacer política que se vaya a su casa o al comité, porque cuando la política entra en el sindicato o en el trabajo, los obreros y los empleados dejan a menudo de cumplir con su obligación para con el Estado, que es lo primordial, para empezar a cumplir una función para un limitado número de hombres del Estado. Hemos dicho que primero está la patria y después nuestro movimiento, que quiere servir a la patria. En orden decreciente, sigue el Estado y después los hombres, que han de sacrificarse por el gobierno; el gobierno ha de sacrificarse, si es necesario, por el movimiento, y todos, incluso el movimiento, si es necesario, habrán de sacrificarse para bien de la patria.
En sexto lugar, es necesario vivir vigilante para poder cumplir lo que anteriormente hemos manifestado, es decir que cada uno de nosotros en su puesto es un centinela que cumple con su función y vigila si los demás, por no cumplir con la sociedad, están perjudicando al Estado y a la patria.
Cada uno tiene la obligación de denunciar a aquél que no cumpla con su deber o que está perjudicando a la Nación, pero por una delación vil sino afrontando la responsabilidad abiertamente.
Finalmente deseo agradecerles que ustedes hayan venido hasta aquí, porque me han proporcionado el inmenso placer de conversar con ustedes, dándome oportunidad para fijar estos conceptos.
Conozco profundamente los sentimientos y los pensamientos del señor intendente Municipal. Puedo decirles que ustedes están absolutamente garantizados dentro de la función que realizan y dentro de los cargos que desempeñan. Porque conozco cual es el pensamiento del doctor Siri, he de decirles que él desea asegurar la mayor justicia y poner remedio a cualquier mal que pudiera tener lugar dentro de la comuna, y ofrecer su buena voluntad y toda su capacidad a fin de consolidar la justicia social y el mejor desempeño de cada uno de ustedes dentro de la repartición. El doctor Siri, en su carácter de jefe de todos los empleados y obreros de la Municipalidad de Buenos Aires, está, como lo ha estado siempre, dispuesto a contemplar y resolver todas las situaciones que puedan presentarse en la marcha de esta institución. Estoy seguro de que el doctor Siri es quien más se preocupa -y me lo ha dicho en numerosas oportunidades- por la suerte de cada uno de los servidores de la municipalidad. Y puedo afirmar que su gobierno es una garantía no sólo para la ciudad, sino también para todos los empleados y obreros.
Señores: les agradezco mucho que hayan tenido un recuerdo para mi señora que, en estos momentos, se encuentra cumpliendo una función que es altamente beneficiosa para nuestro país, en el extranjero. Ella todos los día me habla por teléfono y no ha habido un sólo día que no recordara a los trabajadores argentinos y no les enviara sus saludos cariñosos. ............. |
1947-07-30 | En un acto de los obreros portuarios : | Compañeros portuarios: Tengo una gran satisfacción al llegar hasta este local para conversar con ustedes e interiorizarlos de las orientaciones del gobierno sobre los problemas que a ustedes les interesan. Además, he de pedirles su colaboración para la solución de los problemas que el gobierno tiene.
Nosotros somos hombres de gobierno que no pensamos que todo lo podemos solucionar por nuestra cuenta, sino que reconocemos que en la solución de todos los problemas nacionales el pueblo cuenta en un 90 % para resolverlos. No de otra manera ha de interesarse el gobierno cuando realmente vive sintiendo la democracia, que otros han desplegado como bandera a los cuatro vientos con la intención de no cumplirla nunca.
El gobierno ejercido en esta forma no es sino un contrato bilateral que el pueblo realiza con un hombre para que cumpla el mandato que del pueblo ha recibido; pero tan pronto el gobernante deja de cumplir ese mandato y no está dentro de la orientación que lo han fijado sus mandantes, ha perdido moralmente su autoridad de gobernante. Esa es una realidad que nosotros no olvidamos nunca. Por eso no creemos que sea el gobierno quien da mejoras; no creemos que es el gobierno quien puede asignar prebendas. Cuando el pueblo quiere estar mejor, no hay gobierno que pueda darle esas mejoras si el pueblo mismo no construye los valores para dárselos a sí mismo.
Por eso jamás los trabajadores habrán oído de mis labios que el gobierno del país ha de darles tales o cuales mejoras, porque yo sé que ni el gobierno ni ningún hombre pueden darle a los trabajadores argentinos absolutamente nada, ya que son los trabajadores argentino quienes se deben a sí mismos todo lo que ellos sean capaces de contruir y de realizar.
Señores: los trabajadores portuarios tienen dentro de las actividades de la Nación una importante función que cumplir y, en consecuencia, una grave responsabilidad pesa sobre sus hombros. El puerto de la capital como los demás puertos de la República, son verdaderas líneas de estrangulamiento en el movimiento de importación y exportación. Podríamos comparar el movimiento de exportación con una botella que tiene dirigido el cuello hacia el puerto; de toda la República va convergiendo hacia el puerto la producción que debe enviarse al extranjero, pero al llegar al cuello de botella es donde se produce la estrangulación y donde se diminuye la salida de esa producción. De manera que el trabajo del puerto representa una permanente crisis de tiempo. Para poder continuar dando salida al volumen de mercaderías señalado por la panza de la botella, es necesario acelerar la salida en el pico, para que en esa forma pueda compensarse la disminución de volumen con una mayor actividad en tiempo. Esa es la dificultad del trabajo de todas las zonas portuarias, verdaderas zonas, como dije, de estrangulación, vale decir, de disminución del volumen necesario para dar salida a la producción hacia el exterior del país. Siendo así, pesa sobre el trabajo portuario una serie de problemas que es necesario resolver para que esa inmensa producción creada por el país no se quede detenida y pueda salir al exterior, porque ella representa la verdadera riqueza de la Nación, ya que de ella es de donde van a salir las mejoras, el bienestar y la felicidad de los 16 millones de habitantes de la República Argentina.
Sería totalmente inútil que yo prometiera lo que no puedo hacer. Para realizar el milagro de elevar las condiciones de vida y de dignidad de la familia obrera argentina, es necesario acelerar en todo lo que sea posible la salida de esa producción, que refluye luego hacia el país mediante la importación de valores o de mercaderías compensatorias de aquellas que no producimos.
Esto es tan simple y claro como la luz del día, pero hay que entenderlo, hay que penetrarlo y después hay que ponerse a trabajar para realizar ese milagro.
En esa labor está empeñado el gobierno. El plan concebido por nosotros pese a que muchos dicen que está detenido, lo estamos realizando con ritmo más acelerado de cuanto podíamos imaginar. Las grandes obras están todas adelantadas con respecto a los planes previstos; de manera que el plan quinquenal, no solamente se realiza, sino que se ejecuta con un ritmo mucho más optimista que aquel que habíamos previsto.
Sin embargo, para realizar la tarea de conjunto que ese plan presupone se necesita la colaboración de todos, porque él no procura otra cosa que aumentar la riqueza del país, ya que, en grandes líneas, está conseguida la independencia económica.
En pocas palabras explicaré esto que deseo que todos lo conozcan y lo entiendan, porque solamente conociendo y entendiendo estos problemas es como se puede apoyar y llevar adelante el plan de gobierno.
No hablamos para el bien de algunos pocos sino para el bien de todos los argentinos y todos debemos llevar a cabo el plan. Si yo quisiera realizar sólo el plan de gobierno, sería un iluso o un ignorante. Por eso siempre he dicho: el plan de gobierno, ha de realizarse con el concurso de todos los argentinos. sean ellos partidarios de nuestra obra o no, todos debemos participar en él. Unos trabajando con fe y con confianza, y otros, quizás, haciás, haciéndonos la oposición, de buena fe algunos y de mala fe otros.
¿En que consiste este plan, señores? El gobierno ha escalonado dos objetivos fundamentales. Primero, la independencia económica, y después el aumento de la producción y de la riqueza.
¿Porque lo hemos hecho así ? Porque la explotación científica que se hacía de nuestro país demotraba que si nosotros producíamos por valor de 10.000 millones de pesos en el año, nos sacaban 6.000 millones y nos dejaban 4.000 para que viviéramos. Y si hubiéramos producido 100.000 millones, nos hubieran tomado 96000 millones y nos hubieran dejado siempre 4.000 millones.
¿De que hubiera valido producir más? ¿De que hubiera valido que los argentinos nos hubiéramos agotado en el trabajo y en el sacrificio si siempre habrían de dejarnos los 4.000 millones para poder vivir? Por eso, señores, es necesario impedir que nos saquen lo que ganamos; y eso sólo se consigue conquistando la independencia económica de la nación, es decir, evitando que el dinero argentino sea usufrutado y aprovechado por otros y no por los argentinos.
Por esa razón es que nada se puede hacer sin haber conseguido antes esa independencia económica, sin saber que todo lo que los argentinos produzcamos ha de volver a los mismos argentinos para aumentar sus comodidades, su felicidad y su dignidad dentro de la familia argentina. Por esa razón, señores, hemos establecido nosotros claramente que nada se puede hacer sin haber conseguido la independencia económica; y por eso hemos ido a Tucumán; y, a semejanza de lo que hicieron nuestros próceres, declaramos, en el mismo lugar en que ellos declararon la independencia política, la independencia económica de la Nación.
¿Y por que la hemos declarado? Porque ya la hemos conquistado. La hemos conquistado, sí, pero falta consolidarla; porque de nada vale ser independientes y libres hoy, para volver a ser esclavos mañana. Conseguida esa independencia económica y empeñados, como estamos, en consolidarla, ahora sí podemos aumentar la riqueza de nuestro país; ahora sí podems producir el doble, porque sabemos que esa doble producción irá a repartirse entre los 16 millones de habitantes. Y tengan la seguridad de que el gobierno ha de empeñarse para que esa repartición no sea como las de antes, cuando un grupo de privilegiados aprovechaba la parte del león en tanto que a la masa argentina no le quedaba suficiente para vivir con dignidad. En esto, si, les puedo prometer que, mientras esté yo en el gobierno, la repartición ha de ser cada vez más proporcional y que, en lo sucesivo, se ha de dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.
En esto consiste, señores, nuestra reforma social, porque inútil sería encarar ninguna reforma si no tuviéramos los medios para sustentarla. ¿De que valdría acordar en el papel, o en la ley, una serie de reformas y de mejoras para los trabajadores, si no aseguramos que la nación ha de producir los medios materiales y económicos que ha de sustentar y han de hacer posible el cumplimiento de esas leyes, esa repartición proporcional de los bienes? ¿De que valdría que yo iniciara ante el Congreso una acción tendiente a obtener una legislación avanzadísima, si antes no trabajara incansablemente para aumentar los medios económicos que la hicieran posible en su aplicación? Sería sólo una promesa más. Podría yo prometerles que, durante los años en que yo esté en el gobierno, se va a hacer esto, lo otro y lo de más allá; pero si lo hiciera, lo haría a sabiendas de que estoy mintiendo, porque todo lo que pudiera obtenerse en beneficio de ustedes no soy quien para conseguírselos sino ustedes mismos con su propio trabajo. Eso es la reforma social. Ningún pueblo ha podido realizar reformas sociales si antes no ha creado el fundamento económico que las sustente y las haga posibles.
También entran en esto las posibilidades de la Nación. Si habláramos de una Nación de monocultura o pobre, ¿que podría prometerle? ¿Como podría asegurar yo que vamos a sacarle a la tierra lo que la tierra no da? Pero, señores, estamos hablando de la República Argentina, donde la riqueza está aflorando en sus casi tres millones de kilómetros cuadrados, donde basta tomarla y elaborarla. Estamos hablando de un país en el que, de sus casi tres millones de kilómetros cuadrados, apenas estamos explotando un millón y sin sacarle a ese millón un mínimo del por ciento de riqueza que esa porción de tierra puede proporcionar. Estamos hablando de un país al que todavía no hemos comenzado a explotar, de un riqueza que todavía no ha comenzado a producirse. De manera que si en el mundo existe algún país es el nuestro. Yo sostengo que no hay ningún otro país en el mundo que pueda resolverlo como nosotros.
Pero, para que esa riqueza sea bien empleada, debemos determinar claramente que la teoría moderna de las relaciones económico-sociales en todo el país, debe establecerse sobre la siguiente base; es menester explotar la tierra; es menester explotar la máquina; pero es menester, también, no explotar al hombre. Si así se procede, no puede existir problema social, porque éste, en todos los países del mundo, ha nacido, no de la explotación de la tierra, ni de la máquina, sino de la explotación del hombre por otro hombre. Esto, señores, es lo que debemos proponernos sinceramente: formar una conciencia social a cuyo espíritu le repugne la explotación del hombre por el hombre; porque el problema social, repito, nace precisamente de esa explotación que provoca la rebelión del hombre que se siente explotado. En cambio, ni la tierra ni la máquina pueden rebelarse; de manera que es aquí donde debemos intensificar la explotación.
Señores: todo esto es lo que estamos contemplando dentro del plan de gobierno. El plan de gobierno es un instrumento destinado a consolidar los medios económicos abundantes, la independencia económica que ya hemos conquistado. El plan de gobierno va a la explotación intensiva de nuestra tierra, de nuestro territorio, mediante una producción diversificada; y va a la industrialización del país, vale decir, a la explotación intensiva de la máquina para transformar la materia prima en producción útil para el consumo de la población. Eso es el centro de gravedad de la actividad del plan de gobierno; explotación de la tierra y de la máquina, para ponerla al servicio de la felicidad y de la dignidad del hombre que trabaja.
Yo he leído mucho, señores, sobre estas cosas. Casi podría afirmar que muchos políticos que han tratado estos temas, han complicado el problema de una manera tan extraordinaria que, después de leer un libro de ésos, el que veía las cosas claramente comienza a verlas cada vez más oscuras. A mi juicio, la tarea del hombre que sabe consiste en explicar las cosas en forma simple y sencilla, y no en complicarlas en forma tal que, llegado el momento de entrar a resolverlas, ni el diablo sabe de que se trata.
Nosotros tenemos por delante un problema muy sencillo; en primer término, manejar nuestra riqueza; en segundo, producir más; y, en tercero, distribuir equitativamente. Con lo primero, aseguramos que la riqueza argentina sea para los argentinos. Con lo segundo, produciendo más en base a lo primero, aseguramos una repartición proporicional a los méritos de cada habitante, a fin de que pueda disfrutar del bienestar que él se ha ganado con su propio trabajo.
De manera que el plan de gobierno es muy simple; se trata de realzar las obras fundamentales; se trata de crear una mayor riqueza, como ya se está creando, mediante una mayor producción y una mejor industrialización de nuestra propia producción, para que no pase lo que ocurría antes, cuando producíamos semilla de lino y la mandábamos a Europa, y de allí nos la devolvían cobrándonos cinco veces el valor que nos habían pagado, por el sólo hecho de convertir aquella semilla en acetie. Ustedes saben mejor que yo que hasta el año 1945 y parte de 1946, mandábamos nuestra semilla de lino a Europa y Norteamérica para que de allí nos la devolviesen industrializada. De ahora en adelante -y ya ha ocurrido en el año 1946 y parte de 1947- no saldrá un sólo grano de semilla; ahora el aceite lo hacemos nosotros. Y si Dios quiere, como el aceite se emplea, en su casi totalidad, para hacer pintura, haremos fábricas de pintura y no les mandaremos ya ni lino ni aceite: le enviaremos pintura.
Con todo esto evitamos exportar nuestro trabajo, porque queremos que los obreros argentinos tengan en que ganarse la vida.
Desde hoy en adelante hemos de industrializar el país para que nuestro trabajo lo realicen obreros argentinos y ganen los que antes ganaban los trabajadores de países extranjeros. Esto es lo que representa para nosotros la industrialización. Para cumplir este ciclo completaremos e intensificaremos el ciclo económico de la producción y el consumo.
Producir más, valorizar esa producción por la industrialización propia, comercializar evitando la explotación, aumentar el consumo. Cerrado el ciclo, poder abastacer a nuestro país con el 80 al 90 por ciento de nuestra producción y exportar solamente el 20 ó 10 por ciento; porque es necesario convencerse que lo mismo vale la plata de un catamarqueño o santiagueño que la de los ingleses, norteamericanos y japoneses.
Todo este problema es en sí simple cuando se lo quiere resolver de buena fe, y se complica cuando no se lo puede o no se lo quiere resolver. Tenemos nuestra orientación claramente definida y un plan de acción que nos lleva directamente a la consecución de los objetivos que buscamos.
Volviendo a lo fundamental de esta conversación, quiero decirles que para que el plan pueda realizarse y podamos alcanzar los objetivos que nos proponemos, es menester que todo lo que se produzca pueda salir del país en el tiempo que es preciso sacarlo. De ahí la responsabilidad de todo el movimiento portuario y de transporte de que la Nación dipone.
Ustedes saben bien que todo lo que el gobierno puede realizar en este sentido lo ha hecho. Recibimos el gobierno con una flota mercante que no alcanzaba a 380.000 toneladas; hoy tenemos ya un un millón doscientas mil toneladas de barcos argentinos que llevan nuestros productos, con nuestra bandera, a todos los puertos del mundo. Nuestros puertos trabajan, en general, febrilmente, pero debo decir que no atribuyo la merma del rendimiento, o sea de la carga en el puerto, -como ha dicho el secretario del sindicato- a los trabajadores. Sin embargo quiero darles algunos datos concretos sobre el movimiento portuario que la estadística arroja.
Nosotros tenemos que exportar durante el año 1947 por valor de 6.200 millones de pesos. Si hemos establecido un plan, se imaginarán que hemos calculado, en el movimiento financiero de ese plan, hasta "la última chaucha", porque esto hay que hacerlo con exactitud. Para cerrar el ciclo económico con lo que nosotros producimos y podemos expotar como remanente, tienen que salir por el "cuello de la botella" mercadería por valor de 6.200 millones de pesos durante el corriente año. Estos 6.200 millones son los que después se van a poder repartir entre todas las actividades de la Nación; son los que se van a llegar luego en forma de salarios y mejoras a toda la clase trabajadora. Por esta razón es imprescindible que estos 6.200 millones salgan por "el cuello de la botella".
¿Cuánto hemos exportado hasta el 30 de junio? De esos 6.200 millones, hasta el 30 de junio, vale decir, en el primer semestre, solamente han salido 2.300 millones. Faltan casi 4.000 millones que tienen que salir en el segundo semestre, y deben salir irremisiblemente porque si no se desequilibrará todo lo calculado y el problema económico, en vez de resolverse en el plazo establecido, se prolongará en un tiempo mayor con perjuicio para todos los que producen, comercializan o industrializan, y, especialemente, para todos los que trabajan.
Es bien claro el problema. Es menester cargar hasta fin de año el doble de lo que hemos cargado en este primer semestre. Solamente así obtendremos la solución de este grave problema de estrangulamiento de la salida de la producción.
Sé que en ello influyen muchos factores; los transportes, los camiones -como se ha dichos y, también, el sabotaje. Todas esas cosas han de ser solucionadas en este segundo semestre. El gobierno se ha de empeñaar a fondo para proporcionar el transporte y los medios de movilidad necesarios para que no falte carga. Estoy seguro y persuadido en absoluto de que usedes, con su buena voluntad, con su patriotismo, con el apoyo que prestan a este gobierno, que es un gobierno obrero, han de cargar por valor de los cuatro mi millones de pesos que hacen falta. Así habremos triunfado el año '47 como triunfaremos el '48, '49, '50 y '51 y, entonces, el plan de gobierno será una realidad. Una realidad que tendrá que agradecer el pueblo argentino por muchos años y por varias generaciones, porque ha de cambiar la vida argentina.
He de completar al información estadística para que ustedes tengan una idea.
El promedio mensual del primer semestre arroja una carga, término medio, de 600.000 toneladas. Es necesario duplicar la cifra y cargar un millón doscientas mi toneladas.
Les diré a ustedes que, comparado con el '46, se está cargando menos durante el año 1947. En febrero de 1946 se cargaron 605.000 toneladas y en el mismo mes de este año, solamente 488.000 toneladas, vale decir que en el mes de febrero de 1947 se cargaron 117.000 toneladas menos.
En marzo se cargaron 237.000 toneladas menos; en abril, 80.000; en mayo 203.000 y en junio 165.000 toneladas menos que en los meses correpondientes de 1946.
Esta disminución no puede prolongarse. Es necesario reaccionar. Es preciso vigilar, porque en la vigilancia que ustedes hagan y en las definciencias que ustedes nos señalen, podremos resolver los problemas en forma total para llegar a una solución integral a fin de que, en lo que resta del año, podemos cargar por valor de los cuatro mil millones de pesos que debemos exportar.
No he insistido en este aspecto. En el fondo, señores, todo mi esfuerzo y todo mi sacrificio lo tengo dedicado a esta causa, que es la de todos. Yo no trabajo un sólo día para mí en nunguna cosa. Soy un hombre que no tengo ambiciones y no podría tenerlas porque en esta tierra gracias a Dios, no hay reyes ni emperadores para que ningún presidente pueda aspirar a ello. Yo he llegado a la situación más alta a que puede aspirar un ciudadano de la República. De manera que les hablo desde una posición en la que uno está libre de prejuicios, de ambiciones y de intereses. Yo sigo esta causa, que es la de todos. Soy un hombre que está terminando su vida y la quiere terminar con esta bandera bien alta, porque entiendo que es la verdadera bandera de la verdad y de la justicia, que ha de dar sombra augusta al pueblo argentino en lo porvenir. Sin no estuviese convencido de que estoy realizando una obra de bien ¿para que me quedaría sacrificándome en los últimos años de mi vida frente a una tarea ciclópea, que es necesario cumplir, y para la que es menester trabajar desde la madrugada hasta la noche, sin descanso, todos los días? Debo advertirles que lo hago porque veo que todos los trabajadores están compenetrados de ese mismo fervor; porque veo que todos los obreros argentinos tienen su corazón inflamado por ese mismo entusiasmo patriótico de llevar adelante lo que es de todos nosotros y de nadie en particular; porque estoy convencido de que si yo he sido leal y sincero con la clase trabajadora tendré que agradecerle a ella, durante el resto de mis días, el haber apoyado esta obra común y haber depositado en mí la confianza del modo como lo ha hecho. Tengo, por sobre todas las cosas, como debe tener todo hombre bien nacido, grabada permanentemente en mi memoria la gratitud que debo a los descamisados, ya que, cuando hube de caer, fueron ellos quienes me levantaron; pero los descamisados deben saber, también, que esa gratitud es la que me obliga y no he de descansar un sólo día ni he de ceder un milímetro hasta conseguir cristalizar mis objetivos.
Para finalizar esta conversación quiero referirme a las mejoras que se han señalado para los portuarios y que todavía no han alcanzado, siendo necesario que se conviertan en realidades.
El hogar portuario: hemos de ocuparnos con el Ministro de Hacienda de materializar esa aspiración en el más corto plazo.
Hemos de estudiar lo referente a las vacaciones, porque es inaceptable que haya un gremio que no goce de vacaciones pagas.
Hemos de considerar un estatuto, porque no es ninguna prebenda tener un estatuto. El estatuto reglamenta bien cuales son nuestras obligaciones, pero también cuales on nuestros derechos.
Y en cuanto a la jubilación, !para que vamos a hablar! Saben bien ustedes que en el plan de gobierno se concreta el pensamiento de que no haya nadie que llegue a viejo sin tener asegurada su vejez, para que pueda disfrutar sus últimos años con el derecho que le asiste por haber trabajado toda su vida en beneficio del país.
Por lo que se refiere al trabajo insalubre en el puerto, he de decir que este problema debe ser estudiado detenidamente y resuelto de una vez para todas. Convengamos que el trabajo insalubre en el puerto no ofrece las misma características que en otros lugares de trabajo. No soy partidario, para los otros trabajos estáticos en fábricas y talleres, de que la solución se la encare por la vía de reducir la jornada de trabajo de ocho a seis horas. Les voy a decir porque. Porque lo que yo como presidente de los argentinos debo cuidar la salud de los trabajadores, y ustedes mismos me dirán si con seis horas de trabajo en un lugar insalubre se remedia, en realidad algo. Es cierto, algo sí; que un hombre, en lugar de morirse después de veinte años de trabajar se morirá a los vientidos. Pero ho que hay que lograr es que ningún trabajador realice su labor en un lugar insalubre. Es necesario obligar a los patronos a que tengan salubridad en sus industrias y que nadie esté obligado a trabajar en lugares insalubres.
En el puerto el problema es distinto porque no se pueden habilitar los lugares salubres en todos los casos y cuando sea necesario. Lo que se debe exigir es un régimen de trabajo por el cual el obrero no se perjudique abosolutamente nada en su salud.
Señores: hace 60, 70, 80 años que se trabaja en el país sin que nada de esto se haya considerado y hemos de hacerlo en el menor tiempo posible, estudiándolo y resolviéndolo satisfactoriamente. Estos problemas, que son tan numerosos en todas las actividades de la República, recién hace tres años que los estamos estudiando con deseo de resolverlos. Yo recuerdo siempre que, cuando llegué a la Secretaría de Trabajo y Previsión, tropecé con la primera ley: la Nº 11.729. Había un sinnúmero de pleitos por concepto de vacaciones pagas, indemnizaciones y otra serie de cosas. Estudié la ley y descubrí que había sido hecho ocho días antes de una elección, y era, en consecuencia, lo que nosotros, en el lenguaje popular, llamamos un "engaña pichanga", vale decir, una ley hecha para que no se cumpliese en sus finalidades fundamentales. ¿Y cual era la razón del fracaso de esa ley ? Muy simple: en ella se establecían todas las obligaciones, se decía que debían otorgarse vacaciones pagas, pero al final de la ley faltaba nada menos que las sanciones que deberían aplicarse a quienes no la cumplieran. Y entonces, lógicamene, no se daban las vacaciones. Los obreros recurrían al juez y este fallaba a su favor, pero, como no se podía castigar al que no había cumplido la ley, el obrero se quedaba con la razón pero "marchaba preso"; no le daban las vacaciones. Era pues, una magnífica ley, pero no podía cumplirse.
Yo entiendo, señores, que las cosas hay que hacerlas de buena fe. Si se dicta una ley, es para que se cumpla; de otro modo, es mejor que no se dicte. ¿Y que fué lo que hicimos nosotros en la Secretaría al día siguiente de tener conocimiento de esa ley? Sencillamente, dictar un decreto-ley estableciendo las sanciones correspondientes para los que no daban vacaciones. Y desde ese día todo el mundo dió sus vacaciones a sus obreros, y les pagó. No podían proceder de otra manera porque la multa era tan grande que no resultaba negocio el negarse a cumplir esa disposición.
Señores: yo tendría un inmenso placer al seguir charlando con ustedes, pero tengo otro compromiso que cumplir. De manera que, para terminar esta charla, sólo quiero agregar que debemos fijarnos este objetivo: cargar los 4.000 millones a que nos hemos referido. Yo confío en que así se hará, porque la experiencia me dice que puedo confiar ciegamente en los trabajadores. Confío, pues, en ustedes y les prometo que hemos de estudiar el problema para que no le falte al puerto la carga, persuadido de que, si aquella llega al puerto, ustedes van a cargar los 4.000 millones.
Les agradezco mucho la invitación que me han formulado y que me han dado el gusto de estar un rato en contacto con ustedes. Sinceramente, esto me ha producido una enorme satisfacción, porque me siento más complacido y contento cuando me dan oportunidad de hablar con hombres sencillos y puros como son nuestros trabajadores. Y les ruego que lleven estas reflexiones a los demás compañeros para convencerlos de la necesidad de seguir adelante y de apoyar esta obra que, al fin y al cabo, la obra de todos. Pensemos que si alguien va en otra dirección, dentro de esta tarea en que todos estamos empeñados, está perjudicando a todos. Esto es como un partido de futbol; tenemos que ponernos de acuerdo por patear todos para el mismo arco. El día que los 16 millones de habitantes seamos capaces de patera todos para el mismo arco, habremos ganado el partido ........................... |
1947-07-31 | Ante un grupo de estudiantes brasileños | Deseo que la estada que han cumplido en este país les haya sido propicia y que en él hayan visto cuanto deseaban ver. A la usanza de la vieja escuela espartana, quiero expresar en muy pocas palabras los deseos con los cuales los despediremos cuando partan de tierra argentina hacia la hermosa tierra del Brasil.
Lleven ustedes la seguridad de que dejan aquí buenos amigos, que los esperarán con los brazos abiertos cada vez que quieran llegar a nuestro país para demostrarles cuanto es nuestro afecto, nuestra admiración y nuestro cariño por el Brasil.
Podrán oír ustedes muchas cosas sobre nuestras ideas y sobre nuestras intenciones; sólo les pido que cuando a los mal intencionados -que los hay en este mundo, desgraciadamente- les oigan decir que las intenciones de la Argentina pueden ser otras que las de estar unida estrechamente al Brasil, con una amistad leal y sincera, como la sabemos ofrecer y practicar los argentinos, se hagan ustedes intérpretes de nuestro absoluto y rotundo desmentido. Somos un pueblo de trabajadores pacíficos y tranquilos que no anhelan sino la paz y la armonía para poder construir los necesarios pilares que nos hagan felices y nos mantengan dignos.
Brindo porque al regreso a su tierra, lleven ustedes el convencimiento de esta sincera verdad que les digo, expresando a cuanto brasileño encuentren en su camino cuanto es y será siempre nuestro cariño por el Brasil. Sean ustedes muy felices y acompáñenme en un nuevo brindis por la grandeza y la prosperidad del Brasil. ............... |
1947-08-04 | Ante profesores secundarios en el Teatro Colón | En primer término agradezco conmovido este homenaje que no merezco, por cierto, por haber cumplido simplemente con un deber ineludible de estos tiempos, aunque considero merecerlo por todas las intenciones que pongo en mis actos y la buena fe con que estoy empeñado en trabajar día y noche en beneficio de los argentinos. Por ello, les ruego quieran escucharme como a un compañero, porque entiendo que en la obra de hacer grande a la patria los patriotas somos todos compañeros. En consecuencia, no deseo pronunciar como retribución a vuestra amable acogida un discurso científico, sino conversar con vosotros, porque he opinado siempre que la verdad habla sin artificios. Hablaré como un compañero que comparte con nosotros una responsabilidad y, dentro de ella, tiene la obligación más vasta de imprimir una orientación general y alcanzar una coordinación integral en todas actividades del país. En la enseñanza, como en tantas otras actividades de la vida de la Nación, el problema argentino actual es más bien de lucha de generaciones, y como ha acaecido siempre en la historia, en las luchas que la renovación y la evolución propugnan, no puede ser ésta enconada, sino que debe ser una discusión prudente y juiciosa para que, al fin, todos nos dedicamos a realizar esta transformación lo más patriótica y racionalmente posible, en beneficio de la nacionalidad. Este problema no es simple porque las generaciones que se deben ir, por haber cumplido el ciclo en que les tocó actuar, a menudo no lo hacen sin defenderse. Nosotros no queremos que se vaya la generación que actuó sino que le pedimos que se asimile a los tiempos y cumpla, si es preciso, un nuevo ciclo, pero con la mentalidad nueva y con los deseos de servir siempre, invariablemente, a esa evolución que impedirá que la patria envejezca y la mantendrá libre, hermosa y promisoria, como en todos los tiempos. ¿Cuál es la médula de esta síntesis con que nosotros interpretamos los nuevos tiempos? Aspiramos a empenachar de ideales a la juventud, que deberá cumplir libremente sus destinos sin otra tutela que las armas espirituales e intelectuales que debemos proporcionarle para que pueda desempeñarse en la vida de la Nación, consciente y libremente, ejecutando los designios de su destino para bien de todos los argentinos. Esta es nuestra aspiración y así lo anhelaron también las generaciones de argentinos que desde el fondo de la historia nos miran, las que en el presente nos observan y las que nos esperan en el futuro. Por eso hemos encarado una reforma que comprende todas las actividades del país. En lo social, vamos hacia una concepción jurídica equilibradora en la realidad, dejando de lado las antiguas concepciones teóricas que en la práctica no se cumplían. Queremos cristalizar nuevos derechos que tienden a un equilibrio de los hombres que trabajan. Deseamos la explotación de la tierra y de la máquina al máximo, pero vamos a destruir para siempre, en esta hermosa tierra argentina, la iniquidad de la miseria en medio de la abundancia y la explotación del hombre por otro hombre. En lo económico buscamos realizar la independencia económica de la Nación. Este objetivo marca nuestra obligación presente, y, asociando el problema económico al social, pretendemos multiplicar la riqueza de este país, solamente semiexplotado, para entregarla a los 16 millones de argentinos en una humana y cristiana distribución de bienes, de acuerdo a las capacidades y a los sacrificios de cada cual. En lo político queremos trabajar para la Nación y no para una parte del país o para un partido político. Entendemos la política como un medio. El fin es uno y exclusivo: la Nación misma. Por ello estamos empeñados en desalojar de la administración y del gobierno toda actividad política, porque es ajena al medio y porque ni en el campo del gobierno ni en el de la administración cabe la política. En lo cultural, las nuevas orientaciones quieren poner al día los objetivos y los medios y, con esta nueva concepción, formar las nuevas generaciones sin permitir que, colocadas en la nueva situación de tiempo y lugar, crezcan aferradas a viejos conceptos que en lo social, en lo económico y en lo político, no están de acuerdo con los fenómenos que hoy se suceden a la vista de nuestros propios ojos. La función del maestro es trascendental en la hora que vive el país. El profesor tiene una misión bien clara: formar hombres. Por lo tanto, debe instruir y educar, no solamente dictar clase. Su función es ser modelo, ser ejemplo y ser maestro en la integral acepción que este término encierra, en la profunda concepción que representa ser formador de hombres frente a la tremenda responsabilidad de un futuro que espera de nosotros algo más de lo que hemos hecho hasta el presente. Para ello, el profesor y el maestro han de dedicar su vida a la enseñanza, pero, para que esto sea posible, el Estado ha de cuidar y ha de responsabilizarse del futuro de ese hombre que renuncia a la vida por un objetivo superior a la vida misma, cual es la enseñanza entendida como un verdadero apostolado. El Estado no ha de tener la pretensión de que en cada maestro o profesor haya un héroe, porque la sociedad no puede estar formada por héroes que todo lo sacrifiquen frente a otra parte de la sociedad que disfruta de todos los placeres y la dicha de una vida regalada, sin que haya compensación de esos esfuerzos y sacrificios. Es menester, señores, que en estos grandes problemas seamos profundamente humanos, porque ya decía Alfonso El Sabio, que gobernar es asunto de hombres y que el gobernante, antes que ninguna otra condición, ha de tener la de ser un profundo conocedor de hombres. El Estado tiene la obligación de formar ciudadanos útiles, es decir capaces y virtuosos. El niño, el adolescente y el hombre necesitan de la educación y de la instrucción que el Estado está en la obligación de ofrecerles. Todo ello ha de dedicarse al espíritu, a la inteligencia y al cuerpo para formar la integral trilogía de lo que un hombre debe ser: para ser sano y fuerte, para ser virtuoso y para capacitar su inteligencia para las buenas obras, que es para lo que ha sido creado y para lo que la humanidad le mantiene. Esa tarea ha de ser realizada, dirigida y coordinada por el Consejo Nacional de Educación, por el Ministerio de Justicia e Instrucción Pública, por la Universidad y la enseñanza técnica, por el Consejo Nacional de Educación Pública y por la Dirección Nacional de Cultura. Vale decir que nuestro medio cuenta con todos los elementos orgánicos indispensables; lo que falta es coordinar su acción y efectivizar la función. Con ello, estos mismos organismos, sin grandes modificaciones orgánicas ni funcionales, pueden prestar perfectamente su concurso para una mejor educación e instrucción de la juventud argentina. Todo ello con un objetivo fundamental: formar hombres sanos, fuertes y virtuosos, con los conocimientos necesarios para ser capaces y prudentes al servicio de la patria y de la sociedad. Señores: formar hombres sabios y prudentes es una tarea demasiado seria para que la descuidemos. De allí que la labor de las autoridades superiores, inspectores, rectores, profesores y maestros, resulte de extraordinaria trascendencia para los destinos de la República y de la nacionalidad misma. Para enseñar se necesitan, en primer término, poseer un cuerpo docente a la altura de su misión; y la Argentina, antes como ahora, se encuentra orgullosa de sus cuerpos docentes. He recorrido el mundo y que estos han sido siempre problemas que me han interesado, porque no ha sido nada más que maestro durante cuarenta años de mi vida, he podido comprobar cuál es la altura y la jerarquía del cuerpo docente argentino en todas sus categorías, y creo que no habrá argentino que, en comparación con otros, no se sienta orgulloso de nuestro cuerpo docente. Para señalar aún más la trascendencia de esto, bastaría pensar que si el presente de nuestro país puede estar en manos de un gobierno, en las vuestras está su futuro, que dependerá de las generaciones que sepáis formar vosotros a semejanza de vuestras propias virtudes, de vuestra sabiduría y de vuestro patriotismo. El niño, el adolescente, el hombre, de ahí la arcilla sobre la cual debéis modelar, que en esta tierra se ofrece noble, sana y pura. De ellas debéis hacer el instrumento forjador de la gran Argentina que soñamos para el mañana y por ello mereceréis el bien de la patria en grado eminente porque de la forma en que lo hagáis depende el destino mismo de la patria. Sobre la orientación de la enseñanza, no es un secreto para ninguno que penetre este tema que el enciclopedismo es un resultado, una consecuencia de la falta de orientación superior de la enseñanza. Con él se ha producido una serie de excesos y de desviaciones que ustedes conocen mucho más en detalle que nosotros. La necesidad de una enseñanza nacional coherente es indispensable, y no he encontrado ningún profesor, en mis consultas, que no haya decidido su opinión por la necesidad de que la instrucción resulte una consecuencia de la realidad nacional, es decir, que antes que ninguna otra consideración corresponde formar hombres para la Argentina, para el modo en que viven y para el momento en que viven. La unidad nacional está preferentemente en la cultura nacional. Y en la vida, señores, pocas cosas resultan bien si no se tiene una finalidad y se sigue un método para llegar a ella, máximo en estos tiempos en que parecería que la acción está por sobre la concepción, tal es el ritmo en que las acciones se desarrollan hoy. Es menester enseñar a concebir, pero para ejecutar, que es la función esencial de los tiempos. Hay que formar hombres profundos y de acción, no diletantes y generalizadores; hombres de acción para la función nacional y no simuladores intrascendentes; hombres de ciencia, virtuosos y capaces, al servicio de la humanidad, y no especuladores de la ciencia; hombres morales que aprendan que para poder ser libres es menester que sepan ser esclavos del deber y de la ley; hombres que sepan que en el camino de la vida se vence por el sacrificio y por el honor, nunca por la molicie ni por la satisfacción de vicios y pasiones; hombres que aprenda a vencerse a sí mismos como preparación para vencer las dificultades externas; hombres, en fin, señores, a quienes ustedes les darán las más nobles armas: las de la inteligencia. ¡Pero cuidado!, no vayáis a dar armas a una mala persona. En nuestro plan de gobierno hemos podido desenvolver numerosos estudios y en cualquiera de los ángulos al que hayamos dirigido nuestra mirada hemos podido comprobar que el más grave mal que aqueja al país es el de la falta de coordinación orgánica y funcional. La organización es una ciencia que hoy se estudia en todas partes y en todas las etapas de la instrucción de los pueblos. Nosotros seguimos despreciando sus enseñanzas; muy poco de organización se estudia en nuestro medio. Parecería que ese pecado lo pagamos con mucha desorganización. Nuestro país tiene necesidad de organizarse en todos sus aspectos porque solamente la organización vence a la desgracia, al número y a las vicisitudes, prevé y prepara todas las soluciones, y el olvido orgánico lleva normalmente a los pueblos a organizar una débil sociedad sin autodefensas y sin defensas externas. Analizando el problema de nuestra cultura a la luz de los más elementales principios de organización, podemos comprender cuál es nuestro grado de inorganicidad. La organización establece cuatro principios elementales, que todos vosotros conoceréis tan bien como yo: la simplicidad, la objetividad, la perfectibilidad y la estabilidad. Yo invito a todos los señores que están presentes a que, en comparación con esos cuatro principios, echen "in mente" una ojeada sobre nuestra organización en lo que a la enseñanza se refiere. La simplicidad ha sido avasallada por una numerosa burocracia que complica los mecanismos, haciendo difícil lo fácil y lo simple complejo. Con respecto a la objetividad, ¿cuál ha sido el objetivo que todas las generaciones de la enseñanza argentina han tenido para dirigir la mente de sus educandos en una dirección única, como necesita la Nación para que sus hijos puedan obrar con unidad de concepción y asegurar así una unidad de acción? ¿Cuándo el gobierno ha dicho: los móviles superiores de la Nación son éstos, y el plan de acción es éste? ¿Y cuándo se ha entregado a los profesores y a los maestros ese plan, para que vayan educando a las generaciones de argentinos en forma tal que sean capaces de mantener una continuidad en el esfuerzo y en la acción nacional? El tercer principio, el de la perfectibilidad, es antagónico con el de la estabilidad, ya que la estabilidad orgánica forma rutina, que es el peor enemigo de la evolución de todos los tiempos. Señores, esa rutina, producto del exceso de estabilidad orgánica y funcional, produce un mal terrible como es el estancamiento y la falta de evolución. En los organismos estatales, como en los biológicos, la falta de evaluación es envejecimiento, y el envejecimiento es muerte. Para salvar los organismos hay que someterlos a la perfectibilidad orgánica, que es evolución manteniendo un perfecto equilibrio entre lo estable de una organización y lo evolutivo de una perfectibilidad orgánica. Sacrificar la perfectibilidad a la estabilidad sería tan grave error como sacrificar la estabilidad a la perfectibilidad; que nos llevase al método de innovarlo todo todos los días, cosa que representa una verdadera obra de locos. En la vida y en la permanente acción de los hombres, sólo lo sencillo permite el éxito. Es necesario ajustar la máquina a esos cuatro principios; simplificarla, darle una misión objetiva, perfectibilizarla a su máximo y estabilizarla en grado suficiente. Esa es la función que le he encomendado al ministro de Justicia e Instrucción Pública, y pueden estar absolutamente persuadidos de que, cuando eso se haya realizado, cada uno cumplirá su función mejor, en un medio más alegre y placentero, y podría obtener los mejores beneficios con el mínimo de esfuerzo y de sacrificio. Eso es lo que racionalmente puede darnos la organización. Pero, para que esto sea posible, todo ha de ser coordinado desde arriba. Es al gobierno a quien le corresponde fijar el objetivo, y toda la organización y funcionamiento debe ser dirigida por él. Ello ha de fijar una marcha común, que debe ser coordinada por el jefe común de todas las actividades. Yo tengo una experiencia en cierto modo ya larga y profunda sobre los organismos de coordinación; pienso que son los que se encargan de descoordinar. Hay una sola manera de coordinar: la de que sea la dirección integral quien lo haga, porque la creación de oficinas coordinadoras, de hombre coordinadores y de organismos de coordinación, no alcanza a cumplir jamás satisfactoriamente esa función. Se coordina todo cuando un patrón común tiene toda la dirección. Los demás podrán realizar un cierto grado de coordinación, pero no lo harán nunca en forma que el director general tenga algo que agradecer. Porque la coordinación representa unidad orgánica y funcional, unidad de concepción y unidad de acción. Sin cumplir tales requisitos, ninguna coordinación es posible, porque los hombres, en el 95 por ciento de los casos, son incoordinables cuando actúan a su libre albedrío. Y es una cosa totalmente lógica, porque no podemos igualar ni cartabonar a los hombres. Pero si pudiéramos poner a los hombres en una función común, con un objetivo común, aunque marcharan por distintos caminos llegarían todos juntos y mancomunadamente al objetivo común. Esa es la coordinación que proponemos, no sólo en el orden de la enseñanza sino en todos los órdenes de desarrollo y desempeño de nuestra función dentro del país. El gobierno ha establecido para su acción un "ayuda-memoria" que fija a cada ministerio su función y su organización, como así también su política en cada una de sus actividades; cuál es la política que el gobierno sigue en lo internacional, en lo interno, en lo industrial, en lo económico, en lo financiero, en lo cultural, en las obras públicas, en la justicia, etcétera. Y así como los ministros y los jefes de grandes reparticiones tiene ese "ayuda-memoria", a cada rector, a cada inspector y a cada profesor ha de entregársele un "ayuda-memoria" de este tipo, porque ellos deben también estar empeñados en indicar a los jóvenes cuál es el objetivo y cuáles las formas de ejecución y cuál la orientación que el gobierno sigue. Si esto se cumple, señores, se logrará lo que anhelo y manifiesto cuando hablo en confianza y digo que este es un partido en el que es necesario persuadir a los argentinos de que todos debemos tirar sobre el mismo arco. Si somos todos colaboradores de una obra común, es menester que trabajemos coordinadamente. Para ello es necesario, en primer término un plan; en segundo término, una teoría sobre la ejecución de ese plan: y en tercer término, una doctrina. El plan se establece, la teoría se enseña y la doctrina se inculca. Esos tres aspectos son fundamentales para la coordinación de la nacionalidad misma. Luchamos por una unidad nacional todavía no suficientemente realizada, y es tarea de maestros y de profesores alcanzar esa absoluta unidad en el espíritu y en los corazones, sin lo cual la unidad nacional será siempre un mito. Es imposible aceptar en los tiempos modernos que en este país los hombres de distintas actividades piensan de distinta manera por haber recibido una cultura distinta y falta de coordinación. Yo lo observo todos los días; converso con un militar, a la media hora con un abogado, poco después con un médico y luego con un profesor, y me encuentro con que cada uno de estos hombres, dedicados a distintas actividades, piensa en forma totalmente distinta, discurre de manera diferente y asigna a la Nación objetivos absolutamente diversos, aferrados todos a una unilateralidad que es necesario superar cuando se trata de la Nación. ¿A qué debe atribuirse un error tan peligroso para la nacionalidad? A que cada una de las actividades profesionales, técnicas o especiales se cumple en un compartimiento estanco, donde se recibe una cultura distinta, una educación diversa y una instrucción unilateralmente cerrada a la propia actividad. Cuando sale de allí un individuo para actuar en la vida de relación, no puede marchar del brazo con el compañero que en otro compartimento estanco recibió también factores distintos en su cultura; y así anda a encontrones y empujones con los que debía marchar coordinada y armónicamente, ya que realizan una tarea común. ¿Cómo se ha de establecer esa coordinación? Esto ya se había conversado acabadamente en tiempos de Aristóteles. Las coordinaciones tienen siempre tres grados, siendo el primero de ellos el de la coordinación doctrinaria. Es menester dar a la Nación entera, cualquiera sea la actividad de sus hombres, una doctrina única, que haciéndoles ver los problemas de una manera semejante les permita apreciarlos de modo similar y puedan llegar a concepciones parecidas. Ello conduce a ejecuciones con unidad de concepción y con unidad de acción. La segunda coordinación sería la referente a cada uno de los aspectos parciales. Debe coordinarse la enseñanza primaria en forma perfecta dentro de su especialidad; debe coordinarse la enseñanza secundaria y debe hacerse lo propio con la enseñanza universitaria. La cultura, en cada uno de sus aspectos parciales debe ser coordinada. La tercera coordinación es la que corresponde al organismo superior, es decir, en este caso, al ministerio de Justicia o Instrucción Pública el que tendrá a su cargo la coordinación de cada uno de los ciclos. El ministerio deberá coordinar la enseñanza primaria con la media, con la universitaria y con la técnica, para que así se asegure en todos los que aprendan una orientación uniforme: en lo espiritual, por una doctrina; en lo material, por una organización parcial de la cooperación en los ciclos y una cooperación asegurada en lo general por la coordinación y sintonización de los ciclos entre sí. Sin esa coordinación, seguiremos enseñando en compartimentos estancos y formando argentinos con mentalidades y sentimientos diferentes, lo que indudablemente será muy peligroso para la propia Nación y para la propia nacionalidad. Señores: todo lo anterior implica una reestructuración general de los planes y programas, para darles simplicidad y objetividad, como asimismo coordinación parcial y general; dar al factor orgánico y funcional un alto índice de armonía entre su estabilidad y su perfectibilidad. Podríamos trabajar mucho, pero mientras no trabajemos bien habrá mucho menos esfuerzos dilapidados, cuyos sacrificios recaerán sobre los que menos culpa tienen: los que enseñan. La dirección superior de estas actividades tiene la terrible responsabilidad de ofrecer a maestros y profesores la posibilidad de cumplir lo más racional que hay en todo medio: obtener el máximo de aprovechamiento con el mínimo de sacrificio. Los errores cometidos en las altas direcciones se pagan con el sacrificio de los ejecutantes, a veces en escalas muy superiores a todo lo previsto. Es necesario facilitar la tarea por una dirección consciente y racional, que estudie los problemas, que correlacione causas y efectos a base de consultas directas con los que ejecutan, para llegar a fijar métodos definitivos en lugar de vivir tanteando en la oscuridad lo que puede verse claramente en al diafanidad de las ideas simples, pero reales, y no complejas a base de especulaciones más o menos probables de una realidad que desde hace mucho hemos comprobado. Así como ninguna obra perfecta puede realizarse con un instrumento que no esté de acuerdo con la necesidad, el método debe comenzar por considerar la situación del magisterio en general. Nunca me he explicado -quizá porque he vivido bajo la fórmula de una ley orgánica - por qué razón las grandes instituciones básicas del país no están regidas por una ley orgánica, la que, si bien fija obligaciones, establece también atribuciones y derechos, garantiza el estado legal de cada actividad y asegura, dentro de eso, la justicia y la equidad, sin lo cual todo se descompone y se derrumba. El magisterio argentino no podrá tener estabilidad y no podrá ser justamente considerado hasta que no tenga su ley orgánica que fije el escalafón y establezca la obligación de los legajos personales, con la constancia de sus méritos y de sus faltas. De ese modo podrá juzgarse en justicia, por un tribunal sometido sólo a la influencia de la verdad y de lo justo, y no a influencias espúreas. Por ese único medio deberá fijarse cuál ha de ser el destino de cada uno de los componentes del magisterio, destino que estará en razón directa de su capacidad, de su preocupación y de su sacrificio, y no de sus vinculaciones, de sus influencias o de otras cosas que conocemos. Se habla del perfeccionamiento docente. Hasta que lo otro no esté asegurado, no sé para que hemos de someternos al sacrificio de un perfeccionamiento que no ha de ser reconocido jamás. Que el perfeccionamiento y la selección docente son condiciones indispensables para elevar el índice práctico de utilidad para la cultura, la instrucción y la educación, es cosa que no se discute. Es necesario seleccionar a los que han de dirigir y conducir, lo cual es también indiscutible; pero lo que es más indiscutible aún es que hasta que no se haya asegurado la absoluta justicia en la distribución de los méritos y afirmado la estabilidad legal del maestro y del profesor, tal selección y tal perfeccionamiento serán ilusorios y nadie podrá impulsarlos. Por eso, señores, yo creo que es menester - y así lo he pedido - que se estructure lo antes posible una ley orgánica que estabilice de una vez por todas el escalafón docente, que organice los legajos personales a fin de que en el futuro cada uno pueda ser hijo de sus obras y pueda también coparticipar con el destino en la fijación de su propio destino. Si esto se realiza, creo que será el bien, más grande que habremos podido hacer al magisterio, pero también el bien más grande que podremos haber hecho a la justicia, sin la cual ninguna institución puede quedar en pié. Realizado esto, podremos pensar en información didáctica, en viajes de estudio y de información que el Estado puede realizar con sus profesores y maestros. Podremos crear institutos de cultura y de perfeccionamiento; podremos hacer una asociación profesional que reciba la ayuda del Estado y que persiga fines culturales y sociales; crear cursos de extensión cultural, porque cuando el hombre se ve amparado por la justicia, el horizonte de sus sacrificios se amplía y las posibilidades de su esfuerzo van mucho más allá de todos los límites previsibles. Señores: solamente quiero entrar en pocos aspectos concretos de este problema, después de las generalidades a que me he referido. En cuanto al profesorado y a su inspección técnica, la inspección inteligente, activa, estimulante, en su doble acción de contralor y de valorización de esfuerzos y tareas, tiene además una función orientadora en la marcha de la enseñanza. De ahí su importancia. Por eso considero necesaria su reorganización, que no sólo es necesaria sino urgente. La inmediata determinación de zonas de inspección con jefaturas responsables, de residencia fija; la unidad orientadora; coparticipación y responsabilidad del inspector en la tarea del docente y en el mejoramiento del medio en que actúa; reorganización y racionalización de las tareas administrativas que no deben incidir negativamente en la labor del inspector; jerarquía funcional de la inspección. En cuanto a la organización, el actual sistema de horas atenta contra todo progreso didáctico y es pésimo como medio docente. La ordenación por cátedras de materias afines permitirá mayor amplitud de miras en el profesor; una mejor distribución horaria y notables ventajas de orden pedagógico, como la apreciación integral de las aptitudes de los alumnos y adecuación de la enseñanza a su finalidad formativa. Siendo necesario y altamente conveniente para el buen resultado de la enseñanza que el profesor conozca sus alumnos, propiciamos la rotación de profesores para que puedan seguir a sus alumnos y al propio tiempo aconsejamos la concentración de tareas en un mismo establecimiento. Todo lo cual llevará a un rendimiento mejor mediante la unidad y la racionalización de las tareas docentes. Instituciones y maestros, planes y programas, deben responder a un sentido profundamente nacional y auténticamente argentino, logrando mediante la flexibilidad de los planes, la obtención del mayor número de posibilidades para el muchacho que, dentro de sus tendencias vocacionales, deba elegir una labor práctica o experimental; enseñar poco y bien, saber hacer y tener concepto de lo que se hace. He ahí una síntesis de la reforma. Que el adolescente argentino se inicie en el conocimiento de los intereses vitales del país; que conozca sus problemas, para que sus soluciones se transformen en acicates o ideales de un esfuerzo. He ahí el programa de acción. La enseñanza media es fundamental en la preparación del núcleo motor de avance de la nacionalidad. La enseñanza media debe crear en el alma de los adolescentes una conciencia clara de nuestro rol en el mundo y debe lanzarlos a la vida convencidos de ser encargados de lograr una nueva etapa en el señorío espiritual y material de la República. El maestro y el profesor de la nueva escuela argentina debe ser un ejemplo de fe ciudadana, informado, honesto, señor de su oficio, sereno, consciente y capaz, con claro sentido de su misión y exacta comprensión de los problemas que atañen al presente y al futuro de la nacionalidad. Solamente así formará alumnos capaces de disponer al máximo de sus poderes espirituales y de sus posibilidades de servicio en favor del progreso común de la Nación. Debemos mantener la asistencia y previsión social y desarrollarla al máximo de sus posibilidades para que la escuela tenga sus comedores, su ayuda económica a los padres, la coordinación de los organismos escolares destinados a la ayuda social y al contralor y vigilancia del alumno sano, lo mismo que del alumno enfermo, ayuda escolar mediante útiles, libros y ropas, como así también, la alimentación en orden de compensación de zonas decalcificadas, etcétera, para que sea un elemento del Estado en la protección del niño en todas sus actividades y en todas sus necesidades. Y en esto he de agregar algo. Ya mi señora lo ha comprometido al señor Miranda para que el año próximo haga trabajar a dos o tres de sus fábricas para producir leche en polvo, dulce de leche y algunas especiales escuelas a los niños de las zonas más necesitadas del país, como serían Jujuy, La Rioja y Santiago del estero. Queremos que los maestros hagan llegar personalmente a los niños, a quienes están exigiendo un esfuerzo de aprendizaje, estos productos alimenticios. En fin, creemos que el niño o el adolescente no debe ser un paria en su propia tierra. En cada niño está el hombre de ciencia, el ciudadano, el economista, el conductor o el estadista del mañana. La Nación entera debe cuidar, vigilar y ennoblecer la vida de ese niño y asegurar la eclosión de sus aptitudes en un medio adecuado. Lamentablemente, existe la deserción escolar. Es necesario recuperar los valores humanos perdidos o semibeneficiados por la escuela. De 700.000 mil alumnos en primer grado, solamente llegan 340.000 al segundo, y llegan al sexto únicamente 93.000. En igual o mayor proporción desertan de la escuela secundaria por los mismos factores económicos o sociales. Conjurar eso mal será preferente objeto de nuestra actividad, mediante escuelas prácticas de fácil acceso, misiones pedagógicas de recuperación, estímulo de las escuelas de aprendizaje y pro-aprendizaje, perfeccionamiento obrero y del aprendiz, ayuda familiar, educación social, redistribución o compensación económica a los padres, reestructuración de las escuelas para adultos, cursos y carreras cortas, eficaces y actuales, que permitan el inmediato ingreso en el mundo del trabajo efectivo. Modernizar, flexibilizar y actualizar los rumbos de nuestra enseñanza; agilizar, dar nuevo sentido, nuevas y claras metas a nuestro profesorado, es tarea que se llevará a cabo con intrepidez y con seguridad. Conciliación armónica de una elevada formación espiritual y un eficaz cultivo de la inteligencia práctica. Necesitamos vitalizar la enseñanza.
Todo establecimiento de educación debe ser un centro de irradiación cultural y de atracción popular y social. Su acción adecuada debe contribuir a arraigar a la zona mediante un acertado aprovechamiento de los intereses locales, en estrecha relación económico-social con el plan general. Nos proponemos enseñar a vivir mejor. Se obtendrá, mediante una más comprensiva y justa política educativa, habilitar a los mas, dar los nuevos horizontes, creando en cada espíritu nuevas inquietudes, dando a cada cual las mejores disposiciones para que encuentre la solución para su ecuación personal. Que cada uno tenga el lugar de su oportunidad por los caminos mejores, con un alto y superior propósito que todo lo justifica y lo comprende: una vida mejor al servicio del día mejor de la patria. Por ese camino de ideas hemos llegado a las misiones monotemáticas de cultura rural y doméstica y de residencia transitoria, que no sólo prepararán expertos y habilitarán artesanos, utilizando los elementos regionales, sino que, radicando y difundiendo las industrias y posibilidades, incorporarán al núcleo social promociones de hombres y mujeres dotadas de inteligencia práctica, de amor a la tierra y de sentido actual de los problemas. Por ahí hemos de alcanzar las nuevas etapas de superación en todos los órdenes; pero consideramos que solamente un magisterio y un profesorado libres de preocupaciones económicas, pueden alcanzar resultados definitivos y asegurar su eficacia. Así lo entendemos y obramos consecuentemente. Será el nuestro, si es menester, el profesorado mejor pagado en todo el mundo. Ello creará una tremenda responsabilidad que vuestra conciencia y vuestro concepto profesional no ha olvidado, afortunadamente; dar de si aún más de lo que el deber manda. .... |
1947-08-16 | Homenaje de la Universidad de La Plata al general Perón | Señor Interventor, señores ministros y legisladores, señores: Es para mí un insigne honor el haber podido compartir con los señores profesores de la Universidad La Plata esta mesa que me habla de una cordialidad que yo ambiciono para todos los argentinos. Es un honor que exalto como una de las realidades que toda la vida de gobernante puede tener cuando se pone en contacto con lo que representa el verdadero cerebro de la patria, es decir, con los hombres a quienes la providencia ha señalado con el dedo para formar a otros hombres; con los hombres a cuya responsabilidad el Estado entrega lo más sano y lo más puro que la patria tiene, que es su juventud, para que ellos la guíen y le enseñen los caminos buenos de la vida, trasmitiéndole su experiencia, en tanto ella les ofrece la sinceridad, la lealtad y el entusiasmo de los años mozos.
Una de las más puras aspiraciones de mi espíritu es, casualmente llegar a dar la mano amistosa, de compatriota y de amigo, a todos los hombres que cumplen dentro de la patria una misión tan sagrada como la de formar a los hombres que han de conformar el destino mismo de la patria. A esos hombres, a quienes respeto en el presente y venero en el pasado, por lo que supieron trasmitirme en todas las inquietudes de mi vida; a esos hombres, a quienes la Nación, al par que les confía lo más sano y más hermoso que ella posee, los carga de la responsabilidad más tremenda porque les confía el destino mismo de la Nación, quiero decirles, en pocas palabras, cual es mi respeto, cual es mi admiración y cual es también mi ambición como gobernante, de tenerlos cerca de nuestra acción y aún más cerca de nuestro corazón.
No sé, señores, si habré tenido la habilidad a la altura de mi buena intención para buscar el acercamiento que anhelo con todos los hombres que trabajan en nuestra tierra; no sé, si prácticamente he podido conformar la idea, que aliento desde que ejerzo el gobierno de la Nación, de acercar a todos los argentinos para que pensemos de una manera similar; pero lo que sí puedo asegurarles, y sobre lo que cada uno de ustedes debe tener la persuasión más absoluta, es que ejerzo una inmensa buena voluntad para que todos los hombres, piensen como piensen en las más diversas cuestiones, tengan un sólo pensamiento fundamental, que es el nuestro: servir, con toda nuestra fuerza, con toda nuestra sinceridad y con toda nuestra lealtad y sacrificio, al fin único que debe alimentar el alma de todos los argentinos, es decir, servir a la patria en todo lugar y en todo momento.
No sé, señores, si lo he conseguido o si habré de conseguirlo; pero pueden estar seguros de que mi único anhelo es el de pacificar los espíritus de los hombres para llegar a establecer una sola falange que luche por una sola causa. Por eso he tolerado lo que no había tolerado en mi vida; he sufrido el agravio, el insulto, la calumnia; y no he reaccionado en manera alguna como no fuera para perdonar y para aguantar hasta la calumnia y la infamia.
Pertenezco, señores, a la clase de hombres, que, colocados en la situación en que me encuentro, no piensan para sí ni sienten para sí, sino que piensan y sienten únicamente para la Nación. Por eso los agravios no me alcanzan; por eso, la calumnia no me hiere; por eso, encandilado como estoy en seguir adelante, con una acción que creo pura, leal y sincera para el Estado, lucho en el orden económico para asegurar nuestra independencia económica. Y en ello, señores, hemos conseguido mucho: de país deudor, hemos pasado a ser país acreedor; de país protegido hemos pasado a ser país protector.
El porvenir de nuestra patria en el orden económico no ha estado jamás asegurado como lo está hoy. Esta tierra que debía 12.500 millones de pesos al extranjero, no debe hoy un sólo centavo. Hemos incorporado al haber patrimonial del Estado, por compra directa de nuestros servicios, otros 12.500 millones de pesos. Nuestra moneda que estaba en la época que se consideró brillante, con un respaldo del 20%, tiene hoy un respaldo de más del 100%. Solamente un hombre de mala fe puede pensar que el porvenir de esta patria ha podido ser mejor asegurado.
Y en el orden social. ¿No éramos el último país de la tierra? ¿Y no hemos pasado a ser el primero del mundo? En el orden de nuestra política internacional marchábamos siempre a la zaga de una comparsa, a la que nunca alcanzábamos a pesar de todos nuestros esfuerzos. Jamás nuestro país ha alcanzado una situación tal de brillantez como la actual, ni merecido tanto respeto de los grandes países de la tierra.
Señores, en estos momentos es menester colocarse la mano sobre el corazón para pensar como argentinos y obrar como tales.
Antes, cuando íbamos a Europa y preguntábamos a cualquiera sobre la situación geográfica de la Argentina, nos ubicaban en la India o en el África; hoy no hay más país de la tierra que no sepa que es y dónde está la República Argentina.
Cuando marchábamos en pos de esa comparsa no se nos distinguía ni por nuestros colores ni por nuestros penachos; hoy asistimos a conferencias donde se nos señala como uno de los tres grandes, según lo que se acostumbra a decir en el orden internacional.
Señores: no quiero mencionar estas cosas para hacer una propaganda que no necesitamos. Somos modestos hombres de trabajo y hacemos de nuestra parte cuanto podemos para estar a la altura de las circunstancias; pero todo ello no tendría para mis afanes de argentino ningún valor si abandonáramos la ciencia frente a todas las demás conquistas obtenidas por el país. Ha sido mi pensamiento profundo dar a las universidades argentinas lo que nunca ellas tuvieron: medios para trabajar y medios para hacer hombres de ciencia. Y en ese sentido puedo garantizarles a ustedes que no habrá esfuerzo ni sacrificio que no se realice para llevar a la ciencia por el camino del progreso. Sabemos bien que un porvenir sin ciencia es un porvenir oscuro y queremos para nuestra patria, no la oscuridad de un materialismo mortal, sino la luz de la ciencia que hace grande a los pueblos y a los hombres. No somos una pléyade de ignorantes que reniegue de los altos valores del intelecto y del espíritu. Sostenemos que sobre ese cuerpo férreo que estamos creando en la Nación ha de florecer la ciencia y el espíritu para colocarlo a la altura de lo que anhelamos todos los argentinos, que queremos un pueblo con Dios, con patria y con hogar.
Con ello, señores, podemos seguir luchando por un porvenir mejor que se alcanza solamente por el pensamiento, apuntalado en la justicia, la verdad y la realidad.
Y si hubiera de darle un consejo a esta Universidad, le diría: mirad vuestro escudo, donde está inscripta una frase que es la verdad de todos los tiempos: ¨Pro scientia et patria".
Y así como considero que no podría ser fructífera, como la deseamos, la patria sin la ciencia, considero también que no sería tampoco, como la deseamos, la ciencia sin la patria. Por ello es que estoy empeñado en dar a la Universidad argentina una ciencia argentina que sea orgullo de esta tierra y que sirva a la humanidad, a fin de que todos los que se sirvan de ella puedan decir algún día que ésa es la ciencia argentina. Por esa ciencia hay que sacrificarse, por esa ciencia hay que poner en juego toda nuestra capacidad, porque en ella estará todo el numen de la patria pasada y de la patria presente, estará el destino de esta patria que todos soñamos grande, fuerte y poderosa para todos los tiempos.
Antes de terminar quiero presentar, en nombre del gobierno, nuestro agradecimiento por la extraordinaria y prudente colaboración que el señor Interventor le ha prestado desde esta Universidad. Algún día la Universidad sabrá cuanto debe La Plata al gobernador Mercante, al doctor Adorni y a los muchachos de la Unión Sindical Universitaria.
Señores: agradezco profundamente esta demostración, que es la más grata que se puede brindar al espíritu de un hombre patriota. Es ésta la primera de las universidades argentinas a la que asisto, llevado por mi anhelo, que es el anhelo del gobierno, de estrechar vínculos con la universidad. Sabemos cuan profundos y cuan valiosos son los elementos con que ella cuenta, y en este ordenar de valores que durante la marcha es menester realizar, trataré de buscar su colaboración para que todos tengan la oportunidad de influir en las grandes decisiones de esta tierra, que, por pertenecernos a todos, no pertenece a ninguno en particular. Así, junto con nosotros, podrán ustedes un día estudiar y resolver los grandes problemas de la nacionalidad. De este modo, al mismo tiempo que mi corazón de compatriota, ofreceré a la Universidad argentina la posibilidad de que cada uno sea artífice del destino de todos los demás.
Finalmente deseo hacer un brindis: que el destino de esta Universidad sea cada día más grande y más luminoso, porque de ese destino de los hombres dirigentes del país, ha de surgir el destino de la patria que todos soñamos. ............... |
1947-08-16 | Ante empleados telefónicos en la empresa E.M.T.A de la ciudad de La Plata | Es la primera vez que vengo a la ciudad de La Plata, después de la nacionalización de la Compañía Telefónica, hoy E.M.T.A., y no hubiera dejado por ninguna causa de llegar hasta aquí, primero, porque esto representa una de las primeras obras realizadas en beneficio de la independencia económica del país; y segundo, porque yo he aprendido a través de ustedes, a querer a la Compañía Telefónica de la Provincia que me ha hecho llegar en momento oportuno, su aliento con la decisión y el entusiasmo que mantienen en este momento.
Sé, compañeros, que éste es el mismo entusiasmo que sentimos nosotros, que no trabajamos para ninguna persona determinada, sino para toda la Nación. Ustedes como nosotros, trabajan para el bien de la patria, que debe ser el supremo deber de los argentinos, pues ya el conocido aforismo peronista dice: "que todos sean artífices del destino común y ninguno, instrumento de la ambición de nadie".
Entiendo al movimiento revolucionario bajo esta faz; por eso nuestro programa, el de la independencia económica y el del engrandecimiento de la patria, es uno sólo en el que estamos todos empeñados con fervor de argentinos y con entusiasmo de peronistas; E.M.T.A. tiene para mí, como para todos nosotros, un doble encanto: el del entusiasmo con que se trabaja aquí y el del adorno que dan a ese trabajo estas empleadas tan simpáticas y buenas.
Yo les agradezco esta demostración y al saludar al personal de la casa, les pido que no olviden que en la Casa Rosada hay un hombre que piensa y vela por todos, y que no ahorra sacrificios para que cada argentino, en el futuro, pueda recibir una ayuda de la patria, esa ayuda de camaradería y de solidaridad que debemos desarrollar en todos, para que ninguno se sienta tan importante como para no formar parte de la falange del trabajo que produce, que amasa paulatinamente la grandeza de esta tierra tan querida, por la que estamos dispuestos a luchar y sacrificarnos en forma absoluta.
Muchas gracias por todo y antes de retirarme, quiero brindar con esta admirable copa de champagne que ustedes me ofrecen. Este brindis es porque sigamos luchando desde nuestros puestos de combate, sin olvidar que la E.M.T.A. es ahora una pequeña partícula de patria, y que ustedes al luchar por ella, luchan por la grandeza de la Nación. |
1947-08-20 | Ciclo de Conferencias radiales pronunciadas por el presidente de la Nación, : La labor del gobierno | En mi ya relativamente larga vida vengo observando la obra de los gobiernos que la Providencia me ha permitido contemplar sin pasiones, sin odios, sin partidismos y sin espíritu opositor.
Siempre he considerado que quienes gobernaban lo hacían de buena fe y con espíritu patriótico. Ellos entendían a su manera y obraban en consecuencia. Aprendí también que el gobernante y todo el que maneje caudales públicos está expuesto a la acusación de sus adversarios, aun cuando ellos no hubieran probado ser los indicados para arrojar la primera piedra. He aprendido, en consecuencia, que quien tiene el poder por derecho debe renunciar a ejercerlo por la fuerza. He aprendido también que el gobernante no debe perder el tiempo en defenderse él, porque su misión es defender a la Nación, vale decir a los demás. Él no puede tener pasiones ni rencores que puedan eclipsar a la única pasión que debe animarlo: la del bien público. Un gobernante pasionista suele ser injusto y la justicia debe, con la prudencia, ser sentimiento nato en el gobernante. Debe ser tolerante hasta con la intolerancia sin ser débil, pero la energía ha de emplearla sin límite en la ocasión que se atente contra el Estado, el orden jurídico y las autoridades constituidas, pero jamás cuando el ataque sea sólo a su persona. Debe acostumbrarse a la injusticia, a la calumnia y a la difamación que los demás usarán en su contra cuando sean impotentes para combatirle con la verdad.
Es menester hacer el bien y realizar la obra, aun cuando algunos no la reconozcan y la nieguen. Los hombres públicos no trabajan para el agradecimiento de sus contemporáneos; su obra es para ser juzgada por la historia. San Martín fue llamado ambicioso y ladrón por muchos de sus contemporáneos que lo combatían enconadamente. ¡Cómo habríamos nosotros de escapar a acusaciones semejantes de los hombres que nos combaten! Todo ello sin contar aún con los hombres falsos, desleales y malvados, que los hay, quienes son artífices para calumniar y para engañar y que sólo se conocen en ciertas circunstancias. Uno de los hombres a quien vi siempre como uno de los más exaltados partidarios supe que el 12 de octubre de 1945, cuando había yo caído, se habría ofrecido públicamente para asesinarse. Pero nada de eso es peligroso para el gobernante, porque tratándose de casos aislados, aunque abundantes, no pueden influir en la opinión pública. El peligro está casualmente en la propaganda maligna, artificial y calumniosa que a fuerza de la repetición termina por formar un clima artificial que la desaprensión circunstante acepta como real.
La propaganda moderna, generalmente dedicada al éxito materialista, no exalta ni propugna la verdad, ni la justicia, ni los valores morales, sino que se dirige a las pasiones de los hombres y entre ellos en especial al interés y al egoísmo, mediante el engaño más o menos habilidoso.
La propaganda actual especula con una verdad aparente con la que trata de tapar la verdad real.
Al transeúnte desaprensivo se le dice: "esto es lo mejor del mundo", para usar el sofisma más conocido. El que va con su problema lo acepta sin reflexionar. Se lo dicen por veinte sistemas diversos, orales, escritos, en forma directa e indirecta. Si ese transeúnte desaprensivo reflexionara, la propaganda sofística estaría destruida, porque el enemigo de tal falsedad es precisamente el discernimiento. Yo no he de olvidar jamás una lección que recibí cuando aun era niño. Discutía yo con una persona mayor sobre la veracidad de cierta afirmación por haberla leído en un diario. Esa persona tenía un perro al que llamaba León. "Mi amigo, me dijo, y dirigiéndose al perro le llamó: León, León, León", y el perro vino. "¿Ha visto? -me dijo- Le digo León y viene, pero no es león, es perro".
Desde entonces cuando leo o me dicen algo, lo primero que hago es discernir por mí si ello es o no. No sea que digan que es león y luego resulte que es perro.
Este consejo quiero transmitirlo a todos los argentinos de buena fe, porque he descubierto que en estos momentos hay muchos hombres de mala fe que desean engañar a la opinión pública con fines generalmente inconfesables.
Me he de tomar el trabajo de ser yo mismo quien informe a la opinión pública, tantas veces como sea necesario, a fin de evitar que la cizaña de esos malos sembradores invada el campo de la verdad y los buenos argentinos sean inducidos a caer en el error de buena fe.
Ello me ha inducido a efectuar transmisiones radiales que ruego sean escuchadas por todos los argentinos, sean éstos partidarios o no, porque considero que la verdad debe ser conocida por todos, piensen como piensen o sientan como sientan.
Uno de los estribillos más zarandeados por comunistas, socialistas y oligarcas contumaces, consiste en afirmar "que vamos al desastre económico de la Nación". Lo repiten a diario y algunos lo dan ya como aceptado. Jamás el presente económico de la Argentina ha sido más brillante ni más sólido y jamás tampoco el porvenir ha sido más seguro, halagüeño y promisorio que en los momentos actuales, no sólo en lo económico sino también en lo social, en lo político internacional, en lo cultural, en lo industrial, etcétera". Lo que deseo, más que demostrar esta afirmación, es mostrar en pocas palabras los hechos y obras ya cumplidas por nuestro gobierno, que todos conocen, aunque no todos recuerdan, porque el defecto de los argentinos es precisamente la mala memoria, tanto por no recordar las buenas obras como para olvidar los asuntos del fraude electoral, entrega del Banco Central de la República, exacción de colectiveros, negociados de luz eléctrica, corporación de transportes, tratado de carnes, asunto de los subterráneos, asunto Instituto Movilizador donde se perdieron cientos de millones de otros pagando nuestro gobierno empeñado además en deshacer y evitar los grandes malos negocios ocasionados al Estado. Yo recuerdo que a esos mismos gobiernos he alabado la construcción de caminos y obras públicas de diverso carácter cuando era un ciudadano que sabía distinguir "los dientes blancos de un perro", al cual muchos no encontraban sino defectos. Hago análisis retrospectivo y estudio comparativo entre esos gobiernos y lo que el nuestro ha realizado ya en un año y medio de acción y, francamente, no me siento defraudado por la realidad frente a mis sueños de argentino y de patriota.
Este país que llegó a deber al extranjero casi 12.500 millones de pesos, pagando a veces casi dos millones diarios de servicios; que no dispuso nunca de divisas sino a base de empréstitos y deudas; que su circulación fiduciaria no estuvo nunca respaldada más que por el 20 al 30 por ciento por su oro y que su valor adquisitivo disminuía así diariamente: que tenía los servicios públicos y su producción en manos de consorcios extranjeros que lo gobernaban económicamente y a veces también políticamente; que estaba ligado a contratos leoninos con el extranjero y que ni siquiera estaba en sus manos el manejo de su dinero desde que el Banco Central era prácticamente extranjero; que en fletes, seguros, reaseguros y servicios perdía por año más de 600 millones de pesos; que sólo en la comercialización de su producción perdía por año más del 200% de los beneficios actuales; que además de todo ello estaba obligado a rendir vasallaje colonial a sus explotadores foráneos; que sus obreros ganaban salarios de hambre; que tenía la mitad de sus puertos en manos extranjeras y particulares, que sus teléfonos no le pertenecían, que carecía de munición para tirar en los polígonos y sus soldados andaban descalzos y harapientos, que no había producido un solo grano de pólvora, ni uno solo de explosivos, que no disponía sino de pocos aviones envejecidos y destartalados; que carecía de las armas y los vehículos más elementales para la instrucción de las fuerzas armadas; que no había cuarteles para alojar las tropas; que sus relaciones internacionales inseguras y aleatorias marchaban a la deriva según fuera el viento que soplara, a caprichos muchas veces de los voluntarios que quisieran emprenderla contra la soberanía o la dignidad de la Nación sin que nadie les saliera al paso, lo que nos presentaba en el mundo como un país de 5º orden, desconocido e inoperante, cuya palabra no pesaba sino entre sus propias fronteras, en tanto que cualquiera podía entrometerse en los asuntos que nos eran propios con la ayuda misma de algunos malos argentinos que especulaban en provecho personal entregando a jirones la libertad e independencia de su patria. Entonces se lo consideraba a éste un país rico y con el porvenir más halagüeño.
Qué debo entonces pensar hoy de una Argentina que no tienen deuda exterior, pues la ha cancelado, pasando de país deudor a ser país acreedor - uno de los 3 únicos países del mundo que son acreedores-; que no paga sino cobra servicios, que dispone de una reserva de oro que sobrepasa en mucho las 1.000 toneladas; que su reserva de respaldo oro pasa del 100% de su circulación fiduciaria, que ha nacionalizado el Banco Central y, en consecuencia, el dinero argentino por primera vez es manejado por argentinos; con el resultado de que el Banco Central ganaba en promedio sólo 14 millones de pesos por año y, en cambio, en este primer año de nuestro gobierno ganó más de 130 millones de pesos y concurre, además con diez millones de pesos a la obra social de los empleados bancarios, que comercializa su producción por valor del 200 por ciento, más que antes, que ha realizado su absoluta independencia económica cuyo valor moral es inmenso y su valor material inapreciable; que ha nacionalizado los ferrocarriles, los seguros y reaseguros, adquirido una flota superior al millón doscientas mil toneladas y suprimido los servicios al exterior, cuyo beneficio sobrepasa al año los 600 millones; que ha nacionalizado los puertos y otros numerosos servicios como el gas y energía hidroeléctrica existentes; que ha nacionalizado los teléfonos; que el año 1948 iniciará la provisión de gas natural de 12.000 calorías por metro cúbico a bajo precio; que ha afirmado la justicia social, dignificado el trabajo y humanizado el capital; que su industria ha progresado en un 500% contando con altos hornos, minas de carbón y diversas materias primas; que fabrica por si toda la pólvora y los explosivos que necesita; que fabrica todas sus armas y municiones y vehículos; que ha construido todos los cuarteles que necesita; que ha puesto su ejercito y su aviación al día en reclutamiento y dotación, fabricando sus propios elementos y siendo uno de los sólo cinco países del mundo que fabrican aviones de propulsión a reacción; que ha concedido empréstitos a varios países necesitados por más de 1.000 millones de pesos; que extenderá próximamente préstamos hasta 3.500 millones a otros países; que ha establecido relaciones cordiales con todos los países de la tierra y firmado tratados con la mayor parte de ellos; que tiene una política internacional clara y definida, siendo respetada, envidiada y admirada en el exterior: que se distingue por su política pacifista su cooperación hacia los pueblos necesitados y por el celo con que se defiende aquí la verdadera dignidad de la Nación; que tiene un plan de gobierno en ejecución, del cual 34 grandes obras e infinidad de obras secundarias están en plena realización mientras el resto se encuentra en su etapa de planeo y estudio para comenzar su ejecución cuando se estimen agotados los estudios previos; que ha comenzado la entrega de la tierra a los que la trabajan; que cientos de inmigrantes son transportados a nuestras playas, por nuestros barcos, para incorporarse a la tarea de engrandecer y enriquecer a la patria; que ha aumentado todos los suelos y salarios de los servidores del Estado en proporción insospechada, sin que para ello haya sido necesario recurrir a un solo aumento impositivo o nuevo impuesto, siendo por otra parte el año 1947 quizá uno de los únicos, cuyo ejercicio no arrojará déficit sobre el presupuesto previsto; que todos los trabajadores se ven amparados en la dignidad de sus derechos, pudiendo ejercitar incluso el de huelga cuando responda a causa justa el motivo que las inspira y encuentran en la organización sindical el medio de hacer frente a las injustificadas resistencias patronales; que se esfuerza en resolver los problemas emergentes de un desarrollo extraordinario por su rapidez y su volumen que ha dejado pequeños sus servicios públicos y medios de satisfacción para la producción, industrialización, distribución y consumo; que se esfuerza para la solución del problema de la enseñanza general, universitaria y técnica; todas incorporadas ya y en realización la solución de todos sus problemas; que ha establecido los derechos del trabajador como etapa definitiva y de consolidación jurídica de las conquistas sociales; que ha extendido los beneficios de la previsión social hasta límites ayer no más insospechados, capitalizando cajas que estaban al borde de la bancarrota y extendiendo servicios que antes alcanzaban sólo a pocos grupos de verdaderos privilegiados, pasando el fondo jubilatorio que se mantenía entre 850 y 950 millones de pesos, a 1982 millones, que con medidas previsoras y defensivas de los bienes argentinos ha evitado que miles de empresas argentinas fueran a la quiebra como sucedió en la otra posguerra -la de 1918-, que con un sistema bancario adecuado ha desterrado el favoritismo del préstamo como sistema a pocos y determinados señores del privilegio, para no tener después que crear un nuevo Instituto Movilizador para hacer jubileo general, dejando congeladas deudas por ochocientos millones de pesos que después pagamos todos los argentinos; que, en fin, sólo por citar lo más fundamental, ha realizado ya una obra tan colosal que, una sola de las obras -la compra de los ferrocarriles, por ejemplo- hubiera sido suficiente para hacer histórico a cualquiera de los gobiernos que nos precedieron.
Y los señores comunistas, los socialistas y los oligarcas contumaces aseguran que el país va a la ruina económica, en los momentos precisamente que incorporamos al patrimonio nacional tantos miles de millones de pesos como ellos dilapidaron cuando ejercieron combinadamente el gobierno, cuando pagamos sus deudas, cuando adquirimos los servicios públicos que ellos entregaron a los consorcios extranjeros y cuando realizamos un plan de gobierno que ellos no fueron capaces siquiera de concebir.
Ellos por un lado, quieren hacer creer que nada de esto que todos sabemos que es real, existe; y, por otro, organizan el sabotaje para que el país no pueda realizar el destino glorioso que anhelamos. Ellos sabotean de diversos modos la producción que es la base de toda conquista ecónomico- social.
¿Qué clase de argentino es el que sabotea la obra destinada a engrandecer la patria? ¿Qué clase de argentino es el que se opone a la independencia económica de la Nación? ¿Qué clase de ciudadano es el que se empeña en engañar al pueblo mediante la calumnia, la mentira y la infamia? ¿Qué clase de hombre es el que se especula con producir la miseria y el hambre de sus compatriotas, para servir los fines políticos imperialistas de un amo que lo maneja a miles de kilómetros? Sería menester recurrir a los tiempos más obscuros de la historia del mundo para encontrar parangón con tales aberraciones.
Se tolera en los hombres todas las faltas menos las del honor. Se toleran en los ciudadanos todos los delitos menos los que se cometen contra su Dios, su patria y su familia.
Señores: Sé que si cometiera la omisión de siquiera hablar pocas palabras de la deuda interna, como ya lo han hecho otras veces, algún diario muy conocido por todos, sacaría mañana su articulo de fondo.
Mi gobierno recibió una deuda interna de arrastre de alrededor de 10.500 millones, la deuda actual es poco más de 11.000 millones en lo interno, porque en lo internacional no existe.
Frente a esos 1.000 millones de aumento, están muchos miles de millones de la deuda exterior pagada, otros muchos miles de millones en que se ha acrecentado el haber patrimonial del Estado.
Es natural que los argentinos prefiramos pagar 300 millones de pesos de interés anuales a los inversores argentinos y no 600 millones de pesos anuales a los inversores extranjeros y, también puede darse que haya quienes prefieran lo contrario. Todo es cuestión de opiniones y de conciencia. Y cada uno respondemos de nuestra conciencia y no de la de los demás.
Por otra parte, si no tuviéramos esta deuda, ¿en qué invertirían su dinero los que no se arriesgan a otra clase de operaciones, y, sobre todo, qué deuda daría motivo a los artículos de fondo que algún diario publica para criticarnos que tengamos una deuda pública que sus amigos contrajeron durante el tiempo que gobernaban y que nosotros somos los malos gobernantes que no hemos pagado todavía a pesar de hacer poco más de un año que estamos en el gobierno? Pero lo que el pueblo debe saber de su deuda interna y que esos diarios no se lo dirán sino torcida o capciosamente, es que hoy: El servicio anual de la deuda total de la Nación es de $ 347.000.000 que distribuidos entre los 16.000.000 de argentinos dan una participación per cápita de $22 por año, que comparada con el extranjero resulta notoriamente inferior: Canadá tiene una deuda de $80 por habitante; Estados Unidos, $87; Uruguay, $32; Inglaterra, $129, y Suecia, $36.
Compárese ahora el servicio anual de nuestra deuda total actual de $347.000.000 con la que tenia el país en las épocas de su prosperidad y de "seguro porvenir" que algunos añoran y que casi triplicaba la carga financiera por habitante en comparación con la actual. ............... |
1947-08-22 | Ciclo de Conferencias radiales pronunciadas por el presidente de la Nación, : La orientación económica, social y política del gobierno | Ciclo de Conferencias radiales pronunciadas por el presidente de la Nación, general Juan D. Perón. Tercera Conferencia: La orientación económica, social y política del gobierno En la conferencia de anoche he señalado los métodos reprobables que la oposición emplea en su campaña contra el gobierno y cómo su finalidad esencial es presentar un panorama pesimista que no responde a la realidad. Dispuesto mi ánimo a reconocer a cada cual lo que le corresponde, atribuyo a los opositores a mi gobierno la responsabilidad de haber creado un clima artificial pretendiendo que se acepte como verdad inconcusa lo que no es más que una interpretación ficticia y arbitraria de los hechos; es decir, una apariencia de la realidad verdadera.
La verdad tiene carácter objetivo y se desprende de factores concretos y de cifras que no pueden ser desconocidas ni desvirtuadas en términos de fe. La apariencia se encuentra influida por circunstancias subjetivas que tienen su manifestación principal en las campañas de tipo político, o más propiamente, político-económico, que se desarrollan con mayor o menor intensidad por móviles interesados. Una desbordada oposición política que se apoye en todo un sistema de organización capitalista, puede hacer creer que una nación de situación sólida en el aspecto económico se encuentra al borde del abismo. Eso es precisamente lo que está sucediendo en la Argentina. Nunca su situación ha sido más firme, ni nunca un crédito internacional ha estado más alto, y sin embrago las constantes prédicas de los enemigos del gobierno y las campañas tendenciosas de una prensa al servicio de intereses inconfesables, están creando un clima de preocupación que ha llevado al animo de no pocas personas imparciales -a las no imparciales es inútil referirme-, la sensación de que nos encontramos al borde de la bancarrota y que no ha de pasar mucho tiempo sin que se produzca una ruina absoluta.
Contra una situación falsa que el engaño y la captación opositora y comunista quiere hacer aparecer como un recurso de los que no aceptan la derrota democrática del 24 de febrero, ni se conforman con los éxitos y medidas del gobierno, tratando de minar sus cimientos, nosotros podemos presentar con números y argumentos toda la realidad de nuestra situación económica, social, política e internacional.
En medio de la crisis más espantosa que haya azotado a la humanidad, la República Argentina goza de un envidiable índice de prosperidad y bienestar. Para evidenciarlo bastaría decir que los productores ganan más que nunca, los industriales y comerciantes tienen los más altos beneficios, los obreros obtienen los más altos salarios de la historia argentina y las mejores condiciones de trabajo, en tanto el costo de la vida argentina sólo ha subido en una mínima parte con respecto a los demás países del mundo, puesto que ocupamos el tercer lugar de los menores costos en la actualidad. Este país que llego a tener una deuda externa elevadísima, pagaba por servicios casi dos millones por día.
Hoy no debe nada al exterior. Su deuda interna que era de 10.000.000.000 no ha sido aumentada sino en una pequeña parte. En cambio el haber patrimonial del Estado se ha beneficiado con la compra de los ferrocarriles, los puertos, los teléfonos, las usinas, la Flota Mercante, e innumerables obras y empresas que sobrepasan en mucho el monto de la deuda interna que estamos pagando y que fue contraída, como la extranjera, por los gobiernos que hoy añoran las personas de espíritu colonialista o anárquico.
¿Cuánto vale para el país la independencia económica que hemos conquistado? Es indudable que los que negociaban con el vasallaje del país se deben haber perjudicado personalmente, pero el gobierno debe mirar por los beneficios del resto de los argentinos y por la dignidad de la Nación, y no propugnar el desarrollo y progreso de los malos argentinos que negocian con la libertad de su patria.
Los comunistas y los opositores "outranse" dicen que vamos a la ruina, pero establecen un juicio de mala fe, pues saben que jamás estuvo tan seguro como hoy el porvenir económico de la Nación. Las estadísticas lo dicen claramente y no sabemos que elementos de comparación tienen para tan aventurados como falsos y malévolos vaticinios. Hay más riqueza que nunca, hay más progreso que en todos los tiempos que ha conocido la Nación. De país deudor en el mercado internacional hemos pasado a ser país acreedor. Nuestra moneda, que por el régimen legal debe tener un 25% por ciento de garantía, está respaldada actualmente por tres veces más y la explotación ha desaparecido con los grandes consorcios capitalistas que no pueden disponer con la impunidad de antes del empobrecimiento del pueblo en su beneficio. Como ejemplo podríamos comparar la posguerra actual, con la de la guerra 14/18, cuando en sólo pocos días los precios de cereales, lana, etcétera de nuestra producción bajaron a limites ruinosos.
El pan costaba $1.20 el kg., el azúcar $1.50 y se compraba en las comisarías, la ropa y los alimentos estaban por las nubes, se pagaba a la Administración con dos, tres y seis meses de atraso, los salarios eran de hambre y cuando los obreros salieron a la calle a pedir mayores salarios arreglaron el asunto a balazos.
Hoy los precios alcanzan para nuestra producción valores superiores a cuanto hemos visto en el curso de nuestra historia económica, con la ventaja de que los precios del consumo interno no han experimentado la suba de la posguerra anterior.
El pan cuesta $0.35 centavos el kg., el azúcar $0.45, la ropa y los alimentos no han alcanzado altos precios sino por la especulación que hoy se combate con eficacia. La prueba está que el consumo ha aumentado en el país en forma extraordinaria, pues sólo en pan se consume casi un millón de toneladas más, y no hay producción que aguante frente al consumo actual. El de energía eléctrica del Gran Buenos Aires, ha aumentado en un 70%. Nuestra cosecha se negociaba por 3.000 millones de pesos y hoy se saca por ella casi tres veces esta cifra.
Perdíamos en fletes 600 millones, en seguros y reaseguros, 300 millones y en servicios 300 millones más. Es decir, ahorraremos más de 1.000 millones de pesos anuales por estos conceptos.
Merced a todo ello el Estado puede mantener los precios del plan, el azúcar, la leche, el aceite y muchos otros artículos subvencionados, para que el pobre pueda consumirlos sin desmedro de su alimentado poder adquisitivo. Pero los malévolos opositores y los agitadores comunistas aliados hoy, como estuvieron aliados el 17 de octubre y el 24 de febrero, aprovechan los aparentes beneficios que el Estado obtiene para lanzar su veneno sectario o su odio enfermizo entre los agricultores y productores, ocultando la verdad y explotando la simpleza cuando no la ignorancia de algunos, para atacar al país en los mas noble y en lo que será el remedio a todos los males que el presente del mundo padece, en la producción.
Algunos dicen que estamos mal.
Yo les pregunto: ¿Cuándo hemos estado mejor? ¿O es que se juzga la economía argentina porque en una época y sólo por unos días puede carecerse de papa o haya escasez de carbón, en un mundo donde se carece de todo? ¿Cuál sería la situación nuestra si no hubieran mediado las sabias y prudentes medidas del Consejo Nacional de Posguerra ayer? La contestación no es necesario que la enunciemos nosotros. Bastará que los argentinos observen lo que pasa en todos los países americanos y europeos, muchos de los cuales comen merced a los que nosotros producimos y podemos enviarles.
Bastara también pensar que el único país que en la actualidad no está racionando en ninguno de sus artículos es la Argentina.
No creo que pueda hacerse cargo al gobierno porque algunos señores no puedan pasear en sus automóviles, sus óseos o su disipación por falta de bencina, cuando el mundo atraviesa la mayor crisis de combustible líquido que conocen los países. Estados Unidos, que elabora el 80% de la nafta que consume el mundo, está racionada. La Argentina que solo produce el 47% de la nafta que consume no puede tener la pretensión de gastar este mineral en forma discrecional. No obstante, pese a todas las dificultades la carencia actual se ha de subsanar en poco tiempo más y puede preverse que no faltará este combustible.
Sin embargo, no está de más denunciar que en muchos casos la carencia de artículos de primera necesidad se produce por sabotaje de las fuerzas contrarias al orden. El caso de la papa denunciado ya por los diarios es un ejemplo. Los agitadores comunistas que recorren las zonas agrícolas presionando y amenazando a los chacareros para que no siembren ni levanten las cosechas es otro ejemplo elocuente de una maniobra destinada a empobrecer al pueblo, formando el clima en que puedan prosperar las doctrinas destructivas de nuestra democracia y de nuestro régimen institucional.
La riqueza de una Nación se funda en la inexistencia de su deuda externa; en su reserva de oro; en el valor de la moneda comparativamente a los de mejor cotización, que, para nuestro caso ha de ser el dólar; en el valor de su producción; en la compensación de cheques; en el volumen de las transacciones bursátiles; en el volumen de las quiebras; en la nacionalización de sus servicios; en los precios de los artículos esenciales en relación con el poder adquisitivo del dinero y con el nivel real de los salarios; en el bienestar social existente y en el nivel de ocupación de las masas trabajadoras.
Si de los males públicos se culpa la acción de los gobiernos, también habrá que atribuirles la bondad de la situación. Y si de los datos presentados resultase que comparados los niveles máximos y mínimos de los años transcurridos desde la primera guerra mundial con los niveles actuales éstos fuesen más favorables, habría que concluir reconociendo: 1º.- Que es injustificada, por no emplear calificativo más grave, la campaña en el orden de los problemas económicos se está siguiendo contra el gobierno. Jamás se había hecho nada, y ahora existe una orientación clara y definida que la están copiando otros países.
2º.- Que es criminal, porque en este aspecto el calificativo no admite paliativos, la campaña que se está siguiendo en ciertos sectores, para presentar a la Argentina como un país en quiebra, cuando la realidad es que su economía nunca ha estado más firme ni más floreciente. Aun a riesgo de repetir conceptos, permitidme que ofrezca los siguientes datos estadísticos: Elemento esencial para apreciarla, es el nivel de ocupación. Comparadas las cifras sobre la base del año 1943 con las actuales, nos da el siguiente resultado: Año 1943, 100; año 1947, 114,4. El mínimo nivel de ocupación de que existen datos estadísticos, corresponden al año 1937, con un índice igual a 79,3.
Tomando también como base el año 1943, tenemos este resultado: Mínimo: año 1932, 74,9. Máximo: año 1947, 156,5.
Aun cuando el estudio comparativo de estas cifras pudiera parecer desfavorable, la realidad es muy otra, porque el mayor costo, que obedece en gran parte a las consecuencias de la guerra, se encuentra sobradamente compensado con el aumento de los salarios y con el conjunto de los beneficios sociales obtenidos por los trabajadores, según se puede ver a continuación: Año 1943, 100; año 1947, 173,1, lo que presenta un aumento de 73,1%.
El año 1932 el salario básico sólo alcanzaba el índice de 71.
Merced a la legislación social actual, no sólo las mejoras obtenidas están representadas por el aumento de los salarios, sino que además perciben otras ventajas económicas que antes no tenían y que representan un porcentaje considerable sobre dicho salario por estar a cargo de los empleadores. Tales son: Aguinaldo, 8,33%; ampliación ley despido, 5,83%; jubilación (aporte patronal) 11%; vacaciones pagas, 5%; régimen de aprendizaje, 1%; fiestas nacionales pagadas, 1,67%. Total: 32,83%.
Este aumento de porcentaje representa sobre el nivel actual de salarios (173,1) un aumento de 56,7 puntos que adicionado al nivel mencionado representan un costo de retribución del trabajo de 229,80 pesos por cada cien (100) pesos que se pagaban por obrero en 1943.
Estos beneficios son los que tienen un carácter general determinado casi siempre por preceptos legales. Pero existen otras ventajas derivadas de convenios colectivos, por los que rigen la mayor parte de los establecimientos, como son: a) salario familiar; b) medio salario complementario en caso de accidente; c) salario por enfermedad común; d) indemnización por días de huelga. Todos estos conceptos se estiman en más del 4%; quedando todavía subsistente hasta fin de año la indemnización doble por despido, que representan un plus de más del 5%.
Si hiciese falta otra prueba de la mejor situación actual de la clase obrera, podría encontrarse incluso un dato negativo, cual es que la producción media por obrero ha descendido del nivel 100 en 1943 al nivel 89,2, que se registra en la actualidad.
El factor principal -puesto que existen otros que tipo político- en esa merma del rendimiento de trabajo, esta representado por los crecidos salarios que permiten al trabajador disminuir el ritmo de su producción sin que se resientan sus posibilidades de vida. Cuando señalamos esa realidad como prueba del bienestar económico del proletariado, no dejamos de advertir la necesidad de poner un correctivo a la situación como medio de proteger el interés colectivo de la Nación. Desde el año 1943 el total de la deuda repatriada alcanza a 1.342,2 millones pesos m/n, de los cuales 347 millones en el curso del año actual.
No sólo la actividad financiera del Gobierno se ha encaminado a reducir la deuda exterior sino que se ha cuidado de aumentar la riqueza nacional adquiriendo en el exterior empresas de capital extranjero radicadas en nuestro suelo, por valor de más de 3.038 millones de pesos moneda nacional, en teléfonos, ferrocarriles, puertos, aguas corrientes, gas y otros servicios.
En el año 1938 sólo existían reservas por valor de 1.295,8 millones, llegando en setiembre de 1946 a 6.007 millones. Y en la actualidad (junio de 1947) se mantenían en 4.709 millones, no obstante haberse atendido a las repatriaciones de deuda y a parte de los servicios adquiridos que antes hemos señalado.
Desde el final de la guerra de 1918, la cotización del dólar ofrece el siguiente cuadro: m$n. 100 dls.
Máxima en 1940........................................................................
...............460.33 Mínima en 1919........................................................................
...............224.56 Actual (1947)......................................................................
...................410.50 Como se ve desde el año 1940 a la fecha, la moneda Argentina ha aumentado considerablemente de valor con relación al dólar; y si bien es cierto que la situación comparativa fue más favorable para nuestro país en 1919, ello fue debido a las causas que se produjeron en Estados Unidos y que son sobradamente conocidas.
Durante los últimos años el máximo valor de la producción alcanzó a 21.000 millones de m$n, y la mínima en el año 1933 a 7.155 millones. La estimación actual en los seis primeros meses del año 1947 alcanza a 13.000 millones o sea probablemente en doce meses a 26.000 millones, lo que equivale a 5.000 millones más que en el mejor año. Lo elocuente de la cifra, excusa todo comentario.
Cheques compensados (En la Capital Federal) en millones de m$n.
Máxima en 1946........................................................................
.......113.140 Mínima en 1933........................................................................
..........28.569 Actual, 5 meses 1947........................................................................
..51.296 Transacciones bursátiles en millones de m$n.
Máxima en 1946........................................................................
.............3.967 Mínima en 1931........................................................................
................368 Actual, 5 meses 1947........................................................................
.....2.300 Quebrantos en millones de m$n.
Máxima en 1931........................................................................
.............365 Mínima en 1946........................................................................
................37 Actual, 5 meses 1947........................................................................
........23 Recuerden los viejos dirigentes obreros los tiempos en que los que nos critican gobernaban y legislaban: para obtener diez centavos de aumento en el mínimo salario, era menester luchar diez años y los conflictos terminaban con unos cuantos tiros y muchos dolores para los hogares proletarios. ¿Quién hablaba entonces de derechos del trabajador? El único derecho que el trabajador tenía era el de sacrificarse y luchar sin esperanzas.
Pensemos ahora en lo que ha ocurrido desde la creación de la Secretaría de Trabajo. No creo que sea necesario recordarle al pueblo, ni menos a los trabajadores, cuanto se ha hecho y cual es el orden de las conquistas que se han asignado al proletariado argentino. Ellos mejor que nadie las conocen y las están viviendo. La formación de una conciencia social, la elevación de la cultura, la dignificación del trabajo y la humanización del capital operado en nuestro país, sumados a los salarios, condiciones de trabajo y previsión, nos ponen a la cabeza de los países del mundo en el progreso social de las naciones. En esto también de nación deudora hemos pasado a ser nación acreedora.
Ello ha irritado a algunos explotadores incompresivos e inconscientes y ha exacerbado a los comunistas. Ambos trabajan por la misma causa: la ruina y la explotación del pueblo. Los primeros por la explotación material que les dicta su egoísmo y avaricia. Los segundos porque su credo sólo prolifera en ese medio: la miseria de las masas. Por eso, aliados, trabajan con finalidades distintas, pasiones similares e idénticos medios.
Los explotadores materiales usan el comercio para el logro de sus fines y mediante la especulación desmedida y fría, dulcificada en el engaño, la propaganda hábil y falaz y el disimulo artero, tratan de obtener un beneficio propio más de lo que en justicia les corresponde. Tienen por lo menos el escrúpulo de lastimar la conciencia ajena.
En cambio el comunista considera la conciencia como un "prejuicio burgués". Para él, el fin justifica los medios. Si el hambre y la miseria de las masas es el caldo de cultivo que necesita, trata de obtenerlo saboteando la producción y destruyendo la riqueza. Si no lo consigue, trata de convencer a las masas que están mal pagas y sacrificadas y mienten tanto como sea necesario para convencer a los incautos que cada uno puede tener un palacio, y vivir con gran lujo sin trabajar y sin sacrificarse.
Si las masas son peronistas tratan de infiltrarse en ellas y ejecutar allí el sabotaje sistemático contra las masas mismas. Con ello obtienen dos objetivos: uno directo, llevando la disconformidad y el conflicto; otro indirecto, empobreciéndolas mediante la destrucción de valores y riquezas que todo conflicto implica. Ellos al grito de "viva Perón" y "siendo más peronistas", que nadie, se introducen y desde adentro anarquizan, disocian y descomponen los gremios hasta hacerlos débiles y postrarlos a los pies de los explotadores para ponerlos al servicio de ideas, intereses y jefes extranjeros. ¿Cómo podemos pensar que un comunista pueda dirigir un gremio de buena fe? Ellos actúan con otra finalidad que la del gremialismo. ¿Cómo pueden defender nuestros intereses argentinos, si sus intereses no están en la Argentina sino en el extranjero, desde donde reciben ordenes? ¡Que han de agregar los comunistas a las conquistas sociales de nuestra revolución si sabemos que donde ellos imperen el trabajo se impondrá no como a seres humanos sino con un materialismo inhumado y absoluto! Si sabemos que en el Edén con que ellos simulan soñar se trabaja 10 y 12 horas. Se come lo que se puede: se vive en pocilgas y se destruye lo que nosotros consideramos más sagrado: la familia. Ellos que hablan de imperialismo con desdén y luchan por imponer un imperialismo terrorífico, materialista e inhumano. Ellos hablan de democracia y propugnan la más terrible de las dictaduras, con checas, gestapos, policías políticas, destierros, cárceles y penas de muerte y muertes sin pena.
¿O es que los hombres son tan ignorantes o tienen tan mala memoria que olvidan todo esto? Ha llegado la hora de que todo el que tenga algo que perder, -y todos tenemos-, piense que este es un problema a resolver por todos y nadie puede substraerse de hacer su parte. El que se desentiende por egoísta de hacer su parte es tan enemigo como el que trabaja en contra. La inactividad, culpable siempre del indeciso y del inactivo, es la base de todos los fracasos colectivos. En esta lucha nadie puede faltar porque defendemos lo de todos: la patria.
Faltar a esta cita de honor significa traición. Permanecer inactivo cuando los demás luchan es faltar a la cita. Defendemos no sólo lo nuestro sino lo de nuestros hijos y lo de los hijos de los hijos argentinos.
"Que cada uno sea artífice del destino común y ninguno instrumento de la ambición de nadie", reza el aforismo peronista. Que cada ciudadano piense que en estos tiempos se está jugando el destino de la Nación y que no hay delito mas infamante para el ciudadano, que cuando ello ocurre, él no se juegue en uno de los bandos o se encuentre en los dos.
El 17 de octubre vuelve; como entonces, los comunistas, socialistas, políticos desplazados, oligarcas contumaces y explotadores sin conciencia alistan sus huestes para dar la batalla contra el pueblo esta vez aliado con su gobierno. Unidos y decididos estemos tranquilos porque de una tal alianza irracional y espúrea no pueden salir sino decisiones también espúreas. Nosotros les opondremos la verdad y la justicia y venceremos. Como entonces solo se necesita fe y confianza.
En los momentos actuales lo que saca de quicio a nuestros adversarios es que nosotros hayamos en año y medio llevado a nuestro país a la mejor colocación y situación político- internacional de toda su historia. Que hayamos conseguido destacar a la Argentina entre todas las naciones del mundo por la prudencia de sus juicios y la justicia de sus afirmaciones y que hoy nos reconozcan en todas partes como un país que ha sabido salvar su dignidad sin petulancias, bravatas ni posturas descompuestas, defender su soberanía con altura y dignidad; obtener su independencia económica sin choques ni fricciones irreparables; afirmar una revolución económico-social exitosa sin interferencias extrañas ni violentas y sin derramar una gota de sangre; ligar su destino con dignidad y altura a las demás naciones del continente sin claudicar principios y sin olvidar tradiciones; ayudar económicamente al mundo sin convertir la ayuda en limosna; enunciar principios y finalidades pacifistas sin claudicar de los principios de la nacionalidad y ni de la altivez de la patria; despertar en el mundo el interés por nuestra República y sus cosas; hacerla conocer iniciando una nueva era de comprensión de nuestras inquietudes e iniciativas, dejando algunas veces de ser yunque para ser martillo. ¿Cómo han de perdonarnos los que en lo diplomático internacional anduvieron siempre con el paso cambiado cuando no a la zaga de la comparsa, cansados y sudorosos de correr tras ella sin alcanzarla? Menos han de perdonarnos aquellos que se aliaron a la prepotencia de quien nos quiso dominar iracundo y amenazante, que hicieron causa y mesa común con quien nos humilló y escarneció con una leyenda negra que jamás olvidará el pueblo argentino. Menos aun han de perdonarnos aquellos que imploraron a una nación extranjera una intervención armada a la Patria para salvar quizás sus intereses o satisfacer su odio y su impudicia.
La superación magnífica de la situación política internacional, obra paciente de aciertos y prudencia, rinde sus frutos actuales, cuando los argentinos tienen frente al mundo una Patria, libre, digna, justa, soberana e independiente de todo poder extraño de la tierra. Nuestro concepto elevado, débese hoy frente al mundo a una conducta honrada que en las naciones, como en los hombres, es el mejor camino a la consideración de los demás y a la dignidad ante la propia conciencia.
Nuestro país es uno de los más ricos y prósperos del mundo. Porque tenemos esas grandes riquezas y ese porvenir grandioso, no necesitaremos jamás recurrir a una economía restringida. La liberalidad de nuestro sistema económico se evidencia en las resoluciones del Banco Central garantizando a los capitales que se incorporen, su salida más los intereses que les correspondan según el plazo de permanencia.
Con ello el concepto y las relaciones internacionales han mejorado y mejorarán aun más. Los países no tienen amigos inconmovibles, tienen intereses permanentes.
Los amigos con intereses contrapuestos dejan pronto de ser amigos. La amistad en intereses paralelos se esfuerza constantemente. Con los pueblos que queremos ser amigos tratamos de poner sus intereses paralelos con los nuestros, seguros que el futuro ha de dar el fruto que buscamos.
La Argentina, como gran nación, está dispuesta y pronta para ocupar el lugar y el puesto que le corresponde en América. No sólo para disfrutar sino para luchar también si es preciso para la consecución de su propio destino al lado de las demás naciones hermanas del Continente. ............................ |
1947-08-23 | Ciclo de Conferencias radiales pronunciadas por el presidente de la Nación : Conclusiones | Pongo hoy término a esta serie de disertaciones radiales, cuya principal finalidad ha de ir encaminada a concretarlas en unas conclusiones que puedan servir de orientación o de consejo a quienes, amigos o enemigos, me han oído de buena fe y tengan puesta la mirada en la tranquilidad, en el bienestar y en la grandeza de la Nación.
Quiero confesar con toda lealtad que al escribir lo que he leído, he dejado brotar libremente mis ideas. De este modo, cuando hayan perdido mis palabras en corrección, habrán ganado en sinceridad. Cuando he hecho llamamientos a la concordia o, por lo menos, a la nobleza en los procedimientos combativos, he hablado con el corazón que pone ante todo el amor a nuestra tierra argentina. He atacado en otras ocasiones con cierta violencia, pero puedo asegurar que ni me ha movido ninguna pasión bastarda, ni he tenido en cuenta los ataques a que me veo sometido constantemente por unos enemigos que en ese terreno personal nada me importan, pero que como presidente de Nación no puedo dejar de considerar en cuanto sus ataques no por serlo, sino por la violencia que encierran y por la forma descomedida en que se producen, pueden redundar en daño interior y exterior de la patria.
En lo que se refiere a ese aspecto exterior entiendo que no son dignos de la ciudadanía argentina quienes, sea cualquiera su posición respecto a mi gobierno, se prestan a llevar sus rencillas y sus odios mas allá de nuestras fronteras.
Los problemas argentinos debemos ventilarlos los argentinos y no cabria mayor humillación para los que así se consideran, que repetir por segunda vez el lamentable episodio y la triste vejación a que se sometieron aquellos sectores políticos que para ver si conseguían un triunfo electoral se echaron en brazos de un político foráneo. Cierto que en el error llevaron su merecido y por eso si en mis actos privase la ambición personal, les dejaría incurrir nuevamente en el mismo o parecido yerro. Pero como mis actos se inspiran en la dignidad de la Nación y en el respeto a su soberanía, tengo el deseo de que todas nuestras diferencias internas cesen en el exterior, donde debemos producir una sensación de unidad en la defensa de los intereses patrios. Posiblemente ese sentimiento de la nacionalidad, que nada tiene que ver con el nacionalismo en el sentido totalitario que ahora se da a la palabra, la que me ha hecho condenar con mas energía a aquellos hombres y partidos políticos que reciben de afuera las instrucciones para tratar nuestros asuntos internos. Es obligación de limpia argentinidad reforzar los triunfos que en el terreno internacional ha conseguido la Argentina merced a las directivas de nuestra política exterior. En lo interno mi requerimiento no puede ir encaminando a obtener una unidad que ni es factible ni probablemente resultaría beneficiosa. "De la discusión nace la luz" dice un conocido y viejo proverbio castellano; y de la lucha podríamos nosotros añadir, nace la renovación y el progreso. Pero bien entendido que discutir no es injuriar, sino defender con altura ideas contrapuestas; y que luchar equivale a combatir con nobleza pero no a asesinar a traición. No pido, pues, unidad de pensamiento ni siquiera aspiraciones. Mantenga cada cual la suya porque en el terreno doctrinario todas son respetables. Mas no creo plenamente autorizado en mi calidad de titular del Poder Ejecutivo, no ya a reclamar sino a exigir corrección en el ataque. El espectáculo lamentable y vergonzoso de la difamación sistemática, de la injuria y del desacato, tiene que cesar de una vez por todas, ensucian a la colectividad y denigran a quienes se valen de ellas. El Poder Ejecutivo tiene el propósito de velar incluso por la dignidad de los difamadores y anuncia desde este momento su propósito de recordarles la existencia, mediante su estricta aplicación de un conjunto de normas legales que llevan el titulo de Código Penal. Si hasta el presente el gobierno ha llevado su delicadeza al extremo de no hacer caso de tales procedimientos, desde hoy habrá de perseguirlos con serenidad pero también con energía. En esta labor de la depuración de las costumbres políticas, estoy bien seguro que los Tribunales de Justicia habrán de actuar con el necesario rigor en la aplicación de la Ley, colaborando así a desterrar de nuestra patria que fue siempre modelo de hidalguía, unos modos incompatibles con la cultura y con la convivencia civilizada. Fuera de eso diga cada cual lo que quiera, porque no es la libertad de expresión, constitucionalmente garantizada lo que está en juego. Aquellos opositores que actúen de buena fe, defendiendo sus convencimientos y señalando objetivamente los posibles errores de que ningún gobierno como ningún hombre está libre, merecerán nuestro reconocimiento y la gratitud de la Nación. Y aquellos que sin caer en el campo del delito tengan que acudir o quieran acudir a falsedades, engaños subterfugios o sofismas, hagan en hora mala, porque en el pecado llevarán la penitencia. El pueblo, el sano pueblo argentino, las innumerables gentes que actúan en la vida sin prejuicio y sin pasiones mezquinas, les volverán la espalda con el desprecio que merecen los falsarios. Y lo que queda dicho con respecto a la libertad de expresión, resulta, naturalmente, aplicable a toda actuación política. Pero no parece excesivo emplazar a los opositores vedados o encubiertos del gobierno, para que procedan rectamente. La mayor critica que cabe hacer a la actuación comunista, es su táctica infiltratoria, su afán de aparentar lo que no son para engañar a las masas obreras, su disfraz de peronismo para actuar como dirigentes gremiales y llevar engañados a los obreros a donde estos no tienen el propósito de ir. Lo que no se puede hacer es mezclarse en las organizaciones y sindicatos no comunistas para alentar reivindicaciones inoportunas, promover huelgas, fomentar el ausentismo, reducir la producción e implantar la indisciplina en el trabajo, sin más fin que crear un clima de inquietud y de desconcierto que lleve un día a la necesidad de enfrentar a las masas trabajadoras con el gobierno, rompiendo la compenetración en que se encuentran. Pero el propósito es demasiado claro y a él no se van a prestar ni los trabajadores ni el gobierno.
Corresponde a los sindicatos tanto adoptar medidas encaminadas a descubrir y a radiar a los dirigentes infiltrados, cuanto a señalar a los trabajadores cuándo su reivindicación es beneficiosa y cuándo tiene ocultas intenciones. Así, por ejemplo, deben de estar advertidos de que los aumentos excesivos en los salarios no van encaminados a favorecerles, sino a prolongar la carrera interminable entre las retribuciones y el costo de la vida. El gobierno, ha hecho en materia social la labor que es conocida y piensa proseguir en ella sin desmayo pero con la prudencia necesaria para que no se desquicie el sistema económico y resulten los trabajadores las primeras víctimas de la desorganización.
Pero donde más quiero insistir es en el aspecto de la disciplina del trabajo y de los peligros de reducir la producción. En orden a la disciplina del trabajo, deben ser los mismos trabajadores y sus dirigentes auténticos, los mas interesados en mantenerla, porque sin ella se hace imposible la labor fructífera.
El Poder Ejecutivo se ha cuidado de evitar abusos patronales contra los trabajadores y estos actúan hoy en un plano de dignidad y de equiparación de derechos como nunca tuvieron y como todavía no han alcanzado en los demás países. Precisamente esa defensa de los trabajadores frente a la arbitrariedad patronal, es lo que ha motivado que una gran parte del capitalismo argentino se haya puesto en contra de mi persona y de mi gobierno. Ha sido ese proceder, que constituye mi mayor orgullo, lo que me ha valido el título de demagogo, que si en lo social es ridículo, gramaticalmente resulta inadecuado porque no propugno un gobierno despótico de las multitudes ni de nadie. Pero un gobierno que quiera ser fiel cumplidor de sus deberes, ha de abordar los problemas desde un punto de equilibrio; y por eso, así como no he admitido la explotación ni siquiera la desconsideración de los empleadores hacia los empleados, tampoco debo permitir los excesos de estos en cuanto puedan poner en peligro la economía nacional y el bienestar colectivo. La disciplina no es autoritarismo, sino sentimiento de la propia responsabilidad. No se trata de quién es mas ni de quién es menos, ni tampoco de quién manda ni de quién obedece, sino de que cada cual ocupe en el trabajo el lugar que por su competencia y por sus funciones le corresponde. Una vez situados en el lugar correspondiente, debe cada cual poner toda su voluntad y su empeño en conseguir que la labor resulte la mayor y lo mejor que sea posible, con el convencimiento de que disminuir el rendimiento normal del trabajo envuelve una actitud criminal porque no va en detrimento de los intereses del empresario, sino en perjuicio directo de la sociedad y de los mismos trabajadores que reducen intencionadamente su rendimiento. Deténganse los trabajadores en observar el panorama del mundo y podrán advertir que esa táctica de lucha, que no se da sólo en Argentina, sino que tiene caracteres universales, está provocando en todas partes unas reacciones de las que pueden resultar víctimas toda la sociedad.
Es muy posible, o seguro, que los dirigentes infiltrados a que antes me he referido, han de pretender que los obreros se convenzan de que la indisciplina en el trabajo constituye un método lícito y eficaz en la lucha. Por mi parte sólo quiero decir que el problema también se planteo en la Rusia Soviética y el gobierno adopto medidas de disciplina tan tremendamente coactivas contra los trabajadores que si aquí se llevasen a cabo en la décima parte, no habría palabras suficientes para condenar a quienes las implantasen. Sin embargo, nadie podrá decir con fundamento que los títulos gubernativos para la defensa de la economía soviética, sean superiores a los que puedan alegarse para la defensa de la economía argentina. Sin llegar a tales extremos de rigor, he de ocuparme de restablecer las cosas a sus debidos límites y estoy seguro de que he de encontrar para tal labor, el apoyo entusiasta de las masas trabajadoras, que me han secundado y que me han inspirado lo más noble de mi actuación publica.
El otro aspecto del problema a que antes he aludido es el de la merma en la producción. La Argentina necesita en estos momentos, no sólo mantener su nivel normal sino incrementarlo cuanto sea posible. Ello influirá en el menor costo de la vida, y pondrá al alcance de las clases de menores ingresos, muchos artículos de que hoy carecen por su escasez. Por otra parte, no es posible que el gobierno lleve adelante su política de industrialización del país si al mismo tiempo se sabotea consciente o inconscientemente la producción. Para que el juicio sobre esta materia sea justo, he de aclarar que no toda la culpa en la baja de la producción es imputable ni siquiera principalmente imputable, a las masas trabajadoras. El elemento patronal tiene no poca responsabilidad en la misma. A ello le impulsan móviles económico-político y no pocas veces un afán especulativo, porque la escasez de producción, le permite aumentar los precios y compensar con creces la baja producción. Lo que parece inconcebible es que los obreros se dejen engañar en la maniobra. La resistencia patronal es tanto mayor cuanto que pretende ser una réplica a las medidas adoptadas en el Poder Ejecutivo para reprimir el agio y el encarecimiento de la vida. No necesito señalar que mi campaña en tal sentido no sólo no ha de decrecer, sino que ha de intensificarse en la medida que resulte necesaria.
Mas insisto en que el asunto ha de ser encarado también con relación a la posible resistencia de los trabajadores, y ello no sólo por las repercusiones políticas y por las intenciones ocultas que antes he señalado, sino por los fundamentos económicos de que también he hecho mención. Y sobre esta base bueno será decir que persiste la situación del gobierno tendrá que considerar la necesidad de realizar una adaptación de los salarios al costo de vida, no ya para poner al nivel de éste los que se encuentran por debajo, sino para congelar los que se encuentren excesivamente por encima, ya que la realidad nos prueba que un excedente considerable del salario del trabajador en relación con sus gastos, le permite el ausentismo o la disminución del ritmo de la producción. En consecuencia, habrá que otorgar primas de superproducción y disminución a la infra-producción.
Entiendo que para llegar a una solución de este problema hay que empezar por establecer las siguientes premisas: a) Que en el momento actual los salarios han alcanzado niveles iguales o superiores a los del costo de la vida, aun cuando todavía quedan algunos por debajo de dichos costos; b) Que, en consecuencia, el poder adquisitivo del salario es superior al de antes de la guerra; c) Que en estos precisos momentos los precios de los artículos de alimentación, vestido y menaje, están reduciendo o, por lo menos, estabilizando; d) Que es indispensable aumentar la producción tanto para satisfacer la demanda derivada del mayor poder adquisitivo del salario, cuanto para obtener un mayor abaratamiento de vida; e) Que no obstante la elevación de los salarios, la producción marca un ritmo decreciente; f) Que para evitar el proceso inflacionista, se hace necesario adaptar los salarios al costo de la vida, estabilizando los que estén por encima de dicho costo y aumentando hasta el nivel correspondiente los que se encuentren por debajo.
Como consecuencia de todo lo dicho, resultaría indispensable adoptar normas encaminadas a lo siguiente: 1º.- Estabilizar los precios máximos a los niveles establecidos después de las disposiciones legales recientemente publicadas sobre represión del agio y de la especulación.
2º.- Adaptar los salarios al costo de vida conforme al criterio expuesto.
3º.- Obligar a que los industriales comuniquen mensualmente al Poder Ejecutivo las cifras de ocupación, tiempo trabajado, salarios pagados, falta de asistencia al trabajo y producción actual con los antecedentes de la misma a partir del año 1942 inclusive. 4º.- Luego aplicar sanciones cuando por circunstancias no justificables haya decrecido la producción normal de un establecimiento. Esas sanciones podrían constituir en una reducción de los salarios y en una multa al patrón, calculada sobre el total de dichos salarios.
Cada una de las partes podría eximirse de la sanción acreditando que la merma de la producción es debida exclusivamente a la otra. El importe de las reducciones y de las multas iría a un fondo común destinado a pagar primas de producción. Estas son las conclusiones a que me han llevado los puntos de vistas expuestos; pero todas ellas se pueden condensar en un anhelo que ha de surgir en lo más intimo de nuestro ser, que signifique a la vez expresión de optimismo, grito de esperanza y renovación de amor a la patria. Ese anhelo ha de reflejarse en el firme propósito, en la inquebrantable voluntad de seguir luchando por la consolidación de la independencia económica ya obtenida y por el aumento de la riqueza como medio de consolidar también y de ampliar la situación económica alcanzada en el país. Producir, producir y producir ha de ser nuestro lema a fin de afirmar, mejorándola, la posición social de que actualmente disfrutan las masas laboriosas y como procedimiento más eficaz para lograr tan elevados objetivos, es indispensable defender en todos los campos la realización del plan de gobierno.
Termino con lo dicho esta serie de disertaciones radiales y agradezco a quienes se hayan tomado la molestia de escucharme la atención que me han dedicado. Renuevo mi propósito de mantenerme en frecuente comunicación con el pueblo, porque es ese el camino más seguro para la mutua comprensión e inteligencia. De mis palabras, saque cada cual las deducciones y los juicios que crea conveniente. Si, en definitiva, ellas hubiesen servido para unirnos en un afán común, el tiempo no habría sido perdido. .................. |
1947-08-23 | En el acto de recibimiento a Eva Perón a su regresó al país : | Compañeros: Nos trae Eva de Europa una visión clara de aquellos pueblos que se han debatido en una lucha interna y en una lucha internacional que todavía no ha terminado. De esa lucha no ha quedado en los pueblos sino dolor, hambre y miseria. La humanidad quiere reeditar hoy esa lucha interna e internacional, que sumirá al mundo en un dolor, en una miseria y en un hambre más grande todavía que los que está sufriendo. Es que los pueblos no aprenden la lección de los tiempos. Es que los hombres no aprenden la lección de las luchas. Es que, señores, las fuerzas del egoísmo y las fuerzas nefastas de la anarquía social que se pretende imponer al mundo, no aprenderán nunca que por este camino van errados, que van hacia la ruina, la miseria y la desesperación.
Nosotros hemos inspirado una doctrina de paz, de trabajo y de colaboración, y a ella ha de amoldarse nuestro pueblo.
Señores: pedimos paz para todo el mundo, pedimos tranquilidad y colaboración. Las fuerzas del mal, luchando con la injuria y la calumnia, están terminando con nuestra tranquilidad y paciencia. Hace un año y medio que toleramos lo intolerable, que vivimos pidiendo tranquilidad, que no usen la infamia como lucha ni la calumnia como arma. Es menester que nos escuchen; queremos paz, queremos tranquilidad, porque si algún día nos convencen que para obtener esa tranquilidad es necesario luchar, lucharemos.
Para llevar adelante la obra de gobierno es menester paz y tranquilidad. Nadie puede decir que el gobierno no ha pedido en múltiples ocasiones que los hombres se tranquilicen y que trabajen por el bien y no por el mal del país, que colaboran en la consecución de la paz, que trabajen en paz todos los argentinos y que nos unamos todos los argentinos. De manera que si mañana -Dios no lo quiera-, llega el momento de imponer esa paz por la fuerza, estoy decidido a hacerlo. Y en ese caso, ellos cargarán con una responsabilidad tremenda. Durante un año y medio hemos pedido paz y ellos no la han querido. Dios no quiera que esa paz tenga yo que imponerla por la fuerza.
Es la lección de los pueblos que han luchado. Que su miseria y su desgracia presente, sirva de maestra al pueblo argentino; que no espere a sentirla en carne propia, porque la experiencia en carne propia es maestra de los tontos.
Es menester que aprendamos por los ejemplos que a la distancia nos está brindando el Viejo Mundo; es menester que entremos en juicio, que dejemos la lucha inútil de la política para dedicarnos a la lucha de engrandecer esta tierra. Al fin y al cabo no se pide a nadie nada extraordinario: que trabaje para producir, por lo menos, lo que cada uno consume.
Pedimos, por sobre todas las cosas, juicio. Pedimos honradez y respeto por lo demás. Que la oposición nos respete como los respetamos a ellos, por buen entendimiento, porque si no nos han de respetar por otros medios.
Compañeros: para terminar, les agradezco que hayan venido hasta aquí en este día de descanso para ustedes. Yo sé que con esto la hacen inmensamente feliz a Eva, que día y noche, aquí, en Europa y en todas partes, no sueña más que con una cosa: con la felicidad y la tranquilidad de sus queridos descamisados. Yo sé bien cuanta es la colaboración que ella presta a nuestra causa, y cuanto se lo agradecen los descamisados; porque nuestro objetivo, el objetivo final y definitivo de nuestro gobierno, es uno sólo: hacer que el pueblo argentino sea más feliz que lo que ha sido y tenga lo que en justicia le corresponde por su sacrificio y su trabajo. ................... |
1947-08-28 | Discurso pronunciado al condecorar con la Orden del Libertador al coronel del ejército español, Fernández Martos | Señor Coronel: El gobierno de la Nación, por mi intermedio, quiere entregaros esta condecoración argentina que simboliza a un gran soldado, cuya formación, como todo lo nuestro, pertenece a vuestra patria.
El general San Martín fue un soldado modelo al servicio de esta Nación, nuestra patria, hija de la vuestra. El sentido sanmartiniano de la vida argentina tiene su origen, como todo lo nuestro, en la gloriosa e inmortal España de todos los tiempos, y simboliza por eso la hidalguía, la honradez y la hombría de bien.
Cuando nosotros, como vosotros, reconocemos méritos, lo hacemos teniendo en vista el alma de las personas, que es para nosotros lo que más vale, y si esa expresión está referida a un soldado hay una doble espiritualidad con que los conductores festejamos esa hidalguía, esa honradez y esa hombría de bien.
Al colocaros esta condecoración en vuestro cuello significa también cuanto es el profundo reconocimiento y el eterno honor que guardamos los soldados argentinos por los soldados españoles, como en vuestra patria guardan por los nuestros.
Señor Coronel: Vuestro desempeño en la Argentina os ha caracterizado como el soldado español que, a través de tan larga y gloriosa historia como es la de España, ha dejado a salvo, por sobre todas las cosas, su hidalguía, su honor y la grandeza de su valor extraordinario.
En esta condecoración os recuerdo durante el largo tiempo que tuvisteis el honor de formar de nuestro lado y de festejar nuestras efemérides, en las que siempre hay una bandera argentina al lado de la española. Os recuerdo también que esta tierra os considera un hijo más, que por ser español es un hijo predilecto de la Argentina.
Os ruego que recordaréis siempre que en esta tierra, tan nuestra como vuestra, se os recordará con gran afecto y que siempre tendremos presente vuestra conducta de soldado ejemplar, vuestra caballerosidad y la honra que dejáis en la Argentina al alejaros, considerándoos un soldado de esta tierra como sois un soldado de la vuestra. ............... |
1947-08-28 | En un acto de la Confederación General del Trabajo en el Teatro Colón, con la presencia de la delegación obrera que asistió a la Conferencia Internacional del Trabajo | En un acto de la Confederación General del Trabajo en el Teatro Colón, con la presencia de la delegación obrera que asistió a la Conferencia Internacional del Trabajo Hemos escuchado la autorizada palabra de uno de nuestros delegados a la Conferencia Internacional de Trabajo de Ginebra. Pocas veces, señores, nos es dado disfrutar de una franqueza y de una honradez como las que acabamos de apreciar en este viejo dirigente que hace honor a los gremios argentinos. Yo he dicho muchas veces que el valor de los gremios ha de tener su espejo reflector en sus dirigentes. Cuando se lleva una bandera limpia, como la que hemos llevado a la Conferencia Internacional del Trabajo de Ginebra, y cuando a esa limpieza de nuestra bandera se le agregan la lealtad, la sinceridad y la honradez de los hombres que constituyeron la comisión, es cuando solamente se tiene el derecho de decir cosas que estos hombres han dicho quizá con el beneplácito oculto de muchas de los que negaron a la Argentina en la misma Conferencia. Los pueblos del mundo están hoy, como lo han estado siempre, bajo la égida de dos tendencias que consideran a la opulencia de los pueblos con distintos criterios. Hay quienes están en la égida de la riqueza sin otra consideración que la riqueza misma, y otros que se encuentran bajo la protección de la égida de la felicidad de los pueblos, que nada tiene que ver con su riqueza. Los primeros basan la riqueza en una acumulación de dinero y de posesiones; los segundos basan su riqueza en el bien moral y material de que disfrutan los hombres que componen el pueblo. Los primeros recurren a la explotación de las masas para acumular más riquezas; los segundos, a una distribución justa y equitativa de esa riqueza para que pueda ser disfrutada por todos. ¿De que podría valerle a nuestro pueblo acumular toneladas y toneladas de oro, si con ello no ha de poder siquiera disfrutar de lo indispensable para vivir? Los imperialismos de derecha o de izquierda están en el primer grupo, porque si él trabajador ha de ser explotado y exprimido, poco importa que lo haga el Estado o los capitalistas. Lo que nosotros sostenemos es que el pueblo, para ser feliz, no debe tener en caso alguno ningún explotador. Pensamos que da nada vale la riqueza de una Nación si aquella ha de hacerse a base de la explotación y de la desgracia de los que componen ese pueblo. Nosotros creemos que la riqueza ha de elaborarse sobre la independencia, sobre la libertad y sobre la felicidad del hombre. Veamos, siquiera brevemente, cual es el panorama del mundo, que podemos apreciar a través de las palabras reales, sabias y prudentes que acabamos de escuchar del delegado obrero. Para circunscribir ese panorama, señores, tomemos solamente a América. De un lado, una central obrera que pretende dirigir el movimiento obrero americano y que responde al grupo de los primeros, sirve a intereses de una clase obrera que no defiende sus propios intereses, sino los ajenos. Los demás, que toman la clase obrera como trampolín para servir a intereses políticos de un imperialismo no menos peligroso que el que viene sufriendo el mundo hace tantos años. Y, frente a esos dos extremos, yo pregunto: ¿Quién lucha para defender realmente los intereses de los obreros? Señores: no es necesario recurrir a profundas reflexiones, porque el panorama de esta situación desfila diariamente por frente a nuestros propios ojos. Analicemos cual es ese panorama en nuestro país. Hace poco tiempo un alto funcionario de un país amigo me decía que solamente podía salvar la situación de su país un empréstito de muchos millones de cierta moneda. Y yo le dije: "Señor, yo pienso de distinta manera. Creo que en lugar de solicitar esos empréstitos es mejor que ponga a su pueblo a trabajar para que produzca esos miles de millones; porque los empréstitos subyugan la mínima independencia económica, que es el factor básico y fundamental de su felicidad". Nadie, atado a la presión de un dominio económico, podrá hacer feliz a su pueblo. Desde la más remota antigüedad rige un principio fundamental en todos los actos de la vida: no es la dádiva o el empréstito, para ser generoso, el que hace la felicidad del hombre y de los pueblos; esa felicidad se obtiene por un solo camino: el trabajo y el sacrificio. Es muy fácil gobernar a una generación con numerosos empréstitos; pero así como es fácil, resulta también peligroso, porque estamos hipotecando la felicidad y la independencia de la futura generación que gemirá bajo la presión del dominio económico extraño. ¿Y cómo habría de ser justo que cambiáramos nuestra felicidad por la desgracia de nuestros hijos? Todo este problema que se ha ventilado en esta conferencia radica solamente en que los pueblos se pongan a trabajar para conquistar una independencia económica, si quieren obtener la felicidad presente y anhelan dejar a sus hijos y a sus nietos la felicidad que ellos han conquistado, para que su descendencia la disfrute: éste es el problema. Es indudable que dentro del país, y fuera del mismo, fuerzas de extraordinario poder han de luchar incesantemente para que ello no se produzca; han de luchar, señores, los que vivieron de esa entrega y los que explotaron desde afuera esa entrega. Pero, ¿seremos tan desgraciados como para que, con nuestro esfuerzo, nuestro sacrificio y nuestra lucha, si es preciso, no seamos capaces, ahora que nos encontramos a su alcance, de asirnos a la mano de la fortuna? Por eso, señores, siempre hablo de la necesidad de que seamos artífices de esa independencia. Nos ha tocado vivir una hora de lucha para conseguirla. A mí me hubiera sido más sencillo renunciar a la lucha, porque ella siempre trae dolores y sinsabores. Pero es precisamente el sacrificio y el enfrentar esos dolores y esos sinsabores lo que puede conducir a los triunfos que todos anhelamos. Es indispensable que cada uno de los trabajadores argentinos se persuada de que sin su esfuerzo ese éxito se alejará siempre un poco más; y de ahí la obligación que tiene cada uno de los trabajadores de sumar a su esfuerzo el común para lograr ese éxito. Hemos visto el panorama del mundo y lo hemos comparado con el de nuestra tierra, aun cuando algunos digan que estamos ejerciendo una tiranía y que yo soy el tirano, un tirano, señores, que siente la satisfacción de leer todos los días cómo lo insultan esos diarios con toda injusticia. Todos esos calificativos no tienen para mí ninguna importancia; así como a la delegación argentina la llamaron totalitaria y comunista, a mí, antes de llegar a la Secretaría, me decían nazi y fascista; y una vez que estuve en ella, me llamaron comunista. Yo les he de demostrar desde el Gobierno que no soy ni lo uno ni lo otro, que soy solamente argentino. Mi señora me ha encargado que la disculpen porque tenía un compromiso previo al cual no podía eludir su presencia, pero me pidió que les dijera que así como ella vive en espíritu cuando no en presencia en todos los actos a que los trabajadores concurren, ya sea una demostración de alegría o un cuadro de tristeza, también está con nosotros, en esencia en este acto, donde venimos tan solo a decir una verdad que queremos conozcan todos los argentinos, verdad que dicha por boca de un viejo dirigente insospechable, absolutamente insospechable, debe ser para nosotros como la información del amigo leal que nos trae en su palabra el cuadro comparativo de lo que estamos realizando para avivar aun más la esperanza del cuado que habremos de realizar, aun cuando sigan diciendo que por pagar mayores salarios, por beneficiar a la clase trabajadora, estamos llevando al país a la ruina. Como de costumbre quiero dar mi consejo que como siempre también, es sincero y leal. El secreto de nuestro éxito, el secreto para alcanzar el destino que todos soñamos, está -como lo he dicho tantas veces- en la unidad de la clase trabajadora. Solamente confío en esa fuerza porque es la que amasa lo que comemos y la que forja la grandeza, la riqueza y la felicidad de nuestra patria. Por eso quiero que la clase obrera sea unida, pese a todos los perdularios que pretenden introducirse en ella para disociada y para utilizarla en la política o en otras cosas peores. Esta unidad solamente podrá realizarse cuando todos nuestros trabajadores tengan fe y se unan de corazón a la Confederación General del Trabajo. La unidad obrera sólo puede alcanzarse en una gran central, bien organizada, disciplinada, incansable en el trabajo, defensora de la clase trabajadora y que piense todos los días que la felicidad del último obrero está ligada a la felicidad de toda la Nación, porque el derrumbe de nuestra patria, en cualquier orden, representará el derrumbe de los argentinos, ya que a él no escapará ni el más lejano ni el más pobre de nuestros trabajadores. Por eso siempre he dicho que para un trabajador no ha de haber nada mejor que otro trabajador. Los dirigentes han de ser unidos entre sí, han de ayudarse y trabajar en coordinación y en cooperación. Que cada dirigente sienta por su hermano dirigente verdadero cariño, sin mezquindades y sin egoísmos y que se sienta unido a él por ese espíritu que es superior a todos los demás, la camaradería, que hace ver en cada uno que trabaja por las mismas causas a un verdadero hermano que lucha en el mismo campo y con un objetivo común. Por ello creo que la unidad de que tanto hemos hablado en estos tres años ha de realizarse alrededor de la central obrera que irá desarrollándose paulatinamente. Es menester que todos pongamos un poco de buena voluntad y toleremos cualquier imperfección, porque bien sabemos que hasta ahora las centrales obreras no han gozado del apoyo necesario que deben prestarle todos los dirigentes para convertirla en una central obrera con prestigio y con capacidad. Muchas veces yo he explicado que, mirado desde otro ángulo, el prohijar la unión de la clase trabajadora no ha sido nunca el vocabulario de un presidente de la República. Y esto se explica: si no obrara yo de buena fe, quizás la táctica que algunos llaman maquiavélica, sería colocar a un gremio frente al otro y evitar que existiese unidad en ellos; y esto ser comprensible desde su punto de vista, porque la unidad de la clase trabajadora les hubiera obligado a que cumpliesen con su deber para con la misma. Pero como yo hago todo lo que es posible hacer para cumplir con ese deber, no tengo nada que temer porque la clase trabajadora esté unida. En cambio, con esa unidad, tengo la seguridad absoluta de que, confiándole la realidad de la situación, que hoy es buena y que mañana no sabemos como podrá se, no la he de engañar nunca para llevar a los trabajadores por un camino que ellos no conozcan; y el día que sea necesario exigir de la clase trabajadora sacrificios, se lo he de decir frente a frente, porque he aprendido en mis cincuenta años de vida, que no puede estar al frente de otros hombres para gobernarlos el que a esa edad no ha aprendido que los problemas hay que encararlos de frente y que no hay nada más prudente en la vida que decir siempre la verdad. Y para terminar, señores, quiero recordarles que cuanto se ha dicho esta noche es interesante que llegue a la masa trabajadora. La Confederación General del Trabajo, según me ha dicho su secretario general, va a hacer imprimir las palabras del compañero Soto y la conferencia que hemos escuchado, a fin de que se repartan profusamente entre todos los gremios para que, ya que desgraciadamente no podemos traer a todos a este local, cada compañero pueda enterarse de lo que se ha dicho aquí, y para que ustedes, los dirigentes, los verdaderos dirigentes de la clase trabajadora, puedan cumplir con esa función tan elemental de interiorizar a los gremios de cuáles son los grandes problemas que se ventilan en nuestro país, cuales son las posibilidades que se presentan al mundo y cuáles las aspiraciones que nosotros estamos decididos a cumplir, cueste lo que cueste y le pese a quien le pese. .................................... |
1947-09-03 | En el acto de entrega de la Orden del Libertador al jefe de la misión militar española | Mi General: El gobierno argentino, queriendo significar cuanto es nuestro aprecio y el honor que representa el haberos contado entre nosotros durante algún tiempo, os confiere por mi intermedio, esta Orden del Libertador San Martín.
El valor, la honradez y la hidalguía que ostentan los hombres de vuestra patria, laten también en nuestros pechos hermanos, y alientan los mismos sentimientos. Al regresar a vuestra patria, vuestros camaradas argentinos os pedimos de todo corazón que seáis portador de esos sentimientos que nos animan, y que llevéis un abrazo cordial a vuestros compañeros del ejército español.
Al mismo tiempo, os expresamos nuestro afecto y nuestro reconocimiento hacia España, cuyo estandarte flamea en nuestro espíritu con los mismos ideales y los mismos entusiasmos. ...... |
1947-09-25 | Ante delegados de la Conferencia Panamericana de Salud | En primer término, sean ustedes bienvenidos a nuestro país, donde encontrarán, con esta acogida cordial de la Nación, todas las facilidades que necesiten para el desempeño de las funciones que les están encomendadas, como así también toda la colaboración que el gobierno pueda prestarles si desean visitar y recorrer el país o realizar cualquier gestión personal, para lo cual ponemos a disposición todo lo que tenemos, que no es mucho, pero que lo ofrecemos de todo corazón.
Para nuestro país es una enorme satisfacción el que este Congreso se desarrolle en Buenos Aires. No podemos ofrecerles, en este sentido, nada que no sea el descuido en que ha vivido este país con respecto a la salud pública. Recién hace poco tiempo hemos creado la Secretaría de Salud Pública. Hemos tenido durante cien años un Ministerio de Agricultura y Ganadería para cuidar la buena salud de nuestra hacienda y de nuestro agro, pero no habíamos tenido la suerte, todavía, de contar con una Secretaría de Salud Pública para cuidar la salud de nuestros hombres. Ya decía hace mucho un poeta argentino que "en tierra de sementeras las cosas se producen generalmente así".
Afortunadamente, se ha producido una reacción en este sentido. El estado sanitario de la República Argentina es malo, y lo es como consecuencia de esa incuria en que hemos vivido tantos años, abstraídos quizás en la contemplación de las grandes ciudades donde la defensa de la salud es una cosa casi natural por la existencia de medios y de elementos científicos para combatir las enfermedades; pero los flagelos en el interior de nuestro país son lo más terrible que pueden ser para un país civilizado. A ese respecto nosotros hemos reaccionado y hemos empleado un sistema integral, es decir, comenzando por donde debe comenzarse para restaurar lo que en la salud de la población se ha perdido y previendo la posibilidad de resolver esos grandes problemas.
Si solamente hubiéramos creado una Secretaría de Salud Pública, no habríamos hecho sino una pequeña parte de la obra; porque ese organismo debería pelear, quizá, con el mismo gobierno para que se tuvieran en cuenta otros factores que en la acción de gobierno llevan precisamente a la solución natural de los problemas de la salud pública.
Por eso, dentro de las reformas que involucra el movimiento que estamos cumpliendo desde el gobierno, hemos entendido que hay una escala para la defensa del material y del potencial humano de la Nación. Y en esa escala nos encontramos en primer término con las exigencias económicas, después con las sociales, con las cuales es posible propender a un mejor grado de salud física y moral, o sea a la defensa integral de la salud de la población. Entendiéndolo así hemos comenzado por crear condiciones económicas en la población necesitada, ya que la otra población, la que no es necesitada, se defiende sola. A esa población necesitada hemos tratado de elevarle el estándar de vida y lo hemos conseguido ya casi en un 200 por ciento. Con ello, la salud pública ya ha mejorado extraordinariamente. La estadística nos está demostrando que el sólo hecho de la elevación del estándar de vida en la población ha permitido ya un mejoramiento natural en el estado de salud de la población.
Del mismo modo, las medidas sociales, como consecuencia de las medidas económicas generales, han permitido establecer dentro del país, ya sea en la previsión social o en la asistencia social, lo que la estadística ya está también demostrando, que en pocos años nosotros vamos obteniendo índices muy favorables en este aspecto.
Igualmente, con la creación de la Secretaría de Salud Pública nos ha sido permitido encarar el problema en su tercer aspecto, tal como lo consideramos nosotros: el de la salud propiamente dicha. Aspecto en el cual nos encontramos en muy buenas condiciones a pesar de que hace apenas un año que estamos trabajando en él.
La República Argentina tiene problemas gravísimos desde el de la tuberculosis, la lepra y demás secuelas que alrededor de estos dos grandes flagelos se desarrollan en casi todas las regiones del mundo, hasta el de la brucelosis, que plantea una situación bastante grave en ciertas regiones del país.
Nosotros hemos encarado este problema desde el gobierno; lógicamente, estoy hablando de lo que puede hacer el gobierno, no de lo que puede hacer el médico, porque eso lo saben ustedes mejor que yo. El concepto con que encaramos el problema desde el gobierno, es el de reestructurar toda la acción médica en el país, tanto preventiva como curativa. Hemos observado que en el estado primitivo en que nosotros nos encontramos con el problema de la salud pública, cada día el índice de los flagelos colectivos iba siendo más pavoroso para el país. Y yo lo he comprobado personalmente porque me ha tocado presenciar las revisaciones médicas de los hombres de 20 años, donde está el índice de vigor de la población en su grado más alto, y era triste contemplar que entre esos hombres cada vez teníamos un porcentaje mayor de inútiles. Pero no eran tan inútiles, precisamente, por las pestes que azotan a ciertas regiones de nuestra patria; desgraciadamente lo eran por el hambre que era el peor de todos los flagelos que sufría el país, este país que produce enormes cantidades de trigo, de pan y de carne. Hemos tenido clases donde un 33% han resultado inútiles por infraalimentación. Eso sería ya suficiente para hablar claramente de la miseria fisiológica de cierta parte de nuestra población, pero más aún de la miseria social, que es todavía más grave, porque ella se debe culpar directamente a nuestras clases dirigentes y a nuestros gobiernos.
Por otra parte, a esos males graves, terribles, se suma la falta de organización médica. Yo siempre he pensado, al estudiar estos problemas con el doctor Carrillo, -ya que por ser soldado entiendo un poco de organización para la lucha- que la lucha contra el mal, como la lucha contra el hombre, que algunas veces suele ser también un mal, tiene reglas que le son comunes. Y le decía a ese respecto: "Hasta ahora nosotros no hemos tenido más que médicos francotiradores, que recibían un título y salían a curar". Es indudable que ellos curaban a la población en forma intermitente y ocasional, cuando el mal llegaba a manifestarse y ponía en peligro la tranquilidad física de los individuos. Es lo mismo que si para defendernos contra un ataque de un enemigo extraordinario que cuenta con un ejército organizado, entregáramos un fusil a cada uno de los hombres de la población para que ellos, por su cuenta, hicieran la defensa. Yo creo que sería muy poca la eficacia que conseguiría en esa forma un país frente a un ejército organizado. Y el flagelo colectivo es un ejército organizado.
Mientras el Estado no organice sus médicos, mientras no se organice una fuerza para combatir el flagelo colectivo, es inútil que pensemos en terminar con esos grandes males que todavía azotan a ciertas regiones de nuestro continente, entre las cuales algunas en nuestro país son de carácter verdaderamente grave.
Ese es el primer paso que estamos realizando. Salud Pública es un comando en jefe para organizar el ejército que ha de combatir, especialmente, los males colectivos, y nosotros somos el cuartel-maestro general que sirve a esa organización y que servirá de apoyo a ese ejército que va a combatir los males.
Pensemos que en 3 ó 4 años, con una acción centralizada y organizada de toda la sanidad argentina, hemos de terminar, por lo menos, con los flagelos más graves que en forma colectiva atacan a ciertas regiones. Y creo que todo lo que se haga será poco para lanzarse en una acción de conjunto que hemos de realizar inflexiblemente, con todos los medios de que disponemos.
En ese sentido hemos cambiado la orientación que antes se tenía sobre la disposición de medios para la defensa de la salud. Antes se hacía un presupuesto, siempre muy exiguo, lo menor posible, y se disponía de algunos medios para combatir casi subrepticiamente, como si hubiera temor de empeñarse en una acción definitiva contra esos males colectivos. El resultado ha sido pésimo. La orientación que hoy tenemos es que el presupuesto de Salud Pública, como es racional y natural, se conozca a fin de año, cuando se ha realizado todo lo que ha sido necesario hacer en bien de la humanidad.
Yo he puesto esta empresa en manos de un médico caracterizado que moviliza a todos los demás médicos de la República, y creo que por ello podemos confiar en que la conducción de este combate de resultado fructífero para nuestro territorio. Y al mismo tiempo será también beneficioso para los países limítrofes que, si nosotros no combatimos los males que ellos todavía no padecen, los han de padecer con el tiempo. El paludismo, por ejemplo, que afectaba solamente a una estrecha región de nuestro país, ya se está extendiendo a una gran parte de nuestro territorio y quizá pase pronto al Paraguay; y hasta al Uruguay, si nos descuidamos y no establecemos una acción de conjunto. En ese sentido el país está dispuesto a acometer cualquier empresa y a realizar cualquier sacrificio, porque es un anacronismo que en el año 1947 todavía existan estos malos endémicos, que no tienen ninguna razón de ser frente a la preocupación decidida de un gobierno para terminar con ellos. Y nosotros estamos decididos a terminarlos.
El gobierno debe practicar una justicia distributiva entre sus clases trabajadoras para mejorar sus condiciones de vida, tanto material como moral, y en eso también estamos empeñados. Tratamos por todos los medios, sin desequilibrar nuestra economía, porque eso sería lo más terrible, de desarrollar una acción social que permita a la clase necesitada disfrutar de un estándar de vida elevado, de una vida higiénica, de procrearse en las mejores condiciones, asegurando un alto índice de vigor a la raza. Porque la defensa del potencial humano es para nosotros lo más fundamental de nuestro programa.
No podemos ofrecer, todavía, ejemplos de acciones que recién comenzamos a realizar. Pero nuestra intención, nuestra aspiración y quizá nuestra ambición es, en un futuro cercano, poder ofrecer a los demás países hermanos del continente el ejemplo de como hemos atacado los flagelos colectivos y cuales han sido los resultados que hemos obtenido, en forma tal que esta experiencia que nosotros iniciamos con toda decisión, pueda también servir para los demás países que tengan los mismos males. Tan pronto realicemos esta obra hemos de hacer llegar los resultados a todos los países americanos con un informe completo, por lo que pudiera servirles como experiencia. Les enviaremos, con la más amplia y buena voluntad, sin limitaciones de ninguna naturaleza, toda la experiencia que acumulemos, con una idea profunda de colaboración y cooperación.
Yo deseo que el desarrollo de este Congreso con que se honra hoy a la ciudad de Buenos Aires obtenga los resultados más provechosos. Podrá haber disensiones de cualquier orden, pero no puede haberlas, como tampoco puede haber diversidad de interpretaciones de ninguna naturaleza, cuando se trata de defender el bien de todos, que es la salud moral y salud física de nuestro continente. Por eso nos ofrecemos incondicionalmente para colaborar en cualquier acción en ese sentido, poniendo en ello todos los medios de que disponemos.
Les agradezco que hayan tenido la amabilidad de llegar hasta aquí para darme el placer de poder saludarlos y poderles expresar en estas pocas palabras lo que hemos hecho, lo que estamos haciendo y lo que queremos hacer. ............ |
1947-10-01 | En el agasajo al jefe de la delegación de Bolivia, Alfredo Alexander | Señores: Hace ya largamente un siglo, las armas argentinas y bolivianas, unidas, comenzaron la primera epopeya de nuestro país, es decir, la lucha por la independencia argentina. Las fuerzas argentinas tuvieron el bautismo de fuego unidas con las fuerzas bolivianas, o del Alto Perú, como se llamaba entonces, en la lucha que se prolongó después hasta Warnes y Arenales.
La acción continuó hasta obtener definitivamente la independencia política de toda la América del Sur y no sé, señores, por qué designio del destino hoy, después de ciento cuarenta y tantos años, iniciamos una segunda epopeya tras el objetivo de conquistar la independencia económica de esta región de América y, como entonces, los primeros hechos encuentran nuevamente unidos a argentinos y bolivianos en esta primera batalla que sella la unidad económica de la Argentina y de Bolivia para emprender juntos la nueva cruzada.
La República Argentina no olvidará jamás este hecho, que señalamos como histórico, porque esta unidad no puede ser sino una unidad ya definitiva. Sin esta unidad no seríamos económicamente libres, como no hubiéramos sido políticamente libres sin la unidad de nuestros mayores.
Por eso señores, en esta sencilla ceremonia a la que asiste un ilustre amigo nuestro, el doctor Alexander, presidente del Banco Central de Bolivia, que en nombre y representación de su gobierno ha finalizado todas las gestiones del acuerdo que hemos de firmar dentro de breves días con el excelentísimo señor presidente Hertzog, en Yacuiba, debo decir, y ustedes lo saben tan bien como yo, que la Argentina no abriga otros sueños que los de la hermandad absoluta con las demás naciones hispanoamericanas. Esos sueños no son, como dicen algunos, de imperialismo: en todo caso, sería un imperialismo vertical, hacia arriba, pero nunca lateral.
La unidad económica que establecemos con Bolivia será total, para la defensa de nuestros propios intereses y para que en el futuro no pueda darse el caso de que una Nación de este continente pueda ser explotada desde afuera, como lo hemos sido durante un siglo. Pueden estar seguros los bolivianos que la Argentina jamás hará presión de ninguna naturaleza para forzar a Bolivia a hacer lo que ella no desee hacer. La hermandad que ellos y nosotros iniciamos en el campo de las realizaciones económicas, será de cooperación y colaboración, y yo ruego al doctor Alexander que lleve a los hermanos bolivianos estas palabras, que son el compromiso solemne de que la Argentina sabrá mantener el espíritu de cooperación hermana, como en el pasado nuestros mayores supieron mantenerlo. .................... |
1947-10-03 | Ante profesores universitarios | Desde que comenzó a estructurarse en el Congreso la ley universitaria, el Poder Ejecutivo siguió con verdadero interés las discusiones que al respecto se suscitaron.
No ha escapado a nuestra comprensión que la aplicación de este artículo 47 bis, introducido en la ley con la mejor intención, produciría una honda perturbación en el cuerpo de profesores de la Universidad, si hemos de atenernos a la interpretación gramatical de esa disposición.
El Poder Ejecutivo, en numerosas oportunidades, conversando con grupos de profesores, les ha prometido y ha empeñado su palabra en el sentido de que ni la sujeción al "full-time" podría privarlos del ejercicio normal y natural de su profesión fuera de las horas que el "full-time" le requiera en el desempeño de su cátedra. Esa actividad profesional debe considerarse lógicamente como una extensión de la actividad universitaria, pues sin aquella el docente iría paulatinamente perdiendo su aptitud. Considero que esto quedaría realmente comprometido con la aplicación estricta del artículo 47 bis de la ley universitaria recientemente sancionada.
Quiero que ustedes tengan la seguridad de que esa disposición no será aplicada en forma alguna. Yo tomaré las medidas necesarias para eso, y también hablaré con los senadores, quienes indudablemente no han meditado lo suficiente el posible alcance del referido artículo. Cualquiera sea el procedimiento que hayamos de emplear, evitaremos que se produzca algún inconveniente. Personalmente, me inclino por la supresión de ese artículo a efectos de que el Senado, si así lo considera oportuno, estudie el próximo año las reformas necesarias. Hasta entonces, el artículo no va a ser aplicado.
No creo, señores, que el Senado haya querido darle a esta disposición el alcance que tiene a través de su lectura, sino que, probablemente, en los apuros de los últimos días, se haya querido establecer, con buena intención, alguna incompatibilidad de carácter político, con lo cual yo estoy de acuerdo. Creo que la actividad política es incompatible en gran parte con la actividad docente, porque es muy difícil que un hombre pueda independizarse de la influencia política. Pero en modo alguno esto puede alcanzar al desempeño de cualquier función. Pienso que en este asunto ha fallado la redacción, y por ello hemos de realizar lo necesario para subsanar los inconvenientes que puedan producirse.
Les ruego trasmitan a sus colegas estos conceptos: el artículo 47 bis no puede ser aplicado y no se aplicará. El día 9 vamos a hacer la promulgación pública de la ley, oportunidad en que podremos anunciar el veto parcial, de modo que entre a funcionar sin inconvenientes.
Les agradezco su concurrencia de hoy porque en ella refuerza la decisión que ya el Poder Ejecutivo había tomado a este respecto. La presencia de los profesores, con la alta consideración que ellos merecen al Poder Ejecutivo, implica un refuerzo ponderable para nuestra opinión. Sé perfectamente bien que ustedes llegan aquí en defensa de su propia función en la Universidad, y les ruego que empleen siempre este mismo procedimiento y que defiendan a la Universidad.
Yo he de entregarles a ustedes la Universidad para que la hagan funcionar de la mejor manera posible; y les he de entregar también los medios necesarios para que, uniendo a ello el esfuerzo personal de ustedes, la Universidad salga adelante. Estoy absolutamente persuadido que a los profesores argentinos no se les presentará jamás una oportunidad más brillante para elevar a nuestra Universidad y para poner en ella todas las inquietudes y todos los entusiasmos en aras del perfeccionamiento de la ciencia argentina.
Hemos de trabajar incansablemente para dotar a la Universidad de las ramas necesarias para una investigación científica de gran envergadura. Hemos de formar también una academia, que sea una extensión cultural de profesionales que deseen prolongar sus estudios e investigaciones, en lugar de crear cuerpos muertos que no realizan una verdadera tarea en favor de la ciencia.
En esta obra cada uno de los profesores tiene una obligación que cumplir. Entiendo, señores, que ahora, realizada ya la consolidación, pacificada la Universidad, sacada de ella toda tarea que no sea exclusivamente universitaria, nos encontramos en excelentes condiciones para empezar a trabajar decididamente en pro de la ciencia y de la preparación de las futuras generaciones de argentinos. Por nuestra parte, no atenderemos a ningún factor extraño a la Universidad. Vamos a defender a la Universidad en toda forma, dotándola de todo cuanto necesite, ayudándola sin limitación.
Cuando el día 9 sea promulgada la ley, yo he de hacer un pedido a todos los profesores en el sentido de que defiendan a la Universidad contra todos los males que puedan amenazarla, especialmente la política que es lo peor que puede introducirse en los claustros universitarios. No dividamos allí a los argentinos en tendencias, porque en la Universidad ellos deben tener una sola tendencia, que es la de la ciencia por la ciencia misma. Si realizamos eso habremos dado el paso más grande en defensa de la labor específica que corresponde a la Universidad argentina.
Tengo absoluta confianza en la labor que ustedes han de desarrollar en el sentido indicado. El Poder Ejecutivo, por su parte, no escatimará esfuerzos para el logro de esa finalidad, comenzando por la aplicación de esta ley, que precisamente tiende a consolidar un régimen natural de trabajo y de dedicación; a establecer para siempre la pacificación en los espíritus; a dar a los profesores el lugar que les corresponde, tanto en lo material como en lo espiritual, a fin de que sean maestros y ejemplo de los hombres que están formando.
Si la aplicación de la ley universitaria nos lleva a la obtención de los objetivos perseguidos, habremos puesto el más fundamental de los jalones que se requieren en el momento actual para bien de nuestra patria: el de llevar adelante la ciencia argentina. Un país sin ciencia es un país de cortos horizontes. Nosotros debemos pensar que la ampliación de nuestros horizontes está en manos de los hombres que se dedican a la labor científica. ................................ |
1947-10-08 | Palabras del general Perón agradeciendo un obsequie del personal de la Presidencia con motivo de su cumpleaños | Agradezco muchísimo este obsequio, que será para mí un recuerdo de la amabilidad de ustedes, pero quiero también agradecer el afán, la sinceridad y la lealtad con que todos ustedes trabajan en la silenciosa tarea de cada día, pues sé el espíritu de colaboración que anima al personal de la Presidencia en el cumplimiento de su deber.
Sé perfectamente los buenos resultados que estamos alcanzando en nuestro trabajo; el personal de la Presidencia tiene una tarea dura y de grave responsabilidad, pues en esta casa confluyen, puede decirse, todas las agitaciones de la República, y sobreponerse a todas esas cuestiones es un gran mérito.
El funcionamiento de nuestra casa, en mi concepto, se perfecciona cada día, y ése es el mérito de todos los funcionarios y empleados que saben trabajar con espíritu de camaradería y compañerismo, ejerciendo sus funciones silenciosamente y poniéndose por sobre todo interés personal a fin de lograr un mejor servicio.
Ese desinterés, esa discreción, es lo que yo quiero agradecer y destacar; el sólo hecho de pertenecer a la Presidencia, ya es de por sí una recomendación, pues implica haber sido seleccionado entre todo el personal que sirve al Estado.
Les agradezco una vez más que se hayan acordado de mí, que soy simplemente un hombre que, como ustedes, está empeñado en ganar horas al tiempo para lograr mayor bien para el país. Así tendremos la satisfacción de haber cumplido lo que yo siempre digo: que a la noche, al acostarse, cada uno piense si durante el día ha hecho algo en bien de la patria.
Muchas gracias, señores y, como siempre, tienen ustedes en mí un compañero de tareas. ............. |
1947-10-12 | En la inauguración de la Exposición del Arte Español Contemporáneo, acto en que se impone la Orden del Libertador al Director del Museo del Prado de Madrid, señor Álvarez Sotomayor | En la inauguración de la Exposición del Arte Español Contemporáneo, acto en que se impone la Orden del Libertador al Director del Museo del Prado de Madrid, señor Álvarez Sotomayor El gobierno ha querido distinguir en vos, además de vuestra personalidad, destacada en el arte de España, al genio inmortal de nuestra raza.
Yo he deseado que esta condecoración os fuera entregada personalmente por mí, y en este ambiente, donde estamos recibiendo los efluvios de vuestra tan amada España, de nuestra tan amada España.
La Orden del General San Martín en el pecho de un artista lucirá siempre más esplendorosa que nunca, porque el que la originó, el general San Martín, fue también otro gran artista. El arte de la guerra, quizá duro y sangriento, tiene en el fondo una expresión inimaginable de lo que es el arte de la tragedia. Vosotros tenéis más suerte: elegís vuestros temas. Nosotros, los soldados, solamente tenemos un tema para desarrollar.
Pero el arte, en una u otra manifestación, es siempre una expresión espiritual que España conoce en todos los campos. Y vos, maestro, que traéis la representación del inigualable y glorioso Museo del Prado, que no se puede visitar sin emoción, llevad también a vuestra tierra, con nuestro inmenso cariño a España, el reconocimiento por esta muestra. Y como Director del Museo del Prado, recordad siempre que si aquí no tenemos la suerte ni la tradición de vuestra tierra, de poseer un arte tan distinguidamente elaborado, tenemos un corazón común con el de vuestra tierra. Y vuestro arte, en España o en la Argentina, es siempre un arte común a nosotros y a España. ................ |
1947-10-13 | Palabras pronunciadas al hacer entrega de la Orden del Libertador al general francés Jean de Lattre de Tassingy | Mi general: El pueblo argentino, que es un pueblo patriota y agradecido, no olvidará jamás que en vuestra dulce Francia, hace muchos años, nuestro Libertador encontró la tranquilidad que no halló en su país y que vuestra tierra acogedora y gentil le brindó.
Por eso, yo quiero que llevéis para vuestra tierra, tan cerca de nuestro corazón, dos recuerdos ligados a nuestro Gran Capitán. Sé bien que estos recuerdos serán gratos a vuestro corazón de soldado y de héroe de la Francia. Esto es con lo que la República Argentina quiere distinguiros para que recordéis que en vuestra corta estada en nuestra tierra habéis ganado nuestra amistad y nuestro corazón.
En nombre del gobierno argentino quiero tener el alto honor de prender en el pecho de un glorioso soldado de la Francia -que honrándola ha honrado a la humanidad y muy especialmente a nuestra propia raza, la raza latina- esta Orden del General San Martín. Al condecoraros, sé que estoy interpretando los designios del propio San Martín.
En ningún pecho estará mejor esta Orden de San Martín que en la de un glorioso soldado de Francia, que ya ha pagado su tributo a esa gloria, que todos los latinos respetamos y compartimos con Francia en los momentos actuales, sean estos de ventura o de desgracia.
Pensad mi general que en esta tierra dejáis buenos amigos. Nosotros tenemos un solo culto: es el culto de la amistad y del reconocimiento. Con esa amistad partid tranquilo, y si algún día nos encontramos en el camino de la vida, seremos tan amigos entonces como somos ahora.
Recordad siempre mi general que en la Argentina os esperamos con los brazos abiertos, y que esta amistad que estrechamos hoy con un soldado de la Francia, es el estrecho abrazo de una memoria eterna, de un recuerdo imperecedero y de una amistad indestructible. ............... |
1947-10-13 | En la clausura del Congreso de la Unión Tranviarios : | Compañeros tranviarios: Un compromiso del que ya estoy casi excedido en el tiempo me priva del placer de terminar con ustedes este magnífico acto, Por eso voy a hacer uso de la palabra antes que el compañero Bernárdez y en contra de mis deseos porque me hubiera sido muy grato escucharlo, mas el tiempo es un poco tirano.
Quiero hacer llegar mi saludo a este benemérito gremio de los tranviarios por el que siento un afecto especial en razón de ser un gremio trabajador y sufrido, organizado y unido tal como quiero ver a todos los gremios argentinos.
Sean mis primeras palabras de congratulación a todos los delegados de este magnífico Congreso porque son el alma de la organización, como así también, a la Comisión Directiva y las diversas Comisiones Directivas del gremio que actúan en toda la República. Los felicito porque estas demostraciones por parte de los gremios unidos, trabajando en sus problemas, es lo más constructivo y lo que más puede agradecer el gobierno a los trabajadores. Las organizaciones sindicales deben dedicarse a resolver todos los inconvenientes porque no se va adelante con inconvenientes sino con soluciones.
Sabemos bien que los gremios del transporte, y especialmente el de la Capital Federal, tienen problemas difíciles que no han sido creados por los trabajadores ni por nosotros sino por otros gobiernos que no supieron defender lo que es argentino del ataque extranjero. El gobierno ha tenido que tomar medidas para mantener a la Corporación y ha debido contribuir y contribuye todos los meses porque entiende que no es justo que las consecuencias de una mala obra de gobierno tengan que pagarlas los trabajadores. En tal sentido el gobierno habrá de asegurar esa justicia indispensable en la vida de los hombres y no ha de escatimar ningún esfuerzo, ningún sacrificio. No es justo que las malas obras de gobierno tengan que sufrirlas quienes no tienen culpa alguna. El trabajo ha de ser remunerado siempre en las compañías de transportes, sea que se desenvuelvan con buenos resultados o con pérdidas en su gestión económica. El trabajador cobra sus salarios cuando el patrón gana y si el patrón pierde debe cobrarlos también.
Sabemos que hemos de afrontar un difícil problema. ¿Cómo surgió este problema? Lo conocen ustedes tan bien como nosotros. Vivíamos bien tranquilos con los transportes que poseíamos y buena parte de los mismos era explotada por los trabajadores. Un tratado internacional nos obligó a entregar parte de nuestra producción en una malhadada hora incluyendo a los transportes de la Ciudad de Buenos Aires que pasaron a constituir un monopolio. La realización de un contrato leonino de tal naturaleza obligó al gobierno argentino a valorizar el material viejo como si fuera nuevo, abultando el capital y comprometiéndose a garantizar hasta el 7% de interés de ese capital ya aguado.
En estas condiciones si tuviéramos que hacer frente hoy a la compra total de esa compañía, el Estado se vería perjudicado por lo menos en quinientos millones de pesos. Esta es la realidad a la que nos han condenado los gobiernos de los hombres que ahora nos critican y dicen que no hacemos nada bien. Hemos de encarar el problema y lo resolveremos de la mejor manera pero de lo que pueden estar persuadidos es que cualquiera sea la solución no será en ningún caso perjudicando a los trabajadores de la compañía.
Agradezco todo cuanto han manifestado los compañeros que me han precedido en el uso de la palabra porque han revelado esa inmensa comprensión que encuentro todos los días entre los trabajadores y que quisiera hallar entre los demás argentinos pero que, desgraciadamente, no existe en algunos sectores. Comprensión que es indispensable en el pueblo argentino pero que si no llega no hay que preocuparse porque la gente que trabaja, que produce lo que consume, es la que entiende; la que no comprende es la que ha vivido siempre del trabajo ajeno, que en muchos casos no produce ni siquiera lo que consume.
Como el tiempo apremia me despido como siempre con el profundo sentimiento que me liga a la masa de trabajadores argentinos. No he cedido, no cedo ni he de ceder un solo paso de lo que ustedes conocen como mi concepción primaria de gobierno; asegurar a los trabajadores una situación tan próspera y feliz como pueda brindarla la Nación dentro de su equilibrio económico social.
No descansaremos un minuto, si es preciso, para asegurar que esta masa de obreros, tan simpáticos, tan cara a mi corazón, lleve adelante su programa. Hemos de vencer porque por sobre todas las cosas nos asiste la verdad y la justicia y cuando los hombres defienden la verdad y la justicia, están unidos y trabajan por ellas, son invencibles y nosotros seremos invencibles.
Les pido a todos los compañeros delegados que lleven a los gremios que representan este caluroso y leal saludo de un compañero más, que aquí, en la Capital Federal está trabajando por una Argentina mejor, por la Argentina con que soñamos los verdaderos argentinos; Argentina para todos los argentinos y no para núcleos privilegiados de ninguna naturaleza; una Argentina grande pero por sobre todo, una Argentina justa. .......... |
1947-10-15 | En el acto de promulgación del Estatuto del Docente Particular | Les agradezco profundamente por haberse molestado en llegar hasta aquí para tener yo el inmenso placer de saludarlos.
Nuestra política, mi política, desde hace mucho tiempo, es una sola, y la he enunciado en muchas oportunidades. Esa política es, dentro de nuestro Estado, dentro de nuestra organización institucional, asegurar a los grupos más débiles de la población la posibilidad de una forma que garantice integralmente sus derechos.
Este, enunciado así, brevemente, parecería una cosa sin mayor importancia, pero pensamos lo que decía el inmortal Hernández cuando escribió el "Martín Fierro": la justicia es una cosa semejante a una tela de araña, donde los bichos chicos quedan prendidos y los grandes rompen la tela y pasan. Lo que nosotros queremos es que esos elementos, colocados dentro de nuestra sociedad en posición de no tener las fuerzas que poseen los poderosos por su situación material, no que tengan la posibilidad de romper la tela, pero si de obligar a los grandes a que queden también prendidos en ella.
Por esa razón, dentro de nuestro orden interno, hemos creado los "Derechos del Trabajador", y no comprendo como algunos piensan que son dedicados sólo a los obreros o a los operarios de cualquier naturaleza, pues esos Derechos comprenden a todos, desde el Presidente de la República hasta el último ciudadano y desde el más poderoso capitalista hasta el más pobre de nuestros artesanos.
Lo que se ha querido con esos Derechos es que se igualen los débiles con los fuertes, única manera de compensar ese extraordinario desequilibrio que nuestra sociedad viene observando entre los hombres que todo lo poseen, -incluso el derecho de hacer ver como cierto lo que es incierto y como real lo que es irreal- y los que por carecer de todo no tienen la posibilidad de proceder de tal manera.
La agremiación por actividades tiene esa finalidad, en lo social en lo económico y en lo político, por una simple razón, de la misma manera que la colectividad se defiende contra otros males por la asociación. En la previsión social, por ejemplo, el punto de partida es el ahorro que cada uno hace como previsión social individual. Cuando ello no alcanza porque el mal es mayor que la posibilidad que existe de remediarlo con los propios ahorros, viene la formación de la mutualidad que permite que la colectividad de un gremio vaya en apoyo de uno de los individuos que lo componen.
Tras de ello viene la previsión social del Estado, por cuanto no es posible que el hombre haga frente a la desgracia por sí sólo, o que la colectividad a la cual pertenece no pueda prestarle la ayuda integral; y entonces es el Estado quien tiene la obligación de preservar a éste hombre, por una simple razón de concepción institucional. Si el Estado obliga al individuo a vivir en una forma convencional, sometido a la ley, él tiene la obligación también de atenderlo y de cuidarlo cuando los males que lo amenazan sobrepasan las posibilidades de la propia ley.
En otro orden de ideas, el caso de los maestros es una demostración absoluta de cuanto vengo diciendo. Hasta ahora -como muy bien dijo el vicepresidente en su discurso- todo el mundo comprendía que los problemas del maestro eran afligentes, que tenían razón, pero las soluciones no venían; y lo que a los maestros podía satisfacer, eran las soluciones y no los reconocimientos. Frente a un problema puramente material se había optado por sacrificar al maestro, porque el problema era bilateral: o había mayor desembolso para satisfacer en forma más digna las necesidades de los que realizaban esa función, o a la inversa, se sacrificaba al que la realizaba para no cargar al otro término el gravamen de una solución material. Es decir, se había optado porque se sacrificase al maestro; vale decir, había "quedado en la tela" mientras el otro la había roto y pasado.
Nosotros pensamos que si durante tantos años la parte negativa del problema había sacrificado a los maestros, era ya tiempo de que, en compensación, comenzara el sacrificio en el otro bando. Eso es, exclusivamente, lo que estamos haciendo. El otro bando encontrará la solución, y el Estado estará pronto para ayudar y buscar esa solución, pero mientras el desastre gravitase permanentemente sobre los maestros existiría un problema que no tendría solución. Por eso encaramos la solución por el único lado del problema en que es posible hallarla, y hemos de encontrarla. No han de haber inconvenientes tan graves que no puedan resolverse en este problema, como se han resuelto en todos los demás. No hemos de romper el equilibrio económico de la Nación porque se solucione un problema acerca del cual estamos totalmente convencidos que no se había encarado con justeza y con justicia.
Nos hemos ocupado, señores, hasta ahora, en proclamar que el magisterio es un sacerdocio. Estoy completamente de acuerdo pero el sacerdocio hay que comprenderlo de una manera: este sacerdocio civil no puede aplicar el criterio de que todo el magisterio argentino esté formado por héroes. Las multitudes tienen algunos héroes, pero no se puede someter a la heroicidad obligatoria a toda una colectividad.
Esa no puede ser la concepción y menos la realización de un programa racional de gobierno. Por esa razón, nosotros entendemos también el magisterio como un sacerdocio, y éste requiere un requisito, que es indispensable cumplir en todos los casos: si a un hombre le pedimos que dedique su vida a la enseñanza, el Estado, o quien utilice sus servicios, debe satisfacer sus necesidades. El que dedica su vida a la sociedad necesita que, del otro lado, se le asegure su bienestar, porque sino perece. En la satisfacción de las necesidades de la vida no entra solamente el factor material de sustentarla biológicamente, sino que también debe satisfacerse necesidades espirituales y morales de las personas que han de dedicar su actividad a una cosa tan noble como es la enseñanza.
No podremos tener buenos maestros, si no viven tranquilos y felices, máxime en un país donde la felicidad no es la excepción sino la regla, y la desgracia y la infelicidad, la excepción.
Señores: es en cumplimiento de estas ideas básicas que el gobierno sustenta que hemos creído indispensable comenzar a fijar en leyes orgánicas la situación de todo el personal del magisterio argentino.
Yo no me expliqué jamás cómo ha sido posible que hasta 1946 las actividades dentro de nuestro Estado no hayan sido regidas por algo estable, como es una ley orgánica, y como es posible que la gente haya podido vivir librada a la discrecionalidad de algunas personas que manejaban su porvenir, su vida y su felicidad.
Señores: muchas veces pienso que lo más grave que puede pasarle a una persona en su vida es no tener un porvenir más o menos visible y asegurado. Siempre que veo alguno de los tantos extraviados que cruzan delante de mí, pienso si es un desgraciado; y que quizás yo, en la misma situación, sería tan extraviado como él. Lo que el país debe asegurarle a cada una de las personas que habitan en él, es el porvenir, y logrado esto tendremos un pueblo que trabajará por el porvenir de la Nación. El hombre que tiene asegurado su futuro es un hombre seguro de sí mismo, que marcha con un objetivo y que sin duda alguna trabaja para asegurar el futuro de la patria. Cada uno que marcha por la calle con su porvenir incierto es un peligro para la sociedad. La base fundamental de una sociedad racional y estable está precisamente en que los hombres que piensen que no tienen asegurada su vida, sean los menos, y si el Estado comprende que este hecho es racional y fundamental para la constitución de una sociedad organizada y constructiva, tiene la obligación de promulgar estatutos que den estabilidad y seguridad de porvenir a los hombres que cumplan con su deber, que trabajan honradamente y que están labrando diariamente en su puesto la grandeza del país, con el mismo derecho y el mismo honor que lo pueda hacer el primer magistrado de la Nación.
Por eso, señores, cada estatuto que sale me produce una gran alegría. Este país tiene dos graves defectos: por un lado, sufrimos una desorganización tremenda. Es menester que nos dediquemos a organizar. Cada uno de estos estatutos es un paso adelante en la organización integral del país. El otro defecto que debemos reconocer es que se trabaja poco, y muchos no trabajan nada. Tenemos que convertir a la Argentina en un país de trabajadores.
Entonces, señores, cuando encuadremos a todas las colectividades en sus leyes orgánicas, pocos podrán escapar a la necesidad de cumplir con su deber.
Llegará el tiempo en que este país, organizado integralmente, no deje lugar para los que consumen sin producir, y en cambio, brindará una brillante posición a aquel que produce, por lo menos, lo que consume. Esa es la base de la futura sociedad.
El desequilibrio económico y social que afronta el mundo en estos momentos, es debido -en mi entender- exclusivamente a que día a día aumentaba el número de los que consumían sin trabajar y disminuía el número de los que trabajaban para producir lo necesario para ellos y para los que no trabajan. Ello se comprueba fácilmente, si observamos que el problema del mundo actual es la infraproducción. Es decir, estamos por debajo del cien por cien de la producción normal del mundo. Inglaterra, por ejemplo, en carbón -sabemos lo que era aquello- produce anualmente 800 mil toneladas menos por semana que lo normal, y nosotros estamos produciendo un 30% menos que los normal. Tenemos que producir el 200% más de lo que estamos produciendo, porque podemos hacerlo y debemos hacerlo. Cuando el mundo normalice su producción, yo creo que la mitad o las tres cuartas partes de los problemas habrán desaparecido.
La política que seguimos nosotros es la conformación de leyes orgánicas que encuadren a los hombres en las colectividades y actividades, que les dé sus derechos y se establezca sus obligaciones; y cuando ningún argentino escape a eso, la Argentina será el país más feliz, más grande y más hermoso de la tierra. A eso tendemos.
Por eso, señores, al entregarles simbólicamente la promulgación de este estatuto, no tienen ustedes que agradecérmelo a mí; tienen que agradecérselo a ustedes mismos, porque este estatuto lo han conseguido merced a la fuerza que da la unión de todos ustedes.
Con esto han hecho un bien a la colectividad a la que pertenecen, pero estén seguros, absolutamente persuadidos, de que han hechos un mayor bien al Estado. .................. |
1947-10-16 | En la inauguración del Congreso pro Plan Quinquenal de la Confederación General del Trabajo | Compañeros: Sean mis primeras palabras de saludo afectuoso y fraternal a todos los compañeros delegados que traen a este Congreso la representación de todos los otros camaradas que se escalonan a lo largo de la patria, trabajando incansablemente por la felicidad de todos los argentinos. Y sea mi segundo pensamiento, el de felicitación a la CGT, que concurre a este acto constructivo de los trabajadores para ponerse a tono con un gobierno que no es otra cosa que la representación auténtica y el cumplimiento fiel del mandato y la ejecutoria real de todos los trabajadores de la patria. No es un secreto para nadie que he proclamado, orgulloso, y con el mayor honor, que mi gobierno es de base profundamente proletaria y obrera y que nuestros actos de gobierno se inspiran en esa masa y en ningún otro interés que no sea el de la patria. La central obrera, colocada en el plano de la construcción nacional y apoyando el plan de gobierno, da a nuestro movimiento la conjunción inamovible de las voluntades que están construyendo ya el futuro de la Nación. Esa conjunción representa la médula de nuestro movimiento democrático, porque la representación del país es tan representación en los delegados obreros como puede serlo en cualquier otra autoridad de la nación. Cumple bien la CGT su misión cuando convoca a todas las representaciones sindicales de la Nación para discutir en un congreso sus problemas, ponerse de acuerdo en ellos y realizar después, simultáneamente en toda la República, con unidad de concepción y con unidad de acción, lo que mayormente convenga a los intereses de la patria y a los sagrados intereses de los trabajadores. Esa es la misión fundamental de la CGT: buscar la unidad de todos los gremios, realizar la unificación de propósitos, para que todos los trabajadores sepan a dónde van y cuáles son los objetivos que deben perseguir. Esta obra significa dar al movimiento obrero de la nación una orientación uniforme, que mayormente sirva a los intereses de la clase trabajadora, y prepararla, con unidad de acción, a seguir manteniendo y consolidando las conquistas obtenidas, al propio tiempo que pone a los trabajadores al servicio directo de la Nación, que es de ellos mismos. Por eso, señores, llego hasta este local con la inmensa satisfacción de sentirme solamente un trabajador más, y de compartir estos breves instantes con los camaradas que, en otras partes de la patria, son, también, un trabajador más. Desde la Casa de Gobierno los sigo, desde las seis de la mañana hasta las diez de la noche, con mi pensamiento, porque estoy persuadido de que lo único que puede levantar al país al punto en que lo queremos ver, de que lo único que puede salvar al país de caer en la desgracia en la que tantos países están hoy envueltos, es el trabajo, no es la conversación y la charla; es el trabajo organizado y consciente que la colectividad puede realizar solamente cuando los hombres que trabajan y producen se ponen de acuerdo sobre cómo deben actuar y sobre cómo deben defender sus derechos. Por eso, compañeros, al llegar hasta aquí vengo animado de un inmenso deseo de hacerles llegar, a cada uno de ustedes, la absoluta persuasión que yo tengo sobre la necesidad de unir la clase obrera por sobre todo otro interés que no sea el de la clase obrera misma.
Nuestro movimiento ha de triunfar con esa unidad, y así lo espero de este Congreso que se inicia con el auspicio de esta lluvia que está cayendo y que bien saben los chacareros cuanto vale al llegar en un momento tan oportuno, cuando ya mucha pobre gente en el campo estaba pensando que podía perder el fruto de su trabajo y de su sacrificio. Compañeros: al darles la bienvenida y augurarles el mayor éxito para este Congreso, como un compañero más que tiene alguna experiencia, he de hacerles algunos pedidos. Recuerden mis consejos de siempre: para un obrero no hay nada mejor que otro obrero. La clase obrera tiene un gran objetivo que cumplir, y es el de mantener y consolidar todas las reivindicaciones alcanzadas. Para ello es menester que cualquier otro objetivo secundario o parcial se sacrifique a la necesidad de sostener y de conseguir ese objetivo; que no hagamos una lucha personal en este campo; que recordemos que estamos en este Congreso para trabajar por toda la clase trabajadora, y que todo problema que no se refiera al beneficio de toda la clase trabajadora no tiene ninguna importancia y no debe hacerles perder lamentablemente el tiempo. Como presidente de la Nación debo agradecer a la Confederación General del Trabajo que, demostrando una comprensión superior, a la que no llegan muchos que se creen sabios y prudentes, se decida a aprobar y a impulsar con su apoyo la realización del plan de gobierno. El plan de gobierno es la aspiración de los argentinos para ser realizada por los argentinos y para los argentinos. Ese plan de gobierno tiene dos finalidades que son fundamentales: la primera es crear trabajo, y, junto con eso, obligar a que trabajen los que nunca han trabajado. Y si el plan de gobierno se cumple integralmente, algún día han de convencerse de que en esta tierra no hay lugar para los que consumen sin producir y que cada uno deberá producir, por lo menos, lo que consume. La segunda finalidad es bien clara: nuestro país ha estado enfermo de pequeñas realizaciones. Pareciera que en nuestro país nunca hubiera habido hombres capaces de emprender grandes empresas. ¿Qué es lo que ocurría? Que cada gobernante que llegaba estructuraba obras que terminaban en el corto período de cinco o seis años, para poderles poner una placa con su nombre y los de todos sus ministros. Y es natural concebir que una obra de gran aliento, como sería la distribución de toda el agua argentina o la utilización de toda la energía que está en los campos, en los montes o en los valles argentinos, o la utilización integral de la capacidad energética de este pueblo, nada de eso podía ser construido en cinco años, porque se necesita mucho tiempo más. El Plan Quinquenal va a lanzar todas esas obras y las va a llevar adelante; y si no dejo terminadas más que algunas obras, al que me suceda le he de dejar comenzadas todas las demás. Con ello habremos asegurado la continuidad en las obras, para obligar a terminar aquellas de gran aliento, aunque duren 10 ó 20 años, no por el egoísmo de que las hayamos de disfrutar nosotros, sino por el altruismo y el idealismo de que las han de disfrutar los hermanos argentinos que nos sucedan en las generaciones. El plan de gobierno tiene todavía una finalidad superior que no todos comprenden. Este gobierno se ha empeñado en crear un derecho para los grupos débiles, para los que no cuentan con el poder de la riqueza para defenderse a sí mismos. Decimos que la ley es igual para todos, y eso, señores, hasta nuestros días había sido una "mentira criolla". Ya el inmortal Hernández en su Martín Fierro, había dicho que la ley es como la telaraña, en que el bicho chico se queda prendido y el grande la rompe y pasa. Nuestra concepción de la justicia está basada en que ni el chico ni el grande puedan romper la tela. Para ello, frente a los demás derechos del más fuerte, hemos creado los Derechos del Trabajador. Esos derechos constituyen la espada y el escudo con que han de defenderse y pelear los grupos débiles de nuestra población. Y los hemos de aplicar y hacerlos aplicar, y los hemos de llevar a todo el territorio y, si es posible, los hemos de expandir por los cuatro puntos cardinales del mundo.
Otro de los puntos fundamentales, además de todos los que ha citado el compañero Hernández, estriba casualmente en que la enseñanza, en que la cultura, en que el perfeccionamiento intelectual, alcance también a la clase trabajadora y a sus hijos. No es posible tolerar, en un país igualitario, que al privilegio material del dinero se le agregue también el privilegio espiritual de la ciencia y de la educación.
Si la sociedad puede imponer a los hombres relaciones de convivencia por el convencionalismo de las leyes, también tiene la obligación de proteger a los más débiles cuando la necesidad o la desgracia los azote.
Para la clase trabajadora, apoyar el Plan Quinquenal equivale a defender su propia obra y a lograr sus aspiraciones; el sabotearlo o interferirlo representa, en mi concepto, una verdadera traición a la clase obrera.
El Plan Quinquenal es la consolidación definitiva de todo cuanto venimos sosteniendo en nuestro movimiento; constituye la reafirmación de los derechos del trabajador y significa la total independencia económica de la nación. Con la pérdida de estas tres conquistas, el pueblo argentino retornaría a cinco años atrás y volvería a ser esclavo de las fuerzas obscuras que han impulsado a la oligarquía y a otros poderes.
Como presidente de la nación agradezco a la Confederación General del Trabajo, en nombre de la Patria y de los más sagrados derechos de la nacionalidad, que haya sabido interpretar y penetrar los designios que encierra esa realización planeada. No he encontrado todavía un sólo hombre con fundamento o ideas que haya podido rebatir un sólo aspecto del Plan Quinquenal.
Como un simple compañero les agradezco que pongan el hombro a esta obra que es de todos ustedes, que ayuden a la realización de estas ideas, que es lo único que puede elevarnos en el concierto de todas las naciones del mundo. Les doy las gracias, por último, como hombre de trabajo que soy y que no tiene otra ambición en vida que la de, cuando cierre los ojos, pueda exclamar: he favorecido a los trabajadores de mi patria.
Ahora quiero formularles un pedido y darles un consejo de amigo y de hermano. Discutan con altura; no se ofusquen; esgriman razones y recuerden que esas razones nos llevarán a buen puerto; no planteen problemas que dividan, discutan problemas que unan. Tengan en cuenta que toda la clase trabajadora y todas las masas peronistas del país tiene puestos los ojos en este Congreso y, entonces, deben ustedes, llegar a conclusiones constructivas que reflejen comprensión y buena voluntad para extenderlas a todo el territorio de la patria.
Por sobre todas las cosas sean compañeros, sean amigos, porque así serán invencibles. No se dividan, porque eso es lo que están esperando nuestros enemigos. Sacrifiquen cualquier cosa en aras de la unión porque ésta representa el triunfo. La división es síntoma de debilidad. No olviden este consejo: trabajen como hermanos en forma constructiva.
Les pido que luego de tratar los problemas obreros, al regresar a sus tierras, lleven este consejo: hagan gremialismo, hagan sindicalismo, pero no política. La patria se ha de salvar por el trabajo, con el apoyo de los que trabajan, con esa fuerza que da el músculo y la inteligencia no aplicada a dividir el país en núcleos sino a unirlo en una sola causa superior, que es el trabajo honrado.
Compañeros: les deseo el más grande de los éxitos. Recuerden que el gobierno espera los resultados de este Congreso para establecer una conexión y una colaboración absoluta con ustedes. Les consta que jamás el gobierno se ha ocupado de dirigir organizaciones obreras de ninguna naturaleza. La organización obrera es autónoma y hace dentro de ella lo que mejor le viene en gana. El gobierno no quiere sino su apoyo, pues no aspira a dirigirla ni a inmiscuirse en lo que no le importa.
Con ese inmenso respeto que he profesado siempre a las organizaciones obreras y que hemos de seguir manteniendo para que los grupos sindicales sean el resultado auténtico de su labor fecunda, quiero expresarles que queremos trabajar en el gobierno al lado de ustedes, queremos el apoyo de ustedes porque con esa colaboración el plan de gobierno se ha de ejecutar mal grado la oposición o el sabotaje, parta de donde parta.
Señores: con estas palabras y con mis mayores deseos de éxito para el Congreso les dejo un abrazo de compañero, que, como siempre, es de corazón, augurándoles que sean felices y que los delegados del interior pasen estos días en Buenos Aires de la manera más grata; para ello estamos, desde ya, totalmente a su disposición. ................. |
1947-10-17 | En el acto en la Plaza de Mayo celebrando el aniversario del 17 de octubre : | Compañeros descamisados: Con este magnífico 17 de octubre vivimos otro día memorable para la ciudadanía argentina. Con el corazón henchido de nobles sentimientos, venimos a esta plaza a conmemorar un fasto del pueblo. Esta es la fiesta constructiva de la nacionalidad, en la que trabajadores, voceros de un pueblo honrado y consciente, aconsejan con la prudencia y la sabiduría de los tribunos.
Feliz la tierra de cuyo pueblo salen exclamaciones como éstas que escuchamos; feliz la patria que puede ofrecer el espectáculo de hombres laboriosos y patriotas congregados en apretado ramo para exteriorizar sus sentimientos. Pueblo maravilloso de una patria inmortal, que está construyendo para ejemplo de los siglos una nueva doctrina y una nueva idealidad que el mundo no ha de olvidar jamás.
Qué importa que algunos no nos comprendan; qué importa que algunos nos combatan, si en el devenir del tiempo la historia ha de decir un día que el pueblo no se ha equivocado, y quienes han sido los traidores de la patria.
Echemos una mirada sobre el panorama de la patria en el año transcurrido desde el 17 de octubre del año anterior.
En el campo internacional hemos prestigiado al país ante el mundo. Hemos dicho nuestra palabra de solidaridad y hemos llevado nuestra ayuda efectiva a los pueblos hambrientos y necesitados. Hemos hecho un llamado a la paz, aconsejando el cese de la lucha entre los hombres. La responsabilidad de no escucharnos ha de ser de esos pueblos. Pero podemos asegurar que la Argentina no será instrumento de nadie; que nuestro pueblo lucha y trabaja por la Argentina; que no estará jamás detrás de una mala causa, y que no desertará cuando se trate de apoyar una causa justa. Por eso se nos mira con respeto.
Dentro de las benditas fronteras de esta tierra mandan los argentinos, se sirven los intereses argentinos y si fuese necesario nos haríamos matar en ella en defensa de la soberanía argentina.
En el orden económico, hemos puesto en pie al país en un año y medio de gobierno. Hemos declarado la independencia económica; hemos pasado de ser país deudor a ser país acreedor; hemos llevado a la conciencia de los patriotas argentinos la necesidad de defender con la vida, si fuera preciso, esa independencia económica; hemos reconquistado la Argentina para el pueblo argentino; hemos garantizado la solidez de nuestras finanzas y asegurado el equilibrio de nuestra economía, y nos hallamos empeñados hoy en la tarea de formar un país económicamente poderoso al servicio de intereses exclusivamente argentinos.
En lo social, hemos asegurado el orden y la evolución que el país necesitaba, y estamos afianzando esa evolución basada en los derechos inalienables que tiene el pueblo de vivir con dignidad, frente a un porvenir económico brillante como no lo ha conocido jamás la nación. Estamos consolidando las conquistas alcanzadas, mediante una legislación prudente y sabia, y hemos declarado a la faz del mundo los Derechos del Trabajador, que se incorporan a los códigos como la legislación más justa y avanzada de todos los tiempos.
He prometido que todos los 17 de octubre, en este acto, rendiría cuenta a mi pueblo de la tarea realizada por el gobierno y del programa a desarrollar y que le preguntaría -como lo hago en este momento- si está conforme con la labor cumplida.
Frente a la aprobación de ustedes, que considero superior a toda otra, puesto que nace de una realidad superior a todas las realidades, que ha de importarme que los desplazados, enunciando principios que jamás cumplieron y criticando obras que ellos no fueron ni siquiera capaces de concebir, griten, a base de calumnias e infamias, contra un gobierno que está realizando un programa que no fue ni esbozado por ellos. Pero debemos agradecer a esa inconsciente, impenetrable e incomprensible minoría de hombres, que grite su ineptitud, que ponga en evidencia una oposición sistemática, pues así se elevará cada día más nuestra labor frente al desastre de sus propias obras, como la historia lo está demostrando, pese a la suficiencia de que hacen gala.
Cuando un pueblo como el reunido en este lugar realiza demostraciones como éstas, los gobernantes deben sentirse inmensamente satisfechos, porque no hay mejor premio para el hombre que trabaja con desinterés y con amor a la función pública, que éstas exteriorizaciones capaces de conmover hasta las lágrimas a los que tienen un corazón bien puesto y no exhiben un cerebro marchito.
Compañeros: pueden ustedes tener la seguridad más absoluta de que quien les habla ha de ser fiel a la consigna hasta el último instante de su vida. Nuestras fuerzas son las fuerzas del pueblo; nuestro poder emana del pueblo mismo; nosotros somos hombres del pueblo. Luego la traición y el engaño no pueden anidar en nuestros corazones. Hemos de cumplir fielmente cuanto nos hemos propuesto, hemos de servir al pueblo, y no hemos de servirnos de él para satisfacer ambiciones ilegítimas.
Quiero anunciarles ahora, como lo hice el primer 17 de octubre, desde este mismo balcón, que mañana es día feriado. Al decretar feriado el 18 de octubre, el gobierno quiere que todos los trabajadores tengan una noche de fiesta, porque hoy es el día de todos los trabajadores de la patria.
Y ahora, compañeros, como hace justamente dos años, he de pedirles que al descongestionar la plaza, lo hagan con prudencia porque hay muchas señoras entre el público.
Finalmente, compañeros, un pedido más: que se conduzcan con prudencia. No nos conviene que mañana digan algunos que cometemos desmanes; no conviene tomar justicia por las propias manos, porque hay una justicia superior a las demás, que ha de llegar inexorablemente.
Y al retirarse quiero que lleven todos la persuasión de mi amor profundo por el pueblo y la sensación de que los estrecho fuertemente contra mi corazón. .............. |
1947-10-17 | En la inauguración de una proveeduría del Ministerio de Guerra | Esta vez, contrariamente a lo que sucede muy a menudo, que piden que hable, he pedido yo hablar porque esta obra es mi concepto superior a toda ponderación y llena una finalidad cuya importancia quizá no se alcance a comprender todavía en toda su amplitud.
Una de las manifestaciones primarias del mejoramiento social es el aumento de sueldos, con el cual hasta ahora ha vivido encandilado el pueblo argentino. Pero el aumento de sueldos no ha resuelto, no resuelve ni resolverá nada por sí mismo. Al hombre en vez de aumento de sueldos hay que darles servicios, para evitar que malgaste su sueldo. Los servicios difícilmente pueden ser malgastados y todo lo que represente una economía es, indirectamente, un aumento de sueldo.
Señores: yo felicito de todo corazón al señor ministro de Guerra por la forma en que está impulsando los servicios sociales del Ministerio. No es la primera vez que tenemos la satisfacción de inaugurar obras tan acabadamente realizadas como ésta. El Ministerio de Guerra, en mi concepto, marcha hoy a la cabeza en materia de servicios sociales por la forma como están organizados y la racionalidad con que van siendo extendidos. Por eso yo quería presentar públicamente mi reconocimiento por la labor del Ministerio en esta actividad, que para mí tiene, dentro del ejército, una importancia extraordinaria. Y felicito también al señor coronel Giavannoni, viejo luchador que me ha acompañado varias veces, y que veo ahora seguir triunfando en esta actividad que es, sin duda, de su predilección. Por todo ello, al realizador magnífico de esta obra quiero hacer llegar mi felicitación en nombre del gobierno. ................. |
1947-10-20 | En el acto en que se condecoró con la Orden del Libertador a monseñor Harrison | Monseñor: El gobierno argentino, por mi intermedio, quiere colocar esta condecoración en vuestro pecho, porque un cúmulo de circunstancias lo aconseja así. En primer término, sois mercedario, congregación a la cual nosotros rendimos, como rindió el Gran Capitán, un alto y grande afecto. Sois chileno, y habéis tenido la inmensa amabilidad de haber querido unir vuestra patria a la Argentina espiritualmente, llevando a esa hermosa tierra de Arica, y especialmente a Concepción, nuestra Virgen de Luján. Y si ello fuera poco, sabemos bien cual es vuestro trabajo honrado de chileno patriota para hacer que cada día Chile esté más cerca de la Argentina, y vuestra patria más cerca de nuestros corazones.
Esta condecoración, que ha sido creada para premiar y distinguir a los hombres que trabajan por el acercamiento dentro de la idea sanmartiniana, en ninguna parte podría estar más honrada y más justamente colocada que en vuestro pecho. Entendiéndolo así, quiero que recordéis, Monseñor, que los hombres que llevan esta condecoración tienen en la Argentina, y especialmente en mi persona, un amigo, y nosotros los argentinos hacemos de la amistad un culto, y ese culto es el de la incondicionalidad absoluta de nuestros sentimientos, para ahora y para todos los tiempos. ................ |
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